Notas del autor: Si otra vez yo, la misma que ha publicado este fic como por tres veces, lo siento u.u

Pero es que las anteriores tuve dos motivos para borrarlo: la primera vez fue porque era un asco de fic con respecto a la escritura y el inmenso Ooc que estaba produciendo.

Y la segunda vez porque me demoraba mucho en actualizar, cosa que esta vez no será así, lo prometo =).

Disclamer: Los personajes de One Piece no me pertenecen, son propiedad exclusiva de Eichiro Oda.

Aviso: Lemon y tragedia.

Notas de mi fic: Es el primero que hago, y al cual le he puesto todo mi empeño por mejorarlo conforme ha pasado el tiempo y creo que lo he conseguido en cierta manera. Le he cogido arto cariño aunque suene raro xD así como al personaje que he inventado también. Espero a ustedes también les guste =)

oOoOoOoOoOo

"—Deshazte de ella, espadachín, ¿o quieres que tu tripulación sea destruida por esa intrusa?

¡Mátala de una sola vez!"

El mundo real, nuestro mundo, se caracteriza por ser un lugar semi tranquilo. Tranquilo porque en él no hay monstruos, súper poderes, nada fuera de lo común. Por lo cual la tierra no está expuesta a ningún peligro más que los naturales y los causados por la tecnología del hombre.

Eso solo fue hasta aquel día, en donde todo cambio.

—¿Eh?... ¿Qué me ha pasado?¿por qué esta todo oscuro?... ¿y los demás?

—¿Qué está pasando aquí?

—¡Ah!

En el planeta tierra no quedaba nada: ni edificios, casas, autos, ni personas; estaba todo desmoronado en el suelo. Solo se alcanzó a escuchar un grito desgarrador de la última persona que había quedado.

Mientras tanto, en el mundo One Piece se encontraban los Mugiwaras navegando por el Nuevo Mundo; disfrutando de sus aventuras y derrotando cuanto enemigo se le cruzara. Ya no quedaba mucho para llegar a la próxima isla y la tripulación había alcanzado nueve miembros. Pero aún faltaba uno para estar completos —según el deseo de Luffy— aunque, por lo pronto no encontraban él/la indicado (a)…

Pero eso es otro tema. La historia se desarrolla un día en el que ya era media tarde y cada Mugiwara estaba haciendo sus cosas; excepto uno que recién se estaba levantando.

Nada más ni menos que Roronoa Zoro: el espadachín del barco y mano derecha de Luffy. Un personaje fuerte de carácter y poseedor de un poder físico temible. Aun así, no estaba exento de algunas cosas que no nos imaginaríamos que le podría pasar a él: como tener pesadillas, ¿quién podría imaginar que alguien como él pudiese tener sueños horrorosos por las noches?

Efectivamente, tenía pesadillas hace dos noches. Casualmente era el mismo sueño que se venía repitiendo una y otra vez, causando que el espadachín amaneciera con un cansancio de los mil demonios. Aun así siempre hacía el intento de levantarse y llevar la rutina de siempre: desayunar, entrenar, almorzar, entrenar, cenar y dormir.

—Es un estúpido sueño, nada más —se decía para sí mismo entre dientes, mientras tomaba una pesa para comenzar el ejercicio.

Luego de terminar con su rutina, se dirigió a la cocina para comer algo. Mientras tanto, Sanji como siempre estaba retando a Luffy, ya que esa mañana lo había sorprendido en su intento de asaltar la despensa.

—¡Hasta cuando te tengo que decir que no te robes la comida, Luffy!

Sanji intentó golpear en la cabeza a su capitán, pero este salió corriendo hacia la cubierta del Sunny, llegándole el golpe accidentalmente a Zoro.

—Ah —dijo el cocinero tranquilamente—, eras tú —. No se inmutó ni un segundo por haberle propinado un golpe a su compañero.

—¡Maldito seas, cejas rizadas! —vociferó Zoro cabreado— ¡Fíjate bien por donde andas! ¡Siempre es lo mismo!

—¿Quieren parar de gritar de una vez? —. Segundos después se pudieron ver a los tres con un chichón en la cabeza, obviamente causado por el cabreamiento de Nami—. Han estado toda la mañana peleando, no dejan disfrutar ni siquiera un día en paz.

—¡Yohohooo! —exclamó el esqueleto del barco—. Parece que algunos se levantaron muy energéticos el día de hoy.

—¡Tú cállate! —espetó el espadachín sintiéndose estúpidamente agredido y cabreado—. Y no tengo nada que ver con este par de idiotas.

—Se nota que se viene levantando. Como siempre de mal genio el marimo —murmuró Sanji, mientras prendía un cigarro.

—¿Qué dijiste imbe...?

—Hey Zoro, ya para —intentó tranquilizarlo Nami—, Sanji tiene razón, últimamente has estado muy idiota —siguió con el llamado de atención, acercando el rostro con mirada asesina, lo que hizo que al espadachín le recorriese un escalofrío por la espalda—. Tómate las cosas con más calma que pareces viejo amargado.

—¿Eh? —. El peli verde enarcó una ceja al escuchar eso de su compañera. Ya todo aquel asunto le estaba agotando la paciencia, que lo único que quería era retirarse del lugar e ir a entrenar.

—Oye Zoro, es verdad —Usopp que estaba escuchando se había unido a la conversación—, deberías ser más calmado, alegre, no sé, podrías ser un poco más feliz de vez en cuando.

—Ha hablado el Señor Feliz— respondió Zoro sin ningún animo de seguir con la conversa—. Como si la felicidad cayese del cielo.

De repente sintió un golpe en la cabeza, como si le hubiese caído un objeto pequeño.

En el Sunny un enorme ruido de un golpe se escuchó. Todos los tripulantes se situaron alrededor del espadachín impresionados de lo que estaba pasando. Zoro estaba tirado en el suelo, ya que después que le había caído un diminuto objeto le cayó encima un bulto más grande.

—¡Ah! —reclamó tomándose la cabeza— Lo único que me faltaba, ¿pero qué demo...? —se quedó sin hablas al ver lo que tenía encima— ¿Eh?¿Pero qué?

Lo que parecía ser un bulto, en verdad era el cuerpo de una persona; lo que realmente le había caído a Zoro encima fue una mujer. La chica a simple vista se podía ver que tenia una estatura casi como la de Nami, cabello color violeta oscuro tomado en una coleta y tez blanca. Aun con el tremendo golpe esta no despertó.

—¡¿Eh?! —exclamaron todos al unísono.