La luz que se colaba por las persianas de la habitación lo despertó. Abrió los ojos apenas lo suficiente para darse cuenta de que se había quedado dormido sentado en el sofá de su sala. Intentó calcular mentalmente, esta ya era la tercera o cuarta vez esta semana. No entendía cómo había llegado a este punto, ya no soportaba descansar en su propia cama, echarse sobre ella lo hacía sentir profundamente avergonzado, triste.
Se levantó y recordó que era sábado, un sábado sin Parker, un sábado para pensar, recapacitar y buscar la manera de salir de este embrollo. Ya había pasado suficiente tiempo negándose a lo evidente, él y solamente él era responsable de todo lo ocurrido, y estaba en sus manos resolverlo todo una vez más.
Sintió una punzada en el estómago y recordó que la noche anterior no había cenado, solo un par de copas en un bar desconocido, a solas. Caminó hacía la cocina directo al refrigerador, sacó una botella de leche y se sirvió un vaso lleno, sonrío al recordar la ocasión en que había comentado orgulloso que sus huesos eran muy valiosos, bebió toda la leche y entonces en su mente, con absoluta claridad pudo ver otra cocina, en otro tiempo... "esperanza y paciencia" le había recomendado Gordon Wyatt en esa oportunidad. Sin embargo, él, como un crío caprichoso, había pateado el tablero y prácticamente gritado a los cuatro vientos "ya no juego"... Ah! y cuánto se arrepentía ahora, nadie en el universo podía tener una idea de cuánto.
Todavía era temprano, pero ya no quería seguir durmiendo. Se dirigió al baño, en el camino se fue desnudando, lavó sus dientes y entró en la ducha. No podía dejar de pensar en ella. Una sonrisa enorme se dibujó en su rostro, tuvo una visión de ella entrando indignada mientras él se daba un baño, increpándolo por haber desconfiado de ella, por haberle ocultado que estaba vivo y acusándolo con la mirada por todo el dolor que le había provocado, por la soledad que había vuelto a sentir en esas casi dos semanas creyéndolo muerto, pero finalmente lo había perdonado y hasta lo había felicitado por mostrarse ante ella sin el menor pudor. No pudo evitar soltar una carcajada al recordar el momento, definitivamente los calmantes debían de haber estado recorriendo su torrente sanguíneo para no morir de vergüenza al darse cuenta de que estaba parado frente a ella totalmente expuesto, cubierto apenas por algo de espuma.
Salió de la ducha y empezó a secarse con dureza, castigándose por haber renunciado a ella, cómo había sido capaz de creer que podría seguir viviendo sin ella, que existía una vida para él sin tenerla a su lado.
Pero él, Seeley Joseph Booth, es un hombre de fe, él sabe que Dios existe ¡claro que sí! aunque Huesos lo llame su amigo invisible. Volvió a sonreír, por aquella historia de Platón y la gente con dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas... Él cree en el destino y sabe que ellos dos están destinados a estar juntos, de que otra manera se podría explicar que después de todo el inmenso vacío que llegó a sentir, toda la soledad, frustración, culpabilidad, furia, celos... ahora se encontrase vestido con su camiseta favorita, pantalones deportivos, zapatillas de correr, listo para salir a buscar a su mejor amiga... a su Huesos.
No podía pasarse todo un día sin ella, aunque tuviera que padecer una conferencia aburridísima sobre una de esas antiguas guerras en Grecia, la guerra del Peloponeso le había comentado Huesos.
No podía seguir negando lo evidente... la amaba y deseaba estar con ella todo el tiempo posible... hasta que llegara el día en que no tuvieran que separarse para irse a dormir en camas diferentes... pero hasta entonces definitivamente tenía que comprarse otra cama, sonrío. Eso sería lo primero que haría mañana, hoy ya tenía otros planes.
