Ella era una chica dulce. De todas las mujeres de la aristocracia con la que sus padres pudieron haberlo destinado a contraer matrimonio, ella era indudablemente la mejor opción. Se desenvolvía fácil y elegantemente con la gente, sin importar que sus rasgos aún lucieran mayormente infantiles.

Draco la miraba sonreír con una copa de champaña en su mano izquierda, donde portaba los lujosos anillos que su familia había diseñado para ella. La túnica blanca se ceñía a su cuerpo rescatando las curvas, y luego caía desde sus caderas ondeando libre. En algún momento, algo la distrajo y sus ojos dieron a parar en los suyos. Astoria los abrió sorprendida y apartó la vista en una milésima de segundo, las mejillas se le colorearon. Draco rió en voz baja, iba a ser una noche de bodas interesante.

-Ella es linda- murmuró Pansy a su lado mirando también a la recién casada, el rubio asintió con repentino desinterés y agarró su copa de vino de elfo antes de darle un sorbo- parece que le gustas.

-No tiene otra opción, Pansy.

-Digo... Como si le gustaras en serio.

Él rodó los ojos y finalmente la miró, Pansy lucía mucho más sensual que en otras ocasiones, Malfoy sabía que el embarazo no le sentaba bien a todas las mujeres, sin embargo, ella se veía arrebatadora con los pechos más grandes y la cara ligeramente redondeada.

-¿Dónde está tu marido, por cierto?

-Cortándome un poco de la torta- ella sonrió burlona- espero que no te moleste, me quedaré con un gran pedazo de ese manjar para mí.

-Es la primera vez que no te escucho quejarte de las grasas y el azúcar de una comida.

-Ya sabes- levantó los hombros- es mi momento de disfrutar de esos placeres.

Theodore Nott regresó a la mesa con una sonrisa traviesa y los ojos fijos en su esposa, cargando un paquete grande.

-La señora Malfoy me ha descubierto- se sentó a su lado cruzándole el brazo sobre sus hombros descubiertos- he tenido que decirle que sino te llevaba el pastel, no me dejarías dormir contigo durante el resto del embarazo- Parkinson soltó una ligera carcajada apoyándose en su hombro.

-No estabas muy lejano de la realidad.

Draco se levantó de la mesa cuando vio a su joven esposa caminar sola por la mesa de postres, mirando distraídamente las cerezas antes de llevarse una a la boca.

-Es hora de nuestro primer baile, querida.

La muchacha se sobresaltó y giró para mirarlo. De cerca se veía más bonita, su cabello claro estaba semi-recogido, dejando sus hombros al descubierto pero su espalda adornada de las suaves hebras. Su cara pequeña se levantó nerviosa y asintió con la cabeza aceptando la mano que él le extendía.

A Astoria le temblaba todo el cuerpo, la mano que él le sostenía daba pequeñas sacudidas, y tenía la respiración agitada.

-No voy a morderte, cariño, no hay razón para que te pongas nerviosa.

-L-lo lamento, yo... De verdad estoy tratando, no soy muy buena en esto...

-No parece que trataras- murmuró en su oído pegándola a su cuerpo.

-Lo siento-susurró apenada- voy a intentarlo mejor, Draco, no quiero avergonzarte.

-A lo que me refiero, Astoria, es que no parece que trataras, porque te ves muy natural en este ambiente, con todos- ella suspiró aliviada- con todos menos conmigo.

Draco tenía que admitir que estaba disfrutándolo, ella era demasiado expresiva y había conseguido de su rostro casi cinco emociones distintas en menos de un minuto, ahora parecía querer que la tierra la tragase, él retuvo una sonrisa y la pegó a su cuerpo.

-Dado que seremos esposos por un largo tiempo, lo mejor será que al menos empieces a confiar en mí, ¿no crees?

Ella cabeceó, las palabras se le atascaban en la garganta y el corazón le latía muy rápido. Esta, definitivamente, iba a ser una noche interesante.

Quedaban la mitad de los invitados cuando decidieron marcharse. Astoria había bebido tres copas que su estómago no acostumbraba y se tambaleaba un poco, luchando por mantener la compostura, Draco la tenía sujeta de la cintura y sin muchas despedidas tomaron un carruaje que los llevaría del jardín a la mansión. Vivirían en ese lugar, él en un principio había querido construir su propia casa, pero Astoria insistió en cuidar de la soledad de Narcisa, ahora que Lucius pagaría una condena perpetua en Azkaban, y él había sentido que un poco del peso que cargaba en sus hombros se hacía más ligero, su madre había sido su principal preocupación desde que decidió que ya debía casarse.

Ayudó a su joven esposa a subir las escaleras, abrió la puerta del dormitorio para ella y la llevó hasta la cama, permitiéndole sentarse en ella para quitarse su propia túnica. Cuando se deshizo de gran parte de su vestimenta se permitió mirarla, ella parecía un minino asustado, mirando al rededor mientras intentaba deshacer los nudos de su corsé. La piedad lo llevó a apartarle las manos y aflojarle el vestido antes de ir por un camisón a su armario y ponérselo sobre el vestido para que ella se lo sacara sin dejar su cuerpo expuesto, lográndolo con torpeza.

Él también hizo lo mismo y cuando ambos estuvieron dispuestos, la condujo hasta el centro de la cama, ubicándose sobre ella, con las piernas a cada lado de su cuerpo. Astoria estaba sonrojada hasta el inicio de su cabello, Draco apreció el delicioso escote que mostraba el inicio de sus pechos, coronados por dos pezones rosados que se erguían por debajo de su camisón. Levantó una mano y sin meditarlo agarró su seno izquierdo, deleitándose con el jadeo que escapó de sus labios y la dura punta en el centro de su palma. Lentamente bajó el rostro hacia el de ella, acariciándole la nariz, la mujer subió su mano temblorosa hasta agarra su cabello, deslizando los dedos por su nuca, en respuesta, él la besó.

No fue un beso casto como el primero que habían compartido unas horas atrás al terminar su ceremonia, esta vez él vertió su lengua en la boca de suave, acariciando su lengua y su paladar, endulzándose con las cerezas que había comido unos minutos antes. La mano que acariciaba su pecho bajó hasta una de las piernas y la tocó subiéndole en el camino la enagua hasta llegar su centro cálido. Las vírgenes se mojaban muy rápido, él respiró agitadamente al sentirla y no demoró en introducir su mano por debajo de la lencería, apreciando su humedad y el gemido de sorpresa y placer que ella dejó escapar.

-Qué húmeda estás por mí, querida- susurró en sus labios mirándola a los ojos -¿has pensado mucho en esto, Astoria? ¿Te has tocado pensando en esto?- ella gimió aturdida de placer, experimentando una lujuria que sabía que sería imposible de saciar por alguien más que por su esposo. Gritó cuando un dedo se entrometió en su cavidad y movió las caderas, buscándolo.

Draco sintió su polla endurecerse casi vergonzosamente, Astoria estaba muy apretada, ella era dolorosamente estrecha.

La ayudo a abrir las piernas y se deshizo de su camisón para poder ver sin obstáculos sus deliciosas tetas. Ella no era tan delgada como las chicas que solía tener en su cama. Ella tenía caderas anchas y un buen par de tetas que había observado muy atentamente desde que se mudó a la mansión.

Su boca se cerró en las puntas y succionó, le mordisqueó la curva blanda y blanquísima, tal vez ella nunca había tomado el sol sin nada puesto. Ansió llevarla a la alberca en la mañana. Le miró la cara, sus mejillas estaban rosadas y los labios hinchados por los besos, jadeantes, exquisitos. Lo miraba sorprendida, a él le complacía saber que la estaba llevando a lugares nuevos sobre la línea de la cordura.

Ella balanceaba ligeramente sus caderas, no podía controlar el movimiento, él movió su dedo dentro de ella haciéndola gritar de nuevo, gemir y retorcerse aún más, ella lo deseaba, lo deseaba mucho.

Bajó hasta el lugar donde sus piernas se unían y aspiró el embriagante aroma a sexo limpio y excitado. Ella era un pequeño manjar, se regocijaba por primera vez de una decisión impuesta por sus padres desde su nacimiento, ella era la única cosa buena que podía salir de un acuerdo entre víboras interesadas por el dinero y el linaje.

Su lengua acarició el botón de carne tierna y su dedo se movió de nuevo, ella se estiró ebria de sensaciones, cerrando un poco las piernas.

-Ábrete para mí, Astoria- gruñó sobre su clítoris, ella obedeció temblorosa, mirándolo por sobre sus pechos. Draco también la miró, Astoria enterró las manos en su cabello y luego dejó que él la llevara al orgasmo.

El cuerpo de la castaña se sacudió, convulsionó de placer, gimiendo entrecortadamente, balanceando sus caderas, de arriba hacia abajo en busca de la dolorosa y placentera desembocadura de su clímax, casi como una gatita que maullaba con cada espasmo.

Draco subió hacia ella enfebrecido, jamás habría creído que algo tan sensual tuviera ese fuerte aire de inocencia, nunca un orgasmo le había parecido tan honesto. Se quitó su pantalón de seda negra, la camisa ya había desaparecido, y se acomodó sobre ella.

-Levanta un poco las piernas cariño, voy a entrar- su voz había bajado varias octavas, casi no podía reconocerla. Cuando ella las levantó, se las llevó a sus hombros y se inclinó un poco antes de agarrarse la verga gruesa con una mano y humedecerla en sus fluidos, ella estaba muy mojada e hinchada por el reciente orgasmo.

La ubicó en su entrada y comenzó a introducir la punta roja. La cabeza le dio vueltas, ella estaba demasiado estrecha, la miró mientras intentaba avanzar más, el cuerpo de ella se tensó y sus piernas lo empujaron un poco al tiempo que ella gemía adolorida.

-Va a pasar, cielo, sólo...-estaba sudando del esfuerzo, quería empotrarla duro contra la cama, quería venirse una y otra vez dentro de ella- Sólo relájate... Relájate cariño.

Ella lo miró mientras él volvía a intentarlo y los ojos se le humedecieron, esta vez ella no retuvo el grito de dolor y sus uñas se clavaron en los brazos de él.

Él no pudo ignorar más lo que creyó desde que hundió su dedo en la vagina pequeña de su esposa; no podría penetrarla. No había ni siquiera terminado de hundir el glande y ella no podía soportarlo. Su bella esposa necesitaría más de un intento.

Se salió de ella y le besó los labios, se rodeó con sus piernas apretando la polla en su vientre blanco.

-Vamos a trabajar en ello, cielo, pero hoy ya has tenido lo suficiente- le besó las orejas y las mejillas y comenzó a balancearse tratando de sofocar el calor que lo estaba enloqueciendo- agárrame con tus manos, Astoria. Quiero sentirte.

Ella sintió que el calor le nublaba de nuevo el pensamiento, sin pensarlo dos veces llevó sus manos hasta su endurecida verga, ardía bajo sus palmas. Él empezó a moverse mareado sobre ella, mirándola y sudando, aumentando la velocidad cuando ella apretó el agarre.

-Carajo- gimió y se empujó más duro, haciéndola moverse a ella también- voy a correrme, carajo, apriétame más- ella lo hizo y un gruñido animal salió de la boca del rubio, sacudiéndose sin orden ni control, lastimándola un poco pero a ella no le importaba, no podía dejar de ver su rostro contocionado, su pene vibraba bajo su mano, se sacudía y se hinchaba mientras su simiente blanco le bañaba el pecho, saliendo a borbotones de su cuerpo y ella se sintió deseosa de nuevo,pero no lo dijo. Le dejó que descansara un poco sobre ella, le acarició la espalda sudada durante algunos minutos mientras ambos recuperaban el aliento y luego lo sintió girarlos para que ella pudiera descansar en su pecho, y los limpió con su varita. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida

¡He vuelto! a.a

Hace rato pretendía subir esta historia pero no había podido por varias razones, entre ellas la universidad y el trabajo. Espero montar continuamente los capítulos, casi no he podido revisarla, por favor disculpen cualquier error gramático u ortográfico.

por cierto, hace un tiempo he querido unirme a algún grupo de escritoras/lectoras de fanfics, si saben de alguno por favor díganme, yo más que feliz de unirme. Si no tienen ninguno pues creamos uno, díganme por dm.