No tengo idea de cuantos documentales sobre Arabia, su historia y su actualidad me he chingado para este fanfic(?) y seguramente todavía cometeré mis errores, pero me esforzaré porque este fic sea bien aceptado.

El libro, el cual no recuerdo el título, me encantó en su momento y hace poco leí un fic basado en él –solo que la autora no dio crédito al libro y peor me quedé yo por no acordarme– y me dije "¿Y por qué no? Quedaría perfecto para un SinJu"

El detalle aquí es que el SinJu, será SinJu-dar. Se entenderá mejor durante el fanfic.

Entiendo perfectamente el asunto de la pronunciación entre la "r" y "l" en japonés, pero no porque se escuchen exactamente igual los personajes son iguales.

Regresando al asunto del libro, he de admitir que la idea original no es mía, es más bien una adaptación… indirecta, puesto que no voy a copiar literalmente los textos del libro –ni recuerdo cuál es, lloro– sino a hacer mi propia trama basada en una historia ya creada. Posiblemente termine agregando más, ese es más mi estilo…

Escribir este inicio fue muy complicado, nuestra Arabia es muy complicada y tiene unas leyes que… y una gente que… Terriblemente cerrados respecto a otras religiones, reunir información ha costado.

Por eso decidí que en lugar del Sultán de Arabia, cierto personaje permanezca como rey de cierto país que ya todos conocemos. Oh, sí, seguro lo sospechan ya.

En fin, si has leído esto te lo agradezco bastante, es una buena información para antes de leer un fic. Ahora, si te suena esto y conoces el libro, ¡me gustaría mucho me dijeras el nombre! Adoraría poder buscarlo en una librería para para temas personales, en verdad me gustó la trama.

Y, querido Scar, ya sabes para quién va dirigido este fanfic. B) Lov u, senpai~

Gotas de agua.

Capítulo 1. Petición familiar.

Estaba completa y absolutamente loco.

Solo un alma tan ingenua como la suya podía aceptar esta clase de favores.

Aprieta las correas de su maleta.

¿Cuánto lleva encima, siete, quizá ocho?

Ah, no.

Nueve. Lleva consigo nueve mil libras directo para el sultán de Sindria, el tal… Sinbad, o como se llamara aquél hombre con el que, por cierto, no tiene nada que ver. Esto es simplemente un… favor familiar.

Las despedidas ya estaban hechas, el vuelo planeado y las vacaciones del trabajo ya pedidas. Se da la vuelta y observa a la pelirroja del otro lado de la cinta, despidiéndolo con la mano todavía, a un lado del guardia a cargo del detector de metales.

— Los pasajeros al vuelo de las 14:50 con destino a Sindria, se les informa que las maletas de carga pesada ya están siendo transportadas al avión. Se les pide que se vayan acercando a la salida siete del tercer piso, por la puerta B.

Era su llamada.

Le sonríe por una última vez a la señorita y, con nervios, se da la vuelta y comienza a caminar.

Todo estaba lleno, pero en ese momento ni siquiera lo notaba. Tantas personas y él, tan retraído y nervioso. Evita a un pequeño infante travieso y se apresura a llegar a la habitación con un siete negro encima. Dentro, no era más que una habitación con una linda aeromoza a un lado de otra puerta al exterior y con asientos, en donde había más gente.

Y cuando alguien posa la vista en su maleta, más nervioso se pone. Y peor es cuando la aeromoza se acerca a él, con una sonrisa.

— ¿Desea que lleve su maleta junto al resto?

Traga saliva.

— No… No gracias.

— ¿Tiene el permiso para llevarla con usted? —Pregunta la aeromoza con un poco más de firmeza. — Ya veo. —Asiente en cuanto ve la etiqueta en un costado. — Entonces no tenemos nada de qué preocuparnos, ¿verdad?

Esta mujer… habla muy extraño.

— N-No, nada de eso. Si me disculpa, me iré a sentar por allá. Con mi maleta.

Que mal ha salido eso.

Con toda la atención de los pocos pasajeros encima, se va a sentar en un sitio apartado.

La indicación es dada y todos se levantan para formar la fila frente a la puerta B, con el puente de acero ya bien puesto. Es su turno y avanza con fingida firmeza, con el mentón en alto y la maleta bien cerca de su cuerpo. Otra aeromoza lo recibe y tras revisar su boleto, le indica su sitio.

Se sienta del lado de la ventana casi hasta atrás, con los otros dos sitios a su lado izquierdo vacíos. Así está bien, no quiere compartir.

Eres algo así como un embajador muy importante. ¿Ves? Te vas a divertir llevándole todo este dinero al rey y teniendo esa vacaciones para ti solito.

¿Por qué no lo haces tú…? Yo tengo…pendientes en la primaria. Y en todo caso, es tanto dinero que me da mied… ¿Por qué no vienes tú conmigo y nos divertimos juntos?

Querido hermanito, ¿es que acaso no puedes hacer este favor para mí? Yo también tengo trabajo. Ya usé mis vacaciones en año nuevo para estar contigo, ¿lo olvidas? Ya está, irás a darle este dinero al sultán, te pasas la semana en el hotel y regresas. ¿Queda claro?

S-Sí pero…

Judar.

¿Qué…?

¿Acaso no me quieres lo suficiente como para hacerme este favor? ¡Si hasta te lo estoy pagando yo!

Judal… Sí, lo haré.

Así me gusta, Judar. No puedo desear a un mejor hermano.

Soy el único hermano que tienes…

Bueno, además~

De eso ya hace tres semanas.

Pero cargar con tanto dinero lo pone nervioso. Recarga la frente en la ventana, han dejado de pasar los pasajeros y el piloto acaba de dar los saludos formales junto al copiloto, y la indicación de abrocharse el cinturón. Lo hace y se pone recto, pero luego ladea un poco su cuerpo y asegura la maleta con el cinturón del asiento de su lado.

Tanto dinero así no es bueno. ¿Y si algo le pasa? Jamás en su vida ha tenido semejante vida, y eso que no puede quejarse de su salario. Pero esto rayaba lo bizarro.

Lo que tenía en el asiento de al lado, era lo que ganaría en la mitad de su vida y eso si le iba bien cada día, con una excelente preparación. Y un doctorado con especialidad o dos, o tres.

Quizá.

¿De donde era que su hermano había conseguido tanto dinero?

Que tonto era, por todos los cielos. Ahora que no hay marcha atrás se le vienen tantas preguntas a la cabeza para su hermano. Se enteró que tuvo una sesión de fotos hace poco en Sindria, pero eso a conocer al mismo rey… Y deberle dinero, ¡madre mía!

Siente el movimiento del avión cuando este gira, todavía en suelo, sacándolo así de sus pensamientos. Vuelve a ponerse recto y se pega un poco al asiento, el avión cada vez va tomando más velocidad y pronto lo siente, el momento exacto en que se separa del suelo.

Le espera un largo camino hasta su destino. Dormiría pero… teme por el dinero que tiene a su lado.

-v-

Pues al final sí que terminó durmiéndose.

Despierta cuando alguien toca su hombro, era una de las aeromozas y otras dos a su lado tiraban de un carrito. Era la hora del almuerzo. La comida de avión no le entusiasmaba demasiado pero tenía hambre, luego de almorzar con Kougyoku no había probado nada más.

Le da una mirada rápida a la maleta a su lado, y la ve ahí en perfecto estado. Luego mira a la aeromoza.

— ¿Qué desea para beber? Tenemos agua, refrescos, quizá vino… limonada también.

— Eh… una limonada bastaría.

— ¿Qué desea le sirvamos? —Pregunta una segunda aeromoza, mientras la primera llena rápidamente un vaso de plástico con la limonada.

Y Judar, mientras tanto, le da una mirada a todo lo del carrito. Es demasiada comida pero lo ve lógico, es primera clase y hay pocas personas además de él, pero no sabía que elegir. Señaló las primeras tres cosas que le gustaron.

Una tercera aeromoza le ayuda a la segunda a servirlo todo en un plato de plástico, con cantidades generosas. ¿Es su imaginación o el pollo huele como si estuviera recién hecho?

Una vez que las aeromozas continúan con los pasajeros de más adelante –recordemos que está un poco apartado– deja la comida para más tarde y revisa rápidamente el interior de la mochila. Todo está en orden, el dinero está en perfecto estado.

Vuelve a cerrar la mochila y piensa con lástima que se está preocupando demasiado por este favor. ¿Realmente valía la pena?

Judal usualmente solo se aparecía cuando necesitaba un favor suyo, eso es cierto, pero no es un mal hermano.

Tu hermano jamás te ha apreciado, ¿no lo recuerdas? Desde aquél incidente ni siquiera te ha visitado.

Pero estuvo con nosotros en año nuevo… Claro que me quiere y me aprecia, así como yo lo aprecio a él.

Oh querido, ¿no te das cuenta de que solo se aprovecha de tu cariño? Judal es alguien malo…

No te permito que hable así de mi hermano, Kougyoku.

Todos dicen eso porque no han visto lo que él sí. No era un mal hermano, solo tiene una personalidad un poco complicada. Y mucho trabajo encima, por eso no lo visita tanto como antes de todo.

Antes del accidente, antes de separarse.

Este favor valía completamente la pena, si así le puede ayudar a Judal.

Comenzó con su cena, mientras observaba el cielo nocturno por su lado, aunque apenas y podía diferenciar las nubes. Decidió entonces que era inútil y revisó el celular, pero en el modo avión poco puede hacer. ¿Tomarse fotos?

No es gran amante de las selfies, pero de igual forma lo hizo. Dos, tres, una cuarta vez… mientras bebía de una pajilla el resto de la limonada, decide revisar las fotos.

No pudo evitar fijarse en una quinta selfie, ¿Cuándo la tomó? Se nota a leguas que fue un error de dedo, estaba distraído mirando hacia un lado. Entrecierra los ojos y ladea un poco la cabeza sin darse cuenta.

En esa foto, en donde no está sonriendo y tiene los ojos un poco más cerrados, ve a su hermano en persona. Es como si estuviera en una videoconferencia con él ahora, como si lo tuviera del otro lado de la pantalla o a tallas mayores, al frente.

¿Y qué más se puede esperar de un par de gemelos?

Bloquea el celular y lo guarda en su bolsillo de nuevo, golpetea sus pulgares en sus piernas y silba en tono bajo. Revisa luego su muñeca derecha para ver el reloj, apenas han pasado tres horas de vuelo. No va mal, tiene entendido que son cinco horas. Puede pasarse las otras dos horas restantes dormido.

Con el pensamiento, da un último vistazo a la maleta y luego cierra sus ojos, no tardando nada en quedarse dormido una vez más.

En algún momento, cuando las aeromozas terminaron, volvieron a pasar por los asientos para botar a la basura los vasos y platos plásticos. Una de las tres decidió que era mejor para el señor pasajero dejar esa maleta encima, como las demás. Así que con cuidadoso silencio desabrocha el cinturón y carga la pesada maleta hasta la parte de arriba.

Perfecto, ahora el pasajero puede relajarse. Satisfecha con su trabajo, regresa junto a sus dos compañeras hacia la pequeña zona de cafetería para tomarse un descanso.

- v -

Santo cielo.

La maleta no estaba.

Había despertado prácticamente a mitad de aterrizaje por la no tan agradable sensación que esta le produjo, y lo primero que hizo apenas abrir los ojos, además de sobresaltarse, fue fijarse en el asiento a su lado, y al verlo vacío tuvo el desesperado de impulso de soltarse el cinturón y buscarla como poseso, de llamar a la guardia militar de ser necesario, pero esa maleta contenía una MUY considerable suma de dinero que no debían perderse talque así, como él acaba de perder la suya.

Que para empeorar el asunto, ni siquiera es suyo.

Es un pago muy importante para una persona importante en un país importante, ha leído demasiado sobre Sindria. Por supuesto, alguien con tanto dinero como lo era Sinbad, que presume de haberse apropiado de un islote enorme y hacerlo un país ante todo el mundo.

Se sujeta con fuerza del borde de la ventanilla del avión, cierra los ojos bien fuerte.

¡La maleta!

Finalmente estaban en tierra firme, sintió perfectamente el golpe de las ruedas en el suelo. Al instante se quita el cinturón y se levanta, no obteniendo otra cosa sino un buen golpe en la rodilla con la pequeña mesa en el respaldo del asiento del frente. Solo aprieta los dientes y se queja bajo, luego se desliza hasta el estrecho corredor y busca por el suelo, al no encontrar nada se incorpora y mira a sus lados, la gente ha comenzado a levantarse también para salir. Esto no está bien. La maleta, ¿quién pudo haberla tomado?

A punto de comenzar a tomar bocanadas de aire, producto de sus nervios, nota algo de un color rojo brillante por entre la propia sombra de sus largas pestañas, y al levantar la vista nota la maleta. El alma regresó a su cuerpo. Tembloroso, alza ambas manos y toma la maleta, entonces la abraza y suspira.

— Vaya susto…

Con más alivio en el cuerpo, Judar se dispone a imitar a los demás pasajeros y caminar hacia la salida del avión, la escalera firme de metal lo recibe a Sindria junto a una aeromoza al final del camino y cordiales "Bienvenido" a cada pasajero que cruza esa puerta al aeropuerto.

Pero algo tiene bien claro.

Nadie va a recogerlo.

Junto al resto, se dirige ahora hacia la zona en donde recibiría el resto de su equipaje. Obtiene sus dos maletas sin más problemas, se cuelga una por el hombro y dos más las lleva arrastrando hacia una tercera zona, pasando de todas las personas. Mientras camina, va observando su nuevo entorno. Los aires sí eran nuevos, y por los enormes ventanales ve… un paraíso. Ve plantas enormes, alcanza a ver la zona hotelera también, y al centro casas, pero lo más vistoso… es el castillo.

Enorme y con un estilo arábico bien pronunciado, se alza por encima de todo. Allá al fondo lo ve, y debe admitir para él mismo que tiene toda la pinta de haberse salido de cualquier cuento.

O de la película de Aladdin Piensa para sí, todavía arrastrando sus maletas.

Sale del aeropuerto, el brillante sol le da una segunda bienvenida pero está demasiado ocupado buscando el camión que va hacia su hotel, tiene el boleto justo en el bolsillo del pantalón. Pero lo que se encuentra no estaba en sus planes, ni tampoco en el folleto.

Camellos, filas de caballos… y carretas.

— Que peculiar estilo~ —Escucha a un turista cualquiera.

— ¡Encantador! —Otra turista cualquiera.

— No sé qué hacer… —Murmura Judar a lo bajo. El único que no parecía tan emocionado por la clase de transporte por la zona. Traga saliva.

Parece que su comentario fue escuchado muy a su pesar, porque una dama acaba de voltear un poco la cabeza para verlo y sonreírle, casi se siente morir cuando además se detiene para que él la alcance.

Como si necesitara hacer amigos.

— ¿Perdido?

¿Oh? ¿Le está hablando? ¿A él?

Busca a la propietaria de esa voz, como si no la tuviera al frente ya. Solo quiere estar bien seguro.

— Algo… —Contesta, más por cortesía. Luego traga saliva.

— Es la segunda vez que vengo aquí. Mi nombre es Yamuraiha. No te vi en el avión, ¿en qué vuelo ibas?

— En el B… Y mi nombre es Judar, es un… gusto.

— ¿Lo es? Cariño, yo diría que es un susto. Tienes cara de miedo total.

— Perdón… —Aprieta los labios, avergonzado.

Socializar no es lo suyo.

Y encima la señorita parece tan agradable que no puede evitar sentirse mal consigo mismo por estar tan tontamente nervioso. Tonto, tonto Judar. Traga saliva por segunda vez, ¿o tercera? No importa, el punto es que está nervioso.

A Kougyoku no le gustaría verlo así. Seguramente ahora le estaría dando ánimos a lo lejos, animándolo a hacer una nueva amistad, a ser un poco más abierto…

Es momento de intentarlo, quizá tenga algo bueno que contarle a su amiga luego del viaje.

— Mi nombre es Judar y es, señorita, un enorme gusto el que me haya hablado. Provengo de Japón, en una provincia llamada Kioto. Trabajo como profesor de biología en una primaria, y también imparto la clase de botánica en una facultad de prestigio. Botánica aplicada a la medicina. Tengo 22 años. —Su voz, aunque un poco más firme, sigue teniendo ese ligero toque de nervios, que a la peliazul tanta ternura le ocasionó.

Y también una sonrisa.

— Judar, es un gusto. Yo soy Yamuraiha y mi nacionalidad es francesa, pero me he criado la mayor parte de mi vida en Japón junto a mi abuela. No trabajo por ahora, soy una estudiante de moda, arte y confección. Tengo 19 años. ¿Eres tan cerrado por tu nacionalidad?

Era una mujer algo directa. Asiente con la cabeza, a lo que Yamuraiha amplía su sonrisa.

— Eso es adorable. Soy alguien de confianza, no tienes que temer. Te ves cómo alguien agradable y me gustaría ser tu amiga. Comenzaré ofreciéndote mi ayuda. ¿En qué hotel te hospedarás?

— La reservación es para el Pleasure pleasure Shindoria.

Parece que su respuesta fue del agrado de la dama, ¿pero por qué ríe?

— Tu acento es adorable. No acostumbras a hablar inglés, ¿verdad?

— No mucho la verdad.

— ¿Prefieres hablemos en japonés?

Solo asiente con la cabeza.

— Bueno, Judar. También me voy a hospedar en ese hotel, podemos ir juntos y así te ayudo con el transporte, es de lo más peculiar.

Que hermosa pronunciación… Esta mujer era increíble.

Asiente a la pregunta, todavía pensando en el limpio acento de la dama. Ya le gustaría a él aprender tres idiomas, porque según lo que escuchó debe saber francés, inglés y japonés, ¿no?

En resumidas cuentas, lo único que había que hacer era mostrarle los boletos al chico tras el cartel con el nombre del hotel y este, amablemente, colgaría las maletas en el animal correspondiente y listo, el viaje estaba hecho. El hotel en cuestión tenía como transporte los caballos, Judar habría preferido mucho más las carretas por la seguridad del contenido de la maleta roja, pero estaba bien. Al parecer, los caballos estaban ya más que acostumbrados al mismo recorrido porque apenas Judar se acomodó el caballo comenzó a caminar, poniéndolo tenso.

Quien tenía las riendas era el caballo, y eso estaba bien porque Judar estaba irónicamente cansado. Yamuraiha y su corcel iban cerca al suyo, parecía muy animada. Era de noche, pero todo el camino estaba perfectamente iluminado. La gente estaba preparando puestos en cada esquina de cada manzana y algunos detenían la labor solo para voltear a verlos y saludar. La gente parece muy amable…

Sindria parece un sitio interesante. Con gente igual de amable, se pregunta si el rey será así. Sería más fácil entregarle el dinero así y luego disfrutar de los siete días de vacaciones planeados.

¿Debería hacerle una llamada a Judal en el hotel y agradecerle? Se había pasado de bueno con él en esta ocasión. Quizá tratando de compensar un poco su falta de presencia en el último año, aunque si lo piensa mejor no tiene sentido. De querer compensar algo, habría venido con él a este… paraíso.

— Mira Judar, ese sitio es fantástico. ¿Te gusta el pescado?

— No tanto, prefiero la carne…

— Oh. Pero… ¿de todas formas podemos venir aquí mañana, cierto? Muero de ganas por probar ese pescado zarandeado, y el coctel de camarón… Te va a encantar, vas a ver.

— Pues tiene un aspecto bastante hogareño. ¿Almorzamos aquí?

— Creo que comida está mejor. Podemos almorzar en el… —La ve fruncir las cejas, ¿acaso la ha molestado? — Lo siento, olvidé como se dice "hotel" en japonés.

— Hoteru.

— Gracias. Parece que todavía me falta estudiar algunas cuantas palabras sueltas.

— ¿Desde qué edad estás en Japón? —Ni siquiera piensa en la pregunta, simplemente la lanza. Quizá la confianza que Yamuraiha tiene a su alrededor le atrajo, ya no ve mal la idea de tener a su primer amiga en un viaje. En el avión no le interesó conocer a nadie…

— Desde los siete años. ¿Tú naciste ahí?

— Sí, en mi vida he salido del país hasta ahora, mi hermano me dio la oportunidad.

— ¿Él te pagó el viaje?

— Sí… —aunque es más bien por un favor, no porque Judal tuviera la intención de mandarlo de vacaciones. Judal ni siquiera sabe que tiene dos trabajos, ¿no? Está tan ocupado…

— Parece que aquí la gente es muy relajada. Mira eso. —Los codeos de la dama lo sacan de sus pensamientos. Se endereza y voltea a la dirección en la que Yamuraiha señala.

Era un hombre, saliendo de un establecimiento bastante llamativo y no exactamente por las hermosas mujeres de afuera, sino por todas esas luces color neón, la música tan suave y atractiva… El hombre era alto, de piel morena y extraordinario cabello plateado, puede ver también que su peculiar vestir tiene como accesorio cadenas, y lo miraba a él. Fijamente, no parecía muy contento, cosa rara porque tenía a sus costados a dos hermosas señoritas. Posiblemente sus conquistas para la noche.

— ¿Lo has visto alguna vez? —Le susurra Yamuraiha, y mira al hombre de allá con un odio tan mayúsculo que pone nervioso a Judar, más. — Detesto a los hombres así. ¿Sabes? Espero no lo conozcas porque estoy a punto de bajarme a darle un puñetazo. Cariño, ¿¡qué pasa con esas chicas!? ¿Les gusta esta clase de vida?

— Eh… Su-Supongo. Y no, no lo conozco.

— Pues perfecto. Ahora mismo voy a-

— ¡Yamuraiha!

Antes de que la peliazul en serio fuera a darle una paliza a aquél hombre, Judar alcanza a interponer el caballo para evitarlo. Con las riendas en mano, insiste con la mirada. ¿La chica era así de explosiva?

— A mí tampoco me agrada esa clase de vida en los heterosexuales. —Interesante palabra la que ha usado. — Pero no debes meterte en problemas en un país del que no eres más que una turista, mi hermano me ha contado cosas feas de esa clase de problemas. Vamos a disfrutar nuestras vacaciones, ¿verdad?

— Pues sí pero-

— No vas a cambiar a ese hombre con una paliza. Ni con una charla seguramente.

— Jó. Pues vaya bajón me estás dando, querido Judar.

Tan solo le sonríe, y luego sigue hablando.

— Muero de hambre, ¿Qué debo hacer para que los caballos vayan más rápido?

— Insiste muy suavemente con el pie. La verdad es que yo también muero de hambre, no puedo esperar por servicio a la habitación.

Cuando Judar volteó hacia atrás, aquél hombre no estaba ya, pero las chicas si, parecían confundidas. Traga saliva y mira al frente de nuevo, por alguna razón ahora siente miedo. ¿Y si ese hombre era malo? Aunque este sitio luciera como un paraíso tropical, jamás se sabe, y más encima si lo vieron salir de esa clase de edificio con dos señoritas de clara moral relajada.

El hotel era maravilloso, un edificio de nada más y nada menos que 17 pisos y una recepción bien grande y cálida, con una sala de estar amplia y con colores neutros, pero lo más impresionante era la cantidad de fuentes y áreas verdes que todavía rodeaban el edificio, además de una piscina de lo más enorme y muchas reposeras a su alrededor, en las que Judar ya estaba considerando pasarse una tarde, quizá tomar algo más de sol le ayudaría a su ya pálida piel.

Judar iba a hospedarse siete días en la habitación número 57, y Yamuraiha en la 25. Quizá no iban a estar tan cerca –muy a pesar de haberse registrado uno tras otro– pero ya habían cambiado números. Acompañó a Yamuraiha hasta el ascensor, hasta el segundo piso, pero Judar continuó hasta dos pisos más, pues su habitación está en el quinto piso.

Arrastrando las maletas, camina por un pasillo algo corto, que da vuelta luego de las primeras habitaciones. Continúa de largo hasta la 57 y luego baja la vista para ver la tarjeta. Pues vaya, vacaciones… No se siente exactamente relajado con tal botín en una de sus maletas. Debe entregar este dinero cuanto antes y luego, podrá disfrutar de todo este paraíso. Hasta entonces…

Pasa la tarjeta por el lector, la luz cambia de roja a verde y se escucha un clic instantáneo. Suelta un momento las maletas solo para sujetar el pomo, girarlo y empujar suavemente la puerta.

Lo primero que consigue ver es el suelo, de un color arena bastante bonito. Luego la primera pared, es de un azul pastel bastante agradable… Guarda la tarjeta en su bolsillo y toma de nuevo las maletas, entrando a la habitación. Empuja la puerta desde atrás con un pie y se adentra más en la habitación. Hermosa, sin duda alguna. Una cama enorme con limpias sábanas blancas y almohadas amarillas, una puerta blanca que muy seguramente da al baño, un balcón… un par de muebles y una tv también.

El hotel era precioso, sin lugar a dudas. Pero la habitación lo era todavía más. Deja las maletas a un lado de la cama y alza ambos brazos, luego los baja a sus laterales, extendidos, y estira un poco las piernas.

Un vuelo, luego un caballo, era muy pesado para el joven biólogo. Palpa la cama con una de sus manos y queda prendado de la suavidad de esta. Saca la tarjeta de su bolsillo y la deja en la mesita de noche, luego se sienta al borde de la cama y se quita los zapatos. Va a descansar hasta la siguiente mañana. Ya se disculpará con la señorita Yamuraiha cuando despierte por no cenar con ella.

- v -

Temprano por la mañana, lo primero que había hecho era revisar el móvil. Algunos cuantos audios de Kougyoku y una solicitud nueva en Facebook, de Yamuraiha. Claro que la aceptó, y casi al instante un mensaje de ella llegó preguntando si se encontraba en el hotel.

Luego de confirmárselo, ambos quedaron en desayunar juntos. Luego de un corto baño, Judar sale de la habitación, no sin antes decirse que luego del almuerzo irá a dejar esa escandalosa cantidad de dinero a su dueño para quitarse un peso de los hombros, y podrá enviarle algunas cuantas buenas fotos a su querida amiga.

La comida, que constaba en su mayoría de mariscos y frutas, era deliciosa. La cantidad de bebidas tropicales que se encontró solo en el restaurante del hotel le fascinó, y Yamuraiha se vio complacida con todas sus expresiones.

Luego de un placentero almuerzo, Judar casi se olvida de su deber, el motivo por el cual está en este país como un extranjero más. Regresa casi corriendo hasta la habitación, sintiéndose algo ansioso en el elevador.

Una vez con la maleta roja en su poder de nuevo, regresa al elevador para bajar hasta el recibidor, en donde le pide instrucciones a una señorita para llegar hasta el palacio.

Posiblemente el rey Sinbad sea un hombre ocupado, con tanto turismo en su isla es lo más seguro. Pero su hermano le informó al rey de su llegada, espera pueda ser atendido hoy.

Un día más con esta carga y se va a volver loco.

Conecta sus audífonos al celular, elige una canción entre tantas y guarda el celular en el bolsillo de su sudadera amarilla, perfectamente combinada con su pantalón azul menta. Se inclina un poco hacia adelante y se acomoda bien los converse blancos. Baja por completo el zipper de la sudadera, mostrando así una camisa color melocotón. Quizá ahora no parezca el profesional hombre que enseña en el laboratorio pero, este era él fuera del trabajo, solo un hombre jovial y relajado, que gusta de los colores extravagantes. Vuelve a pasarse todo el cabello, que se vino hacia adelante apenas se inclinó, hacia atrás. Cabello que ahora adorna en una trenza completamente normal.

Toma con la mano derecha la maletera roja deportiva por las correas y se la echa al hombro.

Mientras camina por la calle, va esquivando a las personas más por costumbre que por ir pendiente, porque ahora solo puede preguntarse con la cabeza bien fría ¿cómo es que su hermano se metió en esta deuda? ¿Cómo conoció al rey de este paraíso tropical?

Sin darse cuenta pasó de la zona hotelera a la zona comercial, en donde la gente parecía escasear un poco más, quizá porque todavía era temprano y no todos los puestos del enorme mercado estaban abiertos. Y aun así, había ya algunas personas comprando.

— Ay cielos, no esperaba fuera tanto… Tan pesado…

— ¿Necesita ayuda?

No sabe por qué se lo preguntó, si podía solo seguir de largo… La mujer, de edad madura, pareció sorprenderse al verlo, pero tanto… que dejó al hombre confundido. Parece que acaba de ver a un fantasma o algo así. Luego frunció las cejas y giró la cabeza hacia otro lado, pasando de él, incluso Judar pudo sentir algo de desprecio en ese dorado mirar.

¿Dijo algo malo, su inglés la ha ofendido?

— ¿Señora?

— No debiste volver.

— ¿Eh…?

La mujer, de largo cabello negro y perfil algo bajo y tranquilo, parecía muy grosera ahora. Eso lo confunde.

— Vete de aquí antes de que él te vea.

— ¿Quién…?

Era una mujer algo extraña, aunque Judar solo ofreció ayudarla con esas pesadas bolsas… Levanta ambas manos y se retira los audífonos, quizá ha estado escuchando mal.

— Lo siento pero creo que no le entendí bien, ¿me ha dicho usted que no debería estar aquí? Y a quién debo evi-

Jamás en su vida había recibido una bofetada. Siempre había sido un chico tranquilo, quizá algo asocial pero no un mal chico, y al crecer esto no cambió mucho, quizá ahora era un poco menos desobligado… con dos trabajos, cualquiera cambia. Pero que una mujer extraña le diga cosas extrañas, y actúe así de extraño, está bien, quizá la dama tiene algún problema.

Pero que lo bofeteara no tenía razón alguna. Perplejo, el profesor se lleva la mano a la mejilla y la palpa apenas con las yemas de sus dedos. Le arde… Fue una fuerza que le movió un poco la cabeza y lo paralizó por unos momentos, acompañado de un ardor y de tener esa mano todavía en la mejilla.

— ¡Mi hijo te matará si te ve, largo de aquí Judal!

Demasiado asustado como para hacer otra cosa, el muchacho solo vuelve a colocarse los audífonos y sale corriendo, lejos de esa mujer. Si, ni siquiera pensó en que dijo el nombre de su hermano.

Mientras más se alejaba de la mujer, más ansioso comenzaba a sentirse. Tenía una linda marca en la mejilla izquierda y tenía tremenda cara de susto mientras caminaba, sin duda nada bueno para la realeza a la que iba a visitar. Mientras camina, a paso rápido, comienza a sentir que esta zona comercial era realmente grande, por más que camina y camina no siente que avance demasiado, ¿o quizá sea porque no para de mirar el castillo allá a lo lejos mientras avanza?

Casi tropieza con sus propios pies, es ahí cuando finalmente espabila y, todavía confundido, vuelva la vista al frente.

Esa mujer estaba loca, ¡como una cabra!

Ya tiene algo interesante para contarle a Kougyoku.

El camino hacia el palacio comienza a volverse un poco pesado, o quizá el sol y su sudadera no son buena combinación, pero no quiere parar y quitarse el suéter ahora. El camino comienza a llenarse de arena, arena que es traída desde la playa por las personas y los vehículos. Va con cuidado porque no le hace mucha gracia llenarse de arena la ropa.

Cada vez se acerca más y más, es mientras sube las escaleras que comienza a tranquilizarse un poco luego de la sorpresa de hace rato. Con lo que ha caminado, un aproximado de tres kilómetros, le parece extraño que todavía el sol no esté en todo lo alto. No es que tenga mala condición, pero a pesar de ser un hombre con unas lindas piernas largas, es bastante lento.

Aquella mujer debió haberlo puesto muy nervioso.

Como sea, termina de subir el primer piso de escaleras y mira hacia arriba, resignado. Ahora que su mente no está dando vueltas por ahí, siente un poco de pesar. Es demasiado… Pero posa un pie sobre el siguiente escalón y continúa el camino. Cada vez está más cerca, pero al detenerse otro momento para ver lo que ha recorrido…

Esta isla es bastante extraña, no era plana ni mucho menos. Era como una larga pendiente con pisos, donde las escaleras importaban. Podía diferenciar perfectamente la zona hotelera desde esa altura y la comercial, pero también aquellas largas extensiones de tierra fértil, y las casas de la propia Sindria.

Ahora mira hacia adelante. Allá está el castillo, en todo lo alto. Mentalmente se pregunta si el rey Sinbad tiene alguna especie de sentimiento de grandeza, se pregunta si disfrutará verlo todo desde arriba…

— Debe tener unas vistas maravillosas.

Continúa el camino, casi trotando en las escaleras hacia arriba, que pesado comenzaba a hacérsele, el dinero pesaba tanto… Seguramente ya estaba rojo. Termina por subir todas las escaleras, el palacio es todavía más grande desde esta perspectiva, ¡era enorme! ¿Quizá cinco cuadras? De largo al menos, quizá más. Traga saliva muy duramente al ver a los guardias, que al instante lo voltean a ver.

Un tercero aparece de detrás de una de las altas paredes que rodean todo el palacio, acercándose a él.

— ¿Por qué estás aquí?

Inglés, no me traiciones ahora.

— Tengo que entregarle algo al rey. Es respecto a una... deuda.

Los tres guardias se miran entre ellos y después miran la maleta del más joven. Claro que Judar entiende de inmediato y se hinca en el suelo, mismo sitio donde también deja la maleta, y la abre.

No conformes, uno de los guardias mete la mano y escarba un poco, incluso tira algunas monedas, las cuales Judar pronto se encarga de recoger y de regresar a su sitio. Judal no le perdonaría si pierde algo de esta cantidad, ¡que la ha cuidado con mucho mimo!

— Si es una deuda, puedes dejar esto al visir. En el ala est-

— N-No, por favor. Necesito dejárselo al rey en persona.

El guardia tuerce un poco el gesto, no tan conforme. La seguridad del rey es muy importante y Judar lo entiende, ¡pero vamos! Solo deja el dinero, agradece, lo felicita por tener un país tan bonito y ya, se va, ¿es fácil? Sonríe nerviosamente al guardia, quien finalmente hace un gesto con una de sus manos.

Otros dos guardias más adelante, que no había visto, asienten y enderezan las armas, dejando la puerta a la vista.

Judar traga saliva duramente, algo nervioso. Toma su maletín de nuevo tras cerrarlo y se lo echa al hombro.

Algo cabizbajo, se abre camino hasta la puerta, la cual empuja muy suavemente hasta que el hueco entre lado y lado es suficiente para que él pase.

Queda absolutamente maravillado por la vista. Era una enorme habitación dorada, con una carpa bordada de rojo y oro también, con el piso más elegante de madera que alguna vez se haya imaginado. Columnas son las que separan los pasillos de los laterales a esta enorme sala principal, y en el techo… Arte. Puede admirar cada pintura mientras camina hacia adelante lentamente, pintura sobre una superficie lisa de color blanco, pero hay un detalle que… ¿eso es mármol?

Vuelve la vista al frente, pero allá en la silla del frente, en donde debería estar el rey… no hay nadie.

Pero no le han negado la entrada, quiere suponer que no ha pillado al rey con trabajo.

Tampoco ve a nadie a la vista como para preguntar.

Vuelve a ponerse nervioso, y se queda quieto en mitad de ese enorme salón sin darse cuenta. Ve a un lado, luego al otro por el pasillo. ¿Dónde…?

— ¿Se te olvidó llevarte algo más? —De pronto escucha una voz, algo ronca y no tan amistosa. Era la voz de un hombre sin lugar a dudas.

Abraza con mucha fuerza la maleta y da un salto en su lugar, uno de los más gracioso. Peor cuando siente una mano en su hombro que lo hace girar en su lugar, solo consiguiendo ponerlo todavía más nervioso. Por fin lo puede ver, es un hombre de tez bronceada, de dura mirada… de ojos dorados, cabello largo… lo mira fijamente, solo apretando los labios.

¿Este era el rey Sinbad, cierto?

Que alto estaba el hombre.

— ¿Dis…culpe? —Consiguió decir luego de un rato, en el que el rey se limitaba a apretarle un poco el hombro y a verlo a los ojos.

Vaya mirada, se siente… intimidado. Aunque tampoco es que sea difícil intimidarlo.

— Te estaba esperando desde anoche.

¿Su hermano le habrá avisado…? A punto de contestar, Judar es callado, pues la mano del rey pasó desde su hombro hasta su barbilla, no solo obligándolo a levantar el rostro sino a callar, pues el pulgar se le presiona en el labio inferior.

Cuando su rostro queda un poco más claro ante los ojos del rey, este alarga una sonrisa que hace que el corazón de Judar comience por fin a saltar en su pecho, completamente ansioso, nervioso.

— Anoche Sharrkan llegó a mi jardín especial, dos tonos de piel más claro. —Comenzó a relatar el rey, mientras su mano libre le quitaba la maleta al turista. Vaya, ¿por qué pesa tanto? La deja caer sin cuidado a un lado de ellos, consiguiendo así que la mirada de Judar bajara al suelo, concretamente a la maleta. Eso fue de molestia para el rey, por lo que prosiguió con su narración. — Juraba haberte visto. —Pasa su mano debajo del brazo del otro y la aferra a la cintura, bajo la sudadera pero encima de la camisa. Que colorido aspecto, no lo recordaba así.

También siente que da otro salto, y ahora tiene esas pequeñas manos en los antebrazos, aplicando presión.

Quiere escapársele de nuevo.

Judal es muy bueno con eso.

— Pensaba que me darías una visita nocturna.

— Yo no- Lo siento. De-Debí haber venido cuanto antes. Pero tengo su dine…

Auch. Le está apretando muy fuerte la mandíbula de nuevo, obligándolo a callar y a cerrar sus ojos con fuerza. Era muy fuerte, pero no tiene derecho alguno a tratarlo así… Abre un poco sus ojos, lo suficiente para ver al rey. El brillo de antes ya desapareció casi por completo, dando paso así a una furia contenida, como si este hombre en verdad lo odiase.

— Rey Sinbad…

— Yo no quiero dinero, quiero la joya.

¿La joya? ¿Qué joya?

La duda se refleja en su rostro, algo deformado por miedo. Una de sus manos va hasta la muñeca del rey, apretándola algo fuerte. Que se detenga, siente que va a romperle la mandíbula. Su vista comienza a volverse algo borrosa, el miedo hará que comience a llorar.

— Yo no sé na-da de esa… joya… —"de la que usted habla" quiso terminar, pero ni chiste, esa mirada advierte que como siga hablando algo muy malo le puede pasar.

— No mientas. —Insiste, y para dolor de Judar, vuelve a apretarle con fuerza la barbilla, pero ahora insistiendo con pulgar e índice en las suaves mejillas del pelinegro, deformando más esa bonita cara.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse, para sorpresa del rey, quien de inmediato deja de apretar, perplejo.

Jamás ha visto a Judal llorar.

No, no piensa caer de nuevo en los juegos del otro, con la vez anterior le bastó. Vuelve a endurecer la mirada, pero ahora ambas manos van a más mejillas del menor, manteniendo el rostro de Judar quieto. Luego lo gira un poco a la izquierda y se inclina, encajando sus labios en los rosaditos del profesor. Así de cerca, prefiere cerrar sus ojos para no marearse y piensa que es lo mejor, siempre suele ceder ante las lágrimas pero esta vez no. Las mejillas de Judar se encienden todavía más, y se queda completamente congelado en su sitio, pero reacciona rápido en cuanto el rey comienza a mover sus labios contra los suyos, de manera insistente.

Por todos los Dioses, jamás lo habían besado.

Se estremece de pies a cabeza y suelta una queja, antes de juntar bien sus labios y negársele, esto está mal, no se siente bien. Primero lo asusta así, le dice cosas que no entiende y luego… y luego lo besa, era un rey grosero, era un rey malo… De nueva cuenta, sus ojos se humedecen y consigue ladear la cabeza para evitar el contacto, pero esas manos no tardan demasiado en regresarlo a su puesto, haciendo que su esfuerzo sea completamente en vano.

Su cuerpo comienza a temblar, alza una mano e intenta lo más obvio, propinarle un buen golpe y quitárselo, pero nada de eso porque el rey, intuitivo, lo aprieta más a su cuerpo y con cuidado, lo inclina hacia atrás; por un momento el cabello de ambos obedecen la gravedad y caen juntos, mezclándose negro con morado. Por el nuevo miedo a caer es que ahora Judar se aferra a ambas manos a los brazos de Sinbad, y al querer quejarse…

Se sobresalta, acaba de morderle el labio.

Cierra con fuerza sus ojos, ahora lo succiona y Judar no puede hacer nada para evitarlo, ¿se puede obligar a corresponder un beso? Pues tal parece que sí, porque Sinbad acaba de conseguirlo.

En medio de toda esta tormenta, el rey entreabre los ojos un poco para ver a su preciosa presa, pero con molestia.

No está para nada sumiso, todavía intenta escapar de él, ¿por qué?

Gruñe y finalmente lo endereza, cortando el beso.

Al soltar al muchacho, las temblorosas piernas de Judar dejan de funcionar e inevitablemente cae de rodillas al suelo, cubriéndose la boca con ambas manos.

Vamos, que si la situación fuera otra, y no le hubiera dicho antes todas esas cosas tan extrañas, hasta lo pudo haber disfrutado, ¡de ley, esta era la fantasía de todo buen gay! Ser besado por un hombre tan apuesto, pero Judar ahora no podía estar más asustado. Ahora cubre sus ojos y se muerde fuerte el labio, completamente rojo, avergonzado y humillado. Oh, y tembloroso.

Con las piernas todavía temblando, y ante la atenta mirada de un muy molesto Sinbad, Judar se levanta. Tiene toda la intención de salir corriendo y dejar solo la maleta con el dinero, que el rey se encargue de eso, poder tranquilizarse lejos y no volver, pero apenas intenta dar un paso siente como si pisara el cielo, y la sensación de vértigo llena de nuevo su estómago. Estuvo a punto de volver a caer, pero Sinbad alcanzó a sujetarlo, con una ceja enarcada.

— ¿Qué tanto actúas? Ni siquiera es divertido.

¿Actuar?

Le contestaría, pero siente que si habla su voz va a ser terriblemente aguda.

Diablos, debe verse patético, acaba de recibir un beso de semejante hombre –el cual por cierto, intentó evitar a toda costa, que estúpido– y solo reacciona así, asustado, llorando…

Pero diablos, esto le puede.

— Yo no- —Mejor se calla, como lo pensó su voz está algo tocada.

Se descubre los ojos, ahora rojos, y se abraza a sí mismo, intentando ahora retroceder algunos pasos, pero como estaban sus piernas ahora poco podría avanzar.

De todas formas, dejarlo escapar no estaba en los planos de Sinbad. Fastidiado, concluye en que el viaje lo tiene raro, y solo comienza a caminar hacia él. En el camino, aprovecha para tomar las correas de la maleta con una mano.

— Vienes conmigo, chaton* (*gatito)

- v -

— ¡Le estoy diciendo que me deje! ¡A-Ahora mismo!

— No quiero, cállate. Tú y yo tenemos algo muy serio que arreglar entre manos. ¿Pensabas que podías salirte con la tuya?

No estaba siendo para nada gentil con su muñeca, prácticamente estaba obligando al profesor a caminar por los pasillos, y aunque Judar insistiera en soltarse no podía. Era un hombre en serio fuerte.

¿Qué era lo que había hecho para ser tratado así? El pobre estaba muerto de miedo mientras era literalmente secuestrado por el mismo rey, ¡algo aquí está verdaderamente mal! Algo en su bolsillo comienza a vibrar, y el rey lo nota.

Lo detiene a mitad de un pasillo, en el segundo piso, y tras hacerlo girar y quedar de cara a la pared, siendo presionado por una mano y una pierna ajena que le obligaba a mantener separadas las suyas. El hombre era bueno, ¡pero estaba haciéndole todo esto a la persona equivocada!

¿Era un pecado en este país desayunar o algo así?

Vuelve a estremecerse cuando el rey mete la mano en su bolsillo delantero del pantalón, y traga duramente saliva. Da otro salto cuando esa mano palpa sin pudor su muslo y se muerde el labio, todavía más nervioso si es que se puede. Esto era una tortura para el chico, realmente.

Intenta juntar las piernas, pero la pierna del rey insiste y las separa todavía más, haciendo que a ese nerviosismo y ligero sentimiento de miedo, se le agregue el de la frustración.

Por fin la mano del rey encuentra el celular de Judar y lo saca, pero al verlo entrecierra los ojos.

Este no era el que le compró. Je, ¿tan asqueroso fue para Judal?

Chista la lengua, y desliza el dedo por la pantalla de abajo hacia la izquierda para contestar la llamada.

¿Judar? Hola cari~ Estaba pensando en que más tarde podríamos ir a comprar algo playero, voy de camino al hotel ahora mismo, ¿estás en tu habitación?

Era Yamuraiha. Judar gira un poco la cabeza para ver al rey, y luego mira su celular.

— ¡Ayu- —Sí, que tonto había sido, estaba a punto de pedir ayuda, pero el rey de inmediato colgó la llamada y gruñó, nada contento con la actitud del muchacho.

Luego de un rato, en que el rey susurró algunas palabras no tan agradables cerca del oído de un asustado Judar, el celular volvió a sonar.

Esta vez, Sinbad se lo guardó en su propio bolsillo y de nueva cuenta hizo girar al muchacho, lo volvió a tomar de la muñeca y continuó con el camino hasta una habitación, en donde lo hizo pasar y prácticamente lo tiró al suelo, cerrando la puerta de un portazo.

Judar lo ve desde abajo, encogiendo sus temblorosas piernas y curveando sus cejas hacia arriba en un gesto de profundo miedo, esos preciosos ojos suyos húmedos mejoran el aspecto de corderito asustado.

— Si crees que esto —Le arroja la maleta a Judar, quien no alcanza a sujetarla bien y esta termina golpeando su vientre, sacándole un quejido de dolor. — Va a compensar lo que te llevaste, no es así. Devuélveme mi joya, Judal. No te irás de aquí hasta que regrese aquí. —Y se señala la especie de corona-turbante que lleva en la cabeza, específicamente el adorno de hermosas plumas verdes, el profesor notó que había un hueco ahí.

Todavía adolorido, Judar echa la maleta a un lado y vuelve a abrazarse a sí mismo.

¿Acaso piensa mantenerlo ahí, en serio?

— Rey Sinbad, le juro no sé de qué joya está hablando. Si le gusta jugar con los turistas, yo… N-No me estoy divirtiendo.

— Deja ya el juego, Judal. —Bufa Sinbad, completamente hastiado.

— Judar… —Susurra débilmente, pero el rey enarca una ceja, claramente lo escuchó. Judar se limpia las lágrimas con las manos, y luego vuelve a abrazarse a sí mismo, todavía sin el valor para levantarse. — Mi nombre es Judar, no Judal. Ese es mi hermano…

Una carcajada llena la habitación, y Judar siente una corriente eléctrica recorrer toda su espina dorsal, haciendo que se ponga recto al instante y apriete los dientes, por alguna razón avergonzado.

— ¡Hermano! —repite Sinbad, todavía entre una furiosa risa, y de repente deja de reír para verlo con mucha seriedad. — Serpiente mentirosa, deja ya de mentir.

— ¡No le miento! Fue mi hermano quien pagó mi viaje hasta aquí so-solo para entregarle este dinero, luego de eso yo podría tomar una semana de vacaciones y listo.

El rey avanza un par de pasos y estira un brazo, cuando la mano del rey llega a su mentón, Judar lo ve fijamente a los ojos, aunque intimidado intenta mostrar algo de orgullo, aunque este sea prácticamente inexistente. Lo suelta y toma vuelo con la mano, regalándole a Judar una fuerte bofetada que lo dejó pasmado de nuevo, justo en la mejilla que todavía tenía sana. Fue tan fuerte que incluso su cabeza se movió un poco.

Las lágrimas regresaron, mientras sus manos apretaban los bordes de su suéter con muchos nervios.

¿Qué clase de rey era este…? El hombre risueño que había visto en los folletos no se parecía en nada a este hombre tan cruel, tan testarudo…

— Basta… Por favor, yo no le estoy mintiendo, rey Sinbad… Yo no le estoy… —su labio inferior tiembla ahora.

— Pruébalo. Tienes solo una llamada. —Con fastidio, el rey busca entre toda la tela blanca el bolsillo y saca de ahí el celular del chico, se lo tiende de forma desinteresada, incluso en sus ojos se nota que el rey no le cree nada.

Rápidamente el menor desbloquea el celular y busca entre la carpeta de contactos, leyendo rápidamente los nombres.

Se queda un momento en "Kougyoku Ren" pero luego, descarta la opción. A quien necesita es a su hermano.

Sigue bajando en la lista y luego sube de nuevo, topándose con el nombre de la manager de su hermano. Aprieta los labios, y rápidamente hace un cálculo mental de la hora en Japón. Si no calcula mal, ahora deben ser las siete de la tarde… Presiona el nombre de "Mira Dianus"

Al cabo de tres tonadas, la mujer contesta.

¿Judar?

— Señorita Mira, por favor, necesito a Judal al habla.

Ah, ¿no te dijo? Salió de vacaciones hace ya dos semanas. Ni siquiera yo sé a dónde se fue ese chico.

Mientras el rey mira fijamente el celular, ahora confundido, Judar siente que su corazón se estruja.

"Yo también tengo trabajo. Ya usé mis vacaciones en año nuevo para estar contigo, ¿lo olvidas?" Le había dicho Judal… "Tu hermano jamás te ha apreciado, ¿no lo recuerdas?" le dijo Kougyoku en su momento, días antes del vuelo. "¿no te das cuenta de que solo se aprovecha de tu cariño?" y él le pidió que no dijera tales cosas de su hermano, completamente ingenuo.

— ¿Sabe… cuándo volverá? —Preguntó luego de un rato, en que solo miraba al vacío.

Ni idea, ¡pero como no esté en Japón para noviembre, te quedarás sin hermano!

— Mu-Muchas gracias, señorita… —Y colgó.

Estaba condenado.

Judal había robado la joya y lo había mandado a él a cubrir la deuda.


Y llegamos al final… Ha sido un capítulo ligeramente largo, pero que comienza perfectamente la semana de actualizaciones de año nuevo. ¡estén muy pendientes de la siguiente! Ya pondré en el grupo una encuesta para decidir cuál actualizaré primero.

Y la decisión está entre: Idol y Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fue?

Si quieres participar en esta y futuras encuestas, darme tu opinión de forma más personal –puesto que uso mi cuenta personal para managear el grupo, y no me cierro a solicitudes de amistad– puedes buscarnos en Facebook como Comunidad SinJu, y también un grupo (groups/1655675301321074/?fref=ts) Donde es más sencillo quemarme por no actualizar rápido, o hacerme preguntas(?

¡Si van a salir, cuídense mucho y diviértanse por mí! Porque seguro no saldré (¿?) Y si se quedarán como yo, en casa, ¿por qué no hacer a una escritora feliz y comentan este fanfic con su opinión? ¡regresa la pregunta del capítulo! Y esa es: ¿Cómo te sentirías en el lugar de Judar?

Nos vemos pronto, muy pronto~ ¡Feliz año nuevo! Recibamos el 2017 con ánimo desde donde quiera que estemos y esperemos, sea mi año de actualizaciones. (? ¡Senpai, te quiero, y a ti también mi querida Tam!