¡Hola! Bienvenidos a nuestro fanfic navideño.

Las actualizaciones serán cada dos días.

¡Esperamos que les guste!


Capítulo 1: No tenemos otro lugar donde ir

Chicago, 18 de diciembre, 12:45 pm.

Panadería Dupain-Cheng

—Feliz Navidad y ¡vuelva pronto! — le dijo una entusiasta Marinette a una de sus clientas.

—Oh, lo haré— dijo la anciana— su panadería es el mejor secreto de Chicago.

—¿Oh? Bueno, entonces cuento con usted para que difunda la palabra— se rió la azabache. —Cuídese— le dijo mientras la señora se iba.

—El Palacio Municipal necesita esto antes de las 5— le recordó Marinette a su acompañante, —¿cómo vamos yendo?

—Listo cuando usted lo está, jefa— dijo el otro pelinegro.

—Y esta es la razón de por qué Luka Couffaine es el mejor sous-chef en el mundo pastelero.

—Para. No, mejor continúa— y ambos se rieron.

—¡Papá! — dijo una niña morena acercándose.

—Hola, calabacita, ¿cómo fue tu práctica de danza?

—Bien. Bailamos el Cascanueces.

—Ah, ¿sí?

Marinette miró a la niña con cariño.

—Hola, Marinette. ¿Hay alguna galleta de azúcar sobrante para tu ahijada favorita?

—Bueno, tu eres mi única ahijada— rió. —Pero para ti, siempre habrán galletas.

—¿Le vas a contar la noticia? — le preguntó la niña a su padre.

—¿Qué noticia? — dijo Marinette suspicazmente.

—Yo… ehh…— tartamudeó Luka. —¿Recuerdas la competencia de pastelería navideña que siempre andas hablando?

—Ajá.

—¿La que es súper glamurosa en ese festival navideño en Francia? — continuó la niña, quien iba por el nombre de Manon. —¿La que tiene de invitados a los mejores pasteleros del mundo entero? ¿La que está en TV?

—Ajá.

—Bueno, cuando rompiste con Kim, quería alegrarte— confesó Luka. —Así que envié una foto y la receta de nuestro pastel navideño y…

—Y… — anticipó Marinette.

Manon le entregó un sobre rojo.

—Ante el agrado de la familia real de Francia, el comité organizador se complace en invitarlos a nuestra quincuagésima sexta Competencia Pastelera Navideña Internacional. Por favor responder lo más pronto que se pueda. Felicitaciones, el Comité— leyó Marinette en voz alta.

—¿Te lo puedes creer? — le dijo Manon.

—Ellos pagan por todo— remarcó Luka.

—¿Cuándo es?

—Saldríamos el viernes— dijo Luka.

—Luka, no podemos cerrar la tienda justo antes de Navidad

—Parece que sí— recalcó Manon. —Francia es como un cuento de hadas. Nos quedaríamos en una cabaña. Y también tienen un príncipe apuesto.

En la carta se encontraban fotos de la familia real. Por la izquierda, se encontraba la foto de un hombre rubio y de ojos azules. Debajo, se leía Rey Gabriel Agreste. A la derecha, sonreía una hermosa mujer, rubia también, pero ojiverde. La Reina Emilie Agreste. Y al medio, se veía un apuesto joven rubio de ojos verdes como su madre, el príncipe Adrien Agreste.

—Bueno, es un honor solo ser invitados— suspiró Marinette.

—Yo quiero ver al príncipe— se quejó Manon.

Marinette recorría las calles estadounidenses, recordando su última conversación con Luka.

¿Puedes ser espontánea alguna vez? Esto podría ponernos en el mapa.

Sabes que no soy buena en eso. Y tener un plan es bueno.

Se encogió de hombros.

Distraída como siempre, se chocó con un anciano con camisa hawaiana.

—¡Lo siento! — exclamó Marinette.

—No se preocupe. Al final, la Navidad es mágica, no se debe preocupar.

—Sí. Solo desearía tener alguien con quien compartirla.

—Bueno, los deseos navideños son famosos por volverse realidad.

Marinette sonrió.

A lo lejos, vio una figura familiar.

—Permiso, por favor— le dijo al anciano. Se arregló el peinado y caminó en dirección al chico que se hallaba allá.

—¿Kim? — preguntó Marinette.

El mencionado levantó la cabeza.

—Marinette, hola. Sabes, estaba pensando en ti la vez pasada.

—¿Lo estabas?

—Sí. ¿La Navidad pasada?

—Sí, fue emocionante.

Una chica con aspecto dulce salió de una tienda y se dirigió hacia ellos.

—¡Hola, cariño! — le dijo a Kim, y le dio un suave beso en los labios.

Kim intentó profundizarlo, pero la chica se dio cuenta de la azabache parada ahí.

—Oh, lo siento. Soy Ondine.

—Marinette. Marinette Dupain-Cheng. Estoy segura que Kim me ha mencionado.

—En realidad… no, no lo hizo, ¿se supone que debería? — Ondine miró extrañada a su novio.

—Marinette y yo salimos por un tiempo.

—Sí…— reveló la chica, cabizbaja.

Se sentía la incomodidad en el aire.

—Cariño, si vamos a tomar ese tren, debemos correr— miró emocionada a Marinette. —Vamos a pasar la Navidad con los padres de Kim.

Marinette fingió alegrarse.

—Eso suena… excelente.

—¿Tienes algunos planes para Navidad? — le preguntó Kim.

—Sí, grandes planes, enormes.

—¿Como qué? — preguntó Ondine.

—Voy a competir en una competencia pastelera en Francia. En realidad, debo irme a preparar mi maleta en este momento. ¡Hasta luego!

Volviendo, Marinette suspiró.

—Demasiado para deseos navideños— le dijo al anciano, que seguía ahí.

El anciano la miró de forma divertida.

—Todavía no es Navidad.