Hola a todos, y muy buenas noches. Me Presento: Soy Ashty-1991, y aquí les dejo el fic de Digimon titulado "La última batalla por el Mundo Digital". No puedo decir mucho más de ella, sólo que la temática es muy general: habrá romances entre típicos personajes y otros romances más bien..., extraños (ya sabréis todos por qué). También abundara el drama, lo sobrenatural, mucha acción, etc. Vamos..., lo que es una historia equilibrada para todos los gustos. Está catalogado como "Rated M", ya que habrá alguna (o algunas, dependiendo de como me de) escena/s de sexo, algo de lenguaje soez, y esa clase de cosas propias del Rated M. Puede que en un principio os parezca una historia extraña, pero haré todo lo posible para que os encante. Tan sólo dadme un voto de confianza! :) Bueno, eso era todo lo que tenía que decir, así que os dejo una breve sinopsis, así como la lista de los personajes que aparecerán y sus edades. Espero que os guste, a leer se ha dicho!

PD: El primer capítulo me salió enorme (más de 15.000 palabras..., =o), por lo que lo dividí en dos. Subiré la segunda parte para que no os impacientéis!


La Última Lucha por el Mundo Digital

Sinopsis: Año 2009, fechas próximas a la Navidad. Siete largos años han transcurrido desde la derrota de MaloMyostimon, y con ello el equilibrio entre los dos mundos ha sido restaurado. Malentendidos, decisiones y sueños han alejado a los Niños Elegidos los unos de los otros, a algunos más de lo que tenían previsto. Sin ser conocedores de la grave situación de la que pende el Mundo Digital, Tai y los demás son tele transportados al Digimundo, donde conocerán a otros Niños Elegidos procedentes de otros… ¿países? ¡No, de otras dimensiones o universos! Sin dar crédito a las palabras que escapaban de la boca de Gennai, las cuatros generaciones de elegidos deberán luchar codo con codo, limar asperezas y resolver sus diferencias con el único fin de erradicar la oscuridad, salvando así los respectivos Mundos, Humanos y Digitales, de los diferentes universos. Todos ellos sabrán de la existencia de la profecía más antigua que envuelve a los Digimon, así también como de la leyenda relacionada con "El Cazador de Datos", un ser que siembra pánico en el Mundo Digital con tal sólo mencionar su nombre. La última lucha por el Digimundo está a punto de comenzar. El reencuentro con viejos aliados y enemigos es inminente…, y también lo son muchas historias de amor, miedo, dolor y, sobre todo, de amistad y auto superación, que irán de la mano con dicha épica batalla. Epílogo de "Digimon Adventure 02" ligeramente diferente, beneficiando así a la mejor pareja que fue y que muchos de nosotros nunca no pudimos ver: Tai y Sora.


Personajes y edades (Digimon Adventure- Digimon Adventure 02)

Taichi "Tai" Yagami (21 años)

Sora Takenouchi (21 años)

Yamato "Matt" Ishida (21 años)

Koushiro "Izzy" Izumi (20 años)

Mimi Tachikawa (20 años)

Joe Kido (22 años)

Takeru "T.K" Takaishi (18 años)

Hikari "Kari" Yagami (18 años)

Daisuke "Davis" Motomiya (18 años)

Yolei Inoue (19 años)

Cody Hida (16 años)

Ken Ichijouji (18 años)


Personajes y edades (Digimon Tamers/ Digimon 03)

Takato Matsuki (17 años)

Henry Wong (17 años)

Rika Nonaka (17 años)

Ryo Akiyama (21 años)

Shaochung "Suzie" Wong (13 años)

Juri Katou (17 años)

Hirokazu "Kazu" Shiota (17 años)

Kenta Kitagawa (17 años)

Ai y Makoto (11 años)


Personajes y edades (Digimon Frontier)

Takuya Kanbara (18 años)

Zoe Orimoto (18 años)

Koji Minamoto (18 años)

Junpei "J.P" Shibayama (19 años)

Tomoki "Tommy" Himi (15 años)

Koichi Kimura (18 años)


Capítulo I: "Regreso a casa: extraños encuentros y sucesos; Parte Primera"

Llegó a hurgarse los oídos en más de tres ocasiones para aliviar esa sensación. Tanto la presión por la altura como los dichosos ruidos emitidos por el avión hacían que su audición fuese pésima, incluso molesta. Recostado en aquel confortable asiento, hablaba en sueños, zarandeándose de un lado a otro, como si fuese víctima de la peor de las pesadillas.

En efecto, un mal sueño le acechaba: viéndolo todo alrededor suyo de color negro, lo único distinguible eran tres figuras humanas de chicos algo más jóvenes que él, sin contar la suya propia. Todos ellos se sentía cansados y doloridos, mostrando una cara de terror absoluta. Reconoció a Davis entre ellos, pero a los otros dos no les había visto en la vida. A pleno pulmón, le gritaba a su amigo algo, pero ni él mismo ni Davis podían oír aquellas palabras. Era como si fuesen los protagonistas de una película retransmitida en la televisión, como si alguien hubiese pulsado el botón "mute", arrebatándoles el derecho a expresarse libremente. Lo último que recordó ver fue como un fuerte viento, derivado después en una niebla rojiza como las llamas del infierno, soplaba en su dirección, amenazándoles con arrastrarles hasta los confines del lugar en el que se encontrasen, y fue así como, en medio de la oscuridad, surgieron unos ojos amarillentos que les observaba con una expresión malvada y divertida. Seguido de eso, miles de garras carmesís terminaron por aferrarles, inmovilizándolos del todo, y una enorme boca de afilados dientes, surgida de la nada, les engulló por completo, sin cesar en sus carcajadas.

Despertó abruptamente, con miles de gotas de sudor descendiendo de su frente hasta sus pómulos. Su respiración se veía más que agitada, rozando casi lo enfermizo. Con un fino y sedoso pañuelo procedió a secarse, sin quitarse aquel mal sueño de la cabeza, ¿qué podría significar todo aquello? ¿Acaso sería una especie de premonición? ¿Davis y él estaban realmente en peligro? Unas risitas femeninas le distrajeron fácilmente de sus pensamientos. Sin llegar a voltearse del todo, con el rabillo del ojo izquierdo pudo ver a tres mujeres jóvenes, posiblemente de su misma edad y occidentales, observándole con miradas lascivas y de deseo. Iba a empezar a creerse que levantaba verdaderas y fogosas pasiones entre las mujeres. Suspiró por enésima vez desde que se subió al avión, y se llevó las manos hasta su cabello, intentando pensar sin distraerse. Una nueva voz, ésta vez amplificada, le negó su deseo.

-Atención, señores pasajeros: les informamos que el vuelo con destino Tokio está a punto de efectuar su aterrizaje en escasos minutos en el "Aeropuerto Internacional de Narita". Se ruega a los señores que se abrochen los cinturones de seguridad y que permanezcan en sus respectivos asientos hasta garantizarse la llegada a tierra firme. Esperemos que hayan disfrutado de un vuelo agradable, y el volver a verlos cuando se aliente la ocasión. -Informó una azafata desde la cabina principal.

-¡Cojonudo ha sido el viaje! ¡Dos aviones que he tenido que tomar, y casi diecisiete largas horas de vuelo…!-ironizó a más no poder, hablando consigo mismo.-Espero que haya merecido la pena…

Esperó a tener una mínima oportunidad para hacerse paso entre la masa de gente y salir cuanto antes del ya inmovilizado avión. Tras salir de la Terminal Uno, con tan sólo una vieja mochila de deporte colgada al hombro y una guitarra eléctrica a sus espaldas, se dispuso a entrar definitivamente en Japón, el país que lo vio nacer. Al entregar su documentación para que le dejasen salir del aeropuerto, el encargado de dicha labor no pudo evitar mirar el pasaporte más de una vez, al igual que al él, ¡jamás había visto a un japonés bronceado! No se sorprendió, ni tan siquiera le molestó, pero se limitó a hacer rodar sus ojos, en señal de aburrimiento, y por fin, le dejó pasar.

El nostálgico frío invernal le abrió los poros de la piel. A día 22 de Diciembre del año 2009, Tokio contaba con la friolera temperatura de cinco grados, y tan sólo eran las ocho de la tarde. Por la noche el tiempo refrescaría mucho más. Mientras fumaba lenta y tranquilamente un cigarrillo, observó que una Harley-Davidson V-Rod Muscle 2009, de color azabache, reposaba a pocos metros de él, y no pudo evitar sonreír. Al parecer había conseguido trasladarla, como él demandó. Tras acercarse a aquella belleza de dos ruedas, o "Su niña del alma", como él la denominaba, pareció escuchar como la sangre y hormonas de las mujeres que se encontraban alrededor suyo hervían.

Era un verdadero Casanova, vestido con una cazadora de cuero negra, muy propia de los moteros, unos simples y viejos pantalones vaqueros de Levi´s Strauss, unas botas Hebo Hick Pro, ideales para conducir una moto, negras y con los detalles en un color grisáceo-plateado, una simple pero motivadora camiseta del grupo "Scorpions", caracterizada por el dibujo de un escorpión plateado en su parte delantera, la única visible. Por último, resaltaban unos guantes moteros, de cuero negro y con la zona de los dedos cortadas, así como unas gafas de sol Ray-Ban plateadas, accesorio que se quitó rápidamente. Al mostrar aquella mirada penetrante y muy varonil, sumada a una barba de tres días y un tono semi-bronceado de piel, las chicas de sus alrededores terminaron por derretirse ante sus encantos masculinos. Ignorando esos suspiros, propios de unas adolescentes, de su mochila deportiva sacó un casco que cubrió su cabeza y protegió sus ojos de cualquier peligro, y subió a la moto. Tras girar la llave, un rugido ensordecedor indicó que el motor tenía gana de divertirse, y tras meter la primera marcha, el vehículo aceleró a gran velocidad, dejando el aeropuerto y las miradas femeninas atrás y partiendo al lugar de interés, ¿su destino? Ningún otro que Odaiba.

Pese al paso de los años, aquella isla artificial que conectaba con Tokio seguía quedando plasmada en su cabeza. Se la conocía como la palma de su propia mano, o casi toda ella si exceptuaba las nuevas remodelaciones, más bien pocas, a las que había sido sometida. Tras casi una larga hora de recorrido, estacionó su vehículo en frente del enorme bloque de edificios, donde el piso de la familia se encontraba, o eso esperaba. Los ojos se le humedecieron a más no poder: no llegó a pensar que volvería. Mientras subía al sexto piso por ascensor, consultó la hora en su rólex plateado: faltaban cinco minutos para las nueve de la noche. Era la hora perfecta, y era ahora o nunca. Llamó a la puerta de manera breve pero sonora, después de unos segundos de meditación. Nada, nadie abría la puerta. Volvió a llamar, ésta vez de manera más continua y fuerte, y el mecanismo del pomo abriéndose dentro de la casa le tranquilizó, pero también causó un ligero tembleque en sus piernas. El semblante de una mujer que vivía la primera mitad de sus cuatro décadas de edad, de cabello castaño, discretamente teñido por la presencia de leves hebras canosas y ojos del color de chocolate, acompañados por alguna que otra arruga surcando su rostro, sostenía un cartón de leche y se mostraba confuso ante el joven, que sonreía tiernamente y la miraba de forma curiosa, como estudiándola después de tantos años.

-Lo siento, pero no queremos nada, joven. Lamento mucho que haya venido por nada. Pruebe suerte con el resto de los vecinos.-dijo la mujer, confundiéndole con alguna especie de vendedor a domicilio.

Aquello era lógico: verle llegar con una bolsa de deporte rancia y vieja, y precisamente a esas horas de la noche…, no le ayudaba mucho a explicarse, la verdad. La puerta se fue cerrando lentamente ante sus narices, pero antes de que eso llegase a ocurrir, interpuso su mano, quedando ésta entre la puerta y el marco de la misma.

-Mamá…, soy yo…-susurró él, mientras se revolvía el pelo con ambas manos, debido a que el casco de la moto se lo había aplastado.

Perdiendo fuerzas en su mano derecha, la mujer dejó caer la caja de leche, y el líquido blanco entró en contacto con la madera del suelo. Igual de pálida se quedó ella. Le daba la impresión de haber visto un fantasma que creyó haber dejado atrás hará ya mucho tiempo. El silencio gobernó durante unos instantes, y ambos llegaron a sentir como el corazón del otro latía con suma rapidez y como la ausencia de ruido parecía cortar el propio aire que respiraban. Fue ella la que intentó reaccionar en primer lugar, o si no el silencio la mataría de un paro cardíaco.

-¿Taichi…?- preguntó ella, sin perder el asombro.-Tai, hijo mío, ¿eres tú de verdad…?- volvió a preguntar, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas, ¿acaso aquel hombre, porque eso era.., un hombre, era su hijo mayor?.

Observó detenidamente algunos que otros rasgos de su muy inesperada e impensable visita: el mismo cabello, castaño y alborotado, tal y como cuando era un niño, y esos ojos achocolatados y de mirada más bien triste, que lucían igual de derrotados que la última que le vio. Sin embargo, sus ojos ahora representaban una felicidad inmensa, oculta tras una fina capa de lágrimas y de miradas acuosas. Yuuko, la matriarca y ama de casa de la Familia Yagami, dejó escapar también varias lágrimas de felicidad y Tai, sin pensarlo dos veces, posó rápidamente la guitarra, la mochila y el casco de su moto en el suelo y abrazó fuerte y dulcemente a su madre, otorgándole ella el mismo deseo. Ambos, madre e hijo, se vieron envueltos en el más efusivo, tierno y deseado de los abrazos que se habían dedicado el uno al otro en toda su vida. Con una de sus finas manos, Yuuko hizo descender la cabeza de su hijo, llenando su cabello y su cara de innumerables besos. Taichi, por su parte, le dio tal beso en su pómulo izquierdo que estuvo a punto de comérselo. Se secaron las lágrimas mutuamente, cual pareja de enamorados, y se dedicaron una dulce e iluminadora sonrisa. Una vez más, su madre llevó sus manos al rostro de su hijo, y con una de ellas acarició la fuerte barbilla de su hijo. Le costaba mucho mirarle a los ojos. No era por ningún motivo en especial, salvo porque era mucho más alto que ella, puede que incluso lo fuese más que su propio padre, el cual casi rozaba el metro ochenta de estatura.

-No me puedo creer que hayas vuelto a casa…-murmuró Yuuko, acariciando cada zona de la cara de Tai. Aquella sonrisa que mostraba su madre parecía no querer irse nunca.-Que guapo estás, hijo…, te has convertido en todo un hombre…-confesó ella, con el típico amor de madre, mientras se fijaba en aquella fina y raspante barba, el bronceado de su piel y su cuerpo robusto y alto.

-¡Tú sí que estás guapa, mamá!-dijo Tai, con el típico énfasis que solía poner a las cosas cuando era niño.

-¡Exagerado!-exclamó su madre, riendo.-Anda, no te quedes en la entrada, ¡te vas constipar! ¡Entra, que ésta será siempre tu casa!-le animó ella a entrar.

Rápido como una bala, el joven Yagami recogió todas sus pertenencias y oyó como la puerta se cerraba detrás de él. De repente, una atmósfera de nostalgia le invadió. Aquellas cuatros paredes le habían visto crecer, habían sido presentes de sus alegrías y tormentos, de su paso de niño a adolescente. Por unos segundos, la mirada de Tai se posó en el despacho de su padre: allí fue donde, gracias a un simple ordenador, entró en el mismísimo Internet y junto con la ayuda de Matt, el mejor de sus mejores amigos, WarGreymon y MetalGarurumon consiguieron compatibilizar su ADN, dando lugar al majestuoso Omnimon, derrotando así a Diaboromon, el Digimon causante de todo el colapso de las redes informáticas. Había vivido muchísimas cosas en aquel lugar, en su casa…, y un pálpito en su pecho le dijo que seguiría siendo así. No tenía pensado volver a irse, a no ser que la situación lo requiriese. Tai Yagami, el Líder de los primeros Niños Elegidos y portador del Valor, había regresado a su hogar.


Era la tercera vez que escuchaba aquella canción en su I-pod. "Endless Rain" de X-Japan. Aquella canción siempre, estuviese alegre o triste, conseguía hacerla llorar como una recién nacida, pero esa vez se controló. No deseaba que nadie la viese llorando en plena calle. Mientras agitaba su cabeza al ritmo de las notas musicales, un fino mechón pelirrojo se dejó caer sobre su frente. Sin darle mucha importancia, se lo recolocó en su recto y fino flequillo. A sus diecisiete años de edad, Rika Nonaka era una chica especialmente atractiva, casi esculpida por los dioses. Su cabello, anaranjado y ardiente como el fuego que representaba su carácter, iba atado, mediante un fino lazo azul de seda, con un fuerte moño sobre su cabeza, similar a una piña pero que, sin duda, la hacían estar muy guapa y sexy. Vestía de manera bastante informal: Una sudadera, bien gruesa, y negra obviamente, con capucha. Bajo esa polera, hallábase una fina camiseta, que dejaba a la imaginación sus encantos como mujer, amarilla con un dibujo estampado del Ying-Yang, en honor a su compañera Digimon, Renamon. Mostraba también unos cuidados pantalones vaqueros y unas deportivas de la marca DC, de colores blancos y azules marinos, con el logotipo de la compañía en rojo y los cordones de tonalidades azules marinas. Sus uñas iban pulcramente pintadas con un esmalte violeta suave, para poder resaltar así el color bastante inusual de sus ojos. Aquello no eran dos simples ojos, sino dos bellísimos orbes de la propia sensualidad hechos realidad. Cualquier persona, fuese hombre o mujer, quedaba embelesada ante su mirada de tonalidad dulce.

Sin embargo, lo único que tenía Rika de dulce en aquella mirada era el color: una tristeza antinatural convivía con ella en perfecta desarmonía, ¿por qué? Ni ella misma lo sabía, o no lo quería saber. Yendo a cinco suspiros por minuto, consultó la pantalla de su BlackBerry y miró la hora: sus amigos se volvían a retrasar. Sacó de sus bolsillos un paquete de tabaco y se encendió un cigarrillo. Mientras aspiraba lenta y cortamente de aquel filtro, expulsó el humo por sus orificios nasales. Al ver como sus amigos se acercaban al punto de encuentro, en la zona oeste del Barrio de Shinjuku, "La Reina Digimon" tuvo unas ganas inmensas de aplaudir irónicamente ante la tardanza de sus amigos, pero se contuvo. Conoció inmediatamente a las cuatro personas con las que había acordado la quedada: Takato, que iba vestido con un jersey de cuello alto azul, unos pantalones guerrilleros marrones y unas deportivas blancas; Henry, con un jersey verde y de cuello en "V", pantalones negros y botas de nieve; Juri, con un jersey rojizo y regordete, una fina cazadora beige, pantalones vaqueros y unas deportivas. Por último, Ryo Akiyama, conocido como "El Rey Digimon", o como ella lo llamaba, "Akiyama" o "¡Eh, tú!", vestía una vieja cazadora de cuero marrón, una camiseta totalmente blanca, pantalones vaqueros, algo rotos por la parte de sus rodillas y unas zapatillas deportivas DC totalmente marrones. Verle allí hizo que su estómago se revolviese del asco o de la incomodidad que suponía el tenerle tan cerca. La voz de Takato le distrajo de sus pensamientos, muy centrados en asesinar a alguien.

-¡Perdona el retraso, Rika! A Henry se le olvidaron las entradas en casa, pero no hay de qué preocuparse. Todavía nos queda media hora hasta que la película comience, así que podríamos aprovechar para tomar algo los cinco, para hacer un poco de tiempo, ¿te parece bien la idea?- preguntó el joven Matsuki, irradiando un brillo de emoción en sus ojos ante la idea de que en menos de media hora acudirían a la reproducción de "Terminator IV: Salvation".

-¿Qué hace "él" aquí?-preguntó fríamente la pelirroja, señalando con un meneo de cabeza a Ryo.

-Por favor, chicos…-se colocó Henry entre ellos.-No vayáis a empezar otra vez…-dijo, intentando conseguir una tregua entre ellos dos.

-Ryo también es nuestro amigo, Rika, y si ha pagado su entrada…, tiene todo el derecho del mundo a venir con nosotros.-susurró algo entrecortada Juri, sabiendo que dentro de poco comenzarían las hostilidades.

-¡No os molestéis, chicos!-exclamó tranquilamente el Tamer de Cyberdramon. Ver como Rika, fría e indiferente al tema, daba una tranquila calada al cigarrillo le exasperó del todo.- ¿No veis que no lo entiende? Es una cabeza hueca.-dijo él, dándole la espalda a Rika.

Aquello sí que la irritó hasta mucho más de sus propios límites. Frunciendo su entrecejo de manera exagerada, tiró su cigarrillo al suelo, le plantó cara a Ryo y le propinó una señora bofetada, pudiendo ser perfectamente escuchada en todo Japón. El golpeado se llevó la mano izquierda a su mejilla adolorida, mientras que Juri se tapó la boca con ambas manos, sorprendida ante la reacción de Rika. Takato y Henry, los dos grandes amigos de la pelirroja, permanecieron boquiabiertos, tan exageradamente que por poco se parten la boca del susto. Rika, mirando a Ryo con cara de muy pocos amigos, retomó la palabra.

-¡Eres una completa basura, Akiyama!-expresó sumamente ofendida.- ¿CÓMO PUEDES TENER LA POCA VERGÜENZA DE ESTAR TRANQUILO, DESPUÉS DE LO QUE ME HICISTE?-gritó ella más y más, desatando un carácter mucho más rudo del que sus amigos conocían.-Que te quede una cosa bien clara: no voy a montar un espectáculo mayor porque no quiero que mis amigos se sientas aún más incómodos, pero tú para mí eres un cero a la izquierda, y pienso ignorarte en todo lo que pueda.-en ese mismo instante, reprimió la necesidad de ponerse a llorar. No quería mostrarse débil y humillada ante Ryo.-Tú para mí ya no existes, ¿te ha quedado claro?- preguntó ella, a la par que chasqueaba los dedos.

Ni tan siquiera esperó a recibir una respuesta, y dirigió sus pasos hacia el centro comercial donde verían la película. Los demás la siguieron, totalmente callados ante la escena protagonizada por Rika. Hasta la llegada al centro comercial, el grupo permaneció dividido en dos grupos: las chicas, Rika y Juri, por un lado y los chicos, Takato, Henry y Ryo por el otro. Ante la presencia de su única amiga, femeninamente hablando, la joven Nonaka se rindió, y dejó escapar más de una amarga lágrima, cargadas de rabia, dolor y odio. Cierto era que Rika y Ryo se habían empezado a interesar el uno por el otro desde hacía más bien poco tiempo, y ambos acordaron la idea de establecer una cita, dejando que la magia del momento hiciese el resto de la labor. Empero, por mucho que Rika esperaba, Ryo jamás aparecía. El joven siempre se excusaba con que el trabajo le tenía absorbido, y ella, como una buena idiota, le concedía otra oportunidad, pero volvía a repetirse el mismo acontecimiento. Un mal día, Rika se hartó, gracias a los plantones de Ryo. En ese momento llegó a sentirse increíblemente estúpida, tras haber pasado horas y horas alisándose el cabello, acicalándose y escogiendo la ropa adecuada para gustarle a su "príncipe azul", como también de las horas que se pasó llorando por las noches. Pero eso se había acabado, se dijo a sí misma. Había llegado el momento de olvidarse durante un tiempo de las relaciones, pues ella podría tener a cualquier muchacho comiendo de la palma de su mano en una discoteca, y así acostarse con ese individuo esa misma noche, tal y como llevaba haciendo unos años. Esa fue la decisión final de Rika, no obstante, sentía como si corazón se hubiese hecho trizas. Lo que ella no sabía es que, en poquísimo tiempo, el amor le concedería una segunda oportunidad, y con una persona que hasta el momento desconocía.


Rebañó el pan una vez más en el ramen preparado por su madre. Yuuko sólo podía sonreír al ver que su hijo no había perdido el apetito con el paso de los años. Tras acabar con la cena, la mujer preparó el café colombiano que su hijo le había traído de uno de sus numerosos viajes. Una suculenta sensación explotó en las papilas gustativas de la señora Yagami. Aquel café era excelente. Mientras agregaba un poco de azúcar al brebaje, le preguntó miles de cosas a su querido Tai.

-¿Y cómo que te dio por viajar tanto? Nos has tenido a todos con el corazón en un puño, especialmente a Kari y a Sora.- dijo algo triste su madre.

Aquel último nombre resonó en su cabeza, y un pinchazo se pronunció en su pecho. De seguro que su madre sabía a ciencia cierta que su partida tuvo que ver con ella. Sin poder evitarlo, los dolorosos recuerdos pasados se presentaron en su cabeza, como una diapositiva en un largometraje.


(Flashback)

Tres días habían pasado desde la derrota de MaloMyostimon, y la paz había regresado tanto a su mundo como al Mundo Digital. Era mediodía, y Taichi se encontraba en plena calle, sin nada interesante que poder hacer. Los Digimon habían sido devueltos a su mundo, y, para colmo de él, Sora y Matt habían comenzado una relación, siendo él "la alcahueta", una especie de celestina que los había unido. Su mejor amigo era conocedor de sus sentimientos hacia la pelirroja, pero eso no supuso un impedimento para que Tai tirase la toalla de esa manera. Por supuesto que él también quería a Sora, pero él intuía que ella no quería nada con él, salvo la mejor de las amistades. Verles juntos le mataba por dentro, pero más le mataba el no poder hacer nada. Tener a Sora tan cerca y a la vez tan lejos era el peor de los males. Sentado en un banco, y con la mirada perdida en el suelo, notó como una figura le observaba a escasamente medio metro de distancia. Al levantar la cabeza, la vio sonriente.

-¡Hola, Tai!-dijo Sora, sumamente feliz.

-Hola.-le contestó él, forzando una sonrisa. Quería apartarla la mirada, pero se veía incapaz. La veía divinamente hermosa con ese jersey rojo de cuello alto, a juego con su cabello y el color de sus ojos, y con esos pantalones vaqueros que resaltaban unas bonitas piernas y un buen…, trasero.

-¿Qué haces aquí tan solo?-preguntó ella, sentándose a su lado.

-Nada. Tan sólo necesitaba pensar, y en casa me estaba asfixiando.-confesó Tai, levantándose instantáneamente y dándola la espalda durante unos segundos. Volteó para verla de nuevo.-Esto, ¿qué tal te va con Matt…?-la pregunta del millón de yenes, que dudó por unos instantes en sacarla a la luz.

-La verdad es que muy bien.-dijo Sora, sonriendo.-Nunca pensé que me atrevería a confesarle lo que sentía por él…, pero gracias a ti tuve el valor suficiente para hacerlo.-se levantó ella también, y le envolvió en un cariñoso abrazo.-El emblema del Valor te viene como anillo al dedo. No sólo eres capaz de resaltar tu valor, sino que también sabes infundirlo a los demás para que luchen por lo que creen. Eso te honra, Tai, y por eso siempre serás mi mejor amigo…, pase lo que pase.-susurró, cerrando los ojos y apoyando su cabeza en el pecho de él.

Su mejor amigo…, aquella confesión le dolió más que nunca. Puede que en el pasado se hubiese conformado con esa respuesta, pero no se podía decir que era eso lo que quería oír. Un fuerte dolor se generó en su corazón, como si éste fuese de cristal y alguien, de un fuerte golpe con un imponente martillo, lo hubiese destruido en miles de pedazos. Sin ser demasiado brusco, alejó a Sora de su contacto.

-Sora, yo…- calló durante unos segundos. Un nudo se formó en su garganta, y se sentiría el ser más miserable sobre la faz de la tierra en cuanto acabase la frase.-…, te quiero…- murmuró él y, para sorpresa de él, ella le correspondió con un beso en la mejilla.

-Yo también te quiero, Tai. Los buenos amigos se quieren mutuamente.-respondió la pelirroja con una enorme sonrisa.

-No…, no te quiero de esa manera…-confesó Tai, a lo que Sora arqueó una ceja, a modo de confusión.-Yo…, también esto fulminantemente enamorado de ti…, desde hace mucho tiempo…

La respuesta dada por el del abultado cabello marrón la hizo empalidecer. Era precisamente lo que hubiese deseado oír en el pasado, pero…, para desgracia de ella, y mucho más para él, ya era demasiado tarde.

-¿A qué viene esto, Tai?-preguntó Sora, de manera seca, casi enfadada.

-Llevo años intentando sacar fuerzas de flaqueza para poder expresarte que hacia ti, además de una preciosa amistad…, me une algo más, y…, parece que a ti también el emblema del Amor te viene que ni pintado…, porque has conseguido que esté locamente enamorado de ti…-dijo el de pelo castaño, en un susurro cálido y esbozando una sonrisa.

-Tai…, lo lamento mucho, pero…, los sentimientos de una tercera persona están también en juego. Yo quiero mucho a Matt, y sé que tú también, ¡eres su mejor amigo, y él el tuyo! ¿De verdad vas a ser tan retorcido…?- le preguntó la chica, a lo que él desvió su mirada de la de ella.- ¿Sabes una cosa…? Hubo un momento en el que estuve enamorada a más no poder de ti…, pero tú no parecías enterarte de ello y…, poco a poco también empecé a ver con buenos ojos a Matt. Tú fuiste quien me dio el empujón necesario para que lo nuestro funcionase, y también fuiste tú el que perdió su oportunidad. Lo siento mucho, Tai.-dijo Sora, siendo ella la que desvió la mirada en ese momento.

-Matt lo sabía…, lo de que tú me gustabas…, y no le guardo rencor, ni nada por el estilo. Uno no decide de quién se enamora…, sino…, todo sería mucho más fácil, ¿no crees...?- no hubo respuesta. Los dos se envolvieron en un silencio bastante incómodo. Tai decidió romper el hielo, y agarró firmemente los hombros de Sora, quedando sus caras a escasos centímetros, y mirándose fijamente a los ojos como dos búhos.

-¿Se puede saber que estás haciendo?- preguntó la pelirroja, sonrojada y en un estado casi iracundo.

-Sora…, mírame a los ojos…, y dime que no me quieres. Sólo así me iré por donde he venido.-dijo Tai, totalmente serio.

-Tai, yo…-las palabras se le atragantaron durante unos segundos, y carraspeó sin remedio.-…, no te quiero.-comunicó Sora.

-Me has mirado a la nariz, ¡eso no vale!-se enfadó él, notando como la mujer a la que más quería, a excepción de su madre y su hermana, se liberaba de su atadura.

-¡Déjate de tonterías! ¡A veces eres tan inmaduro…! Hazte un favor, y madura de una vez, Tai.-dijo ella, alejándose y partiendo rumbo a su casa.

-No, Sora, ¡madura tú! Deberías agradecer que puedas estar con Matt, porque si por tu actitud cobarde fuese estarías más sola que la una, ¿sabes qué es lo que pienso? Que estás con él por despecho, pero lo que verdad deseas es estar conmigo.-soltó de manera tan sencilla aquellas palabras. Por unos instantes, llegó a arrepentirse de lo que había dicho. Era totalmente cierto que era un inmaduro.

Aquellas palabras la sentaron como si la hubiesen tirado un balde de agua helada encima. Frenó su caminata, y cerró fuertemente sus puños, tanto incluso que las palmas de sus manos se volvieron rojas. Con un rápido giro sobre sí misma, su mano derecha chocó con la mejilla izquierda de Tai, y un breve y sonoro tortazo cortó el viento y la buena relación que había hasta entonces entre ellos dos. El muchacho sólo pudo llevarse su mano izquierda a la zona ahora enrojecida y adolorida. Hizo hincapié en proyectar su mirada a los ojos de Sora, húmedos y dejando escapar grandes lagrimones.

-Eres la persona más miserable y egoísta que he conocido en toda mi vida, Taichi Yagami.-comunicó en un hilo de voz, entre derrotando y encolerizado.-En vez de alegrarte por mí, haces todo lo posible para que me retracte en mis decisiones, haciéndole daño así a la persona que más quiero, ¿y yo te he considerado hasta ahora el mejor de mis amigos? ¡Créeme que ahora me da hasta vergüenza el haber tratado con alguien como tú!-expresó la delicada pelirroja, entrecortando su discurso por los llantos. Tras secarse unas lágrimas, una mirada, hasta el momento desconocida por Tai, se apoderó de sus ojos, ¿de decepción, tal vez?-¡Te odio! ¡Te odio, te odio, te odio…!-gritó al borde de un ataque de nervios, golpeando el pecho del hasta aquel entonces su mejor amigo. Más lágrimas descendieron hasta sus enrojecidas mejillas, pero no las hizo caso. Una nueva mirada, llena de odio acumulado crucificó a Tai en el momento.-No quiero volver a verte en mi vida, porque para mí ya no eres nadie.-fueron las últimas palabras que Sora le dedicó, para después darse media vuelta y tomar camino hasta su casa.

La veía marchándose, alejándose de él para siempre…, pero ni sus piernas, ni mucho menos su voluntad, le ayudaban a moverse. Todavía permanecía "In situ", con la mano en la mejilla abofeteada. Sin poder evitarlo, lágrimas de dolor surcaron de principio a fin la cara de Tai, y cayó al suelo helado, sin importarle el dolor naciente en sus rodillas. Sora no había podido estar más acertada en sus palabras: era un completo egoísta, y un cerdo, pero…, no podía remediarlo. Estaba enamorado de ella desde que la conoció. Para él, el emblema que representaba, el Valor, ya no servía para nada, pues había sido un completo cobarde, y se avergonzaba de sí mismo. Se sentía feliz porque Sora fuese feliz, pero, ¿cómo podría ser feliz él, si lo que más ansiaba para conseguir esa meta ya no estaba a su lado…? Él también se odiaba a sí mismo. Era un ser miserable que no se había parado a pensar en las consecuencias que todo eso traería para los que eran dos de sus mejores amigos. No se merecía estar al lado de Sora, ni tampoco quería permanecer más en Odaiba, tan sólo quería que un rayo le fulminase, o que el mismísimo Devimon se apoderase de su alma para evitar mayores sufrimientos. Lo tenía decidido: se marcharía de Odaiba, y a ser posible, también de Japón, pero, ¿a dónde iría…? No tenía gente fuera de Japón que pudiese darle cobijo, ni tampoco quería permanecer acompañado. Quería estar completamente solo, conocerse a sí mismo y separar la palabra "Odaiba" de la palabra "dolor". Durante un par de días, con las clases a la vuelta de la esquina, buscó en internet información sobre diversos lugares del mundo a los que podría ir. También cogió su expediente de la Educación Secundaria Obligatoria, sacó todos los ahorros de su hucha, más algo de dinero que les cogió a sus padres, y compró el primer billete de avión que se le antojó, ¿el destino? Alaska. Le daba exactamente lo mismo la cantidad de vuelos que tuviese que coger, tan sólo quería marcharse de Japón, y si era posible, no volver nunca. Dos días después de la fuerte discusión con Sora, cumplió su palabra y se marchó del hogar de los Yagami. Sus últimas palabras quedaron ilustradas en una nota de papel adjuntada a un imán en el frigorífico, que textualmente dijeron: "No me esperéis para comer, ni para cenar, ni para nada. Me marcho lejos de Odaiba, lejos de Japón…, y lejos de todo. No sé cuándo volveré, pero seguramente eso no pasará. No intentéis buscarme, estaré bien. Os quiero a todos, especialmente a ti, canija.". Al plasmar aquellas duras y dolorosas palabras, ocultas en lo más profundo de su alma, las lágrimas de despedida supusieron la firma del emisor en el mensaje de despedida. Abandonar a su familia fue uno de los dos recuerdos más dolorosos en la memoria de Taichi.

(Fin del Flashback)


Al ver como su hijo no le hacía ni caso, Yuuko carraspeó para llamar su atención. La mirada triste de su madre, del mismo color que la de su hijo, o puede que algo más clara, encontró a la suya.

-Por eso te fuiste, ¿verdad…?-preguntó su madre, sabiendo de antemano la respuestas.-Por Sora…-tras mencionar aquel nombre, Tai sólo asintió, reprimiendo las lágrimas. La señora Yagami suspiró.-Has estado tantos años fuera…, que en un momento llegamos a perder la esperanza de que siguieses con vida…, incluso llegó un momento en el que dejaste de enviarnos las postales con tus iniciales…-a su cerebro, llegó la imagen de miles de postales compradas en Japón y enviadas desde distintos lugares del mundo, imposibilitando la forma de encontrarle. Por unos instantes, la cara de Yuuko cambió, mostrando una enorme sonrisa.- ¿Sabes, hijo? Es normal que buscases tus propias respuestas. Todos en nuestra infancia hemos experimentado el amargo golpe del mal de amores, y tú llevabas enamorado de Sora desde que eras así de chiquitín.-señaló ella una altura de menos de un metro veinte de altura, a lo que los dos no pudieron evitar reírse al ver la imagen del pequeño Tai.-Una madre sabe esas cosas.-dijo ella, cogiendo la mano derecha de Tai con las suyas.

Se produjo de nuevo aquel incómodo silencio. Casi siete largos años de distanciamiento lo podían superarse de la noche a la mañana, pero Taichi y su madre iban en buen camino. Yuuko observaba a su casi irreconocible hijo mayor, sin cesar en aquella sonrisa, una que no había mostrado desde que su ojito derecho se marchó del calor del hogar.

-¡Eras más pillo cuando eras un niño...! Todo el día rompiendo la lámpara de tu habitación con tu hermana…-ante aquella imagen del pasado, Tai soltó una alegre risita, dejando caer un par de lágrimas por los buenos recuerdos.-Y fíjate ahora, ¡ya eres un hombre hecho y derecho!-le alegó ella, recibiendo una caricia de su hijo.

-Bueno…, pero el Tai revoltoso e hiperactivo que conocíais se ha tranquilizado un poco con los años, aunque también es cierto que no he perdido mi verdadera esencia.-y dicho eso, sonrió sinceramente.-Me prometí a mí mismo que no volvería hasta convertirme en un hombre, y creo que ese momento ha llegado…, mamá…, vuelvo a Odaiba.-dijo Taichi, sonriente al ver la expresión de felicidad perenne de su madre.

-¿Lo dices en serio…?-el asentimiento de su hijo fue suficiente. Yuuko se levantó ansiosa de su silla y abrazó fuertemente a su hijo, como si fuese una fan histérica de una estrella del Rock.- ¿Sabes, Tai? Eres el mejor regalo de Navidad que me han podido dar…, que hayas vuelto a casa para mí ya es la mayor de las felicidades.

-Yo también estoy feliz de volver con todos vosotros.-se sinceró felizmente el mayor de los hermanos Yagami.

-¡Bueno! Pero no hablemos de más cosas tristes, ¡cuéntame algo sobre tus viajes! ¿Qué has hecho durante todos estos años?- preguntó su madre tras sentarse de nuevo, llevándose las dos manos a sus mejillas, como una niña pequeña ansiosa por saber el transcurso de una historia.

-Pues…, primero me instalé en Alaska. Estudié durante cuatro años los cursos que me faltaban para terminar el instituto, ¡fue un verdadero milagro que me aceptasen casi a mitad de curso! Mientras estudiaba, me ganaba algún dinero entrenando a niños pequeños en el arte del fútbol, y en muchas ocasiones participaba en obras benéficas, como entrenar a niños huérfanos. Éste último trabajo me llevó a recorrer el mundo para seguir realizando dicha labor en países como México, Brasil, Noruega, Reino Unido, Rusia, Somalia, ¡incluso una vez estuve en Siberia!- expresó feliz el muchacho, cosa que su madre pudo apreciar al ver cómo le brillaban los ojos.- Y…, a partir de aquí, la cosa cambió: hace casi dos años viaje a España, y… ¡me ficharon para ser jugador del F.C. Barcelona!

-¿Có…, cómo…? ¿¡Me estás diciendo…, que tengo un hijo famoso!-gritó eufórica Yuuko.

-Sí…, algo por el estilo…, pero yo no lo catalogaría así…-dada la noticia, la matriarca Yagami empezó a gritar enloquecida, dejando a su hijo algo…, traumatizado.-Retomando la historia…, compatibilizar el fútbol profesional con unos estudios universitarios cuesta, pero he conseguido abrirme paso, y hace casi siete meses ganamos el triplete contra el Manchester. Ahora que me he retirado, puedo dedicarme en cuerpo y alma a mis estudios.-respondió Tai.

-¿Y cuánto ganabas?-preguntó su madre, ansiosa por hacer números.

-¡Mamá!-exclamó él, viendo como su madre le daba importancia al dinero.

-¡Ah, sí! Y, ¿qué estás estudiando?-hizo la otra pregunta su madre, pero sin quitarle importancia al tema del dinero, a lo que Tai puso sus ojos en blanco.

-Derecho Internacional, pero sobre todo me dedico al estudio del Derecho Público y de las Organizaciones Internacionales…, vamos, para que algún día pueda trabajar en sitios como la ONU.- le hizo saber el de pelo castaño, dejando embobada a su madre, al igual que ansiosa por saber de su sueldo como jugador profesional de fútbol.-Vale, supongo que ahora toca la parte en la que te digo lo que tengo "ahorrado", pero prométeme que no te pondrás a gritar como una loca, ¿d´accord?- preguntó Tai, en un perfecto francés.

-Está bien, te lo prometo.- juró Yuuko.

-Pues…, durante el año y medio en el que debute en el F.C. Barcelona…, gané aproximadamente unos 9.5 millones de Euros…- anunció, dejando a su madre con la boca abierta al oír la palabra "millones".-Pero, ya sabes…, con la declaración de la Renta…, me quedé con poco más de siete millones, que también es bastante. Tras mi retirada, doné la mitad del dinero a obras benéficas, como la creación de pozos de agua y la formación de hospitales en África, la reconstrucción de muchísimos orfanatos en diversas partes del mundo, ayudas humanitarias para los lugares del mundo que sufren de los fuertes y despiadados fenómenos naturales y esas cosas. Eso significa que mi salario final se queda en 3.5 millones de Euros.-confesó Tai, sin darle mucha importancia al dinero.

-Estoy muy orgullosa de ti, hijo. Muchos podrían corromperse con tanto dinero…, pero tú no. Das parte de lo que tienes a los más necesitados, y con eso me demuestras que tienes un corazón que no te cabe en el pecho, y que eres una bellísima persona.-le alabó su madre, no sin antes realizarle otra pregunta.-Por cierto, ¿cuánto es todo eso en Yenes?

- Pues…, teniendo en cuenta que un Euro equivale a 157 Yenes…- calculó mentalmente como pudo la cifra, a lo que Yuuko se sorprendió, ¿su hijo dominando las matemáticas? El nuevo Tai era una auténtica caja de sorpresas.- Aproximadamente son 550 millones de Yenes.-expresó, como si cualquiera tuviese esa cantidad de dinero en el banco.

La boca de su madre parecía llegar hasta el suelo, ¡era una barbaridad de dinero! Tras medio minuto en estado de shock emocional, la matriarca de los Yagami se puso a saltar encima del sofá, no sin pegar cada grito de alegría ante tal noticia. Tai se quedó congelado del susto, porque, hasta donde su memoria alcanzaba, los únicos que se dedicaron a dar brincos sobre el sofá y las camas fueron su hermana y él cuando eran niños, y no ninguno de sus padres, ya totalmente adultos. Entonces, el sonido de unas llaves intentando abrir la puerta les informó que el hombre de la casa estaba a punto de entrar. Tai fue llevado hasta el cuarto de sus padres, con el único fin de darle una sorpresa a su padre. Susumu Yagami, el patriarca de la familia, entró a la casa casi corriendo, y con una cara de nerviosismo total.

-Cariño, ¿qué ocurre? ¡Tus gritos se oyen desde el tercer piso!-se preocupó su marido.

-No es nada, querido. No tienes de qué preocuparte.-dijo ella, actuando con naturalidad.

Susumu la miró extrañado, y comenzó a examinar anonadado la casa, la cual se había convertido en un verdadero campo de batalla en cuestión de segundos. Los cojines de los sofás se encontraban tirados por el suelo de toda la casa. La mirada del padre de Tai se clavó en la mesa del salón: había dos tazas de café, y los Yagami no solían recibir muchas visitas. Tras un matador día de trabajo, respiró tranquilo, pues por fin llegaban las vacaciones de navidad. Se aflojó el nudo de la corbata y dejó caer su maleta de mala manera contra el sofá.

-¿Hemos tenido visita?-preguntó él, algo agotado y con sus tripas rugiéndole del hambre.

-Sí, y te ha dejado una sorpresa, o, mejor dicho…, un regalo de Navidad, para toda la familia.-le confesó su esposa, con una sonrisa de oreja a oreja. Él la miró incrédulamente.

Yuuko, que permanecía con la espalda apoyada en la puerta del dormitorio matrimonial, dio dos golpes seguidos, y la puerta se abrió poco a poco. Susumu vio entonces la figura de un joven de pelo castaño, de poco más de veinte años y muy apuesto. Era considerablemente más alto que él, y su piel estaba bronceada debido al fuerte sol de alguna isla tropical. En sus ojos color chocolate, totalmente acuosos, podía verse un enérgico sentimiento de felicidad. El hombre adulto no tardó en imitarle, y mucho menos tardó en descubrir que aquel hombre joven era su hijo. Tai, por su parte, creía estar a punto de romper a llorar al volver a ver a su idolatrado padre, un hombre que se veía cansado y que numerosas canas blancas se rebelaban contra el color castaño natural de su cabello, el cual ya predominaba más bien poco. El olor a tabaco que desprendía su camisa blanca e impoluta llegó hasta las fosas nasales del joven Yagami.

-Taichi…- y acto seguido, las lágrimas surgieron de los ojos de Susumu mientras se acercaba a su hijo.

-Papá…- susurró Tai, sin importarle que su padre le viese llorar de felicidad.

Sin dudarlo, padre e hijo se sumieron en un fuerte y tierno abrazo. La madre de Tai, sin poder evitarlo, se sumó al abrazo y al lloro. La impresión de Susumu fue la misma que la de su esposa: Taichi se había conservado y cuidado muy bien, e incluso ya era más alto que él, pues debía rondar el metro ochenta y cinco.

-¡Dichosos los ojos que te ven! Hay que ver cuánto has crecido, chaval…- dijo felizmente su padre, dándole una palmada en la espalda.

-Siete años viviendo en el extranjero es lo que tiene…- respondió el Líder de los Niños Elegidos, con una resplandeciente sonrisa.

-¡Esto hay que celebrarlo! ¡Yuuko, saca el mejor Sake que tengamos! Ya verás que cena nos vamos a pegar.- exclamó feliz el padre de Tai, revolviendo el cabello abultado de su hijo.

Y por segunda vez, Taichi Yagami cenó, pero esta vez en compañía de sus padres. El recién llegado escuchó las mismas anécdotas que recientemente había oído su esposa. En cuanto al dinero que Tai ganó como futbolista de élite…, su padre se lo tomó de manera más alegre que su madre, tanto que incluso llegó a bailar por toda la casa, a saltar encima de las camas con los zapatos puestos y a gritar "¡Adiós a las Hipotecas!". Se le habían caído los mitos de sus padres. No, para nada. Era normal que se pusiesen así de contentos por todo. Sobre los estudios y el futuro laboral de su hijo, Susumu no pudo acabar más contento la noche. Sabía que su hijo había nacido para ser alguien muy grande en éste mundo. Por primera vez en casi siete largos años, la familia Yagami cenó unida en familia. Tai contaba las horas para volver ver a una de las personas a las que más había extrañado en su "exilio": Kari.


Fin del Capítulo I

Bueno..., ¿que os ha parecido? Espero que os haya gustado. Si algún producto, alguna marca o algo no os suenan u os generan confusión, podéis buscar por internet, o pedirme a mí algún link con imágenes. La cifras que han salido en este capítulo (o por lo menos el sueldo de Tai) son completamente inventadas, lo que si es real es el valor del Yen con respecto al Euro, pues 1 Euro equivalía en esos años a, aproximadamente, 157 yenes (Mucho, no creen?) . Otra cosa: por internet circulan diversas páginas en las que no aclaran del todo quien es quien, en lo que respecta a los padres de Tai: unas páginas dicen que Yuuko es su madre y Susumu su padre, y en otras sucede lo contrario. Para mí, en este fic, Yuuko será su madre y Susumu su padre, así que espero que no se hagan un lio xD. En breves instantes subiré la segunda parte de este capítulo, es decir, el Capítulo II. Cualquier review o sugerencia son bien recibidos, no seáis tímidos! Nos leemos!