Akihiko ha vivido culpándose por la muerte de Misaki desde años. Pero… ¿Que pasaría si encontrara a alguien idéntico a él? ¿Podría Misaki no haber muerto? ¿Usagi se permitirá volver a amar?… y… ¿Por qué tantos secretos e intrigas de parte de Haruhiko?...
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*·.·*•決して·色あせた·花•*·.·*
La flor que nunca marchito
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Capítulo 1:
El hombre destruido y el joven en blanco
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Era un día cálido de primavera en Osaka con la naturaleza en su esplendor floreciendo junto al árbol del Sakura.
El cielo no podría estar más azul que ese día, cálido y fraternal para todos.
Pero comenzó a dejar de lado ese hermoso azul al caer la tarde con una triste aura por la zona en donde se encontraba un viejo cementerio con una única persona en su interior.
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En frente de una lápida con flores frescas y recién cortadas en sus cimientos se dibujaba la sombra de quien se encontraba parado a un paso de ella.
La misma persona alta y de costosa ropa había ido a visitarla tal y como lo había hecho año tras año desde la tragedia en donde aquel joven y funesto universitario había perdido la vida; y siempre permanecía así, quedándose pensativo, mirándola fijamente mientras el viento soplaba libre revolviendo su cabellera platina, ante unos ojos purpúreos intensos y tristes, cóncavos y profundos en las melancólicas memorias de un ayer grato y pasional en su existir, y que ahora solo podía compararse con miles de cuchillas atravesando su corazón por su irreparable pérdida.
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Solo.
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Completamente solo…
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El sol en el poniente apenas deslumbraba matizados naranjas y rosas en el cielo. Había sido mucho tiempo el que le había guardado luto, y por igual, todos los años se quedaba durante horas frente a aquella lápida sencilla pensando y pensando sobre la persona que desde otros lares podría estarlo observando con la misma tristeza, pero con inmensa paz.
Lejos de él, sin la posibilidad de volver a verse.
Sin volver a mirar sus inocentes ojos verdes, escuchar su dulce e inmadura voz, ni tocar su joven y lozana piel…
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El cementerio no era inmenso, era un sitio modesto al no poderse costear una tumba costosa para aquel tan amado por Akihiko, eso lo sabía muy bien, Takahiro no había podido gastar tanto en el entierro de su hermano menor después del accidente. Menos teniendo ahora una familia por la cual ver. Pero como se negó a ponerlo en un edificio junto a cientos de otros nombres, prefirió poner aquella simbólica tumba junto a sus padres.
Y entonces pasó. Se derrumbó en el suelo sin poder retener las ganas de llorar que, por más que trataba de guardarlas para si mismo al final lo vencían como todas las noches al recostarse en la misma cama de siempre sabiendo por demás que el calor de su amante nunca más volvería a tocar las sábanas de su lecho como lo hubiere hecho en vida. Y como siempre, se ahogó en el recuerdo de aquel muchacho con sus infantiles comentarios y risas llenando la casa, con su natural sazón en la comida, con sus quejas por las clases de ingles que no entendía, y con sus regaños por usarlo de inspiración por los libros BL que escribía hablando de él. Todo de él.
-Misaki…- cayó la primera lágrima quemando casi la tierra mientras la mano de Akihiko alcanzaba la lápida a centímetros de él. –Misaki…- se desprendía como ríos su llanto.
Sus ojos verdosos y sus castaños cabellos…
Su mediana estatura y espigada figura…
-Usagi san…- sonaba una voz dulce e inocente en al aire vacío de sus recuerdos con dolor.
-Misaki…- paso a cubrir su cara con una mano tratando de detenerse para no llorar desconsolado, pero le era inevitable. La tristeza había llegado a su corazón para quedarse.
No era otra cosa más que un ser humano destrozado, y todo por haber amado como nunca antes a alguien al extremo de querer morir con él.
-¡Misaki…!- ocultó su rostro con ambas manos de rodillas implorando al cielo clemencia y piedad por él. -¡¿Por qué?... ¡¿Por qué?- gritaba con voz seca y quebrada volviéndose puños sus manos para golpear la tierra con dolor y frustración. -¡¿Por qué no fui yo?- repetía con brillosas lágrimas cayendo por su maduras mejillas sintiendo aquel salado líquido quemarlo por su calor. –Debí haber muerto a tu lado…- susurraba cabizbajo con ambas brazos extendidos hacia el piso con los dedos enterrados en el pasto. Cayendo como rocío a los pétalos de sus rosas su llanto. –Debí haber sido yo el que te protegiera a ti de morir,…- magulló la tierra nuevamente con un golpe seco. –Misaki…-
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-Misaki…- Clamaba su nombre sin recibir respuesta alguna en medio de la soledad que lo había consumido en una eterna oscuridad después de su muerte, hundiéndolo cada vez más y más profundo en el infierno en que se había convertido su vida sin él a su lado…
-Misaki…- continuaba sin respuesta…
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Y todo había pasado en un abrir y cerrar de ojos…
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-Usagi-saaan…- corría con mochila al hombro un castaño de diecinueve años tras un hombre de mayor edad y estatura delante de él, quien al escucharlo se detuvo de inmediato en la calle cambiando su seria expresión a una sorpresivamente alegre. Por quien tanto hacía esperado, la persona que más amaba en este mundo acababa de llegar a su lado…
-Hasta que finalmente llegas tonto…- sonreía mientras el otro ponía cara de recelo.
-¡Pero no fue mi culpa!- hacía ademanes de escusa con las manos -Sumi-sempai y yo esta…- frenó rápidamente sus palabras al sentir el ambiente cambiar alrededor por la seria y trastornada cara del peliplateado en frente suyo por lo que acababa de decir… -Rayos…- pensó de inmediato… -Etto, es decir, tuve algo que atender en Mitsuhashi de urgencia antes de poder venir, ¡eso!, fue por eso, fue solamente…- trato de justificarse vanamente antes de que su barbilla fuera tomada por la fuerte y grande mano de Akihiko para obligarlo a mirarlo a los ojos.
-Misaki…- pronunciaron sus labios estando a punto de posarlos en los de Misaki.
-¡¿Pero que crees que haces Usagui-baka?- se trató este de defender de su pareja, pero no fue lo suficientemente rápido ni hábil provocando así que Akihiko le robara un tierno y rápido beso y por ello sonriera satisfecho. -¡Ahoka!-. Arremetió contra él por sus acciones, estaban en plena calle, cualquiera los pudo haber visto, pero eso no parecía consternar a Akihiko en ningún sentido, y Misaki sabía el porqué: Ese inmenso amor sin límites que le tenía y que a su vez el mismo había desarrollado por Usagi al comenzar a llamarlo así cerca de entrar a la universidad, ya que al tiempo en que lo comenzaba a llamar con tal apodo, sin darse cuenta, lo había empezado a amar.
Y hasta la fecha no podía creerse a si mismo enamorado de otro hombre y quererlo tanto.
-Usagi-san…- se sonrojaba al verlo sonreír así. Esa mirada tranquila y pasiva que le dedicaba con tanto cariño era imposible de pasar por alto. –Baka…- decía por lo bajo contra él a pesar de saber era más para si mismo por negar lo que realmente era difícil de engañar si de verdad lo amaba.
-No quiero que nada ni nadie se interponga en nuestro tiempo juntos…- le habló el otro haciendo que Misaki volteara a verlo con una mueca de desasosiego. -Ya te lo había dicho antes y te lo seguiré diciendo siempre- siguió caminando siendo seguido por el Takahashi después de regresar los pies a la tierra.
-Siempre con esa actitud…- lo seguía a paso veloz el menor. -¿Cómo es posible que quiera tanto a este hombre siendo tan antojadizo como es?...-
Y de repente sus pensamientos lo retuvieron de la nada. ¿Qué acababa de pensar?
-¡No es posible!- gritaba en su interior cómicamente horrorizado -¡¿Por qué hasta en mi mente pienso como una niñita enamorada?-.Sentenciaba exageradamente su comportamiento casi halándose de los cabellos.
-Oi!, no te quedes en medio del arroyo de los autos baka- lo veía desde el otro lado Akihiko.
-¿Ah?- volvía por segunda vez a tierra firme de haberse proyectado lejos. –Sí, lo siento…- lo alcanzaba del otro lado con un auto ya casi por llegar a él.
-Oye, mira a ambos lado de la calle antes de cruzarla…- lo regañaba. –Eres un niño…- tomaba su mano protectoramente.
-¡Hey! Usagi-san, Usagi-san mi mano…- estuvo a punto de quejarse, pero callo sonrojado sin decir nada más, cediéndole la razón y caminando a su lado. Odiaba hacer eso, pero a final de cuentas tal y como él lo había decretado, Akihiko simplemente hacía lo que le venía en gana. -No se porque…- miraba el perfil de Usagi -No se que tiene él… pero,… por algo mi vida no sería lo mismo si Usagi me faltara…- bajaba la cabeza con las mejillas rojas de vergüenza por lo que pensaba. -Siempre esta diciéndome una y otra vez "Te quiero" cada vez que puede, incluso cuando no debe; y en cambio yo… no soy capaz de decirle todo lo que siento por él…-
Veía de lado al ojivioláceo con una sonrisa discreta en su expresión y con su mano aún tomada por él. Sintiendo su cálida piel cubriendo la suya.
-Usagi-san… Yo… de verdad te quiero…- sonaba solo para si mismo sin abrir la boca en ningún instante. -¿Por qué no puedo simplemente decírtelo?...- dirigió la mirada hacia otro punto de la calle que un fuera Usami.
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Ambos entraron al flamante auto deportivo rojo de Akihiko y se pusieron en marcha con las maletas de equipaje en el asiento trasero junto al portafolio donde Usagi llevaba su lap-top para redactar en algún rato libre y así Aikawa no estuviera molestándolo más de la cuenta por teléfono. Después de todo las vacaciones eran para recreo de su vida privada, y lo más importante en sus asuntos personales era Misaki. El castaño a su lado leyendo manga que no paraba de hacérsele lindo en todo sentido.
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Mientras tanto Misaki como de costumbre no mataba ni a una mosca ni le causaba molestias ni al aire que lo rodeaba, solo miraba por la ventana escuchando la música instrumental leve que Akihiko había puesto, pensando en la tarea que había dejado de la universidad pendiente en casa y que regresando tendría que dedicarse a ella para entregarla a tiempo, pero que no le había dicho nada a Usagi para no arruinar los planes que tenían de salir ese fin de semana juntos. Como todo un descuidado.
Sin embargo si había llevado un tomo de su manga favorito al viaje para entretenerse un poco en el largo viaje.
Aunque no podía parar de pensar en lo que más le concernía a su corazón que a su cerebro.
-Oe! Usagi-san ¿Por qué apagas la música?- lo vio de reojo mirarlo y después apagar la radio.
-Para que no te distraigas en tu lectura- respondió, haciendo sentirse extraño a Misaki por su atención para con él…-Aunque no se si de verdad debería llamarle lectura a un manga…- adicionó con saña…
-Usagi-saaan- mascullaba entre dientes Misaki desapareciendo por completo su rubor y marcándose una adorable y boba rabia típica de su personalidad.
Pasaron así minutos y minutos hasta volverse horas, mirando a ratos por la ventana el paisaje de la carretera. Con las nubes aumentando hasta volverse gris el cielo y el aire algo frío, bastante misterioso para tratarse de esa época del año.
Irían a las aguas termales nuevamente, y aunque esta vez sin el acoso de la familia Usami, como adivinaba las claras intenciones de Usagi, acabarían haciendo el amor en el baño exterior como la última vez.
Y por más que la idea pusiera roja su cara, no le desagradaba aquello sino que lo ponía nervioso, ya que como siempre, él acababa vencido no por la tentación, y tal y como Usagi lo describía en sus novelas, se derretía su corazón con sus dedicadas caricias y besos húmedos por todo su cuerpo.
Invadiendo todos sus sentidos e inundando todo su ser con su esencia…
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-Usagi-san…- seguía llamándolo infantilmente con tal apodo.
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–Usagi san…-
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¿Por qué simplemente no decirle lo que sentía?
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Fue entonces que al destino se le ocurrió poner en una curva sinuosa un trailer de pesada carga con un conductor semidormido de haber pasado la noche manejando y ser novato; y a su vez, poner en la boca de Misaki el valor suficiente para decir, sin sentirse acorralado por la situación, sino por iniciativa propia, sus sentimientos reales…
-Usagi-san…- llamó la atención del conductor por un único segundo. Un segundo fatal…
-¿Si?- conducía Akihiko con un ojo en el camino y el otro en el rostro oculto de Misaki entre sus hombros.
-Yo…- comenzó a improvisar con las manos cerradas sobre las rodillas y la voz pausada… -Antes de llegar al hotel… quería… decirte que…-
No pudo continuar, era solamente un instante aquel en que reaccionó primero con las luces del trailer pegando directamente en el vidrio del auto cuando sus pupilas se dilataron achicándosele el corazón al ver el peligro en el que estaban, sin posibilidades de girar para escapar por la velocidad del bólido que estaba a punto de estrellarse contra ellos de frente.
El mismo horror se postró en los ojos de Akihiko al ver lo mismo que Misaki captando las luces cada vez más cerca.
Ya era demasiado tarde para virar el volante o frenar.
-No…- esa fue la única palabra que cruzo por su cabeza antes de sentir los brazos de Misaki cubriendo su cuerpo de súbito desde su asiento al lado suyo.
Su cara llena de irremediable espanto, los ojos cerrados con fuerza y en la garganta lo que no pudo alcanzar a decir ni podría volver a decirle.
Lo único que pasaba por su mente al momento de anteponer su cuerpo frente al de Akihiko antes del impacto…
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Te amo
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Golpe tras golpe por la velocidad, el deportivo rojo de Usagi acabo destrozado dando vueltas al grado de salir disparado él mismo del automóvil por el espacio abierto que había quedado hacia el exterior en donde antes había una puerta en medio de vidrios rotos.
Con la mente nublada y la vista de sus ojos borrosa, se incorporó con el impulso automático más de su corazón que de su cuerpo por su acompañante en el vehículo.
-Misaki…- sacó su voz al aire primero con desconcierto, y después con ansiedad. -¡Misaki!-.
Había sido tan rápido que ni siquiera notó sus heridas: la sangre que brotada de su cabeza marcada en notables líneas por su frente hacia su ojo derecho ni sus labio roto o el gran golpe de su pómulo contrario.
Lo único que abarcaba su mente era Misaki. Solamente él y nada más…
Quien abajo en la colina del prado junto a la carretera seguía adentro del coche, el cual estaba a unos cuantos metros de romper la línea de contención evitando a la gente cerca de la orilla del barranco y así caer directamente al vacío, dando al mar enteramente.
Usagi era apenas capaz de respirar al observar por completo el cuadro…
Por la ventana rota pudo ver, con dolor, en un solo y fugaz instante, el rostro del castaño inmerso en horror, en un inmensurable miedo, gritando y con las manos extendidas tratando de salir. Casi como buscando la ayuda de Akihiko desesperadamente. Pero pensando al último que Usagi no sería capaz de hacer nada.
Así que finalmente, en los definitivos instantes de su existencia, solamente hubo resignación, una impávida resignación por su inminente caída al mar aún invadida por el shock…
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Con una última lágrima de despedida…
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-¡Misaki!- se levanto de inmediato Akihiko tratando de correr, pero estaba demasiado herido como para poder hacerlo, así que más con su fuerza de voluntad, arrastro sus lastimadas piernas obligadas a caminar hacia donde al coche había caído. -¡Misaki!- gritaba desesperado sin notar que los pasajeros de otros autos que habían presenciado el accidente se habían detenido para ver lo que pasaba.
-¡Señor, deténgase!- llegó un hombre a frenarlo al verle serias intenciones de lanzarse al agua para sacar a Misaki del auto desecho que lo había atrapado entre el metal que lo constituía.
-¿Qué cree que hace?- llegaba otro a auxiliarlo también –Si salta serán dos los que mueran aquí-
Aquella palabra, muerte, conjugada, lo hizo sentir que el alma se escapaba de su cuerpo usando de medio el agujero que se había formado en su pecho y en donde antes debía estar su corazón.
No podía ser cierto.
No.
No era verdad.
-No…- negó con fuerza -¡No!- gritó –¡Misaki!- forcejeó contra ellos con fuerzas sobrehumanas para tratar de lanzarse por el acantilado a buscar a Misaki aún si el auto se hundía cada vez más y ya no hubiera oxígeno en sus pulmones -¡Misakiiii!- Grito con dolor usando todas sus fuerzas al grado de ser escuchado por todo mundo.
La ayuda no llegaría sino hasta después, la vida del conductor del trailer lograría salvarse, pero injustamente la de Misaki no.
Como todo en la vida que parecía regresar a abducir a Akihiko de nuevo.
¿Por qué castigarlo de tan cruel manera?
¿Qué había hecho él?
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Caída la noche, con luces de ambulancia y de patrullas Aikawa junto a Takahiro llegarían al lugar después de ser informados por agentes al averiguar el nombre el otro pasajero por boca de Akihiko. Ambos sin habla, pero con el Takahashi mayor angustiado, ansioso y desesperado por lo que acababa de enterarse se aproximaron al peliplatino fuera del planeta, sin habla, y sin luz en los ojos cual muerto que respiraba.
Takahiro trató de confortarlo, de verdad que trató, pero las palabras no salieron de él.
Así que tanto Aikawa como el Usami lo vieron soltar a lágrima viva su dolor al ver como la maquinaría del equipo de emergencias sacaba del agua el auto destrozado con chorros escurriendo todavía.
-¡No!- corrió Takahiro al vehículo. -¡Nooo!- se escuchó su desgarradora voz al ser informado al momento de que el cuerpo de Misaki no se encontraba a dentro. –¡Hermano!- se tiraba a llorar como nunca.
Su hermano menor, aquel por el que había luchado para salir adelante, aquel al que tanto quería y protegía y veía por él, había muerto.
Y ni siquiera tenía un cuerpo el cual velar…
…La vida no era justa…
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Aikawa se llevó una mano a la boca por la impresión, y la otra al pecho por el dolor de la pérdida.
-Misaki-kun…- sintió delicadas lágrimas apoderarse de ella también, justo antes de escuchar la turbia voz de Usami sentado aún en el piso de la ambulancia y los pies en el piso fuera de la misma.
-Debí haber sido yo- declaró llevándose una mano a la boca al recordar el último reflejo de Misaki con él, protegiéndolo en lugar de ser él quien diera su vida por quien más amaba en el mundo.
-¡Usami-sensei!- volteó de inmediato Aikawa espantada y triste por las palabras del escritor -¿Cómo puede decir eso sensei? ¿Por qué?- lloriqueaba halándolo de su ropa –La muerte de Misaki…-
-¡No!- se puso de pie obligándose a dejar de penar. –Debemos encontrar a Misaki, quizá haya logrado salir del auto y la corriente lo haya arrastrado…- surgió de él un aura maniaca de obsesión decidida.
-¡Sensei!- trató de detenerlo su editora. Pero fueron más impactantes las palabras de los policías a metros de ellos cuya conversación llegara hasta sus oídos.
-Takahashi Misaki- decía uno revisando algunas formas que habrían de llenar por las acciones realizadas para sacar el auto del mar. –No estaba en el interior del vehículo…-. Hablaba con toda naturalidad.
-Si, resulta ser todo un problema- Suspiraba el otro derrotado. –Mañana comenzaremos la búsqueda de su cuerpo en la bahía…- se marcharon de ahí, sin saber del Akihiko detrás suyo con lágrimas aún cayendo de su rostro.
Al día siguiente y al siguiente nada se encontraría de Misaki.
El tiempo trascurriría, y de los días se sumarían semanas sin resultados hasta dar por cerrado el caso por más que Akihiko y Takahiro hicieran presión para que continuaran la búsqueda; pero aún con la influencia del Usami ya nada podría hacerse por el joven.
Lo habían declarado muerto.
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Para Akihiko fue fatal el que Takahiro no lo hubiera culpado de nada, ya que su hermano había sido su responsabilidad.
Hubiera sido mucho mejor que le recriminara su muerte para así mínimo no sentirse como el único culpable de su muerte al igual que el conductor que acabara preso por influencia también del Usami.
Solo que el meter a un hombre a la cárcel por unos años ni ninguna otra cosa que pudiera hacer, iba a devolver la vida de Misaki nunca.
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Aikawa no insistió con la continuación de las novelas de Usagi debido a lo que estaba pasando con una pérdida tan grande. Ni siquiera Isaka se presentaría para molestarlo.
Pero en uno de esos días, incluso su padre al tratar de consolarlo o hacerlo entrar en razón acabó con la palabra en la boca al dejarlo su hijo hablando en su propio departamento para huir de él.
El mensaje era demasiado claro: quería estar solo en su dolor.
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De su hermano nunca supo nada aún cuando el mismo había declaro querer a Misaki igual que él, simplemente se había ido de Japón sin decir ni media palabra a nadie y así mismo abandonó a su padre y a los negocios de la familia para volverse socio con su propio capital a un internacional en Europa. La huída que Usagi si hubiere hecho y él no años atrás, acabó conquistándolo. O por lo menos eso era lo que podía deducirse.
Akihiko simplemente se había quedado solo. En medio de las tinieblas de su departamento con cada cosa recordándole a Misaki mirara a donde mirara, Susuki-san, la cocina, la ropa aún sin lavar que había llevado puesta días antes de morir con su aroma aún impregnado en la tela.
Todo.
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Por eso cuando Aikawa llamara a una ambulancia por encontrar a Ahikiko con una sobredosis de pastillas en la sala al aún seguir teniendo la llave de su casa, notaría que abrazaba la camisa de Misaki contra su cuerpo aún mojada en su llanto.
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Si bien el escándalo de su intento de suicidio fue oculto, no pasó por alto por las personas cercanas a él a pesar de ser secreto para Takahiro, así que trataron de de hacer algo por él.
Solo que este no quiso recibir ayuda de nada ni nadie.
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Su carrera como escritor parecía irse a la borda en el retiro, incluso dejo de escribir literatura Boys Love. Pero cuando por fin anunció volver a escribir, su novela resultó tan desgarradora y triste que su público quedo desconcertado por el cambio tan drástico que parecía ser que sus lectores sentían su tristeza en cada palabra impresa.
Sin embargo a pesar de ser tan deprimente, resultó ser otro éxito maravilloso; unas nostálgicas soledad e incomprensión tan bellamente relatada no esperaron para venderse como pan caliente no solo en Japón sino también en el mundo. Traducida a más de quince idiomas, se volvió un Best Seller reconocida incluso hasta del otro lado del planeta.
En cambio en el escritor de la atractiva mirada que mostraba siempre a sus admiradores y a la prensa la seriedad y la depresión aparecieron profundas ojeras bajo sus ojos con cansancio y amargura por la vida encerrado tras sus pupilas un castaño de ojos verdes sonriéndole ruborizado que ya no existía en el mundo terrenal.
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-Usagi-san- seguía repitiendo el Misaki de sus recuerdos con palabras existentes solo en sus recuerdos suavemente en sus oídos.
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-Usagi-san… ¡mate!...-
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Levantó su vacía humanidad de aquella tumba al secarse sus lágrimas. Ya hacía cinco años desde lo ocurrido, y había perdido completamente el sentido de la vida.
Y pese a todo seguía ahí, en el mundo de los vivos como un muerto caminante.
El viento sopló desprendiendo pétalos y flores de los cerezos al paso de la ida de Akihiko dando un último vistazo a la tumba de su amante perdido antes de regresar a su marcha desanimado y más triste aún de lo que en todo el año pudiera haber estado.
De su visita únicamente quedaría un ramo de rosas durazno en la lápida vacía idénticas a las que una vez Misaki le hubiera regalado a él.
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Con la noche ya caída un auto lo llevaría de regreso a Tokio a la entrada del aeropuerto internacional de Osaka, no esperaría mostrarle a nadie una imagen tan débil y vulnerable como aquella, ya que la única persona a la que le hubiere abierto su corazón y mostrado así, estaba representada en esa tumba.
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¿Qué sería ahora de su vida?
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¿Por qué el amor tendría que ser para él uno solo en todo el mundo?
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Era irremplazable…
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-Ese teme ya se volvió a retrasar…- decía mientras tanto un hombre joven extranjero de cabello pelirrojo, ojos azules y brazos cruzados viendo el tablero de llegadas y salidas de los vuelos especialmente en medio de la gente en el interior del aeropuerto.
Acababa de llegar de Europa una vez acabados sus estudios y una empresa con una sede nipona había contratado sus servicios precisamente en Japón en donde su mejor amigo de la universidad acababa de ser transferido. Su suerte no podría ser mejor. ¿El problema?: El molesto tutor de aquel amigo…
-¿William?- lo llamó una voz famosa en su haber al haberlo reconocido. No era nada más y nada menos que el molesto tutor ahí. Así que el nombrado volteó a verlo a pesar de haber cerrado los ojos con desagrado.
-Usami- habló con acento irlandés. -¿Tu aquí?- lo miró por fin.
-¿Qué más podría estar haciendo en Itami?- contestaba con desdén el recién llegado de lentes y cabello oscuro con bastante desagrado, después de todo nunca había aprobado la amistad de su protegido con aquel pelirrojo.
-Si, claro- marcaba su aprendido japonés el otro. –Esperando por tu amante para recibirlo con los brazos abiertos…- se mofaba el extranjero, molestando al otro con ganas.
-Tu sentido del humor me repugna…-
-No es sentido del humor- completó aún con más saña. Pero antes de que los dos empezaran a discutir de verdad con palabras tan filosas y letales como espadas para un simple duelo de alfileres, una voz dulce e inocente los interrumpió sobresaliendo lentamente de entre la gente con un portafolio en la mano y en la otra mano su equipaje halándolo de las ruedas.
-¡Billy!- gritó levemente la figura de un chico de cabello castaño y ojos azules de casi veinticinco años, a penas convirtiéndose en hombre y de aspecto impecable a unos cuantos metros aproximándose. A pesar de ser alto no llegaba a la estatura de los otros, pero lo que más llamaba la atención de él resultaba ser el que fuera un traga años, pues para medio mundo que lo viere parecería apenas un chico graduado de preparatoria o primer año de universidad.
-Oi!, finalmente llegas Himura-teme- replicaba el pelirrojo.
-Sumimasen, sumimasen, ¡mi vuelo se retrasó por el clima!- le explicaba al extranjero amigo suyo con reverencias justo antes de notar al hombre a su lado… –¿Haruhiko-san?- lo reconoció, y después sonrió. -¡Haru-san! Viniste a recogerme…- sonrió amplia e infantilmente; al parecer feliz por ello.
-No esperaba encontrar en Japón a William también…- respondió después de asentir.
-Ni yo al pederasta de nuevo…- se vio acusado por el pelirrojo.
-Oigan, oigan, no empiecen a pelear, acabo de llegar por favor…- trató de calmarlos con algo de pena, pero el tajante Haruhiko siguió igual de frío que de costumbre.
-Vámonos…- declaró.
-¿Eh?, Haru-san,- trató de defender el ojiazul a su amigo –Billy…-
-Hey, tranquilo- puso su mano el otro en el hombro del castaño. –Estamos en el mismo país, ya habría tiempo para todo, después de todo tendrás que enseñarme los kanjis que aún me faltan por aprender ¿cierto?- sonrió con confianza al de ojos azules luciendo convincente por su larga amistad en Europa. Realmente lo consideraba un amigo cercano, sobre todo por su condición.
-Esta bien- acabó diciéndole no del todo convencido al nombrado por él como Billy. –Entonces te veré luego.- Se despidió.
-No te preocupes, se donde encontrarte- completó por último el pelirrojo. –Después de todo al ser tu sombra, Haruhiko siempre estará donde estas tú…-
Afuera un lujoso auto privado esperaba ya por él con un Haruhiko impaciente.
-¿Qué estas esperando?- le decía a lo lejos.
-¡Ah! ¡Chotto!- corría hacia el vehículo a prisa -¡Chotto mate!- repitió su llamado de espera sin saberse escuchado por un peliplatino a unos cuantos metros de ahí. El que justamente se dirigía a la entrada del aeropuerto para tomar el auto que lo recogería.
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Como jugarreta del destino en el mismo lugar se encontraban ellos.
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Aquél que había perdido a alguien…
… y el que no sabía sería encontrado por quien estaba buscando…
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El escuchar aquella voz a punto de subir él a su propio transporte personal hizo que la sangre se le helara en las venas.
Esa voz era de… no, imposible…
Pero era idéntica, como si el tiempo no hubiera pasado por ella, sin polvo, sin desgaste, sin amargura.
Pero al momento de voltear hacia donde había escuchado aquella voz, una cara familiar lo sacó de quicio al reconocerlo.
El cabello, aquellos ojos grandes de pupilas verde azules, quizás por la luz, su color de piel, su estatura, su complexión. Se parecía tanto. No. No había duda, ¡ERA ÉL!
Ni siquiera pudo pronunciar su nombre por la impresión, ya que trató de alcanzarlo instintivamente, pero se perdió entre tanta gente apurada a alcanzar un taxi sin haber aclarado sus sospechas.
-Misaki…- pronunciaron sus labios al mismo tiempo que su exaltado corazón apunto de estrellarse contra las paredes de su interior. Era él, por lo menos creyó que era él. Pero… ¿Cómo? Misaki estaba muerto…
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¿Cómo era posible?
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-Vámonos- se cerraba la puerta del auto negro de Haruhiko dando la orden este al chofer de marcharse dejando a Akihiko, -sin saber ninguno de los dos hermanos estar tan cerca-, completamente anonadado y confundido.
-Debo estar alucinando- se llevó una mano a la cabeza el de ojos púrpura con el estómago hecho un nudo antes de regresar en lo que estaba. Era el aniversario de su muerte, antes le había pasado lo mismo imaginando verlo de tanto pensar en él y extrañarlo.
Pero esta vez las cosas resultaban distintas…
Era el comienzo de lo que sería ver su vida mutar en una metamorfosis tal entre tantos enredos e intrigas hasta adquirir la forma de una exquisita y controversial novela como la que saliera de la maquinaria de su cabeza como la más tormentosa noche en mar abierto con las olas más peligrosas antes vistas, pero una apasible luna detrás de las densas nubes como único consuelo.
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Mientras tanto, en el primer semáforo tras una larga fila de autos, Haruhiko miraba con intensidad al castaño asomándose por la puerta del auto con vidrios polarizados a la calle.
-Ah, por fin en Japón, nada como casa…- sonreía cual niño en cuerpo de adulto renegando serlo.
-¿Extrañabas estar aquí?- pregunto serio el de cabello oscuro.
-Claro que sí. Extrañaba la comida, el idioma y los mangas- acabó con la sonrisa del otro por su declaración.
-¿Manga?- espetó con desaire.
-Me gustan los dibujos, nada que ver con occidente- justificó con seriedad a pesar de sonar y ser tan inmaduro. Pero tan noble y amable que podrían fácilmente volverse sus inocentes sentimientos en las más ligeras y lumínicas nubes en el cielo.
-Misaki…- salió su nombre de la boca del otro hombre en el mismo asiento que él.
-¿Hai?- volteó a verlo justo antes de sentir la respiración de Haruhiko sobre su cara a punto de besarlo. -¡Haru-san!- trató de zafarse de él. -¿Qué crees que…?- fue demasiado tarde, el Usami ya había vuelto nula la distancia entre sus bocas y había invadido al castaño sin su consentimiento. -¡Haruhiko-san!- trató de liberar su muñecas al haber sido forzado a aquello –Sueltame, suél…- forcejeaba.
-¿Por qué?- preguntó aspirando la colonia dulce per formal del menor en su cuello.
-¿Cómo que "¿por qué?"?- se separó de él con fuerza -¡Somos hombres! ¿Acaso eso no es raro?- reclamó.
La mirada de Haruhiko se volvió oscura e imperdonable.
-¿Qué tiene de malo amarte?- le cuestionó poniendo en jaque a Misaki y de todos los colores.
-¡Es anormal! ¡Por eso!- contestó por fin, dándole la espalda para retornar la mirada a la ventana. Años juntos y seguía rechazándolo pasara lo pasara. Tantas oportunidades y aún no había podido ganarse su corazón a pesar de tener su confianza- –Nunca voy a poder comprenderte Haru-san…- susurró siendo solo escuchado por el Usami, quien como siempre recordaba la única razón por la cual aquel joven aunque ya graduado de la universidad, estaba con él.
El secreto que guardaba bajo llave en el candado que puso a su boca para nunca soltar tan preciado secreto, pues si el castaño a su lado llegaba tan siquiera a enterarse de la verdad jamás podría perdonárselo.
Sin embargo Himura Misaki, aquel universitario con el cabello del mismo color que las castañas miraba atento al cielo mientras varios pétalos de cerezo pasaban por acción del viento junto a su ventana. Tan solo construyendo castillos en su imaginación sin buenos cimientos sobre lo que sería su futuro de regreso en su patria. Pero ¿Qué cimiento sería fuerte cuando tiene la fragilidad de una mentira tan grande complementada por cientos de ellas más débiles que una delicada burbuja de jabón a la intemperie?
