¡Hola! Aquí una nueva historia, un poco fuerte...y con el fuego habitual al que me gusta dedicarme. Esta es una historia con Lemon explícito, lenguaje soez y relativa violencia, por lo tanto...ya están advertidos. Si eso es lo tuyo...Espero que lo disfrutes ;D

El más dulce de los pecados

Disclaimer: Los personajes y lugares pertenece Rowling. Yo sólo juego con ellos un rato.

1. Prólogo: Vorágine

Hay algo siniestro en la biblioteca esta noche. Que no se me malentienda, amo este lugar. Lo he amado siempre, desde la primera vez. Sin embargo, algo que uno comúnmente llamaría instinto me hace dudar, me hace sentir inquieta; las velas de luces doradas y vacilantes, la inclinación de la sombra de un libro olvidado sobre la mesa, el rasgar casi furioso de una pluma sobre un pergamino, el tictac del reloj. El silencio es tan constante y perfecto que soy capaz de distinguir todos y cada uno de estos sonidos, la quietud es tan precisa y ecuánime que puedo distinguir todas y cada una de estas imágenes. Imágenes y sonidos que otra noche se me harían completamente normales, para nada dignos de mención, y esta noche me inquietan a niveles indecibles. Eso es lo que tengo, inquietud: el corazón me late precipitada y erráticamente en el pecho, y me sudan las manos. No puedo evitar pensar que, o bien tengo una intuición sobrenatural, o bien una paranoia preocupante.

Y entonces, justo cuando empiezo a recoger mis cosas dentro de la mochila con fervientes e inexplicables deseos de largarme de aquí, los veo. Tres siluetas oscuras y solitarias en la biblioteca, alarmantemente cerca de mí. Puede que suene pretensioso, incluso a mentira, pero los reconozco de inmediato: las dos figuras de brazos grotescamente gruesos son Crabbe y Goyle; la alargada y delgada, es Malfoy. Se me eriza la piel de los brazos, y empiezo a temblar. Miro a mí alrededor, ya no hay casi nadie en la biblioteca. Es lógico, que aquí no pueden hacerme nada (claro, no querrían vérselas con Madame Pince, y además ¿Cómo arruinarían su reputación haciéndome algo a mí?), pero no me siento para nada cómoda con la situación. Su mera presencia me perturba indeciblemente. Escucho su carcajada enfermiza, esa risotada patética y perturbada que sólo me reserva a mí en sus peores estados de borrachera, y cierro los ojos por un momento, temblando incluso peor que antes.

Termino de guardar las cosas en mi bolso y me pongo de pie velozmente, desesperada por imponer distancia entre ellos y yo. Pero es demasiado tarde: me han visto. Si no quise reconocerlo del todo cuando oí a Malfoy soltar la carcajada, ahora definitivamente está confirmado.

– ¡Eh, Sangre Sucia! –Me grita Malfoy de forma completamente indecorosa para estar en una biblioteca (incluso para él), y me congelo por un instante: tiene la voz terriblemente espesa. Está demasiado borracho. Tomo mi bolso y me apresuro a alejarme de ellos– ¿Qué le pasa a tu cabeza, maldita impura, o debería decir "matorral"?

Me ajusto el bolso al hombro y salgo de la biblioteca, empezando a recorrer pasillos vacíos, desesperada por llegar a la Sala Común y estar a salvo. Sin embargo, claro está, pronto me alcanzan. Escucho sus pasos repicar en el suelo, la repetición de sus violentas risotadas. Empiezo a andar más rápido. Casi sin darme cuenta, echo a correr.

– ¡Eh, Sangre Sucia! ¿Por qué tanta prisa?

Los escucho correr detrás de mí, e intento acelerar todavía más. Sin embargo, empiezo a cansarme; llego a la esquina casi sin aliento. Entonces alguien me aplasta contra la pared. Borracho y todo, Malfoy es más rápido que yo. Forcejeo en sus brazos, intentando despegar el rostro de la fría piedra, pero sus dedos se me clavan en la piel de los hombros y me giran, de modo que quedamos frente a frente. Malfoy se pega a mí de manera completamente indecente, algo que por otra parte no me sorprende, dado su estado: tiene los ojos inyectados en sangre, está demacrado y tiene el cabello despeinado y sucio. Una aureola de mugriento color té destaca en su camisa del uniforme, y sé que es el whisky. Siempre ha sido por el whisky.

–Hola, puta Sangre Sucia–Me dice con esa voz tan enferma de alcohol que da asco. Al hablar me hecha todo su aliento a fetidez etílica en la cara. Giro el rostro, conteniendo las ganas de vomitar y sin dejar de forcejear entre sus manos. Malfoy suelta una de sus carcajadas dementes– ¿Así me saludas? –Sacudo un hombro, tratando de soltarme, pero es demasiado fuerte–Contéstame–Me aplasta todavía más contra la pared, y me toma el rostro con una mano, apretando mis mejillas con violencia y obligándome a mirarlo–. He dicho que me contestes.

Lo miro por un instante, a él y a toda la miseria que representa, y le escupo en la cara. Una sonrisa enfermiza se extiende en sus labios, y me suelta el hombro para secarse la cara. Aprovecho la oportunidad para golpearle el brazo e intentar salir corriendo, pero me atrapa velozmente y me estrella contra la pared, causándome daño. Sin embargo, me niego a emitir sonido alguno.

– ¿Intentaste golpearme? –Me pregunta con ojos demenciales destacando sobre las ojeras oscuras– ¿A mí, a mí, intentaste golpearme tú, Sangre Sucia inmunda? –Me limito a mirarlo con odio, conteniendo las lágrimas de impotencia. Intento dejar de temblar, pero no puedo. Tampoco dejan de sudarme las manos–Mira esa maraña–Alza la mano y me toca el cabello, en un roce brusco y que hasta en un punto duele, y no sólo físicamente–. ¿Qué no te lo puedes peinar de vez en cuando? Dicen por ahí que tienes ecosistemas enteros ahí dentro–Crabbe y Goyle sueltan carcajadas tan estúpidas como crueles. Malfoy sonríe todavía más amplia y psicóticamente–. Me pregunto cómo tendrás ahí abajo, entre las piernas–Me alarmo enormemente, y Malfoy parece notarlo, ya que entorna los ojos con malicia–. Estoy enfadado, Sangre Sucia, muy enfadado. ¿Sabes por qué? ¿Sabes por qué? –Me clava los dedos en los brazos, y yo niego con la cabeza–Porque tu amigo Potter tiene la Suerte Líquida. El elegido–Escupe con veneno cada palabra–. Sólo por eso se la dio Slughorn. Estoy furioso, furioso–Me mira a los ojos con ira contenida–. Tú tendrías que haberlo ganado, y me la habrías dado: te habría obligado a hacerlo. Pero dejaste que ganara Potter, impura. No sabes cuánto te odio.

Se acerca más todavía, empujándome violentamente contra la pared, y pronto siento su boca golpeando la mía. Me besa como un desesperado, como un hambriento, como el maldito desgraciado que es. Ese ataque no es un beso, no puede llamarse como tal; es su forma de maltratarme y hacerme saber que no hay nada que yo pueda hacer para impedirlo. El beso me sabe a dolor, a violencia y a sangre, porque me ha mordido tan rudamente el labio inferior que ahora sangra. Siento el líquido resbalar por mi mentón, e intento secármelo, pero Malfoy me inmoviliza la mano velozmente. Le gusta verme humillada, herida y patética, le gusta que los dos mastodontes que tiene por secuaces me vean así. Odio tener público, casi tanto como odio a Malfoy, a su lengua diabólica que presiona mis labios derrotados, a su aliento fétido, al calor inmoral de su cuerpo, a su beso que es más bien una coacción, un maltrato, a su boca desgraciada y pecadora, violenta; consigue encenderme, y lo odio, lo odio porque me doy asco, me asquea que a pesar de que me trate como el jodido cabrón que es su forma de besar irrigue la sangre por todo mi cuerpo. Y cuando despega sus labios depravados de los míos, cuando presiona sus dedos en la carne de mis hombros, no gimo solamente de dolor. Y Malfoy lo sabe, lo sabe y le encanta, lo sé por su forma descarada de sonreír y por la caricia volátil con la que seca el pequeño hilillo de sangre de mi mentón. Lo sé por la mirada que les hecha a Crabbe y a Goyle cuando los pilla mirándome con ojos tan enfermos como los suyos.

–Creo que ya han tenido su entretenimiento del día–Les dice entre dientes–. Largo de aquí.

Crabbe y Goyle le echan miradas de odio, pero no protestan. Malfoy les deja ver un poco, pero nunca la mejor parte. Espera a que se vayan y sólo entonces deja ver una leve cuota de angustia entre la lujuria mal contenida. Cierro los ojos.

– ¿Por qué huyes de mí, Granger? –Susurra muy cerca de mi rostro, lo suficientemente cerca como para que su aliento etílico me tantee la piel.

–Porque esto acabará mal–Contesto, y me sorprende que no me tiemble la voz–. Suéltame.

Siento como la presión de sus dedos abandona la piel de mis hombros. Abro los ojos, encontrándomelo a una distancia sorprendentemente prudente.

–Vete–Hay veneno en su voz, como en sus ojos. Y alcohol. Y angustia–. Atrévete a largarte, maldita seas.

Cierro los ojos otra vez, intentando encontrar fuerzas para largarme de allí. Malfoy no me violaría; es demasiado perverso incluso para eso. Quiere que yo lo disfrute, para demostrarme lo sucia, vacía y poca cosa que soy. Y lo peor es que lo consigue.

Siempre lo consigue.

–Estás ebrio. Horriblemente ebrio–Me aferro a mis palabras tanto como soy capaz–. Vuelve a tu Sala Común, tómate una poción para la resaca. Duérmete. Desquítate con alguna que esté bien dispuesta, frente a Crabbe y Goyle, si así lo quieres.

–Me encantaría desquitarme contigo–La lascivia en su voz es abrumadora. Sacudo la cabeza, pero no huyo, todavía no. Malfoy se ha calmado, puedo intentar hacerle entrar en razón, al menos lo suficiente como para que no me persiga camino a mi Sala Común.

–No pasará.

"Hoy no"

Se me acerca de repente, sin dejar de mirarme con esos ojos que encienden y al mismo tiempo lastiman, y pronto el aroma a alcohol y a lujuria me abruma. Estoy temblando, de terror y de excitación, y Malfoy lo sabe. Sabe lo que genera en mí, esta espantosa y al mismo tiempo deliciosa contradicción.

–No quisiste decir eso–Asegura, y mi cuerpo se muestra de acuerdo–. Lo quieres tanto como yo, Granger.

Y es cierto; lo quiero, y lo quiero ahora. Es impulsivo, y es doloroso, y al mismo tiempo desesperadamente necesario. Lo necesito de una forma que no soy capaz de explicar, y no creo que pueda hacerlo nunca.

No digo nada; mi silencio es elocuente. Ya no pienso, y sé que Malfoy tampoco. El deseo me embota la mente; a Malfoy también, sumándole una dosis seguramente ingente de alcohol. Vuelve a estrellarme contra la pared, y ya no me resisto. No puedo, ni quiero. No hay vuelta atrás, no tengo salvación. Y Malfoy lo sabe. Me quita la mochila de un tirón, y luego forcejeamos juntos para quitarme el suéter por la cabeza. Me mira la camisa blanca con ojos lujuriosos, y otra sonrisa psicópata distorsiona sus facciones.

Sus dos manos de dedos puntiagudos me tocan los pechos por encima de la camisa, me pellizcan los pezones hasta que casi duele.

–El año pasado eras más plana, ¿Recuerdas? –Me envuelve los pechos con las manos, y aprieta. Dejo fluir un gemido a través de mi garganta, y Malfoy suelta un gruñido. Me abre la camisa de un tirón, haciendo saltar los botones. Los pechos se me marcan en el sujetador. Malfoy mete sus dedos fríos por dentro, tanteando la firmeza de mis senos–. ¿Cuánto mides ahora? –Me pellizca un pezón y se me escapa un gemido. Frunce los labios y se aprieta contra mí. Noto su erección–Mierda, ¿Cuánto?

–Noventa y cinco–Farfullo entre dientes.

– ¿Y hace cuánto que no te lo hacen? –Susurra con morbo. No contesto. Ya sabe la respuesta. Malfoy me quita la camisa, y es tarde para arrepentirse, es tarde para huir. Toma los tirantes de mi sujetador claro y lo baja hasta mis codos. Mis pechos saltan a la vista, más blancos que el resto de mi cuerpo. Malfoy me toquetea otra vez, presionando mis pezones endurecidos, y siento su erección más potente contra mi cuerpo–Me gustará verlas sacudirse mientras te follo–Se me acerca más–. Veo que ya no quieres huir–Ya me he acostumbrado a su aliento fétido, por lo que no aparto la cara. Me baja las bragas, sin quitarme la falda, y lo ayudo a desembarazarnos de ellas. Me tantea la húmeda entrada con dedos ligeros. Me muerdo el labio al tiempo que suelto un gemido sofocado. Ardo, oh por Merlín, ardo por todas partes–. Estás tan mojada… si te tocara un poco más, te correrías–Me abre las piernas del todo, y roza mi centro con uno de sus dedos fríos y caprichosos. Me muerdo el labio hasta volverlo a sangrar, y gimo–. No falta mucho.

Entra en mí, y me embiste violentamente, de un golpe. Lo siento cálido, y duro, voraz y consistente. Llenándome, invadiéndome. Las piedras me lastiman la espalda, pero no siento nada. Malfoy me levanta por las nalgas, y enredo automáticamente mis piernas a su alrededor. Al penetrarme de esa forma, roza mi centro de placer.

El rojo oscuro que es la lujuria me llena. Cierro los ojos, sacudiéndome bruscamente con cada embestida y escuchando ese pecaminoso sonido de succión que hace su miembro al entrar y salir de mi cavidad. En este momento, aunque me asquee y aunque me pese, y aunque luego sienta ganas de morir, soy suya. Soy suya.

Necesito aferrarme a algo, algo consistente en medio de este torbellino tórrido y violento. Sujeto su camisa entre mis puños, apretando la tela como si me fuera la cordura en ello (y en cierto modo así es), y otra vez su lengua penetra mi boca, otra vez paladeo el regusto a alcohol, miseria y desesperación, la excitación cargada de tormento. Siento un nudo en la garganta, con ese beso Malfoy me ha inyectado una dosis desbordante de angustia. Me ha hecho darme cuenta de lo terrible que es esto, del horror que me genera, y que me generará después.

Aparta su boca de la mía casi lastimándome, y entonces abro los ojos. Lo veo ruborizado, mirándome los senos, que en efecto se sacuden. Sus ojos se posan en los míos, y por un instante es él el torturado, el sometido, el vencido.

–Granger. Granger.

Pronuncia mi nombre, o mi apellido al menos, y sé que está a punto de acabar. Las embestidas aumentan de ritmo y también mis gemidos mal contenidos, como así los sonidos atragantados e iracundos que brotan de su garganta. Me estremezco, me contraigo contra él, y estallo, el rojo y la electricidad, y la furia, y el dolor, y la lujuria me envuelven y al momento le toca a él venirse dentro de mí.

Nos quedamos un momento en silencio, intentando respirar. Entonces Malfoy se da cuenta. Me mira, y por primera vez en la noche, me ve. Me deja de pie en el suelo sin ceremonia, se abrocha el pantalón y se echa a llorar. Llora como el maldito desgraciado, infeliz de mierda, basura que es, y por un instante no me siento tan sucia. Sin embargo, me mira de reojo, se seca las lágrimas y me suelta con veneno:

–Ya lo sabes: le llegas a decir a alguno de tus amiguitos, y te arrepentirás de haber venido al mundo. Y agradece que te folle–Escupe a mis pies, salpicándome los zapatos con su saliva inmunda–: es evidente que nadie más tiene el estómago suficiente.

Y se aleja, y mis rodillas temblorosas me precipitan al suelo, y ahora yo lloro. Pero ya no hay nada que hacer; he vuelto a hacerlo. He vuelto a caer en la vorágine de podredumbre pecadora y lujuriosa, en el sabor perdido (y que me pierde) a alcohol y a sangre, en la angustia y auto repulsión que me genera lo que Malfoy genera en mí, mezclada con una asquerosa, repelente y al mismo tiempo tan intensa y deseada sexualidad.

Lo veo marcharse, con el cinturón desprendido colgando a los lados, sin volverse a verme una sola vez, y pienso que su andar es demasiado firme para tratarse de un borracho. Sin embargo, pronto lo aparto de mi mente. Lo que menos quiero ahora es pensar en Malfoy. Prefiero volver a recluirlo en el rincón oscuro que le corresponde dentro de mi mente y fingir que todo esto nunca pasó.

Todavía sollozando, me acomodo la ropa interior y recojo mi camisa rota del suelo.

–Accio botones–Farfullo con voz rota y los guardo en el bolsillo de mi bolso.

Me acomodo la camisa como puedo y me pongo el suéter encima. Todavía tiemblo, y me cuesta alisarme el abrigo. Me hecho el bolso al hombro y echo a andar por el pasillo desierto, en la dirección opuesta a la que ha tomado Malfoy.

Cuando llego a la Sala Común, me meto en mi habitación a oscuras y luego me encierro en el baño. Me quito toda la ropa, y me niego a mirarme al espejo. Me doy una ducha fría, me desespero porque el agua y el jabón borren cualquier evidencia de lo ocurrido.

Una vez que termino me envuelvo en una toalla limpia y busco esencia de díctamo en el mueble junto al espejo. Me aplico un poco en el labio lastimado y recojo la ropa sucia para echarla en el baúl y así tirarla más tarde; no quiero volver a tocarla. Me pongo ropa interior limpia, el pijama y me meto en la cama. Lloro hasta quedarme dormida.