Amour Sucre (Corazón de Melón) y sus personajes no me pertenecen. Créditos a sus respectivos creadores.
¡Hola Sweet Amoris! El caluroso fin de semana ha pasado, dejando una estela de jugosos cotilleos. Comenzaré diciendo que tuve la 'suerte' de ver a varios de ustedes en la playa; y escribo suerte entre comillas porque no fue precisamente un deleite para la vista.
Mi muy querida Amber, 'princesa del instituto', tu cabello brillaba al sol cual valioso oro. Haz un favor al mundo entero y usa un traje de baño completo -o en su defecto un pareo-; no tenemos porque ver los dos kilos de más que has ganado este semestre.
Y mientras a unos les sobra, a otros les falta: en esta ocasión no lo digo por ti, Castiel 'nalgas de pollo' de mi corazón.
Lo digo por nuestra famosa -no siempre en el buen sentido- Sucrette, quien portaba un hermoso traje de baño color esmeralda, muy de moda esta temporada. Por cierto, cielito, conozco una receta muy buena para aumentar el... ejem... busto. Trataré de hacertela llegar por correo.
Ah, antes de seguir, un anuncio público. Encontré de nuevo una libreta cerca del bazar de don Louis; la dejé en el casillero del que supongo es el dueño. Tú sabes quienVICTORIANOeres.
Ahora si, continuo.
No todo fue arena y sol; el centro comercial también rebosaba de vida.
Desde un guapo Dake intentando ligar con cualesquier ser femenino, hasta un emocionado Alexy arrastrando sin piedad a su hermano por toda la tienda de ropa.
Tuve incluso el privilegio de ver a la chica nueva deambular por allí, acompañada de cierto rubito gatófilo cuyo nombre no diré por motivos de privacidad -cofcofnathcofcof-. En lo personal, no me van los chicos de ese tipo, pero a cada quien sus gustos. Además, rumores dicen que bajo su ropa se esconde un muy buen cuerpo. O eso dicen.
Nunca olviden esto: a su humilde servidora no se le escapa nada.
LADY AMORIS
Sucrette era una chica común de preparatoria, de notas normales y ligeramente distraída; eso si, guapa, pero un poco cotilla. Una adolescente, al fin y al cabo. Y esa mañana llegaba al instituto Sweet Amoris con un 'elegante' retraso de quince minutos. Su despertador no había sonado y para colmo, sus padres olvidaron dejarle dinero para el bus, obligándola a correr despeinada y con el desayuno en la boca todo el camino. Aunado a eso, tuvo la mala suerte de encontrarse con la directora en cuanto entró, provocando una retahíla de amonestaciones. Después de 45 minutos, porque la chica contó el tiempo, pudo librarse del sermón y entró a la clase con sigilo.
- Eit. Su. ¿Tarde otra vez? -su mejor amiga Rosalya, hermosa chica de cabello blanco y por cuyas venas corría la cafeína, le susurró desde el asiento contiguo. Sucrette asintió, mientras intentaba tomar apuntes a toda prisa; notó de reojo que algunos de sus compañeros la miraban con risitas disimuladas y le preguntó a su amiga:
- Oye, Rosa. ¿Sucede algo con mi cabello?
- Uh, no. ¿Porqué?
- Es que hay quienes me miran de manera extraña.
- Ah... creo que nada tiene que ver con tu cabello...
La mirada reprobatoria que les dirigió la profesora las interrumpió dejando a Sucrette con la duda.
Al terminar la clase ambas salieron juntas en dirección a ningún lugar. Rosalya parloteaba sobre las nuevas telas que su novio Leigh compró, mientras esquivaban la multitud de alumnos por el pasillo.
- ¿Y qué tal tu fin de semana? ¿Te divertiste en la playa?
Sucrette la miró sorprendida.
- ¿Cómo te enteraste que fui a la playa?
Rosalya bufó.
- Todo Sweet Amoris lo sabe.
- No me digas que...
- Si -y le entregó la edición del periódico escolar de esa semana, que Sucrette tomó con manos temblorosas. Al poco rato su rostro se coloreó de vergonzoso carmesí y levantó la mirada hacia su amiga, para después bajarla hacia su propio pecho. Repitió ese movimiento varias veces hasta cansar a la peliblanca, quien la agitó por los hombros.
- ¡Su! ¡Tranquila!
- ¡Me dijo plana! ¡Esa bruja me dijo plana!
- Vamos, no te preocupes. Es sólo su opinión. ¡Mira, ella también escribió sobre Castiel! No lo tomes a pecho... je je je, a pecho -dijo Rosalya, riendo entre dientes de su propio chiste con lo que se ganó una mirada molesta de Sucrette.
Aquello que provocó el enfado de nuestra protagonista era una columna del periódico escolar. De hecho, esa columna había causado un gran revuelo desde sus inicios.
Todo comenzó meses atrás, cuando apareció publicada por primera vez 'Cotilleos de Sweet Amoris'. En ella, una tal 'Lady Amoris' escribía todo lo digno de mencionar concerniente a los alumnos del instituto. Desde un evento escolar, hasta una fiesta, Lady Amoris siempre estaba enterada.
Lo que hacía diferente esa columna a las demás, es que aderezaba los datos con sus propios comentarios, llenos de gracia y, a veces, ligera maldad. Pero era precisamente eso lo que hacía el periódico más popular cada semana.
Todos anhelaban, y a la vez temían aparecer en su columna.
Lady Amoris era amada y odiada.
Lady Amoris era un misterio, pues absolutamente nadie sabía quien se escondía bajo el seudónimo. Ni siquiera Peggy, la avispada reportera y directora del periódico escolar lograba descubrir ese secreto; lo único que sabía era que la columna llegaba la noche del domingo a su correo, para que ella la publicara temprano al día siguiente. Distintas teorías giraban en torno a la identidad secreta de Lady Amoris: unos opinaban que se trataba de alguna chica de último grado, otros se atrevían a decir que podría ser un chico. Esto, junto a las constantes investigaciones de Peggy para descubrir a su escritora estrella, tenían a Sweet Amoris patas arriba.
- Esto es tan vergonzoso, espero que él no lo haya leído... -dijo Sucrette suspirando cuando escuchó una voz que le paró el corazón:
- ¡Ey! ¡Tabla!
Rosalya miró tras de ella.
- Tal parece que sí lo hizo... Dirigiéndose por el pasillo hacia ellas Castiel, el rebelde pelirrojo del instituto, amigo de ambas y amor secreto de Sucrette. En efecto, estaba enamorada del chico alto que ahora sonreía con burla, aunque era un secreto que nunca saldría de sus labios. Un tipo como él jamás se fijaría en una ingenua que no había dado siquiera su primer beso; era demasiado inocente.
- Vaya, vaya. Aquí la famosa Su. Dime: ¿qué se siente salir de nuevo en primera plana? -se burló Castiel.
La chica le contestó con el mismo tono en la voz:
- No lo sé, dímelo tú "nalgas de pollo" -y sonrió con suficiencia al ver su mueca. Esta vez había ganado.
-Tsk. Cállate. Esa loca evidentemente está ciega si no alcanza a ver mis atributos.
- Ay, ajá. Lo que digas.
- Es verdad, y lo sabes tablita -se acercó a ella lo suficiente para hacerla incomodar. - ¿O quieres comprobarlo por ti misma?
La chica se quedó sin palabras unos instantes, antes de balbucear un 'idiota' y trastabillar hacia atrás. Castiel se rió con ganas, disfrutando su reacción.
- Agradece que no estás enamorada de mi, de lo contrario estarías derretida a mis pies.
- Eso no fue muy educado de tu parte, Castiel -la voz de su mejor amigo Lysandro, el silencioso victoriano indescifrable, hizo que el pelirrojo se alejara de la pobre de Sucrette, que estaba a punto de derretirse.
- ¡Lys! ¡Llegas justo a tiempo! -la voz de Rosalya rompió el témpano de varios, excepto del mencionado, que ya estaba acostumbrado a ella. - ¿Qué opinas sobre Lady Amoris?
- No sé si sea correcto opinar sobre otras personas... en especial sobre una dama.
- ¡Oh, vamos! No es nada malo. Sólo quiero saber que piensas de ella.
- En realidad, no tengo un conocimiento amplio del tema. Debido a su naturaleza anónima no he tenido la oportunidad de conversar con esa señorita -se detuvo a pensar por unos instantes. - Pero supongo que es una persona amable, considerando el número de ocasiones que ha devuelto mi libreta perdida.
- ¡Espera, espera! -dijo el chico rebelde, quien hasta entonces había estado callado. - ¿Cómo sabes que ha sido ella, y no otra persona?
- Muy simple, ella deja una nota en cada ocasión -contestó tranquilamente su amigo.
- ¡¿Qué?! -Rosalya y Sucrette gritaron el unísono.
- Es verdad. La de esta mañana la tengo por aquí... -Lysandro revisó en los objetos que llevaba a la mano. - Oh, vaya... me parece que se ha perdido.
-Pff, Lysandro.
Rosalya ahora se volvió hacia Castiel.
- ¿Y tú qué dices, Cast? ¿Quién crees que sea Lady Amoris?
- En primera, te he dicho mil veces que dejes de llamarme Cast. Y en segunda, ¿cómo rayos voy a saberlo? ¿Me ves cara de cotilla?
- Pero ella te ha llamado 'mi corazón'... Eso es muy personal, ¿no te parece? -la chica de blanco extendió la palabra 'muy' para recalcar su punto.
Sucrette palideció ante la idea. No estaba enterada de que Castiel saliera con alguien, ¿qué haría si fuese así? Miró fijamente al pelirrojo, pendiente de su respuesta. Este último movió la mano con desgano.
- De seguro esa 'Ladynosequien' debe ser de mi club de admiradoras; bah, ni la conozco ni sé quien es. Además, ella llama así a todos.
- En eso tienes razón... -dijo la peliblanca con una mueca.
- Entonces... ¿confirmas no conocer o tener una relación con Lady Amoris? -una voz detrás de Castiel sobresaltó a los cuatro.
Era Peggy, quien cargaba con una libreta de notas y una grabadora.
- ¡¿Pero qué ray...?! ¿Cuánto tiempo llevas allí?
La reportera levantó una ceja.
- Tal vez un rato, da igual -alzó el micrófono para grabar. - ¿Han descubierto a mi escritora anónima?
- Peggy, creéme cuando te digo que si tú no la has descubierto, dudo mucho que alguien más pueda.
La chica de cabello corto se tomó este comentario de Sucrette como un halago, aunque en realidad no lo era, y sonrió.
- Tienes razón, por eso me agradas. Pero si junto suficientes pistas, será más fácil encontrarla.
- ¿Y qué has reunido hasta este momento? -preguntó Rosalya sin ocultar la gran curiosidad que sentía.
- Uhm, veamos... -la reportera revisó sus notas. - Es alguien del instituto, lógicamente. Es una experta en moda, como lo indican varios comentarios que ha hecho. Y... nada más.
- ¿Qué? ¿Es todo? -la chica de blanco parecía realmente decepcionada.
- No es mi culpa, está efectuando un excelente trabajo escondiéndose. Pero no se preocupen, ¡la voy a encontrar!
- Tú hablas de Lady Amoris dando por hecho que es una chica, pero ¿y si fuera un chico? -preguntó Sucrette, llamándo la atención de sus amigos. - Bueno, no me miren así, puede ser.
- No seas tonta, enana. Un chico no usaría un nombre tan ridículo como 'Lady Amoris' -dijo Castiel. Tal vez fue su imaginación, pero le pareció ver por un instante un brillo de decepción en los ojos de la chica.
- ¡No me llames enana!
- Como digas, enana.
- De cualquier manera, si tienen algún dato sobre ella, no duden en decírmelo. Mientras tanto tengo unas cuantas preguntasque hacerle a Priya... -se despidió Peggy.
En cuanto se alejó, Sucrette notó a su mejor amiga misteriosamente callada.
- ¿Qué sucede, Rosa?
- Tengo una idea.
Castiel pareció espantarse ante esas palabras.
- No, Rosa. Sea lo que sea, no lo hagas o digas.
Rosalya lo ignoró y colocó ambas manos a lado de su boca, a modo de bocina improvisada:
- ¡Atención todos!
Los alumnos dejaron de caminar, poniendo atención a la chica guapa que gritaba en medio del pasillo.
- Sé que todos han escuchado sobre Lady Amoris -más y más curiosos empezaron a rodearla. - Por eso, en este momento...
- Presiento que esta situación no terminará bien -susurró Lysandro.
- ... yo, Rosalya, declaro que daré quinientos dólares... -hizo una pausa que dejó a todos en suspenso. Esa mujer era la reina del drama. - ¡Quinientos dólares a quién descubra a Lady Amoris!
El silencio que siguió a continuación quedó registrado como el mayor en la historia de Sweet Amoris.
Castiel se inclinó hacia Sucrette y dijo:
- Parece que no serás tú quien aparezca en primera plana la próxima vez.
(N/A: Gracias por leer este primer cap. de mi nuevo proyecto. Se agradecen los comentarios.)
