Los Juegos del Hambre no me pertenecen, solo creo una historia con su historia :)
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Capítulo 1:
Sus ojos se abrieron y un primer pensamiento surgió en su mente. La cosecha. El día más atemorizante para casi toda la gente del distrito, aquel día en el que existían probabilidades de que se vieran obligados a entregar a sus hijos como tributos, de enviarlos a una muerte casi segura y probablemente muy cruel, como si de por si no fuera cruel tener que ver a sus hijos morir. Todos los años la cosecha era el día más terrorífico para él, porque estaba seguro que no había ningún joven en el distrito doce con tantos papeles con su nombre en aquella maldita urna. La suerte no estaba de su lado; no lo estaba desde que nació prácticamente.
Se vistió lo más rápido que pudo, y salió de su casa sin echar un vistazo siquiera a sus hermanos, que todavía dormían. Mirarlos dormir con los rostros fruncidos por las pesadillas sólo aumentaría su terror por este día, y eso era algo que no podía permitirse. No quería pensar siquiera en que ellos podrían perder a su hermano mayor aquel día, y con él también a su mayor fuente de alimento.
En el bosque respiró un poco más tranquilo, porque aquel lugar siempre le daba un poco de paz, aunque nunca había paz en su mente, porque el Capitolio se había encargado de sembrar odio y terror en todo su ser. Al menos en el bosque podía permitirse decir lo que le diera ganas, sin temer por su vida o la de su familia. Podía exclamar a viva voz lo que haría si pudiera a la gente del Capitolio, a aquella gente que vivía muy tranquila su vida llena de lujos mientras los dejaba morir de hambre, a aquella gente que disfrutaba viéndolos matarse unos a otros, a aquella gente egoísta que no pensaba en nadie que no fueran ellos mismos. Pero últimamente eso no lo calmaba. Deseaba actuar, hacer algo. Pero era imposible, impensable siquiera; la gente del distrito doce estaba demasiado asustada para iniciar un levantamiento.
Con mucho cuidado revisó las trampas que preparaba todos los días, aquellas trampas que significaban su supervivencia y la de su familia, porque si bien era bueno con el arco lo suyo eran las trampas definitivamente. Satisfecho, sacó con cuidado una ardilla y un conejo, un botín un poco miserable para sólo un día, pero estaba seguro que luego conseguirían más presas. Por ahora con eso bastaba.
Despellejó con cuidado las presas, para evitar arruinarlas, y salió presuroso del bosque. Apenas le prestó atención a la alambrada, porque se había acostumbrado a que casi nunca estuviera electrificada. El cielo comenzaba a aclararse, y el sol no tardaría en salir. Sin embargo las calles estaban vacías, preludio del día en que se encontraban. Las familias que todos los días a esa hora se encontraban camino a sus trabajos ahora debían estar intentando dormir, o tranquilizando a sus hijos después de alguna pesadilla. Horrible.
Llegó a la zona comercial del distrito junto a los rayos del sol. Primero pasó por la panadería, un lugar que no le agradaba demasiado, al igual que todos los comercios. Era totalmente injusto que ellos tuvieran un mejor estilo de vida, que hubiera clases sociales. Además muchos de ellos los miraban por proceder de La Veta, la zona más pobre del distrito. En la panadería solo trataban con el panadero, pues su mujer era verdaderamente una arpía y los odiaba tanto como ellos a ella. El panadero estaba bastante generoso al parecer, porque le cambió la ardilla por una cantidad de monedas inusitada y también le dio una hogaza de pan, algo que se podría considerar como un regalo extra por la cosecha. Todos se ponían un poco sentimentales aquel día, y eso era algo que él odiaba.
Cambió el conejo en el quemador por unas velas que necesitarían cuando, después de que transmitieran la cosecha, se fuera la electricidad. Una de las ventajas de ser el distrito más pobre era que nadie les prestaba mucha atención, y por ello no se veían obligados a soportar todos los estúpidos programas del Capitolio. Sólo veían los obligatorios, y no era algo muy placentero. De regreso al bosque descubrió que las calles estaban un poco más pobladas, aunque no como todos los días. Todo era diferente aquel día.
Llegó a su punto de encuentro con ella tan solo algunos minutos antes de que ella hiciera lo propio. Minutos en los que se dedicó a reflexionar con la mirada perdida en el valle lo libres que serían viviendo en su bosque, sin cosecha de la cual preocuparse, sin hermanos a los que cuidar, sin madres a las que ayudar. Era egoísta, y lo sabía, pero lo habría hecho por libertad y por pasar la vida con ella a su lado.
Sus pasos la sobresaltaron. Era silenciosa, aunque no tanto como él, y se la veía preocupada por los mismos motivos que todos los demás. En sus manos llevaba un arco, el mismo que usaba para alimentar a su hermana pequeña y a su madre. Recordó como se habían conocido, cómo ella había invadido su bosque con el mismo objetivo que él: no morir de hambre. Recordó como poco a poco se habían vuelto inseparables, y como sus sentimientos habían mutado a algo mucho más profundo algunos meses atrás.
— Hola, Catnip. – Le dijo a modo de broma; un saludo privado, algo de lo cual sólo ellos dos eran partícipes. – Mira lo que he cazado. . – Dijo sosteniendo el pan que algunos minutos atrás el panadero prácticamente le había regalado. Ella sonrío gustosa, y entre algunos otros comentarios sobre, como no, la cosecha, degustaron el pan junto con un queso que había elaborado Prim, la hermana pequeña de Katniss. También comieron algunas moras, que él se encargó de recoger de unos arbustos mientras se pavoneaba imitando a Effie Trinket, la ridícula mujer que se encargaba de sacar los nombres de los tributos de aquellas endemoniadas urnas. A él le suponía una verdadera diversión observarla a ella reír, un lujo que no se permitía con ninguna otra persona, salvo con su hermana.
El día era fantástico, un día que parecía burlarse de ellos, de todo el distrito, pues para dos familias sería el día más triste de toda su vida. Sin embargo allí se encontraban ellos dos, disfrutando del día como debería ser, como todos deberían hacerlo de no existir un Capitolio, de no existir los Juegos del Hambre. Se imaginó la vida así, entre días soleados sin preocupaciones, sólo el y ella en el bosque. No pudo reprimir el pensamiento y se lo soltó, de una forma más despreocupada para que ella no comprendiera el trasfondo de sus sentimientos, pero lo hizo.
— ¿Sabes qué? Podríamos hacerlo.
— ¿El qué?
— Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. Tú y yo podríamos hacerlo. Si no tuviésemos tantos niños. – Añadió pensando en Prim y en sus tres hermanos Rory, Vick y la pequeña Posy. Dios sabía que no podían abandonarlos a su suerte, aunque él mataría porque las cosas fueran diferentes, por ser dueño de su propia vida, por no tener que cargar con el peso que llevaba. Era muy egoísta, pero con su última cosecha a la vuelta de la esquina deseaba un poco de libertad. Pero sabía que ella se negaría, porque ella no era tan egoísta como él, porque para ella no suponía una carga su pequeña hermana, que era lo que más adoraba en el mundo.
— No quiero tener hijos. – Dijo ella con una firmeza que le dolió un poco.
— Puede que yo sí, si no viviese aquí. – Respondió para no tener que dar más explicaciones. ¿Cómo podía decirle después de aquella firme declaración que a él si le hubiera gustado tener hijos, que a él le hubiera gustado ser padre junto a ella? No podía.
— Pero vives aquí. – Le respondió ella molesta, molesta con su destino.
— Olvídalo.
Zanjaron el tema con esa palabra y pasaron la mañana pescando en el lago y recolectando verduras por los alrededores. A media mañana, a pocas horas de la cosecha, habían conseguido la suficiente cantidad de comida para la cena, y también algunas cosas para intercambiar. Él no dice nada, pero tiene pocas esperanzas de llegar a la cena, no puede permitirse tener muchas cuando la mitad de los papeles de la urna de los chicos lleva su nombre.
Pasaron por el Quemador e intercambiaron la mitad de las verduras y algunos peces por cosas que necesitan, pues con la comida no es suficiente. Luego se dirigieron a la casa del alcalde, donde esperaron unos minutos en la puerta de atrás hasta que apareció Madge Undersee, su hija, con una bolsa llena de monedas para comprar sus fresas. Con solo verla, tan elegante, le dio algo de repulsión, y nuevamente volvió la rabia hacia aquellas personas del distrito que tenían más que ellos, que solo los veían como pobretones que se ensuciaban las manos con tierra para conseguir un poco de comida.
— Bonito vestido. – Dijo intentando disminuir al máximo la ironía, pues sabe que Katniss la considera su amiga, aunque no entiende como alguien como Madge puede ser su amiga. Seguramente es por lástima.
— Bueno, tengo que estar guapa por si acabo en el Capitolio, ¿no?
Fijó su mirada en ella, intentando descubrir si bromeaba o no. Llegó a la conclusión de que era una estúpida niña rica, que se burlaba de la suerte de ellos, los que se veían obligados a incluir su nombre más veces de las necesarias según la regla a cambio de un poco de comida, algo que ella nunca tendría que hacer.
— Tú no irás al Capitolio. – Le dijo con desprecio, deseando por un momento que aquello no sea verdad, que por primera vez alguien rico tuviera que sufrir. Egoísta nuevamente. - ¿Cuántas inscripciones puedes tener? ¿Cinco? Yo ya tenía seis con sólo doce años.
Notó el enojo de Katniss por su actitud, pero no hizo nada por remediarlo. Ella era demasiado inocente, y no veía las cosas del mismo modo que él lo hacía. Ella todavía podía sentir simpatía por aquellos que podían un poco más, aunque nunca pudo entender por qué. El los odiaba, igual que odiaba a casi todo el mundo.
Se separaron, él todavía enfadado, y se dirigió a su casa con la mitad del botín. Allí su enojo se suavizó un poco, suplantado por tristeza, al ver a sus hermanos preparándose. En silencio se aseó y se vistió con la mejor ropa que encontró y juntos se encaminaron a la plaza. Se registró y se ubicó junto a los chicos de su edad, pero su mirada siguió buscando hasta que la vio llegar, y luego la observó guiar a su hermana, que estaba totalmente aterrorizada. Él no entendía por qué, ya que la niña solo tenía un papel, pero todos experimentaban el mismo terror al entrar en la edad elegible. La suerte estaba del lado de la pequeña Prim, porque su hermana no le había permitido tomar teselas, algo poco usual en la Veta.
A las dos en punto el alcalde empezó con la historia de Panem y de los Juegos del Hambre. Como todos los años, le prestó inusitada atención a la historia que explicaba por qué se habían convertido en esclavos del Capitolio y por qué debían pagar enviando a los niños a esos juegos. Todo le parecía demasiado ilógico, y escuchar sólo servía para aumentar su furia contra el gobierno, pero siempre lo hacía, con la esperanza de encontrar un hueco, algo que le permitiera usar a su favor y a favor del distrito doce. Siempre estaba la esperanza de la rebelión.
Cuando el alcalde terminó de leer disfrutaron de un agradable espectáculo de la mano del único vencedor vivo, Haymitch Abernathy. Reprimió una sonrisa al ver como molestaba a Effie Trinket, una de las causantes de todos sus males. Luego intentó mantener una sonrisa burlona mientras miraba a Katniss, que lo miraba con preocupación. Sin embargo él también estaba preocupado, demasiado preocupado, por su vida y por la de ella también. Poco le importaban las vidas a aquella extravagante mujer, que ya estaba comenzando con el sorteo. Casi en cámara lenta la mujer sacó un papel de la urna y lo leyó en voz alta y clara, enorgulleciéndose de su trabajo sin dudas. Respiro hondo, deseando que no fuera Katniss y el destino lo favoreció de una forma para que luego doliera más el puñal por la espalda.
— Primrose Everdeen.
Sabía lo que pasaría a continuación. Y también sabía lo que debía hacer él.
Hola! ¿Cómo están? Estoy cometiendo una total imprudencia, pero hoy me dio un ataque y escribí un montón, así que no pude resistirme a subir el primer capítulo de esta historia que tenía planeada hacía un tiempo, y que me carcomía la cabeza xD Bueno, si leyeron alguna otra de mis historias sabrán que siempre odié a Gale, pero ahora que intento ponerme un poco en su lugar e imaginarme como vivió él la historia me está empezando a caer mejor. Irónico, pero así es la vida (?¿)
Bueno me gustaría saber su opinión sobre la historia. Sé que para la mayoría no es tan atrayente como un KatnissxPeeta, pero bueno, creo que es interesante ver cómo vivió Gale los Juegos :)
Hablando de las actualizaciones... Esta vez decidí ponerme un horario, por así llamarlo, que es como funciono mejor :p Así que llegué a la conclusión de actualizar todos los martes. De modo que este martes voy a subir el capítulo 2 y luego el siguiente el 3 :p Es para estar yo más organizada :p
Bueno, sin más que decir, me retiro. Espero que les guste realmente :)
Saludos!
