n/a: Este es un fic para Yui Aishimasu-Hiro, que prometió que escribiría de esta parejita si yo lo hacía antes. ¡VIVA!
Disclaimer Applied
Advertencias: Karin!Centric. Leve UA, Pre-Saga Quincy. Romance cursi-rosado-kawaii. No correspondido.
Five-Shot
Géneros|| Romance / Drama.
Parejas|| Karin x Uryuu. Ninguna otra, sólo menciones.
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No fue a primera vista
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"El amor agudiza todos los sentidos, menos el común."
Sunshine Magazine.
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A decir verdad, yo no sé cuándo comenzó exactamente. Lo que sé es que influyó el tener tus visitas constantemente en nuestra casa, todo debido a quién es —o "qué es" como tú dices en bromas— mi hermano.
La primera vez que recuerdo haber hablado contigo, la charla se sintió muy forzada. Yuzu, que por algún motivo estaba bipolar esos días, me ordenó hacerme cargo de la cena mientras ella ayudaba a papá en la clínica. Ichi-nii no se dignaba a regresar de la escuela, a la cual estoy segura no asistió por su trabajo sin paga de héroe.
Acortando la historia: tuve que abrir la puerta y, de lo furiosa que estaba con mis hermanos y como soy pésima para las venganzas de cualquier clase, te dije que podías esperar a Ichi-nii en su habitación.
Viraba rumbo a la cocina, cuando tu voz me increpó antes de dejar totalmente la entrada.
—Karin-san. Perdona que lo pregunte sin más pero, ¿recuerdas haber hablado conmigo antes, en cualquier otro momento?
—Eh… —mi hermano me había comentado parte de tu personalidad, pero aún así, el tono me había erizado los bellos de la nuca. Jamás un chico, menos uno mucho mayor que yo, se había dirigido hacia mí con la cantidad de respeto que habías colocado en cada palabra. No te habías oído brusco, ni bastante amigable, pero de hecho había sonado relajante escucharte hablar. Para cuando lo noté, había tenido que esforzarme por recordar la pregunta—. No… no lo creo —finalmente pude contestarte, dubitativa.
Para cuando quise preguntarte por qué del cuestionamiento, Ichi-nii había decidido llegar inoportunamente. Demasiado inoportuno, pues, como aún no te retirabas del recibidor de la puerta, al ser abierta ésta te golpeó en la espalda con tal cantidad de fuerza que caíste de barbilla al suelo.
No negaré que la escena me resultó cómica. Haberte visto dialogar tan serio, para luego estar tendido de alfombra, me provocó deseos de reír. Pero no quería ofenderte, así que decidí devolverme a la cocina y esconder mi sonrisa divertida bajo mis palmas.
Horas después, no quisiste quedarte para la cena, así que pensé en aprovechar la presencia de mi hermano para preguntar al respecto. Sin embargo, Ichi-nii fue el que sacó el tema, tras la comida, y mientras yo estaba sola enjuagando platos.
—¿Es la primera vez que te encuentras con Ishida?
Si fuese un hermano del montón, me hubiera preocupado de la probabilidad de que estuviera entrando en su modo protector al tener falsas sospechas de algo que no existía. Pero era mi hermano; así que un, tanto irritada todavía por la semi-pelea entre Yuzu, le dije lo que pasaba por mi cabeza.
—Si dices que Ishida-kun es el más inteligente de ustedes, ¿pensaste que él mentía cuando te informó lo que contesté? —y pasé a exigirle que me dijera por qué creía importante que yo recordara haber tenido una conversación contigo en particular.
Si había dejado de ocultarle la verdad a Tatsuki-chan, Mizuiro-kun y Keigo-kun, ¿por qué se tomaba el trabajo de mantener mentiras conmigo? Quizás la misma pregunta había orillado a Yuzu a enfadarse esa tarde, y desquitar la molestia, ocasionada por nuestro hermano, conmigo. Mas Ichi-nii siguió manteniendo el misterio, alegando que no tenía mucha importancia al asunto.
Me indignó no poder lograr sacarle una pizca de información, e infantilmente me mantuve así durante varios días.
A las dos semanas, cuando mi bomba de ira se había transformado en pesar a punto de estallar, volví a sacar mi lado egoísta al deambular hasta altas horas en la calle.
Los hollows vagando eran lo de menos, parte de mí sabía que en ese caso Ichi-nii aparecería a salvar el día —la noche, más bien— e inquirir en qué diablos pensaba. Tal vez era parte de mi rebeldía adolescente, no lo sé. Sabía que estaba siendo estúpida.
Esperé pacientemente el alarido de algún monstruo hueco pero… en cambio, tu voz resonó en el lugar.
—¿Qué haces sola a esta hora? —por tu expresión calmada, era difícil deducir que parecías físicamente sorprendido.
Y aunque lo decías figuradamente, de algún modo decidí contestarte con una evasiva apáticamente sarcástica.
—Descubrí que soy Hachiko. Pero no me gusta la estación, así que voy a esperar a mi amo aquí.
No esperaba una risa de tu parte, ni la obtuve. A cambio de mi supuesto comentario, recibí un silencio que se prolongó durante un par de minutos. Sospeché que mi humor pudo haberte alejado, no sería la primera vez que un chico lo hacía. Mas sí fue la primera vez que quise comprobarlo. A falta de capacidad para detectar el reiatsu, si quería asegurarme debía usar la vista para ver si seguías allí.
Lentamente soslayé la mirada, con mi mente a la defensiva de no realizar el movimiento, y de pronto no encontré tu rostro de frente.
Hallé tu perfil.
A mi parecer, esa fue la instancia en que descubrí… que no me gustaba tu sonrisa, Ishida-san. No cuando tus cejas mostraban un amago de titubeo, como si dentro de tu cabeza hubieras visualizado un recuerdo que te provocaba dolor rememorar.
La misma sonrisa de labios que aparecía en papá, en Ichi-nii, en Yuzu, en mí, cuando al hacer memoria nos adentrábamos en partes del pasado que deseábamos cambiar.
Sin embargo, no dejaste que tus emociones nublaran su percepción. Bajando tu rostro hacia el columpio donde yo reposaba, me hiciste un ofrecimiento bastante anormal. Bueno, nada normal desde que pasamos a estar en el siglo XXI.
—Te acompañaré a tu casa.
—¿H-Heh? —me había aturdido.
Porque a cualquier chica de trece años le parecería una locura que alguien, con quien no había convivido, la invitara a caminar a su lado. De seguro, las más normales, habrían augurado malas intenciones de parte del sujeto. Hasta por una milésima de segundo, prefería irme sola. Pero no por desconfianza.
Tus ojos, tras las gafas, carecían de malicia, de indecencia o de alguna señal de doble intención; realmente no existieron dudas, de mi parte, sobre ti. La alerta que mantenía era porque me negaba a dejar el lugar, pese a que me indicaste que mi hermano había partido esa tarde a la Soul Society.
—Aaaaah —fue cuando lo comprendí—, es por eso que no ha llegado aquí.
De saber que ese comentario tonto te molestaba… habría dicho alguna cosa aún más tonta.
—¿¡Q-Qué clase de respuesta es esa!? —te había exasperado mi indicación—. ¡No me digas que todo esto lo improvisaste a último momento!
El repentino cambio en tu humor me provocó impresión, aunque terminé solamente expresando lo que ya sabía.
—Bueno… ¿sí? No lo pensé realmente, fue como un impulso.
Te mostraste insatisfecho con la respuesta y lanzaste un bufido en mi contra.
—No puedo creerlo. Eres como tu hermano.
No fue necesario meditarlo dos veces.
—¿M-Me estás insultando?
Mi duda había opacado tu bajo estado de mal humor, como si te hubiera agradado que yo dijera justamente eso. ¿Será que fui la única en captar que la exclamación era en tono despectivo? Me lo pregunté tiempo después, ya que en ese instante quedé atónita ante el nuevo panorama.
No había esperado sacarte de quicio, aún menos esperé haberte hecho sonreír.
En mi estómago, al mismo tiempo, se instaló un hormigueo. Mi corazón había comenzado a incrementar su velocidad, pero no le tomé mayor importancia.
Como pedido de te dejaría llevarme sana y salva a mi hogar, te pedí que me explicaras por qué se supone que no recordaba haber tenido una reunión contigo antes.
Tras unos segundos de indecisión, procediste a narrar la pelea con Tsukishima y, contra el pronóstico que pude imaginar, me explicaste lo que nos ocurrió, a tus compañeros de clase —los amigos de Ichi-nii— y a nosotras.
No fuiste bueno aparentando, ni tratando de consolar. Me diste mi espacio cuando, al caminar rumbo a casa, me abstraje en mí misma al saber la verdad del suceso con el que, te fue imposible de ocultar, habías quedad marcado en su momento.
—Fue muy duro para tu hermano, esa es una razón del que no decidiera contarte. Otra es que… teme que te culpes a ti misma.
Fue lo último que escuché, además de una tradicional despedida con deseos de buenas noches al ingresar en casa.
Mi mente dejó de cavilar sobre ti, para centrarse más en que vivió mi hermano por causa de aquel tipo llamado Tsukishima Shuukuro.
Yo fui una de los que habían dudado. Fui una de quienes, con su desconfianza, quebraron a Ichi-nii hasta tal punto de que tras, perder sus poderes, no le quedó opción más que bajar los brazos… y no poder hacer más que llorar.
¿Cómo había sido capaz de dejarme manipular por alguien? Ciertamente, si el trabajo de Médium —pese a que lo tuve poco tiempo— jamás había sido para mí, con esto quedaba claro que no servía para tal labor.
Me perturbaba la paranoia, suponer que podría volver a pasarnos, a pasarme.
No es que fuese un tema increíble, es común de un enemigo de turno tomar por rehenes a las personas con lazos más cercanos.
Tengo la suerte de saberlo sólo por experiencias de videojuegos.
Con el paso de los días, pudo deshacerme de la incómoda cavilación que me atrapaba al indagar en posibilidades nefastas. Tratando de ver lo positivo, de centrarme en el ahora, que era lo más importante. Si algo tenía que pasar, pasaría, no había modo de revertir algunos sucesos.
De momento, si no apreciaba lo que poseía en frente, acabaría como los mismos causantes de todas aquellas peleas.
Redescubrí eso al hablar con papá, quien tuvo otro de sus extraordinarios momentos donde quiso dejar de ser un bufón y mantenerse filosófico.
Sin embargo; a pesar de que todas las otras emociones se esfumaran, aún hay una que se conserva firmemente dentro mío.
Tal vez porque no puedo cambiar este entorno habitual. Ya que tú eres visita recurrente, para bien o para mal.
Ishida-san, después de lo que has hecho por mí, lamento ignorarte cuando vienes a casa.
Es a propósito, aunque mis motivos no son ninguna de las hipótesis que cruzan tu cabeza.
No lo notas, pero la verdad es que cada vez que te veo…
Me sonrojo, sudo, tartamudeo, me comporto como la niña que siempre quise no ser. Pero no lo puedo evitar… porque me gustas.
Desde que lo acepté, he probado distintos modos de no demostrarlo. Hoy vuelves a aparecer, y debo cambiar rápidamente mi meta original.
—Hola Yuzu-chan.
—¡Hola Ishida-kun!
No, esto no es bueno, quizá si regreso mis pasos ayude. Estoy en los escalones superiores, sólo subiré dos y…
—Hola, Karin-san.
¿Por qué siquiera me molesto en creer que podría ocultarme? Si tú posees poderes, es muy seguro que incluso me haya detectado antes de que yo decidiera bajar a la primera planta. Al haberme visto en el pasillo, no habrías dudado en devolverme el saludo si también me veías. A diferencia de mi hermano, tú eres más de buenos modales ante todo. Pero yo me sentiría más aliviada si pudiera idear formas más rápidas de evadirte, o poder evitarte completamente.
Podría haber acabado bajando, pero no, me quedé tontamente de pie en el mismo escalón cuando recibí tu saludo.
—Uh…—agradezco no haberme quitado, apenas llegué de la escuela, la chaqueta que el clima casi glaciar me obligó a ponerme este día de clases. El tener algo holgado, cubriendo desde mi vientre a mi cuello, evita que notes el respiro interno que doy. Lo falta de aliento que me quedo al intentar que el pánico no me aprese—. Hola Ishida-san.
Recordar que solía llamarte con el mismo honorífico que mi hermana hasta que, al reconocer que comenzabas a gustarme, terminé sopesando y acabé por cambiar el "kun" por el "san".
Dándote mis saludos de este modo, buscando calma, esperé obtenerla. Pero fue demasiado bueno para que se tratara de un hecho, pues de nuevo inicié con un balbuceo tosco, ese que me adelantó desde el principio que este intento de plática acabaría mal. Lo dije en un tono duro.
Y lo vuelvo a arruinar.
Notas mi torpeza, y aunque sé que no preguntarás, saberme descubierta logra desatar en mí una cadena de reacciones que te pertenecen y de las cuales no caes en cuenta.
Siento ardor en las manos, por si no fuera suficiente el revoltijo en mi cabeza, el sudor se desliza por mis dedos y mi rostro pasa de tibio a caliente. El nerviosismo se incrementa en mí al reparar que mis orejas deben compartir el mismo color que mis mejillas, un rojizo intenso y obvio para cualquiera. Frunzo el ceño un poco buscando disimular, añorando tranquilizar la velocidad de mis latidos de a poco.
Lamentablemente, pese al genio que eres, interpretas mi gesto repentino como un signo de desagrado por tener que verte. Es una de tus acciones recurrentes. Supongo que es el motivo por el que colocas, sobre esa ligera molestia, tu gesto de frialdad impasible e incluso llegas a ignorar mi existencia al pasar por mi lado.
Es horrible saber que, si quiero que no te enteres, debo seguir fingiendo así.
Usualmente, luego de que desapareces de mi campo de visión, me embarga la molesta sensación de entender que he arruinado parte de los buenos ánimos que traías. Sin embargo; me consuela saber lo poco que dura, tu descontento, al adentrarse en la habitación de Ichi-nii. Hay gritos e insultos tuyos, sin intención verdadera de herir, al mismo tono que el de mi hermano, junto a comentarios de Orihime-chan y uno que otro de Chad. Percibir que eres expresivo, en compañía de amigos, me alivia.
Darme cuenta de que no le te provocado daño significativo, me alegra.
Jamás lo he dicho, ni lanzado un comentario para que alguien tenga la posibilidad de darle nombre al sentimiento. Pero supongo que el gen perceptivo Kurosaki está en todos nosotros.
—¡Aw, Karin-chan, tus sonrojos de enamoramiento son tan lindos! —Yuzu da su diagnóstico a mis síntomas, olvidando la delicadeza de la confidencialidad de paciente-médico.
—¡Que bajes la voz! —le digo alarmada; en un susurro, que casi se convierte en grito, si no fuese por decirlo en modo afónico mientras la tomaba por los hombros.
No hay por qué negar las pruebas, o para decirlo directo, las muchas veces que ha tenido la oportunidad de notar mis expresiones cambiar a pasivas mientras estás presente o alrededor.
La primeras veces lo negaba demasiado. Entonces, al salir de la escuela camino a casa un día, Yuzu anunció que estabas acercándote y yo, con lo predecible que soy, atiné a congelarme en mi sitio. Mi cara parecía el vivo retrato de esa lata de sopa. No me refiero a lo artístico, sino a lo estúpido que yo lo consideré al buscar, desesperadamente, otro objeto que mirar.
Fue inevitable negarlo al llegar a nuestra habitación, sobre todo al ver mi rostro en el espejo de nuestro baño y percatarme de que aún me había quedado rastro de vergüenza a vivos tonos.
Bochorno que Yuzu prefirió llamar timidez porque, según ella, no había por qué avergonzarse de sentirse atraída por un muchacho. Y tampoco disimuló querer saber a detalle desde cuándo estaba tan atenta de ti.
Aunque desearía saber si previendo qué sucedería al final, con tantas coincidencias de vernos casualmente. Si hubiera estado conciente, podría haber omitido dichos encuentros para no caer en este confuso sentimiento royendo mis sentidos en cada nueva oportunidad. A pesar de reparar en muchos sucesos a mi alrededor, siempre busqué una manera de ignorarlos teniendo la esperanza de que ciertos problemas desaparecerían pasando su debido tiempo. Era un tipo de filosofía cruel que yo mantenía, mas tratar de aplicarla a mi vida ahora ya es querer realizar un acto imposible.
Por lo tanto, engañarme ya no es un camino a seguir. Sabiendo esto, deduje que si me era difícil engañarme a mí misma, mentirle a los demás sería más costoso. Aún así, era mi plan de respaldo y en lo que me esforzaba.
—¿Ishida? ¡¿El hijo del Director del Hospital Ishida?!
Lamentablemente, Yuzu suele soltar la lengua en momentos indebidos y lo tiendo a contestarle en peores situaciones. El comentario, que iba dirigido a mí, terminó saliendo del baño donde estábamos solas. En el transcurso de unas horas, todas las clases y hasta los profesores tenían una disparatada versión del rumor.
Compañeras con las que compartía clase, susurraban razones de la A a la Z del por qué era imposible que yo estuviera en una relación romántica contigo.
Los profesores, por azares y culpa de los charlatanes, sólo interpretaron mis palabras como un alarde de una adolescente sin vida amorosa.
Fue una suerte. Me culparía si, por un error mío, se tomaran las habladurías de forma literal. Si, por mi culpa, llegaban a juzgarte al creer que realmente teníamos una relación de algún tipo.
Por Kami-sama, ni amigos éramos. Pero qué más da, el poder de la lengua humana inventará mitos hasta que el final de los días, el cual, teniendo en cuenta todos en la Soul Society y demás mundos, está a años de suceder.
Entonces, era de esperar que el lunes, martes, miércoles y jueves las chicas con una activa vida social —de huecas, tan huecas que hasta llamarlas hollows es un insulto a los monstruos— tuvieran otra víctima en la mira.
Yo podía lidiar con las burlas, las miradas despectivas, las "explicaciones" de que jamás podría estar a la altura del heredero de Ishida Ryuuken, de lo inadaptada que era, lo rara y hasta lo marimacha que lucía —o "tomboy", como lo dicen para sonar más "cool"—; lo que no toleré es que hablaran mal de ti.
Sí, tal vez no eres un tipo de porte atlético, con músculos y una tabla de lavar bajo el pecho —¿y cómo diablos se supone que los chicos sabían eso? ¿Por cómo te queda la ropa? ¿Tanto te miran ellos también?—, pero eso no significaba que no fueses una de las mejores personas que existían en el mundo. Por lo que comentó Orihime-chan, además de ser el Presidente de la clase, ocupas el puesto de Número 1 a Nivel Académico, eres experto en costura y sabes cocinar.
¡Todo lo opuesto a los pervertidos de mi salón!
Eres amable, atento, caballeroso y dulce.
Oh, diablos. Kurosaki Karin… lo arruinaste tú misma. Aún peor, lo arruinaste sonando como una niña de un dorama empalagoso.
Delante de la clase entera.
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—¡KAMI-SAMA! ¡NO PUEDO CREER QUE LES DIJE ESO A AQUELLOS IDIOTAS! —al llegar al parque ni bien acabadas las clases, gritó a todo pulmón. Yuzu, sentada de rodillas junto al árbol que Karin usaba como soporte de espalda, le dio palmadas.
—No estás siendo práctica, ¡traidora!, un golpe antes de decir eso hubiera servido —quiso recomponerse, pero emitió un chillido lastimero en su lugar—. S-Soy patética.
Yuzu rodó los ojos, suspirando quedamente ante la exageración.
—Estás enamorada de un chico, ¿qué hay de malo en eso? —su intención era ayudar, pero debía tocar fondo en el miedo de su hermana pasa solucionarlo.
No es como si Karin temiese saber que estaba enamorada, solamente temía que la persona en cuestión la descubriera.
—¿Por qué me pasa esto a mí? Orihime-chan tiene más suerte con Ichi-nii que yo aquí.
—¿O-Orihime-chan está enamorada de nuestro One-chan? —Yuzu mostró toda su incredulidad—. P-Pero yo quiero que R-Rukia-chan sea nuestra cuñada, es decir, ¡después de todo lo que ha sufrido!
Dejando que su gemela opuesta se sumiera en dilemas ocasionados por la actuación de Rukia; Karin empezó a meditar qué haría.
No planeaba, por algún medio y pese a sus intenciones platónicas, acercarse a Ishida-san para conseguir esa idea descabellada de tener una cita. Simplemente necesitaba tiempo para dejar que, el enamoramiento, quedara en su mente como un recuerdo.
Ishida-san era mayor que ella por cuatro años. Ella llegaría a los catorce, sí, pero él tenía diecisiete y contando.
Y, en caso de que así no fuera, ¿cómo alguien como él podría fijarse en ella?
oOoOoOo
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n/a: Una idea loca que vino cuando acababa de leer parte de un texto sobre el hombre de Neanderthal. ¡No, no sé cómo se coló la idea en eso!
Lo que sí sé es que, "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde" y de pronto me invadió la tristeza de recordar que Uryuu es malo, se fue y todo. Entonces dije, "¿Es porque no te hacían muchos fics? ¡¿Te fuiste al lado malo a buscar más fics, Ishida?!" (?) Y prometí que haría lo más que pudiese de él, si por favor Kami-sama hace que todo sea parte del plan de Tite y Uryuu no es realmente malvado.
Y amo a Karin, así que los emparejo xD
Como siempre, agradezco las lecturas y saben que los reviews son bienvenidos.
