Jack Frost era un chico muy listo. Había presenciado cosas increíbles y sin embargo seguía viviéndose como un niño pequeño, sólo dejando el invierno por ahí regado en el mundo justo como la luna se lo había pedido. Sin embargo, si tenía que ser sincero, sus lugares favoritos donde tenía que estar definitivamente eran algunos países fríos. Le gustaba estar en partes frías como Finlandia, Suecia, Noruega, algunas aldeas de Rusia, Canadá… Pero si tenía que hablar con la verdad, le gustaba estar descansando en Groenlandia. Nadie lo podía ver, aunque él podía ver y escuchar perfectamente a las personas. Pese a la "vejes", empezaba a entender los diferentes idiomas que se encontraban en el mundo. Y es que un día, el albino yacía descansando sobre una suave meseta de nieve que había creado para recargarse y ver el paisaje blancuzco y de tan agradable textura en el aire. Jack yacía mirando la nada, sólo esperando caer dormido. Claro, que de momento lo único que quería era encontrarse con algo atractivo, algo nuevo, algún tipo de aventura que no dejara pasar jamás.

Y justo como si fuera por obra de magia, apareció un grupo de niños riendo cerca. El albino adoraba a los niños, ¡Eran tan lindos! Aunque prefería muchas veces pasar de largo por ellos. Sería el espíritu de la alegría invernal, pero vamos, que a veces tenía que detenerse a ver sus magníficas creaciones. Miró a los niños de reojo, desinteresado… Aunque su oído era una cosa diferente, el cual escuchaba atentamente los comentario de los niños pequeños

—Mi papi irá a la isla vecina… Al pueblo de Berk— Decía el más grande, con pose ganadora. ¿Isla vecina? ¿Berk? ¿En Islandia? Jack se acomodó para poder ver un poco mejor a los niños

—¿Tu papá luchará con los dragones? — Comentaba una niña menor, admirándole con fuerza. ¿Dragones? Jack paseaba muchas veces por ahí y jamás conoció un dragón.

—Desde la primavera los dragones ya no se cazan, tonta— Reprochaba un mayor. ¿Primavera? ¿Cuánto tiempo había pasado que no iba? ¿Qué no le tocaba en unas semanas ya ir a regalar el invierno?

—Oh! Entonces, ¿Qué hará ahí?

—Sólo irá a hacer unos tratados con el jefe de Berk y volverá a Casa. Le he pedido que me traiga un dragón, pero me ha dicho que ellos sólo pueden vivir en Berk…

Sonaba interesante. Sonrió de costado y admiró como los menores se iban a sus casas a seguir corriendo el rumor de que los dragones de Berk sólo podían vivir en aquella isla vikinga del norte. Bueno, La isla no era muy grande, quizás sólo se trataba de que Jack no se había fijado lo suficiente en aquella isla y sus habitantes.

Jack descansó aquella noche, esperando que por alguna razón amaneciera rápido sólo para poder despertar e ir volando a hacia Berk. Bueno, no es tampoco necesario que durmiera, pero de vez en cuando a él le gustaba hacer como los niños reales, pese a su físico de adulto joven escultural y longeva edad.

Para cuando abrió los ojos, lo primero que hizo fue levantarse levitando y volar hacia arriba. —¡Hey, viento, llévame a Berk! — Gritó a una ráfaga de viento, la cual fue tan fuerte que sólo se llevó el cuerpo del albino como si una suave partícula de polvo se tratase. Él gritaba de la emoción, la cual duró apenas unos segundos, porque en pleno aire, otra ráfaga ajena al viento le interrumpió, haciendo que el chico perdiera apenas el equilibrio. Sabía levitar y volar, para su grandiosa suerte.

Miró hacia un lado, buscando qué lo había sacado fuera del área del control, pero no vio nada. Miró hacia otro lado, hacia arriba, hacia abajo… Abajo, era abajo donde vio un objeto extraño y desconocido que para su desgracia yacía muy lejos como para ser identificable. Sólo podía alcanzar a ver que se trataba de una mancha. Bueno, que podía ser un tronco lanzado por los vikingos. Ellos eran muy fuertes, y después de lo que veía, no estaba tan arriba de la isla como él creía.

… Neh, no era eso.

El curioso albino de ojos aqua siguieron a esa mancha de color oscuro ya casi invisible, siguiéndolo con cautela, velocidad, como aquel viento helado que nos recorre la espalda cuando vemos algo desagradable, desconocido o sumamente extraño… aunque también extremadamente deseado.

Le siguió y le siguió hasta que la mancha desconocida llegó a la tierra. Con la curiosidad a la flor de piel, bajó con cuidado hasta que poco a poco fue tomando forma… Era largo… levemente grueso… ¿A-alas?... ¡¿Un dragón?! Bajó más para apreciarlo con una alta definición en su mirada. Encontró unos ojos verdes, una sonrisa graciosa y al lado de él, un chico de cabello castaño, sonrisa inocente, tan adorable, tan bello. Se veía tan débil, pero a la vez tan … ¿Abrazable? Nada, en una primera vista no sintió nada más que unas enormes ganas de saber quien era…

—¡Hiccup! — Gritaba a lo lejos una rubia de cabello mediano que terminaba en una trenza. Una trenza extremadamente gruesa. ¿Era real? Se acercó alzando una ceja, curioso

—Astrid—Contestaba el castaño. La chica se le abrazaba y el chico dejaba que sus mejillas se tiñeran de color rosado. A Jack le gustó ver eso. Sí, ese tono le quedaba bien sobre su rostro. Se veía más adorable de lo que ya era. Pensamientos extraños jamás tenidos en cuenta por el albino, y lamentablemente no se daba cuenta de ello, ¿O sí?

Alzó su mirada hacia unos cuantos metros, sorprendiéndose al ver al dragón que miraba algo fijamente. Volteó y no encontró nada más que pasto y algo de polvo… ¿Acaso podía verlo?

—¡Chimuelo! ¿Qué tanto ves? Ya tenemos que ir a comer. ¡Chimuelo! — Fue hasta el último grito cuando el dragón dio un gruñido suave y finalmente se fue a con su dueño. Chimuelo, vaya, que extraño. Pudo haberle puesto otros millones de nombres y le puso uno tan ridículo. Suspiró, algo asustado. ¿El dragón lo había visto a él? Frunció suavemente el ceño, confundido. Dios… eso había sido tan extraño. Tanto que nuevamente se elevó al cielo, admirando como la isla se hacía más pequeña a su vista, para así, finalmente, confundido, volar hacia el polo norte. ¡Alguien le había visto! Bueno, un dragón… y eso, definitivamente, no era normal.