Disclaimer: Dragon Ball Z y sus personajes pertenecen a Akira Toriyama.
Hola! Esta es una secuela de Amor Tóxico (otro Trupan que escribi hace poco), aunque se puede leer perfectamente por separado. Despues de doce años en que Trunks rechazo a Pan, su vida da un nuevo giro. Espero que les guste aunque no garantizo un final feliz :P
Por cierto este fic esta completamente dedicado a RouceDBZ ya que este sera mi ultimo Trupan y quiero agradecerle por toda su amabilidad. Muchas gracias por todos tus reviews y animo en estos fics :)
Arrepentimiento
Viernes, nueve de la noche. La penumbra que inundaba el ambiente concordaba perfectamente con la que padecía su alma. Trunks una hora antes, por celular, tuvo que soportar que su eterno amigo le diera la noticia que se suponía debía alegrarlo, pero nada estaba más lejos de la realidad. Esa noticia no lo alegraría nunca. Jamás podría. Y la razón, increíble pero cierta, era que había descubierto sus verdaderos sentimientos apenas un tiempo atrás. Tarde, muy tarde, pero eso no lograba evitar que una profunda tristeza lo atacara con el anuncio que había escuchado de labios de su mejor amigo.
Su amiga que ya no lo era, se iba a casar...
Curiosamente, saber aquello lo tomó desprevenido, a pesar de que Pan ya tenía veintinueve años. Era completamente normal que quisiera casarse y formar una familia, pues ya estaba en una edad apropiada para hacerlo.
La mujer que más lo había amado estaba a punto de iniciar un nuevo camino en su vida. Uno en que él no estaba incluido ni siquiera como un recuerdo. Triste pero cierto.
Trunks, con cuarenta y dos años encima, ya había tenido dos matrimonios malogrados. Por supuesto cuando alguien se casa lo hace con la convicción de que será para toda la vida, pero muchas veces sucede lo contrario. Para nadie es un misterio que las cosas no siempre resultan como se planean, aunque en un principio sea el amor quien las guíe. No siempre los sueños e ilusiones terminan de buena manera. Porque los enamorados también pueden cometer errores y, aún por encima de eso, el amor también puede acabarse.
El hombre que en el plano profesional era el más exitoso de todos, en el personal no lo era. Esos dos divorcios habían marcado su felicidad con soledad y tristeza. Diferencias irreconciliables provocaron sus separaciones, pues aunque creyó conocer bien a sus mujeres, realmente no había sido así. Bien rezaba el dicho que nunca se termina de conocer a las personas. Pero por suerte, al menos no había tenido hijos todavía, pues no quería que sus retoños pasaran por la situación de tener padres divorciados.
Sin embargo, en este momento de su vida el deseo de ser padre se hacía mucho más fuerte que antes. Las ganas de cumplir ese sueño eran la deuda pendiente que necesitaba saldar. Pero la mujer adecuada aún no llegaba... o mejor dicho, si que había llegado pero la dejó partir hacía muchos años.
Tiempo atrás, deprimido, se dirigió varias veces a una bella cascada que conocía desde que era un adolescente, pues el paisaje lo ayudaba a relajarse para reflexionar sobre sus errores. Tuvo a la soledad como consejera de sus pensamientos y fue entonces cuando supo reconocer que había tomado una mala decisión. Una muy mala de hecho. Doce años atrás rechazó los designios que su corazón le imploraba cumplir. Se mintió a sí mismo y negó amar a una jovencita de cabellos azabaches, cuando en el fondo de su alma si lo hacía. La amaba más que a nadie en el mundo.
Lamentablemente la confusión de un amor de pareja por uno de amistad, sumado a los prejuicios autoimpuestos, le habían ganado la partida. Todo ello y el hecho de traicionar a la familia Son le impidieron concretar lo que su corazón con tanto fulgor deseaba. Se mintió a sí mismo creyendo que por Pan sólo sentía deseo sexual cuando en el fondo era muchísimo más que eso.
Con Pan había algo tan diferente, tan especial, tan único. Esa pureza en su azabache mirada, esos ojos que desprendían ternura cada vez que se clavaban en él. Esas ganas que le daban siempre de protegerla. Tanta química desprendían juntos que simplemente era imposible de racionalizar.
Pero siendo una chica de diecisiete años recién cumplidos, su cercanía con la familia Son y haberla conocido desde que era una bebé obligaron a Trunks a tomar una decisión que en su momento pensó correcta, pero que el cruel tiempo se encargó de demostrarle lo errónea que realmente era. Se resistió a seguir los designios de su corazón y por ello ahora pagaba las consecuencias.
Aunque siempre pensó en ella, anteponiéndola incluso por sobre sus propios deseos, la resolución que tomó tanto tiempo atrás destruyó a Pan por dentro. Producto de ello, desde aquel día todo cambió. El cariño de amigos se desvaneció, desapareciendo en el horizonte para nunca más volver.
Así era, su amiga, la Pan que siempre conoció, jamás regresó. Todos esos momentos tan felices se perdieron en el tiempo como agua entre los dedos.
En doce años apenas habían intercambiado palabras en las reuniones que cada tanto los guerreros Z hacían. Ahora eran sólo dos desconocidos que alguna vez, muy atrás en el tiempo, fueron amigos. Los recuerdos que antes eran lindos ahora sólo eran tristeza y amargura. Eran ya tan lejanos que la amistad forjada a través de tantos años parecía haber sido parte de un sueño. Algo irreal. Algo que jamás sucedió. Y que si pasó, lo fue en otra dimensión.
Ahora ella contraería nupcias y por consiguiente la perdería para siempre. La perdería cuando por fin se daba cuenta de la realidad que dominaba su sentir: a quien amaba era a ella. No tenía ninguna duda de eso. Absolutamente ninguna.
De hecho, Pan nunca se hubiera imaginado cuan arrepentido estaba Trunks. Nunca se lo habría podido imaginar aunque pusiera todo su esfuerzo en ello. El hijo de Bulma, de haber podido, habría echado atrás el tiempo para haber tomado la decisión correcta doce años atrás.
Pero la realidad era que arrepentirse ya no servía de nada. Cualquier atisbo de esperanza hacia lo contrario era totalmente fútil.
Irónico era que el hombre dueño de fama, fortuna y tantas mujeres deseándolo, se sintiera tan miserablemente solo. Trunks Brief, era en este preciso momento, la mejor prueba de que el dinero no daba la felicidad. A lo más podía dar un consuelo.
Precisamente buscando solaz, decidió ir a su bar personal hecho de pardo roble, donde botellas de finos licores se dejaban apreciar con pulcritud a través de las vitrinas de cristal. Cabernet sauvignons, whiskeys, vodkas, tequilas, piscos, finas cervezas y en realidad toda clase de licores relucían en la vitrina ansiando ser bebidos. O por lo menos eso le parecía él.
Beber en soledad era el único consuelo que le quedaba. No quería salir para que la gente lo reconociera y así recibir el acoso de mujeres que no le interesaban o de cazafortunas dispuestas a conquistar al hombre más millonario del mundo. Definitivamente no.
Tomó entre sus manos una botella del mejor vodka ruso, dispuesto a intoxicar su hígado; quería caer aletargado para despertar horas más tarde con una terrible resaca como recompensa. No le importaba nada ya. Mañana sería sábado y su malditas obligaciones como presidente de Capsule Corp no perturbarían su etílico descanso.
— Cuarenta y dos años y aquí estás Trunks Briefs —comenzó un triste soliloquio— solo con una botella de licor, sin nadie a tu alrededor porque así lo quisiste tú. En soledad porque toda tu vida has tomado malas decisiones — se recriminó mientras un flashback mental recorría todos los errores que había cometido a través de su vida. Pero había uno en especial que destacaba por sobre todos los demás... la noche en que rechazó a esa chica que tanto lo amaba.
La sombría noche era perfecta para torturarse con añoranzas. Sí, realmente era perfecta.
Miró la botella con ojos ansiosos y acarició sus curvas cual cintura de mujer. Vaciaría el contenido en menos de lo que canta un gallo y así seguiría con las otras hasta que ya no pudiera más. Hacía muchos años que no se emborrachaba y quería revivir ese extinto recuerdo en su mente, aunque esta vez Goten no estaría allí para compartir la aventura de embriagarse.
— Pensar que la gente piensa que soy el tipo más feliz del mundo... como se reirían si me vieran así de deprimido ahora. No saben que puedo tener todo pero me falta lo más importante, lo que mayor felicidad puede traer a alguien... el amor. Cómo me gustaría estar aquí contigo, Pan; ver un par de niños corriendo y haciendo travesuras por este salón. Y nosotros jugando y riéndonos junto a ellos. Pero ya nunca será así. Nunca. Y no sabes la tristeza que me da.
Sus ojos se humedecieron inevitablemente. Quizás llorando podría desahogar todo el peso que sus malas decisiones habían provocado en su corazón. Pero su padre también se había encargado de heredarle su inmenso orgullo. Ese maldito orgullo que a veces insistía en querer convertirse un martirio. Dio un lastimero suspiro antes de que sus labios hicieran reales sus pensamientos.
— No somos amigos, tampoco novios y ya ni siquiera somos conocidos... pero siempre fuimos el uno para el otro. Qué tarde me di cuenta de eso...
Sacó una vez más la carta que ella había escrito como despedida cuando él la rechazó, con su hermosa foto pegada a un margen. Esa tierna sonrisa resplandecía, al igual que lo hacían sus ojos color ébano. Acarició esa sonrisa con la yema de sus dedos, tocando cada línea como si fuera ella en persona quien estaba ahí.
De todo el dinero que tenía, de todas las comodidades que disponía, de todo el éxito profesional que disfrutaba en su vida... lo más importante que tenía era ese recuerdo. Esa carta y esa foto eran por lejos lo que más valoraba. El hombre que lo tenía todo en realidad no tenía nada, pues sin Pan a su lado la vida era sólo amargura.
Era tan pobre que sólo tenía dinero. Nada más que eso.
Cruel ironía de la vida.
— Te extraño... no sabes cuanto...
A veces la soledad de la noche nos pone más sinceros y más sensibles. Trunks lo comprobaba en carne propia. Una lágrima quiso escapar de la prisión de sus ojos, pero su orgullo una vez más se encargó de contenerla. La aguantaría porque no le daría el gusto a la vida de verlo llorar. No.
Miró la botella, la destapó con sus saiyanescos dientes y se preparó a beberla de un solo sorbo, como en esas inmaduras pero divertidas competencias adolescentes que solía hacer con Goten.
— Es una lástima que arrepentirse no sirva de nada —se quejó amargamente.
Acercó sus labios a la abertura de la botella para beber su contenido, pues vasos no hacían falta cuando el propósito deseado era emborracharse. Pero cuando iba a hacerlo un cortocircuito en su mente lo impidió. Una idea se incrustó con fuerza prodigiosa en su cerebro. La vehemencia de su pensar puso en alerta a todo su cuerpo, esperando descifrar lo que su mente maquinaba. El murmullo de sus células se hizo muy intenso, sacándolas del letargo en el que voluntariamente se había sumergido.
Esa última frase dicha realmente prendió su mente como si fuera el motor de un automóvil a punto de partir.
— Arrepentirse no sirve de nada... ¿o sí? —sus ojos perdidos, abyectos, abstraídos totalmente del mundo circundante, comprobaban que un debate daba inicio en su mente. Una discusión consigo mismo que quizás podía cambiar radicalmente su futuro.
"¿Qué obtengo con lamentarme? ¿Gano algo? ¿Por qué en vez de seguirme lamentando no hago algo? ¿Por qué no hago un esfuerzo por cambiar mi declarado destino en vez de quedarme con los brazos cruzados?"
Sus ojos cobraron un brillo muy especial cuando la respuesta a aquellas preguntas finalmente llegaron: si Pan había luchado por él tantos años atrás siendo apenas una adolescente, ¿por qué no podría luchar él por ella ahora?
Como si se tratara de un rayo destellando en la más oscura noche, ese pensamiento le dio la claridad que tanto necesitaba. La que había buscado por tanto tiempo. Tenía que hacer algo. Debía hacer algo. Si se consideraba un verdadero hombre entonces no podía rendirse así como así, tenía que luchar por la mujer de su vida.
"¿Qué piensas hacer?", cuestionó su mente para mermar la incipiente idea que se proyectaba a través de sus determinados ojos. Quería hacerle ver todos los problemas que acarrearía la decisión que estaba a punto de tomar.
— Voy a luchar por ella — su voz salió tan solemne, tan llena de fuerza, que su padre se hubiera puesto aún más orgulloso de lo que ya era.
"Lo de ustedes ya pasó, te equivocaste y no hay vuelta atrás. Ella no quiere saber de ti. ¡Doce años han pasado! ¿Crees que siquiera recuerda lo que pasó? Ya te olvido, Trunks. No puedes ser tan egoísta como para intentar buscarla ahora. No ahora que se va a casar en unos cuantos meses. Ella tiene que ser feliz con el hombre que ama. Se lo merece. No reaparezcas en su vida. No tiene ningún sentido ya", su mente, por peculiar que sonara, se había transformado en un amigo imaginario que tenía el único afán de aconsejarlo apropiadamente.
—No tengo nada que perder — esbozó como instantánea protesta.
"Pero puedes hacerle daño..."
— Por intentar no hacerle daño le hice el daño más grande de todos...
Silencio absoluto, pues cuanta verdad había en sus últimas palabras. A veces por más que la intención sea otra, provocamos dolor inevitablemente. Trunks lo sabía demasiado bien ahora.
El dilema se volvió abrumador, asfixiante, apabullante. Esta debía ser quizás la disyuntiva más difícil de toda su vida.
— No me voy a equivocar de nuevo —fue la autorespuesta que se dio tras larguísimos segundos —. Pase lo que pase, lucharé por ella. Porque ahora estoy más seguro que nunca de una cosa...
"¿De qué?"
— Que la amo, la amo con todo mi corazón. La amo como jamás podré amar a otra mujer. Ahora lo sé.
"Estás siendo un egoísta".
— Hace doce años por no ser egoísta cometí el peor error de mi vida. Ahora voy a luchar por ella, porque estoy más seguro que nunca de que la amo. La amo con toda mi alma. Esa es la verdad.
Dejó la botella de alcohol a un lado, sin siquiera preocuparse de taparla nuevamente. Miró su reloj viendo lo tarde que ya era. Lo más prudente era esperar hasta mañana al mediodía para intentar verla, pero paciencia era lo que menos tenía en este momento.
Cerró los ojos y se concentró en percibir la energía del hombre que supuestamente se había adueñado del corazón de su amiga; Goten se había encargado de decirle quien era.
A pesar de no haberlo visto en mucho tiempo podía reconocer su energía fácilmente, pues se trataba de una de las energías más poderosas del planeta. Además de poder, también tenía conciencia de que se trataba de una de las personas más nobles que se pudieran conocer, a diferencia de su vida anterior en que fue todo lo contrario.
Trunks no era su amigo, pero sabía bien lo buena persona que era. Eso lo llevó a cuestionarse su decisión una vez más durante un largo momento, hasta que finalmente optó por lo que no quería evitar... debía seguir adelante. Fuera como fuera, pero debía hacerlo. Necesitaba saber si Pan amaba realmente a ese hombre. Sólo así podría quedar tranquilo. Y si resultaba que no estaba realmente enamorada, si Pan daba la más mínima muestra de vacilación, él no dudaría en tomar esa señal como fundamento para pelear por ella.
El sujeto, para su fortuna, no estaba con ella ahora. Con eso en mente caminó hacia su cuarto y se vistió con ropa casual en un santiamén. Un pantalón, una camiseta y una chaqueta era todo lo que necesitaba.
— Lo siento mucho, pero no puedo dejar que la mujer de mi vida se case contigo sin hacer nada, Uub —lo dijo como si el susodicho estuviera en frente suyo; sus ojos color cielo llameaban mientras su semblante adoptaba el cariz de un guerrero espartano.
Se dirigió a la puerta de salida de su casa, la abrió y dio un profundo respiro, como si aquello le diera más fuerzas para enfrentar lo que se venía, que sin duda alguna sería algo muy difícil.
La batalla más dura que pelearía en toda su vida estaba a punto de comenzar...
— Pan, voy por ti... y voy porque te amo.
Continuará.
