Métete San Lorenzo por...
Porque Helga no tiene ningún problema en decirle a Arnold su opinión sobre San Lorenzo. Una serie de historias no relacionadas en las que Arnold se va, Helga se queda y de su reencuentro.
DISCLAIMER: Ninguno de los personajes del universo de Hey Arnold! me pertenece.
I
Orientación sexual
Una clase nueva. Viejos conocidos. Una maestra excéntricamente familiar y un par de confusiones.
—Heterosexual.
La respuesta de Arnold fue clara. Sin dudas ni titubeos. Él siempre había tenido clara su orientación sexual y no tuvo problemas en responder a la pregunta que le había realizado su excéntrica maestra.
La señora Simmons, su profesora de la clase de salud, no le bastaba con tener el mismo apellido que su maestro de primaria, sino que también se parecía físicamente mucho a él o casi porque ella definitivamente tenía más cabello en la cabeza, pero en cuanto a gestos era prácticamente su clon. La mujer siempre tenía una sonrisa amable en la boca y no paraba de decir cuan especial era cada uno de sus alumnos.
—Gracias, Arnold. Me alegra escuchar que no tienes dudas.
Arnold asintió llevándose una mano a la mejilla intentando mirar a la chica que estaba sentada casi frente a él. En tanto escuchaba de fondo como la maestra repetía la misma pregunta a otro de sus compañeros, comenzó a divagar en el comportamiento de su exnovia.
Sabía que era el principal culpable por su ruptura al no confiar en ella, al engañarla diciéndole que todo estaba bien mientras tomaba la decisión de irse a San Lorenzo junto a sus padres por una temporada indeterminada. No confió en que ella comprendería sus miedos y ocultó el asunto hasta que solo faltaban un par de horas para marcharse. ¿Su excusa? Pensó que Helga se tomaría a mal su ida y rompería inmediatamente con él.
Ahora, siendo tres años mayor se dio cuenta lo tonto que fue al no haber creído en su novia. Nunca podría olvidar la mueca de dolor en su rostro al darse cuenta de que él no creyó en que ella podía ser lo suficientemente madura para entender sus sentimientos ante tener que separarse de sus padres. Así que al final su plan "perfecto" le reventó en la cara, pensó al recordar el momento en que finalmente le dijo a Helga que se marchaba.
—Si esta es tú idea de broma, Arnoldo, déjame decir que no es para nada graciosa.
—Lo siento, Helga —Arnold aferró las manos de la niña entre las suyas—. Desearía que fuera una broma, pero tengo que irme con ellos. No puedo perderlos nuevamente.
—Lo entiendo, pero… ¿cuándo volverán? —Helga sentía su corazón latir apresurado sin poder creer que Arnold se marchaba.
Esa era la pregunta que más temía contestar, y que a pesar de todo el tiempo que tuvo para prepararse, aún no estaba listo para responder.
Arnold se humedeció los labios secos antes de hablar.
—No lo sabemos… Eduardo dijo que convencer a los Ojos Verdes sería difícil y que lo más probable era que nos tomará mucho tiempo.
—Pero me dijiste que Eduardo había dicho que todo estaba bien en su última visita —Helga negó incrédula, intentando esconder su temor—. ¿Qué fue lo que cambio desde el último mes?
Arnold sentía temblar las manos de la chica entre las suyas, ¿o eran las de él? Sabía que ella no se lo tomaría a bien, sin embargo, aún no le gritaba y solo parecía incrédula al saber que se tenía que ir.
—En realidad… en realidad nada ha cambiado desde que nos visitó el mes pasado.
—Espera. ¿Me estás intentando decir que sabías que te ibas desde hace un mes? ¿Me mentiste?
Arnold sintió los dedos repentinamente fríos de la niña entre sus manos sudadas.
—Lo siento, Helga. Sé que te debí haber dicho antes, pero estaba seguro de que te enojarías si sabías que había tomado la decisión de irme con mis padres y decidirías romper conmigo. No quería que nuestro último mes juntos lo pasáramos distanciados.
—No estoy enojada porque quieras irte con Miles y Stella —respondió Helga con voz neutra y sin mirarlo a los ojos.
—¿No? —Arnold preguntó.
—No.
—¡Qué bien, Helga! —El chico atrajo a su novia para un abrazo y antes de darse cuenta de que ella no le estaba correspondiendo comenzó a parlotear entusiasmado—. Entonces no es necesario que nos separemos. Podemos tener una relación a distancia. ¡Sé que podemos lograrlo!
Helga se soltó del apretado abrazo al que estaba siendo sometida.
—Dije que no estaba enojada porque decidieras irte con tus padres, Arnold. Pero eso no significa que no esté furiosa contigo.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —preguntó el chico claramente confundido, porque pensaba que todo estaba solucionado—. Pensé que entendías por qué me tengo que ir.
—Claro que lo entiendo, zopenco, y por eso mismo, ¡olvídate de nuestra estúpida relación y de mí!
Arnold sintió la furia llegar rápidamente a él ante las palabras de la preadolescente.
—¡Sabía que esto pasaría! —Arnold gruñó frustrado antes de señalarla de manera acusadora—. Eres una egoísta y nunca puedes pensar en nadie más que en ti.
—¿Disculpa? ¿Me estás llamando egoísta?
—Sí, lo hago.
—Déjame ver si entendí. Me ocultaste algo tan importante como que te marcharas sin una posible fecha de regreso porque no querías que "supuestamente" rompiera contigo.
—Sí, y al parecer no me equivoqué en hacerlo. Mira lo histérica que estás poniéndote ahora.
Helga miró desconsolada a su novio. Conocía de sobra sus propios defectos y sabía muy bien que en otro momento de su vida, Arnold no estaría del todo equivocado.
—Sabes muy bien lo mucho que me ha costado hacer las paces con mis padres y lo mucho que temo que todo vuelva a ser como antes y, aun así, ¿no creíste en mí?
Antes que Arnold pudiera decir algo para disculparse, Helga habló nuevamente.
—Simplemente olvídalo y vete a tu precioso San Lorenzo.
—Yo realmente nunca quise herir tus sentimientos, es solo que tenía miedo y San Lorenzo…
—¿Sabes qué? —dijo interrumpiendo al chico —Metete San Lorenzo por…
Había regresado con sus padres hace menos de un mes, justo para el comienzo del segundo año de secundaria. Fue agradable ver a todos de nuevo. Rhonda incluso le organizó una fiesta en su honor en la que toda la pandilla había participado, y cuando decía toda, era absolutamente toda.
Ese día vio a Helga charlar animadamente con Phoebe y darle la bienvenida como si fuera cualquier otra persona y no el chico al que acosó durante años porque estaba totalmente enamorada. Lo trató como si fuese uno más del montón, como si hubiese sido Harold o Stinky quien regresó después de tantos años.
No es que quisiera que siguiera enojada con él… bueno, en realidad… sí. Lo que quería decir con ese pensamiento, la verdad que no se atrevía a decir en voz alta, era que deseaba que la chica se mostrara furiosa con él porque eso era mucho mejor que siguiera decepcionada, pero en vez de encontrarse con su furia o por lo menos una actitud fría, se encontró con una conducta amigable. Ella fue muy comprensiva, y sin siquiera preguntarle, le aclaró que ya todo estaba olvidado, que las cosas estaban bien entre ellos y que sería muy agradable que fuesen amigos.
Al escuchar sus amistosas palabras, y aunque sabía que el solo pensamiento era arrogante, hubiera preferido qué Helga se mostrara furiosa o esquiva porque tenía la tonta creencia que, si actuaba de esa manera, aún tendría la esperanza de que ella mantenía los mismos sentimientos de amor hacia él.
Arnold volvió de su ensueño al escuchar a la clase reír por la respuesta que dio Sid y se preguntó qué era lo que había sido tan gracioso hasta que…
—Chicos, no es motivo de risa, pero creo que decir que eres bisexual es más apropiado que tu curiosa elección de palabras —dijo la mujer amablemente.
—Palabras, palabras —Sid se encogió de hombros—. Mientras tenga donde ponerla… hombre o mujer está bien para mí.
La clase se rió divertida nuevamente ante la honesta brutalidad de su compañero, incluida Helga para deleite del chico con cabeza de balón.
Arnold tuvo suerte que la señora Simmons decidiera hacer que movieran los pupitres para formar un círculo porque eso le permitió mirar a Helga de frente. Verla sonreír calentó su alma, que su corazón diera un vuelco y su estómago temblara casi de la misma forma que cuando era más joven; solo que ahora fue, definitivamente, mucho más intenso.
La echó mucho de menos durante su estancia en San Lorenzo, sin embargo, sintiéndose aún culpable por lo que había pasado, asumió que no tenía el derecho a pedirle que siguieran en contacto. Aunque, cuando ella lo abrazó en bienvenida, pensó que fue tan tonto en no hacerlo; su abrazo fue como si hubiese recuperado algo que no sabía que había perdido, fue mágico o casi porque tuvo que separar sus caderas de ella al sentir una vergonzosa contracción a la altura de la ingle.
Al escuchar el nombre de Helga ser mencionado por la profesora, Arnold decidió que después continuaría divagando. Quería prestarle toda su atención a la chica que estaba frente a él, aunque no pudo evitar quedar completamente sorprendido ante su respuesta.
—No te preocupes por no saberlo, Helga —dijo la mujer—. Recuerda que el fin de esta clase es presentarnos al mundo tal y como somos, querernos y conocernos. Si no te sientes identificada con ninguna de las orientaciones sexuales que repasamos en un principio, no es gran problema; tienes mucho tiempo para descubrirlo, lo importante es que te sientas cómoda y no olvides que no sentir atracción se le denomina un tipo de orientación sexual, o si quieres seguir siendo curiosa, tampoco es malo, o si simplemente no te sientes identificada con ninguna, es completamente normal. Por cierto, eso me hace recordar cuando yo era una jovencita (que según ella no fue hace mucho tiempo) como ustedes y pensaba que…
Arnold, nuevamente, se desconectó de la clase. Escuchando las voces solo de fondo…
Cuando le preguntó, intentando ser casual, a Gerald sobre Helga, su mejor amigo le respondió que ella no había salido o mostrado interés por ningún otro chico, pero… hubo un cierto titubeo en sus palabras que solo ahora se cuestionó. ¿Y si a Helga ya no le gustaban los chicos? ¿Significaba que ya no había posibilidades para él? Nunca se le había pasado esa posibilidad por la cabeza.
Todos los que estaban en esa clase eran viejos conocidos y, a excepción de Helga, cada uno respondió la pregunta sin dificultad. De alguna manera, la maestra con ese aire de familiaridad y su excentricismo con la energía y los chacras, les dio la suficiente confianza para expresarse sin miedo, cosa que fue aplaudida con satisfacción por la mujer.
Una de las respuestas que llamó más su atención, fue la seguridad con la que Curly se declaró como demisexual, por otro lado, tanto Nadine como Sid se declararon abiertamente bisexuales, Sheena respondió sobre lo importante que era el alma para ella, definiéndose como pansexual, Eugene (para sorpresa de nadie) dijo orgullosamente que era homosexual y el resto simplemente dijo que era heterosexual dejando solo fuera a Helga.
La mujer detuvo la historia de su vida para llamar la atención de todos.
—De acuerdo, chicos. Esto es todo por hoy. Por favor, no olviden poner los pupitres en su lugar, además les recuerdo que la próxima clase seguiremos con la orientación sexual, pero además revisaremos brevemente lo que es la identidad de género.
En tanto Arnold acomodaba su pupitre de vuelta, no pudo evitar mirar de reojo a Helga. ¿Qué haría si ella ya no estaba interesada en los hombres? ¿Podría hacer que volviera a sentir cosas por él o solo se estaba exponiendo a ser completa e irrevocablemente rechazado?
Arnold pasó toda la semana teniendo pesadillas, siendo lo suficientemente negativo para imaginarse el peor escenario y ese era en el que Helga lo rechazaba por completo debido a su orientación sexual. Además, ella seguía sin darle ninguna señal de que sentía algo distinto a una buena amistad. Hubo ocasiones esa semana en que solo quería darse cabezazos contra la pared en frustración porque cuando intentaba decir lo bien que estuvieron juntos de novios, ella solo sonreiría y diría que fueron un par de niños muy monos. ¿Qué mierda se suponía que significaba eso?
Para cuando pasó la semana, Arnold estaba a punto de rendirse, no sin antes haber cuestionado su decisión de marcharse a San Lorenzo junto a sus padres mil veces, porque quizás si no hubiera ido con ellos, Helga seguiría siendo su novia o quizás solo les hubiera pasado lo mismo que a Gerald y Phoebe y su relación se hubiera desvanecido con el tiempo, pero ahora no lo sabía. Estaba enamorado de una chica que jamás sentiría atracción por él. Se tendría que conformar verla ser feliz a lo lejos, solo y amargado porque estaba seguro de que nunca podría amar a otra persona de la misma manera que a Helga. No se imaginaba haciéndolo.
Mientras entraba a clases, Arnold pensó que cuando Helga quisiera tener hijos con su pareja, podría ofrecerse de voluntario y ser el padre biológico de sus bebés. Quizás podía hasta convencerla de hacerlo de la manera tradicional, por supuesto que no le diría que aún estaba enamorado de ella. Se conformaría con ser el tío buena onda que les llevaba regalos de vez en cuando a sus hijos, estar presente para todos ellos cuando lo necesitaran, pero dejado de lado debido a que solo sería un donador de esperma para esa familia a la que no pertenecería.
Arnold tomó asiento nuevamente frente a la única chica que amaría toda su vida, imaginándola con el vientre hinchado con su bebé. Ella sería una muy buena madre y sus hijos serían preciosos.
Arnold suspiró derrotado, no quedándole de otra, no tenía nada más que hacer que aceptarla y apoyarla como un buen amigo, y deseó haber disfrutado un poco más de su corto noviazgo, pero no acaso decía un poeta famoso… ¿que el amor era corto y el olvido era largo?
La maestra entró a la sala y con eso la sentencia a un futuro lleno de soledad. Arnold casi se podía verse bajo la nieve mirando a través de la ventana en donde dos mujeres criaban en un hogar lleno de amor a dos niños rubios con cabeza de balón.
El corazón de Arnold latió lento y doloroso mientras escuchaba a la maestra explicar la diferencia entre orientación sexual e identidad de género, cosa que le hizo preguntarse que, si cambiaba de género, Helga lo aceptaría, sin embargo, descartó la idea porque sabía que estaba rayando lo obsesivo. Tenía que aceptar que ella ya no lo amaba y que nunca lo haría de nuevo.
—Bien, esto será igual que en la clase anterior. Me pueden decir sin vergüenza con qué género se sienten identificados, si no lo saben, no importa y nadie está obligado a decir nada que no quiera decir —La mujer giró para observar a Helga—. ¿Por qué no empiezas tú primero, Helga? Y si quieres también me puedes decir la respuesta que quedó pendiente de la última clase.
—Uhm. Yo… sí.
Helga se levantó de su pupitre para comenzar a hablar.
—Siempre he sido tildada como una tomboy y desde niña me ha gustado pensar que soy una chica ruda, pero realmente me siento identificada con el género femenino. Quizás no siempre voy tan a la moda como mis amigas, sin embargo, de vez en cuando me gusta verme y actuar tan femenina como cualquiera de las otras chicas.
—Eso está muy bien, cariño. Lo importante es que tú te sientas cómoda como eres.
—Gracias, y sobre la pregunta que quedó pendiente…
"Oh, rayos. Ahí viene mi futuro viendo desde lejos a la familia de Helga", pensó Arnold.
—Está bien si no quieres contestar…
—Quiero hacerlo, es solo que… Me preparé toda la semana para hacer esta confesión…
—La asexualidad también es orientación sexual, ¿no?
—Claro, Arnold —respondió la mujer, pestañeando confundida ante la repentina intervención del muchacho.
—Uhm, gracias —agradeció Arnold, sentándose avergonzado ante la mirada divertida de la clase.
—De nada, pero el recordatorio de Arnold fue acertado porque no sentir atracción sexual hacia otra persona también es un tipo de orientación sexual, y como sucede con los otros, no hay de qué avergonzarse —explicó la maestra con amabilidad—. ¿Helga, te sientes identificada de esa manera?
—¡¿Qué?! ¡No! Definitivamente hay muchas cosas que quiero hacer con esa persona…
Al estar sorprendida y algo nerviosa por la intervención de Arnold, Helga simplemente dejó ir las palabras sin darse cuenta de lo que decía, provocando que la clase estallara en ruidosas carcajadas a las que, por supuesto, no se unió Arnold, porque ahora se sentía más celoso que nunca de la chica con la cual Helga estaba enamorada.
Antes solo estaba pensando en otra mujer sin rostro, sin embargo, ahora sabía que la chica tenía una cara y no pudo evitar mirar con sospecha a su alrededor recordando que, a pesar de que Rhonda se declaró heterosexual, dijo que había experimentado con otra chica… ¿sería Helga? ¡No! ¡Qué horrible visión! También miró a Phoebe que tenía su mano en la espalda de la rubia, ¿sería ella? ¿Y si solo había dicho que le gustaban los chicos para que él no se sintiera mal debido a que sabía sobre el profundo amor que sentía por su mejor amiga? O quizás Lila, aunque ella también dijo que, a pesar de que era una fujoshi (fuese lo que fuese eso) era heterosexual.
—Chicos, tener deseos e impulsos sexuales es algo completamente normal y no hay nada de qué avergonzarse. Lo importante es ser responsables y respetuosos tanto con sus cuerpos como el de su pareja —dijo mirando al grupo—. Ahora, Helga, puedes continuar.
—Yo… yo… yo…
Desde este momento comienzo con una vida de fría soledad observando lo que más anhelo a través del cristal de una ventana…
—¡YO SOY ARNOLDSEXUAL!
O quizás no.
FIN
EPÍLOGO
Después de clases…
—Entonces… ¿Hay muchas cosas que quieres hacer conmigo? — preguntó Arnold con una sonrisa confiada.
—Cierra el pico, cabeza de balón — Helga, avergonzada, le dio un puñetazo a Arnold en el brazo —¿Además quien dijo que se trataba de ti?
—Por favor, Helga ¿En verdad quieres hacer esto? —preguntó Arnold intentando mantenerse serio, pero le era muy difícil porque apenas podía contener la sonrisa bobalicona después de la declaración de la joven quien por cierto ya había aceptado ser su novia.
—Sí, Helga ¿En verdad quieres hacer eso?
—¿A ti quién te preguntó, Geraldo? —preguntó casi gruñendo —¿Y ustedes no tienen nada mejor que hacer que espiarnos?
Tras ellos iban gran parte de la vieja pandilla quienes estaban atentos a la charla que Arnold había comenzado.
Gerald la miró con aire de suficiencias antes de contestar.
—Pataki, creo que hablo en nombre de todos cuando digo que nadie quiere seguir escuchando lo mucho que quieres ponerle las manos encima a Arnold.
A Helga se le subieron todos los colores a la cara cuando vio a sus amigos asintieron positivamente (y también con cierto fastidio) a las palabras recién expuestas.
—Espera… ¿Tu sabías sobre los sentimientos de Helga? — preguntó Arnold.
—¿Qué si lo sabía? —Gerald no pudo esconder su fastidio —¡Todos lo sabíamos, viejo! Ella no paró de hablar de ti en todos estos años.
—Pero ¿Por qué no me lo dijiste?
—Arnie, amigo, eso era algo que solo Helga podía hacer, aunque no te voy a mentir que me sentí bastante tentado de hacerlo al ver lo miserable y dramático que estabas siendo —Gerald le dio un par de golpecitos en el hombro, antes de agregar:
—Me alegro que las cosas se hayan aclarado y ahora los dejo solos, par de tórtolos.
Arnold y Helga se quedaron en medio del pasillo mirando como sus amigos se perdían entre el resto de los estudiantes.
—Qué día tan…
—¡Ni se te ocurra, Helga! —Interrumpió Arnold claramente indignado y borrando por primera vez la sonrisa que no había podido parar de esbozar desde la clase de salud.
—¿Qué? ¿Qué es lo hice?
—¿Qué es lo que ibas a decir?
—Que día tan vergonzoso, porque… uhm… ya sabes lo que dije sobre ti — Helga sabía que ya no tenía sentido negar lo que había dicho así que simplemente se rindió.
—Oh… era solo eso.
—¿Qué creías que era lo que iba a decir?
—Pensé que ibas a repetir las palabras que dije después de lo de…
Gerald llegó de la nada interrumpiendo nuevamente a la pareja de rubios.
—Por cierto, esto es para ustedes dos —el chico moreno dejo una bolsa de papel en las manos de Helga —. Se me cuidan.
—¿Qué es? —Arnold miró curioso el paquete recibido.
—Ni idea, Arnoldo —Helga abrió la bolsa para encontrarse un montón de cajas selladas de condones de todo los tipos, aromas y colores —. Oh, rayos. Ahora todos saben lo que vamos a hacer.
—Bueno, lo importante es que ya no tenemos que perder el tiempo en ir a la farmacia —indicó Arnold encogiéndose casualmente de hombros mientras guardaba los condones en su mochila.
—Siempre el señor positivo, ¿no?
—Correcto. Y ahora ¿por qué no te presento mi habitación?
—Seguro que lo que quieres presentarme es otra cosa — respondió enarcando una ceja —. Además no es como si no la conociera.
FIN
Agradecimiento especial a mi beta por las correcciones y a una amiga muy querida por animarme a publicar esta historia.
Nos leemos en otra oportunidad.
Bye ~ bye
