¡Hola! Bueno, esta es mi primer historia en este fandom pero ya desde hace tiempo había querido escribir algo sobre esta pareja que me encanta tanto, simplemente no había podido hacerlo por distintas razones. Entonces, gracias a un reto pude dar el gran paso y aquí estoy.

Debo admitir que no tarde en escribir este bebe, supongo que con la inspiración llena y las ideas planeadas desde hace ya bastante tiempo todo iría viento en popa.

Espero lo disfruten tanto como yo lo hice al escribirlo. Como corresponde:

Este fic participa en el Reto del mes de Noviembre "Amores Prohibidos" del foro "Hazme el amor".(Curioso nombre, ¿no creen?)

Disclaimer: Inuyasha no me pertenece, sino a su autora Rumiko Takahashi. Yo solo hago uso de sus personajes para mi disfrute personal y el de algún que otro lector.

Resumen: "Esta es la mejor oferta que puedo darte, mujer. Ni puestos bajos ni lugares altos. No necesito testigos ni contratos estipulados. Ni firmas ni promesas de esfuerzo. Te quiero aquí, a mi lado; solo di sí."


La mejor oferta

By

Aspros

Mírame y dime tus secretos.

Demuéstrame que eres más de lo que veo.

Y háblame de las verdades y mentiras detrás de tu mirada.


Oferta primera: Primeras impresiones

Habían pasado más de cuarenta minutos desde la hora acordada y de su hermano no se veía señal alguna. Maldito fuera Inuyasha y su recién descubierta actitud adolescente. Miró su reloj por tercera vez, desesperado ante la impuntualidad y clara falta de responsabilidad por parte del albino que llamaba medio hermano.

—Tranquilo Sesshomaru. —dijo la mujer que ostentaba con una aparente paciencia que él no poseía. —Dar vueltas no hará que tu hermano llegue más rápido.

"No es mi hermano" le habría gustado contestar, pero una mirada de cuidado de su padre le abstuvo de cometer tal irrespetuosa respuesta.

—¿Por qué no comienzas tu Sesshomaru? —preguntó su padre, con la perene calma en su voz taciturna.

Sesshomaru se volvió hacia ellos y con el paso aristocrático que le caracterizaba tomó asiento justo a la izquierda de su padre. Con un gesto de su mano, indicó a uno de los mayordomos llenar su copa con el vino que tanto a él le gustaba. Miró uno a uno los rostros de los viejos conocidos de la familia; su padre y su madrastra, más allá los viejos zorros que solo querían conservar su lugar en el clan y posterior los demás perros falderos que mendigaban las riquezas de Inutaisho y las amabilidades Izayoi.

No era que le desagradaran tales yokais; pero en un mundo donde los demonios maquinaban cual titiriteros a la humanidad, verlos comportarse como humanos le hacía sentirse enfermo. Un yokai podía vivir sin lujos, valerse por sí mismos, pero jamás abandonar su honor y su orgullo. Ellos, en cambio, besaban las pisadas de aquel que les diera un poco de estatus, arrodillados cual bestias sin la mínima muestra de dignidad o auto respeto.

—Tomaré el puesto de presidente en Kioto y dejare al mando de la rama de Osaka a Miroku.

Simple y conciso. Directo, tal como a él le gustaba. Más de un gesto de sorpresa invadió los rostros de los ejecutivos que ahí se reunían. Habían esperado mucho tiempo para poner sus manos en algunas de las ramas principales de Japón, incluso con algunas de las sedes cercanas a la capital, pero en cambio, Sesshomaru les había abofeteado no solo negándoles un puesto de importancia, sino colocando a un humano al mando de la tercera sucursal más valiosa de Japón.

—Señor Sesshomaru, recapacítelo —habló un regordete yokai con cara de mono. —Dejar al mando de la sucursal de Osaka a un humano es… es…

—Es algo irresponsable mi señor —finalizó otro, uno con apariencia humana pero que poseía unos ojos de color violeta que mostraban su naturaleza demoniaca.

Valiente o estúpido, la verdad a Sesshomaru eso no le importaba demasiado. Como futuro jerarca de la familia era su deber escuchar las opiniones de sus vasallos, sin embargo como futuro líder, también tenía el derecho de mandar sus opiniones e ideas al más recóndito hueco del infierno.

—Fuertes palabras para alguien que no es capaz de sacar a flote la sucursal de Okayama.

El yokai frunció el ceño, furioso ante lo dicho. No era el hecho de que fracasara en sus estrategias de marketing, sino el hecho de que se lo restregara en la cara. Una gran compañía no triunfaría en una ciudad pequeña, eso era un hecho y aun así se atrevía a juzgarlo. Observó a Sesshomaru con gran odio impreso en los ojos y este le regresó la mirada, orgulloso como siempre.

Incapaz de aguantar el peso de los ojos ambarinos, buscó la ayuda de los demás. Nadie le secundó en la idea a pesar de que segundos antes se habían mostrado reacios a la idea de aceptar que un humano ostentara un cargo de poder.

—¿Qué pasara con el señor Inuyasha? —jugó su última carta. Inuyasha, como heredero y presidente de la sucursal de Tokio también debía dar su opinión ante tales decisiones. —No puede tomar una decisión de tal magnitud sin el presidente de la sucursal de Tokio.

Sesshomaru sonrió ante la técnica desesperada e inútil de su subordinado. Era en estos momentos cuando extrañaba las antiguas leyes yokai donde le permitían matar a cualquier demonio que el considerase indigno de su clan.

—Estás hablando con el presidente de la compañía en persona; creo que tengo la posición y jerarquía suficiente para decidir qué hacer.

—Espera Sesshomaru —habló su padre. —Yo también estoy intrigado; ¿cuál es la razón por la cual dejaras a Miroku a cargo de Osaka?

Sesshomaru lo miro sin emoción alguna, no queriendo demostrar la sorpresa que sentía ante la pregunta de su progenitor. ¿Es que acaso no conocía la lengua de Miroku?

—No me mires así Sesshomaru, conozco perfectamente las capacidades de Miroku. Pero yo me pregunto, ¿por qué ahora?

Ya hace tiempo que tenía esa idea. Miroku había mostrado gran capacidad de liderazgo y compañerismo con los trabajadores. Su lealtad a la familia Taisho era indudable y, aunque no quisiera admitirlo, confiaba plenamente en él. Sin embargo, su fama de mujeriego y juerguista no eran del todo ideales para ser el portavoz de la compañía en una polis como Osaka y por eso había mantenido la idea en su mente, midiendo cada uno de los pros y contras de tal decisión.

Pero llegado a este punto, debía arriesgarse y probarlo para ver si estaba a la altura de sus expectativas. Eso y que no quería que los perros falderos de la familia lideraran importantes cargos para adueñarse de las riquezas, como tantos otros tontos habían intentado.

—Es simple. —contestó. —Sé que pronto te retiraras de la sede de Kioto para lanzarte al mercado chino. Es un hecho que yo tomare el mando en Kioto y Tokio seguirá en manos de Inuyasha; lo cual dejara a Osaka sin un buen líder.

Durante su respuesta, Sesshomaru no dejó de observar a los yokais que lo habían cuestionado. Él era más inteligente y astuto, sabía sus tretas y sus trucos, y para cuando ellos lanzaran otra contestación, él ya tendría mil más para hacerlos caer.

—¿Piensas dejarle toda la sucursal de Tokio a Inuyasha?

Esta vez, quien habló no fue su padre. Izayoi le miraba preocupada y tenía razón en hacerlo. Inuyasha, con 25 años apenas había terminado su carrera y ahora lideraba junto a Sesshomaru la cede de Tokio. Pero ahora, el hermano mayor tomaría el mando de Kioto e Inuyasha tendría que liderar solo una de las más importantes sucursales de la compañía.

—Yo en tu lugar no me preocuparía demasiado mujer —respondió Inutaisho tomando su mano con suavidad. —Nuestro hijo heredó la inteligencia para los negocios; ¿no es así Sesshomaru?

El aludido asintió sin mucho interés. No quería decepcionar a su padre diciéndole la verdad sobre la "inteligencia heredada de Inuyasha".

—Por tal motivo —continuó el ojidorado. —Creo que es una buena oportunidad para que alguien con potencial sea puesto a prueba.

—¿Y crees que Miroku debe ser ese alguien? —preguntó su padre.

Ambos, progenitor y vástago se miraron a los ojos. Uno con la firme intención de indagar y descubrir los planes y el otro con la estoica intención de demostrar que su puesto no lo tenía únicamente por su apellido.

—Sí.

Inutaisho suspiro, una parte contento por poder apreciar la inteligencia y valor de su hijo mayor, y otra parte asustado por el increíble parecido que Sesshomaru tenía con él en momentos como estos.

—Bien, si estas tan seguro, lo tendremos a prueba unas semanas…

—Señor Inutaisho, ¿de verdad piensa darle el puesto a un humano? —interrumpió uno de los viejos yokais.

Inutaisho le lanzó una mirada de advertencia, odiaba ser interrumpido cuando hablaba y que lo interrumpieran para cuestionar sus decisiones, le enervaba enserio.

—Creo que Sesshomaru ha dejado claros los puntos. Y si no hay más que agregar, creo que deben retirarse señores. Y Sesshomaru— se volvió hacia su hijo. —Te encargo le comuniques a Inuyasha; supongo que tuvo un motivo de peso para no asistir a la reunión.

Sesshomaru alzó una ceja, preguntándose si su padre se engañaba a sí mismo o si ya sufría Alzheimer. Izayoi sonrió delicadamente al ver el rostro fastidiado de su hijastro y posterior a hacerle una señal a su marido se acercó a Sesshomaru.

—Debes tenerle paciencia —dijo ella invitándole a sentarse y sirviendo una copa de vino, tomándose su tiempo para que la sala quedara vacía.

—No es una virtud que me pertenezca.

Izayoi lo miró fijamente. Conocía a Sesshomaru como la palma de su mano y a veces se lamentaba lo poco que podía hacer por el a pesar de todo. Para ella, no era el hijastro fruto de un matrimonio sin amor y falto de calidez, no. Para ella, Sesshomaru era su hijo mayor; aquel que había crecido en una familia donde la falta de cariño era el pan de cada día y donde creció para convertirse en el frio empresario que era ahora.

—Lo fuiste con Rin.

Al escuchar el nombre, Sesshomaru no pudo hacer más que suspirar. Cansado de hablar del tema con su madrastra. Con cuidado, levantó la manga de su saco y observó con cariño oculto la pequeña pulsera que adornaba su muñeca; una enredadera de hilos de colores brillantes, unos sobre otros, enredados en nudos imposibles de deshacer y que habían causado, en más de una ocasión, preguntas hacia el origen de dicho adorno.

—Rin merecía todo de mí —susurró él. —Más de lo que pude darle.

—Sesshomaru —llamó.

—No, Izayoi. —respondió el antes de que su madrastra continuara. —Lo importante ahora es encontrar a Inuyasha y prepararlo para que tome el puesto de presidente. Y creo que tú sabes dónde está.

Ella negó con la cabeza ante el nada sutil cambio de tema. Sabía que para su hijo, hablar de Rin aun escocia en la herida que no había cerrado y que probablemente no cerraría. Pero tal vez, en las manos adecuadas, esa herida podría cicatrizar y mitigar el dolor.

—¿Nunca me llamaras mamá verdad? —evadió sonriendo. —Debe estar con Higurashi, sabes lo unidos que son —continuó, cediendo ante la seria mirada de su hijo.

Sesshomaru asintió un tanto molesto. No tenía idea de quién demonios era Higurashi, solo que era un amigo de Inuyasha y era quien había realizado todas las ideas de marketing para la compañía. No le interesaba demasiado, Inuyasha era quien se encargaba de pagar y contactar con él, pero desde hace tiempo Inuyasha se escaqueaba del trabajo, faltaba en sus responsabilidades y, estaba seguro, se debía a ese sujeto.

—Ese chico no me agrada —dijo finalmente Sesshomaru.

—¿Chico? —preguntó Izayoi.

—Sí, ese Higurashi. Desde hace tiempo Inuyasha se ha vuelto más idiota. Temo por su dirección sexual.

Izayoi lanzó una carcajada nada propia de una dama. Entre los espasmos causados por la risa limpió las pequeñas lagrimillas que escapaban de sus ojos y miró a Sesshomaru, aun con la palma de su mano cubriendo su boca.

—No le veo problemas, después de todo Higurashi es muy guapo.

Sesshomaru la observó de hito a hito. ¿Qué se supone significaba eso? ¿En verdad Inuyasha se había vuelto homosexual? No era que le importara, en absoluto. ¿Pero acaso su madrastra apoyaba una relación así y peor aún, estaba intentando tentarlo?

—¿Qué intentas decir, mujer? —preguntó, cansado de cavilar posibilidades sin pies ni cabeza.

—¿Por qué no lo averiguas tú mismo? —respondió tendiéndole el teléfono celular.

Sesshomaru miró dudoso el aparato. ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué se supone descubriría al llamar a su medio hermano?... ¿Es que de acaso Inuyasha si era gay?

—Tonterías —y le arrebato el teléfono para comenzar a marcar.

Izayoi sonrió. Lo conocía, incluso más que el mismo. Y Sesshomaru era curioso, aunque no lo aceptara y lo negara al final. Debajo de toda esa cubierta, Sesshomaru era un Taisho, y un Taisho nunca se quedaba con la duda.

xXxXxXx

—Ahome, ¡no entiendo nada! —gritó un exasperado Inuyasha.

Golpeó su frente contra el escritorio, cansado de ver tantas diapositivas en una presentación de la que poco o nada comprendía. Decir que estaba harto era poco. Desde hace casi cuatro horas se habían encerrado en esa oficina con la firme intención de idear la forma de convencer a la población japonesa de comprar los diamantes Taisho.

—Vamos, tú me pediste ayuda Inuyasha. No eres quien para rendirte así — Ahome lanzo un suspiro al escuchar el gemido bajo que salió de la boca del peliblanco.

Ciertamente desde que Inuyasha la contratara para crear la publicidad de la empresa su mundo se había vuelto más ajetreado. No era que no le gustara, para nada. Amaba dibujar, crear imágenes e idear escenas hermosas ¿Y que mejor forma de hacerlo en una multinacional?

Ella sonrió, tomando uno de los bosquejos del joven frente a ella. Para ser honesta, la idea era una bazofia. El fuerte de Inuyasha no era en ese lugar, en esa oficina. Él era un terco y arrogante chico que debía estar fuera y ser libre para conseguir su sueño. Lástima que el peso de su apellido lo obligara a tener responsabilidades que no merecía.

Por eso, cuando ella recibió una llamada de su viejo amigo de la universidad le sorprendió en demasía. Se había enterado que ella era publicista, y vaya que le ofreció un jugoso contrato solo por darle ideas, ideas que el tomaría como suyas (con su permiso, claro está) y así su hermano mayor y su padre podrían darle el respeto que creía merecer. Lo ayudó, nunca se negaría a apoyar a un amigo en necesidad. Había aportado sus más grandes ideas y diseños, los cuales fueron tomados por Inuyasha y en un lapsus de tres años, la sucursal de Tokio había aumentado sus ventas en casi un 80%.

Pero cuando menos lo esperaba, la hecatombe cayó. Su padre lideraría el comercio en China y era seguro que Sesshomaru tomaría su puesto en Kioto, lo cual dejaría a Inuyasha al frente de la segunda sucursal más importante.

—¿Cómo se supone liderare todo esto? —preguntó abriendo sus brazos y señalando toda la oficina.

Ahome pensó en una respuesta y no la encontró. Desde que había comenzado a trabajar, se dio cuenta que Inuyasha no pintaba mucho en ese lugar. Era Sesshomaru quien concertaba las reuniones y cerraba los tratos. Era quien, desde la sombras, manejaba todo con la eficacia de un reloj suizo mientras que Inuyasha era la imagen que todos aceptaban como pilar. Una sonrisa atractiva y una personalidad vivaz; eso era Inuyasha y en verdad, por su gran amistad, no quería decirle eso.

—¿Has pensado en decirles la verdad?

Inuyasha detuvo su perorata en el acto. Mentiría si dijera que no estaba cansado de mentirle a su familia, de aparentar algo que no era y sobre todo, de utilizar el trabajo de otros como suyo para sobresalir. Odiaba eso y estaba cansado en verdad, pero tampoco quería decepcionar a su padre. Ya muchas veces lo había decepcionado para volver a hacerlo.

—Sabes que esa no es una opción.

Ahome suspiró rendida. No quería alargar más esa mentiría, sabía que tarde o temprano el teatro caería y todo saldría a la luz, y mientras más tiempo pasara más doloroso seria el final. Tenía que hacer algo para ayudarlo. Debía de haber una forma.

El timbre del teléfono la sacó de sus pensamientos trayéndola de vuelta a la realidad. Inuyasha con mano perezosa pulsó un botón y la melosa voz de la secretaria se dejó escuchar.

"Señor Inuyasha, su hermano está en la línea"

—Oh, mierda —fue lo único que pudo contestar.

"Inuyasha" llamó una voz masculina a través del altoparlante.

—Sesshomaru, ¿qué pasa?

Inuyasha estaba nervioso y Ahome lo sabía por la expresión de sus ojos. ¿Tan terrorífico era su hermano mayor? Lo había visto en algunas portadas de revistas, era alto y con un muy buen físico al parecer y ni hablar de lo atractivo que se veía, pero fuera de eso, parecía únicamente otro empresario estirado de los que abundaban en el negocio. Su voz era grave y profunda, tranquila. Con un asentimiento de su cabeza y una pequeña cachetada aceptó que era seductora.

"No asististe a la reunión. ¿Por qué?"

—¿Era hoy? —Inuyasha se golpeó el rostro con la palma de su mano, maldiciendo su estupidez. Parecía que cada día se esforzaba por arruinar su propia mentira.

"Idiota" dijo el altavoz. "No importa, voy para allá. Tengo noticias de padre"

Y la llamada se cortó. Todo quedó en silencio dentro de la oficina. Y así como esté dominó, así se fue cuando Inuyasha se levantó de golpe y empujó a Ahome a la salida.

—Perdóname, en serio lo siento Ahome —dijo con una insulsa mirada de cachorrito que Ahome no se tragó. —Sesshomaru no puede verte, si se entera que tú eres quien me ha dado todas las ideas, soy hombre muerto.

Ahome bufó ante lo malagradecido que podía llegar a ser su amigo. "Tienes suerte de que te quiera mucho, tonto" pensó tras salir y cerrar la puerta.

"Ahora, ¿dónde está la salida?" pensó mientras caminaba a lo largo de los pasillos. No conocía realmente la dirección a tomar, el edificio Taisho de Tokio era inmenso y ella no trabaja en alguna oficina, sino desde su casa, desde donde mandaba todas sus ideas y bocetos a Inuyasha.

La puerta de una oficina se abrió a su lado y por ella salió una de las múltiples trabajadoras de la compañía. Le frunció el ceño y sin decir palabra continúo su camino a uno de los cubículos ante la mirada sorprendida de la morena. ¿Qué demonios había sido eso? Volteó a todos lados y pudo observar que la mujer en cuestión no era la única que le lanzaba miradas mortales con tremenda puntería.

"¿Estoy mal vestida? ¿Tengo algo en la cara?"

—¿Ahome? —preguntó alguien a su espalda.

Volvió la vista y sonrió al encontrar por fin un rostro conocido que no le deseaba una muerte dolorosa con los ojos.

—Miroku, tanto tiempo —respondió feliz.

El aludido avanzó los pasos que la separaban y tomó su mano para casi arrastrarla con él al elevador que se encontraba a un par de metros.

—Sabía que Inuyasha te había contratado, pero no que estabas aquí Ahome —dijo mientras las puertas del elevador se abrieron y ambos se adentraron al cubículo de metal.

—Inuyasha me pidió que viniera —contestó mientras pulsaba el botón que los dirigiría a la planta baja. —Necesita toda la ayuda que pueda.

—Ya te contó que quedara solo al mando de este edificio, ¿no?

—Sí, creo que es demasiado para él. Ni siquiera le gusta este lugar.

Ahome abrió los ojos y se tapó la boca ante lo que dijo. Se suponía que era un secreto y ella lo estaba recitando como si comercial se tratase.

—No te preocupes Ahome, ya lo sabía desde hace tiempo —dijo el, divertido ante la vergüenza de la chica. —Por cierto, eres pésima guardando secretos.

Ahome bajo la cabeza resignada. Ni reír quería con tantos problemas que tenía en la cabeza. Quería ayudar a su amigo, pero no tenía ni la más remota de cómo hacerlo. Y si Miroku ya conocía dicho secreto, quiere decir que también ya había intentado ayudarlo, sin resultados.

—¿Qué crees que suceda? —susurró ella.

Miroku suspiró a la nada para después responder. —Sesshomaru se ira e Inuyasha será inundado de trabajo. Intentará dar todo de sí, pero las cosas lo superaran, incluso con tu ayuda y la mía, todo se vendrá abajo y descubrirán que Inuyasha no es tan bueno en los negocios como creen que es.

—Eso mismo temía.

El silencio invadió la escena y ambos se sumieron un mutismo compartido. Mientras la música del elevador taladraba sus oídos Ahome no podía evitar pensar que estaba pasando algo por alto, como si la llave de todos los problemas se encontrara tan cerca para tocarla pero tan lejos para no verla.

—Tranquila, no te quiebres la cabeza —dijo Miroku conciliador. —Estaremos con el apoyándolo y todo se solucionara.

Ahome caviló lo dicho y sonrió con unas pocas fuerzas renovadas. Miroku tenía razón, se suponía que la optimista del grupo era ella. Todo se solucionaría, si estaba con sus amigos, el resultado no podría ser tan malo, después de todo, su madre siempre le decía: "Todo tiene solución, detente y piensa un poco. Las mejores respuestas siempre están más cerca de lo que crees".

Y como si de un hechizo se tratase, la música dejo de sonar y las puertas metálicas se abrieron. Ahome observó con lentitud y con su boca comenzando a abrirse como un hombre muy parecido a Inuyasha pero mil veces más atractivo, daba un paso en su dirección.

Su cabello platinado, sus ojos dorados, la forma de su mandíbula o el tamaño de su pecho; no sabía que era, pero no podía quitar la mirada de ese endemoniado hombre. Sin mirarla siquiera, pasó de ella y saludó a Miroku con un apretón de manos; ¿Sesshomaru Taisho siempre había sido así de atractivo? No lo parecía en la revistas, con esa sonrisa despreocupada y coqueta, así como la corbata un poco desacomodada, ¡incluso no traía puestos los perenes lentes!

Tan ensimismada se encontraba por la imagen de Sesshomaru en persona que no pudo notar como este la miraba con duda. En un segundo su mente hizo clic y un rubor intenso cubrió sus mejillas al darse cuenta que había estado mirando fijamente al hermano mayor de Inuyasha como si fuera un pez muerto.

—¿Acaso tengo algo en la cara? —preguntó con cortesía.

—Ahh… esto, lo siento —dijo con la cabeza gacha y los ojos cerrados. "¡No puedo creer que hiciera eso!" —Mi nombre es Ahome, trabajo con Inuyasha.

Miroku golpeó su rostro con la palma de su mano. Ahome estaba tan avergonzada de sí misma que ni siquiera se había dado cuenta de a quien le mencionó esa crucial información.

—¿Es así? —preguntó. —No recuerdo haberte contratado.

Ahome volvió a abrir la boca ante tal respuesta y por fin pudo darse cuenta de lo que había hecho. A pesar de que fuera Inuyasha quien concertara todas las reuniones y trabajos con ella, Sesshomaru era tan dueño de la compañía como Inuyasha y más aún. Si alguien nuevo entraba, era evaluado no solo por uno de los Taisho, sino por ambos.

"Eso te pasa por tonta" pensó Ahome.

—Tu apellido.

—¿Qué?

Sesshomaru suspiró, su paciencia era poca y en días malos como esos se disminuía considerablemente. Primero la reunión con su padre y los buitres de la empresa, luego su madre recordándole a Rin y ahora se enteraba que Inuyasha estaba contratando mujeres entre 20 y 25 años para vaya a saber dios que cosa.

—Pregunte tu apellido —dijo lentamente, intentando ocultar con poco éxito la frustración que le invadía.

—Eh, sí. Higurashi. Ahome Higurashi.

Sesshomaru se tomó un par de segundos para hilar todas las posibilidades. ¿Así que era esta chica quien le había salvado el culo a Inuyasha? Al menos eso evitaba la posibilidad de que su hermano fuera homosexual, eso era un alivio.

—A mi despacho, ambos —ordenó y pulso el botón del elevador que los llevaría a la oficina más alta del emporio.

—¡No, espere! —dijo Ahome intentando salir a través de la puerta.

Un cuerpo demasiado sólido para su cordura se colocó en frente tapándole la salida. Sin poder evitarlo, ella subió sus manos a la altura del rostro para no estrellarse de frente con la enorme masa que representaba Sesshomaru en esos momentos.

—Dije ambos.

Fue lo único que dijo y Ahome no supo cómo ni por qué, pero su voz se coló a través de su canal auditivo y golpeó su cerebro con fuerza descomunal, haciéndola olvidar que podía hablar.

No dijo nada, ni siquiera se atrevió a verlo a la cara. Despacio y con pasos calculados se fue alejando de él hasta colocarse al lado de Miroku, a una distancia prudencialmente fuera del alcance de su voz y su imponente persona.

Sesshomaru sonrió orgulloso; se sabía atractivo para el sexo femenino y no muy pocos, o no los suficientemente pocos hombres. Y poder demostrar su superioridad sin el más mínimo esfuerzo era un deleite.

—¿Qué es tan urgente que tienes que llevarnos ahora? ¿Y a los dos? —preguntó Miroku con cara de quien presagiaba más trabajo en un futuro no muy lejano.

—Pronto lo sabrás.

Tras esas palabras el silencio volvió a invadir el reducido espacio que los tres compartían. Sesshomaru decidió entretenerse con una de sus grandes habilidades. La observación. Miroku vestía de la misma manera que siempre, sin corbata y con los primeros dos botones de su camisa desabrochados, una pequeña marca en su cuello que seguramente fue hecha por alguna de las mujeres de la compañía, ¿quién era esta vez? ¿Megumi de contabilidad? ¿Hana de publicidad? Suspiró, no había nada nuevo que descubrir, aunque se hizo una nota mental para hablar seriamente con Miroku acerca del final de su vida de soltero. Si, seguramente con las amenazas adecuadas y un buen empujón, lo obligaba a sentar cabeza.

Después fue el turno de la chica. Ropas informales, al parecer no trabajaba más que por contratos. Cabello negro no muy arreglado y unos ojos azules vivaces y llenos de energía que, entre ratos, se encontraban con sus ojos para volverse a ocultar tras el flequillo de su cabello. Era linda, no exuberantemente hermosa, pero tenía su encanto. El pequeño sonrojo en sus mejillas le recordaba a Rin.

Negó con la cabeza y volvió la vista obligándose a cambiar el rumbo de sus pensamientos. Izayoi había traído el recuerdo y ahora este se negaba a abandonar su memoria. Maldita fuera su suerte, y apenas comenzaba el día.

Ahome lo miró negar con la cabeza, ¿qué había pasado por su mente en ese momento? Probablemente nunca lo sabría, pero ese no era el momento indicado para pensar en eso. Estaba metida en un gran lio, Sesshomaru la había descubierto y ahora seguramente la interrogaría en su oscura oficina llena de materiales de tortura que utilizaba con aquellos espías que querían robar los secretos de su compañía.

Rio un poco ante la ocurrencia y se abstuvo de crear nuevas teorías conspiratorias. Tenía que pensar en una forma para que el hermano mayor de Inuyasha no se enterara de toda la verdad y por como lo veía, sería difícil. Sesshomaru no parecía de los hombres que caían en las tretas u olvidaban cosas importantes. Tenía que planear algo fuerte, sorpresivo y que fuera capaz de distraer al ojidorado para no indagar y descubrir todo el teatro que se venía planteando desde hace ya varios años.

Pero la pregunta principal era ¿Qué?

¿Qué sería lo suficientemente impactante y atractivo para que Sesshomaru cayera ante ella?

"Todo tiene solución, detente y piensa un poco. Las mejores respuestas siempre están más cerca de lo que crees"

Eso era. Si existía algo que atraía a los hombres como Sesshomaru, eso era el poder. Más poder del que poseían. Podría funcionar, podría salvar a Inuyasha de una vida encerrado en este frio lugar de negocios. Pero para eso necesitaba revelar la verdad. Desvelar la mentira y rezarle a dios para que Sesshomaru no la botara a ella y a Inuyasha a la calle de una patada.

—Señor Sesshomaru —llamó ella.

Ambos hombres dirigieron sus miradas hacia la chica. El de ojos negros con curiosidad y algo de miedo, y el aludido con atención. Por un segundo titubeo ante el peso de la mirada de oro líquido sobre su cabeza, pero resistió. Debía hacerlo para poder salvar a su mejor amigo.

—Quiero ofrecerle un trato.

La seguridad en la voz de la mujer le hizo dudar por un momento entre echarse a reír por la inusitada broma o aplaudirle la gran actuación que estaba llevando a cabo. ¿Quién era esa chica que se creía capaz de ofrecerle algo a alguien como él? Pero el silencio y la falta de risas hicieron mella en sus ideas, mostrándole que la chica no parecía decir ninguna broma ni estaba loca. ¿Qué demonios?

Se había equivocado en su observación. La chica no solo era linda…

—Habla.

También era interesante.

Oferta primera. Fin.

Si, es la introduccion o prologo. Prometo poner mas romance y una situación pasional, claro. Como dije, este es la primera (de muchas, espero) historias que tengo planeadas para esta gran serie y pareja.

¿Que les parecio? Cuidencte mucho, ¿vale? Nos estaremos leyendo.

Atte. Aspros