Disclaimer: Burbuja no es de mi pertenencia (gracias a Craig, Dios, Dios ahogado, de la luz, de mil rostros, dioses viejos y nuevos, paganos y míticos, señor oscuro, rey demonio de los cinco infiernos *guiño, guiño*, Cthulhu, o cualquier otra entidad suprema en la que crean). Solo utilizo al personaje para depravar el fandom.
Advertencia: Me tomo en serio su clasificación M. Este drabble y los siguientes (si quiero…) serán de contenido fuerte, violento y ofensivo para lectores sensibles. Pido con toda la seriedad posible que se lea bajo cuidado, pues este escrito tratará el tema de la violación, prostitución y maltrato.
Habrá OoC para poder manejar un universo alternativo, que de una vez indico que no me baso en una zona, época o cultura en específico. No es reflejo de una sociedad siglo XXI, pero sí de la naturaleza vil del agresor hacía la víctima.
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.-.-. Little Bird .-.-.
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Ascenso
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Vuela.
Vuela, pequeño pajarito.
A veces quisiera ser libre. A veces quisiera caminar sobre la arena de una playa y sentir como mis pies se entierran en cada minúsculo grano. A veces quisiera mirar al horizonte, perderme en los colores de la alborada y respirar la fresca brisa que rozaría con gentileza mis pómulos. A veces quisiera conocer la espuma golpear mis tobillos, ser arrastrada por la ola y llevarme lejos, muy, muy lejos. A veces quisiera ser libre. A veces quisiera estar viva.
Desearía estar viva.
No recuerdo la sensación de un rayo de sol en mi cara, tampoco el sabor de una comida fresca ni el olor de un chocolate caliente. Se me ha olvidado como se oye la risa de un infante, las dulces canciones de una madre a su hijo, las palabras amorosas pronunciadas por unos labios rebosantes de dulzura o si quiera como se ve el exterior. Solo conozco un lugar, solo estoy en un lugar; oscuro, sucio, húmedo, maloliente, putrefacto.
Era como la muerte misma, era como el infierno mismo. Pero a veces –solo a veces–, me gustaba querer e imaginar imposibles.
Vuela alto… más… más alto…
¡Más rápido!
Qué no te alcance.
Escucho ruido… son pisadas. Alguien baja. Él baja. Mi pulso acelera, mi respiración se vuelve irregular, mi pecho se oprime. Conozco esta sensación –lo único que conozco–, mi corazón late deprisa, las yemas de mis dedos cosquillean, estoy demasiado entumida para esconderme y no siento mi cuerpo. Tengo miedo, mucho miedo.
Se prende un foco que me encandila, su luz artificial me ciega por completo y no logro divisar la cara de ese hombre pero su silueta es suficiente para que vuelva a sentir temor. Estoy temblando y él ríe, complacido. Su sonrisa retorcida hace que poco a poco vea su rostro. Disfruta mi reacción, goza de mi deplorable estado.
Comienza a bajarse los pantalones…
Pequeño pajarito, ¿por qué te detienes?
Dolía. Me estaba destrozando por dentro y mis gritos lo excitaban. No quería gritar pero me golpeaba sí no lo hacía. Ahora, lo único que quería era que terminara pronto para que se fuera y me dejara sola, tirada en mi miseria mientras me abrazaba a mí misma y aguantaba las ganas de romper en llanto por sentirme sucia, culpable, asquerosa…
Ultrajada.
Pero él no se detendría. Había pagado por toda la noche. Me lo dijo cuándo me obligó a darle placer oral. Cuanto gustó de mi sorpresa y horror pues se relamió los labios cuando lo miré con miedo. Sabía que era lo único que podía hacer, no podía huir, no podía hacer nada. Por eso tenía que soportar sus rasposas manos pasar por mis caderas, cintura, senos y cuello.
A este cliente le gustaba maltratar, me ahorcó con fuerza mientras me obligaba a ver sus ojos, completamente negros, poseídos por una diabólica perversión. El aire comenzaba a faltarme, no quería forcejar para mantenerme viva, prefería mil veces que él me matara antes de que llegara a su orgasmo…
Pero mis deseos volvieron a ser eso, vanos deseos. Chilló como cerdo cuando se derramó fuera de mí, manchándome de su asquerosa esencia. Ya no podía llorar, quería sentir las lágrimas rodar por mis mugrientas mejillas, pero ya no me salían.
¿Por qué no sigues?
…
¿Por qué caes?
Había dejado de reír, de sentir, de luchar. Me había convertido en un cascarón vacío que obligada recibía a cuanto hombre pagara para cumplir sus fetiches. Eran bastantes los que preferían a las rubias de ojos azules, inocentes y muy jóvenes.
Entonces, cuando el tiempo terminaba llegaba el siguiente. Hasta un perro callejero vivía mejor que yo. Comprendí que no podía ser libre, no podía ser como el pequeño pajarito que cantaba en el exterior. Ese viejo hombre me lo dijo una vez… no era un herrerillo común* que volaba lejos de su jaula, era una muñeca hecha para el deleite masculino. Una muñeca hecha de vil trapo viejo.
Y cada vez que la luz era apagada y las pisadas se alejaban para cerrar la puerta con llave, atrás se dejaban a un cuerpo inmóvil, desnudo y cubierto de moretones. La chica que quería ser un pajarillo volvía a ser una muñeca, ni siquiera una persona, ni siquiera una mujer. Un juguete que esperaba al próximo comprador... Uno, que esperaba pronto descocerse para finalmente ser desechada.
Pequeño pajarito, ¿por qué mueres?
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*Herrerillo común: Especie de ave de varios colores, entre ellos el azul, amarillo, blanco, negro y verde.
