Nosferatu

La robusta pero elegante figura salió a paso calmado del tenebroso bosque. Iba con un traje inapropiado para la tormenta que sacudía Forks desde hace días y su aspecto era bellamente terrorífico. Sus ojos, que no desprendían nada salvo un hambre voraz, eran de un rojo carmesí que se ocultaban bajo unas largas pestañas; su cabello oscuro, de un color indescriptible se pegaba a su cara y sus finos y perfectos rasgos lo hacían parecer un ángel caído.

El ruido de voces llamó su atención y una sonrisa que dejó a la vista su blanca dentadura se fue formando en su cara mientras se dirigía hacía ellas.

Era hora de cazar.