¡Buenas tardes!
Hace poco prometí que escribiría un fic sobre los Nott/Greengrass. Pues bien, he empezado. El final todavía está un poco en el aire, pero lo tengo más o menos hecho. Así que aquí estoy.
Lo primero, que empieza a ser repetitivo de tanto decirlo, ya lo sabéis de memoria. Los personajes son de JK Rowling. Bueno, Philip Nott es mío (y al que me lo quite le doy un bocado). En fin... empezaré con el prólogo.
SINOPSIS: Philip Leonard Nott nunca ha sido un niño normal. Desde su nacimiento tiene sueños, como él mismo dice, "que son de verdad", y que lo aterrorizan todas las noches. Sin embargo, su extraño don puede ponerlo en peligro… y también hacerle descubrir que es capaz de más cosas.
Prólogo
Casa de los Nott. Doce de agosto de dos mil cinco.
Daphne Greengrass termina de ponerle el pijama al pequeño Philip. El niño, que tiene dos años recién cumplidos, no parece tener ningún interés en colaborar con su madre, aunque tampoco en entorpecer su tarea. Los delgados brazos le cuelgan inertes en los costados, y las piernas no llegan a tocar el suelo. Tiene los ojos verdes ausentes, como si su mente estuviese muy lejos de allí. Una expresión que lo hace parecer demasiado mayor y que contrasta violentamente con lo menudo de su cuerpo, pese a que el gesto de su rostro es dulce.
-Venga, ya estás-dice Daphne con ligereza. Coge una toalla y le revuelve el pelo con ella para secárselo un poco-. Ve a darle un beso a papá y luego a dormir.
A Phil le cuesta un poco procesar la orden de su madre, pero cuando ella le da un beso en la cabeza sus ojos vuelven a estar llenos de la inocencia propia de su corta edad. Salta del banco, cogiendo su oso de peluche, y corretea hasta el salón.
Theodore suele tener en los ojos grises una chispa ausente parecida a la de su hijo, aunque de otra naturaleza; él no puede hacerla desaparecer, porque su madre nunca podrá darle un beso para tranquilizarlo. A sus veinticinco años, sus ojos tienen más edad que su cuerpo, pero parece estar más acorde cuando está cerca de su hijo.
-Papá, voy a dozmiz-anuncia Phil. Su padre, que está sentado en el sofá, leyendo con mucho interés El Profeta, lo mira y sonríe.
-Ven aquí-dice, y sin esperar respuesta lo coge y lo sienta en su regazo con una sola mano. Philip también pesa demasiado poco para su edad-. ¿Te has bañado?
-Sí-responde el niño, y deja el oso en el sofá.
-¿Has hecho pipí?
-Sí.
-Muy bien-Theo le da un beso en la frente-. Venga, sube con tu madre.
El niño se baja del sofá y sube de nuevo las escaleras, con una sonrisa en la cara.
Cuando su único hijo (de momento, porque Daphne estaría encantada si le dieran una hermanita) se pierde de vista, Theodore suspira y mira su reloj. Odia que lo hagan esperar. Y Daniel está consiguiendo agotar la paciencia que todos los ataques de Phil no han logrado colmar en dos años.
Como si lo hubiera invocado, en ese momento se escuchan varios golpes sordos que provoca la enorme aldaba con forma de cobra de la casa. Theo oye el correteo de Patty, su joven elfina doméstica, al acercarse a la puerta, y el chirrido fantasmal que produce ésta al abrirse. Luego, la voz grave de Daniel, siempre con tono de desprecio, preguntar por él, justo antes de la aguda respuesta de la elfina por encima de los pasos del hombre.
Daniel Travers entra en el salón. Theo lo observa detenidamente. Antaño era más alto que él, pero le dobla la edad y los años le pasan factura. Tiene ojos oscuros y saltones, aunque no tan prominentes como sus gruesas cejas, nariz puntiaguda y alargada y un lunar azulado en la mejilla derecha. Las arrugas empiezan a hacerse notar bajo una mata de pelo castaño que en los últimos años se ha cubierto de nieve.
No obstante, ni veinte siglos lograrán borrar la expresión de absoluto pasotismo de su rostro, como si todo le diera completamente igual. Theo ha aprendido que es inútil intentar averiguar sus emociones observando sus gestos. A cambio, con sólo oír su voz se puede saber si está contento o si la mejor opción es apartarse de su camino. Theodore palpa el bolsillo de sus pantalones para asegurarse de que tiene su varita con él. Nunca ha confiado en Travers.
-¿Qué quieres?-le pregunta secamente, sin saludar siquiera. Es consciente de que tener a ese hombre en su casa supone poner en peligro a todos los que hay ahí, desde su elfina hasta su hijo, y prefiere no perder el tiempo en formalidades.
-Proponerte algo-responde el hombre. De momento, Theodore sólo detecta interés contenido en su voz, de modo que le hace un gesto con la mano para que continúe-. Supongo que sabrás lo que ha pasado…
-Erais pocos y quedáis menos-replica Theo, echando un rápido vistazo al periódico, en el que ha estado leyendo cómo, después de provocar ataques por todo Reino Unido, asesinando en total a más de cien muggles, los renegados han sido detenidos por los aurores y llevados a Azkaban, donde les espera una bonita cadena perpetua.
-Éramos-corrige Daniel, incluyendo a Theodore en la oración-. ¿Ya no te acuerdas de tu padre?
-Mi padre-repite Theodore-. No yo. Ya te dije la última vez que te vi que nada de lo que hicierais me interesaba. Así que, después de esto, ¿qué quieres?
Antes de que Daniel pueda responder, un correteo distrae a los dos hombres. Phil aparece en la puerta del salón, pero se queda quieto al ver a Daniel, con los ojos verdes desmesuradamente abiertos.
-Así que es él-comenta Daniel. A Theo no le gusta ni un pelo el incontenible interés que muestra su voz.
-Phil, sube a dormir-le ordena con severidad.
-Quiedo a Zil-dice el niño, señalando el peluche que hay en el sofá. Conteniendo un bufido, Theo coge el muñeco y se lo pone en las manos a su hijo con cierta brusquedad. Quiere que desaparezca de la vista de Travers cuando antes.
-Venga, Phil, a dormir-el niño sonríe y sale del salón correteando. Theo intenta, sin mucho éxito, aparentar indiferencia, y vuelve a mirar a Travers-. ¿Decías?
Daniel compone una sonrisa torcida.
-Nos estamos reorganizando-explica-. Tardaremos un tiempo, pero te aseguro que cuando lo hagamos podremos…
-Los aurores os darán otra patada en el culo-sentencia Theodore-. ¿Es eso lo que quieres? ¿Que me una a vuestra causa?
-Tu padre tenía razón cuando decía que eras sumamente inteligente.
-Pierdes el tiempo-replica Theo-. No voy a unirme a nada, Daniel.
Justo en ese momento, del piso superior les llegan unos chillidos que reflejan un dolor agónico, insoportable. Otra vez. A Theodore se le encoge el corazón al oír las palabras tranquilizadoras de Daphne, ahogadas por los gritos y llantos de su hijo.
-Lo harás-dice Daniel entonces, y Theo lo mira fijamente, intentando sin éxito ignorar el tormento que está padeciendo Phil en el piso superior-. Encontraremos la manera de convencerte-y levanta la vista hacia el punto del techo del que provienen los sonidos.
-No tocarás a mi familia-jura Theodore-. Podría llamar a los aurores ahora mismo, y tardarían dos minutos en llevarte a Azkaban.
-Pero no lo vas a hacer-replica Travers, seguro de sí mismo. Echa a andar hacia la salida-. Volveremos a encontrarnos. Buenas noches.
Aparta a Patty, que está limpiando un paragüero del vestíbulo, con brusquedad, y sale de la casa.
El portazo ahoga por unos instantes los gritos del pequeño Phil.
Notas de la autora: Esto sólo es el prólogo. La historia me está resultando… interesante de escribir. En los próximos capítulos veréis qué le pasa a Phil.
Los reviews siempre son bienvenidos.
