Sueño profundamente intenso.
Mi mirada se había perdido en las facciones del rostro de Nicky, mientras explicaba con sus labios y detallaba con sus manos un par de batallitas que a las demás de la mesa parecían interesarle y entretenerle como de costumbre. Pero mis oídos no la escuchaban, mi mente no le prestaba atención a sus palabras, pues sólo tenía interés por el sueño que había tenido con ella. Un sueño extraño, que había despertado en mí un profundo y repentino interés por Alex Vause.
Mi tenedor removía la comida que aún estaba en mi plato, a penas tenía hambre.
—Eh, hermana. ¿No comes? —me preguntó Nicky, terminando de masticar lo que sea que tuviera entre los dientes.
—No tengo hambre.
—¿No tienes hambre de eso que hay hoy en tu plato, o es que sólo tienes hambre de quien yo me sé? —me preguntó Nicky, mordiéndose el labio y pasando la lengua sobre éste, con un rostro pícaro.
No pude evitar sonrojarme y medio sonreír.
—Tritura tu apestosa comida y calla, anda —le dije con un tono amistoso.
—Será mejor que Red no te oiga diciendo eso —se llevó el tenedor lleno de comida a la boca, y continuó—. Sino, te pondrá una de sus famosas Mc' tampón sangrante —las de la mesa rieron en voz baja.
—Se me olvidaba que aquí las paredes tienen ojos...
—¿Qué mierda de dicho es ese? —preguntó Nicky, mofándose.
—Pues uno —respondí yo encogiéndome de hombros, alzando las cejas, sin dar mucha más información al respecto.
—¿En qué piensas, Lestrange? —Nicky volvió a hacer el mismo gesto que antes, con la misma picardía e incluso un poco más de granujería.
—No sé, ¿en qué quieres que piense, leona? —le piqué yo, intentando imitar su gesto, mordiéndome también el labio.
Nicky me guiñó el ojo y miró a las de la mesa, altiva, orgullosa.
—Es el efecto que creo en las mujeres, hermana —le dijo a la monja que se sentaba en nuestra misma mesa, bajando la vista hacia su comida de nuevo.
Yo por el contrario, aún continuaba nerviosa, mirando a un lado y a otro, buscando por cada recoveco de aquel comedor repleto de mugre y presidiarias a la mujer de mi sueño. A la mujer de cabellos oscuros azabache y ojos azules como el cielo que adornaba mis mañanas antes de entrar en aquel lugar... Ella me recordaba a aquellos días, ella me hacía revivir mi libertad...
Mi entrecejo se frunció cuando no la vi aparecer por allí, y un deje de decepción cruzó mi rostro. Bajé la mirada entonces, suspirando.
Algo en mí anhelaba volver a verla, desmentir lo que en mi mente aquel sueño había creado. Aquella confusión y aquel desconcierto que tan inquieta me hacían sentir.
—¿Sabéis esa extraña sensación que se tiene cuando un sueño ha sido tan real, que ya no logras diferenciar qué es lo ficticio y qué es lo real? —las de la mesa me miraron extrañadas—. Sí..., cuando tienes un sueño demasiado auténtico y te despiertas y sientes que todo ha pasado en realidad, ya sabéis...
—Creo que en eso puede ayudarte Jones —bromeó Nicky. Por el contrario, Yoga Jones me dedicó una de sus cálidas sonrisas.
—Sigue, cielo —me animó la anciana, pero en aquel momento entró Alex y mi mirada se perdió en ella y en su caminar. Mis ojos se entrecerraron como si el peso de sus pasos recayese sobre mis párpados, mis labios se entreabrieron dejando pasar suaves resquicios de aliento, como suplicándole en silencio un beso.
Alex llevaba la bandeja entre sus manos, y de vez en cuando observaba despreocupada tal vez buscando un sitio en el que sentarse. Mi corazón se aceleró en la incertidumbre de no saber qué lugar había escogido.
—Lestrange —dijo Nicky con un tono melódico, como enviando un mensaje a la galaxia más lejana en la que me había perdido.
—Sí, sí, dime.
—Tierra llamando a Lestrange, hola hola —bromeó, haciendo extraños gestos con sus manos.
—Estoy aquí, ¿no me ves? ¿O has vuelto a abusar del crack? —bromeé.
—Eh, tranquila, gatita... Hace mucho que ni huelo esa mierda.
—Es todo un orgullo por tu parte...
—Hola —saludó la voz de Alex mientras tomaba asiento en nuestra mesa—. ¿De qué va hoy la cosa?
—Anda... Mira quién está aquí... —Nicky se mordió el labio, mirándome.
—¿Pasa algo? —preguntó Alex.
—No. Nada. En absoluto. ¿Verdad Nicky? —pateé su espinilla.
Se lamentó bajando la mano para calmar el golpe, con un gesto molesto.
—Sí, joder... Ya te vale, tía... —se acarició con más intensidad un par de veces, y volvió a colocar las manos sobre la mesa.
—Ya, ya... Como si no os conociera ya de sobra —murmuró Alex, divertida, abriendo el envoltorio de la comida.
—Estábamos hablando de sueños que parecen reales —aclaró Yoga Jones con el mismo tono de siempre.
—¿Sueños que parecen reales? ¿Y de qué va la cosa?
—Nos lo estaba explicando Lestrange antes de que vinieras, pero parece que ha viajado a uno de esos sueños porque se ha quedado pasmada mirando las musarañas... —continuó Jones.
Alex me miró, y después su mirada se deslizó hasta mi bandeja, aún repleta de comida.
—¿No comes?
—No, no tengo hambre.
—¿Alguna pesadilla?
—Más bien...
—Puedes contármela. Hace tiempo leí en una novela, que los sueños a veces se mezclan. Quién sabe. Puede que yo también haya soñado lo mismo. Sería curioso, ¿hm?
—No sabes cuanto —murmuré, mirando hacia otro lado.
—Eh, Lestrange, ¿por qué no le cuentas ese sueño tan peculiar tuyo a Vause?
Alex me miró seria, pero interesada.
—Lo haría si lo recordase —le eché en cara a Nicky, como si ella tuviera la culpa de algo que ni siquiera había sucedido, pues sí recordaba aquel sueño. Como para no hacerlo...
—¿No recuerdas ni de qué iba? —preguntó inocentemente Vause.
Me limité a negar con la cabeza, sin decir mucho más. Ella curvó un gesto extraño con los labios, como hinchando un poco los mofletes, alzando las cejas y volviendo a lo suyo. Nicky me miraba relamiéndose los dientes, sonriendo con tanta picardía que hasta me estaba entrando un extraño calor en las mejillas. La miré en un gesto de "¿qué...?" pero ella se encogió de hombros, lanzándome un "¿qué pasa, no puedo mirarte?" o al menos eso quise ver yo...
—¿Vas a comerte eso? —interrumpió una voz detrás de mi hombro. Una voz que no formaba parte de las que estábamos en la mesa. Me giré inmediatamente, no se trataba de otra que de Boo. Miré inconscientemente mi plato, y en seguida negué, tendiéndoselo.
—Gracias por sacarme de esto. No podría habérmelo terminado aunque me dejasen aquí una hora más...
—Para eso estamos —sonrió Boo, con la misma picardía que Nicky. O al menos eso intentó, pero falló desconsideradamente.
—Cuidado con esas miraditas, Lestrange, no querrás que me ponga celosa —bromeó Nicky.
—¿Celosa? Vamos... Tú ya sabes que mi infierno personal es todo tuyo, Nichols...
Nicky sonrió volviendo a lamer sus dientes.
—Bueno, yo no sé vosotras, pero yo ya he terminado —me levanté de la mesa, me despedí con un guiño de las chicas de la mesa y me deslicé hasta fuera, pero el brazo de Alex me detuvo.
« Tengo que hablar contigo. »
