Regalo sorpresa (espero xD) para Eidan Kirschtein!
Espero te guste, le puse todo mi kokoro en ello (?)
Más notas al final -w-


VACACIONES ANORMALES

Las paredes eran de tonos celestes, decoradas con nubes, árboles y flores. Los muebles blancos tenían peluches o sencillos juegos de mesa para que los próximos pacientes se entretuvieran, aunque ella tenía otro método: el de la lectura. Sus ojos iban y venían entre las letras de una revista de música. Algunos le decían que era material un tanto avanzado para su edad, otros, que tenía buen gusto por la música y que quizás podría empezar a incursionar en esa disciplina, pero la verdad era que a ella le importaba un bledo lo que otros pensaran: le gustaba leer revistas de música. Punto.
Escuchó un golpe seco y alzó la vista de la revista. Algunas cosas que estaban en una repisa acababan de caer al piso… o más bien alguien las había tirado. Frunció el ceño.
—¡Kaden! ¿Podrías quedarte quieto un rato? ¡Estoy tratando de leer!
—Lo siento, Mia.
—Claro…
Sabía que no lo sentía, ya reconocía la malicia detrás de ese canturreo de disculpa. Dicho y hecho, segundos después de regresar a la lectura, una jirafa de peluche se estrelló contra su cabeza, a lo que ella se levantó enérgica y comenzó a perseguir al risueño chiquillo por el cuarto.

Minutos después la puerta del consultorio se abrió y por ella apareció una joven de cabello castaño rojizo, grandes ojos y suave sonrisa. Llevaba una bata rosada sobre su ropa. Sus pasos se detuvieron cuando vio la escena ante ella: la sala de espera era un desastre: los peluches estaban de cabeza en las sillas, colgando del ventilador en el techo o estrellados en las paredes; los cuentos de la repisa yacían desordenados en el piso y los juegos de mesa, regados por doquier. En medio del cuarto, una niña sometía a un niño rodeándole el cuello con su brazo y restregándole el puño en su cabello mientras éste se retorcía desesperado, intentando liberarse. Ambos voltearon a verla, indecisos entre continuar con su refriega o recuperar la compostura. Ella soltó una risita y señaló con su cabeza el interior de su consultorio.
—Mia, Kaden. Ya pueden pasar.

Frotó el alcohol con algodón en el brazo de la niña, quien apartó la vista y cerró los ojos con fuerza segundos antes de sentir el pinchazo en su piel. La doctora esperó a que el líquido carmesí llenara la jeringa, luego retiró la aguja y volvió a frotar con el algodón.
—Y… Listo, terminamos—anunció, presta a colocar un pequeño parche sobre el piquete. La chiquilla se limitó a asentir, mordiéndose el labio inferior para evitar llorar; las inyecciones no la hacían muy feliz, mucho menos si le sacaban sangre.
—¿A mi hermana le duele mucho, doctora Petra?
—¡N-no es eso!—se apresuró a contestar la aludida, limpiándose las lágrimas que a punto estaban de escaparse con el dorso de la mano—. ¡No me gusta ver cómo me perforan la piel!
—Bueno Mia, en realidad es un piquete chiquito, sanará dentro de un par de horas.
—¿Lo ves? ¡Estás llorando por nada!—repuso el niño—. ¡A mí no me dolió y soy más pequeño que tú!—agregó, mientras movía su brazo para mostrar el parche como si fuera una medalla de guerra. Mia bajó de la camilla, irritada.
—¡Al menos a mí no me asusta la oscuridad!
—¡Pero yo no duermo con todos los peluches del mundo!
—¡Yo ya no mojo la cama, renacuajo!
—¡Ah! ¡N-no digas eso con Petra aquí!
Frente a ellos, dándoles la espalda mientras vertía la sangre en probetas diferentes, la mencionada doctora sonreía; esos hermanos siempre encontraban la manera de empezar una discusión. Era curioso, mientras que Kaden observaba con asombro y, tenía que admitirlo, alta tolerancia al dolor cómo le extraía la sangre, Mia prefería no mirar porque decía que de hacerlo, le dolería "cien veces más". Se giró para contemplarlos.
Mia tenía 10 años. Era ligeramente regordeta, pero eso le daba un aire bastante tierno, en especial cuando se enojaba; su cabello era castaño claro y casi siempre lo llevaba en dos coletas bajas que apenas le rebasaban los hombros. Sus ojos eran pequeños, pero de un verde brillante y nunca perdían detalle de todo cuanto ocurriera a su alrededor.
Kaden tenía 5 años, casi 6. Él en cambio era delgado, un tanto bajito para su edad aunque nada fuera de lo ordinario; su cabello era del mismo color que el de su hermana, pero siempre tenía ese aire desordenado que, al menos para ella, sería un dolor de cabeza acomodarlo cada mañana antes de la escuela. El tono dorado de sus enormes ojos refulgía con asombro cada vez que se topaba con algo que le interesara… que básicamente eran casi todos los instrumentos de trabajo que tenía en el consultorio.

En ese momento escuchó el móvil que tenía en la sala de la espera tintinear, lo que indicaba que alguien acababa de entrar; Mia y Kaden no parecieron notarlo, seguían discutiendo entre ellos. Segundos después oyeron que tocaban la puerta del consultorio, Petra se acercó a abrir y al ver de quién se trataba esbozó una sonrisa.
—Justo a tiempo. Acabamos de terminar—comentó, haciéndose a un lado para que aquella persona entrara. En cuanto lo vieron, los niños cortaron de tajo la discusión y se aproximaron a él.
—¡Papá!
Kaden llegó primero. Prácticamente dio un salto hacia los brazos del joven, quien apenas alcanzó a atraparlo.
—Ugh… Hey campeón—musitó, reacomodando sobre su brazo al niño, quien de inmediato comenzó a presumir lo valiente que había sido y que a él no le asustaban las jeringas como a su hermana, ésta desvió la mirada, entre irritada y apenada.
—Ambos hicieron un buen trabajo—intervino Petra, sonriente, antes de volverse hacia el adulto—. ¿Se van hoy?
—Sí, de hecho iremos directo a la carretera desde aquí—respondió éste, acariciando con ternura la cabeza de su hija—. Queremos aprovechar el tiempo.
—Me alegro, les vendrán bien estas vacaciones después de tanta rutina.
El joven abrió la boca para responder, cuando el timbre de su celular lo interrumpió.
—Hola tú. ¿Ya vienes para acá?—dijo apenas tomó la llamada—. Ah, ya llegaste—hizo una pausa—. No, no, no lo metas al estacionamiento, te vemos afuera—enseguida colgó y se volteó hacia la doctora—. Disculpa, ya debemos irnos.
—No hay problema, ¡diviértanse!
—De cualquier manera tenemos nuestros números por si algo ocurre, ¿cierto?
—Así es.
—También tengo el de Hanji… Le avisé de esto y me dijo que no llenáramos reportes, pero creo que mejor lo haré en caso de que-
—¡Jean!—interrumpió Petra, conteniendo la risa—. Está bien, ustedes estarán bien, deja de preocuparte y mejor váyanse ya. Eren debe estar desesperándose allá abajo.
Jean la miró unos instantes, dándose cuenta de lo ridículo que debía verse ahora: nervioso por unas tontas vacaciones. Genial. Se llevó una mano al cuello y sonrió, apenado.
—Tienes razón, estoy exagerando. Sólo son unas vacaciones familiares.
—Bien dicho—concedió Petra, que hurgaba en uno de sus bolsillos. Se acercó a Mia y se inclinó hasta quedar a su altura, luego levantó dos paletas a la altura de sus ojos—. ¿Cuál prefieres? ¿Uva o cereza?
—¡Cereza!
Mia alargó el brazo para tomar la paleta, pero dudó unos instantes para mirar a su padre, quien asintió. Después de que Mia le agradeció el regalo, Petra se incorporó y miró a Kaden.
—Entonces la de uva es para ti, pequeño.
—¡Es mi favorita!—replicó el niño, con una sonrisa de oreja a oreja al prácticamente arrebatársela.
—Kaden.
—¡Gracias, Petra!—se apresuró a añadir ante la advertencia de su padre.

Tan pronto las puertas del elevador se abrieron, Kaden se lanzó a todo correr hacia la entrada del enorme edificio sólo siendo detenido cuando su hermana lo aferró de la capucha. Su sermón sobre tener cuidado con los autos se vio interrumpido por un claxon; segundos después un sedán rojo se estacionó justo frente a ellos, al volante iba un joven de ojos verdes cuyo aspecto desaliñado daba a entender que había dedicado toda la mañana a terminar el resto de los preparativos, olvidándose de él mismo. Mientras los niños subían al carro, Jean se asomó por la ventanilla del copiloto con una sonrisa burlona.
—¿Acaso tomaste una siesta?
—¿Ah? No, ¿por qué?
—Porque traes el almohadazo marcado en el cabello.
—Así es mi cabello, ya deberías haberte acostumbrado.
—El adorno de cereal es nuevo.
Eren torció la boca, antes de llevarse una mano a la cabeza, en busca de la hojuela de maíz intrusa, y cuando la encontró se la metió a la boca.
—Eres asqueroso.
—Lo dice el que ayer se comió la carne de hace tres días.
—Y estaba deliciosa por cierto.
A pesar del tono mordaz, ambos se sonreían.
—Sube al auto de una vez—dijo Eren cuando sonó el claxon desesperado de un coche atrás de ellos. Jean accedió, aunque se tomó su tiempo sólo para irritar aún más al otro conductor; una vez dentro, le dio un fugaz beso en los labios a Eren y echó un vistazo hacia atrás.
—¿Listos?
Como respuesta Kaden lanzó un grito eufórico, ahogado por la paleta que tenía en la boca; Mia se limitó a alzar ambos pulgares, sonriente. Eren pisó el acelerador y el sedán se alejó por la calle.
—Antes de que preguntes, sí, cerré todas las puertas y ventanas, también las llaves del agua y el gas. No, no había correo. Obviamente traigo las maletas y los sándwiches que me encargaste.
—¿Y mi conejo? —intervino Mia, incorporándose de su asiento.
—Con tía Mikasa.
—¿Traes mis dinosaurios? —inquirió Kaden, con un tono que era más burlón que expectante.
—Sí, Kaden. El verde y el morado.
Jean soltó una carcajada.
—Te tenemos bien entrenado ¿eh?
—Sólo estoy evitándome un extenso interrogatorio—repuso Eren, encogiéndose de hombros; miró de reojo al ojidorado—. ¿Y tú? ¿Hablaste con Hanji?
—Me dijo que no me preocupara por los reportes y como siempre, que le llame si ocurren anormalidades.
—Pfff ¿además de las evidentes que vivimos?
Jean sonrió y miró por el espejo lateral a Mia. Su primogénita. Todavía le parecía increíble que ya fueran 10 años desde entonces… Aún se ponía a pensar que si no hubiera tenido aquel ridículo y normal deseo de conseguir dinero extra, no estarían aquí; tal vez ni habría conocido a Eren o si lo hubiera hecho, bajo otras circunstancias, ni Mia ni Kaden existirían. "Eres el sujeto número 6, de los 20 que son; después serán12 y al final seis, quizás tú no estés en ese grupo para entonces; la probabilidad es de uno en un millón", eso le dijo Hanji en su momento, extasiada por su descubrimiento sobre la fecundidad a partir del tejido dérmico. Eren había sido el sujeto número 5 y, como él, llegó al último grupo.
Él mismo resultó ser ese uno en un millón, pero el experimento pudo llevarse a "término" gracias a la genética de Eren y su alta compatibilidad con la suya. "Destino", le llamarían unos; "casualidad", otros; él prefería "estar en el momento y lugar correctos", sólo eso.
Decía "término" porque el experimento continuó vigente con la decisión de ambos de tener a Kaden… y así seguía hasta la fecha. Los ejecutivos e inversionistas del laboratorio podían hacerse millonarios con la genética de los cuatro, ya no le importaba: mientras los dejaran tener su propia vida y momentos especiales como vacaciones en familia, él pondría de su parte.
Bajó una de las viseras del auto y observó el reflejo de Kaden, quien iba cómodamente sentado en su silla especial, mirando con interés el video que Mia, también visible, había puesto desde el celular de Eren. Aparentemente el video era bastante genial, porque los ojos de ambos brillaban de emoción y sus sonrisas eran anchas. Era como ver una versión en miniatura de ellos.
Soltó una suave carcajada.
—Hm. Haz estado inusualmente callado y ahora te ríes, ¿en qué estás pensando?
Parpadeó y por primera vez en un rato se fijó en su entorno. Estaban en la carretera, el disco que habían puesto iría en su segunda o tercera vuelta, Eren en algún momento se había quitado la chamarra y ahora se daba cuenta del calor que tenía con el suéter puesto. Se encogió de hombros y alargó su brazo izquierdo hasta que los dedos tocaron la nuca del otro, acariciando el cuero cabelludo.
—Sólo recordaba por qué te amo.
Eren apartó los ojos del camino por unos peligrosos segundos para mirarle, incrédulo.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi marido? —cuestionó, esbozando una sonrisa.
—Soy tu marido, tonto, pero en su versión romántica.
—Quisiera ver esa más seguido.
—Compláceme y tal vez recibas la versión completa—replicó, mirándole de reojo con una sonrisa traviesa. Acto seguido se quitó el suéter que traía de una manera bastante provocadora. Eren se aclaró la garganta, incómodo. En otros tiempos Jean le habría llamado idiota y no tonto; en otros tiempos habrían estacionado el carro a un lado del camino para besarse apasionadamente y tal vez llegar a segunda base; en otros tiempos aquella frase y ese tono de voz tan seductor lo habrían puesto duro en tres segundos. Pero estos eran los tiempos actuales: dos adultos en camino a sus 40, manejando por carretera con dos niños cuyas mentes eran demasiado inocentes como para tener asientos de primera fila en una demostración del ámbito sexual. Y Jean también lo sabía, por eso no dejaba de contener la risa ante su evidente batalla mental.
—¿Ha-hablabas en serio? Lo de hace un momento—inquirió, tratando de desviar la conversación.
—No, sólo lo dije para que te detengas en la siguiente gasolinera y me compres unas papas fritas.
—¿Papas? ¡Yo quiero!
—¡Yo también!
—Niños, traemos sándwiches. ¿Para qué se los preparé si nadie va a comérselos?
—Nos los comemos con las papas—resolvió Jean.
—¡Sí, papas! —gritaron al unísono ambos chiquillos.
Eren miró a Jean con reproche, a lo que él le sonrió, triunfal. En algún punto, esos tres se habían aliado en su contra.

Mientras los hermanos miraban con detenimiento la enorme pecera que había en el local, Eren pagaba lo que terminó siendo una enorme bolsa de papas fritas, dos paletas, tres refrescos, un agua embotellada y una iguana de peluche de la que Mia se enamoró.
—Con esto nadie va a querer mis sándwiches. No debí detenerme; ¿quién va manejando? ¡Yo! ¡Entonces debí seguirme derecho, no detenerme, demonios!
—Eventualmente lo habrías hecho—intervino Jean, quien había escuchado su farfullo—. Alguien siempre tiene que ir al baño. Y esto también por favor—añadió, pasándole a una confundida cajera una caja de chicles.
—Pero habríamos parado al baño, no a la tienda.
—No trajiste agua o refrescos.
—¡Les daría sed después de comerse mis sándwiches! —exclamó Eren, fastidiado. Algunos clientes le miraron; Jean puso los ojos en blanco y sacó un billete de su cartera para completar el pago. Cogió la bolsa con las cosas y llamó a los niños para que subieran al auto; una vez afuera estos se entretuvieron con un perro que perseguía un pedazo de hueso amarrado a su larga cola.
Eren respiró profundamente.
—Lo siento. No sé qué me pasó, hice un alboroto por nada.
—Tienes hambre. Tú eres el que debería comerse uno de tus sándwiches—repuso Jean, quien ya había abierto la bolsa de papas y ahora se llevaba dos particularmente grandes a la boca, luego le ofreció la bolsa—. Puedesh empeshah con eshto.
Eren le miró. Jean no parecía molesto por lo de antes y tampoco estaba recriminándole nada, sólo le explicaba por qué se había comportado así mucho antes de que él mismo llegara a esa conclusión. Claro, después de tantos años juntos ya había aprendido a conocerlo. Sonrió y cogió un par de papas. Adelante, Mia ahora le aventaba aquel hueso al perro para que éste fuera por él y se lo regresara.
—Por cierto, lo que te dije hace un rato es cierto: te amo.
Eren miró a Jean, quien seguía comiendo papas pero el leve sonrojo era notorio; sonrió, luego deslizó una mano hacia la cintura del otro para atraerlo hacia sí y le dio un beso, sin importarle las miradas de extrañeza y algunas de evidente incomodidad que les lanzaron.
—Yo también te amo.
Jean sonrió contra sus labios. Al separarse llamó a los niños para que dejaran al animal y subieran al auto.
—Mia, Kaden, límpiense las manos—indicó una vez arriba, pasándole a la mayor dos toallitas húmedas cuyo paquete había aprendido a mantener en el coche; Mia hizo una mueca mientras las recibía—. No discutas. Vas a comer y es seguro que ese perro no ha tomado un baño en semanas.
—Toda una madre cuidando a sus retoños ¿ah? —se mofó Eren, a lo que el ojidorado respingó y le miró con reproche.
—Bueno, no quiero que en las vacaciones se la pasen yendo al baño. Ya me bastó contigo cuando decidiste comer esos camarones de mal aspecto.
Eren soltó una carcajada.
—De acuerdo, de acuerdo. Cuando se trate de mariscos te escucharé—Jean no pareció convencido con su argumento, por lo que se apresuró a añadir—: Como siempre lo hago.
El otro hizo un ademán, restándole importancia al tema.
—Sólo conduce. Ya vamos retrasados.
—Tranquilízate un poco ¿quieres? El hotel no se irá a ningún lado y estaremos ahí dentro de una hora. Todo va a salir bien.

—¿¡Cómo que no existe la reservación!? ¡La hicimos hace un mes!
—L-lo siento, joven, pero el sistema me la marca como cancelada.
—¡Yo le voy a marcar una cancelación en otra parte!—amenazó un furioso Eren al pobre recepcionista que no veía manera de resolver la situación. Jean colocó una mano en su hombro.
—Eren, déjalo. Yo me encargo, ¿de acuerdo? —le propuso con calma; el recepcionista suspiró, aliviado de que la tormenta hubiera pasado, aunque esa sensación le duró menos de cuatro segundos porque tan pronto el ojiverde se alejó del escritorio, el otro adulto lo taladró con una mirada psicópata—. Escucha, uh… —se inclinó a leer su insignia—. Thomas. Hicimos la reservación hace un mes. Hace un mes que preparamos este viaje. Nadie, en un mes, escucha bien, canceló nada. Un. Maldito. Mes. No tenemos la culpa de que su sistema de porquería esté fallando, así que voy a dejarte dos opciones: o encuentras una manera de arreglarlo, o me largo a ponerles una demanda que me financiará nuestras vacaciones por 10 largos años. ¿Comprendes?
Thomas lo miró por unos segundos y pasó saliva. Entre el ojiverde agresivo y ese sujeto de mirada asesina, ahora prefería al otro... aunque eso no lo libraría del problema. Miró el teléfono a su derecha y acto seguido lo descolgó, antes de apretar el botón "Gerencia".
—V-veré qué puedo hacer, señor.

—Hm, 110, 108... 106... ¡Ajá! La 104, llegamos.
—Genial.
—Después de acomodarnos deberíamos ir a la playa. Aún faltan dos horas para el espectáculo—comentó Eren tras soltar el asa de su maleta y sacar la llave-tarjeta de su bolsillo.
—¡Sí, playa!—festejaron los chiquillos a su lado.
—Bien.
Eren miró a Jean arqueando una ceja, éste estaba de brazos cruzados y mantenía la mirada fija en el piso. El ojiverde esbozó media sonrisa.
—¿Aún estás molesto?
—¡Pues claro! El inútil del recepcionista no pudo resolver el problema por sí mismo y llamó a su superior, que tampoco fue de gran ayuda.
—Jean, sabes que el recepcionista no puede hacer movimientos ajenos a su función sin el gerente. Al menos nos dieron un cuarto, con la cena y el desayuno incluido.
—Tch. Lo que debió hacer era reembolsarnos el dinero, nos habríamos ido a otro lugar mucho mejor.
—¿En plena temporada vacacional? ¿Habría habitaciones disponibles?—Jean cerró los ojos, frunciendo el ceño, aunque no dijo nada—. Vamos, no puede ser tan malo...—añadió Eren mientras abría la puerta. Los cuatro miraron al interior, pasmados: sólo había una cama y un sofá, el baño lucía diminuto y adentro hacía calor, lo que indicaba que probablemente el aire acondicionado no servía.
—Creo que sí es tan malo, papá—comentó Kaden.
—¿Dormiremos todos en esa cama?—inquirió Mia con una mueca.
—Es oficial. Voy a presentar una demanda.
Eren apretó los puños y dio un paso al frente maleta en mano, decidido.
—Ya, ya, vamos a calmarnos todos. Tenemos dónde pasar la noche ¿no? Desempaquemos como podamos y preparémonos para ir a la playa. Este pequeño problema no arruinará nuestras vacaciones.
Los niños fueron atrás de él, entusiastas; Jean suspiró, resignado, y los siguió. En el fondo Eren tenía razón, tal vez las cosas en principio no salieron conforme a lo planeado, pero les quedaba una semana entera por delante para disfrutar en familia.

Lo que ninguno sabía, es que ese apenas era el primero de sus problemas.


Sep, habrá una segunda parte juaz juaz!
La verdad planeaba que fuera un oneshot, pero... se volvió looong shot y tuve que partirlo en dos ;_; la otra mitad estará lista en unos días, mientras... pueden imaginar qué clase de problemas enfrentarán esos dos con sus retoños?

Como dije, este es un regalo de cumpleaños para mi querida Lucy-kun, a.k.a. Eidan Kirschtein :p espero lo hayas disfrutado. Me costó! Sabes lo que pienso del mpreg y también sabes que me gusta el Jeren, luego el sukeísmo y al final el Erejean... pero bueno! Bueno! Nada más porque te quiero, condenada.
Feliz cumpleaños, chica! Muchos besos no homo para ti jajaja