Ceguera aparente
DISCLAIMER: El mundo y los personajes de ONE PIECE pertenecen a Eichiiro Oda. Sólo los OCS me pertenecen. Escrito con la intención de entretener sin fines de lucro. Gracias.
Capítulo 1: Los Blind Pirates
El sol se reflejaba tímidamente sobre las olas del vasto océano, confiriéndole a aquellos capaces de ver, un bello cuadro cuyo paisaje se vio súbitamente interrumpido por una flameante bandera negra que tenía el símbolo de un cráneo vendado: el barco de los Blind Pirates irrumpió en la escena.
A bordo, el conductor de la nave estaba temblando. El timón se movía lentamente de la misma manera que los otros tripulantes; el ambiente en que se hallaban los tenía nerviosos, preocupados. No obstante, al abrirse una de las puertas del barco y al salir tras ella una persona de gran tamaño, todos cambiaron su expresión para sonreír; tratando de esconder su miedo forzosamente.
Todo ser que mirase al capitán de los Blind Pirates podía percibir en él un aire de confianza; se apreciaba claramente una sonrisa en su rostro, o mejor dicho, en su horrible máscara verde con detalles caricaturescos como lo eran sus gruesos labios rojos que contrastaban con dientes blancos y puntiagudos, unas cejas gruesas de color amarillo, pómulos sobresalientes y una nariz anaranjada parecida a la de un cerdo. Su cabello estaba enmarañado en un verde oscuro como las algas. Curiosamente, los orificios para los ojos no estaban hechos; no los necesitaba. El capitán jugaba con sus delicadas y femeninas manos. Su puño lo tenía bajo su palma y la punta de sus dedos golpeaba secuencialmente sus nudillos.
El viento comenzó a oler a humedad, el capitán rió entre dientes. Una acción tan "simple" como aquella había desencadenado un silencio sepulcral. Escuchó atentamente las respiraciones agitadas de sus camaradas; la atmósfera entre ellos se sentía cada vez más incómoda, los envolvía el miedo. El Capitán Mask se dio media vuelta y subió por las escaleras para llegar al timón.
—Buenas tardes, Capitán Mask —lo saludó el encargado del rumbo, mirándole con consternación.
—Buenas tardes —respondió el aludido con su voz grave.
—Capitán —dijo, nervioso—. No me han dicho qué ruta seguir desde hace más de tres o cuatro horas.
—Cuando hablé contigo junto al navegante, acordamos: "Derecho", ¿no? —preguntó con un tono molesto.
—S-Sí, Capitán, p-pero… —balbuceó tratando de excusarse.
—Entonces, continúa —lo interrumpió, cortante—. No llevas más que tres meses a bordo… Tiempo suficiente como para saber qué podría sucederte si me haces perder la paciencia. ¡Ahora, permanece en silencio!
El conductor de la nave sólo calló y bajó la cabeza, resignándose a la situación en que se encontraban él y sus compañeros. Trataba de negar lo que había ocurrido hace un mes atrás, antes de saber que corrían un peligro mortal, aquel peligro encarnado en un hombre muy poderoso, portador del título del mejor espadachín en todo el mundo.
Un insignificante mes atrás, tras una serie de hechos insignificantes, ocurrió la catástrofe:
— ¡Miren, chicos!
— ¿Qué ocurre?
— ¡Es la Isla Sibenik!
—Es un destino muy interesante, podríamos ir y robarle a esos ricos.
— ¡Sí! imagina cuántos tesoros podríamos obtener fácilmente.
— ¡No! —los interrumpió uno de ellos—. Fíjense bien, hay barcos de la marina, hay que huir. Ya saben que podría suceder si se entera el capitán.
Aún observando la isla algunos suspiraron y otros, con su mandíbula floja, absortos al imaginar lo que podría acontecer, acordaron que era mejor olvidarlo. Así, todos hicieron ademán de volver a sus deberes…
No hace muchos años, de los veintiún tripulantes que pertenecían originalmente a los Blind Pirates, uno fue asesinado por razones desconocidas a manos del mismísimo capitán, quien posteriormente entregó uno a la marina. En un corto periodo, los Blind Pirates corrieron muchos peligros ocasionados por su capitán, razón por la que algunos de sus miembros escaparon y/o renunciaron. Cuando el clima se aquietó, el Capitán Mask decidió separar su tripulación y a sus dos compañeros más cercanos les dio su Vivre Card con el fin de reencontrarse en el momento que él sintiera más indicado.
En cuestión de meses, el Capitán Mask volvió a resucitar a los Blind Pirates. Ingresaron nuevos hombres de forma paulatina.
Eran once, entre ellos fugitivos de la ley, vagos y piratas que fueron expulsados de otros barcos.
Los dos más viejos tripulantes, estaban extrañados con la nueva actitud de su viejo capitán, últimamente era muy impredecible. No conocían las razones por las cuales actuaba así, a veces manifestaba un temperamento serio, otras veces era amable, aunque la mayor parte del tiempo era alguien un poco cerrado a otras ideas y muy impulsivo, un hombre desconfiado, en especial, luego de la muerte de uno de sus compañeros a bordo. Por estas razones, los nuevos integrantes no tenían mucho interés en crear lazos con el enmascarado, algunos ingresaron sólo para robar, otros por la comida o un lugar donde dormir. Así, sus intenciones recientes de querer acercarse a los demás eran inútiles, casi imposibles; de no haber sembrado tanta desconfianza desde un principio, todavía tendría una oportunidad.
Repentinamente, en las cercanías de Sibenik, cuando todos estaban a punto de regresar a sus respectivas tareas, la máscara monstruosa apareció tras ellos.
—A ver, niñitas... —dijo el Capitán Mask riendo entre dientes—. Respóndanme. ¿Qué cosa dijeron que podríamos robar?...
Creían firmemente que su querido capitán tenía una gran ambición. Ésta, no era precisamente encontrar el One Piece, sino obtener riquezas robando a otros piratas, ricos o a la mismísima marina; para encontrar problemas era, sin duda, un gran oportunista. Pero a pesar de todo, tenía algo de corazón. La marina tenía una foto de él, un cartel de "se busca" por una cantidad de seiscientos mil belis; cifra que fue otorgada tras haber sustraído pertenencias de valor a unos marines.
— ¡No perdamos el tiempo! —exclamó el capitán—. Hue hue hue ¡Esto será divertido! ¡Vamos! ¡Vamos!
Más que emocionados con su próxima hazaña a realizar, los miembros recientes se encogieron de hombros. En contraste con sus viejos miembros.
—Es un honor acompañarlo en una nueva y apasionante aventura —dijo, mientras una lágrima humedecía sus ojos.
—Shakespear, es usted un gran hombre —afirmó balanceando su cabeza de arriba abajo con suavidad.
—Ya sabe que también deseo acompañarlo, no quiero que se meta en problemas —afirmó Egana, el segundo en mando.
—Sólo robaremos a esos ricos de barrio alto, no a comerciantes ni transeúntes. Saben bien que no me gusta eso, Hue Hue Hue.
El Capitán se llevó a la fuerza a unos siete hombres más a sus perpetuos voluntarios. Anclaron en la zona oeste de la Isla Sibenik, camuflándose entre muchos barcos, que en su mayoría eran transportes de turistas. Al descender, los novatos se miraron unos a otros tratando de encontrar alguna solución, mejor dicho, una manera de sobrevivir su nueva aventura.
Si bien los adoquines de la calle constituían un potencial peligro para el capitán, avanzaba haciendo caso omiso a sus subordinados y continuaba a su paso tranquilamente pues pensaba que era suficiente guía el escuchar los pies de los que estaban a su alrededor.
Un gran escándalo ocurrió en un bar a unas cuantas calles lejos del grupo del Capitán Mask, nunca se hubieran imaginado que hecho tan ajeno a ellos les llegaría a perjudicar tan sólo un mes más tarde.
— ¿Escuchan eso? —preguntó el gran hombre a sus acompañantes.
Egana volteó su cabeza en dirección a él y entrecerrando sus ojos guardó silencio tratando de oír. Sólo pudo escuchar el sonido de gente distante hasta que oyó un disparo.
—Al parecer hay un lío muy cerca Hue hue hue. Es una gran oportunidad para que la atención de los marines se desvíe a ellos. ¿Qué tal si tomamos la ruta contraria?
—Seguir la senda desconocida, que sólo ha sido vista por nuestra espalda es una decisión peligrosa. ¿Quién sabe qué peligros se personificarán en tal dirección? ¡Oh! Sólo el destino lo sabe —apuntó Shakespear poniendo una mano en el hombro de su Capitán.
—No es el momento de componer citas Shakespear —dijo Egana en un tono molesto—. Descuide Capitán, hacia allá no hay más que casas alargadas unidas unas al lado de otras.
—Muy bien —al avanzar le dio una palmada a la espalda de su poético compañero—. No hay problema conmigo que hables de esa manera.
— ¡C-Capitán! —Exclamó con centelleo en su mirada—. ¡Qué palabras más hermosas!
—No exageres
—Huelo ancianas, y lavanda —dijo repentinamente el Capitán.
— ¿Disculpe?
—Ya sabes, ese olor típico de las mujeres mayores, deben estar muy cerca —silenció un momento, un leve ruido en el adoquín hizo que sacara su revólver apuntándolo hacia atrás—. Háganse a un lado.
Los novatos apuntados atendieron a sus palabras y se apartaron del curso de la bala de su superior. No muy lejos se aproximaba corriendo un hombre obeso, se le veía sudoroso, al parecer no era muy deportista pues su jadeo era escuchado sin mayores esfuerzos. Tras disparar se escuchó el sonido de una porcelana quebrándose.
— ¡Ah! —gritó el hombre—. Primero el hombre de los ojos endemoniados y ahora ¡Mi amado tazón con arroz! ¿Qué te he hecho?
— ¡Éste no es lugar para correr!— increpó el enmascarado—. ¡Acabas de embestir a una anciana!
Todos los miembros de su barco se quedaron en silencio, petrificados. Se dieron vuelta y vieron la escena mencionada con gran sorpresa.
— ¡Qué importa! ¡Yo soy Okome! El oficial de los piratas de Hokahoka. No me subestimes —sacó su espada con las pocas fuerzas que le quedaban y corrió hacia él.
Shakespear se interpuso en su camino, con su garfio detuvo su espada y con su mano desocupada lo tomó del cuello y empujó con gran fuerza hacia el mar, chocando contra un barco de las cercanías, lo que no era extraño al ser éste un hombre de casi tres metros de alto con gran corpulencia.
— ¡Desdicha! Los hombres de hoy en día carecen de decencia… Atacar por la espalda ¡Qué deshonor!
—Olvidemos este pequeño episodio y continuemos —apuntó Egana—. No vale la pena preocuparse de cosas tan banales.
— ¡Señor! —se escuchó a lo lejos una voz suave.
El Capitán Mask se volteó y caminó hacia la anciana que según escuchó aún se hallaba en el suelo, era ella quien olía a lavanda. Le hizo una seña a su fortachón compañero y le ordenó cargarla con él.
—He perdido a mi grupo, verá usted, no tengo mucho sentido de la orientación, hace unas horas me distraje un poco y he caminado sin rumbo.
—Tranquila, yo las sentí muy cerca de donde usted se encontraba —le dijo a la anciana. Suspiró y se volteó en dirección a sus novatos—. Ustedes aprovechen el tiempo y vayan a hacer lo que deben hacer.
Le hizo un gesto a Egana con su cabeza y el corrió lejos de allí.
Los tejados de arcilla distinguían de manera amigable a aquellos altos edificios grises que recorrían el puerto de la ciudad. La temperatura era acogedora y en esos momentos subían unas escaleras de piedra que iban curvándose conforme avanzaban, había poco ruido, los novatos habían dejado a su capitán solo con sus dos compañeros más cercanos.
Risas se oyeron al final de las escaleras, el capitán detuvo sus pasos y la anciana acomodó sus lentes y dejó salir un pequeño alarido. Allí los esperaba un grupo de cinco hombres.
—Vi lo que ustedes hicieron con mi oficial, y es hora de que paguen —su mueca se hizo siniestra—. Los superamos en número ¡Esperen una masacre!
— ¿Cuántos son Shakespear? —preguntó tranquilamente el Capitán—. ¿Unos diez?
—No más de seis pobres almas
— ¡Déjame tres Egana! —gritó el Capitán a su segundo al mando, al sacar sus armas.
La pelea fue corta, el capitán ya había escuchado a los compañeros del tal "Okome" por lo que dejó a Egana advertido, y éste les siguió el paso en caso de cualquier peligro. "No para de sorprenderme" admitió el poeta. Fue una estrategia simple pero bastante efectiva.
Tan sólo a una calle del bar encontraron al grupo de ancianas, un marine las acompañaba. Al ver sobre el hombro de Shakespear a una de las ancianas que había perdido en el recorrido lo apuntó con su rifle. El enmascarado se acercó a él. "No atacara a quien ha ayudado a esta anciana ¿verdad?"
El marine levantó sus cejas y enmudeció.
— ¡Chicas! —Saludó alegre la anciana a su grupo de adultos mayores—. Fue todo muy extremo ¡Estuve en medio de la acción de una película de piratas!
— ¡Pero qué estupendo querida!
—Hablando de películas… ¡Nosotras vimos a un actor famoso!
—Definitivamente era Erol Fline, pero no pudimos acercarnos a él.
— ¡Oh, cielos! —agarró su arrugada cara con ambas manos.
El Capitán Mask rió levemente y comenzó a retirarse del lugar junto a sus dos compañeros. El marine no pudo seguirles pues estaba a cargo del grupo de ancianos, pero se pudo observar hablaba por caracolófono. Después de colgar, un hombre lo atacó por la espalda.
Posteriormente, mientras bajaban las escaleras se escucharon gritos: era el grupo que acompañaba a la señora con olor a lavanda. Shakespear subió nuevamente y vio a un hombre de gran nariz con el cabello blanco y un casco con una luna menguante.
— ¡Tú! —Devolviéndole la mirada con una sonrisa falsa y mostrándole sus sobresalientes colmillos agregó—: Tú destrozaste mi barco.
— ¿Huh? ¿Se refiere usted a mi persona?
— ¡Sí! Lo hiciste tras empujar al bribón obeso.
— ¡Capitán Mikazuki, yo lo mataré por usted!
— ¿Qué hacen? —les gritó la anciana de antes—. ¡No les hagan daño a esos actores! ¡Ah!
La anciana recibió una bofetada. La banda de piratas del Gran Casco no tenía aprensión alguna al actuar, ellos buscaban venganza y estaban dispuestos a pasar a llevar a quienes se pusieran en su camino.
— ¡No involucren a gente inocente! —gritó Egana sacando su espada.
—Shakespear, nos diste más problemas del que pude haber contemplado —expresó su capitán.
El enmascarado subió corriendo las escaleras y comenzó a disparar a los que estaban allí, su puntería era sorprendente. Si bien, el precio por su cabeza era mucho menor, éste no era conforme a su gran habilidad.
— ¡Llévense a la anciana! ¡Nos servirá de escudo! —ordenó Mikazuki.
Al escuchar esas palabras intentó correr tras ellos pero cayó al no poder ver donde pisaba. Golpeó el suelo con su puño, y se levantó, comenzó a correr y antes de caer nuevamente lo agarraron por el brazo.
— ¡Deténgase Capitán! —rogó Egana—. Han huido, correré con usted para que no caiga de nuevo.
Mientras aceleraban sus pasos, el brillo de un haz de luz verde llegó a sus ojos, y sus piernas flaquearon, su respiración se detuvo y sus ojos miraron con espanto la hecho que tenía frente a sus ojos. La puerta del bar que estaba frente a ellos fue totalmente destrozada. Su superior no entendía que era lo que le sucedía, al parecer, más allá había algo tenebroso. Pero no estaba dispuesto a escapar, pues sabía una cosa: debía terminar su pelea.
— ¡No te intimides Egana! —ordenó, separándose de él.
—A esto se refería el hombre del tazón de arroz… Ese poder, no puede ser otro hombre ¡E-Es Ojos de Halcón! —dijo, al fin.
— No le tendrás miedo a un pajarito ¿o sí? Hue Hue hue.
— ¡Qué alivio! ¡Han llegado unos marines! —se escuchó decir a uno de los civiles.
El que tapaba su rostro no siempre sabía a quién apuntaba por lo que evitaba hacerlo a signos vitales, con su gran audición, le bastaba saber de donde provenía la voz. Aún así necesitaba acercarse un poco más. Los marines comenzaron a pelear contra los piratas del Gran Casco, a uno de ellos le llegó una bala del capitán.
— ¡Ahg! ¡Al enmascarado! ¡Atrapen al enmascarado! ¡Acaba de dispararme! —gritó uno de ellos.
— ¡De seguro es uno de ellos! —gritó otro.
— ¡Eso quisieran! —gritó el Capitán Mask.
De entre el humo que emanaba del gran orificio que quedó del bar salió un hombre con un abrigo largo, y una larga espada adornada. Su sombrero tenía una elegante pluma y su presencia generó total expectación.
—Siguen saliendo alimañas —asentó el gran espadachín perdiendo su paciencia—. Vine aquí para descansar un rato y sólo he encontrado insectos temerosos… —miró hacia atrás a los hombres que había atacado y añadió mirando al frente—: y molestos.
— ¡Ojos de Halcón! —Se escuchó entre la multitud.
—Esa mirada es aterradora, sedienta de sangre. Estamos condenados.
— ¡Cuidado, atacará de nuevo! —gritaron unos piratas desde dentro del bar.
El gran corte se dirigía al enmascarado y los hombres que estaban cerca de él, al oír los adoquines quebrándose al avanzar el poderoso ataque, pudo esquivarlo. La mujer de olor a lavanda no estaba muy lejos, de nuevo estaba en el suelo pidiendo ayuda.
—Descuide, la sacaré de aquí. Sé que puede estar aterrada pero necesito que colabore —la calmó el Capitán Mask.
— ¡No, deja que me rescate Erol Fline! ¡Es él, el de la gran espada y sombrero! —le pidió sacudiendo sus manos con energía—. Vaya ¡No ha envejecido casi nada!
— ¿Ah? Ha de ser un hombre mayor —su sorpresa se vio interrumpida al verse atacado por el Capitán Mikazuki.
— ¿¡No sabes lo costoso que es reparar un barco idiota!? ¡Págame! —gritó atacándolo con su espada.
— ¡Ahg! —gritó al recibir un corte en su abrigo—. Sé que no me cortó pero es algo que distrae ¿no?
El capitán de los Piratas del Gran Casco retrocedió, el hombre tras la alegre máscara lo apuntaba con su trabuque.
—Ahora Mikazuki, deja a un lado esa espada —mandó el hombre con cabellos verdes.
— ¿Y tú quién eres? —preguntó él mientras botaba su espada a un lado.
—El Capitán Mask —reveló, activando el gatillo. Hasta que sintió los pasos de su amigo y fue derribado por éste—. ¡Shakespear!
—Unos marines estaban a punto de dispararle, hay demasiado ruido aquí Capitán es mejor retirarnos.
— ¡Hueles a sangre!
—Sólo una herida de bala, la sangre que rodea a esta pieza de hierro no ha de ser comparada con el calor que me dan sus palabras de desasosiego —tranquilizó a su capitán.
—Ah… No tienes remedio —suspiró—. ¡Vamos! ¡Llévatela a un lugar seguro! Yo debo terminar mi asunto con éste hombre… ¿Dónde se ha ido?
— ¡C-Capitán! —gritó Egana acercándose a ellos—. Los novatos causaron problemas, los siguen marines y ahora se dirigen al barco.
— ¡Tsk! —levantándose molesto disparó en dirección al capitán Mikazuki que estaba huyendo—. ¡Ven aquí rata cobarde!
La bala fue desviada por una superficie metálica.
—No tenía intenciones de atacarte después de ver que acudías a las llamadas de auxilio de esa anciana—dijo una voz profunda que no había oído con claridad anteriormente—, pero, ¿Rata cobarde? ¿Quién crees que eres?
— ¡Oh, no! —gimió Egana.
—Lo siento caballero, es un malentendido —intentó corregir el enmascarado—. Yo intentaba apuntar a…
— ¡Capitán Mask! ¡No se arriesgue más por mí, huya! —gritó dramáticamente Mikazuki.
Ojos dorados penetrantes observaron al enmascarado y a su supuesto cómplice con gran desprecio. El segundo al mando cogió a su capitán por su mano afeminada y huyeron del lugar. "Piratas del Gran Casco, eh… Desgraciados", murmuró Egana ya casi quedando sin aliento. Ahora eran perseguidos no sólo por la marina por el lado de los novatos, también lo eran por el mejor espadachín del mundo. "Hay que retroceder, vayamos en dirección a las escaleras" ordenó el capitán.
— ¡Allí están mis amigas! —gritó emocionada la anciana—. ¡Hey, chicas! ¡Estos actores han traído consigo a Erol Fline!
— ¡Señora! —gritó desde no muy lejos el Capitán Mask—. Se equivoca, no soy actriz. Digo, actor. Soy el manager de Erol Fline, no quería decírselo, pues era una sorpresa que iba junto a su Tour por la Isla Sibenik. Tal como usted pensaba, muchos aquí son actores. Necesitábamos dar un ambiente de peligro para darles una experiencia más emocionante, él ahora está en el personaje del mejor espadachín del mundo. Así que negará cualquier nexo con Erol Fline. ¿Entendido?
— ¡Oh! ¡Qué profesional!
— ¡¿Escucharon chicas?!
— ¿Está actuando de espadachín? ¡Maravilloso!
— ¡Son las mejores vacaciones que he tenido!
A gran velocidad se aproximaba el hombre de los ojos acechantes, el Capitán Mask al sentir que ya estaba allí se dio vuelta hacia él y le hizo una reverencia.
— ¡Damas y Caballeros! —habló en voz alta—. ¡He aquí el mejor espadachín del mundo!
El afamado espadachín miró al enmascarado con desconcierto.
Ya al adentrarse en la Isla unas ancianas habían intentado acercarse a él por confundirlo con un viejo actor de cine en sus años más lozanos. Había intentado ocultarse y descansar en un bar, pero allí adentro lo retaron unos piratas de la banda Hokahoka, unos pocos lograron escapar. Ya cuando había conciliado el sueño, otros piratas entraron a la taberna con el fin de esconderse, él, ya perdiendo su semblante destrozó la puerta de entrada...
En un instante se vio rodeado por muchas señoras de avanzada edad, no podía avanzar, estaba acorralado. Le pedían autógrafos y no paraban de hablarle. Salir de allí iba a tomarle el lapso de tiempo suficiente como para que los Blind Pirates pudieran darse a la fuga.
— ¡Capitán, nos ha condenado!
— ¡Vamos a morir!
— ¡Oh! Tristeza, pena, condena… —comenzó a recitar a manera de uno de sus muchos poemas dramáticos. Sacando su pluma comenzó a anotar con su mano derecha en su pequeño cuaderno—. Es así como otro desastre sacudió a los Blind Pirates…
— ¡Shakespear! —gritó Egana a su compañero—. ¡Éste no es el momento para eso!
— ¡Bah! Eso no es nada. Creo, sinceramente, que es peor que ustedes—apuntó a los piratas novatos—. Hayan herido a civiles al robar, me desobedecieron e incluso escapó uno de ustedes.
— ¡Capitán! ¡Ese shichibukai es el más poderoso! —uno interrumpió el silencio.
— ¡Debemos rendirnos!
—Muy bien —los interrumpió—. Márchense los débiles.
Un grupo comenzó a juntarse cerca de la borda, a punto de tirarse por ella. Entonces se escuchó un disparo. Todos los que iban a lanzarse retrocedieron y miraron asustados a su capitán.
—Pueden irse, con la condición de que acepten la posibilidad de que yo los mate cuando estén afuera, pues allá—dijo, apuntando hacia el mar—. Los consideraré mis enemigos
Se miraron los unos a los otros; ser asesinados por el gran espadachín o por su capitán era relativamente lo mismo. Por lo que decidieron probar su suerte y esperar a que pudiesen escapar sanos y salvos de él. O, más bien, de ambos: del capitán y el Shichibukai.
Un mes después, volviendo al presente, los Blind Pirates comenzaban a adentrarse en una zona cubierta por una espesa niebla. Tan sólo hace un par de días habían divisado el bote en forma de féretro del espadachín, sabían que los seguía de cerca.
—Nadie nos encontrará aquí. Es imposible Hue hue hue —rió, cruzándose de brazos el Capitán Mask.
— ¡No veo nada! —gritó el hombre al timón.
— ¡Yo tampoco! Y no actúo como un…un niño —dijo el Capitán Mask irritado, no sabía si era por la frase del joven o por su incapacidad para decir y recordar buenos insultos.
—Tengo miedo —expresó el hombre—. ¿Tendría la misericordia de matarme?
—No, niñita, tú conduces mi barco —le regañó el enmascarado.
Entre la espesa niebla, el capitán oyó compañía, reparando también en el característico aroma de las velas al estar encendidas. Por el ruido tenue del oleaje, descubrió que se trataba de un pequeño navío. Se sintió perturbado. Una capa de sudor frío corrió oculto bajo su máscara.
Algo no andaba bien…
— ¡Ni siquiera consigo a ver por donde conduzco la nave! Y-Ya no lo soporto más!
— ¡Detente! —gritó Egana.
— ¡No te atrevas espíritu desafortunado! —ordenó, Shakespear extendiendo su brazo.
— ¡Huyamos de aquí! —gritó el navegante a los demás piratas.
De pronto, en pleno crepúsculo, se escuchó un corte en el viento. Un haz luminoso atravesó el mástil principal. El Capitán Mask estaba aturdido; siendo un hombre ciego se guiaba por sus otros sentidos, pero con todos sus piratas moviéndose y corriendo estrepitosamente de un lado a otro, estaba indefenso y decidió lanzar un disparo de advertencia al cielo. Un silencio mortal invadió el barco, y el olor a un aire de guerra se hizo presente. La debilitada voz de uno de los novatos se oyó, clamaba a su capitán clemencia, pidiéndole que se quitara la máscara para conocer la veracidad de los horribles rumores en torno al recóndito rostro del capitán. El enmascarado sacó su revólver, y apuntó hacia dónde provenía la voz de su tripulante.
— ¡Por favor, Capitán, ayúdeme! —sollozó aquel hombre—. Usted es el mejor usando armas de fuego. Yo… Yo siempre lo he apoyado. Sé que llevo poco tiempo aquí pero lo aprecio y por eso no he huido.
— ¡Mentiroso! ¡Fue el miedo el que hizo que te quedaras! —gritó con cierta angustia el Capitán Mask.
Un disparo se escuchó en medio de sus alaridos; la bala rozó la cabeza de su compañero. La mano fina del Capitán Mask temblaba.
— ¡Yo no quiero volver a derramar la sangre de mis compañeros! —le gritó—. ¡Ve a ayudar a los otros, sé que aún quedan algunos vivos! Yo, por mi parte, intentaré hacer lo que pueda. Si he de morir, arrojen mi cuerpo al mar.
— ¿Qué le ocurre? Está actuando diferente —opinó uno de los que se escondía.
— ¡De seguro está aterrado! Es nuestra oportunidad —dijo otro tripulante, con una sonrisa.
La niebla comenzaba a disiparse. El Capitán Mask suspiró. No conocía más que el nombre de dos de sus ahora diez hombres. Se inclinó hacia delante con dolor y agarró su cabeza con angustia tratando de encontrar una solución dentro de su mente.
"No entiendo, no entiendo. Al ponerme la máscara procuré no temer a los demás; todo lo contrario, quería que temieran de mí para así estar en una posición ventajosa ante cualquier peligro. Luego, al tener una tripulación, confié de a poco en mis chicos, pero cuando ocurrió ésa catástrofe, me di cuenta que todos podían llegar a ser como aquel, y quería desaparecer todo. Aunque de nada sirvió el perder a tantos hombres. Al formar esta nueva tripulación, pensé que comenzar desde cero sería lo mejor, pero cuando me propuse cambiarlos para que no fueran como aquel, no lo logré nada… ni siquiera acercarme a ellos. ¿Qué fue lo que hice mal? Padre… Ahora me cuesta sonreír. Madre… ¡Qué desgracia! Creí que lo lograría…" Pensaba el capitán, apretando sus puños con rabia.
Unos pasos se acercaban subiendo por la rechinante escalera que los separaba hasta detenerse tras él. El Capitán Mask soltó un largo suspiro, y lentamente se volteó en dirección a su oponente.
—Buenas tardes, caballero —dijo el capitán de los Blind Pirates—. ¡Qué impresionante es usted! Aún con esta niebla y la distancia que le llevábamos fue capaz de alcanzarnos.
—Buenas tardes —habló el otro individuo. Era la voz del poderoso hombre que hizo pasar por actor—. No me interesa eliminar a tu tripulación sólo he venido a saldar cuentas. Y esta vez no te acompaña la suerte que favoreció tu huída en Sibenik.
—No esté tan seguro, señor—dijo Capitán Mask con confianza.
—Agradece que lo haré rápido, "rata cobarde" —dijo el afamado espadachín, empuñando su gran espada.
— ¡Vaya! ¿Aún sigue molesto con eso? Esas palabras eran para el hombre que se hizo pasar por mi subordinado —manifestó con molestia.
El primer corte lo esquivó. El Capitán Mask trató de tomar distancia, pues no era bueno luchando cuerpo a cuerpo. Disparó, pero el espadachín se movía demasiado rápido. Le costaba escucharlo. Desdichadamente, oyó algunos gritos de sus compañeros: "¡Córtalo ya!", "¡Elimina a este loco, Ojos de Halcón!", "¡Tú le ganarás a este demente!", "¡Sálvanos, Dracule Mihawk!". El enmascarado se distrajo y un corte en su pecho hizo que cayera por las escaleras. Sus piratas más fieles observaban aterrados; en esos momentos la niebla ya no los envolvía pero sí que se había oscurecido el día. El Capitán Mask disparó nuevamente y Mihawk no tuvo mayores problemas para evadir las balas. Volvió a disparar, esta vez repetidas veces atravesando una de sus balas la larga gabardina de Mihawk a la altura de sus muslos. El hombre de los ojos de halcón se sorprendió un poco. No muy lejos, el Capitán Mask escuchó algo que no esperaba.
— ¡Cállense! —gritó Egana—. ¡No tienen derecho de ser llamados miembros de ésta tripulación! ¡¿Cómo es posible que deseen la muerte a su propio capitán?! ¡Yo mismo los mataré!
El Capitán Mask, con sus fuerzas renovadas, disparó nuevamente, pero Mihawk desvió la bala hacia el mismísimo enmascarado, le extrañó que este no evadiese la bala. Antes de poder volver a cargar su trabuque, su gran cuerpo fue derribado por el Shichibukai que enterraba su gran espada donde la bala había atravesado anteriormente.
Su cabeza se golpeó contra el suelo y notó como respirar le era cada vez más difícil.
—Te felicito, pudiste hacer historia, pero no me interesa escucharla así que mataré a tus piratas de todos modos —dijo, con frialdad.
—Como quiera—dijo el capitán con una voz moribunda—. Con que, Ojos de Halcón… Vaya, me hubiese gustado verlos...
— ¡Capitán Mask! —gritaron sus dos fieles compañeros.
El gran Capitán no podía emitir palabras, su mano se cerró con sentimientos de impotencia. Su pecho comenzó a bajar y a subir con rapidez y en una voz angustiosa, que pareció arrebatarle la vida, exclamó: "¡A ellos no los mates!".
— ¡Capitán! —volvieron a gritar sus tripulantes, consternados.
—Entonces —habló Mihawk, dirigiéndose a los espectadores—. Este hombre era ciego.
—Así es —respondió uno de los novatos, que estaba mal herido—. Gracias por asesinarlo, supongo que por haberte apoyado no nos harás daño.
El mejor espadachín del mundo sacó su espada, Kokuto Yoru, del cuerpo del hombre muerto y la observó con detenimiento; no tenía la cantidad de sangre que pensaba que debía de haber en ella. Luego miró a los piratas que tenía enfrente.
—Desear la muerte a su propio capitán… Que mala elección por parte de ese hombre —dijo el espadachín, mirándoles indiferente.
—D-De todas formas somos más que tú —dijo uno.
— ¡Si bien no somos grandes espadachines, tenemos armas de fuego muy poderosas!
— ¡Nos transformaremos en leyendas! ¡Hoy te derrotaremos!
De los ocho, sólo atacaron cuatro, pues los demás se habían escondido. Todos dispararon contra el afamado hombre que tenían en frente, sin embargo, la gran habilidad del espadachín los sobrepasó y fue capaz de vencerlos con gran facilidad. El barco quedó en muy mal estado. Realmente, los que se atrevían a atacar a semejante espadachín o eran muy necios o, lo que era menos común, eran aquellos con un sueño.
Dracule Mihawk guardó su espada. A su alrededor había fuego. Todavía en la parte superior, cerca del timón, estaban los dos tripulantes junto a su Capitán. Él subió las escaleras, se acercó al cuerpo y sacó su daga.
— ¡Deténgase ahora! —lo detuvo Egana sin titubeos—. ¡O se va a arrepentir!
—Un insecto como tú no puede decirme qué hacer —le respondió Mihawk, con una mirada penetrante.
— ¡Llévese lo que quiera! ¡Pero no le haga más daño a nuestro Capitán! ¡Preferimos no volver al mar con tal de que no le hagas nada a éste hombre! —gritó el corpulento Shakespear con lágrimas en sus ojos.
—Ciertamente, espero no verlos nunca más en los mares —admitió mientras guardaba su daga, y al acercarse a ellos, murmuró—. Ya perdí el interés. Ah… Su capitán no está muerto. Tarde o temprano dejará de jugar a eso.
— ¿Qué? —se preguntaron mirándose el uno al otro.
—C-Creo que sólo se desmayó… —supuso Egana, sacando un papel de su bolsillo—. Su Vivre Card sigue intacta.
— ¿Qué es eso? —preguntó el poeta al ver una luz frente a ellos—. ¿Ya amaneció?
Al marcharse Mihawk, todo parecía volver a la normalidad para los aterrados sobrevivientes del barco de los Blind Pirates, aunque su desgracia no terminaba allí. Un gran haz de luz iluminó la oscuridad de la noche y el barco fue cortado en numerosas partes. Así, todos cayeron al mar, separándose.
Continuará
¡Hola! Me dicen Jose, pero prefiero que por aquí me digan Jou
¡Bien! Estoy escribiendo Ceguera Aparente de nuevo, corrigiendo cosas eliminando todo rastro de mala ortografía, redacción, cosas OOC, sue-ismo xD
Los capítulos editados tienen su título dispuesto de una forma diferente ;)
Un abrazo sicológico ¡nos vemos!
*** ANEXO
(c) One Piece: Okome, Piratas Hokahoka, Capitán Mikazuki, Piratas del Gran Casco, Egana.
OC: Capitán Mask, Shakespear
Basado en algo existente (busque en la web si desea saber más): Sibenik (Šibenik), Erol fline (Errol Flynn)
