¡Ningún personaje me pertenece!

Pareja : Levi x Eren

Modern Au.

1

Brisa, fuerte y fría brisa. Una brisa que me alborotó aun mas mi indomable pelo castaño. Estaba en lo alto de un árbol y podría ver el paisaje, ahora gris y lluvioso que se extendía ante mi. Me debería haber dado paz y tranquilidad pero solo sentía desasosiego y terror. No sabia porque. A lo lejos, comencé a escuchar gritos, choques de metal contra metal y crujidos. Era el sonido inconfundible de una lucha. Me di la vuelta para bajar, pero sin querer, pise mal la rama mojada y crujiente del árbol en el que estaba subido y me tambalee. Perdí el equilibrio y sin poder evitarlo, con gran terror, me precipite hacia el vacío, esperando sentir un gran dolor al estrellarme contra el suelo húmedo del bosque. Erre los ojos en la caída y esperé.

El despertador sonó con un sonido chirriante. Me levanté, jadeando por aire, mi desorientada mente todavía creyendo que estaba tumbado en el suelo del bosque, descompuesto y roto por aquella horrible caída. Que las paredes café claro de mi habitación eran sólo una ilusión que había convocado para confortarme mientras moría.

Rápidamente me puse derecho en mi cama, mi pulso acelerado mientras me desenredaba de las sábanas. Gotas de sudor goteaban por mi piel, pegando mi camiseta a mi espalda. Me froté los ojos y parpadeé algunas veces, viendo si mi cuarto seguía en su lugar. Nada se movió y me relajé. Había sido un sueño, justo como el que había tenido la noche anterior y la noche anterior a esa.

Respiré lentamente, dejando que mi corazón acelerado se calmara y salí de la cama, la alfombra se sentía fría contra las plantas de mis pies desnudos. Me envolví en una manta y caminé suavemente a la ventana. El suave brillo rosado de la luz del sol se inunda las montañas nevadas, besando las puntas de los pinos.

Mi alarma sonó, sobresaltándome tanto que de verdad salté y me di la vuelta. Cielos, mis pesadillas me estaban volviendo asustadizo. Presioné el botón de apagado. Hora de ir a la escuela. Ugh. La escuela era mi parte menos favorita del día. No tenia muchos amigos, debido a algunos problemas de ira. Odio ver a todos pasear por ahí en sus pequeñas hermandades mientras yo me quedo solo al margen. Los únicos que me acompañan son mi medio hermana Mikasa y Armin, uno de los chicos mas listos de la escuela.

Lancé mi sábana a la cama y me puse un par de jeans y una camiseta negra. Me pasé un cepillo por mi pelo desordenado,incapaz de domarlo. Cuando supe que no había nada mas que hacer, fui al espejo de cuerpo completo en la parte de atrás de la puerta de mi habitación y me eché un rápido vistazo. Mis piernas eran demasiado largas, y mis ojos… eran raros. Tenia el ojo izquierdo de un verde turquesa y el derecho azul. Sí, extraño, lo sé. Pero encajaban bien con todo lo demás que tenía que ver conmigo. De pequeño me dijeron que tenia Heterecromia y que no debería sentirme diferente al resto por ello. Pero era difícil .

Abajo en la cocina, mis abuelos ya estaban ahí. Mi abuela estaba parada junto a la estufa, las sartenes chisporroteando, mientras el aroma del tocino llenaba el aire. Mi abuelo estaba sentado a la mesa, el periódico matutino abierto frente a él.

La habitación era pequeña y brillantemente iluminada, haciendo las paredes amarillas casi cegadoras. A eso añádele los armarios verde azulado, los cuales mi abuela insistía que eran azul cielo, pero a quién trataba de engañar, y la habitación tenía ese tipo de efecto de casa de la risa. Agarré un cuenco del armario y tomé asiento en la mesa de la cocina.

Mi abuelo me echó un vistazo por encima del periódico, sus ovaladas gafas con montura negra deslizándose hacia abajo por el borde de su ligeramente torcida nariz.

—Eren —murmuró con un sutil saludo de cabeza.

Forcé una sonrisa.

He vivido con ellos desde que tenía un año, después de que mis padres fallecieran en un trágico accidente automovilístico. Eso es todo lo que sé de mis padres…. cómo murieron. Les había preguntado a mis abuelos sobre ellos desde entonces. Decir que habían perdido los estribos era decir poco. Se habían puesto furiosos, gritando que nunca debía preguntar por mis padres de nuevo. Y cuando había derramado lágrimas y gritado en respuesta, las cosas se pusieron incluso peor. Al final, terminé saliendo disparado a mi cuarto. Desde entonces, nuestra ya forzada relación empeoró. Apenas y nos dirigíamos la palabra, lo que supongo que no era un gran cambio dado que apenas hablamos antes.

Durante las últimas semanas, había estado tratando de darle algún sentido al porqué se rehusaron a hablar de mis padres. Todo lo que se me ocurrió fue que quizás hablar de mis padres era demasiado doloroso para ellos. Eso o que yo no les agradaba.

—¿Quieres un poco de tocino? —la voz de mi abuela me arrancó de mis pensamientos.

El tocino siseaba mientras ella daba golpecitos con el pie en el suelo de azulejos. Me recordaba un montón a una de esas mujeres de una serie de Televisión de los años 50; su cabello castaño rojizo recogido en un moño, un delantal blanquísimo atado sobre su vestido con estampado floral.

—Claro —dije, comenzando a ponerme de pie. Desearía que pudiéramos ser más cercanos. Sí, sabía que debía estar agradecido de tener abuelos que me alimentaron y pusieron un techo sobre mi cabeza. Y no me malinterpretes, lo estoy. Pero habría sido bonito si al menos me hablaran más de lo necesario.

O tal vez me sonrieran de vez en cuando. ¿Eso era mucho pedir?

—Pero tengo que ir a encender mi coche primero.

—Tu abuelo ya lo hizo por ti —dijo bruscamente.

—Oh —me volví hacia él—. Entonces…

El sonido de la silla chirriando contra el suelo de mosaico me interrumpió. Se puso de pie, viéndose todo alto y fuerte. Dobló su periódico y lo metió bajo su brazo. —Voy a eh…. —su voz se desvaneció y se apresuró a salir de la cocina.

Hacía eso un montón… mascullar para sí mismo o irse en mitad de una oración. Era un vendedor retirado, pero era tan difícil imaginárselo dado que no podía seguir una conversación por más de un minuto.

La espátula hizo un ruido metálico cuando la abuela la tiro en la encimera.

—Ve por un plato y ven a servirte algo entonces —su rápido tono de voz era mi señal para apurarme y levantarme de la silla.

Así que lo hice, precipitándome y apilando unos trozos de tocino en un plato, junto con algo de huevos. Después comí mi comida tan rápido que casi me ahogo dos veces. Una vez que termine de tragar mi comida, caminé pisando fuerte por la entrada nevada, me subí a mi Mitsubishi Mirage de color azul deslavado que hacia un fuerte ruido metálico cada vez que pisaba el acelerador, y me dirigí a la escuela.

Vivo en un pequeño pueblo de Luisiana, (aunque soy originalmente de Alemania) y conducir a cualquier lado siempre llevaba algo de tiempo. El pueblo era conocido por dos cosas: su infame arco de cuernos de alce hecho con verdaderas cornamentas de alce, y su talento para acumular nieve nueve meses al año. Ahora, yo no era fan ni de la nieve ni el frío en ningún modo o forma, así que vivir aquí era como un oso polar tratando de vivir en Hawái: insoportable y muy poco práctico.

Cuando me graduara aquí en unos meses, voy a empacar mis maletas y mudarme a algún lugar cálido y cien por ciento libre de montañas.

Hoy, las generalmente pobres condiciones del camino estaban mucho peor debido a que la temperatura era de menos cinco grados y congelaba todo a la vista. Cinco grados bajo cero, no estoy bromeando. Obligado a conducir a paso de caracol, me las arreglé para tocar la mayor parte del CD de Taking Back Sunday, una de mis bandas favoritas de todos los tiempos, antes de llegar a la escuela. Estacioné el coche justo cuando el timbre sonó en el interior de la escuela y resonó hacia afuera. Agarré mi mochila, salí del auto y salí disparado por el estacionamiento que parecía una pista de patinaje. No me hubiera importado tanto llegar tarde, pero durante el último mes me las había arreglado para acumular una cantidad de llegadas tarde que estaba cerca de batir un récord.

Cuando llegué a la acera, a punto de correr a toda velocidad, tuve que detenerme porque una sensación de picor hizo un anuncio de aparición en mi nuca, clavándose en mi piel como la aguja de un tatuaje. Contuve el aliento y esperé.

Unos segundos pasaron, pero ningún nuevo sentimiento llegó. Bueno, a excepción de la sensación de que no estaba solo. Había unas personas merodeando por sus coches, y una chica con un abrigo color rosa neón que estaba corriendo como una loca hacia las puertas de cristal de la escuela. Obviamente, estaba tratando de no llegar tarde, que es lo que yo debería estar haciendo. Pero no podía hacer que mis estúpidos pies se movieran, como si las suelas de mis zapatos se hubieran derretido en la acera y se quedaran pegados. Y entonces, de pronto, lo vi; un hombre, caminando sin prisa por el estacionamiento como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Mi corazón hizo ese pequeño revoloteo que nunca lo había sentido hacer antes. Vaya. Incluso desde la distancia, podía ver que era guapo; el modo en que su cabello negro azabache se desperdigaba bien ordenado por su cabeza. Y sus brillantes ojos grises me recordaron a los días de tormenta que desprenden ese olor tan característico a humedad. Vestía bastante formal, con pantalones negros, una camisa blanca y bien abrochada, y una americana negra, a juego con sus pantalones. Zapatos negros inmaculados completaban su traje. Era bastante bajito para ser un hombre, yo le superaba por al menos, 10 centímetros, pero no podía decirlo con seguridad a menos que me acercara a él. Tenía que ser un nuevo profesor o algun padre, porque si lo hubiera visto antes, probablemente lo habría recordado. No. Tacha eso. Definitivamente lo habría recordado.

Si , soy gay desde que me di cuenta que me atraían mas los hombres que las mujeres , cuando cumplí 15 años. Mikasa y Armin me habian apoyado pero mucha gente en al escuela se había reído y burlado despiadadamente de mi,como ese idiota de Jean.

Aunque él no parecía verme en absoluto. Lo que era algo bueno, supongo, dado que sólo estaba ahí parado, mirándolo estúpidamente mientras caminaba por la acera y pasaba junto a mí. El picor apareció de nuevo, esta vez llenándome con un muy abrumador deseo de correr tras él. Y tenía que admitir que, probablemente lo habría hecho si el timbre de retraso no hubiera sonado y me hubiera sacado de mi trance.

Me estremecí y sacudí la cabeza. ¿Qué estaba haciendo, ahí parado, en el frío helado, mirando embobado a un hombre desconocido, cuando lo que debía estar haciendo era llevar mi trasero a clase?

Me apresuré a la entrada de la escuela, apenas alcanzando al misterioso hombre cuando abrió la puerta. Se hizo a un lado y la mantuvo abierta para mí, al muy estilo de un caballero. Me mordí el labio inferior nerviosamente mientras pasaba a su lado. Juro que mi corazón estaba latiendo tan fuerte en mi pecho que él tenía que ser capaz de escucharlo.

Está bien, así que no sé por qué hice lo que hice a continuación, era algo muy impropio de mí. Es decir, normalmente mantenía la cabeza baja y mis ojos pegados al suelo durante las horas de escuela. Pero cuando de repente me sentí compelido a alzar la vista y mirarlo, de verdad lo hice. Y por Dios si recibí un verdadero shock. Y no estoy hablando de un shock del tipo emocional. Me refiero a un shock literal; una descarga de electricidad que se extendió por mi cuerpo como si hubiera metido mi dedo en un enchufe eléctrico. Me congelé, mis ojos abiertos como platos. ¿Qué demonios? ¿Me estaba volviendo loco? Tenía que ser así.

Sentí el golpe de nuevo y solté un jadeo. La sensación me llevó momentáneamente hasta que me di cuenta de que estaba parado en medio de la entrada, mirando fijamente a ese hombre con mi boca abierta. Habría estado completamente avergonzado también, excepto que para mi sorpresa, y mi alivio, sus brillantes ojos grises estaban abiertos como platos y miraban fijamente los míos, y casi parecía como si él también pudiera sentir la electricidad.

Mi pulso se aceleró mientras chispas de estática mordisqueaban mi piel. Entre más nos mirábamos fijamente el uno al otro, más electricidad se encendía, y casi pude sentir mi piel derritiéndose. Tantos sentimientos diferentes estaban fluyendo a través de mí a la vez, confusión… deseo… intensidad, no podía pensar con claridad. Sentí un tirón invisible, atrayéndome hacia él, y antes de que siquiera supiera lo que estaba haciendo, di un paso hacia él.

Como un interruptor, su expresión cambió a un ceño fruncido.

—¿Te importa? —dijo, haciéndose a un lado a mí alrededor y dejando que la pesada puerta de metal me golpeara dolorosamente en el codo.

—Ay —dije, frotando mi brazo—. ¿Qué demonios?

Me lanzó una mirada asesina y una clase distinta de intensidad ardió en esos hermosos ojos grises. Intenso odio. Mi boca se quedó abierta mientras lo miraba darme la espalda y caminar por el pasillo sin mirar atrás otra vez.