Ciel suspiró acomodando la mochila en su hombro derecho, observando el gran edificio que tenía frente a sus ojos. Una vieja escuela pintada de blanco, llena de graffitis obscenos, firmas en marcador permanente, chicles pegados y otras cosas asquerosas en las paredes.

Vaya mierda.

Era probablemente la decimosexta vez que tenía que cambiarse de colegio por el trabajo de su padre. Por eso, decía su madre, es que no conseguía ningún amigo. Cada vez que cambiaba de escuela pasaba lo mismo. Todos eran amables y lo querían hasta el segundo día. Luego de eso, a nadie le importaba. Claro, no era como si él se esforzara en hablar con nadie, o en ser amable, pero ni uno solo en tantos años era un poco...

Apretó la correa de su mochila y entró a paso firme, caminando por los largos pasillos de aquella institución.

Las paredes estaban llenas de carteles de ánimos, de religión, había fotos, láminas con cosas que probablemente nadie leía, cuadros con menciones que menos habrían de leer.

No era normal en él llegar tarde a ningún lado, claro que no, pero esta vez había tenido unos cuentos problemitas para conciliar el sueño, así que había llegado unos treinta minutos luego del horario de llegada.

Pero no importaba.

Tomó aire al llegar a la puerta del salón, y tocó con los nudillos dos veces pidiendo permiso para entrar.

El profesor que le permitió pasar era alto, demasiado para el pequeño metro cincuenta que ocupaba Ciel, tenía el cabello oscuro, corto, lentes y ojos de un peculiar color dorado. También tenía una peculiar cara de "te voy a reprobar con que llegues tarde otra vez", pero intentó no hacerle caso a eso, e ingresó al salón.

Como era de esperarse, todas las miradas se clavaron en él.

El chico comenzó a mirar, desinteresado, a quienes serían sus compañeros de clase.

Nadie le llamaba la atención, como era de esperarse. Como máximo le pareció algo extraño ver a algunas chicas con cabello verde fluorescente, o naranja, pero no era algo que no hubiera visto ya alguna vez.

El profesor presentó al chico ante la clase, escribiendo su nombre en la pizarra, y lo invitó a tomar asiento en el único lugar vacío que había.

El último lugar de todos, junto a una ventana abierta, en la esquina derecha del fondo junto con un rubio platinado de ojos celestes. Muy pálido y con el uniforme escolar un tanto desprolijo.

Ciel dedujo que debía tratarse de un extranjero, o de un chico muy peculiar.

Se sentó a su lado sin siquiera decir hola, pero el otro ni cuenta se dio. Sus ojos no perdían ni por un segundo de vista a cada movimiento que hacía el profesor.

"Un rarito", pensó el chico de cabellos azules, mirando a su compañero de banco.

Claro, no rarito de homosexual, si no él también sería un rarito. Hablaba de rarito de homosexual...por un profesor, ¡Y el primer día de clases!

Suspiró y apoyó su mejilla derecha contra el banco, sin prestar mínima atención a lo que el hombre de ojos dorados estaba diciendo. La verdad es que no le importaba. Le iba bien siempre en sus estudios, luego de un año se cambiaba de colegio, y fin. Por lo tanto, no había mucho de "hay que hacer amigos, hay que caerle bien a la clase, hay que ser bueno con los profesores". Esa basura no le servía de nada.

Se incorporó cuando sintió un pinchazo en el brazo derecho, y miró al rubio, que acababa de pellizcarlo. Frunció el ceño y susurró un "Auch", casi clavándote un cuchillo con los ojos al otro por molestarle.

Habló bajito para que nadie pudiese escucharlo.

Está bien, no quería hacer amigos ni pretendía crear una buena imagen de si mismo, pero no era un idiota y sabía como comportarse.

—¿Qué te pasa? No me toques.

El chico de ojos celestes sonrió levemente y ladeó la cabeza.

—Soy Alois—dijo, con un tono suave que se asemejaba más a la voz de una chiquilla a la voz de un adolescente de quince años—me gusta tu nombre, Ciel. ¿qué edad tienes? No me vengas a decir que quince, porque pareces muchísimo mas pequeño.

Sonrió como si hubiese sido de lo mas chistoso lo que dijo, y demostró que tan pequeño era el otro con sus dedos pulgar e índice. Más o menos el tamaño de una goma de borrar.

—Como una pulga—terminó de decir el rubio.

Ciel alzó una ceja y lo miró ofendido por el comentario. Bien, bien, era bajito. 1,52 para ser exactos, pero no era una pulga.

— ¿A quién estás llamando pulga? Y tengo catorce. No es tanta diferencia.

Alois pareció complacido con esa respuesta, dicha en voz baja, y volvió su vista al profesor.

Sin apartar la vista, le dio un leve codazo al menor, que inmediatamente miró al de ojos dorados.

—¿No está el profesor Faustus para morirse?—susurró mordiéndose con suavidad el labio inferior.

Ciel chasqueó la lengua y volvió la vista al banco, decidido a ignorar al calentón rarito de su compañero.

Suspiró. ¿Qué no había nada interesante? ¿Qué no podía salir de la rutina aunque sea una vez en catorce años?

Como si fuera hecho a propósito, un cubo de plástico con muchos colores se estrelló directamente contra su oreja derecha, sin darle tiempo siquiera a voltearse.

El cubo, luego del golpe, cayó al suelo, su oreja comenzó a sangrar, y todos en el aula se quedaron mudos mirándolo, probablemente igual de sorprendidos que él.

Afuera del salón, un chico alto y moreno de dieciocho años de edad se quedó de piedra al darse cuenta de que, por primera vez luego de casi quince años en esa escuela, había hecho una idiotez.

Y, con ello, había perdido su cubo Rubik.


Holi

Esto va a ser un long-fic, no tengo idea de cuantos capítulos. (Soy bastante mala para esto) Obviamente yaoi. Sebasciel principalmente. Lo demás es cosa de la historia(?

Es raro. Va a ser raro. Espero que les guste.

Huehuehuehue

(ノ◕ヮ◕)ノ*:・゚✧