Un amor perfecto...Orfeo y Eurídice

Nota: Ninguno de los personajes de Saint Seiya me pertenecen si no a Masami Kurumada y Toei Animation, esto es sin ningún fin de lucro.

El amor era un sentimiento para el cual siempre había tocado pero no lo conocía, estaba presente en toda su vida pero nunca lo sintió tan intensamente como cuando la miro.

Quien le habría dicho que esa tarde en la que su inspiración estaba tan lejos de si encontraría a la persona por la cual se olvidaría de Athena.

Mientras veía el caminar de los habitantes de Rodorio, los niños imaginando los misterios de su mundo, él se entretenía comprando algunas cuerdas para su arpa, el único instrumento que le acompañaba y consolaba su soledad. Era una ironía que cada vez que tocaba de pronto se rodeaba de gente, cualquier murmullo era callado y las discordias cesaban, sin embargo, al finalizar solo se quedaba con su respiración.

La gente siempre alardeaba su nombre, el mejor músico de esta era. Pero al llegar todas las noches a la misma habitación, sin ningún ser que provocara sonido, al escuchar el silencio que le escupía que se encontraba vacío y sin nadie para poder componerle alguna tonada pasaba a no importarle.

Así que esa noche decidió no pensar más y olvidar su situación con la única forma que conocía, soñar. La noche lo cubrió con su manto hasta el amanecer al caballero de plata.

Los primeros rayos de luz que cubrieron sus ojos le hicieron despertar, su peso se levanto aun con los ojos adormilados y quito de su cuerpo esas blancas sabanas que lo ataban a Morfeo. Ésa mañana parecía especial, el sol estaba tan radiante que estremecía, era el momento perfecto para tomar un baño.

El agua escurría en su piel bajando lentamente hasta empaparle para minutos después colocarse su armadura y dirigirse a la cámara patriarcal como era planeado, hoy como otros días tenia recital.

El camino solo era seguido del sonido de sus pasos, ya era una rutina pasar por los Templos del Santuario observando el poco movimiento que se ejercía en ellos hasta llegar al último recinto. Miro a su alrededor, cómo siempre los caballeros dorados se encontraban impacientes para escuchar su melodía ya que era de los pocos placeres que gozaban en aquel lugar.

Sus notas hacían conmover a los caballeros más fríos, y esa tarde resolvió dedicarle su música a la soledad. Al terminar pudo notar la nostalgia que había provocado y la desolación, por lo que decidió tocar una ultima melodía a la esperanza.

Salió del Templo Patriarcal y continuo con su rutina de bajar hacia el pasaje pudo sentir una mirada que le seguía en aquel silencioso valle lleno de flores blancas que dejaban volar sus pétalos al aire y entre ellos descubrió una silueta traviesa que le miraba atenta.

Al mirarse se olvido del tiempo, sus ojos azules se posaron en ella y en su larga cabellera rubia que enmarcaba perfectamente su rostro, era el ser mas hermoso que había visto. Y al mirar que se acercaba, su nerviosismo creció paralizando sus piernas y sosteniendo firme su instrumento.

—Disculpe no quise importunarlo—comentó la señorita que al ver que portaba su armadura, sabía que era un caballero de los que se hablaba en el Santuario, pero jamás los había visto.

—No me importuna, al contrario su presencia me inspira—contesto.

Su sonrisa le reconforto a la joven, era tan autentica que le infundio confianza y una sensación cálida recorrió su espalda al mirar fijamente los ojos azules que eran profundos.

—Usted es muy linda ¿es de Rodorio? porque jamás la había visto—decía el caballero cortésmente.

—Gracias, sí lo soy, pero digame ¿Cuál es su nombre?—cuestiono la rubia.

—Me llamo Orfeo, soy un caballero del Santuario.

—Vaya, así que usted es el maravilloso caballero que deleita este lugar con su música, perdone que lo diga pero estoy enamorada de su música.

—Es hermosa...—comentó entre un suspiro el caballero—la música.

—Bueno, me dio gusto conocerlo pero tengo que irme, me esperan—comento ella.

—No se vaya aun hasta que me conteste una pregunta —se apresuro el chico— ¿La volveré a ver?

—Claro caballero, será un honor—sonrió la chica girando su cuerpo hacia el poblado.

—Espere...—tomo su brazo entre sus manos haciendo que sus miradas se cruzaran de nuevo—No me ha dicho su nombre aun.

—Me llamo Euridice, hasta pronto—comento la chica de prisa, dejando el aroma de su cabello en la mente del caballero.

El noble hubiera permanecido toda una vida mirándola y no se cansaría, se había llenado de ella y era increíble pues la había visto esa vez.

Y al mirar su silueta desaparecer en el viento, regresó a su recinto con una sonrisa dibujada en su rostro. Al llegar se sentó en aquella silla de madera y se puso a pensar en aquel nombre Eurídice. ¿Porque al ver sus ojos pardos había sentido tanto? ¿Era acaso ella la musa que necesitaba para sus melodías? Eran preguntas que aun no tenían respuesta pero que lo invadían de extrema alegría.

—Eurídice, que lindo nombre—rio el plateado mientras tomaba su arpa e intentaba tocar.

Las primeras notas eran las habituales, pero al recordar su cabellera rubia y su sonrisa comenzaba a encontrar la perfecta combinación entre armonía y dulzura.

El silencio se lleno de notas y la noche era iluminada con sus luceros. Todo era tan excitante que se olvido de la quietud que mantenía y de un momento a otro empezó a danzar.

No podía esperar hasta el amanecer para verle de nuevo, su impaciencia se acrecentaba por saber más de ella y tenia miedo de no encontrarla de nuevo, pero tenía que tranquilizarse. Su mente lo lleno de memorias de algunas pláticas con el Patriarca respecto a los peligros que se avecinaban en el Santuario y eso le hizo regresar los pies a la tierra. No podía distraerse de esa manera pero jamás había llenado esa tristeza que llevaba en si con la alegría que le había dado ver a la joven.

La chica por su parte, llegó a la cabaña con la anciana que vivía deprisa pues se encontraba en estado desahuciada y le debía mucho, pues ella la había criado. Al terminar de darle su medicina y dejarla cubierta para dormir, se acomodo en la ventana de su choza y empezó a recordar a cierto caballero. Estaba segura que lo había escuchado mientras paseaba por Rodorio, al menos su nombre en los habitantes que decían que era un deleite oír al músico.

Siempre le intrigo conocerlo, pero casi no salía de su cabaña a causa de la enfermedad de la anciana que le había enseñado todo, hasta la maldad y la pureza del ser humano.

Así que esa tarde al pasar por los límites del Santuario escucho la música proveniente del Templo Patriarcal y se detuvo a percibir esa melodía triste.

Era ese caballero que podía conmover con su melodía y se sintió tan cautivada que decidió esperar a que finalizara. Al mirar su proximidad concluyó no hacer ruido y analizarlo, siguiéndolo con su mirada, pero él se percato de su pequeño cosmos y la descubrió.

Al mirarlo de frente no le quedo mas que salir de su escondite y mostrarse, pero sus ojos azules le prendieron, era cierto lo que decían las jóvenes del poblado acerca de la belleza de los caballeros del Santuario. Ella se disculpo y trato de grabarlo en su mente, nerviosa recordó el motivo por el que salió de su cabaña y el tiempo que transcurrió por lo que salió a toda prisa del lugar.

Sentía felicidad por haber conocido a alguien como Orfeo pero tristeza porque la persona mas importante para ella estaba cansada y en cualquier momento podría morir por lo que no se imaginaba viviendo en soledad. Así que entre suspiros esa noche se acostó cerca de la chimenea recordando lo sucedido.

Y al igual que él deseaba verle de nuevo.

Continuara...

Hola a la persona que se haya dado unos minutos para imaginar conmigo, la verdad tenia rato con esta idea rodando en mi mente y quería dedicarle un espacio a estos dos ,espero que se hayan enganchado con este romance y se pondrá mejor cuando actualice, así que acepto comentarios y agradezco su tiempo conmigo.