Autora: Nyanko.

Summary: Hermosa, toda ella es una hermosura. Sus orbes semejantes a la miel, irradiando sinceridad e ingenuidad, su larga cabellera castaña, su esbelta figura denotando juventud, sin duda estaba enamorado de ella, pero no podía ser, su amor por ella es imposible, simplemente porque es una muñeca.

Disclaimer: KHR pertenece a Akira Amano-sensei~

N/A: *Redoble de tambores* ¡Ta-tachan! Un fem27~ Es el primero que escribo, pero he de decir que no me disgusta y leo algunos fics que son fem27, así que… quería dar un pequeño aporte~ Espero que no os disguste el cambio de género a Tsu-chan… aunque no cambia mucho XD sólo su cuerpo y el pelo largo, también que el fic ha surgido por una imagen que vi de fem27 (muuuuy mona) y de un manga (Mamiya Doll Hosue) que va sobre el tema de muñecas con vida y sus dueños.


Muñeca.

Capítulo I: Todo tiene un comienzo.


Un hombre en sus treinta, de cabellos azabaches y ojos de color azul metalizado, vestido con un traje negro y camisa blanca, estaba caminando por las calles de Venecia buscando una renombrada tienda que le han sugerido.

Viendo los canales con góndolas, y las distintas tiendas y mercados que habían, por fin llegó al lugar que estaba buscando durante horas. La tienda se veía vieja y destartalada por fuera, no es que diera mucha confianza, pero como tenía algo en mente entró sin importarle nada.

Al abrir la puerta sonaron unas campanitas, avisando a los dueños que tenían clientes. Una vez dentro, el hombre miró la tienda, viendo distintos cuerpos de madera, brazos, piernas, cabezas, y otras partes del cuerpo colgando del techo por hilos, mostrando la variedad de mercancía que tenían los dueños.

Se acercó al mostrador y esperó a que alguien le atendiera, no pasó mucho tiempo cuando vio bajar por unas escaleras a un hombre mayor seguido de su, supongamos, mujer, que al ver un cliente, pusieron en sus rostros una sonrisa comercial.

_Buenos días, joven.– Le saludo el hombre.

_Buenos días.– Le devolvió el saludo mientras observaba el techo repleto de partes del cuerpo sin juntar.

_Veo que le interesan nuestras muñecas.– Comentó la mujer al verle mirar hacia arriba, el hombre asintió como respuesta. –Tenemos de distintas variedades, como de distintos precios.– Le informó la señora.

_Me da igual el precio, quiero a una que aparente quince años.– La pareja se miró mutuamente y luego pasaron su mirada a su cliente que todavía observaba el techo.

_Hace poco que hicimos una, nos la encargaron pero luego no les gustó como quedó, ¿quiere verla?– El señor sacó de su trance al cliente.

_Sí.–

La pareja le indicaron que les siguiera, abrieron una puerta situada detrás del mostrador, entrando a la sala a la que conducía. El hombre la observó, vio una mesa con distintas herramientas y trozos de madera, arcilla, cabello artificial… en definitiva, parecía ser el lugar donde trabajaban para hacer las muñecas.

_Es esta.– La mujer le enseñó la única muñeca que estaba montada.

El hombre quedó maravillado, la muñeca tiene el cabello castaño y largo hasta media espalda, algo desordenado dándole un toque rebelde, los ojos, sin vida, son de color parecido a la miel, su piel está ligeramente bronceada, trajeada con un vestido de largo hasta las rodillas de color naranja y unos simples zapatos de igual color que el vestido y por último, en su cuello adornaba un colgante con un crucifijo plateado. La muñeca está sentada en una silla, bien puesta y con las manos entrelazadas sobre sus muslos, parecía que en cuanto la tocaran fuera a romperse.

_Es perfecta.– Murmuró el hombre, la pareja de ancianos se miraron complacidos. –Cuánto cuesta.–

_Puede llevársela, lo cierto, es que estábamos buscando a alguien que la quisiera. Nos la encargaron hace mucho tiempo, pero luego no les gustó el resultado. Espero que la cuide bien, para nosotros es como nuestra hija, le pusimos nombre y todo.– La dueña rió entre dientes a lo ultimo dicho, pero eso fue lo que más llamó la atención al cliente.

_¿Le pusieron nombre?–

_Sí, se lo hemos puesto… somos japoneses y en nuestro país fue donde nos la encargaron, cuando la rechazaron decidimos quedárnosla y ponerle nombre hasta que alguien la quisiera. Como es suya puede ponerle el nombre que quiera.–

_¿Cuál le pusieron?– La pareja miró con asombro al cliente, era el primero en preguntarles que nombre les ponían a sus creaciones.

_Tsukiyo. Así es como la nombramos.– Le respondió la dueña con nostalgia, nostalgia que fue captada por el hombre y que con su mirada pidió respuesta. –Nuestra hija se llamaba así, murió de una enfermedad y fue en ese entonces que nos pidieron que creáramos una muñeca con forma de mujer. La echamos tanto de menos, que hicimos que la muñeca fuera la viva imagen de nuestra pequeña Tsu-chan.– La mujer mientras relataba acariciaba la mejilla de la muñeca. –Entenderemos si ahora no la quiere, porque… ¿quién quiere a una muñeca parecida a una difunta? Nadie.–

_Esa es la razón por la cual no la quisieron cuando la fueron a entregar.–

_Exacto.–

_¿Seguro que quieren dármela?– La pareja se miró sorprendida y miraron atónicamente al cliente.

_¿Piensa llevársela? ¿Incluso después de que le hayamos dicho que la hicimos pensando en nuestra hija y que físicamente es ella?– El hombre asintió a la pregunta echa por el anciano, la mujer se tapó el rostro con ambas manos ocultando las lágrimas de felicidad que comenzaban a caer por su rostro.

_¿Lo has escuchado, Tsu-chan?– La mujer le preguntó a la muñeca, acariciándole la mejilla con ternura. –Te quieren en su hogar.–

El hombre se quedó mirando a la pareja mientras hacían los preparativos para que se la llevara. Cuando la muñeca estuvo en una caja y bien resguardada junto con las distintas ropas que la anciana le compraba y la vestía. Con un agradecimiento, el hombre salió de la tienda cargado con todo y se fue hacia su casa.

Al llegar a su casa, entró dándole a la servidumbre las ropas obtenidas para que las lavaran, y él se fue hacia una habitación para depositar la muñeca. Al entrar en la habitación, abrió la caja y sacó a la muñeca sentándola en el borde de la cama y el arrodillándose delante de ella.

_Eres perfecta para lo que necesito.– Murmuró el hombre acariciando la mejilla de la muñeca.

Se levantó de su posición, y salió de la habitación, cerrándola antes con llave para que nadie entrase y fue a hacer unas llamadas.

::0::

Una de las doncellas al ver la ropa que su maestro le había dado la miró confundida, la dueña de la casa no llevaba ropas tan normales, pero lo ignoró e hizo la colada.

Fueron apareciendo distintas personas del servicio, observando la ropa traída por el dueño de la casa, todos la miraban extrañados, sin entender el porque de esa ropa.

_¿Creéis que el señor tiene una amante?– Preguntó una de las doncellas a los demás.

_Cállate y no digas esas cosas. El señor nunca engañaría a la señora.– Le reprendió el jardinero.

_Pero vamos, este tipo de ropa no la lleva la señora.– Esta vez fue la doncella que estaba tendiendo la colada.

_No hagáis tontas suposiciones del señor, sus motivos debe tener para traer este tipo de ropa a la casa.– El mayordomo principal cortó cualquier tipo de habladurías entre el servicio y les hizo volver a sus puestos.

Pero sin saberlo, unos ojos azules oyeron la conversación y fue a contárselo a su madre.

::0::

El hombre, al acabar las llamadas, se fue al gran salón y se sentó en uno de los sillones con el periódico abierto y una taza de café en la mesita de centro, esperando a que viniera al hombre que llamó.

La puerta del salón se abrió con un gran estruendo, dejando ver a una mujer de cabellos platinos y ojos de igual color, vestida con un vestido largo y estrecho de color rojo, junto a un niño de cinco años, su cabello del mismo color que la mujer y sus ojos de color azul, vestido con una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros, los dos observando con ira al hombre que no parecía haberse inmutado por el ruido.

_Querido, quiero una explicación.– Comenzó la mujer, acercándose a su marido con su hijo cogido de la mano.

_¿De qué?–

_De esos vestidos que están lavando los sirvientes.–

Ante eso, el hombre levantó su vista del periódico y la clavó en el rostro de su mujer.

_Luego.– Esa fue su respuesta.

_Ahora.– Replicó la mujer.

El hombre suspiró con pesadez, se levantó del sillón y le indicó a su mujer que le siguiera.

_Alaude, ve a jugar.– Le ordenó a su hijo, el niño obedeció y se fue dejando a sus padres a solas. –Sígueme.–

La pareja comenzó a caminar por los pasillos hasta la habitación donde anteriormente estuvo el señor de la casa. Al llegar, el hombre abrió la puerta y dejó que su mujer entrara. Cuando lo hizo, su mujer se quedó petrificada al ver a la muñeca.

_Es… ¿es una niña?– Le preguntó con duda.

_No, una muñeca. La he comprado para que se encargue de cuidar a Alaude cuando nosotros no estemos.–

_¿Cómo va a cuidarle si es una muñeca?–

_Estoy esperando a alguien que hará que la muñeca pueda moverse.–

La mujer entendió y asintió, saliendo de la habitación y dejando que su marido cerrara la puerta con llave para que nadie entrase.

_No se lo digas a nuestro hijo, querida.–

_Por supuesto, es una sorpresa, ¿verdad?– Su marido sólo asintió y comenzó a caminar dirigiéndose donde anteriormente estuvo seguido de su mujer.

Estuvieron los dos en el gran salón esperando a que el invitado apareciese, y lo hizo, con tres horas de retraso, pero lo hizo.

_Señor, su visita acaba de llegar.–

Al decirlo, un hombre entró al salón, también en sus treinta, de cabellos castaños oscuros y orbes negras, vestía al igual que todos, un caro traje de color beige.

_Siento el retraso, Alexander.– Se disculpo el recién llegado.

_Has tardado tres horas, Mikahil. Espero que tengas una buena razón.–

_Jajaja, he estado buscando a alguien que pudiese quedarse con mi hijo y eso me ha tomado tiempo. Al final le he dejado con su amigo y he podido venir.– Explicó con una sonrisa tonta en el rostro y rascándose la nuca.

_Te han encontrado.– Resumió Alexander, levantándose del sillón e indicándole que le siguiera.

_Me conoces muy bien. Sí, me han encontrado, es por eso que quiero que mi hijo esté seguro.– Le contestó siguiendo a su amigo y a la mujer.

_Van a matarte a ti y a tu esposa.–

_¡Au! Eres muy directo, además eso ya lo sé. Y mi esposa y yo estamos bien con sólo saber que nuestro hijo estará a salvo. Por cierto, ¿qué necesitas?–

_Quiero que me hagas un favor.–

_¿¡Necesitas un favor de mí?– Exclamó sorprendido, recibiendo como respuesta una mirada mortal de la pareja. –No me miréis así, pero es raro que necesitéis algo de mí, normalmente soy yo el que pide favores.–

_¿Vas a hacerlo o no?– Esta vez fue la mujer quien se interpuso en la conversación.

_Claro, Elizabeth. Pero a cambio, necesito que me prometáis algo.– La pareja puso toda su atención. –Si alguna vez os encontráis con mi hijo y su amigo, encargaos de ellos, por favor.– Les pidió inclinándose.

_Si le vemos lo haremos.– Concluyó Alexander.

_Gracias, eres un gran ami… conocido.– Cambió la palabra al ver la mirada mandada por su amigo.

_Hemos llegado.– Anunció al pararse delante de la puerta.

Mikahil miró con curiosidad la puerta, que para su gran asombro, estaba cerrada con llave y sólo podía abrirla Alexander. Cuando la puerta estuvo abierta, los tres entraron y el dueño de la casa cerró otra vez la puerta con llave.

Al estar dentro, Mikahil observo la hermosa muñeca sentada en el borde de la cama, quedando maravillado por ella y calculando mentalmente lo que le habría costado a su amigo, seguro que era carísima.

_Quiero que le des vida.– Anunció Alexander sacando de su trance al invitado.

_¿Perdón? Me parece que no he escuchado bien. ¿Quieres que le de vida?– Preguntó escéptico.

_He estado investigando los distintos tipos de llamas y voluntades, y he descubierto que la tuya puede hacerlo.–

_Sí, si eso lo sé. Pero debes saber que el cuerpo al cual le proporcione mi llama para darle vida a de ser compatible con ella.– Alexander le mandó una mirada de las de cállate y hazlo. –Vale, vale.– Levantó las manos en rendición.

Con un suspiro, Mikahil se acercó al cuerpo de la muñeca y puso su dedo índice en la frente de ella, activando su llama y rodeando a la muñeca con la llama. Al cabo de cinco minutos, el invitado quitó el dedo de la frente y se alejó de la muñeca, mirando a ver si había funcionado.

No pasó nada, la muñeca seguía con los ojos abiertos y sin vida, hasta que la vieron como los cerraba y luego volvía a abrirlos, mirando a su alrededor y posando sus orbes en los presentes. Asustándose al ver que las tres personas la miraban, se levantó apresurada y comenzó a dar reverencias y pedir disculpas a ton ni son.

_T-Tranquila.– Mikahil intentó calmarla, pero no lo consiguió, lo único que hizo fue asustarla más y haciendo que lanzara un indigno chillido mientras se apartaba de las manos del hombre castaño.

_Fuera, la asustas.– Le ordenó Elizabeth, echando al invitado de la habitación y quedando sólo la muñeca con ellos dos. –Lo siento mucho, no queríamos asustarte.– Comenzó acercándose a ella. –¿Cómo te llamas?– Le preguntó posicionándose delante de ella y sonriéndole.

_Tsu-Tsukiyo.– Murmuró avergonzada y desviando la mirada.

_Es un nombre muy bonito, yo soy Elizabeth y el mi marido, Alexander.–

_Lo sé, el me compró.– Dijo con voz tenue.

_Vaya, no sabia que pudieras sentir lo que hay a tu alrededor.–

_Y no podemos, pero…–

_Eso da igual, querida.– Alexander cortó a la muñeca. –Quiero que te hagas cargo de mi hijo cuando nosotros no estemos en la casa.– Tsukiyo le miró fijamente y luego asintió. –Bien, te lo voy a presentar.– Elizabeth le cogió de la mano y la sacó de la habitación conduciéndola hacia donde su hijo suele estar jugando, su marido y Mikahil iban detrás de las dos.

Llegaron al gran patio, y vieron a una pequeña figura peleándose con uno de los guardaespaldas que tenían.

_¡Alaude!– Elizabeth llamó a su hijo. –Ven, quiero presentarte a alguien.– El niño asintió y corrió hasta donde su madre estaba, cuando llegó junto a ella, vio a la niña que llevaba agarrada de la mano y se la quedó mirando.

_Ella es Tsukiyo, y va a ser tu compañera de juegos.–

El niño la miró de arriba a bajo, luego pasó su mirada a los tres adultos que estaban esperando una respuesta de parte del menor.

_Soy Alaude.– Se presentó y cogió a la muñeca de la mano para llevársela.

_¡Guau! Si que acepta rápido las cosas.– Comentó Mikahil.

_No es que las acepte rápido, simplemente le habrá gustado la muñeca.– Comentó divertida Elizabeth siguiendo a su marido que comenzaba a irse hacia la casa.

_¡Esperadme!– Mikahil al verles alejarse les siguió, dejando a los dos menores en el jardín.

::0::

Alaude llevó a la muñeca hasta donde estuvo anteriormente y le indicó que se sentara en el césped junto a él.

_¿Por qué has decidido trabajar aquí?– Le preguntó curioso.

_El señor me ha comprado, amo Alaude.– Esa respuesta hizo que el niño frunciera el ceño.

_¿Comprado? ¿Se pueden comprar humanos?– Ella soltó una ligera risa antes de contestar.

_No.– Negó con la cabeza. –Pero si las muñecas, amo.–

_¿Muñecas?–

_Sí, yo soy una muñeca. El señor lo único que ha hecho a sido darme cuerda.– Le explicó ante la atenta y curiosa mirada del niño.

Estuvieron hablando hasta que se hizo de noche y una de las sirvientas los llamó para cenar.

::0::

Los años pasaron, y en la misma mansión un chico en sus dieciséis años, con el cabello platino y los ojos azules estaba en el jardín de la mansión acompañado de una chica en sus quince, con el cabello castaño atado en una coleta alta y ojos color parecido a la miel. El chico la miró de reojo y luego miró a su alrededor, observando que sólo estaban ellos dos, sonrió y cogió la mano de su acompañante tirándola encima suyo.

Asustada por el brusco movimiento, la chica soltó un grito y se aferró al cuerpo fuertemente, al levantar la mirada se encontró con un par de orbes azules mirándola con ternura.

_¿Amo Alaude?– Preguntó confundida por la acción del chico.

Alaude no contestó, sólo acercó el rostro de la chica al suyo y juntó sus labios a los contrarios, sorprendiéndola y asuntándola a la vez. La chica le apartó y se sentó en el suelo lejos de él.

_¿Qué está haciendo, amo?– Le preguntó con expresión asustada.

_Te quiero.– Le dijo acercándola una vez más a su cuerpo. –Te amo más que a nada.– Le susurró al oído cuando la tuvo una vez más encima suyo. Ella levantó su rostro aterrorizada y negó con la cabeza.

_No debe hacerlo. Debe enamorarse de otra persona, formar una familia y ser feliz con ella.– Alaude frunció el ceño y escondió su rostro en el hombro de la chica.

_Pero yo te quiero a ti Tsukiyo.– Susurró cerca del oído de la chica. –Yo sólo te quiero a ti, y me dan igual las demás.– Alaude levantó el rostro y clavó su mirada en la contraria. –Intentémoslo.– Le rogó, acercando nuevamente sus labios a los de ella.

Tsukiyo cerró los ojos y aceptó el contacto, estirando sus brazos y entrelazándolos en el cuello de Alaude.

_Está bien, hasta que se canse de mí.– Le hizo prometer y él como respuesta, le dio una sonrisa ladeada.

_Nunca voy a cansarme.– Le prometió juntando sus labios de nuevo.

Sin saberlo un par de orbes azul metalizadas les estaban observando, Alexander al ver la escena cerró los ojos y se fue dentro de la mansión, arrepintiéndose de su decisión.

Cuando los dos adolescentes entraron dentro de la mansión, una de las criadas les estaban esperando para guiarles hacia donde se encontraban los dueños de la mansión y padres de Alaude. Tsukiyo agarró fuertemente la mano de su ahora amante por el nerviosismo, imaginándose el porque les llamaban.

Al llegar al despacho de Alexander, la criada se despidió y les dejó a los dos delante de la puerta. Cogiendo una profunda respiración, Alaude abrió la puerta, dejando ver a su padre con el ceño fruncido y a su madre con expresión preocupada. Entraron y cerraron la puerta tras de si, posicionándose delante de los mayores esperando la sentencia.

_Se puede saber en que piensas, Alaude.–

_No se de que habla, padre.–

Alexander dirigió su mirada a las manos entrelazadas de los dos jóvenes, que en cuanto Tsukiyo entendió la mirada, soltó el agarre y agachó la mirada.

_Eso no es de su incumbencia.– Le dijo con enfado Alaude e intentando volver a tener la mano de la chica entre la suya.

_Sí que es de mi incumbencia. Ella es una muñeca, esto no irá a ningún lado.–

_No le hables así, no es una muñeca. Habla, se mueve, siente, ella…–

_Soy una muñeca, amo.– Le cortó la chica, haciendo que Alaude la mirara confundido. –Aunque me comporte como un humano, por dentro soy una muñeca. No puedo satisfacerle en ninguno de los sentidos.– Le aclaró aún con la cabeza gacha.

_Por eso me has dicho que no debía.– Ella asintió.

_Hijo… vas a encontrar a otra mujer que te guste. Tsukiyo te ha cuidado desde los cinco años, es posible que estés confundiendo los sentimientos.– Elizabeth intentó razonar y que la incomoda tensión que se había formado se disipara, pero sólo logró que su hijo la mirara con indignación

_¿Cómo puede decir eso, madre? No he confundido mis sentimientos, la amo. Y me da igual que sea una muñeca, encontraré la manera de que pueda ser humana.– Les dijo decidido y atrayendo a Tsukiyo hacia él.

Los dos mayores se miraron entre sí, y luego miraron otra vez a los adolescentes, viendo la expresión de asombro en el rostro de la menor. Alexander suspiró y les indicó con la mano que podían irse.

Satisfecho con el resultado, Alaude agarró a Tsukiyo de la mano y se la llevó del despacho de su padre.

::0::

Cuatro años habían pasado desde ese incidente, y Alexander volvía estar sentado en uno de los sillones su despacho junto a su esposa, su hijo y la muñeca estaban delante de ellos esperando a que el señor de la casa hablara, estaban nerviosos, la primera vez que les pilló besándose habló con los dos para darles una gran reprimenda. Y ahora, después de eso, volvían a reunirse en el mismo salón y de la misma forma que la vez anterior.

_¿Sucede algo, padre?– Preguntó Alaude, que ya estaba en sus veinte, mirando retadoramente a su padre.

_Alaude.– Le reprendió su madre al ver la mirada que su hijo le mandaba a su marido.

_Déjale, Elizabeth.– Le dijo a su mujer antes de pasar a los dos jóvenes. –Sólo os he llamado para deciros una cosa.– Los dos jóvenes, ahora más relajados, escucharon con atención. –Supongo, que te acuerdas de Mikahil, Tsukiyo.– La mencionada asintió, cómo no acordarse de la persona que le dio cuerda. –Bien, el estuvo en problemas y ahora esos problemas nos han salpicado a nosotros por intentar ayudarle. Tenéis que iros de la casa y buscar algún refugio, preferiría que buscaseis el hijo de ese sujeto. Pero ninguno de los dos sabe como es, así que me conformo con que huyáis de la mansión y sobreviváis.–

_No pienso huir.– Dijo con convicción el de cabellos platinos, Elizabeth suspiró, esto les llevaría para largo, tanto su marido como hijo eran igual de tercos.

Levantándose del sillón, cogió la mano de la menor y la sacó del salón junto a ella y la atenta mirada de los dos hombres. Cerró la puerta del despacho y comenzó a caminar en silencio por los pasillos, Tsukiyo miró a la dueña de la mansión con una gran interrogante en la cabeza, pero no iba a preguntar hasta llegar a su destino.

Elizabeth se detuvo delante de una gran puerta, y entró en ella dejándola abierta para que la muñeca la siguiera. Una vez las dos estaban dentro, cerró la puerta y se acercó a la cómoda sacando del primer cajón una especie de libro y entregándoselo a la menor.

_E-Esto es…– Tartamudeo Tsukiyo al saber lo que le daba.

_Lo siento, se que está muy mal leer el diario personal de otra persona. Pero al verlo me entraron unas ganas irremediables de saber que pensabas de todo, casi nunca nos dices que es lo que te preocupa o pasa por tu cabeza, y al leerlo me he quedado mucho más tranquila. Se que hago bien en dejar a mi hijo en tus manos, y sabrás que es lo que le conviene.– Le dijo con una dulce sonrisa, que fue correspondida por una idéntica de la muñeca.

_Gracias por confiar en mi ama. No les defraudaré.– La sonrisa de Elizabeth se ensanchó y se acercó a Tsukiyo para darle un abrazo.

_Lo sé, eso no hace falta que me lo digas.– Le susurró al oído. –Cuídale por nosotros y encontrad al hijo de Mikahil, os hará bien.– Le dijo mientras la soltaba y le agarraba el rostro para darle un beso en la mejilla.

_Pero yo no conozco a su hijo.– Le comentó cuando sintió su rostro libre del agarre.

_Cierto, pero le reconocerás en cuanto le veas.–

Elizabeth se dirigió otra vez a la puerta, dando por terminada la conversación, abriéndola y haciéndole señas para que salieran las dos de ella. Volvieron a recorrer el mismo pasillo, esta vez en dirección contraria hasta llegar a la puerta principal, donde Alexander y Alaude ya las estaban esperando.

_Siento la tardanza, querido. Le estaba dando algo a Tsukiyo.–

_Será mejor que empecéis a iros, dentro de poco la mansión estará rodeada de mafiosos y no podréis salir de ella.– Les recomendó el dueño de la mansión.

Elizabeth se despidió de su hijo y de la chica, que correspondieron la despedida gustosos y se fueron de la mansión.

_Estarán bien, querida.–

_Lo sé, pero igualmente estoy preocupada.– Le contestó mientras entraba una vez más dentro de la casa para nunca más salir.


N/A: ¡Moi, Moi! ¿Y bien~? Se ve de lejos cual va a ser la pareja principal XD Es un fic de tres, como mucho cuatro (el epilogo dependiendo si lo queréis o no), capis. El nombre de Tsu-chan… bueno, resulta que Tsunako, Tsunahime, Tsunaruhime y Tsunami no me van mucho, además, son los más leídos, así que estuve entre Tsunayuki y Tsukiyo y bueno, el resto ya os lo imagináis. También me ha salido algo… demasiado… ¿rosita? No se como expresarlo…

Tsuki: ¿Algo demasiado rosita? Perdona te ha quedado demasiado cursi.

¿Qué haces aquí?

Tsuki: Fácil, un pájaro me ha dicho que estabas escribiendo Alaude27 y he venido corriendo.

¿Un pájaro? ¿Hibird?

Tsuki: No, tu pájaro no. Tú hermana.

¡Pero será chismosa! Además, no es Alaude27, es Alaudexfem27 hay una gran diferencia.

Tsuki: Sí, sí, pero igualmente sale my sexy Alaude *Tsuki empieza a soñar despierta*

¡No es sólo tuyo!

*Tsuki sale de su ensoñación* Tsuki: Tú ya tienes a Hibari. *Tsuki vuelve a entrar en su ensoñación*

¡No! ¡Yo les quiero a los dos! *Nyanko comienza a soñar despierta*

Se aceptan críticas, comentarios, adulaciones a mi persona (¿?), lanzamientos de tomates, lechugas, cualquier tipo de hortaliza XD, bueno, lo que os apetezca.

¡Muchas gracias a los que leen pero muchísimas más a los que leen y comentan~!

P.D.: Estoy con las traducciones, así que no desesperéis. Esto ha salido cuando me daba un descanso y leía el manga Mamiya Doll House.

Nos leemos.