Aquí os dejo una mini historieta KakaAnko para recompensar la no-actualización de mi otra historia "Déjà vu" ("Anhelando a la luna" y "Amor intramuscular" están paralizadas, por el momento"), que está en el 15%...¬¬se está amasando XD^^

Gomen! u.u

Ese olor…tsk, lo conocía demasiado bien y lo peor de todo era que le traía muy malos recuerdos. Sólo podía ser una única cosa la que tenía ese característico aroma, incluso sólo pensar en ello podía asociarle un color específico: el rojo. No cabía ninguna duda, pero… ¿dónde? ¿Dónde había tanta cantidad de ese líquido carmesí?

Además, por el frío que sentía podía intuir que se encontraba en una cueva, específicamente en una de sus cavernas. La piel se le erizó y, debido a eso, un desagradable escalofrío la recorrió de arriba abajo obligándola a entreabrir sus acaramelados ojos. No obstante fue ladear su cabeza y volverlos a cerrar, pues un dolor tremendo atacó sin piedad cada extremidad que formaba su cuerpo.

Dejó escapar un leve quejido que no llegó a traspasar la barrera que hicieron sus dientes al apretar con fuerza la mandíbula, y es que no quería hacer mucho ruido por si el responsable de su secuestro estaba cerca de ella. Volvió a abrir sus ojos y, a pesar que su vista aún estaba emborronada por culpa del chute de veneno que aquella jodida serpiente le había propiciado (o al menos así lo recordaba ella), logró visualizar al individuo que se encontraba casi a su lado. Sólo los separaban un par de pasos.

Abrió completamente sus orbes jurando que casi iban a desorbitarse mientras que su corazón estaba martilleando su pecho con fuerza haciendo que la respiración de la mujer se acelerara en cuestión de segundos. Se llevó una mano a la boca tratando de asimilar lo que sus ojos estaban viendo, además de intentar no vomitar al percatarse de cada detalle que adornaba el cuerpo estático de Kabuto Yakushi: una asquerosa réplica de Orochimaru con una serpiente que le salía del vientre…en fin, totalmente repugnante.

Aún así no pudo evitarlo. La chica volteó su rostro y devolvió lo poco que tenía en su estómago, además de los restos de veneno que se habían filtrado hacia su aparato digestivo. En un principio fue desagradable, pero pasados unos minutos agradeció el hecho de haberse quitado todo lo malo de la barriga, de ese modo podría pelear mucho mejor si se le presentaba la ocasión.

Se levantó con lentitud ya que parecía como si la gravedad fuera en su contra y a eso debía sumarle el dolor que la azotaba constantemente de esa manera intentando evitar que pudiera ponerse en pie de un modo muy precario y, sobretodo, penoso. No obstante, sabía que ella era una mujer dura de pelar por lo que dejando de lado esos pensamientos desmoralizantes, Anko puso todo su empeño en lograr una pizca de equilibrio de esa manera levantándose completamente de ese suelo frío y húmedo.

Se quedó mirando el cuerpo quieto de su secuestrador porque claro, no iba a olvidarse de todo lo que le había ocurrido en el bosque. Hizo memoria y consiguió acordarse de casi todo: de su pelea con Kabuto en el bosque, algún que otro murmuro de un enmascarado con el subordinado de Orochimaru mientras ella casi caía inconsciente y…y…nada más.

—La guerra…—por fin atinó a encontrar el tema principal por el cual ella se había metido en todo ese percal. Se llevó una mano a la cabeza intentando no despertar el dolor que en ese momento estaba amenazando en atacar sus sienes y después decidió acercarse lentamente y con cuidado a la casi copia de Orochimaru, aunque aún había mucha diferencia entre él y su ex-sensei.

Al pensar en Orochimaru no pudo evitar llevarse una de sus sucias y ensangrentadas manos hacia el sello maldito, que adornaba macabramente su cuello, pero había algo que no encajaba: no sentía la textura de las aspas que componían el característico dibujo.

—No puede ser…no es posible que yo ya…—titubeó la jonnin sorprendiéndose de la situación. Era muy improbable que ella ya no poseyera ese tatuaje que la había atormentado toda su vida haciendo que casi se viera atrapada en el mismísimo abismo.

Sacudió su cabeza intentando concentrarse en la situación que requería su más pura atención. Alzó su mirada hacia arriba de ese modo percatándose del poco aguante que tenía el techo de la cueva, que posiblemente de derrumbaría en el preciso instante en que percibiera un leve movimiento de la tierra.

—Tengo que salir de aquí. —dijo en voz alta mientras buscaba alguna salida por la que fugarse junto con su preso, porque era obvio que no iba a dejar que ese asesino anduviera otra vez suelto por el mundo. Además había sido él su secuestrador, por lo que no se escaparía de un duro interrogatorio por su parte.

La pelimorada dedujo que estaría bajo algún genjutsu y, recordando que Kabuto podía invocar de alguna manera a los muertos…Anko pudo deducir quien había sido el lumbreras que había dejado al Yakushi K.O.

Una vez que se encontró fuera de la cueva, la ojicaramelo dio las gracias a Kami-sama por hacer que su vida estuviera a salvo una vez más. Ya eran incontables las veces que había salido con vida de las peores situaciones que un ninja podía vivir por lo que pensó que burlar a la muerte se estaba convirtiendo en una habilidad más que en una coincidencia.

—Y ahora que hago yo contigo. —se preguntó a sí misma la kunoichi cruzándose de brazos, aunque fue mover su brazo izquierdo más de sus posibilidades y hacer que una desagradable molestia la envolviera por completo.

— Vas a pagar muy caro el hecho de haberme mordido con esa agresividad. —advirtió la Mitarashi acercándose a la serpiente petrificada que poseía Kabuto para después arrearle un duro puñetazo, a pesar de que no la despertó del genjutsu.

Ladeando su cabeza y sobándose su brazo izquierdo debido al dolor de la mordedura, la Mitarashi desvió su cansada mirada hacia el oscuro cielo, pues los rayos del sol preferían dejar paso a la brillantez que emanaba la redonda luna, pero ésta a su vez poseía un aura extraña y misteriosa, según la pelimorada. Frunció el ceño al sentir una desagradable corazonada invadir sus cinco sentidos, pues el color rojizo del astro no le hacía mucha gracia, sino que prefería el color blanquecino que usualmente ésta tenía.

En fin, no podía perder tiempo pero…

— ¡Tú! ¡Despierta! —vociferó la pelivioleta acercándose al cuerpo inmóvil de la casi réplica de Orochimaru intentando que volviera en sí —Bicharraco feo, tonto, maloliente y putrefacto… ¡Despierta! —insistió la kunoichi, pero era misión imposible.

Entonces, sin tener ningún reparo en hacerlo, la Mitarashi comenzó a atestarle fuertes golpes en toda la cara de Kabuto a modo de venganza por su secuestro. La malévola sonrisa de la pelimorada iba volviéndose de cada vez más grande a cada tortazo que arreaba, pues estaba disfrutando como una niña al ver como sus puños iban incrustándose con fuerza y precisión en el cuerpo del Yakushi ocasionando que miles de moratones aparecieran en su pálida y escamosa piel.

Al final, la kunoichi suspiró con aires de victoria al observar el asombroso efecto que habían provocado todos y cada uno de los puñetazos que había arreado al ninja, pero olvidó por breves instantes que ella misma también estaba en el límite, por lo que decidió que reservar fuerzas sería lo mejor. Total, ya le daría su merecido cuando la dichosa guerra terminara.

—No puedo más. Me duele todo el cuerpo. —se quejó la kunoichi clavando sus acaramelados orbes sobre Kabuto, que seguía totalmente estático. — ¡Ya sé! —como si de una bombilla encendida sobre la cabeza de la chica se tratara, una gran idea apareció en su mente de ese modo robándole una amplia sonrisa.

La mujer comenzó a hacer sellos a gran velocidad con sus dos manos hasta que dos ramas de madera aparecieron espontáneamente del suelo rocoso de esa manera enrollándose por las piernas y brazos del Yakushi hasta dejarlo completamente bloqueado.

—Así no podrás moverte. —sin pensárselo dos veces, le dio la espalda y Anko se decidió a encaminarse hacia la base que anteriormente ella y su escuadrón de inteligencia habían montado. —Bueno, ya vendré a buscarte.

Entonces, sin nada más que decir, la kunoichi comenzó a caminar sin prisas, pues no quería forzarse mucho por culpa de los golpes y heridas que llevaba esparcidas por todo su cuerpo de ese modo dificultándole cualquier acción; además, el veneno aún no había desaparecido del todo, por lo que alguna que otra vez seguía viendo borroso.

—Tengo que encontrar la base…—se dijo a sí misma en voz alta intentando mirar al frente para no marearse, pero era inútil. Tenía el estómago revuelto y lo único que deseaba era sentarse y descansar, pero Anko sabía de sobra que estaban en guerra y lo que no podía permitirse era quedarse de brazos cruzados sin hacer nada mientras todos sus compañeros estaban dando su vida por salvar lo que más les importaba.

—Soy una inútil. —insultó a su persona mientras se llevaba una mano a su frente, apartando algunos mechones morados que le caían por su rostro mientras seguía caminando con torpeza, tropezándose alguna que otra vez pero sin llegar a caerse. Entonces pudo palpar la sangre reseca que hacía rato había brotado de su cabeza.

Al ver la mancha rojiza sobre sus sucios dedos pensó que lo mejor sería limpiarse toda la sangre que tenía por su cuerpo, aquella que se había marcado su propio camino hasta llegar a dibujar una gran línea de líquido carmesí por sus piernas, abdomen y demás. Entonces, se acordó que al lado de la base del escuadrón de inteligencia en teoría había un pequeño riachuelo. Por lo que, dicho y hecho, aceleró el paso como pudo con la intención de llegar cuanto antes a la tienda de campaña. De todos modos ya había oscurecido, por lo que sería peligroso estar a la intemperie en un bosque como ese.

—Ya casi llego. —Se animó a sí misma a la vez que sacaba un kunai de su gabardina y, con destreza y fuerza, se deshacía de un molesto arbusto que se había interpuesto en su camino, pero al dejar el campo de visión totalmente despejado pudo observar con gran asombro la escena que en esos momentos acababa de presenciar.

Desconocía el lugar de donde obtuvo tanto chakra de manera repentina y la rapidez que en esos momentos la envolvió, pero como si de magia se tratara, Anko consiguió desplazar su cuerpo unos metros más delante.

—Te tengo. —dijo orgullosa de sí misma la Mitarashi mientras sujetaba con fuerza el cuerpo de aquel shinobi que había estado a punto de desplomarse sobre el suelo. Él dejó escapar un quejido al notar el fuerte agarre de la kunoichi, pero en el fondo agradeció que hubiera evitado a tiempo la caída.

—Gra…cias…—agradeció el ninja agarrándose con fuerza al hombro de la mujer de ese modo intentando ponerse en pie, pero le resultó imposible, pues las profundas heridas que tenía eran demasiado dolorosas como para ignorarlas.

—Ey, no tienes que hacerte el duro conmigo. —bromeó la pelimorada pasando el brazo del hombre por su nuca mientras que ella pasaba el suyo por la espalda de él de ese modo ayudándole a conseguir un poco de equilibrio.

—Nunca le digas a nadie que de mis labios ha salido un "Doy pena"… —comentó el hombre haciendo que unas risas escaparan de los labios de la pelimorada, pero de repente otro quejido se oyó por parte de él haciendo que quedara cabizbajo, pues no quería que ella se percatara de la expresión de sufrimiento que en esos momentos estaba plasmada sobre su rostro.

No obstante fue inútil ya que Anko presenció cada mueca de molestia por parte del hombre, que tuvo que hacer lo imposible por intentar mantenerse en pie y no verse un blanducho a ojos de aquella mujer.

—Mejor no hables ahora. Tengo que curarte esas heridas. —aconsejó la ojicaramelo ayudando al shinobi a caminar. Llegar a la base era la máxima prioridad en esos momentos, sino les resultaría más difícil poder pelear al día siguiente, porque claro, ella no iba a permitir que ese terco fuera otra vez al campo de batalla.

Todo el trayecto transcurrió en silencio, aunque sí que algunos quejidos por parte de él se pudieron escuchar debido al gran esfuerzo que estaba haciendo por intentar seguir el paso de la pelimorada, que no se había separado ni un segundo de él, pues era ella quien lo estaba sujetando (casi llevando en brazos) para que no cayera al suelo.

El cielo de cada vez se volvía más oscuro mientras que aquella luna espeluznante se acentuaba más de ese modo infundiendo incomodidad a todos los que la miraban, menos mal que ellos se encontraban dentro del espeso y laberíntico bosque de ese modo evitando que la luz del astro les diera de lleno.

—Ya casi llegamos, aguanta un poco más. —habló la Mitarashi cogiendo una bocanada de aire mientras que intentaba mantener despierto al hombre con sus comentarios, aunque si no llegaban dentro de poco, él quedaría inconsciente debido a la gran cantidad de sangre que había perdido.

—Anko…—susurró el shinobi levantando su cabeza para clavar sus cansados y ojerosos ojos sobre los de la Mitarashi, que clavó su fatigada mirada sobre la de él esperando a que él siguiera hablando. —Dónde has estado todo este tiempo…ya hacía meses que no sabía nada de ti…—quiso saber el hombre, pero fue dar un paso más y dejar caer todo su peso en el suelo.

Suerte que la mujer sacó fuerzas de donde ya no las había y logró cargar a su espalda casi todo el cuerpo del shinobi, aunque esta vez ella se vio obligada a apoyarse durante unos minutos sobre el tronco del árbol más cercano que consiguió alcanzar.

—Maldición… ¡Despierta, Hatake! — llamó la atención la jonnin al capitán del escuadrón nº5 queriendo que no quedara inconsciente en esos momentos, pues ya le venía justo cargar con medio cuerpo como para llevar el peso de todo él.

—Por qué haces esto—logró titubear el peliplateado a duras penas mientras volvía a poner los pies sobre el suelo.

—En vez de preguntar estupideces, ayúdame a buscar la ba-

—Treinta pasos a tu izquierda. —informó el ninja señalando con su dedo y así dibujando una línea imaginara, que fue seguida por la sorprendida mirada de la kunoichi. Ella clavó sus acaramelados ojos sobre los del Hatake, entonces pudo percatarse de los maravillosos detalles del iris rojizo del ojo izquierdo del ninja copia.

—No te podrás quejar de tener ese gran regalo. —comentó la pelipúrpura mientras dibujaba media sonrisa sobre sus labios, aunque ésta se borró rápidamente al darse cuenta de la expresión de tristeza mezclada con molestia que estaba plasmada en el magullado rostro de Kakashi.

—Por su culpa la guerra ha ido demasiado lejos…Obito se ha pasado de la raya. —habló con dureza pero a la vez con responsabilidad de ese modo viéndose una vez más en el tintero de los problemas más grandes que alguna vez hubieran podido existir.

—No te culpes, has hecho lo que has podido…y si no lo has hecho, puedes seguir sin preocuparte, nadie está en condiciones de echarte nada en cara, Hatake. Cada uno tiene sus propias quimeras —respondió la Mitarashi volviendo a pasar su brazo por la espalda del shinobi de esa manera volviendo a las andadas.

—Esto es una pesadilla. —musitó el hombre tosiendo levemente de ese modo manchando de sangre su máscara. —Oye, ¿te importa si me la quito? —pidió permiso a la mujer, que se encogió de hombros de esa manera dándole a entender que tanto le daba.

El peliplateado se despojó de un tirón aquella tela azul oscura que siempre llevaba cubriendo la mitad de su rostro, que quedó visible a ojos de la ojicaramelo. Desde ese preciso instante, la kunoichi por fin se dio cuenta del por qué la mayoría de las chicas de su edad iban tras ese shinobi, pues para que negar la atracción que se podía llegar a sentir al ver ese misterioso rostro que siempre iba cubierto por la característica máscara.

Las mejillas de la pelimorada se tiñeron de un color rosado debido al súbito calor que en ese momento estaba ascendiendo hacia su cabeza dejándola en un estado de pura latencia durante un breve intervalo de tiempo, pero no podía permitirse quedar como otra tonta más al ver, al fin y al cabo, el simple rostro de un hombre.

Finalmente llegaron hasta donde tanto habían ansiado, por lo que sin perder más tiempo, la Mitarashi tumbó con sumo cuidado al peliplateado para que pudiera descansar y para que ella lo tuviera más fácil para curarle la mayoría de las heridas. Entonces, Anko buscó con cierta impaciencia el botiquín que su escuadrón en teoría tendría que haber traído, pero era inútil, por mucho que buscaba no lograba encontrar ni un mísero rollo de venda.

— ¡Joder! —maldijo en voz alta la Mitarashi lanzando uno de los mapas que se encontraba desperdigado por ahí.

—No te estreses…—intentó calmar el peliplateado incorporándose levemente, aunque un pinchazo en su estómago arremetió contra él de ese modo obligándolo a tumbarse de nuevo en uno de los sacos de dormir que había.

—No hay ningún botiquín, ni nada que se parezca a dicho objeto. Vaya mierda…—dijo molesta la kunoichi llevándose una de sus manos a la cabeza intentando pensar en alguna alternativa, pero fue ladear su cabeza, y caer sentada en el suelo por culpa de otro mareo, que no pasó desapercibido por el ninja.

—Anko… tú tampoco estás…bien…—susurró en voz baja el hombre mientras cogía un trapo y se lo llevaba a la barriga, que no paraba de sangrar debido a la profunda herida que tenía.

—Tú estás peor, así que no estás para hablar…

—Lo sé, pero…

—Nada. Tenemos que irnos. —sentenció la kunoichi cogiendo el mapa que minutos antes había lanzado Kami sabe dónde mientras marcaba con un kunai un punto de la zona norte.

—Apenas… puedes mantenerte… en pie…—habló como pudo el ojiazabache para después volver a toser con brusquedad.

—Te equivocas, yo puedo caminar y además soy capaz de hablar, no como tú, Hatake. —presumió la mujer volviendo a levantarse a duras penas, pues ella en el fondo intentaba no manifestar todo el dolor que sus propias heridas estaban ejerciendo sobre ella con gran descaro.

—No has cambiado nada…sigues tan terca como siempre. —Le echo en cara el ninja copia mientras acogía con los brazos abiertos la ayuda que Anko le estaba ofreciendo.

—Y no pretendas que cambie, me gusta como soy. —dijo con altanería la pelimorada alzando al ninja y ganándose por su parte unos cuantos quejidos, aunque al final los dos quedaron en pie.

—A mí también, al fin y al cabo. —alegó el peliplateado sonriente mientras cerraba el ojo que había mantenido abierto en todo momento, pues el Sharingan, de no ser por un apuro, no solía usarlo. Ese pequeño detalle permitió al ninja percatarse de lo coqueto que le quedaba a la kunoichi el leve sonrojo que se encontraba tintando ambas mejillas.

—Vámonos. —imperó de seguida la chica desviando su ahora incómoda mirada hacia un lado de ese modo evitando a toda costa el contacto directo con la mirada de él.

— ¿A dónde? —quiso saber el herido pasando su brazo por la nuca de ella mientras que el brazo de la chica se posaba detrás de la espalda de él de ese modo consiguiendo sujetarlo para que no cayera.

—A una de las antiguas guaridas de Orochimaru. —desveló la pelimorada mientras daba los primeros pasos, seguida del hombre, que quedó impresionado al haber escuchado la respuesta de Anko, clara y contundente.

— ¿Estás segura? No convendría que nos alejáramos de aquí. La noche a caído y lo menos que podemos hacer es adentrarnos en este bosque, Anko-chan. —aconsejó el Hatake intentando convencer a la kunoichi, que paró en seco al escuchar al peliplateado.

— ¿Y esta confianza, "Kakashi-kun"? —le siguió el juego mientras lo miraba divertida de ese modo olvidando durante unos instantes el fuerte dolor que hacía instantes atrás el Hatake había sentido.

—Siempre me ha gustado llamarte así. —se defendió el ninja copia desviando su mirada hacia la nada y esperando la próxima reacción de ella, que no tardó en dársela.

—Pues ya va siendo hora que me llames sólo por mi nombre. —respondió la del moño volviendo a reanudar sus pasos.

— ¿Has pensado que podríamos ser atacados mientras llegamos a la guarida? —alegó el ojiazabache mientras caminaba lo más rápido que podía, aunque pasados unos segundos volvió a andar lentamente, pues Anko disminuyó la velocidad al percatarse de la dificultad que se le estaba presentando a su compañero por culpa de sus heridas. —Gracias. —agradeció el peliplateado agarrándose más fuerte a la mujer de ese modo acercándola más a él, aunque ese acto no pasó desapercibido por la Mitarashi, que intentó actuar como si no hubiera notado nada.

—Pues pueden pasar dos cosas: la primera, que nos maten a los dos y la segunda, que consigamos llegar a la guarida de Orochimaru sin que no pase nada. Así que, yo que tú adelantaba el ritmo, más que nada porque no quiero convertirme en un pinchito para las bestias del bosque. —aconsejó la ojicaramelo intentando no pensar en las diversas opciones referentes al primero de los casos que se barajaban en su ya confusa mente.

Kakashi, en un primer momento, la miró extrañado puesto que no sabía bien si arriesgarse tanto era bueno, pero ante la mirada de ella se vio obligado a hacerle caso, es decir, no podía negarse ante la expresión de amenaza que ella plasmó en su rostro, así que sin nada más que decir, el Hatake dio un corto paso hacia delante de ese modo transmitiéndole a la kunoichi su aprobación.

En esos momentos sí que podían afirmar que la noche acababa de hacer acto de presencia ya que no se veía ni tan siquiera un mísero punto de luz, sólo el tenue brillo que la luna se dignaba a ofrecer sobre las copas de los espesos y frondosos árboles que ese amplio y peligroso bosque poseía. Además, se podía escuchar los sonidos que los pocos animales nocturnos hacían sonar, aunque los dos ninjas deseaban no encontrarse con alguna de esas bestias, más que nada porque no estaban en condiciones de pelear, ni tan siquiera escapar.

—En cuanto lleguemos, voy a curarte esas heridas. No puedes dejar que se infecten, sino será mucho peor. —habló la Mitarashi parándose un momento para cargar mejor al peliplateado, cosa que él agradeció.

—Con vendas no será suficiente como para sanar la herida del costado. Si tan solo alguno de los dos pudiera…

—No hay de qué preocuparse. Adivina a quien Tsunade le enseñó un jutsu fantástico. —retó la pelimorada dibujando una grata sonrisa en sus labios.

—No me digas que tú…Tsunade…

— ¡Yes, little boy! No es un jutsu tan poderoso como los de ella o los de Haruno, pero creo que bastará como para regenerar el tejido de tus heridas y las mías. —desveló la ojicaramelo mirando al Hatake de ese modo tranquilizándolo para después dirigir su mirada al frente y ya sí poder percatarse que habían llegado al lugar al que querían, aunque al fin y al cabo a ella no le hacía mucha gracia adentrarse en esa tenebrosa y oscura guarida, pues aunque quisiera evitarlo, no podía dejar de pensar en su venganza por lo que Orochimaru le hizo pasar en su niñez.

Una vez situados enfrente de la entrada, bajaron por la estrecha escalera que conducía al subsuelo, húmedo y frío debido a la zona donde se encontraba aquella misteriosa base. Las paredes dejaban que miles de gélidas gotas resbalaran de ese modo dibujando una gran red de agua sobre ésta.

Al bajar el último escalón de piedra, los dos jonnin se quedaron quietos al percatarse de los largos y entenebrecidos pasillos que se presentaron ante su asombrada mirada, ya que parecía como si nunca tuvieran fin. No obstante, como si de la palma de su mano se tratara, Anko dio un decidido paso hacia delante. Entonces miles de antorchas se encendieron dejando que una tímida pero incandescente llama de fuego se hiciera visible ante los orbes de ellos dos.

Kakashi dio un paso hacia delante de ese modo situándose al lado de la mujer, pero al hacerlo pudo darse cuenta que la bella sonrisa que antes adornaba el rostro de la fémina fue substituida por una seria expresión tintada de serenidad y concentración. No es que estuviera preocupado por la mujer, pero algo angustiado sí que estaba, pues no era agradable ver esa cara de la moneda por parte de Anko cuando lo más normal era disfrutar de su humor y llevarle la contraria cuando ella se empecinaba en algo que estaba mal, que por consiguiente tocaba enfadarla hasta que ella explotaba en pura ira. No obstante a él no le desagradaba, sino que pasaba gusto de enfurecerla, ya que según el peliplateado aquella mujer era aún más hermosa cuando montaba en cólera de ese modo confundiéndose con una diablesa.

De todos modos, aquella no era la expresión que el ninja copia quería ver. Esa no era la Anko que él deseaba con todas sus fuerzas, porque claro, para qué engañarse a sí mismo si toda su vida había sentido atracción por la única chica que no había caído en su masculina telaraña de seducción. Entonces era cuando se volvía todo un reto conquistarla, pero había llegado un punto en que no la veía como un objetivo, pues ya habían crecido y madurado. No obstante, pensar en ella en cualquier momento había repercutido en él haciendo que una chispa de amor surgiera de sus entrañas hasta incendiar toda su alma por culpa de ese volcán de mujer.

— ¿Te duele? —quiso saber la ojicaramelo al ver cómo la sangre seguía manchando la ropa del shinobi, que sacudió levemente su cabeza al darse cuenta que ella le estaba hablando y su mente estaba completamente en la luna, soñando e imaginando. Tosió levemente debido a la falta de aire que entraba en sus pulmones.

—Intento que no…, pero necesito…descansar. —titubeó como pudo, pues el dolor se agravaba a cada paso que el ojiazabache daba.

—Entiendo. Ya casi llegamos a las habitaciones.

El Hatake se quedó mirando a la chica, que mantenía la seriedad en su rostro sin ser capaz ni tan siquiera de medio sonreír al saber que ya casi llegaban. Era reconfortante el saber que al menos se tenían el uno al otro para tirar para adelante en aquella peliaguda situación, sin embargo, ahora lo más importante era descansar.

Continuará…

…..

¿Os ha gustado? A mí sí ^^

¿Review? Merezco alguno u.u

Espero que os haya gustado y, por cierto, animaos a escribir KakaAnko a tope…,no queremos desaparecer como fandom.