NT: Hola a todos. Bueno, esta es una historia que llevo queriendo escribir desde hace tiempo. De hecho hice un intento el año pasado o el anterior, pero no me gustó el resultado. Le he dado un giro y ahora creo que puede llevar el rumbo que quería en un principio. Tengo algunas ideas claras y otras abstractas, así que tampoco sé la longitud que vaya a tener el fic. Intentaré hacerlo lo más ameno posible. Ruego tengan paciencia entre estos dos, pues son personajes difíciles, sobre todo Snape. No quiero arriesgarme y correr y crear situaciones que realmente no ocurrirían. Ellos son como son y necesitan tomarse su tiempo.

Ya termino, espero que disfruten este capítulo piloto.

Ninguno de estos personajes me pertenece, escribo sin ánimo de lucro, solo el argumento es mío.

Aquí les dejo con la historia.

"Tiempos oscuros se acercan".

Para desgracia de todos, ese rumor tan verdadero había hecho florecer un comprensible miedo entre los miembros de la comunidad mágica, que comenzaban a percibir la oscuridad escondida en las esquinas. Los periódicos sensacionalistas no parecían encontrar un tema más interesante y bombardeaban la negativa de los políticos con titulares provocadores pero no muy alejados de la realidad.

"Lord Voldemort ha vuelto".

Hermione Granger torcía la boca preocupada mientras leía El profeta a la hora del desayuno.

-No entiendo por qué lees todos los días el periódico, 'Mione. Siempre dice lo mismo...

-Me gusta estar informada Ronald, eso es todo.-La chica lo miró con una pizca de irritación, observando como este se llevaba una buena cantidad de huevos revueltos a la boca.

-¿Siempre tienes que comer así?

-Me gusta estar bien alimentado Hermione, eso es todo.

Hermione afiló la mirada y depositó el periódico en la mesa con un poco más de fuerza de lo normal.

-Eres idiota Ron.-El pelirrojo le sonrió burlonamente y luego volvió a centrarse en los huevos revueltos.

La castaña resopló molesta y apoyó la mejilla en su mano derecha, analizando sus posibilidades para el desayuno. ¿Tostadas y zumo, o tortitas? Tostadas y zumo definitivamente. Hermione hizo volar dos tostadas hasta su plato mientras el zumo se vertía en su copa dorada. Bebió el líquido con avidez y casi se atraganta cuando vio a Luna Lovegood disfrazada de león.

-...'Mione.

-¿Eh?

-Te preguntábamos que qué te parecía.

-Lo siento Harry, no os estaba prestando atención-explicó mientras lanzaba una última mirada furtiva a la mesa de Ravenclaw.

-Hablábamos de Snape.

Hermione rodó los ojos exasperada. -¿Otra vez? Ya sabéis lo que opino del tema.

-Pero Hermione, ¿no lo ves? Últimamente ha estado faltando, y no solo a las comidas.

-Puede que se encuentre mal.-Mordió una de las tostadas.

-¡Vamos Hermione! Tú no eres tonta...No digas que no sospechas algo.

-Si Dumbledore confía en él...-su amigo no la dejó terminar la frase.

-No nos importa lo que Dumbledore piense sobre él. Ron y yo hemos estado hablando y las piezas encajan. Estoy seguro de que Snape es un mort...-la Gryffindor se levantó a medias de su asiento y alargó la mano para taparle la boca a Harry.

-Creo que este no es el mejor lugar ni el mejor momento para hablar de algo así-le regañó malhumorada.

-En eso Hermione tiene razón, Harry.

El rostro de la castaña se tensó al ver pasar una silueta negra por el pasillo. Ron y Harry se voltearon de inmediato, clavando la mirada en la espalda de Snape. Este se acercó a la mesa de profesores, le susurró algo al oído a Dumbledore, y volvió a salir del Gran Comedor.

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El sol brillaba en lo alto del cielo y una brisa fresca se extendía por todo el campo de Quidditch. Ambos equipos, Gryffindor y Slytherin, se preparaban para el partido, el primero de la temporada. Ron Weasley se encontraba realmente nervioso. Su piel lechosa había adquirido un color amarillento, las náuseas iban y venían. Era su primera vez como guardián y sabía que tenía que hacerlo bien si no quería ser odiado por todos sus compañeros.

-Toma Ron, te he conseguido estas algas, son tranquilizantes-Neville Longbottom le extendió unas plantas de aspecto viscoso que desprendían un alarmante olor a marisco.

-¡Ni loco voy a tragarme esto Neville! ¡Prefiero vomitar en medio del campo!

-Yo que tú me tomaría las algas Weasley-le gritó Angelina con la cabeza metida en el armario de los guantes, apoyando las manos en las puertas del mueble.

Ron miró a Harry y a sus hermanos esperando una respuesta, pero cada uno parecía pensar una cosa distinta. Fred y George le instaban a que se tragara aquellas cosas viscosas mientras que Harry simplemente miraba las plantas con asco. Finalmente cortó una de las algas, abrió la boca y, sin mucha convicción, comenzó a acercársela a la boca.

-Creo que esto sería mejor Ron.-Hermione le apretó amablemente el hombro para que se girara-Siento llegar tarde, supuse que estarías muy nervioso y pensé que te vendría bien algo así.-Metió la mano en su pequeño bolso de cuero marrón y sacó una botellita de tamaño mediano.

-Dime que no son algas, por favor.-La castaña sonrió y negó con la cabeza.

-Es una infusión de manzanilla y miel, un remedio muggle.

El pelirrojo le robó de las manos la botellita y sin pensarlo dos veces bebió el dulce líquido de un trago.

-Tardará unos minutos en hacerte efecto.

-No sé qué haría sin ti, 'Mione-le confesó con aire desesperado. Hermione se ruborizó y le dedicó una pequeña sonrisa agradecida.

Después de eso se despidió de los chicos y buscó asiento en una de las gradas más altas del estadio, justo en frente de las reservadas para la casa Slytherin.

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Las pelotas volaban a su antojo y los jugadores se movían con destreza, concentrados en su misión. Solo Ron dudaba en sus movimientos. La presión se dibujaba en su cara.

Hermione empezó a morderse el labio cuando vio a una cazadora de Slytherin acercándose a los aros. Entrelazó sus manos y las apretó, pidiéndole a Merlín que Ron fuera capaz de atrapar la quaffle. Y cuando la tensión se podía palpar en el ambiente, las gradas rojas y doradas explotaron en aplausos en honor a su nuevo guardián.

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Todas las casas, a excepción de Slytherin, celebraban en el estadio la victoria de los leones. Sus compañeros de equipo manteaban a Ron, que parecía estar viviendo un sueño. Hermione y Harry lo observaban entre orgullosos y divertidos, esperando a que dejaran al pelirrojo en el suelo para felicitarlo.

Sin embargo, Lavender Brown fue más rápida, y entre risas y comentarios sobre el partido avanzó hasta Weasley, le echó los brazos alrededor del cuello y le plantó un beso de esos que no se olvidan fácilmente. El silencio se hizo durante unos segundos para luego dejar paso a una oleada de silbidos y más risas; los Gryffindor aprobaban aquello.

La expresión de complicidad de Harry se borró al ver la cara de Hermione. Ella casi no podía creer lo que estaba viendo. Era como si su cerebro no procesara la información, como si el tiempo se hubiera parado y aquella imagen fuera permanente. Se mantuvo serena, esperando a que aquel espectáculo terminara. Deseaba con toda su alma que en cualquier momento Ron la apartara y le diera a entender que no le correspondía, pero eso nunca pasó.

La chica por fin despertó del trance al notar la mano de Harry en su hombro. Lo miró sobresaltada, y al ver la mueca de pena de su mejor amigo sintió un millón de lágrimas agolpándose en sus ojos.

Harry la tomó de la mano y ambos desaparecieron a paso ligero.

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Los alrededores de la cabaña de Hagrid estaban desiertos, y el único sonido que se escuchaba era el cri-cri de los grillos. Hacía tiempo que Hermione había dejado de llorar, pero de vez en cuando tenía que luchar para contenerse. No hacía más que repetirse que no tenía motivos, que Ron no era nada suyo, que todo era una tontería. Pero por otro lado se sentía traicionada; debía admitir que se había hecho ilusiones, que le había parecido ver algo similar en los ojos azules del pelirrojo al brillo que había en los suyos cuando ella lo miraba.

-Hermione...lo siento mucho.

-No te preocupes Harry-se levantó de improvisto, librándose de forma un poco brusca del abrazo de su amigo.-Está todo bien. -¿Te importaría dejarme sola?

-Pero Hermione, se está haciendo tarde y casi ha oscurecido...

-Por favor Harry, solo será un momento.

Finalmente aceptó y tras insistirle una vez más que tuviera cuidado, se marchó.

La Gryffindor se frotó los ojos, aún húmedos, con la manga del jersey. Se acomodó el pelo detrás de las orejas y volvió a sentarse en los escalones. Miró hacia atrás, observando la puerta de la cabaña de Hagrid, pensando en lo mucho que le gustaría tomar una de las no-tan-malas tazas de té que el guardabosque preparaba. Sonrió tristemente ante tan tonto pensamiento y luego volvió a mirar al frente.

El bosque prohibido de noche no era más que una maraña de árboles y arbustos silenciosos, por lo que los ojos de la castaña chispearon cuando algo se movió entre la maleza. Sin pensarlo dos veces se puso en pie y sacó su varita.

El movimiento cada vez era mayor. Se escondió un poco por uno de los lados de la cabaña, sin perder de vista aquellos arbustos. Pasaron unos minutos hasta que una figura humana hizo aparición. La chica se tapó la boca para ahogar un grito cuando vio el uniforme de mortífago. Esté cayó de rodillas y se llevó las manos a la cara para quitarse la máscara. Hermione forzó la vista pero –Maldición- todo estaba demasiado oscuro para verle la cara, aunque sí pudo ver como se desplomaba del todo, inconsciente, en el suelo.

Hermione estaba congelada y a pesar de ello el corazón le latía desmesuradamente. Su cabeza empezó a trabajar muy rápido, haciendo conexiones y analizando la situación, pero nada estaba claro, solo veía millones de interrogantes. Sin saber muy bien por qué se acercó a aquel hombre, con pasos lentos, temerosos, apretando fuerte la varita. Tenía que verle la cara.

-No puede ser…-la nariz ganchuda de Snape estaba apretada contra la hierba, tiñéndola de sangre.

Aquello parecía una broma del destino, simplemente no podía ser. No podía ser. Hermione cerró los ojos un momento para intentar calmarse, respiró hondo y sacudió la cabeza. Volteó el cuerpo de Snape con cuidado hasta ponerlo bocarriba y alumbró con la varita. Se mordió el labio al ver la gran cantidad de sangre que salía de una herida en el costado.

-Todo va estar bien, todo va a estar bien...-susurraba nerviosa mientras desabrochaba con ritmo frenético los muchos botones de la levita. Contuvo una arcada al ver la profundidad de la herida y haciendo acopio de sus fuerzas conjuró un patronus.

-¡Avisa al profesor Dumbledore, deprisa!- Bajó la mirada hasta la herida otra vez, la sangre salía a borbotones. –Tengo que hacer algo. Ya.

Se quitó el jersey y luego la camisa. Temblando de frío rasgó la tela blanca de la blusa y le vendó el costado. Cuando terminó apretó los dedos contra la herida e hizo presión, esperando impacientemente a que el director llegara.

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Esperaba sentada en la enfermería, tras una cortina que la separaba de Snape, Dumbledore, Mcgonagall y Madame Pomfrey.

Todo había pasado muy rápido: la expresión seria del director, la sorpresa de Mcgonagall y la familiaridad de Madame Pomfrey cuando llegaron al castillo. Necesitaba respuestas, pero sabía que nada de lo que le dijeran iba a gustarle.

-Señorita Granger-le habló Mcgonagall sobresaltándola. La chica se levantó de la silla y trató de alisarse la falda con las manos.

-Profesora Mcgonagall, ¿cómo está el profesor Snape?-La jefa de su casa arrugó el ceño un poco y se masajeó los párpados antes de contestar. -Severus se recuperará...

-Yo...la verdad es que...

-No diga nada, tendrá tiempo para hablar mañana. Por favor retírese y no cuente a nadie nada de lo sucedido esta noche. Estoy segura de que se muere por darse una ducha y descansar.

Hermione aceptó de mala gana la respuesta de Mcgonagall. Si estaba segura de algo, era que esa no noche no podría descansar.

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Cuando llegó a su sala común los Gryffindor seguían celebrando la victoria. Todos hablaban con todos, gritaban, cantaban, reían...

La joven bruja buscó a sus amigos con los ojos, apretando los puños para evitar que las manos le temblaran. Harry hablaba con Seamus y Dean, Ginny estaba reunida con un gran grupo de chicas teniendo lo que parecía ser un interesante intercambio de chismes, y Ron y Lavender estaban sentados en un sofá intercambiando risas tontas y empalagosos besos. Apartó rápido la mirada, todo le daba vueltas y sentía que no tenía tiempo para llorar por un amor no correspondido cuando la imagen de Snape cayendo de rodillas la perseguía. Casi podía sentir el sabor metálico de la sangre y la marca tenebrosa se le aparecía dibujada en el antebrazo de su profesor.

Se estaba mareando.

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Cuando Snape despertó el sol aún no había salido. Tenía los músculos agarrotados y unas grandes ojeras surcaban sus ojos. Quería moverse, pero un gran dolor proveniente del costado se lo complicaba. Abrió los ojos pesadamente y se extrañó al no ver las paredes oscuras de su habitación. La enfermería. ¿Qué demonios hacía allí? Solo recordaba la maldita e insoportable risa de Bellatrix, el destello de un conjuro afilado... Y unos ojos marrones, unos ansiosos ojos marrones.

Escuchó unos pasos y no pudo evitar ponerse en guardia. Madame Pomfrey lo examinó por unos segundos y luego le tendió un vaso con un líquido azul.

-¿Cómo te encuentras Severus?

El mago se tomó de un trago el amargo líquido y arrugó el ceño a modo de respuesta. -¿Qué hago aquí?

-Te trajimos aquí anoche. Al parecer regresaste muy mal de...-la enfermera no pudo (o no quiso) terminar la frase.

Snape miró hacia abajo, hacia le venda que le cubría medio torso, y luego a la silla donde una camisa con el escudo de Gryffindor reposaba, empapada en sangre. El pocionista miró confundido y alarmado a Poppy, esperando una respuesta coherente.

-Si ella no te hubiera encontrado…ahora estarías muerto.

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No hacía más que mover las piernas nerviosamente debajo del pupitre. Harry le había preguntado varias veces si le sucedía algo, y ella tan solo negaba con la cabeza e intentaba centrarse en la explicación del profesor Flitwick sobre encantamientos avanzados.

Cuando terminó la clase recogió sus cosas con muchísima más prisa de lo normal, queriendo huir de todo y de todos. Necesitaba ya esas respuestas...o no. Paró en seco delante de la enfermería. ¿Seguiría él allí? Recordó su herida, la sangre, la máscara... Se acercó al marco de la puerta y apoyó la mano en la madera, inclinándose un poco, curiosa.

-Señorita Granger, ¿qué hace aquí? El profesor Snape se fue esta mañana temprano.

Madame Pomfrey pasó por su lado y entró en la enfermería. Al cabo de unos segundos se dio la vuelta por si Hermione la seguía.

-Entre, entre. Sabía que volvería por aquí. Le he guardado su camisa, aunque no sé si lo querrá después de todo...

La castaña cogió con sorpresa interiorizada la camisa, evidentemente ya no lo quería, casi le producía náuseas, pero terminó aceptándola, quién sabe por qué.

-¿Cómo está él?-La pregunta salió de su boca sin pedir permiso, ni siquiera estaba segura de si debía preocuparse por su salud.

-Le diré la verdad señorita Granger, no fue nada leve. De hecho, si hubiera pasado más tiempo, si usted no lo hubiera encontrado, ahora estaría muerto.

La chica centró su mirada en el suelo, sin saber qué pensar, sintiendo una punzada de alivio que la hacía sentir culpable.

- El profesor Dumbledore quiere verla en su despacho-la informó a la vez que ordenaba varias botellas y recipientes en uno de los armarios.

-¿Ahora?-fue lo único que alcanzó a decir.

Poppy asintió con la cabeza. ¿Por qué aquella mujer actuaba como si todo fuera normal? Se le hizo un nudo en el estómago y su pulso se aceleró. Tenía miedo de saber qué pasaba, pero ahora era inevitable.

-Una cosa más, ¿podría hacerme el favor de entregarle esto al profesor Snape? Es una poción cicatrizante, tiene que tomársela cada tres horas. Calmará sus dolores.

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Abrió la puerta del despacho de Dumbledore tras escuchar un "adelante" suave.

-Buenos días profesor Dumbledore.

-Señorita Granger. Tome asiento, por favor.

Echó en falta la sonrisa tranquilizadora del anciano, pareciéndole fría y distante su perfecta cordialidad. Se sentó rígida en una silla en frente del susodicho, y entrelazó las manos bajo la mesa.

-¿Caramelo de limón?

La castaña dibujó una sonrisa y negó con la cabeza-No, gracias profesor.

-Bien... ¿por dónde empezar?

-Vi la máscara-espetó la Gryffindor sin esperar, sorprendiendo al director. El mago quedó en silencio, analizando la situación.

-¿Y qué piensa usted?

La pregunta la cogió desprevenida. ¿Que qué pensaba? Lo cierto es que había estado evitando encontrarle respuesta a esa pregunta.

-Pienso que las cosas no son como parecen.

Dumbledore sonrió, sus ojos adoptaron un nuevo brillo.

-El profesor Snape trabaja para mí como doble espía.

-¿Do-doble espía?

-Esta es una información muy delicada, señorita Granger. Después de lo sucedido anoche consideré seriamente utilizar un hechizo desmemorizante,-Hermione tragó saliva-pero creo que eso no será necesario...

-Todos estos años...desde la vuelta de Voldemort, él...

-Así es, y si Voldemort llegara a descubrir la posición del profesor Snape, correría grave peligro.

¿Más del que corrió anoche?

-No la obligaré a someterse a un juramento inquebrantable, pero por desgracia tendrá que llevar el peso de este secreto sola, hasta que sea conveniente, y ni siquiera Harry o el señor Weasley podrán saber.

Ella lo miró fijamente y asintió, sin poder tantear realmente lo que estaba jurando. El nudo en el estómago se hizo mayor.

-Aprovechando esta situación-continuó diciendo el director-he decidido que reciba un entrenamiento especial. El mismo profesor Snape será su tutor.

-Pero él...

-Será lo antes posible.

NT: Hasta aquí por ahora. Ya casi tengo terminado el segundo, no creo que me lleve mucho tiempo. Posiblemente este haya sido un poco aburrido, pero es el comienzo. Irá mejorando. Gracias por tomaros la molestia de leer.