Pensamientos en Cursiva.
Términos japoneses:
San: honorífico de Señor o Señora.
Bocchan: Joven Amo.
Chapter I
La mansión Phantomhive amanecía en todo su esplendor. Los pajarillos cantaban, el día soleaba, Pluto destruía la mitad del jardín con Finnian intentando detenerlo, Maylene quebraba un juego carísimo de porcelana, Bard intentaba cocinar con su nuevo lanzallamas compacto y Tanaka tomaba su acostumbrada taza de té en un rincón olvidado.
Un día normal en la vida del Conde Ciel Phantomhive quien despertaba bostezando con elegancia… Sin embargo, algo le parecía extraño.
Las cortinas no estaban corridas, no había aroma a Té exótico, tampoco el "Hora de despertarse, Bocchan"…
¡Eso! ¡Sebastián no había ido a despertarle!
Que extraño, normalmente no me deja dormir de más —Pensó mientras se levantaba con sus pies descalzos y caminaba hacia las cortinas que corrió por su cuenta descubriendo que el sol estaba muy en lo alto—. Vaya, tan tarde es y Sebastián no ha llegado.
Con fastidio comenzó a llamarlo a viva voz una vez, dos veces, tres…
—¿Pero qué diablos le pasa a ese demonio? —Masculló siseando mientras se colocaba él mismo el parche que tenía en la mesita de noche y caminaba directo a la puerta, colocándose una pequeña y suave bata. No obstante, se detuvo a medio camino al descubrir un cuerpo tirado en el piso, justo del lado contrario de la cama.
Agradecía como nunca el tener los nervios de fierro y no haber pegado el grito en el cielo. ¡Sebastián estaba desmayado a un lado de su cama!
—¡Maylene! ¡Bard! ¡Finnian! —Adiós autocontrol—. ¡Vengan, rápido! —Llamaba, mientras les notificaba por medio de la campanilla.
No pasaron más de quince segundos cuando los tres nombrados llegaron estrepitosamente a la habitación de su Joven Amo intentando no pasar a llevar la puerta. En cuanto entraron, notaron la figura del joven mayordomo en el piso junto al pequeño Amo intentando levantarlo.
—Finnian, Bard, ayúdenme a dejarlo en la cama —Ordenó el menor con decisión.
Ambos empleados corrieron hacia el mayordomo y gracias a la poderosa fuerza del pequeño rubio les fue más fácil recostarlo.
—Maylene, llama al médico, que venga en cuanto pueda. Bard, quítale el saco y la camisa.
—Bocchan —Llamó la chica, con indecisión—, ¿No prefiere llevar a Sebastián-san a su habitación? —Preguntó intentando controlar la hemorragia nasal que le provocaba el ver a Sebastián dormido y siendo desnudado.
—Maylene, hace lo que te dije, ahora —Insistió el menor Phantomhive sin mirarla, pendiente del mayordomo—. ¡No le quites los guantes! —Detuvo el movimiento de Bard, que ya tenía su mano puesta en los pulcros guantes.
—Pero es que así es más fácil sacarle la camisa —Mencionó extrañado.
—No le quites los guantes —Demandó con la mirada fría.
—Como diga, Joven Amo —Siguió con lo suyo, acostumbrado a las extravagancias de Amo y sirviente—. Vaya, es primera vez que veo a Sebastián tan enfermo, tiene mucha fiebre —Afirmó al pasar su mano en la frente perlada del mayordomo.
—Finnian, trae una palangana con agua fría y un paño limpio. Bard, te dejo a cargo de la mansión mientras Sebastián no se recupere —Decidió al tiempo que bajaba de su cama y se encaminaba a la puerta. Finnian ya traía el tiesto con agua y el paño, y los dejaba en la mesita de noche, ambos empleados se formaron fuera de la habitación esperando más órdenes, mientras llegaba Maylene con el recado del médico.
—Dice que vendrá dentro de dos horas, Amo.
—Perfecto. Hasta ese entonces repito, Bard: te dejo a cargo, no quiero que causen alboroto o me veré forzado a tomar medidas —Ordenó con la mirada más fría de su repertorio causando un escalofrío en los empleados—. Encierren a Pluto, no quemen el jardín, no rompan nada y eviten destruir la cocina —Los tres jóvenes tenían sus caras bajas con pequeñas gotitas de sudor acompañándoles—. Demuestren que no es necesario que Sebastián esté pendiente de ustedes, que no dependen de las soluciones de Sebastián ¡¿Han comprendido? —exclamó con seriedad, totalmente seguro de la respuesta de los demás.
—¡Yes, my Lord! —Corearon, felices de poder decir esa frase.
Con los empleados ya en sus posiciones, cerró la puerta para poder vestirse tranquilamente. Sacó un conjunto del extenso closet y se marchó listo a bañarse. Sin embargo, nada más llegar, se encontró con la bañera ya dispuesta, aunque el agua lamentablemente se había enfriado, lo que hizo pensar a Ciel que Sebastián ya se disponía a despertarlo cuando se desmayó.
Se metió al agua fría evitando mascullar muy alto y procedió a lavarse con algo de apuro. Después de todo estaba acostumbrado a ser bañado por Sebastián.
—Estoy siendo demasiado dependiente —Siseó debido al frío.
Terminado, procedió a vestirse con calma y, por qué no, con dificultad. Calcetines algo bajos, una camisa suelta, sin muchos botones y con corbatín suelto, evitando la odiosa cinta alrededor del cuello. Un pantalón hasta medio muslo y botines a media pantorrilla. Amarrar las agujetas ya era una odisea por lo que prefirió simplemente hace un nudo cerrado, sin posibilidad de que se desprendieran excepto cortándolos con una tijera.
Ya arreglado, se dirigió hacia Sebastián para tomar la temperatura, encontrándose con el rostro hirviendo del mayordomo. Su respiración era algo agitada y la piel estaba toda transpirada. Mantenía su ceño fruncido, dando a entender su malestar. Pasó la mano sobre el pecho encontrándose con el latido palpitante de un corazón. De no saber que Sebastián era un demonio, estaba seguro de que lo confundiría con un humano.
—Creí que no sería necesario el paño con agua, sólo lo pedí para despistar —Se dijo a sí mismo.
Con cuidado procedió a humedecer el pequeño paño para limpiar el rostro del mayor. Una mueca de alivio apareció en el demonio que seguía inconsciente. Pronto estuvo bajándole la fiebre con dedicación propia de alguien preocupado, pasándosele las horas sin notarlo. Las muecas de Sebastián ya no eran tan notorias y la fiebre le había bajado aunque seguía respirando agitado. Mandó a llamar a Maylene para que le trajera el papeleo de la oficina en una pequeña mesilla con ruedas, mientras esperaba al médico; seguiría pendiente del mayor.
Maylene trajo los documentos en pocos minutos, pasando a observar al mayordomo que seguía durmiendo. Con un renovado sonrojo dirigió su vista hacia el torso desnudo causándole un pequeño derrame nasal y con sus manos temblando casi le roza el pecho, de no ser porque la mirada de su Joven Amo denotaba una molestia absoluta.
—Maylene, tráeme un refrigerio y estate al pendiente de la llegada del médico.
—S-sí, Amo —Nerviosa, se marchó.
Ciel no quiso ahondar en detalles cuando se dio cuenta de su propia actuación. Por supuesto, lo único que quería era proteger la identidad de Sebastián, después de todo no le serviría que la gente se diera cuenta de que era un demonio.
Hasta que se dio cuenta de algo.
—¿Cómo es posible que un demonio se enferme? —Se preguntó con extrañeza.
Estimados: Los dejo con este nuevo fic, ya que la musa me ha abandonado con Naruto. Parece que tendre que dibujarlo o ponerme a leer el manga... aunque unos doujinshis no estarian nada mal (babas)
De cualquier forma, este fic de Kuroshitsuji lo tengo desde que vi el final de la serie... eso hara a principios de abril de este año. La trama que se va desarrollando es acorde al manga, no a la serie, para que no se preste a confunciones.
Espero con ansias sus comentarios, ya que, a medida que pasan los capítulos comprenderan un poco de la mentalidad del demonio.
Muchos besos y nos leemos.
