Capitulo 1 Comienzo
- "Y pensar que la vida nunca me ha dado nada… Desde pequeña, apenas tuve unos pocos momentos de felicidad. Quién sabe, quizá hay una forma cósmica de pagar por los momentos de felicidad con otros tantos de sufrimiento …" - Iba pensando en ello cuando una sensación de felicidad absoluta penetró en mi cuerpo, cuando Catrina, mi mejor amiga que era como una hermana, se acercó a mi por la espalda, me abrazó y me tapó los ojos.
- ¿Quién soy? – preguntó y en su voz pude adivinar una sonrisa.
- Mmm… - puse mis manos sobre las suyas simulando que me lo pensaba, pese a saber perfectamente quién era. – ¿Britney Spears? - pregunté, diciendo el nombre de la cantante que más detestaba.
- ¡¿Qué? ¿Te parece que soy esa rubia tonta? – destapó mis ojos y se puso delante de mi, con tal expresión ultrajada, que me puse a reír al verla. Ella no tardó en unirse a mis risas. Nos cojimos del brazo, como si no hubiera pasado nada y fuimos juntas a clase.
- ¿Qué te pasaba esta mañana? – Me preguntó cuando nos sentamos juntas en la cafetería del instituto – te notaba triste.
Me miró con expresión preocupada. Llevaba el pelo ondulado de un bonito color castaño oscuro salpicado de mechas más claras, largo hasta la cintura. Había resaltado sus ojos, de un bonito color verde como los míos, pintándoselos con un lápiz negro. Vestía unos vaqueros negros con cadenas plateadas colgando y su camiseta de color rojo oscuro con el dibujo de unas flores negras, mi favorita, que podía verse a través de su entreabierto abrigo negro que le regalé.
- Nada, solo pensaba en mis cosas… - le sonreí sin mucha convicción.
- Alyssa, sabes que puedes contármelo…. – puso su mano derecha sobre la mía, olvidado su desayuno a un lado, y acarició el dorso de mi mano con su pulgar.
Me miró a la cara, intentando leer en mi rostro la respuesta. Siempre lo conseguía, muy a mi pesar.
- No es nada, de verdad. Viejos y dolorosos recuerdos, ya sabes, lo de siempre… pero, y ¿que tal con Marcus? – le cambié de tema, no me gustaba hablar de mi, y menos aun hablar de ese tema en concreto.
Funcionó.
Con una enorme sonrisa, comenzó a hablarme de su novio. Era un buen chico, más o menos de nuestra edad y llevaban saliendo un tiempo.
-Nena, me lo tienes que presentar… - le reprendí, como tantas otras veces. Lo cierto era que me alegraba mucho por ella, de que tuviera a alguien que la quisiera tanto, se merecía eso y más. Pero la negra sombra de los celos planeaba sobre mi. No eran celos de ella por estar con él, eran celos de ellos dos por tenerse, por estar juntos.
Yo también me había enamorado, pero ese amor me había hecho mucho daño.
Apenas unos meses antes, había conocido a un chico. Se llamaba Ángel Buren. Tenía mi edad, era un poco más alto que yo, con 1.72 de altura. Tenía unos enormes ojos azul zafiro y azul claro, lo que les daba un aspecto de color difuminado precioso. Llevaba el pelo corto, siempre alborotado, y de color azabache. Su piel era clara, muy pálida y siempre vestía muy bien.
Le conocí cuando empezó en su primer día de clase.
Yo me acababa de mudar con mis abuelos a Nueva Orleáns, y no conocía a nadie. La razón de mi mudanza era demasiado dolorosa, y evitaba contarla. Él se mudó un año después.
Conocí primero a Catrina, durante la primera hora de mi primer día de clase. Cuando llegué al instituto, me dieron un mapa junto con el horario y la lista de libros para mis clases, pero me costó un poco encontrar el aula de Lengua. Cuando entré, el profesor me presentó al resto del grupo, mientras yo intentaba con todas mis fuerzas no ruborizarme.
- Chicos, esta es nuestra nueva compañera. Se llama Alyssa Combs y es nueva en la ciudad. Viene desde San Francisco. Todos esperamos que le guste vivir aquí con nosotros. – dijo el profesor, y luego se dirigió solo a mi. – Yo soy el profesor de Lengua y me llamo Jason Evers, es un placer tenerte en mi clase. – puso su mano derecha sobre mi hombro derecho, y con la izquierda me invitó a buscar asiento sonriendo.
- Gracias profesor… - dije antes de buscar un sitio.
La clase era pequeña y de forma rectangular. En las paredes colgaban postres con imágenes de escritores ya fallecidos, con extractos de sus mejores obras. La puerta se encontraba a mi izquierda, con las ventanas a lo largo de la pared derecha. A mi espalda se encontraban la pizarra y la mesa del profesor. Frente a mi, seis hileras de sillas y mesas, con sus correspondientes alumnos sentados en ellas. Algunas de las chicas me miraron de mala manera. Otras se acercaban a sus chicos o simplemente se ponían a cuchichear entre ellas. Me dieron mala espina desde el principio. Los chicos al mirarme, se sonrieron unos a otros mirándome de arriba abajo. Seguramente se estarían diciéndose que intentarían ligar conmigo. Testosterona con piernas…
Suspiré para mis adentros. Yo me consideraba una chica del montón, de las más normalitas. Llevaba mis vaqueros azules favoritos, muy desgastados, con mis deportivas a juego y una camiseta con el dibujo de un tigre siberiano tapada por mi abrigo negro. La mochila colgaba pesada de mi hombro derecho, sujeta por la misma mano. Con un asentimiento de la cabeza y una leve sonrisa, le agradecí al profesor que me presentara él, y me ahorrara hacerlo a mí.
Me senté junto a una chica que parecía tener mi edad y que me sonreía desde que el profesor me había presentado.
Dejé la mochila en el suelo y me senté a su lado.
- Hola me llamo Catrina, bienvenida – me dijo. Era una chica guapa, con unos expresivos ojos verdes y con el pelo ondulado y largo hasta la cintura. Vestía una camisa morada y larga, encima llevaba una sudadera de Nightwish con unos vaqueros y botas negros.
- Yo Alyssa, encantada, y gracias. – Sonreí - ¿te importaría enseñarme como va el instituto? Es que… - le enseñé el mapa y encogí los hombros con una sonrisa de disculpa. – no se donde está nada…
- Claro, pero es normal. Mis primeros días aquí yo también solía perderme. –me sonrió con confianza.
La chica me gustaba. Teníamos un estilo parecido, y pronto descubriríamos que nuestros gustos eran muy parecidos también. Durante la hora del desayuno, me llevó a la cafetería, y estuvimos hablando.
- ¿y por que os habéis mudado aquí tu familia y tu? - me preguntó con curiosidad, mientras mordía su manzana.
- Bueno, en realidad me he mudado yo sola. Ahora vivo con mis abuelos… - le conté a grandes rasgos las partes más importantes de mi mudanza, aunque lo más importante me lo guardé para mí.
- Vaya, lo siento… - comenzó a disculparse, con expresión afligida.
- No, tranquila, no pasa nada. – La interrumpí.- no tenías por que saber nada, pero mira esto… - aparté el pelo de mi nuca, para mostrarle una cicatriz con forma de media luna, con los cuernos hacia arriba.- después del accidente, me quedó esta cicatriz tan extraña.
- Wow, debió ser horrible - su expresión era de dolor y compasión.
- Si, la comida de los hospitales es horrible. – puse cara de asco, y nos reímos las dos cuando simulé un estremecimiento.
A partir de ese momento, nos hicimos inseparables, dormíamos en la casa de la otra, nos prestábamos ropa, y una no se compraba nada sin la opinión de la otra.
Un año después, de mi llegada a Nueva Orleáns y al instituto, un chico nuevo se incorporó a clase unas semanas antes de las vacaciones de navidad.
Catrina y yo íbamos juntas, cogidas del brazo, cruzando la verja de entrada al instituto y hablando de los planes que teníamos para hacer durante esos días.
- Bueno, y ¿que quieres que te regale por tu cumpleaños? – preguntó a traición, diciéndolo como quién pregunta la hora. Sonreí, era una muy buena actriz cuando quería.
- Tu compañía, y un abrazo. Pero eso si, que sea de Johnny Depp – reí.
Sonrió.
El suelo del patio estaba alfombrado con los hermosos colores del fin del otoño, naranjas, marrones, rojos, amarillos… decoraban todo donde ponía la vista. Y entonces puse mi vista sobre él. Alto, moreno, vestido con colores cálidos y unos brillantes ojos azules clavados en mí. Cuando me fijé un poco en él, dejé de prestarle atención a mi conversación con Catrina. Cuando se dio cuenta, miró también al chico, y al verme tan absorta, agitó su mano ante mis ojos para devolverme a la realidad.
- ¿Alyssa? ¡Ey! Tierra llamando a Alyssa, ¡Regresa al mundo de los vivos!
- ¿Qué? Uy, perdona, que decías de … ¿espumillón de colores? – dije disculpándome y mirándola a la cara de nuevo. Busqué al chico nuevo con la mirada, y cuando le encontré, vi que se reía, seguramente, por el bochorno que acababa de protagonizar. Sin saber muy bien por que, me ruboricé.
- Decía – dijo un tanto molesta – que si te vienes esta tarde a ayudarme a colocar los adornos de navidad en mi casa.
- … Si, claro, mis abuelos aún no los han sacado, y creo que tendré que hacerlo yo. Entonces me ayudarás tú, ¿eh?
- Por supuesto, - al verme tan atolondrada, pareció que se le pasaba el enfado. Miró al chico con curiosidad.- Espero que caiga en nuestra clase.
- Si, yo también. - contesté en susurros, o al menos yo creí que había sido en susurros, por que enseguida Catrina empezó a reír a carcajadas, y yo claro, enrojecí aún más. – Vamos, toca Arte y vamos a llegar tarde… - dije y apreté el paso, dejándola a ella y a sus risas detrás de mi.
Pronto me alcanzó.
- Si, no queremos llegar tarde, - dijo seria de nuevo. – Tenemos que saber si está en nuestra clase… - susurró lo suficientemente alto para que solo yo la oyera…
La ignoré, aunque no pude ignorar el calor de mis mejillas encendidas.
Entramos en el aula de Arte como dos exhalaciones, y corrimos a sentarnos en nuestros asientos, ante nuestros lienzos.
El chico nuevo se quedó en la puerta, observando la clase. Catrina me dio un codazo en las costillas para llamarme la atención, ya que yo estaba de espaldas a la puerta. Pero no necesitaba su ayuda para saber que él estaba allí. Podía sentir sus ojos azules clavándose en mi espalda como dos dagas de hielo. Todas y cada una de las células de mi cuerpo pareció prenderse en llamas bajo el poder de su mirada.
- Al final puede que esté en nuestra clase – me susurró Catrina al oído, para picarme.
- ¡Shhh! Tú calla. - ¿por qué me sentía tan extraña? – La señora Lambert acaba de entrar... – añadí para escabullirme de su mirada jocosa.
La profesora Lambert era una mujer mayor, con el cabello entrecano, de color gris veteado de negro y blanco. De carácter amable y bondadoso, tenía el aura de la típica abuelita que siempre te regala bombones. Me recordaba mucho a la abuelita de Pedro y Heidi.
Estaba paseando por la clase, pasando lista para saber quien había acudido a clase cuando se fijó en el color rojo de mis mejillas.
- Alyssa, ¿te encuentras bien? Estás muy colorada. – dijo mirándome.
- ¿Qué? Ah, si si… - intenté no enrojecer más por la vergüenza.
- Bien… un cuadro precioso querida… - me dijo sonriendo apreciativamente al ver mi cuadro. Era una escena de los canales de Venecia. Una barca estaba sujeta al poste de una casa, con los antiguos edificios a ambos lados del canal con un atardecer de fondo.
- Gracias profesora Lambert. – dije un tanto azorada, no me gustaba llamar la atención. Catrina estaba pintando una escena de una película de vampiros. Fue entonces cuando hablamos por primera vez.
La profesora había seguido con su paseo, contemplando los trabajos. Yo estaba riéndome con Catrina por un comentario que ella había hecho sobre el cuadro de Jenny Wormald. Ella era la típica animadora rubia de ojos grises, guapita y de cuerpo escultural, la súper mona y popular. Había intentado pintar a su perrito, un hermoso Golden retriever de color dorado. Pero parecía más una rana amarilla y deforme, de patas cortas acabadas en pezuñas, como si lo hubiera dibujado un niño pequeño. La señora Lambert lo había visto, y nos reíamos de lo que le había dicho. Y también de la cara de pena que puso al comparar el cuadro con la foto original, donde salía el perro sentado sobre los cuartos traseros mirando hacia arriba, a cámara, con la lengua fuera por el lado izquierdo.
- Me gusta tu cuadro, ¿has estado alguna vez en Venecia? – oí una voz musical, pero a la vez masculina detrás de mí.
Me embargó una sensación extraña, como si ya le conociera de antes, aunque la energía que emanaba de él era desconocida para mi, pero a la vez familiar.
Me di la vuelta para mirarle.
- Gracias, - pude notar la curiosidad de Catrina, a mi lado *tu tienes novio rica, así que no le mires así* pensé hacia Catrina, pero claro, ella no pudo oírme. El chico nuevo me sonrió, y me pareció ver que la habitación se iluminaba. Sin darme apenas cuenta, le devolví la sonrisa. – me llamo Alyssa. ¿Y tú?
- Ángel, Ángel Buren, es un placer. – respondió con esa sonrisa suya.
- Encantada. – contesté. Oí un ligero carraspeo a mi izquierda. ¡Vaya! Me había vuelto a olvidar de Catrina. - … y ella es mi mejorcísima amiga Catrina.
- Un placer Catrina. – saludó educadamente.
- Igualmente. – La dio dos besos en las mejillas, y sin saber muy bien por que, me dieron ganas de apartarla de él.
*¿Qué me pasa?* Pensé confusa.
-No has contestado a mi pregunta. – miraba el cuadro comparándolo con la foto que yo usaba para pintar. - ¿has estado alguna vez en Venecia?
- No, me gustaría mucho ir, pero cuando veo esa foto, siento que ya he estado ahí, como si yo misma la hubiese hecho… - sonreí – raro ¿verdad?
- No creas, - interrumpió Catrina – a mi a veces me pasa igual cuando cruzo por una calle por la que no había pasado, pero que me resulta familiar.
- Es la Piazza di San Marcos, ¿verdad? – me preguntó él con curiosidad. – te ha quedado muy bien, eres muy buena.
- Gracias, y si, es la plaza de San Marcos ¿tu has estado en Venecia? –pregunté con curiosidad volviendo a mi cuadro.
- Una vez, hace mucho tiempo.
- ¿Hablas italiano? – le miré con curiosidad por encima de mi hombro, ya que estaba detrás de mi.
Catrina nos había dejado espacio, con mucho disimulo, pero no se perdía detalle de nuestra conversación.
- Bueno, un poco, pero hablo varios idiomas… - sonrió con timidez.- mi familia se muda mucho.
- Vaya, lo siento, pero al menos conoces mundo. Yo apenas conocía mi ciudad antes de venir a vivir aquí con mis abuelos… - dije sin darle importancia.
La clase transcurrió tranquila y sin incidentes, excepto por un pequeño accidente con la pintura que sufrió Jenny. Estaba contoneándose delante de Marc Johnson, su nuevo novio, cuando tropezó con su caballete, cayéndose sobre la paleta de pinturas y llenando su modelito con múltiples manchas de distintos colores. Pero el más intenso era el rojo carmesí de su rostro. Incluso a la profesora Lambert le costó aguantarse la risa. Dejó que Jenny fuera a su casa a cambiarse de ropa, aunque no volvió en todo el día. Cuando las risas fueron sofocadas, sonó el timbre, y todo lo que se oía era el ruido de veinte personas recogiendo.
- ¿Qué toca ahora? – le pregunté a Catrina.
- Creo que en el aula de proyección – dijo mirando su reloj.
- Cierto, Leonor nos iba a poner Romeo y Julieta – le expliqué a Ángel.- Estamos viéndola en Literatura.
Caminábamos deprisa para coger buenos asientos en el aula. Ángel se apartó un momento de nosotras para ir a presentarse a la profesora Ghent. Ella era una mujer de largos cabellos negros, ojos marrones, piel pálida, pero de tacto suave. Bastante alta, de complexión delgada pero flexible. Se movía con ligereza y elegancia. Tenía un carácter, por lo general afable, pero se volvía realmente endemoniado cuando algo la enfadaba. Procurábamos hacerlo lo menos posible. Hechas las presentaciones, Ángel volvió con nosotras y se sentó a mi lado.
Apagaron las luces y corrieron las cortinas, parecía un cine.
La película empezó y la profesora Ghent nos mandó callar a todos.
- Teníamos que haber traído palomitas… - susurró Catrina a mi lado.
Con una sonrisa cogí mi mochila de entre mis pies y abriéndola despacio para no hacer ruido, le enseñé una bolsa de palomitas y otras gominotas surtidas.
- Self service Cat, – le dije sonriéndole, y me volví a mirar a Ángel. - ¿quieres tú algo?
Miró el contenido de mi mochila con curiosidad y sonriendo negó con la cabeza, mientras Catrina sacaba una bolsa transparente llena de gominolas.
- No, he desayunado ya, pero gracias… Le doy mi parte a Catrina…
La miramos los dos a la vez, a tiempo de ver como se metía un regaliz en la boca, y nos reímos bajito para no molestar a los que veían la película. Cuando pudimos parar de reír, nos miramos cómplices.
Comenzamos a hablar en susurros.
- Y… ¿tienes más familia? – pregunté entre susurros mirando la pantalla.
Era la escena del baile, y Romeo acababa de ver a Julieta.
- Yo he venido antes con mi padre, mis hermanas y hermanos llegarán mañana con mi madre. – contestó también entre susurros.
Acerqué mi cabeza a la suya, en parte para oírle mejor, para ponerme en una posición más cómoda, y para sentirle más cerca.
- ¿Y por qué venís separados?
- Mi padre tenía que ver la casa, si la nevera estaba llena, el jardín limpio… ya sabes, es que somos muchos. Mientras él iba a su trabajo, yo vendría a ocuparme de mis hermanos y nuestras plazas de estudios.
Con el entrecejo fruncido pregunté.
- ¿Cuántos sois? ¿Vais a provocar superpoblación en el instituto o algo así?
Rió un poco bajito, aunque algunos compañeros nos chistaron.
- No, solo somos mis cuatro hermanos y yo… y mis padres, claro. – se encogió de hombros y se dejó resbalar un poco en su silla, para ponerse a mi altura.
- Vaya… y yo que me quejaba de tener a Víctor, mi hermano pequeño…
- No sabia que estuvieseis hermanos – dijo con curiosidad.
- Eso es por que solo yo vivo con ellos – dije con la vista fija en la pantalla de proyección. Mercucho hablaba con Romeo sobre Julieta. – mi familia… - me costaba hablar de ello. – murieron en aquel accidente de coche.
Mis ojos brillaban ahogados en lágrimas, al recordar el accidente. Lágrimas ardientes corrían ahora libres por mis mejillas, mientras las imágenes de aquel trágico y maldito día se hacían más y más nítidas tras el velo de mis recuerdos.
Volví a la realidad al notar una suave caricia en mi mejilla. Le miré triste y a la vez avergonzada, normalmente no solía llorar. Ese tema me tocaba profundamente, y estaba sensible. Me limpié la cara con la manga de la camisa, y le pedí un pañuelo a Catrina.
- Lo siento, no suelo ponerme así… - respiré hondo. - ¿qué vas a pensar de mí?
- No te preocupes – me apartó un mechón de pelo del rostro, y me acarició la mejilla con el dorso de su mano. – no pasa nada. Sé que es doloroso, y ese accidente fue hace poco ¿verdad?
- Si, aún duele, pero ya estoy mejor. – limpió otra lágrima y le sonreí como pude. Él correspondió a mi sonrisa con una sonrisa torcida y pasó su mano por detrás de mis hombros, hasta que puso mi cabeza sobre su hombro. Y así vimos la película, yo apoyada sobre su pecho, con mi cabeza en su hombro y él abrazándome cariñoso y protector, apoyando su barbilla en mi cabeza.
La boda. Romeo y Julieta casándose en secreto. Los pañuelos volaban, todas las chicas se sonaban la nariz, y alguno que otro de los chicos se limpiaban alguna que otra lágrima con disimulo. Catrina se había recostado sobre mí, y yo le acariciaba el pelo distraída viendo la película, más tranquila y muy a gusto entre los brazos de Ángel.
Los minutos volaban, un segundo antes estábamos viendo un duelo y al siguiente Romeo era exiliado, y cuando te querías dar cuenta, Julieta estaba "muerta".
- Pobre Romeo – oí susurrar junto a mi oído. El suave aliento de Ángel acarició mi mejilla.
- ¿A qué te refieres?- pregunté sonriéndole.
Nuestros ojos se encontraron un momento, y deseé que ese momento se hiciese eterno. Aunque a mí me parecieron horas, debieron ser apenas unos segundos. Señaló la pantalla con la barbilla y la miramos a la vez, justo cuando le daban la noticia a Romeo de que su amada Julieta había muerto.
- No puedo imaginar lo que debe sentirse cuando la persona a la que amas más que nada en el mundo, muere, y tú no estás con ella. – dijo con voz triste.
- ¿Amarías a alguien con tanta intensidad? – volví la cabeza para mirarle de nuevo a los ojos. Era una pregunta inocente, pero cargada de curiosidad.
Con esa sonrisa torcida suya que tanto empezaba a gustarme, abrió la boca para responder, y justo en ese momento sonó el timbre, anunciando el final de la hora. Me hizo una mueca de disgusto, la misma que se me había dibujado a mí en la cara. Con resignación, nos sentamos correctamente en las sillas cuando la profesora Ghent encendió las luces.
- Bueno, terminaremos de verla en la próxima clase. Hasta mañana chicos. – dijo, y fue a apagar el proyector.
Catrina se levantó de encima de mí y arrugó la bolsa de gominotas entre sus manos y la tiró a la basura. Ordenamos las sillas y salimos del aula. Estuve todo el día dándole vueltas a mi conversación con Ángel, y a todo lo que sentía cuando él estaba cerca.
Jamás usaba ninguno de mis dones premeditadamente. Mi poder empático me hacía sentir lo que sentían los de mi alrededor, y se ampliaba esa sensación cuando alguien me tocaba, o si tocaba yo a alguien. Cuando Catrina se tumbó sobre mi, noté una sensación de cansancio que se iba tronando en interés con la película. Cuando Ángel me recostó sobre él, al principio no pude sentir nada, lo cual me extraño mucho, pero cuando me calmé un poco, pude notar su tristeza y su preocupación por mí. Estuvimos así abrazados un rato, y esas sensaciones se cambiaron por otras de bienestar, incluso, lo que me extrañó un poco, por una plena sensación de paz. ¿Acaso Ángel libraba una especie de conflicto interno? ¿Qué ocultaba?
