Fic muy corto

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Sasuke caminaba por las calles sin ver, sin escuchar, casi sin sentir. Las personas con las que se cruzaba eran como sombras translúcidas. El aire, la luz... la propia realidad ya no parecía real . Y es que todo había cambiado en un instante, con unas pocas palabras.

En su apresurada marcha apunto estuvo de atropellar a unos niños que jugaban correteando alegremente. Chocó con una persona que caminaba en sentido contrario, derribándola sin detenerse . El hombre, muy ofendido, quiso recriminarle desde el suelo a gritos su falta de cuidado, pero no terminó la frase, le fue suficiente una simple mirada para saber que era mejor callarse.

Continuó sin parar hasta llegar a las afueras de la aldea y una vez allí se quedo quieto, cerró los ojos y respiró profundamente. Su mente daba vueltas inútilmente al problema que se le había presentado, y es que su problema no tenía solución: Estaba enfermo y no le quedaba mucho tiempo de vida. Pronto estaría muerto.

Hacia tan solo una semana que había regresado a la aldea tras cumplir una importante misión. Nada más llegar le curaron una herida leve y aprovecharon para realizarle una rutinaria revisión médica por precaución. Sasuke normalmente rechazaba este protocolo pues no le gustaba que le molestasen con lo que él consideraba ``tontas e innecesarias preocupaciones´´; sin embargo esa vez accedió, pues en los últimos meses se notaba algo más débil e incluso a veces llegaba a toser sangre.

Y hoy le habían comunicado el resultado de su análisis: Padecía una gravísima enfermedad que resultaba del todo incurable y que le llevaría a la muerte en un breve plazo de tiempo. La asustada kunoichi médico que le transmitió el rotundo diagnóstico se sorprendió al ver que Sasuke permanecía impasible ante la terrible noticia. No le conocía. Sasuke no mostraba sus sentimientos con facilidad, incluso tratándose de algo así. El Uchiha le preguntó si no había nada que pudiera sanarlo, librarle de la enfermedad, a lo que la chica le contestó que su dolencia era extremadamente rara, probablemente hereditaria y exclusiva del clan Uchiha, por lo que la información que tenían de ella era prácticamente nula -pues a excepción del propio Sasuke, el clan había sido exterminado y lo concerniente a los secretos y peculiaridades de sus miembros se habían perdido en gran medida-, así que era imposible encontrar un antídoto. No había esperanza.

Antes de macharse, Sasuke hizo una pregunta más:

-¿Cuánto tiempo me queda de vida?

-No podemos saberlo con seguridad, la enfermedad se extiende muy rápido...quizás un mes, dos como mucho..., la verdad es que si no fueras tan fuerte es probable que ya te hubiese matado.

-Entiendo.

-Lo lamento mucho.

Y por eso se encontraba ahí, a las afueras de Konoha, intentando pensar con claridad. No estaba asustado, la muerte en si misma nunca le había intimidado demasiado, más allá de ser algo que le impediría alcanzar sus propósitos. Y sabía bien que hay cosas peores que morir.

-Itachi, ahora compartimos una cosa más- susurró.

La vida, su vida, había sido dolorosa, triste y desgraciada durante la mayor parte del tiempo, y por eso el Sasuke del pasado creía que no perdía demasiado desapareciendo del mundo. Pero el Sasuke del presente tenía un rayo de luz, de calor que le hacía feliz y ya no pensaba lo mismo. La vida tenía cosas excepcionales, y ahora sentía rabia al saber que ya no podría disfrutarlas. Y sobretodo sentía pena al pensar en a quién dejaría atrás cuando ya no estuviese.

Se dispuso a regresar, decidido a afrontar la realidad, por dolorosa que fuese. Sólo tenía una duda:

-¿Cómo se lo diré a él...?

-¡Teme, dónde te habías metido?, el ramen se a quedado frío.

-Naruto, ven, tenemos que hablar

Y es que Sasuke y Naruto mantenían desde hacia tiempo una relación amorosa...secreta, para disgusto de Naruto que siempre quiso hacerla pública; pero el Uchiha nunca cedió, no permitiría que el sueño del rubio de convertirse en el siguiente hokage se viese obstaculizado por estar unido a un ninja que en el pasado renegó de Konoha. A pesar de que Sasuke se había redimido y ya no constituía ninguna amenaza- más bien todo lo contrario, pues ahora se encargaba de cumplir misiones muy arriesgadas para proteger la aldea-, era consciente de que la gente no confiaba del todo en él, e incluso había quien le tenia miedo. Un día supo que algunos le apodaban ``mala sombra´´ debido a sus ropajes oscuro, su carácter reservado y su temperamento severo. No, Sasuke conocía muy bien el recelo que todavía le guardaban, lo comprendía y no culpaba a otro que no fuese a si mismo.

En consecuencia, para que no les descubrieran solían reunirse en un claro del bosque, a cierta distancia de la villa. A veces, cuando no podían soportar estar separados se arriesgaban a ir a la casa de alguno de los dos por la noche, con mucho cuidado de no ser vistos. Y a pesar de que esta situación era incomoda y les privaba de mucho tiempo para estar juntos, también la hacía más excitante y -como tenía que admitir el propio Naruto- confería a su relación un aura de misterio y exclusividad, pues eran él uno sólo para el otro, no existía para nadie que no fueran ellos.

Eran felices, sin ninguna duda. El pasado había sido triste para los dos; pero el presente, desde que estaban unidos era todo luz y esas penumbras eran sólo un mal recuerdo.

¿Y el futuro? Lamentablemente la oscuridad había vuelto.

-Naruto, ven, tenemos que hablar.

A Sasuke le fue muy difícil contale lo que sucedía.

No hagas bromas con eso Sasuke, no tiene ninguna gracia!

-No bromeo, es la verdad.

Naruto no quiso creerle, entre lágrimas le aseguró que encontraría una solución. Sasuke no le dio falsas esperanzas, le explicó que su hermano murió a consecuencia de misma enfermedad.

-Si Itachi no halló la manera de salvarse es porque no la había.

Sasuke contuvo a Naruto con un abrazo, mientras éste negaba y le golpeaba, empapándo el hombro del moreno en el que había apoyado la cabeza. Con mucho esfuerzo, muchas horas después, el rubio casi acepto la realidad, aunque se negaba perder la esperanza.

Ya de noche, tumbados en el suelo cada uno en brazos del otro hablaron con resignado dolor:

-¿Cómo es posible esto Teme?, acabas de llegar de tu misión... apenas hemos podido estar a solas …. tenía tantas ganas... y ahora... ya no te veré más.

-Todavía nos queda algo de tiempo, Usuratonkachi, no tengas tanta prisa por enterrarme.

-Te he dicho que dejes de bromear-dattebayo.

-Vamos Naruto, somos shinobis, la muerte es parte de nuestras vidas: cada misión que salimos a cumplir puede ser la última.

-Lo sé..., y no me sirve de consuelo.

-Mpt.

-¿Eso es todo lo que tienes que decir?

-¿Y qué quieres Naruto? No hay nada que se pueda hacer. Además, soy yo el que se muere y el que debería estar enfadado.

-Me enfado porque me importas y no me gusta ver que lo aceptas así como así. No quiero que te mueras. Nunca podemos... siempre acaba ocurriendo algo que nos separa... nunca podemos estar juntos.

-Podemos aprovechar todo el tiempo que me queda, Dobe.

-No tienes otra opción: no pienso perderte de vista ni un segundo.¡Es una promesa, dattebayo!Voy a estar contigo en cada momento, yo...

-Sssssh,cállate ya Usuratonkachi.

-Sasuke hace frio, vamos a la cama, no te conviene dormir en el suelo. Y mañana iré a comprar mucha fruta para desayunar.

-Naruto, no te conviertas en mi enfermera.

-Pues no me des motivos para hacerlo.

-Está bien, vamos.

Y durmieron abrazados con la secreta esperanza de que al despertarse todo hubiese sido tan solo un mal sueño.

A partir de ese día, tal y como había prometido Naruto, estuvieron todo el tiempo posible juntos. Sasuke, debido a su enfermedad, quedó libre de realizar misiones, y Naruto rechazó todas aquellas que le asignaron excusándose lo mejor que pudo.

Revivieron los primeros días de su noviazgo, dado largos paseos cogidos de la mano, alejados de Konoha.

-Lo recuerdas Sasuke, ahí fue donde... nos confesamos. Habías regresado a Konoha definitivamente, para siempre, y yo no podía estar más contento... y nos fuimos a entrenar los dos juntos como hacía tantos años que no ocurría y cuando tropecé y me caí del árbol y tú me sujetaste aunque no hacía falta y...

-Sí, me acuerdo, yo también estaba, no hace falta que cuentes toda la historia.

-Gruñón. Y... nuestro primer beso, dattebayo.

-El primero pero no el último, Dobe.

Y volvían a unir sus labios otra vez, bajo los mismos árboles que les contemplaron hacerlo aquel día no tan lejano. No, no fue el ultimo, pero sabían que pronto sucedería: se aproximaba el momento en el que se darían el ultimo beso y se dirían el ultimo adiós.