"Hace mucho, mucho tiempo, había una pequeña princesa, la cual estaba sufriendo por la muerte de sus amados padres. Entonces, apareció un príncipe, montado en un caballo blanco. Era una figura galante con una dulce sonrisa, que envolviendo la princesa con un aroma a rosas y secando las lágrimas de sus ojos, le dijo: 'Pequeña, vas a tener que soportar toda esta pena y esta tristeza que llevarás contigo. Pero nunca pierdas esta nobleza y esta fuerza cuando crezcas.' Y colocando un anillo en su dedo continuó: 'Esto es para que recuerdes el día de hoy', '¿Nos volveremos a ver algún día?', le pregunto la princesa, y él contestó 'La sortija te guiará hacía mí, con ella estarás siempre a mi lado.' ¿Ese anillo que él le dio era un anillo de compromiso como ella creía? Es posible, pero de todos modos, la princesa quedó tan impresionada por aquel príncipe, y lo buscó con tanto vigor, que decidió transformarse en uno ella misma... Pero¿Fue una buena idea...?"

LA ROSA BLANCA
Capitulo 1: El Sello de la Rosa

La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad, al tiempo que todas las negras nubes cubrían por completo el cielo. Todo se encontraba sumido en la oscuridad, como si la noche supiera de la tristeza que había en ese momento. Las luces rojas de una ambulancia cruzaban las calles mojadas a toda velocidad hasta llegar al hospital de la ciudad. Rápidamente, los paramédicos bajan a una persona en una camilla. Su cuerpo se encuentra tapado con una sabana blanca.

Sentados en la sala de espera del lugar, se encontraban dos niños. Uno de ellos era un niño de diez años, cabello negro y corto, y la otra era una niña de apenas tres años, con cabello castaño y corto. El niño la sostenía en sus brazos, mientras ésta parecía dormir, sosteniendo a su vez un pequeño oso de color café oscuro. Él parecía tener en su rostro una expresión de preocupación y angustia que no le era posible esconder en ese momento.

De pronto, la niña se despierta de su sueño, abriendo sus grandes ojos verdosos. Luego, con una actitud inocente levanta la mirada hacía el joven que la sostiene.

- Hermano – comenzó a decir la niña.

- ¿Ya despertaste? – Le preguntó el joven al escucharla, a lo que ella asintió con la cabeza.

- ¿Por qué esta mi mamá aquí? – Le preguntó ahora ella. Él la miró con una expresión casi de tristeza, o más bien de impotencia. Tenía miedo de decirle la verdad.

- No te preocupes Sakura – le respondió mientras le acariciaba su cabello castaño – todo va a salir bien hermana. – en ese momento, se escucha la voz de dos personas paradas del otro lado de la puerta de la sala.

Justo afuera de la sala de espera, se encontraban dos hombres hablando. Uno era un hombre de cabellos castaños y anteojos, el otro era un hombre vestido con una bata blanca como la que usan los doctores. El hombre de pelo castaño parece estar muy preocupado.

- ¡Doctor, eso es imposible! – decía mientras tomaba al doctor de sus ropas como señal de desesperación.

- Lo siento señor Kinomoto, no hay nada que podamos hacer. – Le respondió el hombre de bata blanca con la mirada blanca – Su esposa ha fallecido...

Estas palabras fueron como una espada atravesándole el estomago. Sus ojos se dilataron por completo y su rostro se llenó de sudor. Lentamente bajó la mirada ante la noticia, tratando de poder aceptarla. En ese momento pudo oír como la puerta detrás de él se abría, haciéndolo voltear. Parados ahí viéndolo, se encontraban sus dos hijos. Ambos habían escuchado a la perfección toda la conversación que habían tenido.

El mayor de ellos, el niño de cabello negro, se contenía las lágrimas mostrando una expresión seria, tratando de esta manera no reflejar su tristeza. Por otro lado, la niña, inocente y pequeña, no comprendía del todo lo sucedido. Se acercó hacía su padre lentamente, tirando de su pantalón.

- Papá – dijo la niña con su dulce voz – ¿Dónde esta mi mamá?

El hombre la miró con una expresión de tristeza¿cómo explicar algo como esto a una niña de solo tres años? Su padre se agachó, abrazándola fuertemente.

- Sakura – comenzó a decir – tú madre ahora esta muy, muy lejos.

- ¿Muy lejos¿adonde fue? – Preguntó con Inocencia.

- A un lugar muy distante pequeña.

- ¿Y cuando va a volver?

- Hija... ella nunca volverá...

La niña no podía entender esas palabras, pero a pesar de que no sabía muy bien de que se trataba, por alguna razón esto le comenzaba a causar una gran tristeza por dentro.

- ¿Por qué papá¿por qué ya no va a estar con nosotros? – le peguntaba la niña cerca del llanto.

- Hija, ahora no puedes comprenderlo, pero en ocasiones la gente que queremos se va, pero esto no quiere decir que nos dejen, o que ya no estarán con nosotros. Ella siempre estará contigo pequeña Sakura...

- Pero yo quiero que este con nosotros.

- Lo siento mi pequeña Sakura… pero eso ya no será posible…

A pesar de él trataba de aliviarla, no pudo evitar que comenzara a llorar. Aferrándose con fuerza a su oso y con sus ojos llenos de lágrimas, se soltó de los brazos de su padre y comenzó a correr por los pasillos del hospital.

- ¡Sakura, espera...! – Le gritó su hermano antes de salir corriendo detrás de ella.

En esos momentos lo único que quería era estar sola. Era solo una niña, ella no comprendía lo que ocurría, pero amaba a su madre, y ella también la amaba, y el hecho de que le digieran que ya no iba a estar con ellos simplemente le rompía el corazón. Ni siquiera vio para donde corría, cuando menos lo pensó, ya estaba afuera del hospital, se encontraba afuera en la lluvia. En poco tiempo, su cabello, su ropa e incluso su oso, se empaparon con el agua que caía del suelo.

Después de caminar unos minutos, se encontraba un poco más tranquila. Pensó en volver de una vez al hospital, pero al querer caminar de regreso, se dio cuenta de que se encontraba perdida. Era peligroso que una niña tan pequeña estuviera en las calles a esas horas de la noche, y en especial con esa lluvia; las aguas del río comenzaban a correr con fuerza. Se sentó en la acera abrazando con fuerza su oso, mientras comenzaba a llorar de nuevo ante el miedo que ahora la inundaba. A sus espaldas, se encontraba la barda que separaba a la baqueta con el canal por el que pasaba el río.

En ese momento, a lo lejos, un carro se movía rápidamente por la calle. Ésta se encontraba mojada por la lluvia e iba demasiado rápido, lo que provocó que el conductor perdiera el control del automóvil. Cuando menos lo pensó, el auto se subió por accidente a la baqueta, comenzando a moverse con fuerza hacía donde estaba sentada la niña. Ésta, al momento de mirar hacía su lado, sólo pudo ver las luces del carro que rápidamente se abalanzaban contra ella. La niña se quedó paralizada sin poder hacer nada al respecto.

De pronto, frente a los ojos del conductor y de la pequeña, justo cuando parecía que el auto la golpearía, una figura, salida de entre las sombras de la noche, pareció cruzar la calle a toda velocidad, tomar a la niña en sus brazos, y saltar junto con ella la barda del río segundos antes de que el auto se estrellara contra ésta.

El extraño la pegó con fuerza contra su cuerpo. La niña se sintió segura en los brazos de esa persona. Su cabeza se encontraba recargada en su pecho, cálido y fuerte, y podía sentir como sus brazos la sostenían con fuerza, como lo hacía su padre.

- ¿Quién eres tú? – logró preguntar la niña entre toda la conmoción, antes de que ambos cayeran juntos a las aguas del río...

Es una mañana muy tranquila y normal en esta pequeña ciudad japonesa bautizada con el nombre de "Tomoeda". El sol ya ha cubierto con su resplandor cada rincón de la ciudad; desde el parque de diversiones hasta la escuela que lleva su mismo nombre. La gente empieza poco a poco su rutina diaria común de los días laborales. Se pueden ver diferentes figuras uniformadas, caminando algunos hacía una misma dirección. Esto ya era como un ritual típico para todos los estudiantes que aún trataban de olvidarse de las vacaciones y adaptarse al nuevo ciclo escolar. Claro esta, algunos adoptaban esto mejor que otros.

En un barrio de la ciudad, se encuentra una pequeña casa pintada en un tono amarillo. En el interior de ésta, el día también comienza para sus habitantes. El despertador comenzó a sonar con fuerza justo cuando sus números rojos marcaron exactamente las seis de la mañana. La figura resguardada debajo de las sabanas comenzó a moverse de un lado a otro, siendo esta la única señal de vida que daba, mientras el despertador seguía sonando. De pronto, algo parece comenzar a alzarse lentamente por encima de la cama, como flotando. Su forma era pequeña, de cuerpo en un tono amarillo claro, cabeza grande y cuerpo pequeño. El rostro del extraño ser comprendía unos pequeños ojos negros y una larga boca.

El pequeño voló con una expresión adormilada hasta el despertador. Una vez colocado sobre él, descendió hasta poner sus dos pequeño pies en el botón de apagado para que así dejara de hacer tanto ruido. Sin embargo, una vez realizado su propósito, cayó rendido de sueño sobre el aparato. Segundos después, ignorante de que el ruido ya se había ido, la persona debajo de las sabanas asomó una de sus manos, acercándola lentamente hacía el despertador, para luego hacerla descender con fuerza, golpeando de esta manera al ser dormido sobre él.

- ¡Hay! – Gritó en cuanto se sintió aplastado por la mano. Al escuchar este gritó, la habitante de la cama separó su rostro de la almohada.

Era una joven de unos trece años de edad, piel blanca y tersa, de cabello castaño corto hasta sus hombros, de ojos grandes y en un tono verdoso. Aún con el sueño en su rostro, logró sentarse en la cama.

- ¿Porqué me golpeas! - Le preguntó la victima de su golpe, elevándose mientras se frotaba sus dos manos en su cabeza

- Lo siento – Le respondió mientras se frotaba el ojo derecho – ¿Pero qué haces en el despertador?

- Es que tú no te despertabas. Se ve que aún no te acostumbras de nuevo a levantarte temprano.

- Sí, eso creo – Agregó con un largo bostezo – Es mejor que me levante o llegaré tarde a la escuela.

La joven se quitó de encima las sabanas blancas que la resguardaban y con un algo de entusiasmo en sus actos se puso rápidamente de pie. Se dirigió a su ropero, esculcando en él hasta encontrar lo que buscaba: un traje de escuela de falda verde claro, una playera blanca de cuello verde y una boina del mismo color.

"Hola, mi nombre es Sakura Kinomoto…"

La joven comenzó a cambiarse de ropas lo más rápido que pudo, quitándose primero la pijama y luego poniéndose cada una de las prendas que correspondían a su uniforme. Una vez lista, se dirigió a su espejo, dónde empezó a arreglarse su hermoso cabello castaño.

"… Tengo 13 años y vivo en la hermosa ciudad de Tomoeda, en Japón. Voy en primero de Secundaria, y asisto a la Secundaria Tomoeda."

Mientras la dueña de la habitación se arreglaba, el pequeño ser de color amarillo se posó de nuevo sobre las sabanas de la cama, entregándose de nuevo al sueño, ignorando por completo lo que sucedía fuera de su cabeza. De pronto, su pequeña siesta es interrumpida cuando el lugar en el que esta dormido comienza a moverse, a elevarse y luego aparentemente arrojarlo contra la pared.

Del otro lado de la sabana, aparecen las manos de la joven castaña, ya vestida con su uniforme, aparentemente arreglando sus tendidos.

- Kero, deberías de hacer algo de provecho mientras no estoy – Le decía la joven mientras arreglaba su cama. Al mismo tiempo, el muñeco prácticamente de despegaba de la pared.

- ¿Y qué quieres que haga todo el día aquí yo sólo? – Le preguntó algo enojado, y adolorido por el golpe.

"Este ser tan curioso es Kero, un ser mágico que siempre esta a mi lado. A veces es algo glotón, pero la mayoría de tiempo es adorable."

Después de una limpieza general de su habitación, y con su mochila en hombro, se dirigió hacía la puerta del cuarto, dispuesta a retirarse. Sin embargo, antes de tocar la perilla con su mano, dirigió su vista hacía su compañero para despedirse.

- Ya me voy Kero, nos vemos en la tarde. – El muñeco se posó de nuevo sobre la cama ya tendida, al tiempo que la joven se despedía.

Una vez afuera, bajó apresuradamente las escaleras, para luego dirigirse hacía la cocina. Sin embargo, durante su camino, pasó frente a una habitación que tenía la puerta abierta. Sin poderlo evitar, desvió su vista hacía el interior de ésta. Entre tanta pila de papeles y libros, distingue una cabellera castaña que se encuentra recostada sobre la mesa.

- "Pobre" – Pensó al verlo – "Debió estar tan cansado que se durmió en su escritorio."

Lentamente, sin hacer el menor ruido, cerró la puerta del estudio para que pudiera seguir durmiendo.´

"Él es mi padre, Fujikata Kinomoto. Es maestro de historia y Arqueología en la Universidad de Tomoeda. Últimamente su trabajo parece ser más agotador. Él se ha encargado de mí desde hace ya mucho años."

La joven entró en el comedor, clavando su mirada en la mesa. Sobre ésta, se encontraba un pequeña portarretratos, con la foto de una mujer de cabello claro y largo en ella. Sakura se acercó e inclinó su rostro al frente.

- ¡Buenos días Mamá! – Saludo Sakura al retrato con una gran sonrisa.

"Ella es mi madre, Nadeshiko Kinomoto. Murió hace años, cuando yo tenía sólo 3 años, por lo que no tengo muchos recuerdos de ella."

Rápidamente se dirigió al refrigerador, buscando algo que desayunar. Aún era algo temprano, pero parecía tener un poco de prisa. La casa estaba algo callada, como si fuera la única en el sitio. Sólo se escuchaban sus pasos resonar en el suelo de madera. Colgados en la pared, se encontraban varias fotos. Entre ellas, se encontraba una en la que se veían a una niña de pelo castaño y corto, un hombre alto del mismo color de cabello y anteojos, y un joven alto de cabello oscuro y corto.

"Ese joven es mi hermano Touya. Hace unos meses él y su mejor amigo Yukito se mudaron a Kyoto para estudiar la Universidad de haya. Él siempre fue alguien molesto, pero aún así lo extraño a veces."

- Gracias por la comida – Se dijo así misma mientras cruzaba sus dos manos al frente. Estando sentada y sola en la mesa, comenzó a comer su desayuno tranquilamente.

Una vez acabado su desayuno, la joven se puso de pie, y con su mochila en mano, se encaminó hacía la puerta. En cuanto estuvo frente a ella, vio un tumulto de sobres que yacían en el suelo; parecía ser el correo. Antes de colocarse sus zapatos para salir, se agachó para tomar las cartas en sus manos.

Comenzó a ver una por una con cierta curiosidad, como esperando ver alguna cosa en especial. De pronto, se detiene en una carta en especial, una con un sobre de color azul claro.

- ¡Es de Tomoyo! – Se dijo así misma a reconocer el nombre en el sobre.

"Tomoyo Daidouji fue mi mejor amiga desde hace más de tres años. Pasábamos la mayor parte del tiempo las dos juntas. Sin embargo, su madre la envió a estudiar la secundaria a una escuela de Hooshi. No la he visto en los últimos meses, pero constantemente estamos en contacto por carta o teléfono.

Sakura había visto la carta en sus manos con una gran sonrisa en su rostro. Sin embargo, ésta se desvaneció poco a poco hasta cambiar a una expresión totalmente diferente. Era como un reflejo de tristeza, nostalgia. Miró el sobre detenidamente en silencio por unos segundos.

- Shaoran… - Se dijo así misma.

La presencia de esa carta pareció traerle un mal recuerdo a su mente. Nostalgia, tristeza, incluso algo de rencor y melancolía. La carta de su amiga en si no era la culpable de eso, sino un recuerdo que le trajo consigo. De pronto, algo hace que la atención de la joven cambie. Siente una extraña sensación en su nariz, un extraño aroma.

- "¡Este aroma!" – Pensó al sentirlo. – "Ya lo he olido en otra parte."

Rápidamente, pasó la carta de color azul hacía atrás junto con las otras. Frente a ella quedó la última de ellas. El sobre era de color blanco, y era este de donde salía ese aroma tan extraño que había sentido; era como el olor de las rosas. El sobre estaba sellado con un emblema, un emblema que asemejaba a una rosa.

Sakura se quedó quita, clavando su mirada fijamente en ese extraño emblema. Tanto el aroma que despedía el sobre, como el emblema que lo adornaba, la hacían sentir algo familiar, pero no estaba segura de que era…

De pronto, frente a los ojos del conductor y de la pequeña, justo cuando parecía que el auto la golpearía, una figura, salida de entre las sombras de la noche, pareció cruzar la calle a toda velocidad, tomar a la niña en sus brazos, y saltar junto con ella la barda del río segundos antes de que el auto se estrellara contra ésta.

El extraño la pegó con fuerza contra su cuerpo. La niña se sintió segura en los brazos de esa persona. Su cabeza se encontraba recargada en su pecho, cálido y fuerte, y podía sentir como sus brazos la sostenían con fuerza, como lo hacía su padre.

- "Este aroma a Rosas ya lo he sentido." – Seguía pensando – "Pero… ¿Dónde?"

- ¿Sakura? – Escucha que alguien le habla a sus espaldas.

Rápidamente se da la media vuelta para ver de quien se trataba. De inmediato distinguió la figura de su padre, parada frente a ella con una cara algo adormilada.

- ¡Papá! – Dijo al ver – ¿Te desperté?

- No, no hija – Le contestó – Me sorprende verte aquí¿no vas a llegar tarde?

Al oír esto, sin perder el tiempo alzó su muñeca izquierda para ver su reloj. Efectivamente, ya se le estaba haciendo tarde. Apresurada tomó las cartas y se las dio a su padre. Se despidió, se puso los zapatos y salió corriendo de la casa.

El señor Kinomoto, por su parte, se quedó de pie viendo al frente; aparentemente algo adormilado aún. Lentamente bajó la mirada y vio la carta con el sobre blanco que Sakura estaba viendo.

La campana de la secundaria sonó como de costumbre. Para estas alturas cada alumno ya se encontraba en su respectivo salón, o por lo menos cerca de ésta. Sakura se encontraba sentada en el interior de una de ellos. Su asiento se encontraba a lado de la ventana. Esto le traía muchos recuerdos, ya que en la primaria se sentaba en un lugar muy parecido. La joven estaba sentada, viendo a través del cristal de la ventana. Del otro lado, se encontraba un árbol, con todas sus ramas cubiertas de hojas verdes.

La mirada de la joven era llena de nostalgia, tristeza. Era la misma expresión que había puesto en esa ocasión, cuando vio la carta de su amiga, y le recordó… aquella persona…

La figura de la joven era alumbrada por la luz que despedía aquella marca a sus pies. El ser frente a ella cerró los ojos en señal de aceptación. Ella, por su parte, alzó su bastón hacía ella. Las alas de este se alargaron hasta casi tocar al ser frente a ella.

- Regresa a la forma humilde que mereces… ¡Carta Clow! – Al decir estas palabras, el cuerpo del ser comenzó a cambiar. Un brillo la cubrió, y como si fuera parte del viento, su cuerpo comenzaba a alargarse y acercarse al bastón. La joven cerró unos momentos sus ojos. Parecía que por un instante lo dudaría, pero no fue así. Rápidamente los abrió de nuevo, mirando fijamente su objetivo – Carta que fuiste creada por Clow, abandona esa vieja forma y transfórmate para servir a tu nuevo dueño… ¡hazlo por el nombre de Sakura!

El brillo proveniente de la marca a sus pies creció a gran medida hasta cubrirlos a ambos. La forma del ser comenzó a cambiar drásticamente, tratando de tomar la forma que necesitaba: la forma de una carta Sakura.

De pronto, Sakura vio como algo no pasaba como ella esperaba. Lo que se supone era la carta que estaba sellando, se movió drásticamente hacía su izquierda, directo a la escalera que se había destruido. Ahí vio como la silueta de una persona era rodeada por la carta, hasta convertirse una esfera de color oscuro que lo rodeó por completo. Ella identifico de inmediato quién era-

- ¡Shaoran! – Gritó la joven mientras volvía a las escaleras. Quería ir a donde él estaba, pero entre ellos había un gran abismo. Aún dentro de esa esfera, pudo ver como él alzaba su mirada, viéndola con una gran sonrisa en su rostro.

- Que bueno que llegué a tiempo – Le dijo – Parece que aún me quedaba algo de magia. Es natural que estés cansada porque usaste muchas cartas en un sólo día.

- Pero Shaoran – Decía ella con la desesperación brotando sin remedio de su boca. El chico la miró tranquilo, talvez tratando de calmarla.

- Aunque este sentimiento se pierda… no importa que cosa pase… te prometo que aún así… te seguiré…

En ese momento, la esfera se cubrió por completo de un resplandor dorado. Por un instante, no fue capaz de ver nada de lo que ocurría en su interior. Impotente, sólo se pudo quedar de pie, viendo como pasaba lo que ella más temía…

- ¡Shaoran no! – Gritó alzando su mano al frente, como si pudiera alcanzarlo.

El resplandor se esfumó por completo, y una vez más el joven fue visible para ella. Ella se quedó de pie, sin saber que decir o hacer. En ese momento, volteó a verla. Sintió en su expresión tal frialdad que casi le desgarraba el alma. Trataba de pronunciar alguna palabra, pero le era imposible.

En ese momento, Sakura vio como una luz pasaba frente a su rostro y se mantenía flotando ahí por unos instantes. En esos momentos no lograba ver al chico frente a ella, pero aún así ese resplandor le despedía algo de confianza. Escuchó una voz dulce que le hablaba, al tiempo que el resplandor llegaba hasta su mano y tomaba forma. Era una carta, con la forma de una niña sosteniendo un corazón. La miró por unos momentos y luego volvió a alzar su rostro hacía el frente. Él la seguía mirando.

- Sabes Shaoran – Comenzó a decir, armándose de valor. – A decir verdad, no me importa lo que pienses ahora de mí. Tú me gusta mucho Shaoran, y siempre serás la persona más valiosa para mí…

La joven tomó la carta entre sus manos y la presionó contra su pecho. Aún podía sentir algo cálido en ella, algo cálido que le llegaba hasta lo más profundo. Bajó la mirada, como no queriendo verlo. Sin embargo, algo sorprendente para ella pasó…

- Para mi también – Escuchó de pronto que su voz le hablaba. Lentamente subió su mirada de nuevo. Él estaba de pie, del otro lado, mirándola fijamente. Una sonrisa se dibujó lentamente en sus labios, como si le estuviera diciendo que todo estaba bien. – Sakura…

- ¡Buenos Días Kinomoto! – Escuchó de pronto que una voz le decía a su lado. Esto la sacó drásticamente de sus pensamientos.

Parada a lado de su escritorio, se encontraba una joven de cabello rojizo y corto hasta los hombros, vestida con su misma uniforme. Sakura la volteó a verla un poco exaltada ante la sorpresa de escuchar su voz, pero luego de un rato pareció calmarse.

- ¡Eres tú Tsubaki! – Dijo agarrando un poco de aire. La joven notó algo raro en ella.

- Oye¿te sucede algo? – Le preguntó con cierta curiosidad.

- ¡No¡No! – Le contestó apresurada. – Creo que estaba tan sumida en mis pensamientos que me sorprendiste… eso es todo.

Sakura terminó sus palabras con una risa nerviosa que no convenció del todo la joven pelirroja. Sin embargo, decidió no hacer más preguntas al respecto. Sakura volteó su vista hacía pupitre. Casi había olvidado por completo de lo que estaba pensando hace un momento. Tsubaki se sentó en el escritorio que estaba a lado.

- Otra vez estas muy pensativa¿no? – Comentó la joven pelirroja. – ¿En que piensas ahora?

- En nada en especial. – Le contestó.

- A mí no me engañas. Siempre que una chica mira por la ventana, debe de estar pensando en algo romántico.

- ¿Romántico!

- Sí... Yo creo que la linda Sakura Kinomoto esta enamorada…

- Bueno yo…

Sakura trataba de encontrar que decir para zafarse del comentario de su amiga. En ese momento, la puerta del salón se abrió de golpe. Sakura volteó a ver hacía haya por simple reflejo. En el umbral, se encontraba un chico, vestido con un uniforme de color negro, alto, de piel ligeramente morena, cabello negro y largo agarrado con una pequeña cola de cabello y ojos grandes y oscuros. El chico pareció llamar la atención de todas las alumnas presentes en el salón.

- ¡Es Hirameshi! – Dijo Tsubaki con un tono emotivo. – ¿No te parece realmente encantador Kinomoto?

- ¿He? – Dijo ella algo extrañada ante la pregunta.

Ya parecía una costumbre de la gente de este salón el reaccionar así al entrar ese chico. Parecía la clase de chico que una chica buscaría: alto, apuesto, fuerte e inteligente. Su amiga parecía estar en las mismas condiciones que el resto. Sin embargo, Sakura no le ponía mucha atención. El chico caminó hacía su escritorio, que se encontraba justo enfrente del de Sakura.

- Buenos días Kinomoto – Saludó en cuanto estuvo frente a ella.

- Buenos días. – Regresó ella el saludo. El chico colocó su mochila en sobre el escritorio y luego se sentó en la silla, volteando hacía Sakura.

Sakura sintió sus grandes ojos oscuros encima de ella. En un principio no le puso mucha importancia, pero después de un rato comenzó a incomodarla.

- ¿Si? – Preguntó algo nerviosa.

- Qué hermosos ojos verdes tienes Kinomoto. – Le dijo con un tono suave.

Tsubaki que estaba sentada a lado, se sorprendió al oír esas palabras. Sakura por su parte, se quedó muy extrañada ante la pregunta, y al mismo tiempo más nerviosa que antes.

- Bueno… gracias… - Le contestó ella tratando de ser amable.

- Me hubiera encantado estar en tu misma escuela durante la primaria. Así los hubiera contemplado desde hace muchos años. – Las palabras de Hirameshi la hacían ponerse roja de vergüenza. Los años al parecer no la habían ayudado a separarse de su lado tímido. – Kinomoto…

- ¿Si? – Dijo casi sin poder hablar.

- ¿Podrías verme detrás del gimnasio durante el receso?

- ¿Qué! – Gritaron tanto Sakura como Tsubaki al escuchar esa pregunta.

Mientras el resto de los alumnos comían sus respectivos almuerzos, detrás del Gimnasio de la Secundaria, Sakura asistía a la cita que había acordado. Se encontraba de pie esperando, mientras a lo lejos Hirameshi se acercaba con una soda de bote en cada mano. Al mismo tiempo, entre los arbustos, Tsubaki espiaba lo que ocurría. En el rostro de la joven de veía estaba realmente nerviosa; no sabía que era lo que estaba haciendo ahí.

- "¿Qué rayos estoy haciendo aquí!" – Pensaba inquietantemente – "¿Porqué me meto en esas cosas!"

En ese momento, el chico le arrojó una de las sodas que traía consigo, tomando desprevenida a la joven. Sakura trata de reaccionar, tomando la soda que le habían arrojado. Casi se le resbalaba de las manos, pero al final pudo sostenerla.

- Tienes buenos reflejos. – Le comentó Hirameshi.

- Gracias. – Le contestó ella.

Hirameshi abrió la soda que tenía en su mano y luego dio un largo trago de ésta. Por su parte, Sakura seguía inmóvil, sosteniendo entre ambas manos el regalo que le acababa de dar. Por unos instantes todo su sumió en un incómodo silencio.

- Kinomoto. – Dijo de pronto Hirameshi, llamando de nuevo la atención de Sakura. – Sé que sólo nos conocemos desde hace unos pocos meses. Sin embargo, tengo que decirte algo. – Sakura, y también Tsubaki oculta en los arbustos, se exaltaron al escuchar esas palabras. – Quiero decirte… que me gustas…

Sakura se quedó como piedra al escuchar eso. Tal fue su sorpresa, que sin querer soltó la soda que tenía en sus manos. La lata descendió hasta caer con fuerza en la tierra a sus pies.

- "¡Qué chica tan afortunada es Kinomoto!" – Pensaba Tsubaki sin quitar sus ojos de la escena.

- Kinomoto… ¿te gustaría ser mi novia?

La joven se quedó petrificada con su rostro totalmente rojo de la pena. Parecía estar aún en shock después de escucharlo. Entonces, pareció despertar y salir un poco de la sorpresa. Sin decir ni una sola palabra, bajó la mirada hacía sus pies. La soda se había abierto al caer al suelo, manchando un poco sus zapatos; sin embargo, esto pareció no molestarla.

- Lo… lo siento… - Dijo de pronto aún con la mirada baja. Al oír esto, el chico se sorprendió. – Lo siento pero… no puedo ser tu novia…

Sin dar más explicación, la joven se dio media vuelta y salió corriendo, mientras Hirameshi se quedaba de pie viendo como se alejaba. Al principio se vio extrañado por esa reacción. Sin embargo, después de un tiempo su rostro demostró cierto enojo. Apretó con fuerza el bote en su mano, haciendo que el jugo saliera de este y manchara su mano. Al mismo tiempo, Tsubaki se había quedado congelada ante la reacción de su amiga.

En los bebederos de la escuela, Sakura se encontraba mojando un pequeño paño blanco. Después de unos momentos, cierra la llave del agua y luego camina hacía una banca, en la cual apoya su pie. Con el paño comienza a limpiar la soda que le había caído encima. En su expresión una vez más se dibuja la tristeza y la nostalgia. No sabía si era por lo que acababa de pasar, o si era por lo… otro…

- Shaoran… - Se dijo así misma como un suspiro, sin perder de vista sus zapatos de color blanco.

- ¿Qué estas loca Kinomoto! – Escuchó de pronto que la voz de Tsubaki le gritaba a su lado. Del susto, la joven casi cae al suelo, pero logró recobrarse.

- ¿De qué hablas? – Le preguntó mientras trataba de agarrar algo de aire.

- ¿El chico más apuesto del salón te pide que seas su novia y tú te echas a correr de esa manera! – Le gritó casi enojada – ¿Qué te pasa?

- No había forma de que le dijera que sí… - Le contestó con un tono algo triste. Tsubaki se extrañó al escuchar ese tono en la voz de su amiga. De pronto, una sonrisa picara se dibujó en su rostro.

- Lo sabías – Dijo algo de sospecha. Luego, extendió su mano derecha, hasta que su dedo pulgar tocó la frente de Sakura – ¡Estás enamorada de alguien¿verdad? – Sakura miró nervios el dedo que estaba sobre su frente.

- Yo…

- ¿Quién es Shaoran?

- ¿Qué! – Gritó sorprendida – ¿Cómo…!

- Los estabas suspirando hace un momento, y creo que no es la primera vez.

- Es que… es algo privado…

- ¡Dímelo! – Le gritó con un tono rudo, acercando su rostro a ella. Era tal la determinación de la chica, que Sakura no tuvo más remedio que ceder…

Sakura y Tsubaki se encuentran ahora conversando entre los árboles del jardín, sentada a la sombra de uno de ellos. Tsubaki tenía sobre sus piernas una caja de almuerzo, del que tomaba algunos bocados mientras escuchaba a su compañera.

- Shaoran fue la persona más importante de mi vida. – Le comenzó a contar la joven castaña – Fue la primera persona en confesarme abiertamente lo que sentía por mí… y la primera persona a quien le dije con todo mi corazón que me gustaba. – La joven guardó silencio unos instantes. – Yo creí que él y yo teníamos algo… pero hace más de un año que no tengo ninguna noticia de él.

Al oír esto, Tsubaki pareció ahogarse con un pedazo de su almuerzo, ya que comenzó a toser con fuerza mientras se golpeaba el pecho. Sin embargo, Sakura pareció no darse cuenta de lo que le pasaba.

- Su familia vive en Hong Kong. – Prosiguió. – Creo que le he escrito casi 100 cartas, pero no he recibir ni una sola respuesta. He querido ir a visitarlo, pero siempre que quiero comunicarme para haya para avisar o algo así, nunca me responden. – Después de un rato, Tsubaki parece haber podido hacer pasar el pedazo de comida, y comenzó a respirar normalmente – Es como si quisiera que yo pensara que ha desaparecido…

- ¡Eso no! – Gritó Tsubaki mientras se ponía de pie – ¿Cómo es posible Kinomoto¿Sigues detrás de un chico del que no tienes noticia en un año¿Dónde esta tu dignidad por favor? – Las palabras de Tsubaki no agradaban del todo a la joven. – si ese tipo estuviera realmente interesado en ti¿Crees que actuaría de esa manera?

- ¡Tú no sabes nada de Shaoran! – Le respondió ella con un tono agresivo, poniéndose también de pie.

Tsubaki dio inconscientemente un paso hacía atrás al escuchar ese grito por parte de su amiga. Era la primera vez que veía algo de furia en la expresión de Sakura. Tsubaki vio que todo lo que le había dicho era realmente enserio. De pronto, Sakura vio como la pelirroja extendía sus dos manos hacía el frente, colocándolas en sus hombros.

- Parece que realmente lo quieres. – Le dijo Tsubaki, con tono tierno y sensible que tranquilizó a la castaña – ¿Pero te parece justo que te quedes siempre esperando a que él te responda sin ningún resultado? Escúchame, eres linda, simpática, lista, enérgica… Piénsalo¿crees en verdad que si él tuviera un sentimiento especial por ti te trataría de esa manera? – Sakura se sobresaltó un poco al escuchar ese último comentario…

- ¿Un sentimiento… especial…? – Se dijo así misma en voz baja, la joven de ojos verdes bajó su mirada sin perder la expresión de sus ojos…

La conversación con Tsubaki no le había ayudado del todo a sentirse mejor. Sin embargo, sus palabras le habían hecho recordar algo muy importante que sucedido hace cerca de un año. Los recuerdos de esa noche eran tan vividos en su mente como siempre lo había sido. Podría ser que entre sus palabras, Tsubaki le había dado una clase de respuesta…

- Para lograrlo, tendrás que sacrificar el sentimiento más especial que posees en este momento…

- Aunque este sentimiento se pierda… no importa que cosa pase… te prometo que aún así… te seguiré…

- "Eriol me lo advirtió." – Pensaba la joven de cabello castaño. – "Si quería salvar a la ciudad, a las cartas y a las personas, tenía que sacrificar el sentimiento más especial que tenía. Shaoran… ¿Podrá ser que en verdad todo lo que sentías por mí se esfumó esa noche?"

- ¿Te pasa algo hija? – Escuchó de pronto que la voz de su padre le hablaba. – Te notó algo callada.

Sakura se encontraba sentada en la mesa de su casa, acompañada de su padre que estaba sentado frente a ella. Afuera estaba lloviendo, y aún en el comedor se pueden escuchar las gotas de lluvia caer. Ambos se encontraban comiendo la cena, aunque Sakura se encontraba metida profundamente en sus pensamientos, hasta que su padre la sacó de ellos.

- No, no… no es nada. – Le contestó apresurada, tratando de dibujar una sonrisa falsa en sus rostro.

- Últimamente has estado muy pensativa¿ocurre algo malo? – Sakura volvió a descender su vista, quitando la sonrisa de su cara.

- Nada malo. – Le dijo con algo de desgano. – Solamente que me he sentido muy sola sin Tomoyo o Touya por aquí… eso es todo.

- Sí. Parece que muchas cosas en tu vida están cambiando pequeña Sakura. – Le dijo su padre con una voz algo profunda. Sakura volteó a ver a su padre. Una expresión algo pensativa adornaba su perfil – Los cambios son parte de crecer, y nos gusten o no tenemos que afrontarlos. – La joven se extraño al escuchar esas palabras de su parte. No era normal verlo de esa manera tan serie. – Sakura, hay algo que quiero comentar contigo.

- ¿Qué pasa? – Preguntó algo preocupada.

El señor Kinomoto alzó sus manos hacía el frente, cruzándolas frente a su rostro. Luego, recargó sus codos en la mesa, de tal manera que su plato de comida quedará ente ellos.

- Unas personas se acaban de comunicar conmigo hace poco. – Le dijo con un tono serio. – Sakura, me acaban de ofrecer un trabajo en la Universidad de Keio.

- ¿Enserio! – Gritó emocionada Sakura al tiempo que se separaba de su silla. Por primera vez en el día se le veía un gran entusiasmo en su mirada. – ¿En la Universidad de Keio¡No puedo creerlo¡Te felicito¡Es una gran oportunidad para ti!

La niña parecía saltar de alegría ante la noticia. Keio era una de las Universidades más antiguas y prestigiosas del Japón. El que su padre fuera a trabajar en ese lugar era un gran orgullo para ella y no podía evitar el sentirse feliz. Sin embargo, como de golpe, algo le llegó a la cabeza sacándola por completo de toda su alegría.

Su padre permanecía sentado, con la misma expresión; parecía que sabía muy bien que era lo que por la mente de su hija estaba pasando en ese instante. Sakura bajó sus brazos lentamente, y miró perdidamente hacía el frente.

- Pero… La Universidad de Keio está en Tokyo… - Dijo la joven con algo de ahogo en sus palabras. Su padre cerró un momento sus ojos.

- Si acepto el trabajo, tendría que mudarme a Tokyo. – Le mencionó sin cambiar su tono de voz. Sakura se quedó totalmente callada al escuchar esto. – Sé que ya empezaste el año, y no sé si estés dispuesta a dejar a estas alturas Tomoeda y venir conmigo. – El señor Fujikata bajó sus manos, y apoyándose con ellas en la mesa se puso de pie. – Este sería un gran cambio para todos. Podría arreglar que te quedarás a vivir con Sonomi por una temporada si así lo prefieres. – Sakura no decía nada; simplemente se le quedaba viendo. – Dejaré que lo pienses…

Tenía tantas cosas en la cabeza que sentía que ésta le iba a estallar. Con su mirada perdida y moviéndose como si no tuviera nada de vida en el cuerpo, Sakura caminaba hacía su habitación. La puerta del cuarto se abrió lentamente, mostrando del otro lado la silueta de su dueña. El lugar era únicamente alumbrado por la luz de una lámpara que se encontraba sobre el buró a lado de la cama. Afuera la lluvia continuaba. Lentamente caminó hacía la cama y sin esperar ni un segundo, se desplomó sobre ella de tal manera que su rostro cayera sobre una almohada. Aferró con fuerza sus manos a este objeto, atrayéndolo por completo hacía si.

- ¿Porqué? – Se decía así misma mientras clavaba su rostro en la almohada. – ¿Porqué me tienen pasar estas cosas?... – En la voz de la joven se veía una gran desesperación y tristeza. Parecía no poder soportar todo lo que le esta pasando. – Mi mamá, Yukito, Touya, Tomoyo… Shaoran… Todos se han ido¡Todos!... Y ahora¿Qué es lo que tengo que hacer¿Me iré de Tomoeda para siempre¿O me tengo que separar de mi padre…¿Qué demonios es lo que debo de hacer!... Desearía que las cosas fueran como siempre… desearía que las cosas fueran como siempre han sido… ¿Porqué…?

Sakura ocultó por completo su cara en la almohada de su cama, tratando de olvidarse de todo lo que la rodeaba. Se sentía tan fuera del lugar, como si no perteneciera a ese sitio. Por primera vez en mucho tiempo, sentía las ganas de no existir…

En ese instante, algo llamó su atención. Una vez más, entre toda la oscuridad en que se había metido, sitió de nuevo ese aroma a rosas. Despegó rápidamente su rostro, alzando la cabeza. Era ese aroma una vez más. Lentamente se giró hacía el buró que estaba a lado de su cama. Ahí se encontraban dos sobres. Uno era le sobre de color azul claro que le había enviado su amiga Tomoyo. Pero sobre éste sobre, estaba la otra carta, la carta de sobre blanco y con ese sello en forma de rosa.

- ¡Es la carta de esta mañana! – Se dijo sorprendida al verlo. Habían pasado tantas cosas que ni siquiera se había acordado de leer el correo que le había llegado.

Era raro como una vez más ese aroma llegaba a ella. Extendió su mano hacía el buró, tomando la carta del sobre blanco. La acercó hacía ella, mirando detenidamente el sello que la mantenía cerrada. Se quedó inmóvil y silenciosa unos momentos, antes de decidir abrirlo.

Con su mano derecha abrió el sobre de un tirón. Luego, metió su mano para sacar el contenido de ésta. Al jalar los papeles que estaban adentro, algo más salió. Sakura vio como un pequeño objeto salía del sobre y caía directo a su almohada.

Rápidamente, la joven bajó la vista, centrándola en ese misterioso objeto. Al principio no pudo identificar de qué se trataba; era pequeño y blanco. Acercó su mano a él y lo alzó para verlo de cerca. Ya frente a su rostro, pudo ver que era una sortija… una sortija de color blanco, con un sello de color rosa en ella. El sello era algo similar al que estaba en el sobre, el sello de una rosa.

- ¿Qué es esto? – Se preguntó mientras miraba la sortija con cierta extrañes. El sello parecía brillar con intensidad cuando la escasa luz del cuarto lo tocaba.

En ese instante, Sakura volteó hacía su otra mano, donde sostenía el contenido del sobre. Sin soltar ninguna de las dos cosas, se sentó en la cama y luego acercó los papeles hacía ella. Eran dos cartas, ambas dobladas con dos dobleces. La primera parecía estar rodeada por un listón rosa que lo mantenía cerrado. Sakura quitó el listón lentamente y luego abrió la carta.

El Papel era de forma rectangular y de color blanco. En las orillas tenía como adornos algunas líneas de color rosa. Esta carta tenía el mismo aroma que el sobre. Extrañamente, sólo contenía una oración en letras negras, colocada en el centro del papel con un tipo de letra muy llamativo.

- 'Ven y conoce tu destino.' – Dijo Sakura, leyendo el contenido de la carta. Se quedó muy extrañada al leer eso, ya que no le encontraba ninguna clase de sentido.

Después de unos segundos cambió a la otra carta que había recibido. Esta era diferente a la otra; parecía más que nada una especie de documento. Sakura centró primeramente su atención en el título de la carta, escrito con letras grandes y negras: "Academia Othori".

- 'Estimada Señorita Kinomoto Sakura' – Comenzó a leer el contenido de la carta – 'Nos complace informar que ha sido aceptada en la Academia Othori de la ciudad de Hooshi, como alumna del 1º Grado de Secundaria en el presente ciclo escolar.' – Mientras leía, la confusión se hacía claramente visible en su mirada. – 'Será un placer para nosotros contar con su presencia dentro de nuestra Institución. Por favor, repórtese lo antes posible para que pueda implantarse en sus clases sin más tardar… ¿Atentamente… la Directiva de Othori…?'

Una vez terminada, Sakura bajó la carta hasta sus rodillas. La verdad no podía entender ni una sola palabra de lo que acababa de leer. Era como si le estuvieran hablando a otra persona.

- ¿Academia Othori? – Se preguntó así misma algo, confusa. – ¿Esa es la es la escuela en que estudia Tomoyo, Pero si yo nunca pedí solicitud para entrar…

En ese momento, volteó la carta hacía atrás, teniendo al frente de nuevo la primera de ellas. Se quedó un largo tiempo, viendo fijamente esas palabras escritas… "Ven y conoce tu destino…"

- "¿Mi Destino?" – Pensaba sin quitar sus ojos de la carta. De pronto, su expresión cambió. Parecía sorprendida, asombrada, o hasta asustada. – "¡No puede ser!"

- 'Tú destino aún no esta preparado…' – Recordaba Sakura que una voz le decía. Frente a ella, simplemente se encontraba la silueta de una persona que no distinguía con claridad – 'Hasta que ese día llegue, tú tendrás que olvidar esta noche… pero nunca olvides la fortaleza de tu corazón. Sólo ella te llevará hacía tu verdadero destino…'

Sakura soltó las cartas, haciendo que estas cayeran sobre sus rodillas. Sobre éstas, además, cayó la sortija de color blanco. Sakura se quedó con la mirada perdida, viendo hacía el frente. Parecía estar asustada o intranquila por algo. Sus ojos parecían estar a punto de soltar las lágrimas, pero no eran por tristeza. No sabía que era lo que le estaba pasando.

- "¿Qué son…?" – Pensaba con cierta ansiedad. – "¿Qué son esos recuerdos!... ¡Eso no pasó en realidad!... ¿o sí?... ¿O sí!"

La joven llevó su mano derecha hasta su boca, apretándola con fuerza, Parece tratar de evitar que soltara un grito. La otra mano ha aferró con fuerza su pecho. Podía sentir como los latidos de su corazón subían cada vez más de ritmo.

- ¡Sakura! – Escuchó de pronto que una voz chillona le gritaba a su derecha. El grito al asustó tanto que inconscientemente alzó su mano derecha, golpeando lo que fuera que la había llamado.

La figura amarilla del guardián Kerberos salió volando por la habitación después de haber recibido un fuerte golpe por parte de su ama. Su pequeño cuerpo quedó estampado en la pared por unos instantes, antes de descender hasta el suelo. Sakura se le quedó viendo fijamente con el susto aún en los ojos. Su respiración se había vuelto muy agitada por la impresión.

- ¿Porqué me golpeas! – Le gritó Kero, que se levantaba del suelo y volaba hasta ponerse frente a su rostro.

- Lo siento mucho Kero. – Le dijo, aún algo exaltada. – Pero me asustaste.

- ¿Qué te ocurre, Te veo muy intranquila.

Sakura no le contestó. Guardó silencio unos momentos, volteando a ver de reojo las cartas y la sortija que estaba sobre ella. Se les quedó viendo fijamente por unos segundos sin pronunciar ni una sola palabra. Kero la observaba con preocupación y extrañes.

De pronto, Sakura agachó la cabeza y llevó sus dos manos hacía ella, haciendo un gesto de dolor. Más imágenes venían a su cabeza sin entender de qué se trataba. Era oscuro, veía charcos de agua, un río y las luces de un carro. Todo lo vio en menos de un segundo, y al terminar se desplomó de nuevo en la cama.

- ¡Sakura! – Gritó exaltado el guardián, acercándose a ella.

Sakura tenía los ojos cerrados, como si se hubiera desmayado. Kero descendió hasta las sabanas de la cama, colocándose frente al rostro de su ama. Una vez ahí, comenzó a moverla, tratando de hacer que reaccionara. Después de unos segundos, la joven abrió de nuevo sus ojos verdes. Aunque borroso al principio, pudo distinguir la figura amarilla de Kero frente a ella.

- Sakurita – Le dijo Kero, mirándola con preocupación. – ¿Qué te pasa?

- Esa noche – Dijo la joven mientras se sentaba en la cama. – La noche en que murió mi madre.

- ¿Qué?

- Pero… eso fue hace diez años… - Sakura se encontraba balbuceando en voz baja, y Kero era incapaz de entenderla. En ese momento, la puerta del cuarto se abrió de golpe. Por reflejo, Kero se quedó paralizado, como su fuera un muñeco.

- ¡Sakura! – Escuchó que su padre decía desde la puerta. Ella lo volteó a ver rápidamente. – ¿Te sucede algo!

Sakura no dijo nada. Lentamente volteó a ver de reojo las cosas que le habían llegado por correo, en especial la sortija blanca. Rápidamente tomó la sortija en una mano y a Kero en la otra, apretándolo tanto que casi lo asfixiaba.

- ¡Tengo que salir un momento papá! – Dijo apresurada mientras salía del cuarto.

- ¡Pero esta lloviendo!

- ¡No importa, llevaré mi sombrilla!

Fujikata se quedó extrañado al ver como su hija salía disparada sin dar explicaciones. Aunque en el fondo lo hacía sentir mejor, ya que no se veía tan triste como antes. En ese momento, volteó su mirada hacía la cama de su hija. Las cartas colocadas sobre las sabanas llamaron de inmediato su atención.

Sin importar el clima que hay afuera, Sakura salió a la calle, cubriéndose con un amplio paraguas de color azul. En su hombro, inocentemente sentado, se encontraba Kero, quien aún estaba algo confundido sobre lo que estaba pasando. La joven caminó unos minutos y luego se paró de golpe. Kero miró en todas direcciones para ver porque se habían parado.

- ¡Es aquí! – Dijo de pronto la castaña, con sus ojos centrados en el otro lado de la calle. Su mirada estaba totalmente perdida en los recuerdos que difícilmente podía ver. – ¡Aquí es donde ocurrió!

En la otra banqueta, había una larga barda de color verde que tenía un agujero en la parte baja. Del otro lado de la barda se encontraba un canal por el que pasa el río. Debido a la lluvia que estaba cayendo, en ese momento el río parecía estar muy abundante. Sakura miraba en esa dirección sin desviar ningún segundo su mirada.

- ¿De que hablas Sakura? – Le preguntó Kero algo extrañado.

- La noche en que murió mi madre, yo me sentía muy triste y sin querer me salí del hospital en plena lluvia… yo sola. – En ese momento, la joven alzó su mano derecha hacía el frente, apuntando hacía la reja que rodeaba al río. – Cuando menos lo pensé me encontraba ahí, en ese mismo lugar.

Kero miró hacía la dirección en que su dueña apuntaba. Se dio cuenta de que no se trataba de un camino desconocido para ellos. En el tiempo que él llevaba en Tomoeda, recordaba que Sakura ya había pasado algunas veces por ahí. Entonces¿por qué hasta ahora le venía ese extraño interés?

- Creí que tu madre había muerto cuando tenías tres años¿Cómo puedes recordarlo?

- No lo sé… en verdad no lo sé. – Sakura bajó un poco la cabeza. En su rostro se veía gran confusión. – Nunca había pensado en eso antes de este día, y no sé porqué ese recuerdo se me vino a la mente de nuevo. Aún así… no tengo muy claro que fue lo que sucedió…

Sakura seguía tratando de recordar que era lo que había pasado aquella noche. Lo único que tenía eran ciertas imágenes que aparecían en su cabeza, imágenes que cada vez se volvían más confusas. En ese momento, un extraño sonido la saco de sus pensamientos. Un sonido que a su vez lo sentía relacionado con lo que estaba tratando de recordar. Entre el sonido de la lluvia caer, escuchaba otra cosa: llanto, el llanto de una persona.

Rápidamente alzó su mirada hacía el frente, al lugar al que estaba mirando hace un momento. Se trataba de una pequeña niña, de cabello en un tono rubio y largo, vestida con traje de color rosa y, lo que a Sakura le llamó más la atención, uno oso en sus manos. La niña caminaba por la otra banqueta. Se veían las gotas resbalar por sus mejillas; y no eran gotas de lluvia.

- ¿Qué hace es niña afuera con este clima? – Preguntó Kero al verla.

Sakura, por su parte, se le quedó viendo fijamente con una expresión de confusión. Esto le había dado otro recuerdo. En lugar de esa niña, se vio así misma parada del otro lado de la banqueta. Esa noche llovía, y también estaba triste.

- ¿Porqué estoy recordando esto? – Se preguntaba así misma totalmente confundida.

De pronto, escuchó otro sonido que la hizo reaccionar de la misma manera. Era el sonido de las llantas de un carro, acerándose por la calle. Las luces delanteras del carro atravesaban la lluvia, llegando hasta donde ellos estaban. El vehículo pareció perder el control y salirse del camino. La niña alzó su mirada al frente y vio como el vehículo se dirigía directo hacía ella. Sakura, al ver esto, reaccionó en un instante.

- ¡Cuidado! – Gritó la joven, al tiempo que corría con todas sus fuerzas hacía el otro lado de la calle. En el transcurso, había soldado su paraguas, el cual cayó lentamente hacía el suelo.

- ¡Sakura! – Gritó el pequeño guardián, pero la sombrilla de Sakura descendió hacía él, cubriéndolo y haciéndolo caer al suelo.

La niña se había quedado paralizada al ver ese auto acercarse a ella. De pronto, cuando menos se dio cuenta, las manos de la ex Card Captor la tomaron con fuerza y luego ambas se arrojaron hacía el frente…

- ¿La Academia Othori? – Preguntó una mujer de cabello rojizo y corto que estaba del otro lado de la línea. Ésta se encontraba sentada en su oficina, con su teléfono puesto en su oreja derecha. – ¿Por qué preguntas?

En la casa Kinomoto de Tomoeda, el profesor Fujikata se encontraba de pie frente al teléfono. En su mano izquierda, sostenía un par de papeles.

- Tomoyo está estudiando haya¿no es así? – Mencionó el profesor con seriedad.

- Así es. Se trata de una escuela algo antigua de Hooshi. Es muy exclusiva y costosa, por lo que no cualquiera logra entrar.

- Sakura acaba de recibir una carta. – Le informó al tiempo que alzaba la carta de su mano. – Al parecer le están ofreciendo una beca para que estudie haya

- ¿Una beca, no sabía que habías enviado solicitud.

- Bueno, yo no lo hice. Pensé que a lo mejor tú lo habías hecho.

- Yo tampoco fui. De hecho yo no fui la de la idea de que Tomoyo fuera a esa escuela.

- ¿No?

Una sombrilla de color rojo se movía por las calles a lado del río. Debajo de ésta, la figura de la amiga de Sakura, Tsubaki, se refugiaba de la lluvia.

- Qué clima tan horrendo. – Se decía así misma con desganó, mientras caminaba. – Es casi tan horrendo como el día que he pasado.

De pronto, un fuerte ruido llamó su atención de golpe; había sido como una especie de choque. Tsubaki giró su atención hacía su izquierda. En la barda que se encontraba del otro lado del río, se encontraba un auto, con la mitad de él prácticamente adentro. El golpe del auto había tumbado la barda de protección.

Mientras tanto, Kero se quitaba la sombrilla azul de encima. Rápidamente volteó a ver hacía la otra banqueta. El carro había chocado contra la barda.

- ¡Sakura! – Gritó el muñeco mientras se elevaba en el aire, sin importar quien pudiera verlo.

Debido a la lluvia que caía le era muy difícil mantenerse en el aire. Sin embargo, pudo llegar hasta donde se encontraba el auto, manteniéndose flotando en el aire. La barda había sido derrumbada. Sin embargo, no parecía haber rastro de Sakura y de la niña. El guardián se movió un poco hacía el frente, hasta colocarse sobre el río. Una vez ahí, pudo ver algo. Sakura se encontraba colgada de la orilla del canal, sostenida únicamente de su mano derecha. Al mismo tiempo, con su mano izquierda, sostenía a la pequeña, que tenía sus pies volando hacía abajo.

- ¡Tengo miedo! – Decía la niña entre lágrimas, mientras se aferraba con fuerza a su oso, usando su otra mano.

- No te preocupes, todo va a estar bien. – Le decía ella mientras trataba de sostenerse. Su brazo poco a poco comenzaba a perder fuerza. Si no hacía algo, ambas caerían al río. – "¿Qué hago¿Qué hago?... " – Se preguntaba con insistencia. – "Mamá…"

- ¡Sakura! – Escuchó de pronto que la voz de Kero le gritaba desde arriba. Sakura alzó su mirada y vio la pequeña figura de su amiga flotando sobre ellas.

- Kero… - Dijo la joven casi sin fuerzas.

En ese momento su brazo ya no pudo resistir más tiempo el peso de ambas. Los dedos de la joven se soltaron de golpe, y ambas se comenzaron a precipitar hacía las aguas del río. Kero trató de alcanzarla, abalanzándose hacía abajo.

Mientras caía, Sakura tenía su mano derecha alzada hacía el arriba, y ésta era la única cosa que era capaz de ver. Inconscientemente, comenzó a cerrar sus ojos, como si comenzara a quedar inconsciente…

- 'Tú destino ha preparado…' – Se escuchó de pronto que una voz profunda le decía.

En ese momento, los ojos de la joven de cabello castaño se abrieron, separando sus parpados con toda su fuerza. En ese momento, un fuerte destello de luz pareció estallar justo frente a ella, brillando como si se tratará de una gran estrella. Sentía algo raro, como si estuviera flotando o cayendo lentamente en una piscina. Sin embargo eso parecía no llamarle la atención; sólo podía ver esa gran esfera de luz frente a ella.

De pronto, de entre toda la luz blanca en sus ojos, distinguió una gran silueta negra que poco a poco se volvía más grande. Era la figura de una persona, pero no lograba verla con claridad. La persona comenzó a descender rápidamente, hasta estar prácticamente a su frente. Quien quiera que fuera, extendió su mano hacía ella, tomándola con fuerza la de ella. Sakura, sin dudarlo, apretó con fuerza la mano que le había extendido.

Su rostro parecía opacado por el fulgor a sus espaldas. Aún así, sentía algo conocido, algo confiable, algo cálido. Su mano la hacía sentir tan segura como no se había sentido en mucho tiempo. Por un instante, sintió como si ambos estuvieran suspendidos en el aire, inmóviles. Aún así, sentía como una ligera brisa pasaba entre ellos.

- ¿Eres tú! – Le preguntó sin quitarle sus ojos de encima. – ¿Eres tú a quien vi hace diez años!

- 'El día que te prometí llegó.' – Le siguió diciendo sin soltarla. – 'La fortaleza de tu corazón ha sido lo que te ha traído hasta este momento.'

- ¿Quién eres tú¿Qué sabes de mi destino!

- 'Esas son preguntas que tú responderás por tu cuenta tarde o temprano…. Sakura, Ven y conoce tu destino…'

En ese momento, el destello se volvió más fuerte, tanto que los ojos de la joven fueron incapaces de ver. Y en un solo segundo, todo se volvió… blanco…

Sus ojos seguían aún cerrados. El agua había dejado de caer del cielo, pero el suelo en el que ella estaba recostada seguía muy húmedo. Frente a su rostro, su guardián en forma de muñeco flotaba. Lentamente se acercó a ella y comenzó a tocar su mejilla con su pequeña patita.

- Sakura, Sakurita… - Decía, mientras trataba de despertarla.

- ¡Kinomoto¡Kinomoto! – Escuchó de pronto que alguien cerca de ahí gritaba.

Rápidamente Kero se quedó totalmente paralizado, quedándose tirada a lado de Sakura como si fuera un muñeco. Tsubaki corrió por la banqueta hacía donde la joven castaña se encontraba. Una vez ahí, se agachó un poco y la agitó algo brusca en sus actos. Después de unos momentos, los ojos verdes de la joven se abrieron. Lo primero que vio al despertar fue el rostro de su amiga.

- ¿Estás bien? – Le preguntó ella al verla despertarse. Con una mano en su cabeza, logró sentarse en la banqueta.

- ¿Qué sucedió? – Preguntó algo confundida.

- Es lo que quiero saber. – Le contestó ella. – ¿Qué fue ese resplandor?

Al escuchar esa pregunta, Sakura se olvidó por completo de su cabeza o de donde estaba. Rápidamente se giró hacía su amiga, mirándola con ansiedad y tomándola de sus hombros.

- ¿Resplandor! – Preguntó apresurada. – ¿Tú lo viste Tsubaki¿Tú también lo viste! – Tsubaki retrocedió un poco sin entender la reacción de Sakura.

- Sí, eso creo. – Le contestó nerviosa. – Pero no estoy segura de que era…

Sakura bajó sus manos y su mirada lentamente. Se quedó muy pensativa sobre lo que acababa de ver. Todo parecía haber sido como una clase de sueño. De pronto, escuchó unas voces a su lado. La pequeña niña a la que acababa de tratar de salvar se encontraba acompañada de una mujer; parecía ser su madre. Sakura se quedó perpleja, viendo a la mujer abrazando con fuerza a la pequeña.

- Kinomoto¿Y esa sortija? – Escuchó de pronto que su amiga le preguntaba.

Entonces, Sakura desvió su mirada hacía abajo una vez más. Notó de inmediato lo mismo que Tsubaki acababa de ver. En el dedo anular de su mano izquierda, se encontraba esa sortija que había recibido; la sortija de color blanco y un sello en forma de rosa. Aún admirada por todo, alzó su mano y la acercó a su rostro. El sello se veía tan claro a pesar de estar nublado.

- "¿Fue real!" – Se preguntaba así misma. – "¿Todo este tiempo fue real!"

Mientras Sakura tenía sus ojos clavados en el sello de esa sortija, Tsubaki tomaba en sus manos a Kero, que seguía inmóvil como muñeco.

- ¡Qué raro, juraría que este muñeco estaba volando hace unos momentos. – Comentaba la joven, mientras tiraba lentamente de una de las orejas del guardián.

- Es una buena escuela, eso te lo puedo asegurar. – Le dijo Sonomi al señor Fujikata con quien aún seguía hablando por teléfono. – No hubiera enviado a Tomoyo si no hubiera estado segura de eso. Con Tomoyo haya puede que no se sienta tan sola. Creo que sería una mejor opción que llevarla hasta Tokyo.

- Sí, también lo creo así. – Le mencionó el profesor, el cual tenía sus ojos puestos en una de las cartas que traía en sus manos. Era una carta blanca que sólo tenía escrita una frase en letras negras…

Las nubes poco a poco parecían despejarse del cielo. Ya se estaba haciendo de noche, pero por las nubes que cubrían el firmamento éste no tenía el color típico del ocaso. Sakura caminaba de regreso a su casa, sosteniendo su paraguas en las manos. Kero, igual que antes, estaba sentado en su hombro. Sakura había estado muy callada en todo el camino, y Kero lo había notado.

- Oye Kero. – Dijo de pronto la joven rompiendo todo el silencio. – ¿Tú fuiste quien nos salvó? – Kero pensó un poco antes de contestar.

- Iba a hacerlo, pero algo raro sucedió. – Le dijo con firmeza. Sakura se detuvo y se quedó parada con cierta seriedad. – Fue un resplandor que las cubrió por un segundo y luego se esfumó. Como por arte de magia, las dos aparecieron en la banqueta. No sé que fue todo eso.

- ¿Sólo fue un segundo? – Le preguntó con algo de ahogo en su tono.

- Sí, así es. – Le contestó el muñeco. Sakura desvió en ese momento la mirada y se quedó muy pensativa. – Sakura¿Qué fue lo que pasó?

Ella pensó en contestarle, pero no estaba segura de que palabras decirle. De nuevo en silencio, comenzó de nuevo la marcha hacía su hogar. Las palabras que había escuchado en ese momento le seguían dando vueltas. Estaba tan metida en sus pensamientos que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba en el frente de su casa.

- ¿Sakura¿Eres tú? – Escuchó de pronto que la voz de su padre le hablaba desde el comedor.

- Sí papá. – Le contestó desde la puerta. Colocó sus zapatos en la entrada y caminó hacía el interior. Sakura y su padre se encontraron en el recibidor. Por alguna razón, no tenía ánimos de verlo a los ojos. – Lamento haberme tardado.

- ¿Estas bien? – Le preguntó con cierta preocupación al ver algo mojada.

- Sí, sí… - Contestó. – ya me siento mejor. Sólo necesitaba algo de aire fresco.

Su padre se quedó de pie inmóvil por unos momentos. Sakura también se quedó parada, con su mirada en el piso. De pronto, el señor Fijikata caminó hacía ella, colocándose a una corta distancia de su hija. Sakura alzó la cabeza, viendo a su padre que la miraba con una extraña sonrisa. Esa era la sonrisa que acostumbraba ver en él. Hubo algo en ella que la tranquilizó un poco.

- Sakura, leí la carta que recibiste de Othori. – Le dijo de pronto. Esto dejó atónita a la chica. – Le acabo de hablar a Sonomi para preguntarle al respecto. Es una buena escuela según dice. – Guardó silencio antes de continuar. – Pienso que talvez el estudiar ahí junto con Tomoyo te sea de mejor agrado que quedarte aquí en Tomoeda o venir conmigo a Tokyo.

- Bueno… - Comenzó a decir ella con algo de balbuceos. – Lo estuve pensando, y creo que sería agradable ir a Othori y estar junto con Tomoyo de nuevo… pero…

Sakura calló de golpe. Su padre había sentido algo en su tono. Era talvez miedo o dudas. Ella bajó una vez más su mirada. Se sentía aún muy confundida sobre lo que tenía que hacer, ya que ahora tenía que elegir algunos de los caminos que se le habían puesto. En la vida con cada decisión que se toma, se escoge un camino. Sakura tenía miedo de tener que decidir que camino era el que tenía que seguir.

En ese momento sintió como las manos firmes de su padre se colocaban sobre sus hombres. Alzó una vez más su mirada. El rostro de su padre estaba justo frente al suyo, ya que éste de había puesto en cuclillas frente a ella. La mirada de su padre era la que siempre había visto. Ésta le inspiraba una gran confianza, una gran seguridad. Era tierna, era sensible pero firme. Esa era la mirada de su padre.

- Siempre hemos estado juntos hija. – Comenzó a decirle. – Nunca nos hemos separado, ya que siempre has sido mi pequeña. Después de que tu madre murió, siempre estuvimos tú, yo y tu hermano. Sin embargo, en este momento tu hermano ya se ha retirado, y esto lo hizo para poder seguir su propio camino. Esa fue una decisión que el tomó por su cuenta. En este momento es tu turno de que tú también tomes una decisión… el momento de que también tomes un camino… mi pequeña Sakura…

Sakura se le quedó viendo fijamente sin decir una sola palabra. Simplemente se quedaba de pie, escuchando cada una de las palabras que su padre le decía. Siempre su padre había sido su principal fuente de confianza, y en esta ocasión no había sido la excepción. Sin que se diera cuenta siquiera, los ojos de la joven se comenzaron a llenaron poco a poco de sus lágrimas. Sin poder contenerse, se abalanzó hacía el frente, abrazando con fuerza a ese ser a quien tanto quería.

- ¡Papá!… ¡Te quiero!… - Le decía con gran alegría aunque lo dijera entre sollozos. Él por su parte, la tomaba con el mismo cariño en el que ella lo hacía.

- Y yo a ti cariño…

La puerta del cuarto se abrió lentamente, igual que hace unos segundos. Aún la luz estaba apagada con excepción de la luz sobre el buró. Sakura en esta ocasión no fue a su cama, sino que caminó hacía la ventana de la habitación. En el camino, el pequeño ser amarillo se retiró de su hombro y comenzó a flotar a lado de su ama.

Sakura se paró frente a la ventana, viendo hacía arriba. Las nubes poco a poco parecían retirarse; casi parecía que no hubieran estado ahí. Y poco a poco la luz de la luna comenzaba a alumbrar. Sakura centró sus ojos verdes en el brillo de ese astro que tan buenos recuerdo le traía.

- ¿Sakura? – Preguntó Kero, que flotaba a lado de su rostro.

Sakura se quedó en silencio unos momentos, como si no lo hubiera oído. De pronto, giró su mirada hacía su guardián, teniendo una brillante sonrisa en el rostro.

- Ya lo he decidido… - Le dijo con seguridad – Tú y yo iremos a Othori…

FIN DEL CAPITULO 1

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Sakura: Tratando de buscar una respuesta al misterio de esta sortija, me dirijo ahora hacía la ciudad Hooshi, donde me reúno de nuevo con mi amiga Tomoyo. Lo que busco esta aquí, en la Academia Othori¿Pero que clase de lugar es esté¿Qué hace esta chica aquí¿Qué rayos es lo que pasa en esta escuela?

Kotori: Cuando entras en Othori, entras en un nuevo mundo.

Sakura: No se pierdan el próximo capitulo de "La Rosa Blanca"…¡El Mundo yo voy a Cambiar!

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