Esta historia se me ocurrió un día que estaba leyendo por centésima segunda vez Orgullo&Prejuicio. Amo la pareja que hacen Lizzy y Darcy, y la que hacen Jane y Bingley. Entonces me puse a pensar: ¿Cómo serán los hijos de Lizzy y Darcy? ¿Y los de Jane y Bingley? ¿Y Lydia y Wickham? Entonces no me pude resistir, y me entraron unas ganas tremendas de escribir un libro acerca de los hijos de los Darcy, los Bingley, los Wickham, etcétera. La protagonista, Ginny, es de mi propia invención, al igual que los hijos de los personajes. Espero que la disfruten!
Summary: Ginevra Lyndon ha vivido encerrada en su mundo desde la muerte de sus padres. Pero cuando su tía Letty la invite a ir con ella a Londres, deberá aceptar. Allí conoce al odioso, serio, e insoportablemente apuesto Edwin Darcy.
Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Jane Austen, excepto la Segunda Generación y el personaje de Ginny y sus amigas, que son invención mía.
Prefacio
—Ha estado muy sola; necesita el trato con jóvenes de su edad, y si viene conmigo a Londres sería el momento perfecto para presentarla en sociedad —parloteaba Leticia Carrow, viuda de cincuenta y tantos años, fulminando con la mirada a su hermana menor, Amelia Ingram.
—Agradezco tu amabilidad, pero sigo insistiendo en que Ginevra no irá contigo. Aún es demasiado joven para ir sola a un lugar desconocido para ella, sólo tiene quince años y...
—¡Por tanto, ya tiene edad más que suficiente para visitar Londres! Además no estará sola, irá conmigo. Dime, querida hermana, ¿es que acaso no confías en mí? —le preguntó en tono dolido.
—No es que no confíe en ti, querida, pero sigo pensando que Ginevra es aún demasiado joven. Tal vez, dentro de un par de años más, podamos enviarla...
—Pero... ¡querida! ¿Acaso pretendes que nuestra Gin acabe siendo una solterona? —preguntó tía Letty, escandalizada.
—Por supuesto que no. Sólo dijo que apenas tiene quince años. Y no le digas, ya sabes que no le gusta. Mira, lo que propongo es que vaya a Londres encuanto cumpla dieciocho. A esa edad, considero yo, estará preparada para enfrentarse a la frívola sociedad londinense.
—Pero ella ya no puede seguir así. ¡Mi pobre niña! Hace tan sólo un año que murieron sus padres en ese horrible accidente, y ella ha permanecido encerrada en su propio mundo desde entonces. En esa criatura ya no hay ni rastro de la niña dulce y aventurera que solía ser antes, se ha vuelto fría y solitaria y ni siquiera Betty, la criada, ha conseguido sacarle palabra. ¡Y es su mejor amiga! Además, cada día está más guapa y no dudo que lograríamos prometerla en matrimonio antes de que termine el año.
La señora Ingram volteo a ver a la señora Carrow, no sabiendo como rebatir sus palabras. Aún desde niñas, su hermana mayor había sido muy entusiasta y hasta parecía que Louisa, su difunta hermana pequeña, y ella eran las mayores en lugar de las más jóvenes, como eran realmente. El duro golpe sufrido tras enterarse de la muerte de su querida hermana pequeña Louisa y de su esposo, Thomas, había cambiado mucho a los dos hermanas. La señora Carrow seguía siendo tan escandalosa como siempre, pero había cierta nostalgia en su mirada y dulzura en su sonrisa la cual no podía significar otra cosa que el sufrimiento producido por la muerte de su hermana. Era una mujer alta, regordeta y de enmarañados cabellos blancos, entusiasta por naturaleza. Nadie podía tener un secreto con ella como amiga, pues esta siempre se empeñaba en descubrirlo.
La señora Ingram era lo más contrario a la señora Carrow que se pudiera imaginar. Era una mujer menuda, delgada y de porte elegante. Era severa e inflexible, por no decir que orgullosa, pero había cierta bondad en sus maneras que hacía que todos viesen perfectamente la clase de mujer de era. De cabello y ojos oscuros, piel morena y largas extremidades, era guapa y elegante, pese a sus cuarenta años. Aunque estaba mucho más pálida que antes, su mirada era triste y su sonrisa melancólica. Con su esposo, Marcus, habían engendrado dos hijos: Margaret y Christopher. Ambos hermanos se llevaban bastante bien, pese a la diferencia de siete años que los separaba, pues sus padres los habían educado correctamente con la esperanza de hacerlos mejores personas en el futuro.
Tras la muerte de los señores Lyndon, su única hija, Ginevra, se había trasladado a vivir con sus tíos en la pequeña ciudad inglesa de Bristol. Como se llevaba muy bien con sus primos, la joven no había puesto objeciones. Sin embargo, había algo que parecía pesar sobre su ánimo desde su llegada a Bristol. Pese a todo, acudió al entierro de sus padres con la cabeza alta y las manos y boca fuertemente apretadas. Luego asistió a la lectura del testamento, donde todos, con gran sorpresa, descubrieron que los Lyndon habían legado a Ginevra grandes riquezas y el título de Duquesa de Norfolk. La joven, a partir de ese momento, empezó a comportarse de manera fría y distante con todos, incluso con sus primos. Aquel tipo de comportamiento preocupó a sus tías, pero ella insistía en que no le pasaba nada. Permaneció así hasta un año entero, e incluso reaccionó sorprendentemente tranquila cuando su tía Letty la invitó a ir con ella a Londres.
—Tienes razón, Letty —suspiró Amelia por fin, derrotada. A Letty le brillaron los ojos al escucharla—. Ginevra ha estado demasiado sola y necesita el trato con jóvenes de su edad, bailes, vestidos, amigos sinceros que la aprecien por ser ella misma y no por su fortuna, caramelos, flores, pretendientes y diversiones. Por tanto, y como tutora de Ginevra, le doy permiso para que vaya contigo a Londres. Pero con una condición.
—¿Cuál? —preguntó ansiosamente la señora Carrow. La señora Ingram volteó a verla, sonriendo.
—Que te lleves a Chris y a Meg contigo.
La señora Carrow sonrió ampliamente al escucharla y declaró, guiñando maliciosamente los ojos:
—Cuenta con eso, querida Amelia, cuenta con eso.
Dicho esto, salió precipitadamente de la habitación en dirección al dormitorio de Ginevra. Al llegar allí, tocó la puerta, la muchacha la abrió y la miró con cara de asombro.
—¿Tía? ¿Qué haces aquí y a estas horas? —murmuró Ginevra con su dulce voz musical.
—Empaca tus maletas, Ginny —dijo la señora Carrow, radiante de felicidad, para mayor confusión de su sobrina—. Dentro de dos días, partiremos a Londres.
¿Qué las pareció? Todavía soy nueva escribiendo, por lo que no estoy muy segura si esta historia gustará mucho. Cualquier fallo que vean en la historia, comuníquenmelo en un review, solo les pido que no sean muy duros con sus críticas. Sin más que decir... ¡Nos vemos en el próximo capítulo!
