- - - - - - - - - - NOTAS INTRODUCTORIAS: - - - - - - - - - -

- Este Fanfic está basado en su gran mayoría en el anime "Sengoku Otogi Zōshi InuYasha", conocido simplemente como "InuYasha", basándose por completo y únicamente en su serie de anime, es decir, no tomará en cuenta lo ocurrido en el manga que no haya pasado en el anime. Aviso porque este Fanfic toma parte a la mitad de la serie animada y de ahí toma un camino diferente, que se basa en pequeñas partes en lo ocurrido en ésta, pero por el resto es totalmente una línea diferente y por lo tanto un final también, por lo que consideré como mejor medida no tomar en cuanta lo ocurrido en el Manga.

- En esta historia también se hace referencia y hacen su aparición en algunos capítulos situación y personajes de otras series, principalmente "Yu Yu Hakusho", sin embargo todo el Fanfic se trata casi por completo de "InuYasha". Las referencias a otras series son mínimas y sirve para a completar la historia.

- Ésta es una historia del género "Realidad Alterna" hasta cierto punto. La historia de "InuYasha" es la misma planteada desde el inicio del anime hasta un cierto punto en donde se crea la Realidad Alterna. Sobre donde se ubica eses punto, es difícil poder colocarla en un punto específico del anime, pero posiblemente se encuentre después del capitulo 74 o 78. Sólo puedo darles estos datos que los ayudarán a ubicarla más o menos:

a) Inuyasha, Sesshoumaru, Kykio y Kouga se encuentran buscando el Castillo de Naraku.

b) Kouga ya perdió a sus compañeros en manos de de Kagura.

c) Inuyasha ya conoce el Bakoyouha y ya posee el Filo Rojo.

d) Sesshoumaru ya tiene a Toukijin.

e) Ya aparecieron Kagura y Kana.

Eso es todo por ahora. Cómo siempre, espero que la historia sea de su agrado y la disfruten. Par cualquier comentario o sugerencia, mi correo esta abierto:

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Atte.
Wing Beelezemon – Wingzemon X

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LA SOMBRA
DE LA PERLA

Por
Wingzemon X

CAPITULO 1. "LOS QUE LA BUSCAN"

- ¡Kohaku! – Gritó la exterminadora al ver como la figura de su pequeño hermano se alejaba a lo lejos, saltando de rama en rama con una precisión y agilidad a la que cualquier ninja aspiraría. Mientras su figura se perdía más y más de su vista, pudo ver como volteaba a verla por unos segundos. Sus ojos estaban llenos de frialdad; esos no eran los ojos de su hermano, parecían los ojos de un demonio...

En lo más hondo de su corazón quería ir detrás de él, perseguirlo y tenerlo cerca una vez más. Era el único miembro de su familia que podía seguir a su lado, lo único que la mantenía conectada con su pasado. A pesar de todo lo que había ocurrido, él seguía siendo su hermano. Sin embargo, algo detuvo su deseos en ese momento.

- ¡Sango!, ¡¿Dónde estas?! – Escuchó la voz de uno de sus amigos que la llamaba desde atrás. Algo desconcertada, se giró en dirección de donde venían los gritos, volteando a ver a Inuyasha y a Miroku, que corrían hacía dónde ella estaba, seguidos por su leal mascota Kirara.

- Sango, ¿Te encuentras bien? – Le preguntó el Monje Miroku en cuanto la vio. De inmediato, notó la tristeza en su rostro. Ambos se quedaron en silencio, incapaces de poder pronunciar alguna palabra.

- Sango, ¿Estás herida? – Le preguntó el mitad demonio al notar la herida en su brazo.

- Ya no importa. – Les respondió mientras se secaba las lágrimas de sus ojos. – No es nada; ¿Qué pasó con la criatura?

- Escapó junto con el fragmento. – Agregó mirando en la dirección de la que venían. – No debe de estar muy lejos de aquí, aún podemos alcanzarlo.

Miroku volteó a ver a Sango de reojo. De inmediato pudo notar que su semblante aún reflejaba cierta inquietud. Ellos no estaban seguros de a qué se debía, pero esto era debido a que acababa de ver de nuevo a su hermano Kohaku, y a que éste aún estaba en las garras de Naraku.

- Talvez no sea buena idea ir en estos momentos Inuyasha. – Comentó Miroku, tratando con esto de no perturbar más a la exterminadora de lo que ya estaba, pero ella intervino de pronto.

- Está bien excelencia. Será mejor que vayamos de una vez.

- Pero Sango…

- Andando, no hay tiempo que perder. – Sin decir nada más, tomó con firmeza su arma, y corrió en la dirección en la que se habían aproximado sus compañeros. Kirara la siguió por detrás y cuando ya estaban algo lejos, la exterminadora se subió a su espalda y ambas se alejaron. Después de unos segundos, Miroku e Inuyasha hicieron lo mismo.

Mientras Inuyasha y los otros comenzaban de nuevo a moverse, sus otros compañeros de viaje se encontraban caminando entre los árboles del bosque. La joven de cabellos negros y uniforme escolar marchaba con cuidado, teniendo a su lado su bicicleta rosada. Refugiado en la canasta del vehículo de dos ruedas, estaba el pequeño Shippou, que se encuentra viendo al frente. Los demás se habían ido tan rápido que prácticamente se habían olvidado de ellos.

- ¿A dónde se habrán ido esos tres? – Se preguntaba el niño zorro, mientras seguían su camino.

- Sólo espero que no les haya pasado nada malo. – Agregó Kagome, mientras en su rostro se podía notar algo de preocupación.

Como siempre la causa del combate había sido uno de los fragmentos de la afamada "Perla de Shikon", esa joya que habían estado buscando durante todo ese tiempo, prácticamente desde la primera vez que Kagome puso un pie en esas tierras tan extrañas para ella. Parecía que ya había pasado una eternidad desde la primera vez que estuvo en esa Era del pasado y comenzó a buscar uno por uno los fragmentos de esa joya. Ahora eran un grupo numeroso unido por la misma misión, aunque en el fondo cada uno poseía diferentes fines.

De pronto, un movimiento a su izquierda llama la atención de la sacerdotisa. Al girarse, ve como la figura de una persona se mueve sigilosamente entre las ramas de los árboles, saltando de rama en rama en la dirección contraria a la que ellos van. En cuanto sus ojos se posaron en su silueta, pudo apreciar como en su espalda se despedía un brillo intenso.

- "¡Es Kohaku!" – Piensa la joven en cuanto lo ve pasar. Ese chico tenía que ser el hermano menor de Sango. Por unos momentos pensó en darse la media vuelta y seguirlo, pero algo más hizo que cambiara su atención hacía el frente. – ¡Siento la presencia del fragmento!

- ¡¿Qué dices?! – Exclamó sorprendido Shippou al oírla.

De entre los árboles frente a ellos, surgió una enorme figura que se lanzaba con fuerza en su contra. Su cuerpo era largo, como el de una serpiente, con piel en un tono gris oscuro. Al frente, tenía un par de brazos en forma de cuchillas, y un hocico grande y picudo, además de unos grandes ojos rojizos.

- ¡Es ese monstruo! – Dijo el pequeño demonio, saltando de la bicicleta para refugiarse detrás de su amiga. Kagome rápidamente tomó su arco y una de sus flechas, apuntando hacía la criatura.

- Shippou, ocúltate detrás de mí. – Le ordenó la joven, antes de disparar con fuerza su arma.

La flecha salió volando en el aire mientras se cubría con un resplandor blanco y rosado. La punta se clavó en el costado derecho de la criatura, partiéndolo en dos.

- ¡Lo logré! – Dijo satisfecha al ver su triunfo. Sin embargo, esta felicidad no le duró mucho.

Inmediatamente después de haberlo atacado, los pedazos de la criatura se comenzaron a pegar de nuevo, hasta crear de nuevo su cuerpo y alzarse de nuevo en el aire como nada hubiera pasado.

- ¡Oh no! – Exclamó sorprendida. Había olvidado que esas criaturas tenían la habilidad de reconstruir sus cuerpos.

La joven del futuro trató de cargar de nuevo su arco, pero la cola del monstruo la golpeó con fuerza antes de que pudiera lograrlo, haciendo que tanto su arco como sus flechas cayeran lejos de ella.

- ¡Kagome! – Gritó el pequeño niño preocupado mientras corría hacía ella. Sin embargo, la enorme cara del monstruo, lo hizo retroceder del miedo.

El golpe había dejado algo aturdida a Kagome. Para cuando logró alzar la mirada de nuevo, lo primero que vio fue la enorme mandíbula de la criatura, que se acercaba a donde ella estaba. Por simple reflejo, la joven soltó un fuerte grito, como esperando que alguien la escuchara.

De pronto, justo cuando parecía que sería devorada por aquella criatura, la silueta de una persona surge de lo más profundo del bosque, lanzándose contra la enorme serpiente. Lo único que Kagome pudo ver es como esa figura lo golpeaba, haciéndolo pedazos de un sólo golpe. Al mismo tiempo que el extraño realizaba su ataque, un fuerte resplandor blanco cubrió todo el sitio. Para cuando Kagome ya pudo ver bien, vio la figura de su salvador, con el fragmento de Shikon en su mano.

- ¡Inuyasha! – Dijo emocionada la sacerdotisa volteándolo a ver. Sin embargo, cuando lo vio con más claridad, pudo ver de quién se trataba, y no era la persona que ella creía. – Kouga…

Su salvador había sido ese chico lobo de cabellos oscuros, vestido con ropas de piel. Una vez realizada su labor, el chico se volvió hacía ella y le sonrió de una manera segura, mientras se agachaba a donde estaba.

- ¿Te encuentras bien mi querida Kagome? – Le preguntó con cariño mientras tomaba una de sus manos para ayudarla a ponerse de pie.

- Sí, gracias Kouga. – Le respondió, algo sorprendida aún. Sin ponerle mucha atención a la reacción de la chica, Kouga colocó dos fragmentos lentamente en su mano.

- Esto te pertenece.

- Pero… - Justo cuando Kagome iba a decir algo, es interrumpida por la voz de otra persona.

- ¡Kagome! – Escuchan de pronto que su amiga Sango grita a lo lejos.

En unos segundos, la exterminadora baja del cielo, montada en su compañera Kirara. De inmediato, las figuras de Miroku e Inuyasha se aparecieron en el lugar tras su compañera de combate. Este último no se vio muy feliz cuando posó sus ojos dorados sobre ese chico demonio que estaba a lado de Kagome.

- ¡¿Aún sigues aquí lobo rabioso?! – Le gritó molesto, acercándosele.

- ¡Por supuesto que sí! – Le contestó Kouga con el mismo sentimiento. – Pero tú dime, ¿Dónde rayos estabas?, ¿No deberías de haberte quedado a proteger a Kagome?

- ¡¿Cómo dices?!

- Kouga derrotó al otro de los monstruos, recuperó el fragmento de la perla y salvó a Kagome de ser comida – Agregó el niño zorro, mientras se asomaba por el hombro de Kagome.

Inuyasha se quedó algo serio al escuchar las palabras de Shippou. Vio que en el suelo aún se veían los restos de la criatura que Kouga acababa de derrotar, así que lo que le decía tenía que ser cierto. Una vez más volteó a ver al chico lobo, el cual lo miraba con una gran sonrisa en el rostro, una sonrisa que prácticamente lo hacía reventar de rabia.

- ¿Es cierto eso? – Preguntó Inuyasha con algo de enfado en sus palabras.

- ¿Eso te molesta acaso bestia? – Inuyasha estaba a punto de responderle como era su costumbre, pero Kouga, desinteresado en lo que le pudiera decir, se giró hacía Kagome, tomando sus manos con firmeza. – Kagome, lo siento pero hasta ahora no he encontrado la ubicación del Castillo de Naraku, pero te prometo que lo encontraré y acabaré con él dentro de poco.

- No te preocupes por eso… - Le respondió Kagome, algo avergonzada.

- Nos vemos querida Kagome. – Después de despedirse, el cuerpo de Kouga se cubrió con una fuerte ráfaga de viento, para luego alejarse corriendo por el bosque.

Inuyasha lo siguió con la vista mientras se alejaba, aún claramente enojado. Mientras tanto, Kagome observó con detenimiento los dos fragmentos que Kouga le había dejado, algo extrañada de que no se los hubiera llevado con él.

En ese momento, pareció recordar de golpe lo que había visto antes de que esa criatura la atacara.

- Sango, ¿viste a Kohaku? – Le preguntó la joven a su compañera, algo temerosa. La exterminadora se exaltó ante la pregunta, al igual que sus dos amigos.

Después de un segundo, el rostro de Sango volvió a cubrirse con tristeza al recordar a su hermano. Bajó la mirada lentamente al tiempo que le respondía.

- Sí, lo vi… - Al ver esta reacción por parte de su amiga, Kagome pensó que tal vez no debió haber preguntado eso.

Kohaku, el hermano menor de Sango, había fallecido junto con su padre y sus compañeros hace ya algún tiempo antes de que ellos la conocieran, todo por la culpa de ese demonio tan despreciable al cual todos se encontraban siguiéndola la pista: Naraku. Ahora, no bastándole con haberle arrebatado su familia, amigos, compañeros y aldea, este Demonio usa a su hermano como un esclavo para sus fines malignos, teniendo su mente totalmente controlada, y su cuerpo activo gracias a uno de los fragmentos de Shikon.

Cada vez que lo veía, esa persona se parecía menos a su pequeño hermano, y más a un ser frío y sin sentimientos. Poco a poco sentía que Naraku lo jalaba más y más hacía sus oscuras garras.

- Bueno, bueno, no hay nada más que hacer aquí. – Comentó Miroku con su habitual tono calmado, intentando aligerar el ambiente. – ¿Cuántos fragmentos tenemos ahora señorita Kagome?

La chica del futuro tardó unos segundos en reaccionar a la pregunta del monje. Aún un poco preocupada por la reacción que había tenido Sango a su pregunta, tomó el pequeño botecillo que colgaba de su cuello, en donde se encontraban tres pequeños pedazos de un material similar al cuarzo rosado: tres fragmentos de Shikon.

- Con los dos fragmentos que nos dio Kouga, ahora tenemos cinco fragmentos.

- ¿Sólo cinco? – Comentó con un poco de fastidio el Hanyou, mirando los fragmentos. – Llevamos mucha desventaja, ¡de seguro Naraku ya tiene toda la perla!

- Tranquilo Inuyasha. – Mencionó Kagome al notar esa reacción. – Mientras nosotros protejamos estos fragmentos, Naraku no podría reunir toda la Perla.

Kagome admiro de nuevo los fragmentos que guardaba consigo. A lo largo de su viaje habían obtenido varios de ellos, incluso llegado a obtener una parte considerable de la perla. Sin embargo, también a lo largo de su viaje habían encontrado varios obstáculos y enemigos que se los habían quitado de las manos. En esos momentos Naraku también se encontraba reuniéndola, y era del conocimiento de varios que era el que más poseía, y lo más seguro era que como dijo Inuyasha, ya estaba a punto de reunirla toda.

Miroku meditaba sobre este tema por su lado, mientras seguía admirando el botecillo que cargaba la sacerdotisa.

- Sin embargo, en aquella ocasión cuando Naraku nos mostró su Perla…

******

Eso había ocurrido hace ya mucho tiempo, la primera vez que el grupo conoció a Kanna, la segunda extensión creada por Naraku. Usando su poder, Kanna le había regresado el Viento Cortante a Inuyasha, y gracias a eso él había terminado herido y tirado en el suelo. Luego de eso, Naraku había hecho su aparecido en escena, prácticamente bajando del cielo y colocándose a lado de Kagura y Kanna.

- Es verdad, ya que ustedes surgieron gracias a la ayuda de esa mujer. – Mencionó el Demonio llamado Naraku al volver la vista hacía Miroku de nuevo. – Me pregunto que cara pondría si viera a Inuyasha muerto…

Dicho eso, el Demonio metió su mano dentro de su traje, buscando un objeto que de inmediato tomó en su mano, extendiéndola al frente y mostrándosele sin el menor pudor al Monje Budista: la Perla de Shikon. No estaba completa, pero le faltaba un pedazo muy pequeño, incluso era más de tres cuartos de ella. La hermosa joya rosada brillaba con fuerza entre toda la oscuridad que los rodeaba.

- No puede ser. – Murmuró muy sorprendido Miroku al reconocer ese objeto. – El fragmento que posee Naraku es casi toda la Perla.

- Hace unos momentos dijiste que no me gusta ensuciarme las manos, ¿no es así? Sin embargo, siempre hay alguien más que da las órdenes. Lo que quiero decir es que hay una mujer que uso al Gran Naraku para quitarle la vida a Inuyasha.

- ¿Una mujer? – Murmuró extrañado Miroku al oírlo, pero no tardó mucho en descubrir de que hablaba. – ¡Imposible!

- Es una mujer muy valiente... Estoy hablando de Kykio.

******

Inuyasha pareció enojarse incluso más al recordar esa escena, y eso fue notorio para todos pues de inmediato se giró hacía otro lado sin decir nada. Miroku no le puso mucha importancia a eso y continuó con lo que tenía que decir.

- Ya ha pasado mucho tiempo desde entonces. De seguro en estos momentos Naraku posee muchos más fragmentos que en aquella ocasión.

- En todo caso eso fue culpa de esa sacerdotisa, por quitarle los fragmentos a Kagome. – Agregó de pronto la exterminadora con algo de cansancio.

Ese comentario hizo que todos se sobresaltaran, volteando a ver de reojo a Inuyasha, el cuál seguía dándoles la espalda. El comentario de Sango iba dirigido a Kykio, la sacerdotisa que había sellado a Inuyasha y de quien Kagome era su reencarnación. Ella le había arrebatado a Kagome un pedazo de la Perla que habían reunido de varios fragmentos, un pedazo relativamente grande que después fue a caer a manos de Naraku. Gracias a eso, este demonio ha obtenido nuevos e increíbles poderes.

El motivo del porque Kykio hizo eso le son desconocidos, y es posible que sólo ella e Inuyasha los conozcan. Kagome miró con discreción a su compañero, que seguía mirando a otro lado, sumido en sus propios pensamientos, muy similar a como se encontraba Sango.

- "En todo caso, ¿Cuántos fragmentos quedarán todavía esparcidos?" – Pensó para sí misma mientras le echaba un último vistazo a sus fragmentos.

Muy lejos de ahí, en otra región escondida de la vista de cualquier persona común, se encontraba un enorme castillo, rodeado por completo por una densa niebla oscura, la cual parecía resguardar la construcción como un campo de fuerza. En los jardines del palacio no se veía ni una sola persona, ni un guardia o sirviente; todo parecía estar completamente desierto. Si embargo no era así, ya que en el interior de una de las habitaciones se encuentra la figura del actual "dueño" del palacio.

Este ser con forma humana se encuentra sentando en el suelo, acompañado a su lado por una pequeña niña de cabello blanco y traje del mismo color, que sostenía un espejo en sus manos en cuyo cristal se reflejaba una imagen. De pronto, la figura de una tercera persona se hace presente en el lugar, justo detrás de una de las cortinas de la habitación.

- Ya he vuelto señor Naraku – Le dijo el recién llegado, ocultado su cuerpo del otro lado de la cortina mientras se arrodillaba en el suelo.

- Ah, Kohaku. – Exclamó el demonio sin voltear a verlo; su atención estaba complemente puesta en el espejo. – ¿Tienes algo que informar?

- Inuyasha y el resto de sus amigos tienen en su poder cinco fragmentos de la perla. Kouga aún posee dos, y al parecer la sacerdotisa Kykio se apoderó de uno hace poco. Sesshoumaru y su grupo aún siguen sin tener interés en reunirlos.

- Ya veo. – El demonio rió divertido ante las nuevas noticias. – En total mis enemigos poseen sólo ocho fragmentos.

Naraku alzó su mano derecha, admirando con detenimiento la joya que estaba en ella. La Perla de Shikon, la joya rosada cubierta con un resplandor oscuro y maligno, la joya que tantos se encontraban buscando en esos momentos, ya casi estaba completa en su mano. Tal y como Miroku lo predijo, su aspecto era ya muy diferente al que ellos recordaban. El pedazo que faltaba para completarla era cada vez menor; era sólo cuestión de tiempo.

- Ya tienes la mayoría de los Fragmentos. – Se escuchó de pronto que otra persona pronunciaba en el mismo sitio. La figura de su otra extensión, la mujer de nombre "Kagura", apareció justo detrás de Kanna, la niña de traje blanco. – Aún así te ves algo preocupado últimamente Naraku. Me refiero al hecho de que te has esmerado más que antes a averiguar la ubicación de los fragmentos de la Perla de Shikon.

- No tengo idea de lo que estás hablando Kagura. – Le respondió su amo, sin quitar sus ojos de la joya. – Nada me preocupa en estos momentos. Después de todo estoy muy por encima de mis perseguidores.

- De ser así, ¿Por qué enviaste a Kohaku a que investigara cuantos fragmentos tenían Inuyasha y el resto?

Naraku guardó silencio sin voltear a ver a Kagura en ningún momento. Luego de unos segundos, cerro su puño ocultando tanto a la perla como su brillo entre sus dedos.

- No te preocupes Kagura. – Dijo de pronto mientras guardaba la Perla en el interior de su traje. – Dentro de poco todo se te será aclarado. Sin embargo, puedo decirte que considerando que ya me falta tan poco para reunir toda la Perla, es necesario que ponga en movimiento mi verdadero plan.

- ¿Tú verdadero plan? – Exclamó confundida la controladora del viento. – ¿A qué te refieres con eso?

El Youkai de cabello largo río un poco por la pregunta de su extensión.

- No te apresures… Considérate afortunada, pues serás testigo del nacimiento de un nuevo mundo…

Naraku alzó la mirada de nuevo hacía el espejo que Kanna sostenía. En él, veía reflejada la figura de una persona. Parecía ser un hombre, de cabello albino y largo, que caminaba solo por el bosque.

Era de mañana y el sol brillaba con toda intensidad. Poco a poco las personas de esta pequeña aldea comienzan su rutina habitual. Esa región siempre se había mantenido alejada de las frecuentes guerras que sucedían en casi todo el país. Era un lugar pacífico, en donde algunas personas emigraban para huir de la era tan conflictiva, y por ello había crecido considerablemente. Aún así, seguía teniendo la apariencia de una modesta aldea, como tantas que existían esparcidas por toda esa tierra.

Esa mañana a simple vista no parecía diferente a otras tantas que habían sucedido en ella. Todo sería igual que en otros días, si no fuera por una visita inesperada que les había llegado de pronto. Inuyasha y sus amigos habían arribado a este sitio después del combate que habían tenido esa noche y su encuentro con Kouga.

Ya había pasado mucho tiempo desde que salieron en ese viaje en busca de todos los fragmentos de la Perla de Shikon; eran estos fragmentos los que los habían reunidos, y eran en parte ellos los que los mantenían juntos en él. Pero la perla no era lo único que mantenía junto al grupo. Además de esto, cada uno buscaba al temible demonio "Naraku", ese poderoso Youkai que desde hace mucho tiempo se encontraba reuniendo la perla para cumplir sus deseo. Cada uno de ellos lo buscaba por alguna u otra razón, pero no era fácil de encontrar en esos momentos. El lugar en el que se encontraba su Castillo en el momento en el que Sango estuvo en él, ahora estaba completamente vacío, como si se lo hubieran llevado desde el cielo. Ahora su paradero era un misterio para todos los que lo buscan, que no se limitaban solamente a su grupo.

Esa mañana lo primero que el grupo quiso asegurar era donde pasar la noche. Miroku se encontraba en el interior de una de las casas del pueblo, por supuesto una de las más grandes y ricas del lugar, acompañado por el propietario mientras hace sus habituales exorcismos. Frecuentemente el monje Miroku realizaba una limpia a alguna de las casas del pueblo al que le llagaban, fuera o no una verdadera limpia. Por cortesía el propietario de la casa prácticamente tenía la obligación de ofrecerle hospedaje al monje. De esa manera obtenían donde pasara la noche con mucha frecuencia, al menos cuando no tenían deseos de seguir acampando.

Kagome y Shippou observaban la operación desde el jardín, mientras éste último se refugia en los brazos de su amiga. El monje colocó un pergamino en una de las paredes de la habitación seguido por un conjuro para exorcizar.

- Listo – Dijo mientras se giraba al dueño de la casa. – Con esto su casa queda libre de malas energías.

- Muchas gracias excelencia. – Agradeció el hombre mayor, inclinándose al frente – Por favor, acepten hospedarse en mi casa esta noche.

- Será todo un honor. – Contestó el monje realizando el mismo gesto de respeto.

Una ligera gotita de sudor surgió en las cabezas de Kagome y Shippou tras ver la acción habitual de su compañero de viaje. Las líneas de cada uno parecían como un Dejavú para ambos, pues casi siempre era la misma rutina. Ambos comienzan a conversar entre ellos en voz baja, tratando de no llamar la atención de Miroku o del dueño de la casa.

- Este Miroku nunca aprende. – Pronunció Shippou después de un suspiro profundo.

- Por lo menos hoy no dormiremos a la intemperie. – Agregó Kagome con una sonrisa.

Cuando ya todo estaba acabado, Shippou saltó de los brazos de Kagome, y se dirigió hacía afuera de la residencia.

- Voy a dar un paseo por el bosque. – Le dijo antes de irse.

- Esta bien Shippou, pero cuídate. – Le indicó la Sacerdotisa con cuidado. A lo largo de ese viaje ya casi se había transformado en su nueva madre.

Una vez que Shippou ya se había ido, Kagome se quedó unos momentos muy pensativa. Lentamente se volteó hacía su alrededor, admirando el jardín de la residencia. De pronto, parece distinguir el rojo vivo del traje de Inuyasha, sentado en el pasillo de madera exterior frente a una de las habitaciones.

El mitad demonio se encontraba sentado con sus brazos cruzados, sus ojos cerrados y su leal espada a un lado. A juzgar por su rostro, parecía seguir enojado. De pronto, el Hanyou abre su ojo izquierdo en cuanto siente que alguien se le acerca, sólo para ver como Kagome se sienta a su lado.

- Hola Inuyasha, ¿cómo estas? – Saludó la chica del futuro con una sonrisa amistosa mientras se sentaba junto a él.

- ¿Qué quieres Kagome? – Le contestó él por su parte, utilizando su enojo habitual.

- Has estado enojado desde anoche ¿Qué es lo que te molesta? Kouga mató a los dos monstruos y no se llevó ninguno de los fragmentos; nos los dejó, ¿no?

- ¡Es exactamente eso lo que me molesta! – Gritó molesto el chico de traje rojo, inclinándose un poco hacía el frente.

Kagome no comprendía muy bien lo que su amigo le estaba diciendo. Sin embargo, cuando se puso a pensar detenidamente en lo que había ocurrido anoche, no tardó mucho en tener una idea de lo que pasaba. A veces ella había visto que Inuyasha se enojaba cuando Kouga se le acercaba o le decía algo a ella, como si se pusiera "celoso". Había llegado a pensar que todo eso era su imaginación, ya que después de todo él había dicho ya que quería a Kykio. ¿Por qué se pondría celoso de Kouga?

Pero fuera como fuera en esos momentos él estaba enojado, pues Kouga la había salvado y no él. No tenía previsto que el orgulloso Inuyasha se sintiera tan celoso por eso. Un ligero rubor surgió en el rostro de Kagome al momento en que esos pensamientos comenzaron a recorrer su cabeza. Aunque no le agradaba que se enojara con Kouga, se sentía hasta cierto punto "contenta" por lo que ocurría...

- Inuyasha, no debes de enojarte. – Inuyasha notó una mirada extraña en los ojos de Kagome, una mirada que lo dejó muy extrañado. – Kouga me salvó ya que estaba cerca, pero si tú hubieras estado, hubieras hecho lo mismo, ¿No lo crees?

- ¿Qué? – El rostro del Hanyou se cubrió de confusión. – pero yo…

- No es la gran cosa. No le hagas caso a lo que te dijo. No me molesta que hayas ido detrás de ese monstruo, después de todo estábamos ahí por el fragmento.

- Sí, pero…

- Recuerda que todos nosotros siempre te apoyaremos, en especial yo… ya que yo… yo…

- ¡Kagome! – El gritó de Inuyasha interrumpió de golpe las palabras de Kagome, antes de que pudiera terminar de decir lo que quería. – ¡No estoy enojado por eso!

- ¡¿Qué?! – Kagome se quedó asombrado al oírlo. – ¿Y entonces?

- ¡¿Qué no recuerdas lo que pasó anoche?!

******

Tres figuras se posaban en el centro del valle, rodeadas únicamente por las densas sombras de la noche. Desde arriba, la luz de la luna era lo único que los alumbraba. Cada una se encontraba viendo detenidamente hacía una dirección diferente, sosteniendo sus armas con firmeza: Inuyasha su Colmillo de Acero, Sango su Hiraikotsu, y Miroku su bastón y pergaminos; parecían estar esperando algo.

- ¿Por dónde viene Kagome? – Preguntó el ser mitad demonio mientras alzaba la hoja de su espada hasta la altura de su rostro.

Ocultos en una zanja cercana, aguardando a que sus compañeros terminaran y al mismo tiempo observando, se encontraban la sacerdotisa de cabello negro, acompañada de cerca por esas dos criaturas sobrenaturales que siempre van con ellos, Shippou y Kirara.

- No estoy segura. – Le respondió desde su refugio – Pero se acerca a toda velocidad.

- Tengan cuidado. – Les dijo el Monje a sus compañeros de combate. – Puede estarse acercando desde cualquier dirección.

- Si tiene un fragmento de la perla no puede ser una criatura débil. – Agregó la exterminadora, centrando su atención al alrededor.

- Sólo tiene un fragmento. Esto será pan comido – A diferencia de los demás, Inuyasha parecía tener mucha seguridad en sus palabras.

Por unos instantes todo se quedó en silencio, mientras aguardaban de pie. De pronto, se comenzó a escuchar un pequeño sonido que poco a poco se fue haciendo más grande. Los tres se pusieron de inmediato en guardia, preparándose para lo que viniera. Sin embargo, cuando el extraño sonido ya era completamente oíble por todos, Kagome logró ver con toda claridad su objetivo. Al darse cuenta de donde éste se encontraba, rápidamente se puso de pie.

- ¡Inuyasha!, ¡Tengan cuidado!, ¡Viene por debajo de la tierra! – Les gritó con todas sus fuerzas.

- ¡¿Qué cosa?!

Al escuchar dicha advertencia, los tres dirigen su vista hacía abajo, sólo para ver como la tierra comienza a abrirse. La enorme figura del monstruo surgió desde abajo de sus pies, elevándose hacía lo alto. Su cuerpo era largo, en un tono gris oscuro, con un par de brazos en forma de cuchillas y ojos grandes y rojos. El monstruo voló hasta colocarse por encima de los tres exterminadores.

- ¡Ustedes tienen los fragmentos de Shikon! – Dijo la criatura con una voz profunda. – ¡Entréguenmelos o si no pagarán las consecuencias!

- Ha, no me hagas reír. – Contestó con energía Inuyasha. – Kagome, ¿Dónde tiene el fragmento?

- En su cabeza, justo en medio de su frente.

- Muy bien, éste déjenmelo a mí. – Después de decir esto, se lanzó al frente, listo para atacar con el filo de su espada.

- Espera Inuyasha, no seas imprudente. – Miroku trató de detenerlo, pero el Hanyou no le hizo el menor caso.

Inuyasha dio un largo salto, colocándose justo frente al rostro de la criatura. En ese instante, la enorme boca del monstruo se abrió y una esfera de color rojo surgió de ella, volando a toda velocidad hacía el híbrido. Al ver esto, Inuyasha abalanzó su espada con fuerza hacía el frente, golpeando la esfera y de esta manera regresándole el ataque. La esfera golpeó a la criatura en la cara, atontándolo por unos instantes.

Aprovechando la oportunidad, Sango lanzó con fuerza su arma hacía el frente, dirigiéndose a toda velocidad hacía el cuerpo de la criatura. El ataque de la exterminadora terminó por cortar el cuerpo alargado del monstruo en dos. Antes de que la parte de arriba de su oponente cayera, Inuyasha ya se encontraba de nuevo en tierra, listo para dar el último golpe.

- ¡Viento… Cortante! – Exclamó con fuerza mientras agitaba su arma.

La técnica de Colmillo de Acero voló con fuerza desde el lugar donde Inuyasha estaba parado, hasta donde se encontraba el cuerpo del Monstruo, que en cuanto fue tocado por ese resplandor dorado voló en pedazos, dejando su cabeza en el suelo rodeada por varios de sus restos.

- ¡Lo logró! – Mencionó el niño zorro al ver la victoria de su compañero de viaje.

- Lo ves Miroku, te dije que era pan comido. – Mencionó orgullo el Híbrido.

- Bueno, no está de más el actuar con cautela.

- Mira quien lo dice. Ahora vamos por el fragmento.

Sin pensarlo Inuyasha mucho se comenzó a acercar a la cabeza de la criatura para poder tomar el fragmento que habían ido a buscar. De pronto, justo cuando Inuyasha acercó su mano a ese pedazo de su oponente, los ojos de la criatura de abrieron de golpe, haciendo que retrocediera un par de pasos ante tal sorpresa.

- ¡¿Qué?! – Exclamó sorprendido.

Los pedazos del monstruo comenzaron a flotar alrededor de Inuyasha y la cabeza, hasta que se comenzaron a pegar y rodear el cuerpo del demonio. Cuando menos lo esperaba, el cuerpo largo del monstruo se había reconstruido, rodeándolo por completo mientras comenzaba a estrujarlo.

- ¡Inuyasha! – Gritó Kagome desde su posición.

La criatura comenzó a apretarlo tan fuerte que por simple reflejo soltó su espada, que en cuanto dejó su mano volvió a su otra forma, encajándose en el suelo.

- ¡Esta criatura tiene la habilidad de regenerarse! – Mencionó asombrado el monje Miroku al verlo.

- Fueron unos tontos exterminadores. Ahora entréguenme los fragmentos, o romperé todos los huesos de su amigo.

- Miserable… - Dijo casi con rabia el chico de cabellos blancos. – ¡¿Con quién crees que estar tratando?!, ¡Garras de Acero! – Usando todas fuerzas, alzó su mano derecha hacía arriba, cortando con sus garras el cuerpo del monstruo para zafarse de su poder. – ¡¿Qué te pareció eso tonto?! – Le dijo mientras descendía de nuevo a tierra firme.

- ¡Cuidado Inuyasha!, ¡Ahí viene otro! – Le informó la sacerdotisa en cuanto sintió la presencia de otro fragmento.

- ¡¿Qué cosa?!

Aún con su cuerpo en el aire, Inuyasha pudo ver como una segunda criatura, idéntica a la primera, surgía de la tierra dirigiéndose hacía él con su hocico abierto. De un momento a otro se ve como la segunda criatura pareció devorarlo para luego elevarse en el aire.

- ¡Inuyasha! – Gritaron todos al ver esto, pero en cuanto pudieron ver con más claridad, vieron como el mitad demonio había usado la funda de su arma, así como sus manos y pies para evitar que el nuevo monstruo cerrara por completo su mandíbula, lo que dio un poco más de alivio a sus amigos, pero no del todo.

- ¿Lo ven?, se lo dije. – Mencionó Miroku con cierto sarcasmo.

- Excelencia, ¡andando! No podemos dejar que lo devoré. – Mencionó decidida Sango. – ¡Kirara!

Ante la orden de su dueña, el cuerpo del pequeño felino se cubrió de llamas, para luego pasar a un tamaño más grande. Kirara salió de la zanja donde se refugiaba, para luego volar rápidamente hacía donde estaban Sango y Miroku, quienes de inmediato se subieron a su espalda.

Mientras tanto, Inuyasha seguía tratando de escapar del poder de la segunda criatura. Había resistido hasta ahora, pero estaba comenzando a ceder. De reojo pudo ver como el otro volaba muy cerca de él.

- "Los dos tiene un fragmento cada uno, si los elimino obtendré dos." – Pensó el chico, analizando la situación. – "Pero primero debo de tratar de escapar de éste."

Inuyasha miró hacía abajo, donde se encontraba aún encajada su espada. De inmediato, alzó su mano derecha hacía arriba, y usando sus Garras de Acero, prácticamente cortó en dos la cabeza del monstruo, y así escapando de su boca.

- ¡Lo logré! – Se dijo así mismo mientras caía de nuevo. Sin embargo, al mismo tiempo que uno se recuperaba, la otra criatura se comenzó a acercar a Inuyasha desde atrás.

- ¡Hiraikotsu! – Se escuchó de pronto que la voz de Sango gritaba, arrojando otra vez su arma hacía el mismo contrincante y de esta manera golpeándolo directo en la cara.

Después de alejar a la serpiente de Inuyasha, Sango tomó su mano, evitando que cayera, para luego ayudarlo a subir al lomo de Kirara junto con ella y Miroku.

- ¡Sango!, llévame a donde está mi espada. – Le indicó Inuyasha desde su posición.

- Muy bien. ¡Vamos Kirara!

El felino empezó a descender, justo hacía donde se encontraba Colmillo de Acero. Las dos serpientes se les acercaban por detrás, amenazándolos de cerca. Rápidamente, Miroku sacó dos de sus pergaminos, arrojándolos con fuerza hacía la frente de ambas criaturas, dejándola inmóviles por unos instantes. Una vez cerca del suelo, Inuyasha tomó de nuevo su arma, convirtiéndola a su forma más poderosa.

- Muy bien, ¡Es hora de acaba con esto!

El híbrido dio un largo salto desde la espalda de Kirara, alzando su espada hacía arriba, listo para hacer de nuevo su técnica. Ambas criaturas se le aproximaron por el frente, pero justo cuando estaban a una distancia corta, soltó toda la furia de su espada.

- ¡¡Viento Cortante!! – Gritó con furia, agitando una vez más el colmillo.

El resplandor dorado surgió de nuevo de la hoja del arma, volando en dirección al frente. Ambas criaturas abrieron sus fauces al mismo tiempo, atacando de esta manera los dos al mismo tiempo con la misma esfera de energía rojiza. Ambas esferas rojas chocaron contra el Viento Cortante, contrarrestándolo de tal manera que los ataques de los tres monstruo se esfumaron.

- ¡No puede ser! – Inuyasha descendió de nuevo a tierra firme, cayendo justo frente a dónde estaban Kagome y Shippou.

- ¡Esas criaturas son muy fuertes! – Exclamó Shippou sorprendido. – ¡Ni siquiera el Viento Cortante de Inuyasha ha podido derrotarlos!

- ¿Será ese el gran poder que les brinda la Perla de Shikon? – Dijo para si misma Kagome, continuando con su vista en el combate.

- No funcionó – Mencionó Miroku al ver que la técnica de Inuyasha fallaba de nuevo. – Si tan sólo pudiera usar mi Agujero Negro, pero si lo uso los dos fragmentos se perderían.

- ¿Ya se han dado cuenta de que no pueden vencernos exterminadores? – Mencionó la primera de las criaturas.

- Entréguenos los fragmentos que traen con ustedes y les daremos una muerte rápida. – Agregó la otra.

- ¡Dejen de decir tonterías!

Inuyasha pensaba que debía de haber una forma de acabar con ellos. Si los cortaban, dañaban o hacían pedazos, ellos se reconstruían, pero tenían que tener algún punto débil.

- ¿Qué sucede Inuyasha? – Escucharon de pronto que una voz cercana decía – ¡No me digas que estas basuras te están dando problemas!

De pronto, una figura surgió por encima de las copas de los árboles situados justo detrás de las dos serpientes, para luego precipitarse con fuerza hacía una de ellas. Parecía tener una forma humana, ya que luego extendió una de sus piernas al frente, golpeando a una justo en la parte de atrás de su cabeza. El golpe fue tan fuerte que el monstruo se precipitó sin remedio al suelo.

La figura del recién llegado descendió hasta ponerse frente a Inuyasha y el resto. Su rostro y su figura le eran muy conocidas por todos, en especial por Inuyasha, que en cuanto lo vio parecía radiar rabia.

- ¡Pero si es Kouga! – Dijo la Kagome al reconocerlo.

El recién llegado era un chico aproximadamente de la misma estatura que Inuyasha, de cabello negro oscuro sujeto con la cola, ojos dorados y orejas puntiagudas. El chico alzó rápidamente su vista hacía Kagome, prácticamente ignorando a Inuyasha que estaba delante de él.

- Hola querida Kagome. – Le dijo el Lobo viéndola a lo lejos.

- ¡¿Se puede saber que haces aquí lobo rabioso?! – Mencionó exaltado el Demonio Perro.

- No te preocupes bestia, que no vengo a verte a ti. – Kouga volteó a ver por encima de su hombro a las dos serpientes que lo miraban con detenimiento, ya que la que había recibido su golpe ya estaba de nuevo de pie.

- ¡Tú también tienes fragmentos de Shikon! – Dijo la criatura, viendo sus piernas – ¡Entréganoslos!

- Si los quieren, ¡vengan por ellos!

Kouga se lanzó rápidamente hacía donde estaban las dos criaturas, para luego comenzar a correr a toda velocidad a su alrededor. Kouga se movía tan rápido, que comenzó a crear un fuerte remolino de viento, que atrapó a ambas criaturas. Mientras tanto, Inuyasha y el resto trataban de evitar ser absorbidos por el poder del remolino de Kouga.

- ¡Está atrapando a las criaturas con su viento! – Mencionó Miroku aún en la espalda de Kirara.

- ¡La ráfaga el muy fuerte!, ¡Descendamos Kirara! – Le indicó Sango a su acompañante y ésta comenzó a bajar a tierra firme.

- ¡Muy bien! – De pronto, Kouga dejo de correr, pero siguiendo el mismo impulso, se elevó con un salto, abalanzando su pierna derecha al frente. El pie del lobo se estrelló directo en la cabeza de una de las criaturas, golpeándola de tal manera que su cabeza se volvió pedazos por completo, dejando caer al suelo el fragmento que traía consigo.

- ¡Lo hizo!, ¡su punto débil era la cabeza! – Exclamó Miroku al ver como su ataque daba resultado.

El viento dejó de soplar de golpe, y Kouga cayó al suelo, justo frente al fragmento que había caído. Lentamente lo levantó con su mano derecha y lo miró detenidamente. Luego, volteó a ver de nuevo al monstruo que quedaba.

- Uno menos, y falta otro. – Dijo confiado el chico lobo.

Sin pensarlo mucho, la criatura en forma de serpiente se comenzó a alejar volando lo más rápido que podía, tratando de escapar de esos exterminadores, pero ellos no lo iban a dejar así.

- ¡Se escapa! – Gritó Sango al ver como se alejaba.

- Yo iré por él. – Dijo Kouga mientras comenzaba a correr.

- ¡Ni lo sueñes lobo! – Le gritó Inuyasha.

- Tú quédate aquí y cuida de Kagome, Bestia.

El cuerpo de Kouga se cubrió una vez más por una ráfaga de viento y se alejó corriendo en la misma dirección en la que viajaba la criatura.

- ¡Ya quisieras miserable! – Sin hacer caso a sus palabras, Inuyasha emprendió el paso, tratando de seguirlo.

De inmediato, Miroku y Sango lo siguieron, montados en Kirara. Aunque por accidente y sin querer, habían dejado solos a Kagome y a Shippou atrás…

******

- ¡Y ese maldito de Kouga! – Exclamó totalmente furioso el ser mitad demonio tras recordar los hechos de la noche anterior. – Ya lo estoy oyendo burlándose de mí, "Yo derroté a esos monstruos que el tonto de Inuyasha no pudo vencer", ¡¡Yo pude haberlos derrotado sin su ayuda!!

Enfocado en su enojo, Inuyasha ni siquiera había notado el enojo emergente en el rostro de Kagome hasta que ya fue demasiado tarde.

- ¡¿Entonces estás enojado solamente porque Kouga te ganó?! – Le gritó enojada la joven mientras se ponía de pie.

- ¡Él no me ganó! – Le respondió, parándose mientras acercaba su rostro al de ella.

- ¡¿Qué es lo único en lo que piensas tonto?!

- ¡¿De qué estás hablando?!, ¡¿Qué acaso sólo estás enojada porqué no te salvé?!, ¡¿Para qué me necesitas si tienes a tu querido Kouga para eso?!

- ¡Ya te dije que eso no me molestaba!

- ¡¿Entonces porqué estás enojada?!

- ¡Eso no te importa tonto!, ¡¡ABAJO!!

El collar que Inuyasha traía en el cuello comenzó a brillar y en tan sólo un instante fue jalado hacía el suelo, azotándolo con fuerza contra éste. Aún enfadada y con pasos fuertes, Kagome entró al interior de la casa, pasando frente a Miroku y el dueño de la casa, que habían sido testigos de los sucedido. Ambos se hicieron hacía atrás asustados, para dejar que la joven pasara sin problemas.

- ¡¿Cuál es su problema?! – Preguntó disgustado Inuyasha, mientras se ponía de nuevo de pie. Su rostro estaba cubierto por la tierra y el pasto del jardín tras chocar su rostro contra éste.

- Se ve que no entiendes nada Inuyasha. – Le contestó con seriedad el monje Miroku.

- ¿Eh?, ¿Y tú sí? – Comentó con fastidio el chico demonio, al tiempo que se limpiaba su cara y ropas.

- Olvídalo. Será mejor que te vayas por un rato hasta que la señorita Kagome se tranquilice.

- ¡¿Y porqué me tengo que ir yo si la enojada es ella?!

- Sé educado Inuyasha y respeta sus sentimientos.

- ¡Cómo quieras!

No muy convencido y de mala gana, Inuyasha se alejó saltando del lugar como era su costumbre, perdiéndose del otro lado de la barda que rodeaba a la casa. Miroku por su parte, volteó a ver en dirección a dónde Kagome había caminado, algo preocupado por ella.

- Parece que sus sirvientes son un poco temperamentales excelencia. – Comentó el dueño de la casa, admirando hacía la misma dirección que él.

- Algo así. Pero no sé preocupe, no causarán problemas…

- ¡Mire Señor Jaken!, ¡Atrapé uno! – Decía la niña de traje anaranjado mientras sacaba con fuerza el pequeño pescado del río. A su lado, el demonio de piel verdosa seguía sentado, esperando a que algo pescara.

- No fue más que suerte. – Dijo para sí mismo el demonio, algo celoso por esto.

Los dos se encontraban a la orilla tratando de pescar algo, mientras detrás de ellos Ah-Uh, el dragón de dos cabezas que los a compaña, parece estar durmiendo en el verde pasto. A simple vista Jaken no se encontraba feliz de estar cuidando a Lin de nuevo, ya que como se había vuelto costumbre últimamente, su amo Sesshoumaru se había ido sin avisar.

- ¿Por qué siempre el amo Sesshoumaru me tiene que dejar a cargo de esta niña? – Decía Jaken quejándose.

- Por cierto, ¿Adónde fue el señor Sesshoumaru? – Preguntó Lin con curiosidad.

- ¿Y cómo quieres que lo sepa?, desde que estamos buscando el Castillo de ese tal Naraku frecuentemente se va sin decirnos nada.

- ¿Y que hará el señor Sesshoumaru cuando encuentre ese sitio?

- ¡¿Cómo que qué hará?!, por supuesto que matará a ese sujeto.

- ¿Y exactamente que le hizo al señor Sesshoumaru? – Continuó preguntando la pequeña, con su habitual inocencia.

- Es una historia muy complicada que tú no entenderías. – Le contestó, cruzando sus brazos y girándose a otro lado.

- ¿Por qué no la entendería?

- ¡Porqué es muy complicada!, ¡ya te lo dije! – Le gritó molesto girándose de nuevo hacía ella.

- ¿Usted la entiende señor Jaken?

- ¡Pero claro que sí!, y deja de hacerme preguntas y ponte a pescar.

- Está bien.

Lin volvió a su caña, y en cuanto colocó sus manos en el palo de madera, el hilo blanco de ésta comenzó a ser jalado por otro pez.

- ¡Mire señor Jaken!, ¡ya tengo otro!

- ¡No puede ser!

Mientras sus acompañantes trataban de entretenerse sin su presencia, Sesshoumaru caminaba por el bosque, acompañado únicamente por su Colmillo Sagrado y su Toukijin. Desde hace poco había estado viajando en busca del paradero del demonio Naraku y de su castillo, así como el grupo de Inuyasha, pero hasta ese momento se encontraban en la misma situación que su hermano menor. Naraku se había ocultado de tal forma que ninguno de sus perseguidores pudiera encontrarlo, ni siquiera Inuyasha, Kouga o él que poseían un olfato desarrollado.

- "Naraku ocultó por completo su rastro" – Pensaba el Youkai mientras caminaba sin rumbo fijo. – "¡Cobarde!, ¿Porqué no sales y me enfrentas cara a cara?"

De pronto, escucha algo cerca de él que lo hace salir de sus pensamientos. Rápidamente acerca su mano a la empuñadura de su arma y se gira hacía atrás. El sonido que había escuchado eran varios zumbidos; los zumbidos de los Insectos del Infierno. De pronto, una figura blanca surgió de entre las sombras de los árboles. Sesshoumaru reconoció de inmediato esa piel de mandril de color blanca que servía de escondite al cuerpo de una persona.

- Naraku. – Pronunció con frialdad en cuanto lo vio, pero en unos segundos comprendió que no era él. – No, ¿acaso enviaste a otras de tus marionetas para fastidiarme?

- ¿Esa es la manera correcta de decir las cosas señor Sesshoumaru? – Pronunció el ser ante él con un tono singular de soberbia. – Después de todo hace mucho tiempo que me está buscando, debería agradecerme que me presente frente a usted.

- No estoy de humor para estar escuchando tus palabrerías Naraku. Si quieres decirme algo, hazlo de frente. Te daré tiempo de hacerlo antes de cortarte en dos.

- Qué mal temperamento. – La marioneta río un poco tal y como el verdadero Naraku acostumbraba hacer, algo que a Sesshoumaru siempre lo molestaba. – De todas formas sólo vine a informarle y a proponerle algo.

- ¿Proponerme algo?

- Así es… Se trata de algo que puede que le interese mucho…

Ambos se vieron fijamente el uno al otro, mientras una ligera brisa comenzaba a soplar. Sesshoumaru se encontraba algo despreocupado ante lo que Naraku pudiera decirle, pero desconocía por completo las consecuencias que tendría el oírlo…

FIN DEL CAPITULO 1