Prólogo.
Juegos.
— ¿Quieres jugar conmigo? — me preguntó la pequeña con sus enormes ojos tristes. Yo la miré desde arriba, era muy bajita.
— No, niña. Ya te dije que no quiero — respondí con furia mientras la chiquilla no dejaba de insistirme halando de mi pantalón, fue entonces que la voz de Jake me distrajo.
— Oye Edward — gritó con el balón de futbol americano mientras James nos veía con odio — ¿quieres venir a jugar con el señor Swan? ¡Si nos apuramos estaremos en su equipo!
— ¡Claro! — grité como respuesta en dirección hacia mi mejor amigo dejando a la pequeña sola con la mirada fija en mi espalda y los ojos llorosos.
Capítulo
-1-
¿Alaska?
De acuerdo, empecemos por el principio de esta historia.
Mi nombre es Edward Robert Cullen Masen, tengo dieciocho años y vivo en un pequeño pueblo en el estado de Washington llamado Forks. Mi madre es Esmerald Anne Masen y mi padre es Carlisle Ernest Cullen y es el director general del hospital St. Monica, solo que él no vive con nosotros. Él está en Florida, trabajando de lunes a sábado desde una de las torres más prestigiadas de la ciudad. Mi madre y yo decidimos venir a vivir en un lugar más tranquilo debido al estado delicado de su salud y a pesar de no vivir en un lugar muy actualizado, me gusta. Curso la preparatoria, el último año, dirían algunos. ¡Vivan los gladiadores!
Algunos me llaman Rob, otros prefieren Edward, quizás para la mayoría de mis maestros es Cullen como usualmente llamaban a mi padre o para los gustos más refinados de mi instituto es "Mariscal Masen" y número 69 del equipo... Una broma local entre mi novia y yo por la posición favorita de…
Umjum. Como seguía diciendo, mi cuerpo atlético, ojos verdes y sonrisa blanca me posicionan como uno de los chicos más atractivos del lugar. Soy como bien se pudieron haber dado cuenta, Mariscal del equipo de futbol americano, lo que definitivamente me da acceso a las mejores fiestas y sobre todo a las chicas más hermosas pero, ¿quién necesitaba eso cuando estaba con la capitana del equipo de las porristas? Hablaré de ella. Su nombre es Tanya Denali y ya lo sé, es el cliché más barato del mundo la relación que tenemos, pero yo estoy perdidamente enamorado de ella. ¡El mundo está a mis pies! O al menos eso creía…
Justo en los últimos parciales, después de mantener una plática muy animada con mi chica en mi clase de lengua, justo cuando la ponía en práctica con ella — si saben de lo que hablo—, el director Black me mandó a llamar a su oficina
— Señor Cullen… — Murmura mirando un par de hojas fijamente tras sus enormes lentes, los cuales solo usa para verse más erudito.
Yo sonrío por la mención cruzado de una pierna con un balón en la mano, sentado de mala manera en la silla incomoda de piel barata y forrada.
— Cullen Masen — Corrijo.
Pero para el señor Black no es la más mínima gracia. ¿Por qué siempre está de amargado en la escuela?
— Aquí dice que usted no ha aprobado los últimos dos parciales de algebra y sus prácticas de biología no han sido presentadas.
— ¡Vamos! ¿Quién haría eso? ¡Era una asquerosa larva! No iba a tocarla. Además, eso de álgebra me parece una verdadera pérdida de tiempo — digo a la vez que muevo mis brazos detrás de mí nuca con despreocupación.
— Pues esa asquerosa larva que usted se niega a tocar, será la responsable que usted no pase su último año. Y más le vale que comience a perder el tiempo con álgebra si es que quiere ir a la universidad del sudeste de Alaska el próximo verano, señor Cullen. Las becas universitarias no aplican si usted reprueba.
— No puede estar hablando en serio — apunto ahora con seriedad.
— Hablo tan en serio como el día que le dije a su padre que cuidaría especialmente su educación — y colocó sus codos gastados sobre el vidrio del escritorio.
Claro que recuerdo eso. Desde el año junior, el viejo Black ha estado detrás de mí como águila en acecho. Mi padre y él han sido amigos desde años atrás cuando cursaron la preparatoria, juntos. Irónicamente la misma donde yo asisto. ¿Ya les he dicho que Bill Black, el director del instituto de Forks, es el padre de uno de mis mejores amigos y miembro del equipo? Jacob Black, de no haber pertenecido a los gladiadores de Forks, sería más bien poco respetado debido a su procedencia.
¿Quién en su sano juicio respetaría al hijo del director? No lo culpo, pero a él parece no importarle y a mí tampoco puesto que nos conocemos desde que éramos unos críos y nuestros padres son mejores amigos, aunque dentro de la escuela, ese tipo de relaciones "eran olvidadas". Pero como toda buena amistad, nuestros padres no están solos. Básicamente ellos son como los tres mosqueteros. Mi padre y el señor Black, tienen a alguien más en la tripulación de los veteranos respetados del pueblo. Su nombre es Charles J. Swan y es el jefe de la policía de Phoenix y quizás sin exagerar agente del FBI — yo qué sé, no sé mucho ello—, un tipo muy serio en el trabajo, leal y muy respetado pero sobre todo un excelente hombre.
Solíamos reunirnos cada verano para ir a pescar al lago del pueblo con todos los hijos juntos, hacía años de eso. Charlie amaba las reglas, de veras que sí.
Y ¿cómo lo sabía? Dicen que cada hijo tiene en sí un parecido con su padre. Yo por ejemplo, soy un triunfador, si lo sé, modesto también, justo como mi padre. Me gustan los retos y sobre todo, hago lo imposible por ganar. Jake es ordenado y le gusta seguir las jerarquías — no es como mi esclavo — pero si el segundo al mando y todo mundo tiene su respeto porque es leal como su padre y se lo había ganado. Aunque de cierta manera a veces no me lo creía porque en ocasiones es medio alocado con eso de las fiestas aunque muy raramente se permite llegar a los límites.
Y ustedes dirán ¿qué hay de la línea de sangre que dejó le respetable jefe Swan? Bueno, yo simplemente no soporto a su descendencia. Resulta que no sé cómo, pero el pobre Charlie había tenido la desgracia de concebir junto a su esposa, al mayor hijo de puta de todo poblado: Christopher James Swan. El malnacido — irónicamente — mariscal del equipo de futbol americano del instituto de Phoenix, quien amante de las reglas — como su papá—, se había inscrito en el ejército para hacer su servicio militar justo cuando terminase la preparatoria, como yo.
Somos de la misma edad y nos conocíamos desde niños pero hacía años que se había largado del lugar junto con sus padres, y a partir de cuando cumplí mis quince años, nos enfrentábamos en el campo y luego nos perdíamos el rastro. Raramente nos habíamos encontrado y solo lo vi en uno de los últimos partidos antes de su alistamiento. Nos odiábamos rotundamente a pesar de que nuestras familias eran muy cercanas.
Todo siempre por la competitividad de ser siempre los mejores. A James, nunca le pareció el hecho de que yo destacara en los deportes, además de que Charlie siempre celebraba mis triunfos por ser un fanático del futbol americano. Y por ende, se había puesto celoso de esa pequeña atención que me daba, así que creo que esa había sido la razón por la cual de alguna manera, había ingresado al área de los deportes. ¿Les dije que soy muy modesto? En fin, escucho como mi padre a veces se comunica por teléfono con aquella familia, de la cual yo sé muy poco.
Y sé que se escucha mal pero estoy feliz de que la única descendencia de Charles Swan esté lo más lejos posible de mí o del estado donde vivo. Jacob se llevó un poco mejor con él pero nunca comprendí porque, a veces Black era muy misterioso.
— Señor Black… — comento con despreocupación volviendo a la realidad.
— Director Black, señor Cullen… Director — Me recuerda.
Yo alzo una ceja. Ah ya. Todo el rollo de lo profesional y suspiro.
— Director Black — y hago énfasis en el título — estoy verdaderamente agradecido con su atención pero me gustaría seguir como hasta ahora, entraré a la universidad de Alaska por mis actividades en el equipo de futbol americano — y me permito alzar los pies por encima del viejo escritorio y los brazos detrás de la nuca — no le veo el problema.
El hombre sonríe.
— Hijo… — Me sonríe con ganas. Vaya, está rompiendo su propio código profesional. No puedo evitar reír—. Me parece que te estás confiando demasiado.
— Soy la confianza andante.
— Igual que tu padre, Edward — Y su tono suena mucho más cercano, como si me estuviese hablando el mismo Billy Black que alguna vez me miró jugar cuando niño —. Te criaron de una manera que crees que tu mera presencia puede causar estruendos en Minnesota — Y no puedo ocultar mi sonrisa, yo soy un poco soberbio arrogante y él lo sabe—. Ayer me llegó un folder con la solicitud de tu ingreso… — Y me tiende la hoja.
— ¿A Alaska?
— A Harvard y Oxford.
Mis ojos se abren como plato mientras releo no solo uno, sino dos documentos en los que solicitan que por favor me inscriba en alguna de las dos universidades. Se preguntarán por qué demonios elegí irme a vivir con los pingüinos, si es que mi posición económica y mi intelecto me permiten llegar más lejos que eso. Yo no soy un idiota ni mucho menos soy el estereotipo de cabeza hueca que todo mundo cree de los deportistas. Yo hago todo esto por Tanya, porque quiero seguirla a esa universidad. Sus notas y su economía no le dan para más y aunque mi padre se ha negado rotundamente, yo he metido esa sola solicitud a esa universidad. No entiendo cómo han dado conmigo y entonces, mi mente hace clic: papá.
— Y llegaron dos más esta mañana: Dartmauth y Syracuse. Felicidades, Edward.
— No puede ser — respondo deslumbrado.
Este es un sueño. Uno muy grande, pero por Tanya yo renunciaré a ellos. No me importa nada, solo quiero estar con ella, aunque todo el mundo piense que soy un idiota.
— Sé lo que haces, hijo y creo que te estás equivocando.
No pude evitar mirarlo sorprendido.
— No entiendo — Respondo.
— Es por esa chica, Denali. ¿No es así? — Me quedo mudo y él sonríe—. Sabía que el amor tenía algo que ver, pero Edward, tú siempre has sido un muchacho muy estudioso, me sorprendió que bajaras tus notas de golpe, ¿qué pasó por tu mente?
— Creo que me volví idiota.
— Te enamoraste — ríe — y déjame decirte que estás pensando con el corazón. No renuncies a tus sueños y tu futuro por algo así hijo.
Y no sé por qué pero me molesta. No quiero que siga dándome sermones.
— Estoy feliz por haber recibido esto pero yo tomé la decisión de…
— Jake también recibió las mismas solicitudes, Edward. Incluso recibió una de UCLA. No quiero que renuncies a tus sueños por alguien.
— Creo que tendré que aplicarme — bufo sabiendo que solo le mentiré y me iré con mi chica en las horas de estudio.
— Ya lo creo — comenta en tono serio — es por eso que tomarás clases extra.
— Claro, pondré más atención y llevaré…— Y me quedo en silencio—. ¿¡QUÉ!?
— Como lo oyes, hijo. Ya hablé con tu padre y está totalmente de acuerdo.
Mis ojos están desorbitados y confusos. ¿Acaso mi papá ya lo sabe?
— No puede obligarme… — refuto.
— Claro que sí, señor Cullen — claro ya me estaba hablando formalmente ahora que me amenaza—. Véalo de esta manera, usted no aprueba sus materias y yo no le permito ser el mariscal del equipo.
— ¡¿Qué?! No puede hablar en serio. ¡Esto es chantaje!
— A las tres en punto, deberá ir a la biblioteca— dictamina sin escucharme—. Te estará esperando la persona más capacitada para sacar adelante tus notas. Será fácil de reconocer — y me tiende un papel.
— No necesito esto — digo alzándolo.
— No es lo que dicen sus última calificaciones — Responde sonriente. Oh si, él amaba ser el tirano con el látigo desde su trono—. A las tres en punto, señor Cullen, no lo olvide.
— ¿Qué hay sino quiero? — lo desafío.
— Váyale diciendo adiós al equipo de los gladiadores.
Lo miro con furia y él sigue sonriendo, tomo mi mochila y salgo de la oficina echando humos.
…
Ella me mira con desdén, de verdad odia que la deje plantada.
— No entiendo porque el director está tan obsesionado contigo, Eddy. En verdad no entiendo que afán tiene de querer que entres a esa estúpida universidad — murmura con los brazos alrededor de mi cuello.
— Preciosa, no te enojes. Sabes que el señor Black es amigo de mi padre y no puedo hacerle ese desaire o me irá mal.
Tanya no está muy convencida con la idea de las dichosas clases extra. Dice que aquello le parece muy sospechoso, parecía una cita a ciegas con una chica fea a la que el director le tenía afecto y que había hecho citar conmigo. Su imaginación es tan vívida. Aunque en realidad, nadie me había dicho que las clases me las dará una chica.
— He visto esto un millar de veces, terroncito de azúcar — dice tocando mis mejillas — el chico más guapo del instituto se cita a clases con una mujer horrible y termina babeando por ella. Es como esa película deprimente de la chica con cáncer — sus ojos ruedan con fastidio.
— ¿Hablas de "un paseo para recordar"? Dijiste que te había encantado — Sujeto su cintura con propiedad, es hermosa cuando se pone celosa—. O ¿prefieres que una despampanante morena me dé clases con un enorme escote? Dices que las chicas feas no te agradan.
— No estoy jugando, Eddy. Sabes que no me agrada este asunto. Además, en Alaska podremos vivir juntos sin que nadie lo sepa. ¡Lo hemos planeado por meses!
Intento besar sus labios con delicadeza, más ella no se deja del todo. Sé que estaba enfadada. ¡Ah! Cuanto amo a esta chica.
— Déjame esto a mí, cariño. Solo falta un par de semanas para la graduación y nos habremos liberado para siempre de estos asuntos. Además, solo será una hora cuando mucho y podré ir a tu casa para ya sabes… — ronroneo cerca de su boca. Si yo, soy un calenturiento de lo peor.
Ella me sonríe con ganas. Oh sí, me espera una bienvenida muy cálida en casa de Tanya y no me percato de que la temperatura está ascendiendo en mi cuerpo cuando una leve erección se asoma entre mis pantalones y ella aprieta mi trasero con fuerza. Diablos Cullen piensa en algo más, piensa en algo más antes de que una tercera pierna te salga.
— Te veo en una hora, baby — dice guiñándome un ojo y depositando un beso en mis labios.
— Ahí estaré — prometo mirando el hermoso trasero de mi novia.
Camino confuso. Cuando había ingresado al instituto, era uno de los alumnos más destacados y amaba serlo aunque ser mariscal llamó un poco más mi atención. Fue entonces que una tarde de entrenamiento, Jake y yo nos quedamos hasta tarde y notamos al grupo de porristas que — Dios sabe que bendita suerte tengo — me encontré con una chica que estaba teniendo problemas con unas varas de entrenamiento. Yo corrí hacia ella y fue entonces que un par de ojos azules me enamoraron. La capitana del equipo de porristas era la más hermosa de todas las chicas y no sé qué había ocurrido, pero se había enamorado de mí. Fue entonces que mi vida estudiantil se vino en picada, pasando en segundo plano. Yo ya no le ponía tanta atención como antes y mis padres lo notaron. ¡Debieron haber visto su rostro cuando les puse la solicitud de Alaska entre sus manos! Casi juraron que me iban a desheredar si continuaba así, más a mí no me importó y jamás se lo comenté a nadie. Después de un tiempo, creo que terminaron por aceptarlo. Hasta la fecha me sigue importando poco.
Simplemente no puedo alejarme de ella. Tanya es demasiado importante para mí que atravesaría el mundo por un beso suyo. Y luego de ser mi novia oficial después de tantas mujeres que — sin ser un hijo de puta — ninguna me había llenado al completo ¿quién no lo pensaría dos veces? Antes de ella, yo era un mujeriego maldito.
Toco la puerta de la biblioteca y entro en silencio. Me siento como si estuviese en una iglesia, todo está en silencio y al arribar, las miradas se posicionan en mí. ¿Qué demonios les pasa? ¿Nunca habían visto entrar al capitán del equipo a un lugar con libros?
— ¿Señor? — Me habla una mujer bajita, de cabello corto y de vista miope. Seguramente la encargada la cual llevaba una cintilla con el nombre de Sara C. —. ¿Buscaba algo?
— Emm si — respondo inseguro — busco a una persona que me dará asesorías.
— Ah ya veo — responde. ¿En serio veía? Lo comenzaba a dudar—. Hay un par de chicos junto al área de ajedrez que a veces estudian. Quizás ahí esté la persona que busca.
— Gracias — contesto dudoso y camino en la dirección indicada.
No puedo creerlo, no esperaba que me asesorara un sujeto, bueno ya lo había pensado antes, nadie me había dicho sí sería una chica o un chico. No tengo problemas con un chico que me asesorara aunque fuese feo o como yo lo llamaba, "de poca compañía cómoda", pero ¿alguno de ellos se había puesto atención últimamente? La mayoría tiene el cabello hecho un desastre, cargan enormes juegos de mesa fantasiosos y la gran parte de esa extraña población tenía alergias hasta del aire. Me siento incómodo y suspiro.
— ¿Buscabas algo? — pregunta uno de afro dorado. Yo me quedo absorto mirando tras sus enormes lentes de fondo de botella.
— ¿Eh? ¿Disculpa?
— Que si buscabas algo — repite.
— La verdad es que estoy buscando a mi asesor de algebra y veo que ustedes son uno de los posibles candidatos.
Se miran unos con otros desconcertados.
— No damos asesorías — responde uno que no dejaba de picarse la nariz enorme con forma de torre de pisa invertida. Hago un gesto de asco imperceptible. Qué desagradable.
— ¿Quiénes son ustedes? — pregunto confundido.
Los cinco en total — que por cierto parecen hijos de papá pitufo por su estatura aun sentados — me miran a la vez. Sonríen victoriosos como si hubiese hecho mención de un nombre de guerra y se levantaron al mismo tiempo
— ¡Somos los Exterminators Warriors de la caballería virtual de Arabasta! — chillan como un enorme título de la realeza. ¿De qué demonios hablaban? Mi cara debe ser un poema porque no entiendo ni lo más mínimo y noto que uno de ellos me mira con fastidio. ¿Qué culpa tenía yo de no saber de cosas como esas? Touchdown.
— Silencio — los calla Sara C. desde su escritorio con el índice sobre sus labios.
— Lo siento— se disculpa uno.
Y de nuevo me miran extrañados aun notando la confusión en mi cara.
— Es un juego en línea en el que…
— Ya, ya — lo interrumpo — con que dijeras que era un juego era suficiente — y me cruzo de brazos—. En serio, ¿alguien me dará la bendita clase…?
— Te la daré en cuanto vengas a mi mesa — dice una voz que nos hace girar a todos.
Está sentada en una de las mesas de fondo de la biblioteca, trae unos enormes lentes que cubren casi su delgado y pálido rostro. Hago un análisis más detenido respecto a su ropa, no sé por qué razón, me detengo en su cintura. Es estrecha pero no puedo asegurarlo porque un feo suéter se le escurre en el cuerpo, quizás dos tallas más grandes del que en realidad necesita, un pantalón entubado y unas botas color marrón. Su cabello castaño está suelto y largo pero un poco maltratado, aunque no la juzgo, yo también me vería así de ser un ejemplo claro de ratón de biblioteca.
Camino hasta su lugar con determinación dejando a los nerds con la vista bien fija a la persona que ocupa la mesa a la que me dirijo. Hago un movimiento calculado y muy seguro en cada paso que doy, quizás con toda la intención de hacerla dislocar y atraer su atención. Yo soy un pavorreal vanidoso, pero ella no se inmuta y baja rápidamente la mirada con indiferencia. Me siento extraño, ella no se ha perturbado con mi presencia ni un poco. Qué raro, las chicas siempre babean por mí. Me acerco lo suficiente como para que me mire mejor, quizás su falta de buena visión le había impedido ver lo galán que estoy y recargo los puños sobre la mesa.
— Llegas tarde — me regaña sin perder de vista su libro. Me quedo sin habla pero no quiero verme como un idiota. Me siento rápidamente con el gesto despreocupado, con toda la intención de ponerle las cartas sobre la mesa.
— Necesito aclarar algo… — Comento acercándome a ella. La chica sigue sin mirarme—. No quiero perder el tiempo aquí, así que, nos evitamos algo. Tú le dices al director Black que asisto a clases y ambos nos libramos de compromisos innecesarios — y entonces me mira entrecerrando los ojos.
Un par de orbes chocolate se clavan en mí con curiosidad y sorpresa.
— ¿Qué te hace pensar que aceptaré?
— Sabía que acepta… — y acto seguido, niego dos veces con la cabeza —. ¿Disculpa?
— Lo que oíste — comenta—, ¿qué te hace pensar que aceptaré?
— Yo pensé que…
— El director Black confía en mí y te ayudaré. No dejaré atrás el compromiso que tengo y menos porque tú me lo pides— sentencia —, así que te pido de la manera más amable que abras tu cuaderno en la última lección y comencemos. Solo disponemos de una hora cada tres días durante dos semanas antes de que tu examen llegue, ¿entendido?
Ya comienzo a detestar al pequeño ratoncillo de biblioteca.
— No sé por qué haces esto — murmuro sacando el cuadernillo. Sabía que no iba a desistir de las clases.
— Porque necesitas de mi ayuda, Edward — y la miro a la cara con sorpresa. ¿Ella sabía mi nombre? Pero ¿cómo…? Alzo la vista y noto como un pálido rosa sube por sus mejillas, un color adorable que le queda muy bien. Ella mira de nuevo el libro y no puedo evitar sonreír. Oh sí, mi ego está intacto.
Edward 1, ratoncillo 0.
— ¿Cómo sabes mi nombre? — pregunto con curiosidad. No sé, hay algo en ella que me gusta ver cuando se pone nerviosa aunque por fuera parece un sargento mal pagado.
— Es mí deber saber el nombre de mi asesorado — responde escéptica — además ¿quién no te conoce en el instituto?
Edward 1, ratoncillo 1.
Mi ego baja una raya. Yo comenzaba a pensar que era una de esas niñitas locas que saben todo de uno y lo llevan acosando en silencio desde años atrás, el kínder Garden por ejemplo. Pero ella se ve joven, quizás un año menor que yo y no se nota tan interesada en mí.
Humpf.
Eso no me gusta, quizás porque estoy acostumbrado a llamar y tener la atención de todos. Muevo mi lápiz con fastidio colocando mi mano derecha bajo mi barbilla y bufo.
— Parece que tienes un poco de problemas las ecuaciones… — murmura ausente — ¿Qué unidad es la que debes? — me mira fijamente y me pierdo por un momento, el chocolate de su mirada es cremoso y muy lindo, nunca antes me había sentido así. Ella lo nota y carraspea dos veces trayendo mi atención de nuevo—. ¿Me estás escuchando?
— Sí claro— muevo el rostro tratando de centrarme y abro la página distraídamente.
Avanzamos en la lección a un buen ritmo y como no soy un estúpido al completo, me es fácil seguirle el paso. Ella tiene una singular forma al hablar y una manera muy adorable de morderse os labios cuando se concentra en algún problema y yo solo espero a que no se lastime en lo absoluto, su piel se ve tan frágil. Finalmente la hora finaliza y para mi buena suerte no me siento tan aburrido como esperaba, pero me encuentro levemente decepcionado porque el tiempo se ha terminado demasiado rápido para mi gusto.
— Creo que avanzamos lo suficiente como para haber empezado desde cero. Y aprendes rápido.
— Gracias — respondo metiendo el cuaderno a mi mochila — no es difícil después de todo.
Ella niega sonriendo y recogiendo un mechón de su cabello detrás de su oreja, lo que provoca que el perfume de su champú me golpeara suavemente. Fresas o rosas. Ya decía yo que algo dulce se percibía en el ambiente.
— Verás que aprenderás, Edward — y de nuevo ese matiz en sus mejillas me desconcentra. Quiero por un momento tocarla pero rápidamente vuelvo a la realidad. Todo es tan extraño, el ratoncillo de biblioteca me ha sacado de la rutina, usualmente no veo chicas así, quizás por eso me ha fascinado. ¿Fascinado? ¿Qué caraj…?—. Deberías repasar un poco las conversiones, no es tu fuerte — concluye de manera rápida de nuevo trayéndome al presente.
— Claro — afirmo y luego muevo el pie con un poco de ¿pena? —. ¿Cuándo volveremos a vernos?
¿Qué demonios?
Ella abre los labios sorprendida y después suspira como ahogando desilusión.
— Tres veces a la semana — dice—. Lunes, miércoles y viernes a la misma hora.
— Ok — contesto sin más y ella comienza a alejarse—. Espera — la llamo sin saber cómo dirigirme, ella se detiene y muerde su boca ausente— ¿Cómo te llamas? — pregunto ansioso. Se nota que la muchacha no comprende y luego rectifico — al menos debería saber le nombre de mi verdugo.
La chica de enormes lentes, sonríe.
— Bella — murmura solo para mí y se gira dándome la espalda y saliendo sin mirar atrás.
— Bella — repito y me quedo hasta que se pierde a través de la puerta.
Me salgo un poco distante del presente hacia el estacionamiento por el auto, el recuerdo cremoso del chocolate me sigue hasta que escucho el motor de mi carro y sonrío. Definitivamente me estoy enloqueciendo por el estrés de los exámenes. Decido dejarlo de lado y avanzo por la carretera para llegar a la casa de mi chica, sin darle más importancia. Pero mientras conduzco siento una extraña sensación de que ya la había visto en algún lugar. ¿O solo lo imaginaba?
