Ho ho ho ho. Llegamos a los fics pervert del día ¡Porque de seguro, mis queridas mentes perversas, estaban esperando leer alguno que otro Lemmon! Bien, les doy con el gusto porque los quiero mucho... antes que nada, debo decir que este fic tendrá tres capítulos, nada más. Y van a ser así, solo tres.
Disclaimer: Ningún personaje que aquí aparezca o sea mencionado me pertenece, todos son propiedad de Yoshihiro Togashi.
Advertencia: Yaoi. Lemon, (+18), Semi-AU, Neko!Killua.
El cielo se encontraba cubierto oscuras nubes.
Las gotas de lluvia caían a mares sobre la ciudad, y los estruendosos relámpagos iluminaban brevemente el firmamento; sin duda alguna, era una escena un tanto deprimente.
—¡Voy a llegar tarde!
Aquel grito fue capaz de oírse en toda la ciudad.
Algunos transeúntes veía como un muchacho de cabello negro y ropaje color verde corría apresuradamente por las calles, usando un paragua negro para protegerse del agua. Por lo veloz que era, cualquiera podría pensar que perdería el control y terminaría estrellándose contra el suelo.
«¡¿Por qué tenía que llover este día?! —pensaba con la mirada fija en el frente, con la sola intención de no chocar con algún extraño—. No me gustan estos días… ¡En Isla Ballena siempre había sol! Eso es lo malo de mudarse a la ciudad».
Triste o no, él debía apresurarse para llegar a esa dichosa reunión; mejor dicho, para volver a reencontrarse con sus amigos luego de cuatro años separados.
Desde el momento en que obtuvieron sus Licencias de Cazador, cada uno emprendió un viaje distinto con la sola intención de cumplir su objetivo.
Incluso llendo en contra de todo pronóstico, el joven Gon Freecss no iba a rendirse. Si ellos tres acordaron verse ese día, ¡se vería cueste lo que cueste! Con lluvia o sin ella.
«¡Agh! ¡Cuánto odio la lluvia! Ahora… podría estar en mi casa durmiendo». Se imaginó a sí mismo, recostado en su camita y cubierto por las sabanas, ya sea escuchando música o viendo la televisión pero con un delicioso café en las manos.
Esa imagen sí que era relajante.
«Como envidio al yo de mi imaginación y…». Ante un mal paso, casi se resbala. «¡Ah! Eso estuvo cerca».
La lluvia se intensificó, y los rayos lumínicos continuaron apareciendo en el oscuro firmamento.
Gon agradecía que su vestimenta no estuviese tan empapada, sino tendría como consecuencia un resfriado y esa era otra de las cosas que más odiaba: estar enfermo; sus mejillas se inflaron en un claro gesto de molestia, estaba cansado y aún le faltaba recorrer media ciudad para llegar al aeropuerto.
Parece que hoy no es su día de suerte.
O tal vez… era cuestión de esperar y…
—¡Ahh! —gritó al tropezar con unas cajas y caer en el interior de la más grande.
Sí. Definitivamente no era un buen día para él.
«Ugh… mi nariz». Volvió a lloriquear por lo bajo; aunque aquel muchacho no lo notase, muchas personas lo miraban un tanto curiosos por la postura que tenía ¡A penas se podían ver sus piernas!
Con algo de esfuerzo logró escapar de allí, notando que sus ropas estaban algo húmedas. —Esto apesta…
Buscó velozmente su paraguas y emprendió devuelta su marcha, ya tendría tiempo para secarse el cabello.
Sus oídos percibieron el gruñido de lanzó su estómago y un sonrojo apareció en su rostro, avergonzado de no haber desayunado a tiempo.
¿Y cómo iba a hacerlo?
Si se despertó tarde luego de estar toda la noche en vela hablando con su padre. «Aunque… quien hablaba era yo y Ging solo decía una pocas palabras». Recordó como su padre lo regañó por haber interrumpido su sueño. «¡Como sea! ¡Aún tengo hambre! Y algo de sueño también».
Su cuerpo comenzó a sentir el cansancio, ya sea por la falta de práctica o el poco descanso, que no tuvo otra alternativa que reducir la velocidad; a cincuenta metros de donde estaba, vio en la lejanía la entrada del corazón de la metrópolis, el gigantesco parque de York New City.
«¡Es verdad! ¡Puedo pasar por el parque y acortar el recorrido!». Sonrió ante su propia inteligencia.
¡Ja! Y pensar que todo el que lo conocía alegaba que él era despistado, torpe e inocente. ¡Pero eso no importaba en ese momento!
Cuando Gon quería, podía ser la persona más brillante del lugar. —¡Yay! ¡Allí vamos! —exclamó dando un salto final para luego apresurar el paso.
Sus pasos iban de charco en charco, el sonido de la lluvia y el constante chapoteo le hacía sonreír. Puede que a él no le gustase el mal clima, pero era capaz de ver el lado bueno de las cosas y jugar en la lluvia era una de ellas.
Tal como esperaba, no había gente en los alrededores; lo cual era genial. Así podría correr sin preocupaciones o el temor de chocar con algún individuo; siguió corriendo por el camino que pasaba por toda la extensión del terreno, pero al llegar a cierto punto, algo extraño sucedió y sin motivo alguno, volteó su rostro en dirección opuesta y algo llamó su atención.
O más bien alguien.
Era una persona.
Sentada sobre una banca, cubierta por apenas por la capucha de su chaqueta, recibiendo en su cuerpo el impacto de la intensa lluvia.
Manteniendo la mirada fija en el desconocido, sus pasos disminuyeron hasta detenerse por completo. «¿Qué hará en ese lugar?». Se preguntó a sí mismo, sabiendo que no obtendría una clara respuesta.
Oía como la lluvia impactaba contra el paraguas y el suelo, hasta incluso era capaz de percibir como esa persona tomaba grandes bocanadas de aire. «¿Necesitará ayuda?». La preocupación se apoderó de él, pero, no estaba seguro si acercarse o no; si bien Mito-san le enseñó que brindase su ayuda a quien lo necesite, también le inculcó no entretenerse en asuntos ajenos.
Ahora se encontraba en una disputa: ¿acercarse o no acercarse?
Gon estaba confundido.
Quería ayudar, ser útil, más recordó que debía asistir a una reunión importante y solo estaba atrasándose… Sin embargo, una especie de corazonada le ordenó que fuera a ese lugar; y al final, decidió hacerle caso a sus instintos.
El joven en la banca mantenía la cabeza agachada, mirando el suelo sin algún interés, con ambas manos sosteniendo los bordes de su asiento. Mantenía su mirada azulina oculta detrás de unos mechones blancos, una expresión de indiferencia se adueñó de su pulcro rostro y algunas atrevidas gotas de lluvia trazaron distintos caminos en sus pálidas mejillas; de repente, sus oídos percibieron unos pasos aproximándose y aquello le sorprendió.
¿Quién se atrevería a acercársele?
¿Qué persona, en toda la faz de la tierra, tendría el valor de situarse a su lado y hablarle?
Aclarando su garganta, intentó llamar la atención del desconocido. —Disculpa ¿Te encuentras bien? —preguntó con una amable sonrisa, colocando el paraguas de una manera que los protegiera a ambos.
Esa melodiosa y alegre voz fue capaz de despertarlo de su trance.
Temeroso, levantó su rostro con lentitud hasta que sus ojos pudieron encontrarse con unos ajenos y notar así la apariencia a esa persona: era un muchacho, probablemente de su edad, de cabello negro en punta y alegre sonrisa en su rostro moreno, dueño de una amble y brillante mirada color almendra.
Al momento en que sus ojos se encontraron… todo se sintió extraño.
El dorado y el azul se fundieron.
Ninguno tenía el valor suficiente para desviar la vista.
La lluvia y el resto del mundo pasaron a un segundo plano. Solo estaban ellos dos, mirándose a los ojos. Sintiendo una cosquilleo en el estómago, el acelerado golpeteo de su corazón y una opresión en el pecho; era como, si volviesen a respirar luego de estar sumergidos en el agua durante mucho tiempo.
Ese sentimiento, era confortable.
¿Sería… aquello que se llama "amor a primera vista"?
Esa sensación agradable y única que aparece cuando dos personas se han estado buscando el uno al otro durante toda la vida; o quizá, solo era simple atracción… para abrirle el paso a otra emoción prohibida.
Su rostro comenzó a calentarse y sintió pánico; nunca antes había tenido una reacción así. —¿Q-qué…?
Las esquinas de sus labios se elevaron un poco más. —¿Sabes? Si continuas estando bajo la lluvia te enfermarás y no creo que eso haga feliz a quienes te quieren. —mencionó con amabilidad, estirando una de sus manos hacia el ajeno—. ¿Por qué no vas a casa? Creo que eso es mejor que estar en la lluvia.
—Te equivocas.
—¿Eh?
—Te equivocas. —volvió a repetir en un tono grave antes de desviar la mirada a su regazo, apretando ligeramente los dientes. —…Eso… es mucho peor.
«Su voz es muy bonita», pensaba para sus adentros luego de escuchar aquellas palabras, sin embargo, al sacudir levemente su cabeza deshizo aquellos pensamientos y se concentró en el verdadero mensaje. «¿Será que discutió con alguien de su familia…?».
El muchacho de ojos azules suspiró. ¿Qué ese niño no iba a irse? Porque más que un adolescente parece un niño pequeño, mirándolo con ojos grandes y una sonrisa boba en el rostro.
Chasqueando la lengua, lo miró brevemente para luego volver la vista a su regazo. «¿Qué no piensa irse? ¡Qué molesto!». Al oír una especie de jadeo hizo que se tensara y volviera a contemplar al pelinegro.
¿Le había sucedido algo?
Una expresión horrorizada apareció en su rostro, reemplazando la amable sonrisa. —¡Oh Dios! Tus manos están lastimadas—. Pudo ver las pálidas manos del extraño repletas de cortes y rasguños, junto con algunas manchas de sangre. «¿Qué le habrá sucedido a este chico…?».
El peliblanco se sentía asustado, incomodo.
Aquella mirada que el muchacho le brindaba generaba ciertas sensaciones contradictorias en su pecho. Estuvo a punto de decir algo, más al sentir una punzada de dolor en su cabeza se contuvo de hacerlo, llevó ambas manos a ese lugar y jaló suavemente sus cabellos pálidos; ¿qué le importaba sus asuntos? ¡Solo quería estar allí! Tranquilo, en soledad, absorto en sus propios pensamientos y… ¡y este chiquillo aparecía de repente para arruinar toda la calma del lugar!
Era frustrante. Molesto… pero también, era algo halagador y agradable que alguien se preocupara por él.
Soltando un suspiro resignado al final, se dejó caer en el banco pero esta vez con la mirada en el cielo; algo le decía que ese chico no se daría por vencido.
Gon sonrió amablemente, antes de dejar a un lado el paraguas y pasar uno de los brazos ajenos por encima de sus hombros. —Ven, te ayudaré.
La reunión podía esperar.
Ahora, el joven Freecss tenía otro objetivo en mente y no descansaría hasta cumplirlo: ayudar a ese muchacho.
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—Ponte cómodo, te traeré unas toallas y prepararé tu baño.
—Oye.
Gon detuvo sus pasos al oír que lo llamaban. —¿Mmm? ¿Qué sucede?
—¿Qué no tienes sentido común?
—¿Perdón?
—¿Quién en su sano juicio invita a un desconocido a su casa, luego de conocerlo no más de diez minutos en un parque y bajo la lluvia? —demandó un en tono ácido, llevando ambas manos al interior de los bolsillos de su pantalón—. ¿Sabes? Podría ser un ladrón o… un asesino.
—Yo sí.
El albino parpadeó sorprendido. —¿Eh?
—Yo sí invitaría a un desconocido a mi casa. De hecho, tú estás aquí conmigo y no me has hecho nada aún…
—Todavía. —dijo interrumpiéndolo, pero esta vez una sonrisa un tanto burlona apareció en su rostro.
—Todavía. —repitió—. Pero créeme cuando te digo que, si tienes pensado en hacerme algo, no te lo haré fácil. —finalizó con un guiño coqueto antes de sonreír amablemente—. Ven, acompáñame.
Sin tener otra alternativa, el albino lo siguió de cerca sin atreverse a emitir una sola palabra. Mientras transitaba por el corredor se percató del estado de la vivienda, todo se veía limpio y arreglado ¡perfectamente arreglado! que sentía pena y vergüenza de estar en ese lugar con esas fachas: la ropa mojada, cubierta de fango y sangre, el cabello desalineado y el resto del cuerpo completamente humedecido. Era molesto de solo pensarlo; una vez más maldijo su suerte y su poco autocontrol.
¿Por qué permitió que eso sucediera? ¡Tendría que haberse escapado cuando tuvo la oportunidad! Pero...
La presencia de ese pelinegro le hacía sentir bien. Era lindo, agradable y confortable estar cerca de él; ¿cómo una persona, un completo desconocido, era capaz de hacerle sentir así?
«No lo entiendo. —pensó—. En verdad está loco. Nadie haría lo mismo que él, nadie ayudaría a alguien como yo». De repente, un velo de tristeza cubrió sus ojos. «Ni mucho menos... si descubre mi verdadera identidad». Aquel pensamiento le incomodo ¿Cómo reaccionaría ese chiquillo al enterarse que pertenecía a la familia Zoldyck? Una despiadada y talentosa familia de asesinos de élite.
Al llegar a destino, Gon abrió la puerta de la habitación e ingresó de inmediato, dirigiéndose hasta la bañera. Luego de girar la perilla del agua caliente volteó el rostro hacia su compañero. —¡Listo! Deja la ropa en el canasto y puedes usar algunas de las toallas de allí—. Señaló una repisa. —Si necesitas algo más, llámame.
Cuando vio que el otro se alejaba, lo detuvo con su voz. —Oye...
—¿Sí?—. Aproximó un poco su cuerpo, invadiendo poco a poco el espacio personal del albino; quien, al sentir acorralado y un tanto asustado, retrocedió unos pasos nerviosamente y mantenía ambas manos a la altura de su rostro.
—N-no sé tu nombre. —dijo en una voz tenue y algo nervioso.
Bastaron unos segundos para que su sonrisa se ensanchara. —Mi nombre es Gon ¡Gon Freecss! —exclamó en un tono alegre, estirando una de sus manos animadamente hacia su acompañante.
—Killua. —fue lo único que dijo.
—¿Killua? —repitió en un tono suave «¿Será que no tiene apellido…?». —. Mucho gusto, Killua…—. Volvió a aproximar su mano, pero al notar cierto detalle, se arrepintió de haber hecho algo tan estúpido—. ¡A-ah! Lo si-siento… olvidé que tus manos están lastimadas…
Intentó alejarla, sin embargo, al sentir que la mano del mayor sujetaba la suya, con un suave y gentil tacto, de forma que los dedos quedaran entrelazados.
Otra vez, esa sensación confortable apareció.
Ambos se miraron en silencio, dando inconscientemente o no un ligero apretón al agarre. Todo se sentía muy bien. Tan bien que, hasta cierto punto asustaba.
—Eh yo… —balbuceó nerviosamente—. ¡Bueno, me voy! ¡Llámame si necesitas algo, Killua!
Killua quedó allí, solo en el cuarto de baño, manteniendo su mano extendida en el aire. Bajó la mirada a ese lugar y por primera vez en mucho tiempo sonrió; apartó aquellos pensamientos y comenzó a desvestirse, tal vez tomar un baño no sería del todo malo.
Por su parte, Gon llegó hasta la cocina y tomó asiento en una de las sillas. «Aun me late muy rápido el corazón». Se percató del acelerado golpeteo de su corazón, veloz y fuerte, retumbando contra su pecho. Podía sentir como sus mejillas se calentaban más y más.
Sacudiendo su cabeza bruscamente, optó por ignorar esas sensaciones y preparar un poco de té. Hacía frío y tomar algo calentito ayudaría.
Unas horas después, Killua apareció en el comedor usando la muda de ropa que Gon dejó fuera del cuarto de baño: una camiseta blanca y unos pantalones negros. Pero lo que más le llamó la atención al pelinegro fue que ese chico se cubría la cabeza con una de las toallas, dejando escapar unos pocos mechones blancos; si no fuese que había visto su flequillo, no creería que el muchacho tenía el cabello color plata.
—¿Sucede algo? —preguntó curioso cuando el muchacho se sentó sobre la mesa.
—¿Uh? ¿Por qué lo dices?
—La toalla.
—¿Esto?—. Se encogió de hombros. —No quería tener el cabello mojado suelto.
Gon asintió, aun estando un tanto confundido. —Toma, te hará sentir mejor. —dijo al colocar una taza con té frente a su acompañante—. Está haciendo algo de frío…
—Es por qué estamos en invierno. —murmuró dando un sorbo a la bebida; sentir el cálido líquido descender por su garganta era agradable, hasta incluso fue capaz de hacerle sonrojar.
Sus mejillas se inflaron en un gesto de molestia. —Eso ya lo sé—. Fulminó con la mirada a su compañero, pero este solo sonrió burlón. —Oye, tienes que secarte el cabello. Si no te enfermarás, y no estuviste quien sabe cuánto tiempo debajo de la lluvia para enfermarte por no secarte el cabello…
—¿Qué? ¡No, espera!—. Intentó advertirle, pero el pelinegro había sido más veloz y con un ágil movimiento logró quitarle la toalla que cubría sus cabellos… y algo más.
Gon sonrió alegremente antes de arrojar hacia atrás la toalla. —¿Ves? No era tan…—. Su voz disminuyó hasta que terminó por desaparecer por completo y sus ojos color almendra se posaron en la cabeza, abriéndose de golpe. «Esas… son». —Orejas de gato…
Un sonrojo se acentuó en el rostro del albino. Avergonzado por ser el centro de la atención, desvió la mirada y jugueteó con sus manos nerviosamente. ¿Qué pensaría Gon sobre su estado?; aquello le incomodó. ¿Por qué le interesaba la opinión de ese chiquillo?
El silencio se hizo presente en el lugar.
El joven Freecss volvió a sentarse en su asiento, frente al albino, y mantuvo una mirada curiosa en el rostro. Llevó ambas manos a su rostro, recostando los codos sobre la mesa.
—Killua.
—¿Mmm?
—¿Cómo?
—¿Eh?
—¿Cómo es que…?—. No sabía cómo continuar con la pregunta, sus dedos señalaron la cabeza del muchacho y mantuvo el contacto visual con su compañero.
—¿Qué tengo esto? —completó por él—. Bueno… mi hermana pequeña tiene una habilidad que permite conceder deseos al acceder a cumplir tres peticiones—. Hizo una pequeña pausa antes de continuar. —…pero, un día, ella le pidió a Nanika que yo tuviera estas orejas y cola de gato.
—¿Nanika? —repitió confundido. «¿Uh? ¡Qué lindo! Al mencionar a esa tal Nanika y a su hermana, sus ojitos brillaron mucho. Se ve que las quiere mucho».
—Ella es como la gemela de mi hermana Alluka.
El pelinegro asintió. —Entiendo… ¿y tu familia qué piensa de ello?
Una sonrisa burlona apareció en su rostro ante aquella pregunta. —Al principio se molestaron e intentaron volverme a la "normalidad", pero le ordené a Nanika que no lo hiciera y que me quedara con esta apariencia para siempre…. No quería herir los sentimientos de mi hermana.
Gon escuchó atentamente el relato para terminar sonriendo al final. —Vaya. Eso es muy dulce de tu parte. En verdad eres un buen hermano Killua…
Su cuerpo se tensó y todo su rostro se volvió rojizo. —¡¿E-eh?! ¡¿Qué demonios estás diciendo?!
—Pero si no dije nada malo…
Suspiró. —Idiota. —masculló por lo bajo al cruzarse de brazos—. ¿Y bien?—. El chico de cabello oscuro lo miró desentendido. —¿No piensas decir algo sobre esto?
Dio un sorbo a su bebida antes de responder. —Oh. Eso… no.
—¿No?
—No.
—¿Y por qué? Cualquier persona haría un comentario sobre mis orejas, o seguiría preguntando. ¿Por qué tú no?—. «¿Será que no soy tan interesante para él?». Frunció el entrecejo ante esa idea. ¿Cómo es que no iba a ser interesante? ¡Toda su vida, su personalidad y apariencia era interesante! Cualquier mujer u hombre estaría interesado en él….
¿Pero por qué no Gon?
Porque ese chiquillo se mostraba tranquilo, como si estuviese hablando con una persona normal; Killua chasqueó la lengua, él era todo menos normal.
—Porque… en vez de preguntar, prefiero que tú me cuentes las cosas. —dijo de repente, dejando sorprendido al albino—. Puedes decirme lo que quieras, Killua. Voy a escucharte todo el tiempo que gustes…
—¿En… serio? —musitó en un tono lastimero, sin poder creer lo que estaba oyendo. Había un brillo especial en sus ojos azules, algo que terminó por conmover al moreno; Gon asintió y su sonrisa se hizo más grande.
—Por supuesto.
Una tímida y adorable sonrisa apareció en el rostro. —Okay… —murmuró—. Pero… incluso si te aburres, no pienso detenerme…
El pelinegro asintió.
Mientras el albino continuaba con su relato, emocionado porque alguien lo escuchase hablar, los agudos ojos de Gon notaron algo oculto entre los mechones blancos. Era pequeño y brillante que casi no podía distinguirlo, pero sabía que estaba allí. ¿Cómo habría llegado eso ahí? Siguió manteniendo su mirada en ese lugar ¿estaría bien sacarlo de allí?
«Me pregunto que será eso». Dudó si ceder a sus instintos o no, sin embargo la curiosidad fue mayor.
Ver como el pelinegro se inclinaba sobre la mesa, tratando de invadir su espacio personal, estirando una de sus manos hacia su rostro hizo que su cola y orejas se irguieran hacia arriba. —¡O-oye! ¡¿Q-qué haces…?!
—Quieto.
—¡E-e-espera! ¡Gon!
—¡Killua, quédate quieto!
—¡Su-suéltame!
—Espera un poco…
—¡G-Gon…!
Con la fuerza necesaria, Gon logró atrapar entre sus dedos aquel objeto oculto entre los cabellos blancos y tiró de él, sacándolo de allí. Escuchó que Killua gritó adolorido antes caer de espalda al suelo.
—¡Killua! ¿Estás bien? —preguntó asustado, para luego desviar la mirada hacia su mano. «¿Una aguja?», pensó sorprendido para luego descartarla en el cesto de basura—. ¿Qué demonios hacía una aguja en tu cabeza?
Sin embargo, este no parecía oírlo, continuaba exhorto en sus propios pensamientos mientras una sonrisa burlona aparecía en su rostro. Los cabellos blancos comenzaron a mancharse de rojo, la herida abierta sangraba, pero al muchacho de ojos azules no parecía importarle mucho… y eso no podía decirse lo mismo del pelinegro.
—¿Killua? —volvió a llamarlo ante el repentino silencio; que no era para nada incomodo o tenso cabía aclarar. Aclaró su garganta una y otra vez, haciendo toda clase de sonidos para que eso chico le prestase un poco de atención.
¡Pero ni siquiera le miraba!
Y que comenzara a reírse por lo bajo, en un tono alegre y jocoso, terminó por molestar al pelinegro.
Chasqueó los dedos una vez y pateó el suelo distraídamente. —Killu ¡ah!—. De pronto, dos fuertes y firmes brazos apresaron su cintura. Levantándolo fácilmente del suelo. —¿Killua?
—Gracias. —murmuró —…gracias… por liberarme.
Gon no entendía mucho a que se refería Killua, sin embargo, no iba a negar que el abrazo era agradable, así que solo dejó que las cosas sucedieran y correspondió el gesto; las preguntas vendrían luego.
No era mala idea disfrutar del ahora.
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—¿Seguro que estarás bien?
—Ya te dije que sí.
—En el placar hay algunas frazadas, por si tienes frío a la noche.
—Eso ya me lo dijiste por lo menos cuatro veces. —mencionó en un tono burlón, ganándose una mirada fulminante por parte del más joven.
—Solo estoy tratando de ser un buen anfitrión.
—Lo sé. —dijo en apenas un murmullo—. Estaré bien Gon, ve a descansar.
Soltando un suspiro final, Gon aceptó no seguir objetando. —De acuerdo. Pero recuerda que si necesitas algo-
Lo interrumpió. —Lo sé. Lo sé. Lo sé… Tu habitación es la que está a tres puertas de ésta y si necesito algo, voy a buscarte. Ya entendí mamá.
Aquella broma le molestó, pero no tanto como para recriminárselo. —Tonto. —masculló sacándole la lengua al final—. Duerme bien, Killua. —le dijo antes de salir de la habitación, escuchando un "tú también" por lo bajo.
Al ver que estaba solo, Killua se dejó caer sobre la cama mientras soltaba un pesado y largo suspiro.
¡Vaya día que había tenido!
Tuvo una misión. Eliminó a su objetivo. Permaneció solo en un parque, en medio de la lluvia, con la sola intención de entender sus pensamientos. Conoció a Gon, y terminó llendo a la casa de éste. Y ese mismo muchacho fue capaz de retirar esa aguja que lo controlaba y liberarlo completamente.
En verdad había sido un día increíble.
Pero, sentía que algo faltaba para que fuese un día memorable. ¿Qué es lo que faltaba? Pensaba y pensaba, más nada parecía ser una buena respuesta; tal vez era algo egoísta y muy prepotente pedir algo más.
Así permaneció varias horas, mirando con desinterés el techo de la habitación. Tratando de idear algún plan o algo que pudiese entretenerlo. La única idea que había en su mente no era del todo de su agrado: y eso era ir a buscar a Gon. Ya sea para conversar con él o hacer otras cosas…
Bufó ante el giro de sus propios pensamientos.
La idea de ir a dormir con ese pelinegro era muy tentadora y no iba a negarlo, pero, sabía perfectamente que no era correcto. ¿Cómo se explicaba que sintiera atracción por alguien que acababa de conocer?
«No Killua… ni siquiera consideres la idea», pensaba ante el reciente deseo de cumplir su fantasía.
A veces creía que era muy cruel consigo mismo. Y este es un claro ejemplo de ello.
Pero al parecer, no hubo demasiado esfuerzo para desistir de esa idea e ir a la habitación del pelinegro. «Iré, pero ante la mínima respuesta negativa me iré de allí y vendré a dormir». Asintió estando de acuerdo consigo mismo, sabiendo que respetaría esa decisión al final.
Se levantó de la cama y con un andar suave e insonoro caminó por el corredor hasta llegar a destino. Permaneció frente a la entrada algunos segundos, esperando pacientemente a que el momento indicado apareciera y la vergüenza dejase de poseerlo; aunque sabía, que esto último no iba a suceder; el corazón le latía muy rápido, su pulso estaba acelerado, le temblaban las rodillas y estaba al borde del desmayo.
Si alguien lo viese en ese estado, jamás podría creer que él era un asesino de élite.
A estas alturas, ni él mismo lo creía.
Dio un suave golpeteo a la puerta mientras murmuraba, en un tono demasiado bajo, el nombre del pelinegro. Pero tal como había esperado nadie respondió. Tomó una profunda respiración antes de sujetar la perrilla y comenzar a empujar; manteniendo la puerta entreabierta, dio un paso al interior de la habitación.
—¿Gon?
Oír esa conocida voz fue capaz de despertarlo al instante. —¿Killua? —murmuró en un tono grave, ronco, con los ojos somnolientos—. ¿Sucede algo?
—No. —respondió de inmediato.
—Oh. Bi-bien… entonces ¿necesitas algo?
Se maldijo a sí mismo por estar allí. ¡Se suponía que era un despiadado asesino entrenado desde el momento en que nació! ¿Cómo se atrevía a temblar y dudar como una niña enamoradiza?
—La verdad… e-es que… no puedo dormir.
Un último bostezo escapó de sus labios. —¿En serio?—. Lo único que recibió como respuesta fue un asentimiento de cabeza. —Bueno… puedes quedarte aquí. ¿Te parece bien que hablemos un poco hasta que estés cansado? Eso hacía yo cuando no podía dormir…
El peli-blanco asintió y tímidamente se aproximó hasta la cama, sentándose en uno de los bordes, pero por insistencia del dueño de la casa Killua terminó sentado en el centro de la misma. Al lado de Gon.
—¿Mejor?—. Sin saber que decir, el mayor asintió en silencio, creyendo que eso sería lo que el pelinegro querría oír. —Oye Killua ¿puedo hacerte una pregunta?
—Dila.
—¿Es incomodo tener… esas orejas?
Negó con la cabeza. —En todos estos años, me he acostumbrado a ellas. Son más sensibles que cualquier otro oído en la faz de la tierra, son útiles y le he sacado provecho a la situación—. Una sonrisa gatuna apareció en su rostro. —Por ejemplo… puedo oír como tu sangre recorre por tus venas. —murmuró acortando repentinamente la distancia entre ambos.
Pero esa cercanía no parecía impresionar a Gon. —¿En serio? ¿Y es un lindo sonido?
Bufando por lo bajo, volvió a su posición original. «Idiota. Quiero hacer algo sexy con él y me dice una cosa así», pensaba al ver que su plan había sido frustrado; quería tocar al pelinegro, pero tampoco deseaba mostrarse necesitado. Tenía orgullo, lastimado pero lo tenía. —Podría decirse…
—Killua.
El albino lo miró curiosamente, manteniendo aquel entrecejo fruncido, más no respondió, solo atinó a hacer un gesto con la mano. Indicándole que continuase.
Eso fue suficiente para que el moreno hiciera aquella pregunta. —¿Puedo tocar tus orejas? —indagó por lo bajo, sintiendo que un calor se asentaba en sus mejillas y en la parte baja de su vientre. «Otra vez… me está latiendo muy rápido el corazón».
Eso lo había tomado desprevenido, sin embargo, no estaba para nada enojado por recibir una petición como esa. —¿Eh? A-ah sí… Seguro…
Estando en completo silencio, el pelinegro estiró una de sus manos y rozó con ternura una de las orejitas blancas, acariciándola con cuidado y suavidad, rascándola levemente, para luego recorrer con sus dedos toda su extensión. Oír los ronroneos de su compañero le incitaba a continuar con sus caricias.
Killua sintió como se le aceleraba el corazón. Gon le miraba intensamente, con cierta curiosidad, pero manteniendo ese brillo amable y tierno. ¿En verdad merecía una mirada así? ¿Alguien como él, tan oscuro y pecador, podía recibir una mirada así de una persona tan buena y amable? No lo entendía.
Como tampoco entendía el por qué se sentía tan atraído hacia ese chiquillo… sea por el libido u otro motivo, tenía el descontrolado deseo de hacer algo más con él, más cercano e intenso. Y al parecer, no pudo seguir reprimiendo sus instintos.
Con cierto temor, posó una de sus manos sobre el hombro ajeno y comenzó a ejercer cierta presión, empujando con suavidad el cuerpo del pelinegro hasta que estuviese recostado sobre las sabanas; su lado coherente le ordenaba que desistiera de su decisión, pero a pesar de ello continuó.
—Killua… ¿qué haces…? —preguntó Gon en un tono suave, sin estar molesto o incomodo; y el albino tomó eso como una buena señal.
No respondió.
Siguió aproximando su cuerpo, mientras que su compañero lo observaba atentamente, sin decir una palabra, pero tampoco sin intentar detenerlo. Y antes de que el más joven pudiese preguntar algo más, Killua ya había alcanzado su boca y poseyó sus labios con ternura y delicadeza.
Ambos se estremecieron.
Aquello se había sentido bien. Les había gustado, a ambos.
El albino sonrió para sus adentros, había conseguido probar esos labios que estaban tentándolo desde el momento en que se conocieron. Tomó su cabeza entre sus manos y profundizó el beso, imponiendo un determinado ritmo, el pelinegro soltó un pequeño gruñido antes de clavar sus dedos en los brazos ajenos y atraer ese cuerpo con más fuerza hacia él, abrazándolo con necesidad.
—¿Y ahora qué? —preguntó el pelinegro con sus ojos color almendra ligeramente oscurecidos. Tuvo que morderse los labios para no gemir cuando el albino comenzó a mecer sus caderas, causando que sus entrepiernas se rozasen a un ritmo lento, tortuoso.
—Oye Gon… —. Una de sus manos bajó levemente el pantalón, dejando que la colita blanca escapase y se moviera libremente. —¿Alguna vez… lo has intimado con alguien?
—¿Intimar? —repitió sintiendo que el aire se escapaba de su pecho.
Una sonrisa felina apareció en su rostro. —Estoy hablando de sexo. —mencionó directamente—. Tener relaciones. Intimar… Hacerlo con alguien; ¿alguna vez lo has hecho con una persona que recién conoces?
—No.
—¿Ah no? —preguntó mientras su pulgar delineaba los labios ajenos, alejándose al final—. Bueno… supongo que tenemos algo en común.
—Killua.
—¿Mmm?
Empujó el pecho del albino para que éste pudiese verle mejor al rostro. —No soy un niño. —ultimó mientras las esquinas de sus labios se curvaban hacia arriba, formando una coqueta y linda sonrisa.
—Eso lo veo.
Esta vez fue él quien acarició los labios ajenos. —Nunca he intimado con alguien si te lo estás preguntando, no vi la necesidad o el deseo de hacerlo. Sin embargo… contigo es diferente —murmuró contra una de las orejitas blancas, dando un pequeño soplido al final. Ganando un gemido por parte de Killua—. No voy a ser tan ingenuo, ni mucho menos creeré que luego de esto vamos a casarnos…
—Ya quisieras casarte conmigo…
—Tú eres el que parece más ansioso de corromperme. —replicó divertido al sentir que Killua comenzaba a besar su cuello desnudo—. Sí tú lo deseas… podemos seguir adelante.
Sintió como unas firmes manos sujetaban sus caderas, solo para empujarlas hacia adelante. Ronroneó gustoso ante la sensación, soltando su cálido aliento contra la piel ajena. —Diablos, sí. Sí lo deseo… —murmuró en un tono ronco alejando su rostro— en verdad lo deseo.
Las manos de Gon continuaron descendiendo, hasta posarse sobre las respingadas nalgas del albino y estrujarlas suavemente. —Yo también…
—Entonces… ¿Seguimos? —preguntó sugestivamente mientras su cola se mecía de un lado hacia el otro.
Gon no respondió, solo volvió a capturar los rosados labios de Killua. Volvieron a besarse. Se sentía bien, suave y lento. Hasta que se convirtió en algo más pasional, desenfrenado y desesperante, moviendo sus labios a un mismo ritmo, mordiendo, lamiendo y chupando, explorando la húmeda cavidad del otro joven.
Poco a poco, la ropa comenzó a ser un estorbo para ambos.
Besándose dulcemente se sentaron sobre las sabanas y retiraron prenda por prenda, con algo de torpeza y nerviosismo, dejando que sus manos temblorosas hicieron contacto con las cálidas pieles desnudas. Cuando ninguna tela se interponía en su acto, esas mismas manos recorrieron hasta el más mínimo rincón, recordando con las yemas de sus dedos como se sentía el tacto; no había palabras que decir, solo el sonido de sus entrecortas respiraciones interrumpía el silencio de la oscura habitación.
Los labios de Gon descendieron lentamente, a un ritmo calmo y pausado, besando la barbilla del mayor antes de llegar al cuello, mordiendo y lamiendo aquel sector, dejando algunas marcas rojizas. Hasta llegar a su objetivo: los pezones rosados de Killua; una breve mirada entra ambos fue capaz de decir todo y con una sonrisa en los labios, logró atrapar entre sus dientes la protuberancia rozada. Mordió ligeramente la carne ahora hipersensible mientras que su mano izquierda retenía la cintura del albino, quien solo podía gemir y jadear por lo bajo; Killua acarició distraídamente las mejillas del pelinegro, sintiendo como éste succionaba con más fuerza su pecho, sus manos también rozaron la piel desnuda y algunos cabellos oscuros.
Quería recordarlo todo, sin olvidar el más pequeño detalle.
Desesperado, tomó entre sus manos el rostro del menor y penetró su boca con su lengua. Podían sentir sus erecciones expuestas frotándose la una contra la otra mientras se besaban, impregnándose con la humedad ajena, haciendo que gimieran y el beso se profundizara, volviéndose más pasional. Sus sexos se tensaron, erguidos e hinchados, estremeciéndose con cada leve roce; ninguno dijo nada y para su suerte, todo se sentía natural. Estaban cómodos el uno con el otro.
Todo se sentía bien.
Gon se sentó sobre sus rodillas, posando una de sus manos sobre uno de los pálidos y suaves muslos de Killua, recorriéndolos con las yemas de sus manos, obligándolo a que levantase las caderas. Mordiéndose levemente los labios, adentró su intimidad en la entrada a medio dilatar, solo por insistencia del mayor.
Ambos gruñeron al primer contacto.
Hubo resistencia al principio, hasta que el ano del albino cedió y fue tragando el miembro ajeno en su túnel aterciopelado. Caliente y apretado. Las rosadas paredes internas se contrajeron, rodeando aquella virilidad palpitante, a la par que el líquido blanquecino continuaba brotando…
La penetración fue placentera y dolorosa.
El ritmo era lento, calmado, solo para poder acostumbrarse a la sensación. Killua envolvió las piernas alrededor de la cintura del menor, para facilitar las penetraciones y así obtener más de ese delicioso placer. Varios gemidos y quejidos brotaban de su garganta cuando Gon encontró su próstata, aquel recóndito lugar que nadie había sido capaz de probar y ahora, ese pelinegro disfrutaba.
Los golpes duros y salvajes llegaron, haciendo que ambos enloquecieran por las sensaciones.
El desenfreno total los poseyó. Y ambos mecían sus caderas a la par, buscando más el contacto entre los cuerpos. Gon movió sus manos por el torso descubierto y atrapó entre sus dedos la erección, acariciándola al ritmo de sus embestidas.
Eso era todo lo que el mayor podría soportar.
Ahogó un grito entre sus manos al llegar a su clímax, arqueando la espalda sobre la cama, tensando y contrayendo todos los músculos de su cuerpo. El más joven empujó sus caderas una, dos y tres veces más antes de que él alcanzó su límite, gimiendo con un lloriqueo el nombre de su amante mientras que su semilla caliente estalló con violencia y salía disparado en la hendidura; la mano del pelinegro continuó moviéndose sobre su propia intimidad, prolongando su orgasmo hasta que no pudiese más.
Sus cuerpos se estremecieron con fuerza ante sus liberaciones, disfrutando ambos las deliciosas replicas… tratando de recuperar el aliento.
—Ki…llua… ¿e-estás… bien? —preguntó al tomar grandes bocanadas de aire, mientras una de sus manos retiraba los mechones blancos que cubrían la frente del albino.
Llevando una mano hasta su pecho, le sonrió al pelinegro. —E-esto… no terminó… aún…
—¿Eh? ¡Ah! —un chillido brotó de su garganta cuando, con un movimiento brusco, su cuerpo quedó boca arriba sobre la cama y con Killua encima de su cuerpo. —¿Ki…llua?
—Aún tenemos… muchas cosas por hacer ¡Nya~! —dijo con un ronroneo meciendo su cola de un lado al otro, invadiendo el espacie personal del más joven y así poseer sus labios nuevamente.
La diversión apenas estaba comenzando.
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Gon despertó al sentir los rayos del sol en su rostro. Parpadeó una y otra vez hasta que su visión se volvió nítida. Confundido, y sin poder recordar qué había sucedido la noche anterior, intentó enderezar su cuerpo y levantarse de la cama, pero sintió que una mínima parte de su ser se contraía por el dolor.
Dejó caer su cabeza contra las almohadas, maldiciendo su mala suerte.
«¿Qué sucede aquí?». Apretó los dientes con fuerza al ver que no conseguía cumplir su objetivo. Sus ojos vagaron hacia cada uno de los rincones del cuarto, buscando encontrar algún indicio que le ayudase a comprender la situación: vio su ropa en el suelo, las almohadas rasgadas, las sábanas blancas completamente revueltas y algunas marcas sobre a cabecera de la cama. Okay. Todo se volvió más confuso para el pelinegro.
Temeroso, bajó la mirada a su propio cuerpo y sintió que todo el aire desaparecía de sus pulmones.
En su torso había arañazos, pequeños cortes y algunas - más de las que pudiese contar - manchas rojizas que reconoció como chupones. ¡Incluso había marcas de mordeduras en sus brazos y piernas! Pero, había otro insignificante detalle con el que no contaba: ¿por qué estaba desnudo?
¡Sí él nunca dormía desnudo!
Volvió a intentar levantarse con ayuda de gran impulso, sin embargo, no sirvió de mucho porque volvió a permanecer en el mismo lugar. «No recuerdo nada». Una mirada de tristeza apareció en su rostro sonrojado. «Me rompieron... ¡Oh por Dios! Me rompieron anoche, alguien me hizo esto... ¡Me duele todo!».
Pero como si se tratase de una señal de cielo, todos los recuerdos llegaron abruptamente a su cabeza.
Cada imagen y secuencia, junto con cada una de los murmullos que interrumpieron el silencio en la oscura habitación.
Las manos moviéndose inquietas. Los jadeos, gemidos y suplicas por más. Los estremecimientos que recorrieron hasta la más mínima porción de sus cuerpos, el frío y el calor, la atmósfera agradable, y el balanceo de sus caderas.
Sintió como si le echasen un balde de agua fría sobre el cuerpo.
«Estábamos Killua y yo... hablamos un poco, pero luego... oh, sí. Ya recuerdo...». Una sonrisa nerviosa apareció en su rostro junto con un leve sonrojo. No se había esperado que ese fuera el motivo. —Killua... —murmuró al sentarse con cuidado.
Se sentían cálidos, y algo hinchados, pero mayormente algo dulce impregnado en ellos. Permaneció allí, solo, tratando de ver qué haría con el manojo de sentimientos que tenía dentro de su pecho y le causaba cierto temor.
Mientras tanto en la sala.
Killua desayunaba tranquilamente frente al televisor, una tasa con chocolate caliente y un pastel de fresas que encontró en el refrigerador, mirando con desinterés y un tanto aburrido una película de terror.
Un golpe en seco contra el suelo y un agudo grito de dolor llamaron su atención.
«¿Uh? ¿Se acaba de despertar? Qué raro... con todo lo que hicimos ayer, creí que dormiría todo el día», pensaba mientras su rostro adquiría una sonrisa maliciosa, y las orejitas y la esponjosa cola blanca aparecieron de pronto. Se sentía emocionado y vaya que sí lo estaba. «Ahora que no tengo esa estúpida aguja, puedo hacer lo que se me venga en gana». —Como... volver a tener relaciones con Gon.
Esa idea no era del todo mala.
«Y ahora que tengo pensado quedarme aquí puedo llevarla a cabo». Tomó entre sus dedos uno de los frutos rojos para llevarla hasta sus labios y darle un pequeño mordisco. «No es tan dulce como Gon», su colita se meció de un lado hacia el otro, animadamente, a la par que una sonrisa gatuna aparecía en su rostro.
Se iba a divertir mucho con ese pelinegro.
Bien, gracias por llegar hasta aquí y espero que les haya gustado. ¡Nos vemos en el próximo capitulo!
Atte: Canciones de Cuna.
