Disclaimer: One Piece le pertenece por entero a Eiichiro Oda.


~ Una mujer me arrastró a la bebida... y nunca tuve la cortesía de darle las gracias ~


Capítulo 1. "Desbocado"


La herida en el pecho, ligeramente abierta.

No había alcohol en el mundo que pudiera cauterizarla. Tarde lo entendió, recién por el comienzo de la segunda botella.

Dejó caer el brazo con brusquedad sobre la barra, haciendo que el vaso golpease la madera con un golpe seco. Lo hizo a un lado; había decidido imitar a sus congéneres borrachos y beber directamente del pico.

Zoro lo miró de reojo, chistando por enésima vez —en realidad, ya había perdido la cuenta— sin dejar de darle vueltas al asunto. Era su especialidad: pensar concienzudamente los pasos a dar, sean cual sean, antes de actuar.

De todos sus nakama, con el último que creía poder llegar a compartir copas, era con Usopp, pero ahí estaba… sentado a escasos pasos de él, viéndolo beber como si la vida se le fuera en ello. Y era evidente que eso era lo que se proponía el tirador: que la vida se le fuera.

Se suponía que a Usopp no le gustaba mucho el alcohol, se suponía que el más beodo del grupo era él, porque incluso Chopper y Luffy habían terminado al menos en una ocasión durmiendo la mona en la cubierta del Thousand Sunny, pero era la primera vez en todos esos años que llevaba conociéndolos que lo veía al tirador borracho como una cuba.

No habló. Cuando Usopp se sentó a la barra y sacó el fajo de billetes que Nami le hubiera dado a la tarde, luego de repartir el botín, lo miró con sorpresa. Pero el tirador no se percató de su presencia, y el espadachín lo ignoró.

Recién a la mitad de la primera botella, Roronoa se vio en la obligación de mover los huesos al verlo involucrado en una pelea verbal con otro pirata, pelea que Usopp mismo había empezado tan borracho e incoherente como estaba con esa escasa cantidad de alcohol corriéndole por las venas.

Era común provocar a un marinero bebido en bares de ese estilo; eran como pólvora que prendían al más leve chispazo. Notaba que Usopp estaba de mal humor, pues no había sido para tanto que ese pirata de poca monta se lo hubiera llevado por delante. Después de todo, ambos estaban ebrios hasta la cabeza.

Fue por eso que Zoro se puso de pie y apartó al desconocido al ver que Usopp no podía ni esquivar un puño yendo a él con el efecto de la Noro Noro no mi. Y fue en ese momento que Usopp reparó en el espadachín.

Ya llevaba una botella entera desde que se sentó a su lado… así contaba el tiempo Zoro; y apenas vio que empezaba con la segunda, se dio cuenta de que tendría una noche larga por delante.

No es que le gustase hacer de niñero, no podía evitarlo al fin de cuentas. La tripulación no dejaba de ser una tripulación de niñatos, acababa por pensar tarde o temprano. Más temprano que tarde.

Fue a la segunda probada, que Usopp decidió abrir la boca. Confesiones de borracho, como le suelen decir; pues es más fácil dar rienda suelta a la lengua torpe, estando bebido que sobrio; ese era un saber universal.

—Las mujeres son unas brujas, en verdad… —Rió, ante su propia acotación— ¿Son todas iguales, Zoro? —Arrastraba las palabras, con la misma dificultad con la que arrastraba la botella a sus labios. —No tengo ni puta idea de cómo son las mujeres, ¡no sé qué hablo! Ni tampoco me importa.

Zoro cerró los ojos, elevando las cejas. ¿Mal de amores? Bueno, algún día le tendría que tocar al "pequeño" Usopp, que de pequeño era evidente que no tenía nada. Los dos años de cautiverio habían trabajado su enclenque cuerpo de una manera que les había sorprendido a todos, incluido el mismo Usopp.

— ¿Sabes lo que más me molesta de ella?

Zoro, perspicaz, notó que el tirador ya hablaba en singular. Si le dejaba hablar, emborrachado como estaba, Usopp no tardaría en soltar las razones de estar ahí en ese bar de mala muerte derrochando el poco dinero que tenía.

—La lástima —Usopp afirmó varias veces, exagerado y con una mueca de asco en los labios, ¿a causa del alcohol o de la actitud de la dama en cuestión? Roronoa no lo adivinó.

Se mantuvo en ese sepulcral silencio, en primer lugar porque sabía que hablar con un borracho era caso perdido, en segundo, porque no tenía nada bueno para decir, y él era de los que pensaban que para abrir la boca y no aportar nada, mejor era mantenerla cerrada.

No dejaba de lado, asimismo, que no era bueno para tratar los asuntos del corazón. No sabía dar consejos como Sanji, ofrecer confort como Nami, o sabiduría como Robin. Él podía velar por la seguridad de sus nakama, pero en silencio, casi sin que se percatasen de que él estaba ahí, al lado.

—Pero claro… si Sanji no tiene oportunidad con ella, ¿qué me hace pensar que yo la tendré con… ? —silenció, justo a tiempo, y elevó los hombros en un rictus exagerado. Al intentar beber le erró a la boquilla, logrando que parte del licor corriese por su desnudo pecho.

El ruido de las risas y la música de un piano sonando a lo lejos, desencajaban con la imagen patética que Zoro tenía sobre su amigo, pero no… enseguida se reprendió por ese pensamiento, suponía que él, borracho, debía verse así. Claro que nunca nadie lo había visto embriagado.

—Han de gustarle las chicas, pensé…

Zoro sonrió de medio lado, por lo poco que Usopp había soltado, logró dilucidar que se trataba de alguien que también tenía relación con el cocinero. Eso descartaba a todas las mujeres del mundo, dejando sólo a dos, como opción.

—Y no estaba equivocado después de todo… —Se llevó una mano a la frente, en un gesto de cansancio, ¿emocional o físico? Zoro no tardó en darse cuenta de que eran ambos. —Y después de semejante espectáculo, ¿cómo se supone que podré mirarle a la cara?

Roronoa dedujo entonces lo clásico: Confesión, seguido de rechazo, finalizando con el bochorno de tener que seguir viaje con esa persona.

¿Nami o Robin? Si echaba una moneda sentía que el azar se inclinaría a favor de Nami. Después de todo, ellos dos tenían una relación muy entrañable.

Usopp rechinó los dientes, ahogando la expresión de náuseas que le había embargado de golpe, y en un gesto decidido miró la botella que seguía bastante llena. Se la llevó a la boca con decisión… se la bebería completa, caería en un coma alcohólico y ya no tendría de qué preocuparse; pero la mano de Zoro impedía que la bebida recorriese su garganta, quemándolo al paso.

Lo miró con el ceño fruncido, corriendo el brazo con brusquedad con el fin de quitárselo de encima. Quería envenenarse, necesitaba de algo que lo abstrajera del mundo y del dolor que en ese momento sentía, y no permitiría que nadie le quitase la posibilidad de lograrlo.

— ¡Ey, Zoro! ¡La pagué y me la voy a beber!

El espadachín no medió palabras; era hora de actuar con más firmeza. Se puso de pie y le arrebató la botella alejándola de su alcance. Usopp se envalentonó.

Aún sabiendo que no era rival para Zoro ni siquiera estando sobrio, se le fue al humo.

Un arrebato, quizás con suerte Roronoa lo mataba bien muerto, y adiós problema. Pero Zoro olió sus intenciones y no le dio con el gusto. No cedió a las provocaciones, no correspondió los insultos y recién cuando escuchó, entre tanta palabrería pirata, un "marimo", farfulló con cierta pizca de mordacidad:

—Te juntas demasiado con ese cocinero. Veo que te ha enseñado a insultarme.

— ¡Suéltame cabeza de alga, tesoro nacional, lechuga humana, césped, marimo! —Hizo una breve pausa, que casi no había respirado entre apodo y apodo— ¡Vegano! —Esa era nueva— ¡Planta de cannabis sativa! ¡Trébol de tres hojas! ¡No —se corrigió—de tres katana's! —Haría las delicias de Sanji escucharlo en ese momento.

Zoro en ese punto no sabía si reír o matarlo en verdad —o al menos darle un golpe que le dejase inconsciente—, optó por tomarlo del brazo y arrastrarlo por todo el salón hasta sacarlo del bar.

—Basta de alcohol por hoy —Era evidente que le hacía decir más idioteces que de costumbre.

— ¡YO decido cuando dejo de beber! —Se golpeó el pecho con ahínco—¡YO!

Le divertía esa faceta de Usopp, tanto como le asustaba. Nunca lo había visto tan cabreado, tan decidido… si tan sólo usara esa energía varonil en el campo de batalla, sería un adversario temible y no uno medroso como lo recordaba que era. Incluso, ebrio y herido en su orgullo, le costó sacarlo a empellones del sitio, tuvo que usar la fuerza más de lo esperado.

Abrió la puerta, y sin ningún tipo de delicadeza le dio un fuerte empujón; entonces Usopp fue a dar contra el suelo, cayendo en la tierra y revolcándose furioso.

—¡Maldita seas, Zoro! ¡No eres mi puto padre! ¡Déjame entrar!

—No, volvemos al Sunny —afirmó con una calma tan exasperante que cabreó más al tirador.

Pero el cabreo le duró un segundo; enseguida se acurrucó en el suelo aferrándose las rodillas. Se sentía fatal, como nunca antes en su vida se había sentido. Quería que la tierra lo tragase, que un rey marino lo engullese, que su amigo le clavase una de sus katana en el corazón.

Y Zoro que no lo dejaba en paz. Y Zoro que no le permitía caer. ¿Por qué siempre tenía que ser el condenado sobreprotector de todos? ¿Quién se lo había pedido? No era el hermano mayor, por mucho que aparentase ocupar ese lugar en esa extraña familia que conformaban.

Se sentía más humillado e insultado, pero, en su borrachera, no tenía las cosas muy en claro. Sólo que se sentía mal, y que quería algo que le hiciera sentir bien, cuánto antes.

Vergüenza, mucha vergüenza, pero a la vez el sempiterno alivio de saber que estaba comportándose patéticamente ante alguien que no lo juzgaría.

Porque Zoro no lo haría, ¿verdad?

—Párate —obligó, agachándose lo suficiente para tomarlo de un brazo y jalarlo con tanta energía que Usopp pareció ligero como una pluma. —Camina —volvió a ordenar, y al intentar hacer dos pasos, trastrabilló y chocó contra la espalda del espadachín.

Su larga nariz se dobló, pero aún así y pese a la molestia, se aferró a la cintura de Zoro como náufrago al bote, es que sentía que si lo soltaba se caería de nuevo, pues el piso no sabía estarse quieto. Pensamiento que nació sin que pudiera evitarlo.

—El piso se mueve —No sólo eso, sentía que el mundo lo hacía, y que Zoro tampoco sabía estarse quieto, aunque no se moviera.

—Pero claro, si te has bebido más de una botella de ron, ¿qué pretendías? —Lo tomó del tirador y lo acomodó a su costado para arrastrarlo rumbo al Sunny.

De nuevo, Usopp se volvió a aferrar a él, sintiendo la fría brisa de otoño golpeando su rostro y espabilándolo un poco, sólo un poco y no lo suficiente.

—Ey, Zoro —llamó su atención, y el espadachín respondió con un sonido gutural que se asemejaba a un ¿qué? desganado— ¿Crees que Kaya me quiera?

Roronoa alzó las cejas, esa pregunta lo había tomado por sorpresa, y tal era el azoro que no supo qué contestar, hasta que logró dar con algo sencillo e irrefutable.

—Por supuesto.

—Como hombre, me refiero… —Usopp entendía la treta del espadachín, porque era evidente que Kaya le quería, pero no de esa manera especial. — ¿Alguien me querrá así como…? —susurró tan bajo que sus palabras se perdieron en el viento.

—Eso es algo que deberías preguntarle a ella, no a mi —respondió con seriedad, casi con rudeza, sin dejar de mirar al frente; podía ver el punto de referencia que tenían para dar con el Sunny camuflado entre la vegetación de esa isla. Un promontorio elevado con forma de elefante.

— ¿Sabes? No me importa.

Eso fue lo último que dijo Usopp al respecto, tan inconexo como sólo puede serlo un borracho, y por eso Zoro no le dio mayor importancia.

Habían anclado bastante cerca de esa roca particular, con el fin de que todos pudieran orientarse, pero claro… Usopp se vio siendo arrastrado por su amigo en un exclusivo y poco interesante tour por toda la condenada isla.

Luego de dos horas, lograron llegar a destino. Destino que no le debía de haberles tomado más de cuarenta minutos, y exagerando.

Le ayudó a subir la escalerilla, ordenándole severamente que guardase silencio, pero Usopp de todos modos subió a cubierta hablando escandalosamente sobre que ahora en adelante miraría hacia al frente como todo hombre de mar.

Ya venía vociferando desde hacía rato al respecto, tratando de darse ánimos y luchando contra su propia negatividad, para poco después volver a caer irremediablemente ella, y en un ataque de contradicción, volver a luchar.

— ¿Adónde vas? —preguntó el espadachín con fastidio y ya harto de la situación. Usopp se dirigía claramente hacia la cocina.

—Tengo sed, quiero agua —mintió.

Zoro tomó una gran bocanada de aire y lo dejó hacer, pero no era idiota, conocía lo suficiente a Usopp para oler sus mentiras, y pocos segundos después lo siguió para ver como saqueaba la despensa de licor con una mueca divertida en los labios, que de ser otra la situación, le hubiera arrancado al menos una sonrisa al espadachín. Parecía un niño pequeño a punto de cometer una diablura.

Se acercó rápidamente y se la arrebató de malos modos.

— ¡A dormir! —ordenó sin pestañear.

Pero Usopp, otra vez volvía a envalentonarse. Era la primera vez desde que lo conocía que el tirador no salía corriendo asustado por él, con la cola entre las patas. En pocos minutos, entre reclamos y palabras malsonantes, Zoro se vio forcejeando con su compañero.

— ¡Dámela! ¡Me corresponde!
— ¡¿Qué te corresponde? No te corresponde nada, Usopp —comenzaba a perder la paciencia, cuando él la solía tener de sobra. O no precisamente paciencia, pero sí sabía mantener la calma incluso en las situaciones más tensas imaginadas.

Pero algo de toda esa circunstancia lo estaba sacando de esquema, tal vez el hecho de que nunca antes había tenido que lidiar con un Usopp borracho, o tener que reconocer que no le gustaba verlo así, que se sentía impotente por no saber dedicarle un par de palabras que le aliviasen. Aunque fueran superfluas, vanas, pero un sencillo "Todo está bien, Usopp", "No te preocupes, el dolor pasará", pero de su boca sólo nacían reproches y más retos.

— ¡Me corresponde porque… porque pagué la última y por tu culpa no la pude tomar! ¡Así que me beberé una de las tuyas!

— ¡No grites, idiota! —vociferó entre dientes, tratando de quitarle la botella que con tanto empeño Usopp protegía contra el pecho como si de un tesoro valioso se tratase.

No sabían cómo, pero tanto forcejearon que Usopp cayó de espaldas, tirando una de las sillas al paso, con Zoro entre sus piernas. El espadachín no perdió tiempo y trató de hacerse con la botella, hasta que recurrió al último recurso que le quedaba y que había querido evitar.

El golpe de su puño estrellándose contra la mejilla del tirador resonó en la oscura cocina, apenas reconocían sus siluetas en la penumbra, pero lo suficiente para que Zoro pudiera ver como Usopp comenzaba a llorar.

La botella rodó por el suelo, siendo olvidada por ambos. El espadachín, sentado a horcajadas sobre su compañero, no supo qué nueva postura tomar; no creía que había sido para tanto, ¿cuántas veces le había dado tunda a Usopp por portarse mal?

No era motivo para llorar, sin embargo no tardó demasiado en entender que eso era lo que Usopp necesitó para, por una buena vez, liberar el llanto. La excusa que precisaba para que su orgullo terminase de doblegarse.

El tirador llevó una mano a su mejilla adolorida, sintiéndose aplacado al experimentar un dolor diferente al sentimental. Por fin Zoro le daba eso que quería, o que creía necesitar para dejar a un costado el daño emocional.

—Eres fuerte —esa expresión nació sola de la boca del ex cazador de piratas, con tanta naturalidad que sorprendió también al mismo espadachín. —Eres fuerte Usopp, no lo olvides.

—No lo soy —negó entre lágrimas. La borrachera parecía haberse ido con tremenda trompada.

—Sí —reiteró con una seguridad que acababa por convencer hasta el más incrédulo. —Esta no es una tripulación de débiles, lo sabes muy bien. —Se puso de pie, liberando el cuerpo del su amigo.

Y lo que Usopp vio a continuación fue la mano de Zoro, extendida y ofreciéndole ayuda para incorporarse. Literal y metafóricamente.

Había caído, una y mil veces, pero había sabido levantarse. Tenía nakama en los cuales confiar y apoyarse.

No era débil. No. Había aprendido a ser fuerte; no quedaba otro camino estando junto a hombres de la talla de Roronoa Zoro.

Aceptó esa mano que le ofrecía apoyo, dejando de lado el orgullo, y se puso de pie.

—Vamos a dormir, es tarde, y mañana a primera hora tenemos trabajo.

Usopp asintió y desistió de seguir con su berrinche infantil. Siguió al espadachín por detrás conteniendo la respiración. Sentía la imperiosa necesidad de decirle muchas cosas, pero no podía ordenar su cabeza en ese momento; el alcohol lo tenía embotado.


"Continuará", Brook dixit.

No me pregunten por qué, pero tenía tantas ganas de hacer un fic por capítulos (¿?) Ni idea de cuántos serán, ya saben que Dita para calcular no sirve; sólo espero que les vaya gustando, tengan presente que esto recién empieza.

Va para 10pairing, por supuesto, ya que en este caso el pairing de Usopp es Zoro. ¡Increíble! No aparece Sanji, sólo menciones de él que no pude evitar (moralmente debe figurar en mis fics XD). Eso es para felicitarme, eh… que mi lado fangirl no me pueda por una vez LOL.

7 de mayo de 2011

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.