Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de J. K. Rowling


Con olor a hierba


"—[…]Si quieres hacer experimentos, te las tendrás que arreglar sólo, porque yo no pienso volver a meterme en líos por tú culpa.

Aer hizo una mueca de decepción.

—Pues es una lástima —aseguró—, porque sin ti no será ni la mitad de interesante

Y la besó sin previo aviso."

Epílogo, La emperatriz de lo etéreos, Laura Gallego García.


Sirius Black era uno de esos chicos rebeldes, que salían con las chicas porque éstas besaban muy bien y que tenían un severo problema con sus raíces. Sirius Black era de esa calaña. Había logrado seducir a casi todas las muchachas de su mismo curso y de los dos de adelante; una tarde Remus había pronosticado que Sirius saldría con la mitad de la población femenina de Hogwarts, y Sirius, que se había tomado sus palabras al pie de la letra, ahora, además de molestas a Quejicus, a hacer travesuras en la compañía de James y a desestabilizar los nervios de McGonagall, se dedicaba a invitar a salir a la chica que se le apareciera enfrente.

Había salido con todas las de su curso. Excepto con Lily Evans.

Evans era harina de otro costal. A James le gustaba —y estaba perdidamente enamorado de ella—, lo cual bastaba para que Sirius desistiera, porque él nunca, nunca, traicionaría a un hermano. Además estaba que ella era muy arisca y ponía cara de desagrado cada que Black aparecía en su campo visual. Otra razón más para desistir.

Por alguna inexplicable razón, Sirius Black no podía dejar de mirar a Lily Evans. Su cabello le parecía rojo ardiente desde hacía unos días y sus ojos verdes esmeralda le parecían unos ojos muy bonitos. Pero nada más. Simplemente no podía dejar de mirarla —porque había que admitir que Evans no estaba nada mal—, pero nada más. No había nada más.

O eso creía —y de eso se convencía— Sirius.


—¿Te piensas quedar mirando a las musarañas del techo toda la hora? —Era la voz de Evans con ese tono tan fastidioso. Sirius Black bajó la vista del techo (donde se había pasado los últimos cinco minutos) y encaró a la muchacha que le estaba hablando, con mala cara y voz aún peor.

—¿Y qué quieres que haga? —dijo él, sonriendo sarcásticamente, inmune a las palabras hirientes de Evans—, ese es mi estado natural.

—Mira, Black, vamos a dejar las cosas en claro: yo no pienso hacer todo el trabajo sola sólo para que tú te saques una E gratis —aclaró Lily, con el tono de voz peligroso—. McGonagall me puso a trabajar contigo porque no quería que tú y Potter deslastraran toda el aula de nuevo. Y lo voy a superar. Ahora —añadió—, ¿quieres poner los pies en la tierra y hacer el favor de ayudar?

—No te sulfures…

—Black, cállate.

—Te juro que jamás había tenido a nadie tan desagradable como compañero de trabajo —comentó Black, mordaz, pero Evans no hizo ningún comentario al respecto y abrió el libro que había puesto en la mesa.

Black estaba en la biblioteca; increíble. Estaba en compañía de Evans; aún más increíble. Y no había habido necesidad de arrastrarlo para que se sentara ante esa mesa. Porque hay que dejar algo en claro: Sirius Black no entraba a la biblioteca a menos de que fuera por, una cita, Remus, y una urgencia. Y en ese momento se disponía a hacer un trabajo de Transformaciones.

Se pasaron toda la hora trabajando. Al menos, Lily lo hizo y Sirius se limitó a asentir con la cabeza y decir que sí, para desesperación de la muchacha. En todo el rato lo que más le molestó es que Sirius estuviera comiéndosela con la mirada. No le despegó los ojos en todo el rato, como no se molestó en ponérselos ni al libro, ni al pergamino.

—¿Se puede saber qué quieres? —Lily Evans cerró el libro—. No me has dejado de mirar todo el rato. —Estaba ceñuda. Por alguna razón tampoco así se veía tan mal, como pensó Sirius con una punzada de culpabilidad.

—No quiero nada, Evans, pero gracias por preguntar —respondió él con esa maldita sonrisa que hacía que todas las chicas cayeran rendidas a sus pies; Lily se apresuró a apartar la mirada de allí—. ¿Cómo va el trabajo?

Lily bufó.

—Lo he hecho todo yo —replicó ceñuda—, porque tú no has contribuido con nata el todo rato. Así que Black, trabaja…

—Evans, yo no nací para llenar pergaminos, ni para hacer los deberes de transformaciones, ni para adorar a McGonagall —replicó Sirius, con la voz arrebatadora y con ese tonito que seducía hasta a la más reticente—. Huelga decir que no he aprendido casi nada en todos estos años —bostezó, actuando—. Las clases son un muy buen momento para dormir, ¿sabías?

—Sólo cállate, Black, me puedo concentrar más fácilmente si no estás hablando —le dijo ella de malhumor y volvió a sumir la vista en el libro.

—No entiendo por qué me hiciste venir —comentó él.

—¿Por qué se supone que debemos de hacer el trabajo juntos? —le replicó Lily, sarcástica, cerrando el libro de un golpe.

—Ajá —asintió Sirius y por un momento pareció conforme. Sólo por un momento. Después, volvió a la carga—: Pero de todos modos, Evans, la que está haciendo todo el trabajo eres tú. Así que yo no veo que hago aquí.

—¡Porque tú no cooperas! —le respondió ella, con ganas de tirarle el libro a la cabeza… aunque visto de otro modo, el libro no se merecía acabar en la cabeza de Black (además de que la señora Pince los correría).

—Deja de sulfurarte, Evans. Si eres enojona, te saldrán muchas arrugas. —Sí, Sirius Black era inmune a Lily Evans y a su mal humor. Se preguntó qué diría James de aquello y no pudo evitar sentir una pequeñísima punzada de culpabilidad por estar con la muchacha que le gustaba a su mejor amigo; aunque sólo fuera para hacer un trabajo.


Lily había acabado el trabajo. Ella sola y con su propio mérito, porque Sirius se había limitado a decir "sí" mil veces y ella se había acabado hartando. Finalmente, salieron juntos de la biblioteca. Sus brazos se rozaron al salir y Sirius se quedó petrificado, sintiendo el suave tacto de Evans (joder, porque se había fijado en la chica de la que estaba enamorado su mejor amigo, ¿no había peor traición que esa?).

Sirius se acercó hasta acortar la distancia de los rostros de ambos. Sirius Black no se andaba con rodeos, mientras más claras fueran las cosas, mucho mejor. Así que se aproximó hasta a ella y la besó sin previo aviso. Incluso el mismo se sorprendió. La besó con furia, y por un momento pudo distinguir los ojos sorprendidos de la chica, que lo miraban.

Increíblemente, Lily Evans le había correspondido.

Sirius Black lo último que alcanzó a pensar después de ver los parpados de Lily Evans caídos y sus labios temblorosos, eso que todo olía a hierba verde. La besó de nuevo, con un dejo de desesperación, aferrando sus manos a la espalda de la muchacha.


Este es un Siris B. / Lily E. que escribí en 2010, y, que estuvo en Potterfics.

Nea Poulain