No me dejes solo
Godric ya era vampiro antes del nacimiento de Cristo. Tenía mas de 2000 años. De hecho, eso explicaba su juvenil apariencia: en aquella época la raza humana no disfrutaba de su plena longevidad. Eric lo fue todo. Ya era anciano cuando lo conoció, pero era especial. -…seré tu padre, hermano, hijo…-le dijo, cuando se lo ofreció. Estaba débil, para sobrevivir, para respirar, para caminar o para luchar, pero aún se veía espléndido, excepcional, noble…solo lo había visto una vez en el campo de batalla, y había tenido un día para pensarlo, pero le sobró: nada mas caer la noche corrió como solo un vampiro de su edad puede correr, deseando no llegar tarde, y no lo hizo. Desde luego, Eric no le decepcionó: pasó la noche, y pasó el día, y aún entrada la noche siguiente seguía teniendo fuerzas para decirle a la muerte a la cara que era un canalla por matar a sus hombres, que le parecía solo un crío y que si pudiera, le haría frente.
También que quería vivir. Y bastó con ello para que Godric cumpliera su promesa. Para que se convirtiera en su padre, hermano, hijo…y maestro, y compañero, y amante. En su protector. En todo, para él. Vivieron mil años juntos, y lo vivieron todo.
Y ahora, después de aquella batalla, de repente se sentía absurdo. Perdido, como un preadolescente en una discoteca que en realidad quiere volver a casa y dormir. Estaba cansado. Cansado de tanta batalla sin sentido: miles y miles de guerras se habían sucedido, la mayoría absurdas, algunas idénticas, y nadie aprendía de ellas. Lo mas triste, es que los humanos, a los que tan inferiores consideraban empezaban por fin a avanzar, y ellos con sus siglos de vida a cuestas aún no.
Le pareció, otra guerra. Y nada mas. Una además, peligrosa, pero especialmente absurda. Y a fin de cuentas, se la merecían. Se la habían ganado ellos, los vampiros, en general, por tratarlos sin respeto. Y con todo, el día que se enteró no pudo sino pensar…-"no, venga ya. Otra vez no"- y no se vio capaz de sorprenderse cuando vio el ejército de chavales con el cerebro lavado, incluso se había entregado como quien dice…-"esta bien, te lo doy con tal de que te calles y dejes de darme la tabarra"- estaba cansado. Y era un cansancio que ni el sueño ni la sangre podrían curar.
No le apetecía provar sangre. Ni su tipo favorito ni aquel muchacho de tipo tan poco común que Eric le había reservado. Ni si quiera esa True Blood que tanta polémica había levantado. Aún que, por dios, lo agradecía: era el único verdadero avance que notaba entre los suyos desde que había pasado a formar parte de ellos, a parte de cuando se les empezó a relacionar con el satanismo.
Y hablando de Eric…oh. Eric. Cuando tomó la decisión de convertirlo y hacerse responsable de él lo hizo espontáneamente, y ni un segundo se había arrepentido de ello. Habían estado unidos mucho tiempo, tanto que los últimos años que habían estado alejados el uno del otro, a cualquiera podrían parecerle…irrelevantes; pero con todo, había notado su falta. Lo había hechado de menos desde la primera noche que se habían separado. Y cuando apareció allí, corriendo con todas sus fuerzas (Como había hecho él a su misma edad, para no perderle, antes incluso de conocerle) ambos se miraron a los ojos, y en los de Eric había miedo, y añoranza. Godric sin embargo no pudo evitar sentirse feliz por volver a verle. No le sorprendió que hubiera venido con tanta prontitud. No le sorprendió su comportamiento preocupado, servicial…ni, (tratándose de el) cariñoso y protector. Incluso le pareció un detalle que le reservara aquel "suministro" de sangre tan poco común. Pero estaba cansado.
Estaba tan cansado que ya no le importaba lo que pasara en el mundo. ¿¡Que mas daba! En unos cien años los humanos habrían empezado a acostumbrarse a la convivencia con los vampiros. Los vampiros seguirían alimentándose, algunos de aquella Trae Blood, y otros de humanos. O subyugarían la especie, ¿Qué importaba? Todo se había vuelto tan descabellado que realmente ya no le sorprendía nada. Todo le parecía apagado, viejo, agotador. Mortalmente aburrido. No pudo evitar darse cuenta de que, en realidad, no era todo a su alrededor: era el. Estaba empezando a sentirse tan anciano como el mundo en si, con la diferencia de que el mundo tiene la paciencia que a él se le mermaba por momentos.
Cuando se presentó aquella rubia allí, a decirle por qué sus actos no eran…adecuados y cómo devía vivir, aún siendo mas viejo que ella, no sintió indignación, ni se sintió insultado. La dejó que hiciera lo quisiera porque, realmente, a el ya le daba igual. De hecho, mejor para él: ya no tendría que participar en la guerra.
En realidad, ya no tendría que participar en el mundo. Es que realmente no le apetecía seguir viviendo. Volver a dondequiera que pudiera volver, esperar que el mundo se desarrollara a su alrededor o a que alguien le pidiera algo…otros dos años, cincuenta, cien, mil…no quería. Sentía mas curiosidad por lo que la naturaleza tiene preparado para los seres a los que les llega la hora. ¿Por qué no?
Nada le ataba a la tierra ya. Ya no había nada mas. Ya no tenía por qué estar allí si ni siquiera le apetecía. Lo haría de forma rápida, sin complicarse las cosas, y sin ensuciar nada ni molestar a nadie: exponerse a la luz del sol, disfrutar de su color y su calos por primera vez en tantos siglos le pareció la mejor manera de hacerlo…lo único por lo que lo lamentaría…era Eric.
Él lo echaría de menos. Lloraría su muerte…tal vez hasta se sintiera solo…
Tenía que despedirse de él.
Y estaba preparado para negarse a darle la razón, incluso para explicar las razones que tenía para desear su muerte. Estaba preparado para ello; pero aún no pudo evitar enternecerse al verle llorar, y pedirle, en su lengua natal, arrodillado ante él, que no le dejara solo. Godric amaba esa parte de él: sin su máscara de cristal, que reflejaba toda la frialdad y crueldad. Amaba esa parte de él, muy muy en el fondo, donde conservaba la esencia de un hombre de las tierras del norte, un rey vikingo orgulloso y apasionado que amaba a su gente y a la vida. amaba esa arte de él, y era lo único que lamentaba dejar atrás. Confiaba en que supiera seguir solo, y salir adelante en aquellos tiempos difíciles….
Era su hijo…y su padre, y su hermano. Y lo amaba desde cada parte de su ser.
Incluso cuando se puso en pie, serio de nuevo pero aún sin su máscara, su mirada reflejaba su verdadero yo. Aquel hombre del norte al que había elegido para ser su hijo durante siglos. ¡y quería irse con él!
No lo permitió. No iba a permitirlo. No lo habría soportado.
Antes de morir, no pudo creerse que, con todo, todavía quedasen en el mundo cosas que le sorpredieran; como el caso de aquella humana, Sooky. ¿Qué era ella? Lloraba por él. Con todo no fue curiosidad suficiente para evitar que llevara a cabo la decisión que había tomado. Lo único que aún sentía, era la pena de Eric, en la distancia, golpeteándole el cuerpo desde dentro: desde su sangre. Lo sentía en su sangre llamándole, llorando, y aún que no hablaba le oía sentir…
"….no me dejes solo. No me dejes solo, Godric…no me dejes solo, por dios…"
Aún después de muerto seguiría atado a la tierra por aquel terrible error. Aún no lo sabía pero después de muerto lo lamentaría. Y lo seguiría oyendo…
No me dejes solo
