-Oh, Bella, si supieras lo doloroso que es tener que decirte que no…
Sus palabras retumbaban en mi mente mientras la euforia me recorría lentamente. Edward lo había intentado, si, lo había intentado con todo su ahínco pero finalmente no pudo más. Mientras me visto y me preparo para irme no me lo puedo creer todavía. Se perfectamente que es lo que deseo de él esta noche, pero no puedo evitar ver mis manos temblar.
-Hola – Me saludó, mientras sus labios recorrían mi mandíbula.- Lista?
Por supuesto que no. Mi determinación y decisión han desaparecido por completo, no me siento preparada para lo que voy a hacer. Edward me mira con tristeza al observarme temblar.
-Has cambiado de decisión amor?
-No, claro que no. Vamos.
El plan completo es irnos durante una semana gracias a una coartada que nos hemos inventado con la ayuda de Alice. Se supone que ella y yo nos vamos toda la semana de compras a Seattle aprovechando que la ola de neófitos y todo el peligro han cesado. Edward esta hermoso, insoportablemente hermoso, como de costumbre. El pelo le cae despreocupadamente sobre los ojos y lleva una camiseta que se le adhiere al cuerpo marcando sus músculos. Por supuesto, el no está nervioso, ni tan siquiera preocupado por como puedan ir las cosas. Me acompaña hasta el coche y espera a que este sentada en el asiendo del copiloto para agacharse y rozar sus labios contra los míos suavemente, sin prisas, tal vez en previsión de lo que estaba por suceder.
El trayecto fue en silencio, no se muy bien adonde me lleva, no quiso decírmelo. Solo me dijo que iba a ser especial. De pronto, para el coche y me pide que cierre los ojos. Lo miro extrañada pero me sonríe con su media sonrisa, esa que tanto me gusta. Dios… no puedo negarle nada, ni tampoco lo deseo. Hago lo que me ordena y siento como roza mi cara un tejido suave, que me cubre los ojos a modo de venda. Siento el rugido del motor bajo mis pies y adivino que el coche está otra vez en movimiento, pero no durante mucho tiempo. Al fin, volvemos a pararnos, esta vez definitivamente. Automáticamente siento a Edward a mi lado, abriendo mi puerta y guiándome. Me hace subir escaleras y de repente siento que el suelo desaparece de debajo de mis pies.
-Quítate la venda amor. –Me susurra en el oído. No puedo evitar sentir un escalofrío recorrer mi espalda.
Me la quito lentamente, disfrutando del contacto con el tejido y del aroma de Edward. Siento que las fuerzas se me van cuando observo lo que me rodea. Una gran habitación, con una pared de cristal, como en casa de los Cullen, con una enorme cama en el centro decoradaza con pétalos de rosa y en el suelo, un sendero de velas aromáticas marcando el camino hacia la cama. Mis ojos se inundan de lágrimas sin que lo pueda evitar y siento la mirada de Edward preocupado por mi.
-Estas bien Bella? He hecho algo mal?
No le respondo, simplemente me lanzo a sus brazos para besarlo apasionadamente, sin sentir esta vez sus vanos intentos por calmarme. Por primera vez percibo en Edward una pasión similar o superior a la mía, quemándome por dentro, deseando más. Aun en brazos de Edward, el suelo vuelve a desaparecer de mi camino y lo siguiente que noto es el mullido colchón bajo mi espalda.
No puedo reprimir un jadeo cuando noto que se aleja de mí inesperadamente.
-Bella… Oh Bella… estas segura de esto? –Me susurra al oído. –No tiene porque ser aquí, o ahora, podemos hacerlo todo o simplemente charlar. No quiero que te sientas obligada.
-Edward, cállate y bésame de una vez.
Se volvió a tender sobre mi, y noto sus manos, más ligeras que una polilla, recorrer lentamente los botones de mi camisa, mi cuello, y de nuevo, sus manos, esta vez mas cercanas a mi piel, ya que me ha quitado la camisa. Lo empujo suavemente para que quede tendido bajo mí y me ayuda a quitarle su camiseta y a desabotonar sus pantalones.
-Buenos días amor, como dormiste?
-Bien gracias. Y tu noche? Como fue?
Los recuerdos de la noche anterior me acosan, sintiéndome plenamente consciente de que bajo las sabanas que me cubren no llevo ropa. Observa mis mejillas arreboladas y me sonríe.
-No te avergüences amor, eres preciosa. Te quiero.
-Y yo a ti. Ha sido la noche más perfecta de mi vida Edward. Gracias. Por todo.
Se da la vuelta y me acerca una camiseta suya y una bandeja con el desayuno.
Desaparezco un momento por la puerta continua, el baño, para tener 'un minuto humano'. Cuando salgo de nuevo, Edward me espera en la puerta, abrazandome y sonriendome, jugueton.
-Te vienes amor? Voy a ducharme. -Me dice mientras me guiña un ojo.
-Claro. -Contesto para seguirle el juego.
