Hola! Aquí vengo con mi primera historia Tom & Hermione. Tenía ganas de hacer una
Aclaraciones: en la historia Tom tiene 17 casi 18 años y Hermione 18 casi 19 y el beso de la última batalla con Ron nunca pasó ok?
Bueno pues nada lo dicho, espero que os guste la historia y si pueden, dejen reviews para dar sugerencias, consejos o collejas XD
Los perssonajes no me pertenecen a mí, sino a J.K. Rowling (una lástima la verdad=3)
La encantadora de serpientes
Chapter 1_El comienzo
-Señorita Granger, ¿me está escuchando?-dijo el ahora, actual Ministro de Magia. Por su tono de voz, se podría decir que la paciencia no era su punto fuerte. "Una lástima, ya que va a necesitarla de ahora en adelante" pensó Hermione mientras volvía a centrar su atención en lo que le estaba tratando de decir.
-Perdone señor, pero estaba un tanto distraída- dijo imprimiendo a su voz el mayor grado de culpabilidad y verguenza sin que llegase a sonar falso.
Ante eso, vio como el hombre hacía claros esfuerzos por controlar su temperamento. Respiró hondo y juntó las manos dispuesto a empezar de nuevo.
-No hay problema, pero de ahora en adelante, intente prestar más atención, ¿de acuerdo?
-Por supuesto. Entonces,¿ me podría volver a explicar la naturaleza del problema?- preguntó tentativamente, para dar a entender que al menos de algo se había enterado. Con un suspiro de derrota, el nuevo ministro se dispuso a repetirlo todo.
-Bueno, como ya sabrá, hace un par de días, unos aurores, encontraron lo que creemos que eran objetos personales del...Señor Oscuro-al decir aquel nombre, notó como su cuerpo reaccionaba de forma instantánea. Sintió la ira crecer en su interior y un escalofrío recorrerle la colummna vertebral como si de un rayo se tratase. Odiaba ese nombre y todo lo relacionado con él.
Al ver que el hombre la miraba expectante, decidió asentir, y confirmar así que estaba al tanto de la noticia.
-Pues el problema es, que cuando intentaron destruirlos...bueno...digamos que hubo algún que otro accidente-terminó diciendo con una voz apenas audible. No se atrevía a mirarla a la cara y eso la molestaba sobremanera. Así que con sus ojos, buscó los de él hasta conseguir que le mirara directamente. En su mirada pudo distinguir la incomodidad e incluso un poco de ¿culpabilidad? ¿Por qué tendría que sentirse culpable? pensó extrañada.
Se encogió de hombros sin darle mayor importancia.
-¿Qué clase de accidentes?
-Ah, nada del otro mundo, alguna pérdida de memoria temporal, alguna maldición sin importancia...- empezó a enumerar y notó como su tono de voz iba descendiendo hasta hacerse casi un susurro- Por supesto, nada que una de nuestras más brillantes brujas no pueda solucionar, ¿no?- finalizó con una sonrisa zalamera.
Hermione reprimió una mueca de desagrado. No soportaba a los pelotas. Nunca lo había soportaba cuando confundían sus ganas de superarse a sí misma y la llamaban pelota o prefecta perfecta. En fín, eso ya se había acabado y tenía que hacer borrón y cuenta nueva.
Intentó que su expresión no reflejase nada de lo que estaba pasando en esos momentos por su mente y se dispuso a contestar:
-Claro señor, intentaré quitar los hechizos o al menos invertirlos. Tan sólo mándemelos a mi despacho en cuanto lleguen- y nada más terminar la frase, se levantó como un resorte del asiento y se dirigió a la puerta por la que había entrado hacía ya casi media hora. A ella le habían parecido horas.
Antes de salir, se giró e hizo una leve inclinación de cabeza para despedirse de su superior. Este estaba con una ceja levantada y murmuraba algo acerca del poco respeto que tenían los jóvenes hoy día.
Reprimió una sonrisa, y se dirigió a su despacho; o mejor dicho, cubículo, tres salas a la derecha de la oficina central. En su departamento se encargaban de revertir los hechizos y maldiciones de objetos e incluso lugares. Su primer trabajo había sido hacía ya casi un mes. Había tenido que ir a Rumanía a quitar un hechizo de una casa que hacía que esta tuviese voluntad propia. Algo realmente fácil. Pesado, pero fácil. Durante esa misión se había estado quedando en casa de Charlie, uno de los hermanos mayores de Ron.
Sintió como un familiar nudo se empezaba a formar en su garganta como siempre que se ponía a pensar en Ron o en Harry.
Todavía no se podía creer que lo que ella había creído una verdadera y sincera amistad, para ellos sólo hubiese sido una beneficiosa relación. Se habían aprovechado de que no había tenido muchos amigos por así decirlo durante su primer año. Habían dejado que creyera que la apreciaban como amiga y compañera, cuando lo único que apreciaban de ella eran sus deberes y sus conocimientos. Y después de haber derrotado a Voldemort la habían dejado de lado. Ya no la necesitaban. La habían usado y tirado como si de un pañuelo se hubiese tratado y lo peor de todo, era que por haberles seguido para ayudarles, se había perdido el útimo curso en Hogwarts y cuando todo terminó y llegó la hora de entrar al mercado laboral, sus posibilidades de hacer lo que siempre había soñado se esfumaron rápidamente. Ya que nadie quería a alguien que ni siquiera hubiese treminado el colegio.
No importaba que hubiese sido la bruja más brillante de toda su generación y puede que también de algunas anteriores; no importaba que hubiese ayudado a derrotar al jodido mago más tenebroso del siglo.
No había terminado sus estudios, y para trabajar en la elaboración de leyes mágicas se necesitaban pasar los ÉXTASIS con una nota bastante elevada.
Minerva, como sabía de su situación, intentó interceder por ella, pero lo único que consiguió fue el puesto que ahora ocupaba en el ministerio. Y sospechaba que había sido sólo por escasez de personal. No me malinterpreten. Le estaba realmente agradecida, sin ella seguramente ahora estaría en casa de sus padres sin trabajo y sin sus estudios mágicos o muggles terminados.
"Por otra parte a Ron y Harry les había ido de perlas". Pensó con un resentimiento que la sorprendió. Normalmente no era tan rencorosa. Aunque claro, si se tenía en cuenta que ella se había partido el culo estudiando y ayudándoles ha salvar sus vidas y solo había conseguido un puesto mal pagado en el ministerio. Mientras que ellos, sin haber hecho esfuerzo alguno por nada salvo para, tal vez, atrapar una puñetera pelota enana, habían conseguido hacer realidad todos sus sueños.
Harry, al haber sido el niño-que-vivió y ahora pasar a ser el-niño-que-lo-mató, no tuvo problema alguno para convertirse en auror, es más, casi se saltó el año de prácticas que todos debían pasar de forma obligatoria.
En cuanto a Ron, bueno, digamos que ser el amigo-del-niño-que-lo-mató ayudaba un poco a conseguir un puesto en el equipo de quidditch en el que siempre había querido entrar. Creía recordar que la semana pasada se dio tal leñazo contra uno de los postes que tuvieron que llevarlo a San Mungo de forma urgente. Casi le dio un ataque de risa al ver la foto. Luego se sintió un poco cupable, pero enseguida se deshizo del molesto e inútil sentimiento.
Si era sincera, no todo le había salido mal. Había conseguido crear una sólida amistad con Luna y con Ginny. Claro que a veces habían momentos de tensión cuando se mencionaba a Ron o a Harry. Ella hacía como que no le importaba lo más mínimo, pero en el fondo sentía como se iba resquebrajando poco a poco. Y como siempre, Ginny, que era más sutil que Luna en cuanto a los sentimientos ajenos, intentaba gastar una broma o cambiar de tema rápidamente. Y se lo agradecía. Tanto su cabeza como su corazón se lo agradecían.
Cuando llegó al pequeño cubículo donde se pasaba unas ocho o nueve horas al día haciendo papeleo o si tenía suerte, como hoy, trabajo más de campo, se sentó frente a la mesa y vio el paquete envuelto en un periódico viejo. A su lado se podían leer sus características y su procedencia en un pequeño trozo de papel.
Antes de leerlas, quitó el papel y se encontró con el colgante más hermoso que había visto en su vida. Era simple pero tenía algo que lo hacía totalmente diferente a los demás colgantes que ella había visto nunca. La cadena de plata, era fina y estaba formada por dos tiras que se estrelazaban entre sí. El colgante, era como una especie de hexágono de cobre o tal vez bronce. Se fijó que tenía un pequeño botón para poder abrirlo. Y, sin poder reprimir la curiosidad, lo abrió cuidadosamente, casi esperando que la alcanzase un rayo. Después de unos segundos sin que nada pasase, dejó escapar el aire que ni se había percatado estaba aguantando.
En el interior, había un pequeño reloj de manecillas. La hora no era la correcta, al igual que la fecha. Si no se equivocaba, la fecha correspondía al último año de Lord Voldemort en Hogwarts, cuando todavía se le conocía con el nombre de Tom Ryddle, en 1942.
Hasta para mago oscuro había tenido que terminar el colegio. Eso era ya el colmo.
Agotada y un poco triste, se dispuso a hacer lo que le habían pedido. Leyó los conjuros y hechizos que se habían lanzado para neutralizarlo y sus respectivas consecuencias. Reprimió un escalofrío cuando leyó que a un pobre desgraciado le habían salido pústulas por todo el cuerpo. Hugh...que asco. No estaba en sus planes terminar con más granos que una paella por lo que se anotó mentalmente el hechizo que lo había provocado y rezó porque no le pasase algo similar o peor.
Respiró profundamente y se concentró en el pequeño objeto. Notó como su magia llamaba a la suya. Era una llamada muy, pero que muy tentadora. Y lo más inquietante era lo grave y atrayente que resutaba esa voz. Sacudiendo la cabeza volvió a intentar concentrarse en el hechizo que le iba a mandar.
-Finite incantatem- dijo con voz clara y potente. Lo único que consiguió fue que una sensual risa de hombre se colase en su mente y le susurrase "vamos sé que puedes hacerlo mejor". Asustada, giró la cabeza de un lado para otro, buscando al propietario de la voz. Estaba sola, no había nadie cerca. De repente, una idea cruzó por su cabeza. No le gustaba un pelo, pero era una posibilidad. Podía ser que la voz hubiese venido del mismo colgante. No tenía sentido alguno, pero cabía la posibilidad, por remota que esta fuera.
Buscó en su memoria, algún hechizo lo suficientemente fuerte para que lo neutralizara o al menos lo invirtiera...un momento, eso era. No tenía que intentar acabar con él, tan sólo debía revertirlo. Sonrió satisfecha consigo misma y se dispuso a lanzar un nuevo conjuro.
-Tempos invertum- dijo más confiada que antes y convencida de que ese era el hechizo adecuado. Craso error.
Sin previo aviso, sintió como si tiraran de ella de forma violenta y salvaje. Le recordó a aquella vez que el Sauce Boxeador arremetió contra ella y la lanzó por los aires. Definitivamente, la sensació era muy parecida. Acto seguido todo empezó a dar vueltas, y tuvo que cerrar los ojos por culpa del mareo. Estaba casi inconsciente cuando sintió un golpe en la cabeza. O alguien la había golpeado o ella se había estampado contra algo muy duro.
Esos fueron sus últimos pensamientos, antes de caer en los brazos de la inconsciencia.
Bueno, hasta ahí el primer capítulo, por favor no me maten por poner a Harry y a Ron de malos. Era necesario. Luego verán porque.
Si tienen alguna sugerencia o si simplemente les ha gustado haganmelo saber pliss XD
Besos y ciao.
