—¡Arg! —volví a quejarme por enésima vez en los últimos quince minutos.

El dolor en mi tobillo era insoportable, pero por lo menos me quedaba más satisfecha al saber que ese maldito lo había pasado peor, por lo menos ese era mi único consuelo, además de prolongar más el plazo.

—¡Gra! ¿¡Cómo puede doler tanto!? —me grité para mí misma.

Observé a mi alrededor, las montañas cubiertas de nieve al igual que los árboles, me volví a maldecir para mis adentros, estaba muy lejos de mi manada.

Intenté andar en un sólo pie, pero no pasaron ni cinco segundos cuando caí sobre mi rodilla izquierda, haciendo que también mi pie lastimado rebotara en la nieve, produciéndome un dolor inimaginable.

—¡MALDICIÓN! —grité con todo el aire que pudo escapar de mis pulmones.

Y por más que quisiera culpar a alguien más, sabía de antemano que la culpa era totalmente mía, por haber luchado de nuevo contra ese maldito.

Lo único que me consolaba era que si yo tenía mi tobillo izquierdo herido, él debería de estar mucho peor que yo, después de todo, él nunca pudo ganarme en combate, pero hacia todo lo posible por causar daño, y esta vez no fue la excepción.

Caminé hasta sentarme en una roca que por suerte no tenía mucha nieve, culpándome de nuevo por mi idea.

Había salido de casa sin avisar a nadie, quería despejarme un poco de todo esto del emparejamiento, estaba cansada de que todos los días mi padre me riñera por no aceptar la propuesta de ese maldito Weavile.

Pero para mi era simplemente incomprensible el hecho de que me quisiera emparejar con mi mejor amigo de la infancia, y que de paso, sea más débil que yo.

Había una gran diferencia entre ser amigos y ser compañeros, yo jamás lo vi con esas intenciones a pesar de que él me había confesado sus sentimientos desde siempre, yo sólo pensaba en ser más fuerte y vivir viajando por el mundo, luchando con los demás Pokémon, tener amigos y enemigos, vivir aventuras a cada paso, y tal vez, encontrar a alguien que pudiera ser mi pareja ideal.

Pero esos sueños se habían quedado en el olvido el día en que mi padre me dijo que sería la compañera de Will, mi mejor amigo de la infancia.

Habían pasado ya dos años desde que eso se había acordado, y cada vez que el plazo para emparejarnos llegaba, él intentaba convencerme de que me haría feliz, pero al final, nuestros encuentros terminaban en peleas como la de hoy.

Volví a quejarme por el dolor, sólo necesitaba un par de días de reposo y todo estaría como nuevo, pero estaba muy lejos de la manada, llegar en mi condición me tomaría horas, aunque tal vez ya hayan notado mi desaparición y me estuvieran buscando, sólo era cuestión de tiempo para que me encontraran.

Me puse un poco más cómoda en la roca y me dediqué a ver mi tobillo lastimado, no estaba tan mal según yo, pero aun así, tenía que reposar.

Pasaban los minutos y nadie me encontraba, me llegué a desesperar, al punto que hubiera preferido volver por mi misma, pero el punzante dolor en mi tobillo me obligaba a quedarme quieta.

—Hey, ¿necesitas ayuda?.

Levanté mi rostro para ver quien me hablaba, era un Lucario, algo raro para mi, no era muy común que los viera, aunque en algunas de mis huidas de casa lograba ver uno que otro.

—No —le respondí sin más.

Me crucé de brazos, estaba más que segura de que con esa respuesta se iría de mi vista, tal vez pensando que era una mal agradecida, pero me daba igual.

—Lo siento pero no puedo dejarte aquí.

Y en menos de lo que pensaba, el Lucario ya me estaba cargando entre sus brazos, habría intentado defenderme, pero al estar entre sus brazos, con mi pierna colgando, sentía el dolor punzante atravesando mi cuerpo.

—¿Me estás lastimando sabías?, ¡Bájame! —intentaba removerme pero lo único que lograba era lastimarme.

—Si te sigues moviendo te lastimaras más.

—¡Estaría mucho mejor si me hubieras dejado en esa roca!.

En menos de lo que pensaba, habíamos llegado a una especie de casa hecha de madera.

Qué raro, jamás había visto esta casa por aquí.

Entramos en la casa, y al instante, pude ver la fogata que se mantenía encendida al centro de la habitación, una cama de madera de roble en el fondo, cubierta con unas cuantas sábanas, además de una mesa y dos sillas que se encontraban a la izquierda, cerca de una ventana.

El Lucario avanzó hasta dejarme sentada en la cama, teniendo cuidado con mi tobillo.

—Oye esto no es necesario —le recordé.

Estaría bien, siempre y cuando me dejara cerca de donde mis amigos de la manada me encontraran, ya ellos me ayudarían a llegar a casa y me tratarían el tobillo.

Recibiría una reprimenda de parte de mi padre por irme sin su permiso, por haber luchado de nuevo contra Will, y de paso, por haberlo dejado herido.

Y al final, aplazaríamos el emparejamiento otros tres meses.

—¿Cómo te has hecho esto?, ¿Perdiste una batalla? -preguntó curioso, observando mi tobillo.

—Para tu información, gané la batalla, pero al muy maldito le encanta hacer daño ya que es débil -dije de mala gana, cruzándome de brazos.

—Pues vaya que si te lo hizo— se alejó, buscando algo en el suelo.

—Ya te he dicho que no es nada, solo déjame cerca de mi manada y ya.

—¿Qué no es nada?, tu pierna tiene rasguños por todos lados, además de que tu tobillo parece haber sido mordido por un Carvanha.

—¿Carvanha?.

—Un pez piraña con dientes afilados —soltó a la ligera, mientras se acercaba a mi con unas vendas y frascos.

—¿Podrías decirme más sobre ellos? —pregunté tímida, mientras veía como comenzaba a tratar mi herida.

—Son unos peces pirañas, color rojo y azul, sus aletas son color amarillo, tienen dientes muy afilados, y unas escamas muy filosas, un ligero rose basta para comprobar que tan afiladas son.

Mientras él hablaba, podía imaginarme a ese pez, sus colores relucientes, sus escamas afiladas, y el montón de puntiagudos dientes.

Sin darme cuenta, el Lucario ya había terminado de vendarme la herida, aunque toda mi pierna terminó con vendas.

—Listo —anunció satisfecho de su trabajo.

Lo vi recoger las vendas sobrantes y los frascos, para luego, ir a dejarlos en la mesa.

—¿Cómo sabes tanto de ellos?, estoy segura de que no hay ni siquiera un pez aquí, el agua esta congelada —cuestioné interesada.

—Los conocí en mis viajes —se sentó a un lado mío, moviendo mi pierna a una posición más cómoda en la cama, dejándome medio recostada—, y no de la mejor manera.

—¿Te atacaron muchos a la vez? —le pregunté bromista.

—Digamos que no es muy bonito tener a un montón de Carvanha persiguiéndote y que una de esas pirañas esté mordiéndote la cola.

Eso fue suficiente explicación para mi.

Observé por un momento al Lucario, por la forma en que me había contado sobre los Carbanha, no me cabía duda de que su vida era toda una aventura.

Vivía todo con lo que yo alguna vez soñé vivir.

—Por cierto, me llamo Leo —se presentó, tendiéndome su mano.

—Whenn —estrechamos nuestras manos a modo de saludo—, y dime ¿Has visitado muchos lugares en tus viajes?.

—Muchos, he visto a muchos Pokémon, tanto normales como legendarios —habló con orgullo en la voz.

—Aquí no es muy común ver Pokémon legendario, algunas veces logramos ver a Suicune o Articuno, pero por lo general somos mas Sneasel, Weavile y Absol, sin contar a algunos Lucario que pasan de vez en cuando por aquí.

—¿Nunca has salido de aquí?.

—Sólo cuando tuve que buscar una Garra afilada, y ni siquiera lo hice sola, papá me acompañó hasta donde sabía que estaba una, no fue la gran cosa ponérmela y evolucionar —refunfuñé, cruzándome de brazos.

—¿Esperabas algo más? —preguntó divertido.

—Si, esperaba que me dejara ir sola, que tuviera que buscarla en algún lugar hostil, pelear contra muchos Pokémon por ella, y que al final, cuando por fin lograra ponérmela y evolucionar, sintiera que todo el esfuerzo valió la pena —el tan sólo imaginar que eso hubiera pasado me provocó una sonrisa— pero en lugar de eso, sólo tuve que ir, ponerme la garra y evolucionar —comenté molesta.

—Querías que fuera toda una aventura digna de contarse.

—¡Si!, pero mi padre no comprende eso, sólo quiere que esté en el bosque y que sea la perfecta compañera inútil de Will —de tan solo recordar su atrevimiento de pedirme como compañera sentía la rabia consumirme por dentro.

—¿Eres una especie de princesa o algo así?.

—Se podría decir, soy la hija del líder de la manada, y al parecer, eso le da derecho de decir cómo debo de vivir mi vida.

—¿Y tú no puedes hacer nada al respecto? ¿Revelarte contra él, o simplemente, decirle que no quieres esa clase de vida para ti?.

—Créeme que lo he intentado en más ocasiones de las que pueda recordar, pero el simplemente no lo entiende, y tampoco quiero dejarlo —en ese instante, mi voz se tornó un poco melancólica— no puedo dejarlo porque aun lo recuerdo, recuerdo que él solía jugar conmigo cuando era una pequeña Sneasel —una sonrisa se escapó de mis labios al recordar mi infancia— jugaba conmigo a diario, él y mi madre siempre fueron muy unidos, a pesar de que también se emparejaron como él lo quiere hacer conmigo, yo siempre los vi felices.

En ese instante, mi sonrisa se desvaneció, y sentí de nuevo esas horribles ganas de llorar al recordar ese maldito día en el que todo cambió.

—¿Qué pasa? ¿Te duelen tus heridas? —me preguntó preocupado mientras comenzaba a revistar mi pierna vendada.

—No es nada.

—¿Estás segura? —no se veía muy convencido de mis palabras.

—Si, sólo...necesito descansar.

No le di tiempo a protestar, me giré con cuidado de no mover mucho mi pierna herida y cerré mis ojos.

No quería volver a recordar eso, pero tampoco podía evitarlo, después de todo, cuando eso pasó, papá se hizo más frío y distante conmigo y comenzó a tomarse sus deberes de líder muy enserio, tanto así, que ahora escogió con quien debería pasar el resto de mi vida.