Discleamer 1: Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, son propiedad de Yana Toboso, sólo los Oc son propiedad mía.

Disclaimer 2: Este fanfic es hecho sin fines de lucro.

Disclaimer 3: Esto se ha resubido con el objetivo de corregir errores y cambiar partes


Capítulo 1: Esa noble, shinigami

Michelle Trancy estaba ahí, parada frente al espejo, con pastillas en mano, las cuáles una sobredosis causaría la muerte inmediata.

Lo perdió todo, su prometido, la criatura en su vientre, su querida nodriza, y pronto su fortuna y la mansión, ya que su novio no tenía herederos. Como bien se sabe, las mujeres no tenían derecho a heredar en la época. ¿Quién iba a pensar que moriría a los dieciséis años?

Para colmo, hace poco se enteró que es la hermana mayor de Ciel Phantomhive, pero era tanta su rivalidad, que ni siquiera cariño le tenía.

Tan joven, tan hermosa, tan desdichada, y sin razón para seguir viviendo.

Molió las pastillas en un vaso con agua y se las tomó sin pensarlo más, sin querer seguir. Al principio sintió mareos, luego perdió el equilibrio y cayó al suelo, todo esto mientras lloraba amargamente, sin consuelo.

Después de eso todo se fue a negro.

No veía, no sentía ni escuchaba nada...

-Despierte.

Corrección, escuchó unas voces.

-Despierte, Sra. Trancy.

-¿Eh?... ¿Qué ha pasado?...- dijo, comenzando a abrir los ojos con dificultad, una gran luz la iluminaba y encandilaba su vista.- ¿Acaso fallé y sigo viva?...

-No señora, usted está muerta.

La chica, que seguía en el suelo algo aturdida, terminó de acostumbrar su vista y se levantó de golpe, sorprendida. ¿Era cierto? ¿Por qué estaba aquí entonces?

-Yo pensaba que morir era reencarnar o ver todo negro, no estar en un salón oscuro, con tipos vestidos de negro- dijo Michelle, ya reincorporándose.

-Esto no es gracioso, usted volvió a renacer gracias a sus pecados, Sra.

-¿Mis pecados?... osea que...

-Sí, por todos sus pecados, está sentenciada a ser shinigami.

-¡¿Shinigami?!

Ahora sí no podía creerlo, ¿un shinigami? ¿Pagar por sus pecados? ¿En qué diablos se había metido ahora?

-El dilema ahora es que, como es una mujer, no podrá asistir a la Academia Shinigami. Tendrá que ser secretaria del Departamento de Recursos Humanos.- la voz del hombre era grave y profunda, seguro lo escuchan a dos kilómetros.

-Sabemos que tiene muchas preguntas, pero se le responderán más adelante.- habló otra voz, menos profunda que la primera.

¿Secretaria por ser mujer?, no señor, eso no lo iba a aceptar, se mató para poder salir de su sufrimiento y de sus problemas, no para meterse en otros.

Y si, al parecer, va a comenzar una "nueva vida", tenía que ser a lo grande, su apellido era Trancy, así que usaría su arma más poderosa:

La manipulación.

Pero... ¿cómo lo haría?

"Un shinigami que asiste a la academia se prepara para su servicio, mientras mayor sea el resultado del examen final, más respetado será cuando salga".

La chica recordó enseguida las palabras de cierto shinigami Spears, que se había encontrado con él alguna vez en vida, tal parece que podía usar eso a su favor.

-Es extraño que me hayan elegido a mí entre todas las mujeres suicidas de Londres.

-¿Por qué le extraña?

-No lo sé, pero, seguro que cierto hombre me habrá mencionado, ¿no?- sabía que funcionaría, después de todo su prometido, Alois Trancy, le enseñó bien.

-Sí, William.T Spears ha hablado de usted un par de veces.- dijo la voz profunda.

-Y tal vez mencionó mis habilidades en combate.

-Bueno, sí, dijo que sospechaba que era demonio peligroso, pero ya que está aquí, confirmamos que fue humana.- musitó la segunda voz.

¿Peligrosa?, difícil creer eso de Spears.

-¿No cree que mi condena será mejor si hago el servicio a ser una secretaria? ¿O es que la sociedad machista de Inglaterra, o del mundo, también se impone aquí?

-Nosotros no tenemos una sociedad machista, Sra. Trancy.- negación, típico.

-Que las mujeres se dediquen a la secretaria en vez del servicio, sólo por ser mujeres, ¿acaso no es eso machista?

-¿Qué es lo que quiere?

-Hacer el servicio, no me parece que pase de ser condesa a una crédula secretaria.

-Yo creo que puede hacer el servicio.- dijo una tercera voz... ¿femenina?

-Agh... está bien, asistirá a la escuela y hará el servicio, pero le advierto que tendrá la misma exigencia que los hombres.

-Entendido, no hay problema, tampoco le pedí que disminuyera la exigencia.

-Llamaremos a Ronald Knox, él será su compañero de clase. Mientras tanto vaya a recepción, le inscribirán y le darán su uniforme.

-Ok.

Y como esperaba, su plan funcionó a la perfección.

Ella siempre fue dominante ante los hombres desde pequeña, tenía claro que la sociedad trataba mal a las mujeres y por eso debía demostrar superioridad, que los hombres eran unos inútiles y no hacían nada bien, de hecho nunca dejó que su "padre" la tocase, aún siendo su favorita entre todos esos niños. Aunque un día fue enamorada por un chico que torció un poco su manera rígida de pensar, ese fue Alois.

Caminó aleatoriamente por un par de pasillos y llegó a la recepción, aún sin saber cómo, luego exigió el formulario de inscripción. La recepcionista no le hizo ningún problema, sólo le extrañó que una mujer asistiera a la escuela, esta le pidió a la novata que llenara sus datos y así lo hizo, después le entregó el uniforme, disculpándose porque era masculino y le recomendó un sastre que quedaba cerca. En eso llegó un joven rubio corriendo muy apresurado.

-Uff... siento la demora...me dijeron que recibiera a un alumno nuevo.- masculló el chico agitado por la carrera.

-Esa soy yo.- dijo la muchacha seria.

El chico abrió muy grandes los ojos y en segundos explotó lanzando carcajadas por bastante rato, diríamos que estaría literalmente muerto de la risa...si ya no lo estuviera.

-¿Qué es lo gracioso?- preguntó la menor algo molesta por la reacción del muchacho.

-¡Eres una mujer!- musitó aún carcajeándose.

-¿Y eso qué?, hay muchas cosas que hacemos las mujeres que los hombres no.

-¿Cómo qué? ¿Usar muchos vestidos?- el rubio se reía más todavía.

-Bueno...lo del vestido lo hace cualquiera.- dijo la chica recordando a cierto shinigami rojo.- ¡Tú mismo podrías hacerlo algún día, así que no te burles!

-Ok, ok, lass*...creo que me excedí, soy Ronald Knox.- se calmó el rubio y le estiró la mano a la menor.

-Michelle Trancy.- correspondió el gesto la otra, todavía molesta por el chiste.

-Bien, sé que no ha sido la mejor presentación, pero vayamos rápido al sastre, así no llegamos tarde.

-Eso de llegar tarde es una costumbre tuya, ¿eh?

-¿Qué puedo decir?, estoy en la edad festiva.

Agilizaron el paso hasta llegar a la sastrería. Entraron tratando de hacer poco ruido, y Michelle se paró a observar. Era bastante simple su decoración, paredes color avellana con muebles de madera color claro, una plataforma para tomar las medidas de los clientes, probadores, algunos vestidos y una cortina morada. De la misma salió una mujer de pelo castaño amarrado en una coleta al lado izquierdo, mucho busto y un par de lentes.

-¡¿Nina Hopkins?!

-¡¿Michelle Trancy?!

-¡Wooooh!-gritaron ambas y se abrazaron como si fueran amigas de toda la vida, de hecho casi lo eran. El joven Ronald estaba confundido.

-¿Ustedes se conocen?

-¡Claro!¡Nina fue mi modista en Londres!- contestó emocionada la menor.

-Espérate… ¿modista? – tenía la idea que la recepcionista le dijo sastre.

-¡La única y experta! Por cierto, la morgue no te ha quitado lo bella. ¿Qué dices ahora que estás viuda?- comentó la sastre de manera coqueta, guiñándole un ojo a la muchacha.

-Y a ti no te ha quitado lo pervertida- respondió con una gota en la sien.-Oye, ¿por qué estás aquí?

-Digamos que un shinigami me dejó entrar~.-canturreó la mujer.

-Pero los humanos y los demonios no pueden entrar a la Dimensión Shinigami- afirmó el rubio aún más confundido.

-Pueden con el permiso de uno, verán, como mi clienta favorita SE SUICIDÓ ESTA MAÑANA.- ironizó.- la sastrería no podía cotizar sus confecciones, así que puse un negocio aquí también.- explicó la modista con un semblante de alegría infinita.

-¿Y no te hicieron problema por eso? ¿O es que te suicidaste también?-preguntó la noble.

-No y no- respondió la mujer.

-Aún no entiendo una cosa... ¿quién la dejó entrar? - preguntó el chico sin salir de la confusión.

-Era un hombre de cabello largo y vestido de rojo, a pesar de "ese detalle", tenía un buen gusto en ropa- describía Nina mientras hacía gestos, pues se sabía que le disgustaba el color.

-Grell Sutcliff/ ¿Grell-senpai? - dijeron ambos menores, uno con el cerebro más revuelto que un tazón de frutiloopies, la otra con asombro y una pizca de fastidio.

-¡Grell-sempai! ¡Satrería! ¡La academia! ¡El proyecto del lunes! ¡Teletubies! - el pobre Ronald entró en un estado vegetal temporal, era mucha información para él.

-Bueno...ahora muéstrame lo que tienes, pequeña, no llegarás tarde a tu primer día.- musitó entusiasta la modista.

-Oh, sí, aquí tienes- recordó Michelle y le entregó el uniforme.

-Esto es completamente masculino.- analizó la mayor.- No te preocupes, no te darás cuenta y ya estará terminado.

-Eso espero

La modista le pidió a la muchacha que se probara el uniforme, después daba puntadas por un lado y cortadas por el otro a una velocidad increíble, mientras que Ronald intentaba coquetear con esta sin éxito alguno.

Michelle es una joven de contextura delgada, de tez clara, su cabello es corto y castaño, con un flequillo que cubría parte de su ojo derecho, estos últimos son grandes, antes de color azul rey como los de Ciel, ahora como los de todo shinigami, su rostro tiene facciones finas y sus labios, apetecibles para todo chico, eran de un rosado claro.

Al parecer mientras la describíamos, Nina terminó el uniforme... qué rápido.

Ronald miró a Michelle atentamente con un ligero sonrojo en las mejillas.

-Que linda...- alcanzó a decir de lo atónito que estaba, pero luego sacudió su cabeza y levantó su pulgar en señal de aprobación.- ¡Te ves bien, Chelle-chan!

-Gracias... en serio no me di cuenta cuando lo terminaste...- paró en seco después de escuchar al joven.- ¡¿Y A TI QUIÉN TE DIO PERMISO PARA DECIRME CHELLE-CHAN?! -gritó enojada la castaña.

-¿No es obvio? Una blusa blanca con un broche azul que remplaza a la corbata tradicional, chaqueta de lino negra ajustada en la cintura, unos pantalones cortos y medias hasta la mitad del muslo hechas con el mismo pantalón, zapatos de tacón alto...- explicaba Nina emocionada, señalando cada detalle y prenda.- y no podía faltar esto, lo rescaté de tu funeral, querida.- terminó mientras le entregaba una caja con un listón rojo.

-¿Qué es esto? -preguntó la noble.

-Ábrelo si quieres saber.- le guiñó el ojo la otra.

La chica abrió el paquete y se asombró al ver su contenido, un sombrero pequeño de copa, SU sombrero de copa, con listones, rosas azules y una malla, eso era lo primero y la modista enseguida se lo colocó al lado derecho de su cabeza, donde solía usarlo.

El segundo era una sortija de plata con un rubí, la castaña se emocionó al tomarlo, unas lágrimas corrían por su rostro, era su sortija de compromiso.

Puede que su novio haya sido un sádico, cruel y obsesivo, pero lo amaba enormemente, porque con ella era todo lo contrario.

-Tranquila, pequeña, ese rostro no se luce con lagrimones.-le consolaba Nina mientras secaba esas gotas saladas.

-No te preocupes, cuando estés afuera les demostrarás a todos quién eres, lass.- le animaba Ronald.

-Sí...tienen razón...así todos verán quién es Michelle Trancy.- declaró la condesa. Definitivamente demostraría de lo que es capaz.

-Será mejor que piensen en irse, no vaya a ser que lleguen tarde.- les recordó la modista.

-¡Oh sí! ¡Mira la hora! ¡Te regañarán en tu primer día!...y a mí me suspenderán...-se alteró el rubio.

-Cierto, ¿cuánto te debo, Nina?

-Cortesía de la modista, querida.- le guiñó.

-Gracias, vámonos Ronald.- sonrió la castaña y ambos estudiantes se fueron.

Llegaron a la puerta de la academia y se preocuparon al no ver a nadie, sobretodo Ronald, significaba que todos estaban en clases, así que corrieron...o él corrió directo al salón, la chica sólo caminaba rápido. Al llegar el profesor ya estaba adentro, el rubio comenzó a alterarse.

-Oh no... Esto no es bueno, no es nada bueno, me suspenderán, y te castigarán en tu primer día...

-Ronald, cálmate.

-O peor, nos echarán a ambos y no podrás hacer el servicio...

-Ronald, cálmate ahora.

-¡Y serás una secretaria! ¡Y Will-senpai me va a matar!...

-¡RONALD, CÁLMATE DE UNA VEZ!

-...- la chica lo miró amenazadoramente para que se calle de una vez, tanto "ruido" le estresaba.

-Mira, vamos a entrar y explicaremos todo, ¿vale? - trató de calmar al muchacho con un semblante serio, este asintió con la cabeza. Tocaron la puerta esperando el permiso del maestro y él se los concedió.

-Disculpe por llegar tarde, profesor, nos tardamos en la sastrería.- se excusó Ronald.

-Es cuarta vez que llegas tarde, Knox, ¿qué hacías en la sastrería? - le reclamó el maestro.

-Me mandaron a acompañar al alumno nuevo.

-Ah, está bien, preséntalo y siéntate, por favor.

El chico entró, aclaró su garganta y comenzó.

-Queridos compañeros, reciban al alumno nuevo, Michelle Trancy.- la noble entró, hizo una reverencia y saludó a sus compañeros.

-¡¿EEEHHH?! - todos estaban atónitos, incluso el profesor, algunos indignados, otros maravillados, parecía que ninguno de ellos ha visto a una mujer en su vida.

-Eemm...bueno s-srita. Trancy.- el maestro aún no procesaba que una mujer haya accedido a la academia, en SU clase.-Knox, que se siente al lado tuyo.- ordenó fríamente al rubio.

-¡Sí señor! - y ambos se sentaron en sus puestos.

El resto de la clase la chica trataba de entender la materia, pero entre tanto cuchicheo** era imposible.

El profesor comenzó a ignorarla de la nada, la pobre no entendía mucho y no le daba tampoco la palabra, a pesar de eso Ronald le atendía cada duda, y al mismo tiempo, el resto de los chicos se burlaron de ella como que fuera una burra o una niña de cinco años. Al terminar la hora, ella salió completamente frustrada del salón, y el rubio tras suya.

-¡Michelle, espera!- el muchacho alcanzó a la castaña.

-¡Esto es injusto! ¡Y se dicen a sí mismos que no son machistas! ¡Pura negación y falsedad de mierda!- la condesa parecía que mataría a cualquiera por lo enojada que estaba.

-Dales tiempo para acostumbrarse, es primera vez que ven a una chica en la academia.- trató de calmarla...trató.

-Dime Ronald, sé que nos conocimos esta mañana, pero... tú no crees que sea inútil por ser mujer... ¿o sí?

-Bueno...- el chico no sabía que responder, al principio la había juzgado mal por ser mujer, pero en estas horas comenzó a agradarle, encontró injusto el trato que le dieron en la clase, aun así, no podía asegurarle nada.

-Eso pensé.- y salió corriendo, Ronald intentó detenerla, pero fue en vano.

La noble corría frustrada, comenzando a sollozar, se arrepentía de haberse suicidado, hasta en Inglaterra la trataban mejor, era mucho más fácil ahí, ahí era respetada, temida incluso. O más bien, no recordaba lo que era empezar de cero.

Se puso a pensar mientras corría, tal vez si no hubiera cometido tantos pecados no estaría aquí, es más, ¿qué cosas tan graves había hecho para terminar así?

De la nada chocó con algo o alguien y cayó al suelo, entre tantas lágrimas no veía por donde iba.

-¡Auch! ¡Mira por dónde vas, mocosa!- se quejó una voz de un hombre... espera… ¿era un hombre?


Bueno, los saludo después de mucho tiempo.

Muchos me dijeron lo mucho que les gustaba esta historia, y de hecho también me gusta, quise resubirla, puesto a que me dio pena dejarla así, con tantos errores.

Y pues, a continuación una introducción a esto.

Michelle era una condesa, prometida de Alois Trancy y hermana mayor de Ciel Phantomhive. Su vida, como la de muchos ricos, era muy fácil y le encantaba, pero ahora que su mundo está de cabeza, le frustra tener que volver a hacer su vida.

Aquí también se romantiza una relación tóxica, la de Michelle y Alois, y no es para nada correcto, pero esto está intencionalmente hecho así, se verá en los próximos capítulos por qué.

*: Muchacha en inglés

**: Susurros, murmureos, chismorreos

Bueno, un placer volver a escribir para ustedes. Recuerden que si tienen alguna crítica al respecto, siempre será bienvenida.

Hasta la próxima.