Se conocieron en una reunión Anbu. Eran los líderes de sus brigadas correspondientes. Águila y Dragón. Sus nombres claves, aunque sus rasgos físicos los delataran. Ella, la heredera Hyuga; Él, el último Uchiha. Eran perfectas armas de destrucción y muerte. Y en cuanto sus miradas se cruzaron sabían que se pertenecían. No hubo fuegos artificiales ni ninguna otra cuestión amorosa. Era puro y frio conocimiento, lógica.

Fue demasiado fugas para que fuera algo serio. Se vieron una sola vez, de resto convivían solo en las contadas misiones que requerían trabajo en equipo. Pero en las noches, días o semanas que precedieron al encuentro el siempre buscaba su cuerpo y ella se entregaba sin objeciones.

Nadie pensaba que la heredera Hyuga y el bastardo Uchiha se involucrarían. Demasiado tormentoso para el gusto de ambos. El traiciono a la aldea en busca de sus ideales. Ella se quedó esperando eternamente a que viniera en su búsqueda.

Pero ambos sabían que eso jamás pasaría. Porque todo fue un error. Hinata se casaría con un noble cualquiera. Sasuke iría a consumar su venganza, y allí no había cabida para el amor. Ni siquiera sabían que significaba esa palabra. Ni siquiera sentían. Nunca se volvieron a ver. Nunca hubiera funcionado. Pero en sus mentes siempre existirá ese quizás, si la muerte y el orgullo no se hubieran enlazado, tal vez ella hubiese ido en su búsqueda y el la habría recibido con una mirada de superioridad y una sonrisa. Estarían juntos en la muerte.

Pero en el mundo ninja no hay cabida para el quizás. Ella no pudo seguirlo, ni siquiera vio sus paso, pasos que creaban una distancia cada vez más grande.

Hoy, en su funeral, sentada en una rama, lo ve. No cambió nada. Quizás el cabello le haya crecido un poco. Pero ahí en su ataúd se ve como aquel joven ninja de 23 años con el cual compartió alma y cuerpo. Y solo sus memorias son la prueba de eso.

-Al final ambos cumplimos nuestros propósitos. No, Sasuke? – Y diciendo esto se levantó. Y emprendió rumbo hacia su hogar, tenía una familia a la cual atender. A ellos les dejaba el luto, lo suyo había sido solo un error.