Una suave brisa soplaba procedente del mar enfriando el ambiente. Ya era casi verano en la ciudad de Boston y eso animaba aún más a la gente a salir.
Llegaba la época del año preferida para los daimons pues en este mes, con el buen tiempo, empezaba la llegada de turistas. También habían terminado las clases en las universidades lo que animaba a los estudiantes a congregarse en los numerosos pubs de la ciudad, ya fuese para celebrar los aprobados o para ahogar los suspensos con alcohol.
Finn Cavanaugh paseaba por South Boston. Los edificios antiguos se mezclaban con edificaciones de nueva construcción. La noche era aún un poco fresca así que los humanos se congregaban en los numerosos pubs irlandeses de la zona. Dobló la esquina para dirigirse a la zona caliente, donde sabía que se encontraría toda la acción.
Llevaba desde 1770 en la ciudad, justo cuando había comenzado la guerra de secesión americana. Había estado en la llamada Masacre de Boston y en el Motín del té y había combatido a los daimons que trataban de aprovechar el caos y la gran cantidad de muertes para darse un festín de almas.
Finn era un Cazador Oscuro y su misión era velar por las almas de la ciudad, lo había hecho casi por mas de 500 años. Dos Cazadores estaban destinados allí. Él mismo y John Davies se repartían a la mitad los más de veinte barrios de la ciudad. No eran amigos, no en el término usual de la palabra, pues no podían pasar mucho tiempo juntos sin que sus poderes se debilitasen, pero eran compañeros y podían contar el uno con el otro.
Finn se adentró en silencio en un callejón dos calles más abajo de la calle principal. Encontró lo que había venido a buscar. Daimons. Dos hombres y dos mujeres, extremadamente rubios y atractivos. Los cuatro formaban un cerco alrededor de una pareja humana.
Cuatro pensó Finn, hoy es mi día de suerte. Esa misma noche ya había cazado a dos más cerca de Charlestown y si acaba con esos cuatro superaría a Davies en el cómputo de la noche.
No es que fuese especialmente importante, pero Davies y él tenían una competición privada respecto a la caza. Hacía una hora había recibido un mensaje de texto con un único número '5'. Así se hacían saber el uno al otro cómo iba la caza.
Desde hacía tres meses las cifras de ambos habían aumentado casi alarmantemente, llegando cerca de los diez la mayoría de las noches. Habían informado de la creciente población de Daimons en la zona, lo cual era extraño, pues al ser una ciudad del Atlántico Norte, no era especialmente atractiva debido al clima húmedo de la mayoría del año.
Finn sacó una daga plateada de debajo de su abrigo de tweed negro y la lanzó contra el más alto y corpulento de los ellos. La daga giró en el aire y le atravesó por la espalda de una sola estocada sin hacer el menor ruido. Los otros se giraron hacia él al ver a su compañero desintegrarse, pero Finn ya cargaba contra ellos, pillándoles de nuevo por sorpresa.
Embistió con el brazo estirado a una de las mujeres haciéndola caer de espaldas, se agachó para esquivar un torpe ataque del otro macho. Sacó una hoja afilada de su cinturón y con un fuerte golpe desde abajo le apuñaló con fuerza en el centro del pecho.
Dos menos, ya solo quedan sus parejas. La otra hembra saltó encima de él haciéndole caer de bruces. Oyó los gritos ahogados de la pareja y el sonido de los pies corriendo por el cemento de la calle. Al menos la pareja había escapado.
Justo cuando iba a darse la vuelta un fuerte peso le cayó sobre la espalda aplastándole contra el suelo. La hembra daimon que había golpeado antes había saltado sobre él. Le agarró con fuerza del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás con rabia.
- ¿Dónde ibas Cazador Oscuro? ¿No pensabas escapar después de lo que has hecho?
La otra se movió delante de él y alzo la pierna para golpearle la cara. Justo antes de que le tocara echó los brazos hacia delante deteniendo el golpe, y con la cuchilla que aún sujetaba en la mano le hizo un profundo corte en el tendón de Aquiles.
Su grito resonó en todo el callejón, haciendo que la mujer de su espalda aflojara ligeramente la presión, lo justo para que él se revolviera bajo ella y poder enfrentarla cara a cara. Finn alzó la cuchilla trazando un arco, sabía que no lograría darle en el pecho, pero necesitaba urgentemente quitársela de encima, para recuperar la ventaja en la lucha.
Con agilidad la rubia esquivó el ataque echándose hacía atrás. Finn vio clara su oportunidad y la pateó en el estómago sacándosela completamente de encima. Recogió la daga que había lanzado y se incorporó con toda la rapidez de la que fue posible.
La otra ya le atacaba con fiereza. Detuvo varios golpes con sus antebrazos y cuando vio la oportunidad clara lanzó la mano con la que sostenía la daga había el pecho de la rubia, haciéndola desaparecer.
Finn oyó un grito de rabia a su espalda, la mujer daimon se lanzaba contra él, pretendiendo hacerle caer de nuevo, pero Finn ya lo tenía previsto, así que simplemente se apartó hacia un lado y con un simple movimiento de sus brazos dirigió la daga hacia atrás por uno de sus costados.
La mujer simplemente se empaló sola y desapareció.
Finn se giró jadeando, las hembras habían sido más difíciles de matar que sus compañeros. Giró sobre si mismo, la pareja de humanos había huido, ya no quedaba nada que hacer allí. Guardó la daga de nuevo en el interior de su abrigo y escondió la cuchilla en su cinturón. Se sacudió el polvo de la ropa, recolocó su abrigo y salió del callejón tranquilamente.
Anduvo por la zona de pubs casi media hora más, pero no encontró nada que matar. Esta noche había estado bien, había cazado un daimon más que Davies. No podía esperar más para echárselo en cara a su compañero pero justo cuando iba a echarse la mano al móvil, este sonó.
- Necesito tu ayuda Cavanaugh –dijo John Davies con urgencia.
- ¿Qué pasa Davies? –contestó mientras entraba de nuevo por la calle principal.
- ¿Recuerdas que te dije que alguien me había estado siguiendo?
- Si, estabas cagado de miedo –respondió tomándole el pelo.
- No bromees, irlandés -contestó Davies con voz dura – maté al quinto daimon y decidí ir a las afueras, a Watertown. Un coche ha estado siguiéndome…
- ¿Estas en el coche ahora?
- Si, si –contestó con urgencia- cállate y escúchame. Me ha seguido desde que salí, creo que ha estado vigilándome. He intentado perderlo pero ese cabrón sabe lo que se hace. Escucha, tienes que quitármelo de encima ¿vale?
- Muy bien, ¿Qué has pensado? –contestó casi inmediatamente.
- Voy a entrar en la ciudad dentro de cinco minutos, entraré por el sur, por South End. Ve a la Av. Regan a la altura de la biblioteca, justo cuando yo cruce, metete en su camino…
- ¿Estás loco? ¡No voy a dejar que me atropelle!
- ¡Pues no dejes que lo haga, solo hazle desviarse para que yo gane terreno y pueda perderle!
- Vale, estoy cerca de allí. Ya hablaremos.
Finn colgó el teléfono y aceleró el paso. Esto no pintaba demasiado bien. Desde hacia un mes alguien seguía a Davies y lo peor es que no sabían de quien se trataba. Al principio creyeron que podría ser un algún daimon o un demonio, pero no encontraron ningún rastro que les llevara a esa conclusión. No es que los Cazadores Oscuros tuviesen acosadores normalmente.
Todo Cazador Oscuro había oído hablar de determinado grupo de daimons, que eran más fuertes que el resto y que mataban Cazadores Oscuros. Si eran de esos los que perseguían a Davies quizá estuviesen en un problema. No era tan descabellada la idea, pues el mismo había visto que cada vez había más criaturas que matar en Boston.
Dobló varias esquinas a toda velocidad, hasta llegar al barrio de South End. La Av. Regan describía una larga curva que se elevaba hacía la zona más alta, de modo que vería el Lamborgini amarillo de Davies desde que entrase en la calle. Fue hasta la parte más alta, desde donde podía ver casi toda la calle y sacó el teléfono.
- Estoy arriba, ¿sigue detrás de ti? –preguntó nada más oír que Davies descolgaba.
- Si, está a unos tres metros no se me despega –contestó Davies.
- Dime que coche es, no quiero que me atropelle el que no es.
- Es un Golf, tío. Un Golf negro.
- Vale, os espero –y colgó.
Finn se revolvió con nerviosismo escudriñando cada coche que aparecía por abajo. No entendía por qué Davies con su flamante deportivo no era capaz de perder a un simple Golf. Por si fuera poco tardaba demasiado. Pensó que quizá debería bajar la calle hasta el próximo cruce para mirar desde allí, pero justo en ese momento vio aparecer al Lamborgini Murciélago de Davies a una velocidad impropia de una vía pública.
Nada mas entrar en la calle el coche amarillo aceleró dejando momentáneamente atrás al Golf. Perfecto. Esos metros que le había ganado al Golf le servirían a Finn para meterse de por medio sin dejar que le atropellasen.
Cuando se encontraban a cincuenta metros, Finn se preparó para lanzarse a la vía pública. Nada mas pasó el borrón amarillo, Finn se paró en medio del paso de peatones como si cruzase tranquilamente por allí.
Se oyó un pitido y en fuerte frenazo. Dios, si el Golf me atropella voy a hacerle pagar a Davies cada daño causado.
