En serio chicos, las drogas y los tiempos de ocio en exceso son malos.
Hetalia no es mio!
Cosas de pingüinos
Y ahí estaba él, el mejor pingüino de todo el mundo. El rey Soren. Aquel que había burlado y herido con solo un esqueleto de pescado a la gran ballena Berwald, el ser más aterrador que su corta vida de pingüino haya visto jamás. Si, él era el rey (aunque los demás pingüinos no lo quisieran aceptar).
Ahí estaba, nadando buscando por peces y tal vez por alguna otra ballena a la cual atacar (había escuchado que su carne era buena, siempre era bueno probar cosas nuevas) cuando lo ve; ahí parado estaba el pingüino más lindo que había visto nunca. Con ese tono de morado y esa cosa a un lado de su cabeza como un rulito que volaba desafiando las leyes de la gravedad. Era hermoso…
Su caza de ballenas podría esperar, ¡tenía que hablarle de inmediatamente o moriría! Bueno, tal vez no morir, pero no podía dejar escapar esa oportunidad o no tendría derecho a llamarse rey de los pingüinos.
Se dirigió rápidamente a la orilla donde ese lindo pingüino estaba, pensando en si le interesaría la escasez de peces que había últimamente o en sus historias de guerra contra las ballenas. Tal vez se impresionara con las cicatrices que se ha hecho, o del número de peces que atrapa todos los días. Si, ese pingüino caería rendido ante sus aletas una vez le cuente todas sus historias. Y después harían una linda familia y tendrían pingüinitos y cazarían todos juntos a la ballena Berwald. Si, ese era un buen plan.
Una vez llegó a la orilla se quedó ahí, en el agua, flotando mientras su mirada cruzaba con la fría e inexpresiva mirada del otro pingüino. Se quedaron ahí un rato, sin decir nada, simplemente mirándose en silencio. Todos los temas que se le habían ocurrido a Soren se fueron y dejaron que su pequeño cerebro de ave quedara vacio una vez más.
– Hola… – rompió el silencio Soren sin dejar de ver intensamente al otro pingüino.
–…hola – respondió el otro sin una emoción en su voz. Tenía un tono de voz monótono y frio, como si estuviera aburrido. Y lo estaba, en realidad, solo que Soren no se daba cuenta por estar demasiado embobado admirando a ese pingüino quien, en cambio, se preguntaba quien rayos era ese raro.
– Y… ¿qué hay? – le preguntó Soren en un intento de romper el hielo. Tal vez debería, literalmente, romper hielo para dejarlo admirado por su fuerza sobrepingüinal. Si, ese era un buen plan.
– Nada – respondió el otro sencillamente. El silencio volvió por unos momentos hasta que ¡la gran ballena asesina Berwald emergió desde el agua y devoró a Soren sin masticar siquiera!
"Eso le enseñará a ese estúpido pingüino" pensó Berwald mientras se iba nadando dejando al otro pingüino parado en el hielo. Después de salir del shock en el que entró, se dio la vuelta y se alejó deslizándose por el hielo.
– Yo le dije que nadara – dijo mientras se deslizaba tranquilamente de regreso a casa.
Fin
