Disclaimer: Yu-Gi-Oh! (, Yūgiō;?, lit.: «El rey de los juegos») , es un manga creado por Kazuki Takahashi, que ha dado lugar a una franquicia, además de múltiples series de anime, juegos de cartas y numerosos videojuegos.

N/A: Bienvenidos a otro Rivalshipping del antiguo Egipto. He estado bastante ocupada últimamente así que por eso ando desaparecida. Ahora si no aparecen en los comentarios los seres que me han dado Follow y Fav's en mis anteriores manuscritos no habrá especial de navidad y muchísimo más importante de Halloween y estos incluirán a todos los personajes de la serie.

Advertencias: Contenido sexual. Incesto entre primos, menciones dogmáticas. Esta es mi versión de como hubiera sido la relación entre Atem y Seth de no haber muerto el primero durante la batalla contra Necrophades.

Súper Hero

Antiguo Egipto. Cuatro Años Después del Ascenso al Trono del Faraón: Atem.

― ¿Reformas civiles su majestad? ― Shimon Muran: Sumo Sacerdote y guardián de la Llave del Milenio, anciano jocoso, bonachón, estricto y fiel consejero de su eminencia el difunto Faraón Aknamkanom. Abrió los ojos aceitunados con gran asombro, le estaba pesando bastante la edad pero aun así tenia excelente oído y pulso al escribir además de una muy sabia interpretación de la idiosincrasia del pueblo gracias a que era el más anciano en el concejo y era el escribano designado para los edictos oficiales del actual Faraón Necherjet-Dyeser: Nombre de trono del ex Príncipe Atem. El de ojos rojos y profundos solo giro un grado la vista y afilo los ojos en dirección a Muran, este trago grueso, si bien el Príncipe siempre fue un chico acomedido que acataba órdenes y era un ejemplo de diligencia, cuatro años luego de su nombramiento como Faraón y la posterior batalla con el demonio Zorc Necrophades. Atem se había convertido en un monumento de autoridad infinitas veces más grande, reconocido, respetado y poderoso que el propio Aknamkanom y sus antecesores, el Faraón odiaba repetir las ordenes pero aún era necesario puesto que sus visionarias ideas no siempre eran comprendidas por los miembros de su consejo, o su propio pueblo en su defecto.

―Shimon Muran…― Atem solamente vio severamente al anciano dictaminando con su mirada y el nuevo atractivo e intimidante profundo tono de su voz el clamor de que si lo volvía a hacer repetir el edicto habría consecuencias gravísimas, estaba ataviado en una túnica faraónica de seda negra con bordados de oro y plata su imponente capa roja y negra estaba coronada por hombreras de oro que pesaban al menos ocho kilos, sus tocados también de varios quilates eran opulentos y exuberantes en la frente, los bíceps, ante-brazos y pantorrillas, las argollas de oro se veían más estrictas y atemorizantes que su semblante en ocasiones puesto que eran navajas de este metal precioso y perfecto muy bien disimuladas en un gran preciosismo gracias al trabajo de los orfebres, Faraón debía llevar armas invisibles al ojo consigo todo el tiempo gracias a lo acaecido con el ladrón Bakura si lo lograsen desarmar de cualquier forma si alguna desavenencia ocurriese― Repetiré el título del edicto por segunda y ULTIMA vez…y su ejecución es de orden inmediata…―Muran solo atendió a que escribiría todo con un asentimiento de cabeza y el Faraón comenzó a recitar firme, claro y tácito, cruzo una pierna dejando el talón reposar en la rodilla contraria, los tocados en las pantorrillas podían quitarse de forma que estos crearan una peligrosa arma retráctil que solo desgarraría carne cuando se liberaba un seguro interno― Orden Faraónica de carácter extraordinario: Reforma Civil numero I, todo ciudadano de Egipto que goce de un título nobiliario privilegiado por la dinastía anterior de su eminencia el hijo del dios Atón: El Faraón Aknamkanom debe liberar de forma pública a todos las propiedades conocidas como esclavos que hayan sido adquiridos por herencia o por la compra de los mismos para contribuir con la expansión de la población ciudadana legal de Egipto: También aquellas tierras que posean y tengan en desuso que puedan ser del provecho de nuestra Ciudad Estado y Capital Mayor, deberán ser cedidas al Faraón en regente actual. Como recompensa recibirán nuevas posiciones jerárquicas y una compensación monetaria que será pactada con el hijo de Atón en persona quien está dispuesto a escuchar sus deliberaciones al respecto. De incumplir con la primera orden la pena serán siete años de servicio comunitario, de haber desobediencia civil la penalización por sublevación será la muerte― Muran trago grueso en su sitio, nadie de los presentes había escuchado nada como aquello y es que el Faraón estaba siendo indulgente, cualquiera que desobedeciera una orden real era castigado con la muerte, la tortura o la lapidación desde tiempo inmemorial. Atem estaba ofreciendo oportunidades y negociaciones con simples civiles que ni siquiera podían tocarlo por ser un ser divino entre los hombres: ¿Y él le estaba dando el privilegio a TODOS de hablarle como si fueran iguales?

― ¡S-su majestad que simples civiles sin títulos dentro de su consejo le dirijan la palabra de forma libertina para pautar y pactar sus intereses económicos es blasfemia! ― Muran saco a relucir sus opiniones lleno de escándalo. Atem no hizo más que mantenerse impertérrito y cerrar los ojos en meditación profunda― ¡El que este pactando acuerdos y reverenciando modos y deidades foráneas con otros regentes de reinos enemigos fue una cosa pero…!

¡Los: Reyes, Líderes y/o Emperadores de tierras vecinas no deben ser considerados rivales o enemigos sin motivos de provocaciones reales o suficiencias probatorias suficientes en MI reinado Sumo Sacerdote Shimon Muran! ― bramo Atem con toda su autoridad aun sin abrir los ojos― Mi pueblo es mi prioridad, las reformas civiles se harán efectivas y no quiero escuchar una sola palabra más al respecto. Mi palabra es ley y no creo que deba recordárselo, estaré siendo más indulgente con respeto a ese contexto pero que haya sido el consejero de confianza de mi padre no le da potestad alguna de serlo conmigo…― afilo los ojos cual cuchillos dentados y todos los presentes en el Salón del Trono reverenciaron al Faraón en sumisión absoluta, menos una persona. El verdadero consejero personal y mano derecha del Faraón: El Sumo Sacerdote Seth, primo de su eminencia y a quien este último había nombrado hombre de confianza al punto de que una orden del Sacerdote Seth tenía la misma fuerza de ley que la palabra oral o escrita del Faraón, Atem se levantó de su trono imponente en toda su altura con las manos empuñadas, su capa roja y negra ondeo y sus ojos penetraron el alma de todos los presentes, los Guardias Reales se hincaron en una pierna respetuosamente y afianzaron sus lanzas al verlo bajar los escalones labrados y retirarse, Seth paso a seguirlo sin esperar orden alguna. El portador del Cetro del Milenio solamente le indico con la cabeza a Muran que no fuera imprudente con su intensa y preciosa mirada de un verde profundo aunque suave e indescifrable. El anciano trago muy duro, nadie ahí sabio en realidad como encontró el valor suicida de hablarle al hombre presente que no solo era su señor, sino que también había acabado con la vida de Necrophades y sus ejércitos. Atem era conocido y reconocido por llegar a cualquier parte montando en la cabeza del Dragón Alado de Ra dentro de Egipto, cruzar el mar y el inframundo en los hombros de Obelisko el Atormentador y visitar reinos ajenos tras las alas y el celestial graznido de Slifer el Dragón del Cielo. El Sumo Sacerdote Seth siempre iba de respaldo montando en la cabeza de la Bestia Blanca de Ojos Azules, había logrado dividir el alma de Kisara en tres y los otros dos dragones eran escolta y refuerzo, además de que esta última adquiría una nueva forma cuando los tres dragones se mesclaban. Pronto Atem comenzó a sellar las almas de cientos y cientos de criaturas que comenzaron a aparecer luego de la caída de Zorc creando criaturas místicas que le servían incondicionalmente. El Sacerdote Mahad fue honrado con convertirse en el líder espiritual de todas estas criaturas, la oscuridad de la Sortija del Milenio iba a consumirlo en cualquier momento de su vida, y el Faraón intercedió ante el mismísimo Ra para que Mahad pudiera dominar esta oscuridad. Ahora mismo era la sombra protectora del Palacio y aparecía en la defensa del Faraón en cualquier lugar que creara la mínima sombra en la nueva forma del Hechicero Oscuro, todo gracias a que en medio de la batalla con Necrophades: Atem logro desbloquear un poder y un secreto indescriptible en su mente en vez de sellarla junto a la del demonio y este fue que era hijo de Ra y Bastet. Ambos lo entregaron en la forma de un bebé por medio de un Shimon Muran en transe al Faraón Aknamkanom y a la Reina Nemaathpy, vivir en carne humana solo era un requisito para derrotar a Zorc, él podía lucir como un ser humano pero el poder transportarte en la forma de un rayo solar como un milagro del cielo y hablar directamente con los dioses ya no era un secreto para Egipto y el Faraón tenía la encomienda de demostrárselo al mundo, estando bendecido como un ser humanoide con imponentes alas de un magnánimo halcón gracias a Ra y la apariencia de un sanguinario león gracias a Bastet, Zorc murió echo cenizas para jamás regresar. No obstante el Faraón tenía que permanecer en forma humana sin revelar su verdadero nombre divino a los mortales tal cual lo hizo el primer Faraón de Egipto en su creación: El que fuere llamado Khepri al amanecer, Ra al medio día y Atón al atardecer. Siguiendo el ejemplo de su padre envejecería y reinaría a los mortales aun siendo un dios solo si no revelaba su nombre real. Que por fortuna estaba en un lenguaje que solo otro dios sincretizado a un cuerpo mortal podía recitar a la perfección. Y ese resultaba ser su primo el Sumo Sacerdote Seth quien permanecía en el anonimato con sus habilidades al ser hijo de Sejmet y el dios Seth. No fue necesario que Atem lo viese más de una vez al haber descubierto su verdadera identidad para saber que Seth era igual a él, para mantener el anonimato y secreto de su nombre lo nombro hombre de confianza para mantenerle vigilado. No obstante poco o nada sabía el Faraón con respecto a los sentimientos reales del Sacerdote hacia su persona, ambos tenían el don de ver los posibles futuros que labraba el destino. Y en uno de ellos: Atem moría a manos de Zorc y su espíritu era sellado dentro del Rompecabezas del Milenio que colgaba en su cuello entregándoselo a Seth y que este posteriormente tomase el título de Faraón como su predecesor bajo el nombre de trono de: Seneferu. Pero al no darse este destino Atem juraba que Seth le tendría rencor y resentimiento y para evitar cualquier percance lo mantenía cerca suyo.

―Shimon Muran está muy anciano su majestad: Debería moderar el tono de su voz con este…― Seth sonrió algo pedante por lo bajo, y el Faraón solo resoplo y vio alzo el mentón de forma soberbia aunque muy indulgente. Seth desdibujo su sonrisa. Su primo no era el Sr. Sonrisas, no de hecho era la seriedad echa hombre pero desde que el mundo sabía que podía liquidar demonios el peso del reinado era inconsecuente, inclemente y sobre todo: Muy estresante.

―Muran debe aprender que el trono es mío y que Aknamkanom está en los dominios de tu padre Sumo Sacerdote Seth…― lo vio por sobre el hombro un momento y luego volvió a caminar sin dar a entender mucho de sus verdaderas intenciones. Seth solo podía ver los cambios tanto en el carácter como en la anatomía contraria. Un leve sonrojo se iba apoderando de las mejillas del Sacerdote, podía ver los fornidos hombros del Faraón sobresalir un poco bajo la capa, siguió bajando los orbes verdes y llego a donde la piel canela dibujaba los músculos y tendones que se flexionaban deliciosamente en esas piernas y esos tocados/armas en las pantorrillas que apretaban exquisitamente su epidermis, el menor siempre había sido realmente hermoso y tan subyugante como apaciguador. No creyó posible enamorarse más de él hasta que este descubrió sus origines. Sabía que el Faraón no lo tenía en buena estima por una falsa presunción pero no era su deber decírselo, era preferible para él callar y dejar que el otro lo averiguara, también estaba el hecho de que Atem aún no descubría su nombre real siendo que el sí que sabía el suyo, solamente le faltaba esa nimiedad por cumplir para que estuvieran igualados en habilidades― Sumo Sacerdote Seth…― Atem detuvo su caminar un instante y el otro lo imito― ¿Puede acompañarme a mis aposentos reales? Necesito dilucidar con usted ciertos asuntos de vital importancia…

―Si mi Faraón, sus deseos son mis órdenes…― se inclinó ante este y luego de verse unos segundos continuaron su caminata hasta la habitación del menor. Una vez la puerta cerró tras la espalda de ambos (puesto solo podía abrirse con un conjuro que solo sabía el dueño de dicho cuarto) Seth jamás espero lo que escucho seguidamente:

― ¿No quisiste decir: ''Sus órdenes son MIS deseos…''? ¿Seth…?― Seth se quedó petrificado, volteo a ver al menor quien lo veía como nunca antes en su vida, parecía un chacal hambriento y juraba que sus ojos palpitaban del puro deseo contenido.

― ¿Disculpe su majestad? ― Seth tenía un sonrojo endemoniado. Primero: ¿Su primo tuteándolo? ― ¿Qué esta insinuando…?

―Dejemos el formalismo por una vez en la vida…― ese tono irreverente y actitud despreocupada mando a callar los pensamientos de Seth― He querido conversar contigo ciertas cosas…― lo paso de largo y se tumbó en su enorme cama de una forma nada propia de un monarca, veía al techo despreocupadamente― ¿Podemos conversar sobre ciertas cosas primo? ― Seth trago su propio aliento, sentía que por algún motivo ninguno de los dos saldría igual a como entraron a esa habitación luego de charlar.

― ¿Cómo cuáles? ― intento irse por la tangente cruzándose fuertemente de brazos.

― ¿Qué responderías si te pido que seas formalmente mi pareja? ― Seth sintió que se le paralizo el sistema circulatorio entero― Y no serias un consorte o un concubino…quiero que te cases formalmente conmigo…

― ¡¿Qué?!