Disclaimer: Ninguno de los personajes, lugares ni hechos mencionados me pertenecen. Todos son propiedad de George R. R. Martin.
Nota: Este fic participa en el Reto #29 "Viñetas" del foro Alas Negras, Palabras Negras.
Siempre ella. Siempre el centro de atención. Siempre la hija mayor. Siempre la más hermosa. Siempre la favorita de tu padre… y de todos. Siempre, siempre, siempre. Incluso Petyr, tu amado Petyr, se fijó en ella antes que en ti. No importa que lo rechazase y no le prestase la más mínima atención.
Pero ahora… ahora ella está muerta. Ya no tienes que ser la sombra de Cat nunca más. No te alegras, ¡ni mucho menos! Era tu hermana, al fin y al cabo, y la querías, aunque hayas crecido con un cierto rencor hacia ella. Tienes todo lo que podrías desear: a tu hijo, el Nido de Águilas y a Petyr. No podrías pedir nada más.
De una vez por todas, puedes decir que has hecho las paces con la vida. Bueno, salvo por un pequeño detalle que desestabiliza tu armonía: tu sobrina. Esa mocosa es tan parecida a Catelyn que hasta te da miedo. De cara a la galería sólo es la hija bastarda de Petyr, pero ni siquiera así pasa desapercibida. Has visto cómo la miran todos: sirvientes, soldados, señores… Es bella, incluso aún más de lo que lo fue tu hermana. Aun con el pelo oscurecido sigue pareciendo una versión mejorada de Cat: los mismos gestos gráciles, los mismos ojos de un azul intenso, la misma actitud de dama de alta cuna, la misma figura esbelta, todo ello aderezado con un toque de inocencia y dulzura que recuerdan a una flor delicada lejos del bosque, un pequeño tesoro que se debe proteger en un entorno tan hostil.
A menudo tienes que recordarte a ti misma que es tu sobrina Sansa y no su madre. Sólo es una pobre niña que necesita vuestra ayuda. Por eso, Petyr decidió tomarla bajo su ala. ¿Pero por qué? ¿Por qué siente esa necesidad de cuidarla? ¿Qué le importa la hija de una mujer que ni siquiera lo amó? Esas preguntas te asaltan más a menudo de lo que desearías, y no logras evitarlo. Tampoco has tenido el valor de preguntárselo directamente a él. Y sabes por qué: temes la respuesta aún más que la incertidumbre.
Tarde o temprano, el tiempo te da la razón y te apuñala. Lo has visto con tus propios ojos. Esa misma mañana, en la nieve, has observado en silencio como esa cría idiota ha seducido a tu esposo. La has sorprendido ofreciéndole el néctar de sus pétalos rosados, y cómo él lo ha tomado alegremente. Allí, delante de tus narices, en tu propio patio. Fue como si la historia se repitiera, como aquella vez en tu juventud, cuando Petyr susurró aquel nombre maldito mientras le entregabas tu cuerpo.
Quieres llorar, pero al mismo tiempo, te juras que eso no quedará así. Esa furcia que tienes por sobrina te las pagará todas juntas. Vas a hacer que la palomita salga volando de vuestras vidas. Ella, por supuesto, lo niega todo. ¿De verdad es tan ingenua como para esperar que creas una palabra de lo que dice? No puedes soportar más sus insolencias, así que la agarras del pelo, de esa cabellera tan sedosa y larga, mucho más de lo que jamás ha sido la tuya. Te suplica que la perdones, que no le hagas daño, pero no son más que palabras vacías. Es una mentirosa y va a recibir su merecido por intentar arrebatarte lo que es tuyo.
Entonces llega Petyr, pidiendo una explicación. Poco a poco, te reconforta y consigue que dejes ir a la mocosa. Su mera presencia siempre ha tenido esos efectos en ti. Lo conoces desde siempre: él no te haría daño. Todo tiene que haber sido un malentendido, empiezas incluso a dudar de tus malditos ojos.
-Sólo he amado a una mujer… sólo a Cat.
Ésas son las últimas palabras que oyes antes de precipitarte hacia el vacío. En los instantes en los que te rindes a lo inevitable y tu conciencia se va apagando, un único pensamiento inunda tu mente. Siempre ella. Siempre Cat.
