Bien, aquí está el último fic del día (para lamento de ustedes). Les traígo una idea sumamente pervertida y divertida, de esas que a mí me gustan, que espero sea de su agrado...

Disclaimer: Ningún personaje que aquí aparezca o sea mencionado me pertenece, todos son propiedad de su respectivo autor: Yoshihiro Togashi.

Advertencia: Yaoi. Lemon (+18). GonKiru.


La tierra se escondió bajo sus uñas al rasgar el suelo.

Las palmas de sus manos estaban húmedas, gotas de sudor descendían por toda la extensión de su ser. Sentir el césped rozando su piel le producía un leve cosquilleo, pero no todo era placentero para él, todo el peso de su cuerpo se asentaba en sus rodillas y codos generándole cortes y raspones. Sus manos y brazos estaban tensos, sus nudillos apretados y algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas para terminar estrellándose contra el suelo. Algunos jadeos brotaban de sus hinchados y cortados labios, mientras que los estremecimientos repentinos lo dejaban mareado y deseoso por más…

Su masculinidad estaba palpitando, humedeciéndose más y más, dejando escapar algunos hilos y gotas blanquecinas por la extensión hinchada. Rogando por un poco de atención; y el tener a una persona, una muy amada persona, detrás de él reteniéndolo, impidiendo que se escape, y otorgándole aquel deleite no ayudaba demasiado a la situación.

Killua echó la cabeza hacia atrás al sentir otra envestida.

Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral. —G-Go… Gonnnh —decía de manera entrecortada, sintiendo el pulso acelerándose; un último grito escapó de su boca antes de apretar los labios.

De repente, una fuerte y firme mano ascendió desde su estómago marcado, delineando cada uno de los abdominales con un ritmo lento y tortuoso, hasta llegar a sus pectorales. Tomando con el dedo índice y medio el botoncito rosado ya erecto, torciéndolo, estirándolo, y estrujándolo a su gusto; gritaba, gemía y clamaba por más.

Tenía que morderse el labio para acallar los gemidos, a tal punto que sentía la sangre acumulándose en su interior; le temblaban las rodillas. El sudor descendía por su frente, los ojos se dilataron, el pulso parecía estar perdiendo el control y su corazón latía a mil por hora; su ropa estaba desgarrada, hasta incluso algunos retazos se encontraban a los costados de su cuerpo. Los pantalones había desaparecido y lo único que parecía estar intacto era su cabello… aún estaba cargado. Su Kanmuru no se esfumó y tal parecía que estaba influenciando en el alcance de su liberación.

Otra profunda envestida apareció y él solo pudo gritar.

Dolía. Dolía de una manera insoportable. Para él, era como si un gran peso estuviese aplastando lentamente todos sus órganos y huesos; cada mínima parte de su cuerpo ardía; aquel intruso se adentraba, salía y entraba a un ritmo menguante, más a fondo en su interior, en ese lugar que nunca creyó que entregaría. Y golpeaba sin compasión alguna ese recóndito lugar, aquel manojo de nervios que le hacían nublar la vista y palpitar su entrepierna.

―¡G-Gon…! ―gritó al sentir que una mano apretaba su cadera hasta dejarle marcas―. Nnn Gonnn…―. Parecía que un ronroneo brotaba de sus labios por cada golpe; por más que los golpes dolieran, esa de lo más agradable esa sensación de estar rodeando la intimidad ajena… la inmensa intimidad.

―Silencio.

Con algo de esfuerzo, miró por encima de su hombro al adulto detrás suyo. ―¿G-Gon?―. Las lágrimas caían por sus ojos, bañando sus lastimadas y sonrojadas mejillas.

―Silencio. ―volvió a repetir con esa voz grave, sin cambiar su semblante serio―. Será mejor que guardes silencio.

El pelinegro tomó con una de sus manos un puñado de los cabellos blancos, ignorando completamente las ligeras descargas eléctricas que penetraban su piel, y tiró hacia atrás, causando que su dueño gritara agudamente.

—¡G-Gonnn…! G-Gon… —. Ronroneó gustoso de que aquel golpe se estrellara en ese lugar especial. Lamió su labio inferior nerviosamente, cada empuje contra su cuerpo le estaba alterando—. G-Gon…

Todo su ser continuaba estremeciéndose. La piel ajena sobre la suya, rozándolo accidentalmente o no, estaba caliente. Parecía quemarlo. Lo quemaba intensamente, como si en cualquier instante lo prendiese fuego.

Las envestidas se hicieron más ásperas, más bruscas y fuertes, ni siquiera su entrenamiento como asesino era útil al enfrentarse a algo como esto. ―…N-no… no pares… no… ―gimoteaba mientras una gota de saliva se deslizaba por su barbilla; tal vez fuera masoquista, pero no iba a negar que le gustara lo que su mejor amigo le hacía.

Tomándolo por la fuerza.

Poseyéndolo allí, en aquel bosque marchito, luego de derrotar a Pitou. Killua disfrutaba de la idea de que Gon estuviese haciéndolo suyo, penetrándolo, haciendo estremecer cada partecita de su cuerpo con un mísero toque de sus firmes manos…. Su cuerpo ardía en llamas, parecía estar quemándose pero a la vez, era como si miles de choques eléctricos se adentraran en su piel, sus nervios, y su mente, provocándole una ansiedad, un ferviente deseo, por saciar el hambre de pasión.

El ritmo de las envestidas cambió, volviendo más brusco y descontrolados. Los jadeos y gruñidos de ambos eran lo único que interrumpía ese silencio que los envolvía.

―¡Ah-ah! Nnngh… G-Gon… n-no… no pares… ¡n-no pares! N-no…―. Tuvo que inclinar su cuerpo, tratando de acompañar las envestidas, para obtener más de esa deliciosa presión. ―Mnnngh… e-estoy cerca… ¡G-Gon! ¡M-más rápido! ¡M-más…! ―suplicaba perdiendo el control—. M-más fuerte… G-Gon…

Solo un poco más, y obtendría su ansiada liberación.

Solo unos cuantos golpes….

Solo-

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

―¡Onii-chan!

El repentino y para nada esperado grito lo hizo caer de la cama.

Tan brusco fue su movimiento, que su rostro impactó contra el suelo y tuvo la impresión de que se había roto la nariz.

―¿Onii-chan?

Oír esa voz femenina fue capaz de traerlo a la realidad. «¡¿Pero qué…?! » Pensó al recobrar la compostura, sentándose sobre sus rodillas. Llevó una mano hasta su frente, palpando la zona del impacto, y con ayuda de sus dedos pudo notar las marcas de la almohada en el lugar al igual que el resto de su rostro. «Ugh… como odio cuando sucede eso. » Soltó un pequeño bufido maldiciendo su suerte mentalmente.

―¡Onii-chan! ―volvió a llamarlo al no obtener una respuesta, llevando amabas manos a sus caderas; esta ya era la tercera vez que estaba siendo ignorada.

¿Y por qué?

Porque su hermano mayor estaba actuando raro.

Aunque, si Alluka lo pensaba con detenimiento Killua no estaba actuando raro. Era normal que él durmiese hasta tarde luego de permanecer toda la noche en vela jugando videojuegos, por más que ella le dijese que ya era tiempo para dormir; sí. Había ocasiones en las que Alluka parecía ser su madre y no su hermana pequeña, pero ella estaba acostumbrándose.

«Onii-chan es Onii-chan después de todo. » Pensaba soltando un pequeño suspiro. Se sentó sobre el borde de la cama, observando atentamente al muchacho de cabello blanco, llevando ambas manos sobre su regazo y permitir que una sonrisa dulce se asentara en su rostro. —Onii-chan…

Por su parte, Killua continuaba maldiciendo su suerte y torpeza. ¡No, eso no fue su culpa! El grito le asustó y por esa razón cayó al suelo… no, eso era peor. ¿Qué clase de ex-asesino se sorprende por un grito, bajando la guardia, y lastimándose en el proceso? Eso era peor. ¡Una excusa se oía peor que la anterior! Solo para proteger su orgullo, obviaría el motivo de su repentina caída; dejó a un lado esos pensamientos al notar la presencia ajena, aunque el sueño parecía querer vencerle.

―Buenos días Onii-chan. ―dijo con una sonrisa al notar que el albino la estaba mirando con ojos somnolientos―. Pero… creo que debo decir buenas tardes por la hora que es…

Torciendo la boca en una mueca, se levantó. ―U-uh… sí… buenas días… ―murmuró en un tono ronco, sin tener plena consciencia de lo que estaba diciendo. Bostezó y estiro su cuerpo para terminar recostándose una vez más en su cama, ante la atónita mirada de la pelinegra.

Ella parpadeó ¿en verdad iba a dormirse otra vez? Los ronquidos que llegaron hasta sus oídos eran una clara respuesta.

―¡Onii-chan, no te duermas!―. Pateó el suelo furiosamente. ―Es hora de despertar, no puedes seguir durmiendo―. Más el albino roncó con más fuerza. ―¡Onii-chan! ¡Levántate! ―decía mientras sujetaba un borde de las sabanas, tratando de quitárselas, pero su hermano le estaba dando pelea―. Ya está el almuerzo ¡tienes que comer algo y no seguir durmiendo!

―¡No! ―replicó como un niño pequeño antes de quitarle de un tirón las sabanas y envolver todo su cuerpo, como si de un capullo se tratase.

―¡Onii-chan!

―Tengo sueño…

―Pero tienes que comer…

―Lo haré luego. Ahora Killua se va a dormir.

Rió por lo bajo ante las palabras del albino escondido. ―Ya no eres un niño Onii-chan. Un año más y serás adulto. ―dijo en un tono de broma, ganándose un gruñido como respuesta―. ¡Okay! Si Onii-chan no quiere comer, ni Alluka ni Nanika lo obligarán―. Entrelazó ambas manos a la altura de su regazo antes de dirigirse a la salida. ―Estaré en la sala por si necesitas algo…

―Okay…

―Onii-chan…

Bajó un poco las sabanas para que ella pudiera verle los ojos. ―¿Sí?

―Te quiero….

―Yo también me quiero. ―murmuró antes de recibir una almohada en el rostro.

La pelinegra infló las mejillas, fingiendo estar molesta. —Tonto Onii-chan. —dijo mientras sus labios se curvaban hacia arriba antes de abandonar el cuarto.

Una sonrisa apareció en su rostro. ―Esa niña… ―murmuraba negando con la cabeza. «No puedo quejarme, ella está aprendiendo de mí. » Pensaba para sus adentros sin dejar de sonreír; solo esperaba que Alluka no tuviera una obsesión con el chocolate como él―. ¡Bien! Ahora a dormir.

Volvió a acomodarse sobre las sabanas, se abrazó a un almohada y cerró sus ojos con mucha lentitud… se sentía calentito y acogedor, ahora solo necesitaba que Morfeo volviera a acunarlo en sus brazos para que el día fuera perfecto. Trató de despejar su mente para facilitar la tarea y suspiro gustoso al percibir como su cuerpo se iba relajando más y más… pero parecía ser, que no sería un día como él quería.

Y todo porque repentinas imágenes aparecieron en su mente.

Una tras otra, reconociéndolas a todas al instante. Ya las había visto a todas ellas… en un sueño. Lo que estaba viendo, era su último sueño… o más bien delirio de su mente perversa.

Al recordarlo completamente, desde las acciones hasta los diálogos, sus ojos se dilataron y con un brusco movimiento quitó las sabanas que lo cubrían. Killua se sentó y de inmediato bajo la mirada hasta su entrepierna, más suspiró aliviado al ver que no había nada extraño… Mordiendo su labio inferior nerviosamente llevó una mano hasta su pecho, sintiendo como el corazón se estrellaba bruscamente y ambas mejillas no tardaron en colorearse.

Los latidos de su corazón aumentaron considerablemente, a tal punto que parecía que éste iba a escaparse de su pecho. «¿Otra vez ese sueño…? » Pensaba al dejarse caer una vez más sobre el colchón, tomó una de las almohadas libres y se abrazó a ella con necesidad. «Creí que… no volvería a pensar en él… de esa forma. » Al percatarse de que el calor se acumulaba más y más en sus mejillas, ocultó el rostro sobre el almohadón negándose rotundamente a levantar a mirada;ahora había otro motivo para maldecirse, por su poco auto-control.

Estaba completamente molesto consigo mismo. ¿Por qué no era capaz de resistir las cosas? Se había prometido controlarse para así no tener que sufrir la mañana siguiente por sus deslices, el día siguiente y el resto de su semana. Porque, como si su propia psiquis estuviese en su contra, las imágenes atormentaban su cabeza una y otra vez, y eran imágenes nítidas, hasta en ciertas ocasiones su piel era capaz de rememorar las sensaciones que le producía el Gon de su mente. ¡Maldición! Se estaba haciendo tan débil, pero no era su culpa, no era capaz de controlarlo…

Esta no era la primera vez que soñaba con Gon.

A lo largo del último año, cada sueño que ha tenido su mejor amigo aparecía en él. ¡Y no es que eso era malo! No, claro que no. No era algo malo soñar con su amigo, lo que sí era malo es la clase de sueños que tenía y como todos ellos terminaba… podría decirse, que todos ellos tenían algo en común, además de que él y el pelinegro los protagonizaran, y eso era la manera en que ambos interactuaban: comenzaba con una plática, un entrenamiento o hasta un salida sin doble intención. Y terminaba con una relación íntima entre ambos.

¡Lo más maravilloso era que un sueño no se repetía dos veces! Aunque, todavía estaba debatiéndose si ello era algo bueno o malo, mas no negaría que una parte suya se aprovechaba de la situación; pero de cualquier forma, su querido co-protagonista se mantenía intacto.

Ya sea en personalidad, apariencia, o en los tontos y vergonzosos comentarios que hacía… solo cuando pensaba en él en su forma adulta las cosas cambiaban un poquito.

Killua bufó por lo bajo ante el giro de sus pensamientos. «…ese idiota. Todo esto es su culpa… » Desde hace tres años que no lo veía, más su mente se asegura de mantenerlo presente en su vida y vaya que sí lo mantenía presente. —… estúpidas hormonas… —murmuró bajito sintiéndose apenado por sus propios dichos, antes de volver a esconder el rostro.

Parecía que este asunto era algo de no acabar.

Había intimado de muchas formas y con todas las facetas de su amigo. Incluso el escenario cambiaba dependiendo del día: al conocerlo en el Examen de Cazador, cuando fue a buscarlo a su hogar, en Greed Island o hasta incluso antes y después de enfrentarse a Pitou. ¡Todos! Cada uno de los lugares que había estado junto a Gon, su mente los recordaban y los usaba para crear todo tipo de fantasías no aptas para menores… Killua incluso llegó a creer que podría dedicarse a escribir guiones para películas pornográficas si se basaba en sus sueños; y no es algo que él realmente quisiera hacer.

Últimamente, o mejor dicho toda la semana, tuvo ciertos sueños que lo involucraban a él y a la versión adulta de Gon. En esa apariencia tan diferente de su mejor amigo… pero, había cierto encanto en él que el albino no iba a negar. Esa manera que le trababa, tosca, brusca y un tanto salvaje, era llamativa y lograba calentar su cuerpo como en ninguna otra ocasión.

En un brusco movimiento lanzó la almohada de sus brazos. —¡Ya basta! —gritó con el rostro carmín—. Ya… no quiero pensar en esto…—. Sus ojos azules estaban dilatados, empañados por las lágrimas que no querían salir, y la respiración estaba comenzando a alterarse. Jaló con fuerza sus cabellos mientras sacudía su cabeza de un lado al otro.

Esto era una tortura para él; peor que las torturas de su infancia.

Si las cosas continuaban de esa manera, tenía la sensación que perdería el control y toda su cordura se iría al diablo.

«Esto es demasiado para mí. » Pensaba en una especie de lloriqueo. Quería librarse de esos sueños, borrarlos de su mente e imaginación, pero tal parecía que no lograba cumplir su objetivo. «Estúpido Gon… todo esto es tú maldita culpa por ser tan… tan… ¡tan tú! » Deseaba hacer tantas cosas en ese momento, sin embargo, lo que más anhelaba era partirle la cara al responsable de aquellas noches en vela y malestares nocturnos.

Sí. Los tenía a todos bien contados.

Cuando volvieran a reunirse, le haría pagar por todo el sufrimiento y la frustración sexual; aunque estaba más que claro que no iba a decirle el motivo. ¡Por supuesto que no! No era tan descarado como su ex-compañero de aventuras.

Solo por pensar en él, nuevamente aparecieron fragmentos de su sueño. Más precisos, fragmentos en los que podía ver el rostro serio e intimidante mientras estaba siendo penetrado. «La primera vez que lo vi fue extraño. » Mordió levemente su labio inferior antes de tragar saliva con pesadez; pensar en la versión adulta del pelinegro trajo el recuerdo de cómo y cuándo lo conoció. «Además de la muerte de Pitou, eso fue lo único bueno del día. » Ante ese pensamiento, soltó sus cabellos suavemente para recostar ambas manos en su estómago. «Ese día… estuve muy asustado… y también… » Un estremecimiento apareció. No iba a aceptar que otra emoción se apoderó de su ser al ver la "nueva" apariencia de su mejor amigo. «… él… se veía… diferente… » Sin tener plena consciencia, sus manos descendieron lentamente hasta su entrepierna y sus largos y pálidos dedos rozar con lentitud, temor y cuidado, aquella zona.

Al entender lo que estaba a punto de hacer, Killua apartó su mano de allí con brusquedad.

«¡¿Pero qué…?! » Se avergonzó de sus propias acciones. ¿Es en serio? Estaba en medio de un proceso de destrucción psicológica, tratando de recomponerse y no salir en busca de su amigo para hacer realidad todas sus fantasías más pervertidas, ¿y a su mente se le ocurría en ese momento era masturbarse? Sí que estaba perdido. «Maldita sea… soy patético… » Suspiró al final al aceptar que era cierto.

Su pelvis dio una pequeña punzada y un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir como su entrepierna latía dolorosamente.

Tuvo que sujetar una de sus muñecas para evitar que su mano atendiera el asunto. «No. No debería… ¡y mucho menos si Alluka está cerca! » Se asqueó por sus pensamientos ¿qué clase de hermano mayor sería si se comportaba de esa forma tan, tan obscena? «No Killua, ni siquiera consideres la idea. » Dijo una vocecita en su cabeza, la cual supuso que era su consciencia. «Ahora lo que harás será darte una ducha y comer algo antes de que esas imágenes atrofien tu cerebro y quedes más pervertido de lo que ya eres. » Estaba de acuerdo ante esa idea…

Aunque, también creía que a veces era muy cruel consigo mismo.

Tal vez, debería ser más considerado con… sus propias necesidades.

Miró en todas las direcciones posibles antes de bajar la mirada a su regazo. Avergonzado, y con las mejillas enrojecidas, procuró tratar de hacer aquello con rapidez antes de que alguien apareciera…

—¡Onii-chan…! —gritó Alluka al abrir la puerta de la habitación bruscamente.

Oír la voz de su hermana lo hizo entrar en pánico y no tuvo otra alternativa que dejarse caer una vez más al suelo, con tal de que ella no notara su reciente, y creciente, problema.

—Onii-chan, Palm está al teléfono y pregunta por qué no… ¿Onii-chan?—. Notó que su hermano mayor no estaba por ninguna parte ¿Acaso se había ido y ella no se percató de ello? —Onii-chan. —volvió a llamarlo teniendo la esperanza de que el albino siguiera en casa.

—¡Alluka! —exclamó el nombre de su hermana al quedar arrodillado sobre la alfombra y recostar los brazos en el borde de la cama—. ¿Sí? ¿Qué sucede?

—Onii-chan ¿volviste a caerte de la cama?

—Podría decirse…

La pelinegra no se veía del todo convencida por esa respuesta, más no iba a interrogar al mayor. —Palm acaba de llamar preguntando por qué no contestas sus llamadas, dijo que si seguías ignorándola haría que te arrepientas de ello. —mencionó con una sonrisa alegre—. Pidió que la llamaras cuando te despiertes…

—Oh. Ya veo…—. Sonrió nerviosamente. —I-iré enseguida…

—¿Seguro que estás bien? —preguntó al aproximarse hasta la cama.

—¡Sí! —respondió en un grito, asustándola a ella—. Q-quiero decir… sí. Sí e-estoy bien. —murmuraba entre risillas nerviosas—. A-Alluka ¿podrías calentarme el almuerzo? Por favor…

Sonrió al ver que su hermano era educado al pedirle algo. —Okay Onii-chan. ¡Enseguida!—. Y sin perder tiempo, se fue por donde había llegado.

Killua suspiró al ver que estaba solo y dejó caer su cabeza sobre la cama. «Eso estuvo cerca…» Pensaba entre suspiros, sintiéndose aliviado de que la pelinegra no lo haya visto en aquel deplorable y pervertido estado. «Debería ser más cuidadoso. » Dejo escapar un pequeño lloriqueo antes de elevar la vista y centrarse en la entrada de la habitación. —Hola de nuevo a las noches en vela. —murmuró bajito compadeciéndose de sí mismo.

Ya podía imaginarse como sería el resto de su semana. Y la siguiente, y la siguiente hasta que se completase el mes.

Debía haber algo que le impidiera crear aquellas fantasías, que su mente creara y produjera tales imágenes tan desprovistas de decencia, y así evitase que él se viera envuelto en situaciones como esta… tratando de tener su ansiada liberación; el albino gimió por lo bajo al recordar su estado, más se sentía tan cansado y frustrado que la erección oculta en sus pantalones terminó por desaparecer al cabo de unos minutos. Sí, ojala sus problemas se solucionaran así de fácil.

Tenía que ignorar esas fantasías.

Y sí que sería todo un desafío ignorar esos sueños.


¡Nos vemos mentes perversas! Ojala les haya gustado tanto como a mí. Cuídense mucho y les mando muchisimos besos chiquititos que les van a durar mucho tiempo. ¡Bye!

Atte: Canciones de Cuna.