¡Hola mis lectores! Llevaba tiempo queriendo escribir algo así con estos. Y usar a Hinata de este modo. Me refiero, cubrirla de esta forma. Es el patito feo, para que me entiendan. No quiero hacerla tan perfecta como en muchos otros fics.
Datos del fic:
Título: Corazón de sueños.
Parejas: NaruHina, SasuSaku, Shikatema, InoSai, GaaMat.
Temas: Romance, humor, drama, musica, violencia, maltrato físico y psicológico.
Ranking: M.
Disclaimer: Los personajes utilizados no me pertenecen, son de su respectivo autor y usados sin animo de lucro. Cualquier parentesco del fic ocn la vida real u otra plataforma, es puramente casualidad.
Resumen:
Si había algo más horrible para un adolescente, era ser gordo, tímido y anticuado, especialmente, en Konoha, donde todos los adolescentes que acudían pertenecían a empresas de modelaje, eran cantantes o simplemente modelos. Hinata estaba ahí para convertirse en mánager en el futuro, pero su aspecto siempre le había ocasionado problemas. Cuando las elecciones de mánager estaban al caer, nadie la quería, incluso la menospreciaban.
Hasta que un buen día, tres miembros de una banda de Rock, bastante famosa, decidieron que ella sería su mánager. Hinata estaba completamente convencida en poder hacerlo, aunque no supiera nada de Rock, no pudiera seguirles el ritmo sin jadear y estuviera muerta de amor por uno de los guitarristas.
Capítulo 1º
Pruebas de mánager
Si tu corazón ocultas en una carcasa, no quiere decir siempre que esté protegido.
—&—
—Aquí tienes.
La tarjeta salió despedida de la cajetilla. Blanca, forrada, con sus señas y una fotografía de esas que cuando te la hacías, esperabas salir de un modo genial para terminar siendo la cosa más horrorosa que hubieras visto jamás. Su nombre en letras negras, fecha de nacimiento y las señas necesarias.
Hinata Hyûga era su nombre. Diecisiete años su edad. En plena racha final de adolescencia. Su tarjeta de estudiante marcaba tercera en estudios de su —esperaba—, futura carrera. En letras rojas, en la parte trasera, marcaba su titulación.
Suspiró y guardó la tarjeta en el bolsillo interior de la cartera. Estaba realmente nerviosa, tanto, que sus dedos fallaron de tal modo que la cartera descendió de su agarre hasta el suelo. Todas las monedas desparramadas por el suelo y risitas tras su espalda. Las recogió nerviosamente, mientras la mujer tras el cristal volvía a abrir la cajetilla con los documentos que había ido a buscar.
—Por favor, señorita, hágase a un lado para que la cola pueda avanzar.
—S-sí— respondió cogiendo con torpeza los papeles y terminaba de recoger las monedas.
Nadie se inclinó a ayudarla. Nadie lo haría.
Parpadeó para evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos y al terminar, salió corriendo a través de los pasillos.
Era una estudiante del afamado Konoha Artistes School. Cualquiera que conociera el hombre pondría cara de asombro o tristeza. Porque en este instituto podían pasar dos cosas: O subías al estrellato o caías.
Todos querían ser estrellas de rock. Actores reconocidos y afamados. Escritores famosos que llenaran la mente de cosas interesantes o banales a futuros lectores. Cualquier oportunidad de ser artista, estaba en él.
La tímida Hinata no se había metido ahí porque quisiera ser la protagonista de una película. Tampoco quería subirse a un escenario para cantar o tocar un instrumento. Ni mucho menos escribir historias. Le gustaba leerlas, pero era totalmente incapaz de escribir algo más que un párrafo. Tampoco quería ser directora y dirigir una película en Hollywood. No. Su sueño siempre había sido diferente.
Ella quería ser mánager.
Siempre que lo decía, se reían de ella. Se burlaban de que fuera capaz de hacer algo por otra persona, de llevar al estrellato a alguien buscando oportunidades. Ella, tímida, incapaz de terminar una frase.
Pero su carácter no era lo peor.
Para los demás, era realmente imposible creer que una chica con gafas, acné juvenil, con demasiadas tallas para ella y una torpeza inigualable, pudiera ser una mánager. Había sido su sueño desde niña. Su padre no lo vio como un mal futuro, si deseaba hacerlo, que lo hiciera. Si no lo lograba, tendría que atenerse a las consecuencias.
Hinata no podía permitirse perder su sueño de ese modo. Pero era su última oportunidad ese año. El último concurso de mánager al que podría presentarse.
KAS* solía celebrar eventos para sumar puntos rápidamente para los estudiantes. Muchos incluso, si quedaban en primer lugar, tenían oportunidades especiales. Si eras un escritor, podrías publicar tu primer libro. Si eras cantante, tendrías tu primera actualización como telonero. Si tocabas un instrumento, podías tocar en un grupo importante. Si eras un mánager, podías escoger a quien representar.
Siempre había soñado con ello.
Se escondió en su rincón predilecto. Unas escaleras que estaban abandonadas y que nadie utilizaba. Quizás que estuviera detrás de la pared donde solían estar los escritores, afectaba. Ella era callada y silenciosa, por eso nadie solía decirle nada.
Abrió su agenda y revisó que el disquete estuviera en su lugar. Había preparado una presentación increíble de por qué alguien debería de hacerla su mánager. Todo sumamente ideado y planteado. Ella podía exponer muchas cosas.
La salud de su artista primero que nada. Los conciertos, donde buscarlos, con detalle. Qué tipo de público buscar. La ausencia de drogas. Todo.
Hasta el mínimo detalle.
Se había presentado los dos años anteriores. El primero fue incapaz de hablar. El segundo desparramó todas las pancartas por el suelo. Solo consiguió risas y burlas. Incluso pese a pasar desapercibida frecuentemente, durante unos meses fue causa de burlas de muchas personas. Se prometió a sí misma encontrar una manera de prepararlo de forma que no necesitara tanta pancarta ni pasara tanta vergüenza con sus errores.
Solo esperaba que la informática no se pusiera también en su contra.
Inscribirse era fácil. Lo acababa de hacer. Tenía sus papeles que la acreditaban como apta, porque en materias tenía una nota excelente. Solo estaba el detalle de las presentaciones. Como en ese momento.
¿Pensar en desnudos? No funcionaba en absoluto con ella. No podía imaginarse a la gente de cualquier otro modo que no fuera como monstruos dispuestos a reírse de ella en cualquier momento.
Solo esperaba poder encandilar a algún juez samaritano que comprendiera que su esfuerzo era real y no banal como se empeñaban en verlo.
Estaba completamente muerta de miedo, sí. Pero tan emocionada que no podía perder la esperanza. Si lo conseguía, regresaría a su casa emocionada, haría sus maletas y se mudaría a los dormitorios principales de la escuela, donde tan solo los elegidos podían entrar tras ganar.
Podría independizarse. Ganar dinero. Vivir su vida libre de cualquier otra que su padre pensara para ella.
Sonrió, feliz y sacó un pequeño espejo para poder verse.
Las gafas de montura gruesa no ayudaban demasiado a su imagen, pero servían para cubrir su cara. Sus ojos extraños no habían agradado demasiado en el mundo artístico, pues más bien los veían como algo espeluznante que traía mala suerte. A ella le gustaban. Los había heredado de su difunta madre.
No podía hacer mucho más con su aspecto. Un retoque de labios, un poco de retoque en sus cabellos y rezar porque ninguno de sus granos resaltara de una forma espantosa y llamara más la atención que ella en sí.
El sonido de una guitarra de fondo la hizo regresar en sí. No era que nadie estuviera tocando, era la curiosa y perfecta campana que tenían en ese lugar. Todo tenía que estar enlazado a la música, al arte, a la escritura. ¡A la vida!
Se levantó, pegando la bolsa contra su generoso pecho y echó a correr. Su número de audiencia era el diez. Solo unos pocos clasificados tenían esa oportunidad. Quizás simplemente querían un poco de humor antes de que todo se volviera un muermo y la usaban a ella.
No importaba. Esa vez, no iba a ser como las demás.
Pese a no cesar de repetirse ánimos a sí misma, ver la situación frente a sus ojos era terror puro y adrenalina en sus venas. La vergüenza estaba por echarle a perder los ánimos.
Demasiada gente había acudido ese año. Era el último para muchos, como ella, de poder participar. Así como habían salido muchas bandas recientemente a la luz, buscaban mánager que se encargara de todo. Incluso pudo ver algún que otro modelo esperando mientras miraba aburrido el móvil.
Todos estaban ahí.
Incluso los jueces, sentados tras su palco, con pequeñas cartulinas para dar puntos y con sus hojas que a saber qué escribían. Muchas veces se había preguntado qué se necesitaría para ser juez. Suponía que garabatos, juicio increíblemente reciproco y mucha mala leche.
Uno a uno fueron pasando los diferentes participantes. Todos con explicaciones correctas de su futuro trabajo. Con promesas y esperanzas expuestas en sus palabras que rápidamente cayeron bajo el peso de un juzgado nada amable, para su desgracia personal.
El uso de pancartas. De canciones. De frases de literatura. Nada parecía convencerles.
Hinata temía que todo su número preparado terminaría siendo tirado a la basura en su última oportunidad. Sería el hazme reír de nuevo de todo el mundo. Ya había algún que otro participante que la señalaba y reía entre murmullos que claramente hablaban de su persona.
Jugó con sus labios con nerviosismo, avanzando a medida que la cola desaparecía ante sus ojos. Cuando llegó su turno, tuvo que coger aire y dispuesta a comérselos, subió los peldaños.
Lástima que su pie decidiera que las distancias no eran correctas y cayera de bruces contra el suelo. La maldición de la segunda vez parecía repetirse.
Levantó y tras disculparse, recogió sus cosas. La gente ya la miraba no por su trabajo, si no por su afán de ver diversión y distraerse de tantas patochadas. Encendió el ordenador y rogó porque funcionara. Tras conectarlo a diversos cables, le dio al play y esperó que la secuencia hablara por sí misma.
Había preparado un video con imágenes preciosas que había pedido prestadas en el grupo del arte. Tenía frases de historias de libros de autores que habían salido de esa escuela. Fotografías de bailarines y especialmente, música de fondo de algún tipo de grupo musical que le había gustado. Su voz se escuchaba a través de los mafles, clara, explicando todo con sumo detalle.
Uno de los jueces levantó la mano y tuvo que pausar todo.
—Señorita. Es muy bonita la representación, pero dígame: ¿Tiene usted voz?
Hinata enrojeció, sorprendida.
—Claro que sí— respondió.
El sujeto volvió a mover la mano, como si en cada gesto delatara que su pregunta era tan importante como parecía ser.
—Entonces. ¿Por qué lo está reproduciendo una máquina en vez de usted?
Sorprendida por la pregunta, jugó con sus dedos tras la espalda.
—Creía que… innovar era algo que también un mánager debía de hacer. Sin innovación, nunca provocaría que su representado fuera llamativo.
Otros de los jueces se adelantó al primero.
—Sí, desde luego. Pero ¿irá a todas las reuniones con su ordenador y expondrá de ese modo, esperando que otras personas vean un video como este? ¿No creen que querrán escuchar muchas otras cosas? Como su voz, por ejemplo.
—S-sí, pero…— la voz empezaba a fallarle, a descender.
—Si no es capaz de plantar cara a lo que se necesita. ¿Cómo podemos esperar que una persona así sea capaz de sacar adelante los sueños de otras personas?
Aquello le caló profundamente. Mordió su labio inferior.
—Pero… ser mánager también es mi sueño— susurró.
El primer juez se inclinó hacia delante, chasqueando la lengua.
—Disculpe. No hemos podido escucharla.
El segundo rió.
—Miré el detalle. Si nosotros no somos capaces de escucharla, decididamente, un grupo de gente que quiere cosas rápidas y que les convenzan, serán imposible para ella. Se la comerán en nada.
—Dije… Que es mi sueño— repitió, algo más alto.
—¿Su sueño es ser mánager? — cuestionó un tercero.
Ella cabeceó.
El primero negó con la cabeza.
—Pues lo siento, jovencita. Dudo mucho que haya algún grupo si quiera, que quisiera tenerte como mánager.
Hinata sintió el suelo abrirse bajo sus pies mientras las pancartas marcaban un cero rotundo. Cuando la última estaba por levantarse, el llanto apenas era capaz de quedarse en sus ojos. Sin embargo, mientras todo el mundo la miraba como un despojo y se reía de su desgracia, una voz se alzó por encima.
—¡Nosotros nos la quedamos!
Todos se volvieron hacia la parte trasera de los asientos de invitados. Un chico joven se había puesto en pie, con las manos haciendo de campana para aumentar su voz. Una chica a su lado se golpeaba la frente y el otro chico, rodaba los ojos.
Hinata miró hacia el lugar casi sin ver por las lágrimas. Todos se habían quedado en silencio, leves sonidos de pies y ropas cuando sus dueños se volvían para mirarles como si de un partido de tenis se tratara.
Los jueces clavaron la mirada en el sujeto. Uno de ellos se subió las gafas por el puente de la nariz.
—¿Está seguro de eso?
—¡Totalmente! — repitió el chico con decisión—. Será nuestra mánager.
.
.
.
Hinata estaba más nerviosa que nunca. No es que no se hubiera imaginado muchas veces esta situación. El corazón le latía a mil por hora.
Un momento antes había estado de pie en un escenario mientras era acosada a preguntas y en esos momentos, delante de una puerta con las letras RC escritas sobre una estrella. Tragó pesadamente, recordando cómo la gente había gritado exageradamente y todo el mundo la había mirado con incredulidad mientras los tres sujetos abandonaban la estancia.
Los jueces aceptaron con sorpresa la proposición y su historial fue rápidamente extendido. Le dieron las señas correctas y mientras sentía las miradas en su espalda, había acudido hasta la zona de música.
Siempre había esperado llevar a cabo su trabajo como mánager de cualquier joven modelo, o de algún escritor. Pero jamás pensó en serlo de una banda de música.
—¿Cómo han podido ellos aceptarla? — murmuraron tras su espalda—. Es la mejor banda de Konoha ahora mismo. Muchos mánager se matarían porque los eligieran.
Hinata detuvo el puño que había levantado para llamar. ¿Y si era cierto? ¿Y si ella realmente no servía para tal grupo?
Estaba completamente en blanco cuando la puerta se abrió y alguien chocó contra ella. Cayó al suelo de culo, protestando de dolor.
—Ah.
Levantó los ojos, encontrándose con unos tan oscuros que casi temió que fueran pozos oscuros. El chico la miró con una ceja levantada.
—Sasuke-kun— llamó una voz femenina—. No puedes irte. Hinata debe de estar por llegar.
—Creo que ya ha llegado— se defendió el nombrado.
La joven que había estado sentada junto al chico que gritó en la recepción, se asomó. No la había visto bien entonces, pero era preciosa y tenía unos preciosos ojos verdes tan llamativos como el color melocotón de sus labios.
—Oh, por dios. No la dejes en el suelo— reclamó acercándose a ella. Tenía las manos suaves pudo comprobar cuando la sujetó de las suyas para levantarla—. Ven, Hinata.
—Lo siento mucho— se disculpó levantándose y siguiéndola al interior del camerino.
Ropa colgando de perchas. Maquillaje desparramado por todos lados. Un desorden completo. Olía a perfume y varios instrumentos estaban depositados con sumo cuidado por los sillones.
El tercer integrante del grupo estaba sentado justo sobre uno de ellos. De espaldas, moviendo sus dedos por encima de una guitarra a la que conseguía arrancar sonidos hermosos. Los otros dos entraron tras ella y cerraron a su espalda. La chica de cabellos rosados golpeó la nuca del rubio.
—Naruto, ha llegado.
—¡Au, Sakura-chan!
Se volvió y clavó la mirada sobre ella.
Hinata no se había fijado correctamente en él durante la escena. Especialmente, porque las lágrimas no se lo habían permitido. Tenía los ojos más azules y preciosos que hubiera visto nunca. Pese a ser rubio su tez era morena y su rostro se abrió con una sonrisa tan reluciente que temió necesitar gafas de sol.
Si se fijaba bien, el grupo estaba repleto de tres bellezas. Si Sakura le había parecido guapa. El rubio increíble, el moreno, ahora que lo miraba bien, no se quedaba atrás. Aunque no fuera su tipo. Mas en realidad no sabía bien cuál era su tipo.
Había huido de los hombres demasiado tiempo. Y ninguno la miraba dos veces, desde luego. Su gordura no ayudaba tampoco y su acné junto a sus gafas, tampoco. Muchos la encontraban… horrible. ¿Cómo mirarla a ella cuando podían tener a chicas bonitas como Sakura, por ejemplo?
—¡Has llegado! — exclamó él sacándola de sus pensamientos—. Estábamos esperándote, Dattebayo.
—S-siento mucho la tardanza— se excusó. Luego los miró de hito en hito—. ¿Estáis… seguros de que yo… sea vuestro mánager?
Todos guardaron silencio un instante. Sasuke cruzándose de brazos sobre el pecho. Sakura sonrió y jugó con unos mechones de su pelo. El rubio cabeceó afirmativamente y se acercó hasta ella, pasándole un brazo por los hombros y moviendo la mano frente a ellos, como si hubiera un escenario increíble delante de ellos dos.
—Vas a ser perfecta. Imagina cuántas cosas podrás hacer por Rock Crazy.
Hinata miró nerviosa hacia el frente. Sentía el pesado brazo masculino sobre sus hombros y el aroma a colonia masculina. Tragó y parpadeó, sorprendida.
¿Había dicho… Rock Crazy?
Dio un brinco hacia un lado, mirándoles. En las camisetas aparecían las letras en logos. Con abanicos espirales y círculos. Su mente rápidamente caviló la información. Nadie en esa escuela no conocía a esa banda de Rock. Ahora entendía por qué tanto tumulto, murmullos y miradas incrédulas.
El peso de la importancia de ese grupo empezó a caer sobre ella. ¡Era imposible! ¡No podía ser la mánager del grupo de música más famoso de todos los tiempos!
Por más que esos ojos azules la encandilaran y la emoción de esa enorme oportunidad estallaba con fuerza en su pecho.
Continuará...
Notas de autora:
Como dije, quería una Hinata físicamente diferente, no perfecta. Gafas, gordita, con acné. En los mangas nunca se ven estas cosas si no son usadas como humor y seamos sinceros: Adolescentes la gran mayoría de veces van acompañados de granos.
Pensé en usar a Naruto en este papel, pero no, porque tiene tras de sí ya una historia que más adelante saldrá y se explicará por qué han aceptado a Hinata.
En contra de hacer lo típico de que el padre de Hinata no la apoyo, quise que sí lo hiciera, pero que si ella fallaba, ella le debería una. Entonces, él sí tomaría carta en el asunto.
Y bueno, no encontraba otro nombre lógico para ese grupo xDDD. Rock crazy.
*: Decidí acotarlo así para que no mareara tanto leerlo.
¡Nos vemos pronto!
