By their niece - Por su sobrina

        Por su sobrina

                    Por Tóran

      Capítulo 1

    ¡A mí me gusta mucho la habitación de mi tío, y él me cuida mucho, aunque mi mamá y mi yaya no se fíen de él...! Así que mamá se despista un poco, me escapo y voy a verle. Él siempre está contento de verme y deja que me suba en la cama. Ellas dicen que la tiene demasiado desordenada para una niña pequeña como yo, pero eso no es cierto. Siempre que voy, veo que mira por el suelo para ver si hay alguna cosita pequeñita que yo me pueda meter en la boca y tragármela sin querer. Claro que no haría falta que lo hiciese, porque como yo ya soy un poco mayor, ¡ya sé que no todo es para comer! Y, además, me gusta mucho más lo que me dan ellos que las cosas que pueda encontrar en el suelo, porque, a parte de que no saben ni la mitad de bien que las otras cosas, me han dicho que si me las trago me dolerá la barriguita y tendré que quedarme malita en la cama comiendo cosas verdes, ¡y yo no quiero que eso pase!

    Cuando voy a verle, me subo en su cama y miro qué hace. A veces me llevo algún juguete para ver si él quiere jugar. Él también tiene un juguete, aunque sea un mayor. Es una máquina de color negro que tiene encima de la mesa. La quiere tanto, taaaaaaanto, que a veces se pasa toda la tarde con una cosa que le sale de la máquina entre las manos y mirando una tele que también sale de la máquina. Esa tele no es como la que tienen los papás y los yayos, es diferente porque hace más colores y siempre se escucha una musiquilla. A mí me gusta más la tele de mi tío. A veces el tío me deja que coja la máquina, y me pone eso en las manos. Entonces ella está muy contenta y todavía hace más música, y yo me río porque el tío me dice que gano, ¡y a mí me gusta ganar!

    A Pan también le gusta el juguete del tío porque cuando viene a la habitación del tío siempre se lo mira, y hace que se abra y le pone donuts aplanados dentro. ¡Pero no son donuts de los buenos, no! Una vez mordí uno y no me gustó nada de nada, porque están duros y no tienen azúcar. Pan me explicó que esos donuts no eran para comer las personas y yo me puse muy contenta cuando me dio unos donettes para mí, ¡porque no sólo había pensado en la máquina del tío sino que también se había acordado de mí! Seguramente esos donuts aplanados son la comida de las máquinas porque he visto que mamá, la yaya y papá, y el tío, y Pan, a veces los sacan de una cajitas y esas maquinazas tan grandes con unas pantallas que son como de la tele, pero que no son teles; y que se llaman ordenadores, se los tragan enteros, ¡sin masticar! Y nadie les regaña... no hay derecho, ¡a mí siempre me regañan si me trago algo sin masticar...!Y hay otras máquinas que cuando les dan los donuts hacen música...¡debe de ser porque se ponen contentas!

    En mi casa, como es la cece, ¡hay muchas, muuuuuuuuuuuuchas máquinas!

    Y si Pan viene a la habitación del tío cuando yo también estoy todavía es más divertido porque se sienta conmigo en la cama y como mamá y la yaya se fían más de ella, dejan que me quede todo el tiempo que quiera. Entonces a veces jugamos los tres, y a veces el tío juega con su máquina y Pan y yo miramos, y a veces ellos dos hablan y yo me quedo en el regazo del tío o de Pan y al final se está tan bien que me quedo dormida...

    El tío tiene un cajón en su habitación que está lleno hasta arriba de caramelos, y cuando voy a verle, me da algunos. Cuando viene Pan yo le doy a ella, ¡y ella está tan contenta que me da la mitad! Además, ¡también me trae cositas! Pero a mí, lo que más me gusta en el mundo es que me digan que me quieren, ¡y que me den besitos! ¡Y yo también les doy muchos besitos porque me gusta mucho que estemos los tres en la habitación del tío...!

    Al tío no sé qué le pasa que tiene un ordenador en su habitación, pero a él no le quiere tanto como a la máquina negra, que se llama Saturn, ahora me acuerdo, y a veces se sienta delante del ordenador y empieza decir cosas raras, ¡y venga a tocar botones, y botones...! Hasta que a veces la pantalla se vuelve negra y él se pone muy contento. Me parece que se pone tan contento porque el ordenador se muere, ¡y como a él le cae mal! En cambio cuando la tele de la Saturn se vuelve negra se pone muy, muy triste, porque piensa que nunca más volverán a salir los colores y las musiquillas, pero después sí que vuelven a salir.

    Y cuando el ordenador se muere él me dice que está estropeado, que no sé qué quiere decir, y que llamará a Pan para que se lo arregle. ¡Entonces los dos estamos muy felices porque ella vendrá!
    Pan lleva ropas muy bonitas, mucho más bonitas que las de mamá. El tío dice que mamá sólo se viste con hilos, y yo me río porque no es verdad, ¡y porque haría mucha gracia mamá sólo con hilos! Mamá siempre va como si fuese verano e hiciese mucho calor, y nadie sabe por qué, sólo yo; mamá se viste así porque me dijo un día que a papá le gustaba así. ¡Lo mismo a papá no le gusta el invierno!

    Pero a mí me gustan más las de Pan. ¡Y cuando me siento en su regazo está suave y huele muy bien! Una vez le manché una camiseta que llevaba de chocolate y me dio tanta pena ver la mancha marrón allá en el medio, estropeándolo todo, que me puse a llorar, pero ella me dijo que no llorase y que no pasaba nada, porque se lavaba y ya está, y me hizo cosquillas hasta que me puse a reír. ¡Yo la quiero mucho, a Pan!

    Y también quiero mucho al tío porque me hacen mucha gracia las cosas que hace. Cuando se le muere el ordenador, ya he dicho que en lugar de ponerse triste se alegra un montón. Entonces habla por teléfono con Pan (yo también me pongo y le digo, ¡hola, Pannnnnnnnnnn!), y le dice que venga a curarlo. No lo entiendo, pero me hace reír: si está tan contento cuando se le muere, ¿por qué llama a Pan para que lo cure? A veces los mayores hacen cosas muy raras. Y cuando deja el teléfono, me coge en brazos y me dice, con una sonrisa muy gorda, que ahora va a venir su angelito y que está muy feliz. Pero luego no viene ningún ángel, ni pequeño ni grande, con Pan, sólo Pan y ya está, pero se ve que el tío se conforma porque está igual de feliz. Y entonces Pan se sienta delante del ordenador y venga a apretar botones otra vez, hasta que consigue que ya no esté más muerto. Y al tío le debe de gustar que le arregle el ordenador, ¡porque todo el rato la miiiiiiiira, la miiiiiiira con una sonrisa de esas aún más goooooordas que la de antes!

    Y entonces Pan se queda a merendar con nosotros y nos lo pasamos muy bien. ¡A mí también me gusta que el ordenador del tío se muera!

    A veces salimos a pasear, los tres. ¡A mí me encanta! Vamos al lado del mar y se pueden hacer pasteles con la arena, pero no se comen, no, ya lo sé, porque no son como los otros y después duele la barriguita, como me pasó un día cuando era pequeña y no lo sabía y me comí uno pequeñito, ¡sólo por probar! A mí me llevan en el cochecito, y a veces me empuja uno, y a veces me empuja el otro. Y si es por la tarde cuando el sol empieza a irse a dormir, a mí me ponen una chaqueta que es muy bonita, ¡porque tiene una capucha y todo!, y el tío pasa un brazo por encima de los hombros de Pan para que no tenga frío. Y como ella no quiere que el tío piense que ya no tiene frío y saque el brazo, le coge por la cintura y así está segura de que no lo hará. Y caminan así, muy juntitos... ¡y a mí me hace mucha gracia porque la gente piensa que son mis papás y que yo soy su hijita! Se acercan y me dicen cositas, y luego hablan con el tío y con Pan, y dicen, su hija... entonces se ponen rojos, que es lo que hacen los mayores cuando tienen vergüenza, y dicen que no, que mi tío es mi tío Trunks y que Pan es mi prima Pan... y aunque lo digan, a mí me parece que el tío querría que Pan no fuese mi prima y que fuese mi tía, porque a veces me lo pregunta, Blau, ¿te gustaría que Pan fuese tu tía Pan? ¿Te gustaría? Y yo le digo que sí porque, si fuese mi tía, sería muy bonito porque viviría en la cece con nosotros y siempre estaría aquí. ¡Y vendría a decirme buenos días cuando me despierto!

    A mí me parece que el tío se quiere casar con Pan, como mis papás y mis yayos, lo que pasa es que cada vez que quiere pedírselo, se pone tan, tan rojo que no le salen las palabras. ¡Tiene un poco de vergüenza mi tío! Pero como yo todavía soy un poco pequeña y no tiene vergüenza conmigo, porque los mayores sólo tienen vergüenza con otros mayores, a mí sí que me cuenta cosas. Me dice que, a lo mejor, un día, Pan y él serán papás de una niña como yo. A mí me gustaría mucho porque aquí en la cece no hay nadie más pequeño, ¡sólo yo! Dicen que cuando sea más mayor iré a un lugar que se llama escuela, donde hay un montóoooooon de niños como yo, pero como aún soy un poco pequeña, no me dejarían entrar. Y, claro, ¡de momento estoy yo solita! Así que sería bonito que Pan y el tío se casasen, porque tendrían una niña o un niño pequeño y jugaríamos los dos. ¡Pero luego viene Pan y no se lo dice! Yo le quiero decir al tío, así no se hace, tío, así nunca seréis papás de una niña como yo, pero como no sé decir eso tan difícil, el tío sigue callado... quizá no sabe qué se tiene que hacer para tener un bebé. La verdad es que yo tampoco (seguramente sale de una máquina, como aquí hay tantas...), pero podría preguntárselo a los papás, o a los yayos, que ya los han tenido... pero él no hace nada... sólo la miiiiiiira, la miiiiiira...
    A veces sólo vamos a pasear el tío y yo, cuando el tío consigue que mamá y la yaya dejen de refunfuñar. Entonces no vamos a la playa, vamos a la ciudad. Y me compra algodón de azúcar y yo me ensucio tanto que un día cuando llegamos a casa mamá me preguntó si había comido ni que fuese sólo un poquito, porque parecía que todo el algodón hubiese ido a parar a mi ropa. Y cuando vamos a la ciudad compramos regalos para Pan, y luego el tío se los da. ¡Una vez que compramos flores a mí también me dio!, para darme las gracias por haberle ayudado tanto a escoger las de Pan. ¡Quedó un ramo máaaaaas bonito...! ¡Y Pan estuvo máaaaaas contenta! Y el tío me puso una flor en el pelo y yo estaba muy feliz porque él me dijo que toda la gente que pasaba me miraba y pensaba, ¡Qué niña tan bonita, con esa flor en el pelo...!

    Y a veces cuando vamos a la ciudad el tío no me mete en el cochecito y me lleva en brazos. Entonces es muy divertido porque me lleva sentada sobre sus hombros, ¡y soy más alta que todo el mundo! Y cuando el tío, que está un poco loco, ve que no hay mucha gente en la calle, ¡me dice que me agarre fuerte y empieza a correr, a correr...! Y yo boto y me dan cosquillas que dan mucha risa en la barriguita, ¡y al final el tío tiene que parar porque me río tanto que casi me caigo!
    Y algunos días salimos a pasear pero en lugar de ir a la ciudad vamos a visitar a Pan, que vive en una casita que hay en un bosque. Es una casita redonda como la cece pero es mucho más pequeña porque sólo viven ella y sus papás, no como en la cece que es tan grande porque a parte del tío, de mis papás, de mis yayos y de mí, vive mucha, mucha gente, que anda por los pasillos con muchos papeles en las manos y que siempre están jugando con las máquinas. Y un montón de chicas que siempre le dicen cosas al tío, aunque les dé vergüenza, ¡porque a veces se ponen rojas! Y Pan siempre está muy contenta de vernos. Me hace un plato de palomitas y luego jugamos a algo. Pan también tiene un ordenador en su habitación y le enseña cosas al tío, y a veces se parten de risa mirando la pantalla. A lo mejor les cuenta chistes, pero yo no lo sé porque todavía no sé leer, y es así como habla el ordenador... y yo mientras miro la habitación de Pan que es muy bonita, como la del tío, y tiene montón de cosas en los estantes. En un estante hay una muñeca de barro que hizo el tío, yo vi como la hacía. ¡Se ensució tanto haciéndola que parecía que tuviese la cara de color blanco! Y luego la pintó y le puso el pelo negro, y los ojos negros como los de Pan y le pintó una ropa que lleva Pan a veces, una falda azul y una camiseta de color rosa. A mí me parece que le quedó muy bonita, ¡y a Pan también le gustó mucho! Y también tiene otras cosas en los estantes, un montóoooooon de libros, y unos planetas que cuelgan del techo y unas estrellas que no les gusta la luz y que sólo salen cuando la apagas, como las de mi tío. A veces los tres nos tumbamos en la cama con la luz apagada para que las estrellas no tengan miedo y salgan, y yo al final que quedo dormida porque yo cuando estoy muy bien siempre me quedo dormida y se está muy bien allá en la cama de Pan con Pan y el tío.

    Y a mí me parece que Pan también se quiere casar con el tío porque también le miiiiiiira, le miiiiiira así con la cara con que se miran los mayores cuando se quieren casar pero les da vergüenza decirlo. ¡Son unos vergonzosos, el tío y Pan! ¡Lo mismo están esperando a que yo aprenda a hablar para que se lo diga! Pero de momento yo sólo sé decir unas cuantas palabras, y no me sirven para eso, así que no me entenderían... ¡a ver si el tío y Pan van a tener que esperar a casarse y a tener hijitos como yo hasta que yo hable bien del todo! Y a mí eso me pondría triste porque yo quiero mucho a Pan y al tío y yo quiero que se casen ya, ¡y que Pan lleve un vestido de esos blaaaaaancos, blaaaaaaancos, que son tan laaaaaaargos, y que se van arrastrando por el suelo...! Mamá tiene un vestido de esos, porque es una mamá. ¡A mí también me gustan mucho esos vestidos! ¡Y a lo mejor también me pondrían uno, aunque yo no sea una mamá!

    Ahora viene mamá. Quiere que me duerma, ¡pero yo no tengo sueño...! Me parece que está un poco enfadada porque hace mucho rato que me ha metido en la camita y todavía estoy despierta, jugando con los peluches. ¡No tengo sueño, mamá! Pero ella dice que hay que dormir, ya. Es que mamá, ¿sabes?, es que tengo hambre... ¡Mira qué bien, me trae una galleta! Mira, mamá, me la como y me duermo, ¿vale? Ostras, ¡si también ha venido Pan! ¡Hola, Pan! ¡Cógeme, Pan, que quiero abrazarte! Qué bien, me gusta que Pan me acune... no sabía que habías venido, Pan... ¡mira qué galleta me ha dado mamá! ¿Quieres? ¿No? Vale, me la como yo... Pan, Pan, dile a mamá que no tengo sueño... ¿eh? Díselo... ha bajado la persiana, pero yo veo que hay sol afuera, por las rallitas... y cuando hay sol no se tiene que dormir, ¿verdad? Sólo se tiene que dormir cuando viene la luna y el sol se va a dormir en su camita... Uy... me parece que me está dando sueño, porque cuando estoy muy bien yo siempre me duermo... y Pan me acuna tan bien... pero no me dejes en la camita, ¿eh, Pan? Yo quiero estar contigo... hueles muy bien...¡te quiero mucho! Y me acunas tan bien... tan bien...